May Potter: Gracias! xD! Esta vez no he tardado, ¿verdad?

Anita Puelma: No te preocupes, que no me refería a que fueras molesta. xD! Es más, la gente insistente es la que me da el ánimo de continuar escribiendo. Si no hubiera quien me lo repitiera, sencillamente no me esforzaría en terminar los capis lo más rápido posible. En cuanto al lemon, creo que conseguí lo que quería: que no fuera explícito y que fuera más allá de la acción del sexo. Además que permite al lector expandirse con tu propia imaginación... Muchas gracias!

Velia: Creo que nadie lo podrá describir mejor que tú, Velia. En cuanto a las estrellas, creo que para el final del fict ya tienes alguna pista del destino que les espera. Nada será regalado, no conmigo al mando del fict XDD! El final está pronto, pero... Lo suficientemente lejos para tener aunque sea dos meses más de espera xD! Espero que te guste el capi y que no desees matarme sangrientamente...

Liuny: Gracias. Me alegro que haya transmitido bien lo que quería expresar. Espero que te guste el capi!

PrincessTerry: Gracias! Me alegro que te guste mi manera de escribir. Pronto recibirás un mail mío, no te preocupes. Espero que te guste el capi!!


Como tengo el presentimiento de que muchos de ustedes querrán matarme tras leer este capi, ahorraré comentarios para el próximo capi. Enjoy the fict!

Título: Dulce Oscuridad

Resumen: Slash H/T. Tras aceptar serle fiel al Dark Lord, a causa de la amenaza a las vidas de sus amigos, la vida de Harry da un brusco vuelco. Deberá sobrellevar la culpa de enamorarse del asesino de sus padres, dejándose dominar por la Oscuridad... Spoilers HP5.

Autora: Parvati

Pareja: Harry/Tom

Rating: PG13

Género: .. Romance/Drama/Dark... Naturalmente Angst... o.O

Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a J.K.Rowling, soy simplemente una admiradora del universo de Harry Potter... ¿Contentos? T.T

Advertencia: Slash (relación homosexual, ok?) Si te ofende, no lo leas. Estás advertida/o.


Capítulo XVI: Ataques con consecuencias

El sol caía pacíficamente sobre el horizonte, avisando del fin del día, dándole paso a la plácida noche. Colores púrpuras y rojizos bañaron el cielo, casualmente semejantes a la sangre. Se veía precioso desde allí. Muchas veces antes lo había visto desde aquella misma posición, pero no todas con Tom a su lado, a solas y en paz.

- ¿Adónde será el ataque, Tom?

- A la casa del ministro. – Contestó el Dark Lord en un susurro, mientras revisaba los últimos detalles de la estrategia. – Es hora de sacarse a esa rata incompetente de encima… - Harry asintió, estando de acuerdo con el calificativo usado.

- ¿Cuándo?

- Mañana por la noche. ¿Por qué estás tan interesado? – Preguntó Tom, mirándolo por encima de los pergaminos. Harry se encogió de hombros.

- Desde que estoy aquí, no he visto que le dedicaran tanto tiempo a los planes de un ataque. – Tom sonrió misteriosamente.

- ¿Piensas que el ataque a Hogwarts lo hicimos de un día para otro? Ataques de esta magnitud tienen que ser claros y precisos, faltos de errores. No podemos darnos el lujo de perder más miembros. Y además la información tiene que ser escogida. Un traidor puede estar en nuestras filas.

Harry tuvo que suprimir un escalofrío. La imagen de Severus Snape retornó a su mente; lo había olvidado por completo. Aquel mismo día del duelo con Draco, el profesor de pociones había colocado un Veritaserum en su bebida. Posteriormente, nada más había ocurrido que llamase su atención. Y ese silencio le estaba trayendo malas predicciones.

¿Debería decirle a Tom sobre Severus? ¿Sobre la verdad de sus lealtades?

Aunque dudaba que el Dark Lord no lo supiera. Después de todo, no era tan idiota. Pero Harry entonces no sabía qué estaba esperando para torturarlo, al fin de cuentas sólo estaba pasándole información a Dumbledore sobre sus movimientos y, sobre todas las cosas, de la relación que él y Harry estaban manteniendo.

¿Acaso quería jugar con Severus? ¿Quería que Dumbledore supiera la absoluta autenticidad de la situación de primera mano?

- Este ataque es la base de nuestro poder. Quitar al Ministro debilitará la concentración de las defensas. – Comenzó a explicarle Tom, con una frialdad que le hizo estremecer. – Dumbledore se dará cuenta que es sólo una advertencia; que el próximo lugar donde correrá sangre será Hogwarts. La última batalla, si me dejas predecir. – Se detuvo, tal vez permitiéndole hablar, pero Harry continuó en su silencio. – Pero para hacerle perder alguna de sus esperanzas necesito tus servicios, Harry.

El joven asintió, con la garganta seca y un dolor difuso en su estómago. Desde la mención de Hogwarts que estaba allí. Suponía que era la excesiva culpa que llevaba sobre sus hombros y el temor a lo que podría suceder en el futuro. ¿Cómo reaccionaría al volver a ver al castillo de Hogwarts, pero ya no como estudiante sino como… mago oscuro?

- Necesito que me permitas utilizar tu firma de la Orden del Fénix.

Harry le miró, con los ojos como platos, no esperándose bajo ningún concepto nada tan… inocente de parte de Tom. Se mordió la lengua, recordando viejas experiencias en el bando de Dumbledore. ¿Qué mal podía hacer, entregándosela a Voldemort?

La firma de la Orden consistía en una marca personal. Toda estrategia de su autoría tenía su firma. En caso de que fuera un auror de la Orden y atrapara algún mortífago, al entregarlo al ministro lo marcaría a su vez con la firma, como prueba de quién le había capturado. Vendría a cumplir una función similar a la Marca Tenebrosa, sólo que la de la Orden era personal de cada miembro, con una característica en común en todas: un fénix siempre estaba presente.

- ¿Para qué, Tom? Me refiero a que es algo insignificante, no servirá para mejorar el ataque...

- Mi ángel, esa firma posee más significado de lo que imaginas. – Tom acarició su mejilla izquierda con suavidad, divertido por su ingenuidad. – Es tan sencillo como decirles que ahora eres Mío, completamente Mío. – Rozó deliciosamente sus labios con los de Harry, destacando el sentido de sus palabras. – Dispongo de ti para mis planes, ¿entiendes? Estoy seguro que Dumbledore ya lo sabe hace tiempo, sin embargo la comunidad mágica necesita saber la Verdad que se les fue ocultada.

- ¿Y con ella firmarás el ataque?

- Estoy seguro que quedará muy bonita al lado de la Dark Mark, ¿tú que opinas? – Dijo Tom, con una sonrisa astuta en su rostro. Harry sonrió con cierta nostalgia antes de responder.

- Sí, quedarán muy bien. Impactarán: dos antiguos y mortales enemigos aliados al favor de la Oscuridad.

Aunque la opinión interna de Harry era muy diferente. ¿Cómo reaccionarían Ron, Hermione y Ginny al enterarse de su absoluta unificación con Voldemort? ¿Cuánto afectaría a la memoria que ellos tenían de él, a la confianza que habían mantenido, a la unión que tantos años habían desarrollado…?

La voz de Ron en su mente le recordó que ellos ya habían revelado lo que harían en caso de que se uniera al Dark Lord.

Le olvidarían completamente cuando se pudriesen de repudiarlo por lo que estaba haciendo.

Como todos los traidores, ¿no es cierto? Las reglas del juego no cambiarían porque él fuera Harry Potter. Nada excusaba semejante traición, semejante sumisión a las órdenes del enemigo de la Luz. Pero, ¿qué habría podido hacer él contra ese poderoso sentimiento que le invadía cada vez que Tom le miraba profundamente, le rozaba delicadamente…? No había podido obviarlo. Su voluntad no había sido lo suficientemente firme como para lograrlo. Y su corazón había caído en la tentación…

Por amor uno hacía los sacrificios más locos.

- Nosotros hacemos juntos un gran complemento, Harry. Pero debemos hacérselo notar a la Comunidad, ¿no estás de acuerdo?

- Efectivamente.

Y ya no había vuelta atrás.

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Un grupo seleccionado de mortífagos profesionales se deslizaba entre las sombras de la noche, evitando ser notados por las barreras de protección de la mansión y cualquier agente que pudiera interferir en los planes de su Señor. Colagusano había hecho bien su trabajo, ubicándolos bien en el mapa del lugar, no obstante la estrategia ideada por el Trío Fantástico (véase Lucius, Severus y Harry) era realmente un éxito.

Todo estaba controlado y en orden. Sabían todas las contrariedades que podrían tener en ese ataque, pero estaban preparados para afrontarlas plenamente. Por algo tenían el título de mortífagos de alto rango. No eran ningunos incompetentes de los que presumían ser fieles a Lord Voldemort y luego aparecían lamiéndole las suelas de los zapatos a Dumbledore.

No. Ellos eran Mortífagos. Tenían poder para torturar, protección del Señor en caso de peligro, pero sobre todas las cosas el respeto de los inferiores. Ellos coordinaban estos ataques estratégicos. Eran gente de absoluta confianza y de elite. ¿Quién podría oponérseles a ellos y a las sobrenaturales fuerzas de Voldemort?

¿Tal vez una dotación de aurores del ministerio, con Dumbledore al frente de ella…?

Había un traidor en la elite, al parecer…

La batalla no era para nada trivial. Ambos bandos estaban preparados para enfrentarse, ambos previendo qué cantidad de miembros podrían tener cada uno. Conjuros de Magia Blanca y Negra traspasaban los terrenos de la mansión de un lado a otro, cada vez más serios y dañinos. El grupo de mortífagos iba tomando ventaja, avanzando sobre el Grupo Defensor y acercándose a su objetivo.

Porque el ministro estaba en el Grupo Defensor.

No que el viejo mago quisiera permitir que los aurores y los mortífagos hicieran lo que desearan con su casa, destruyéndola casi completamente entre desvíos y explosiones de hechizos. Era realmente ingenuo si pensaba que iba a sobrevivir a esa experiencia.

Pero como dicen, quién no se arriesga no gana.

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Los Aurores retrocedieron unos cautos pasos cuando el escudo de magia blanca que habían desarrollado para protegerse se tambaleó peligrosamente ante un masivo ataque de las fuerzas Oscuras. No porque el ataque fuera demasiado fuerte (ya que lo estaban haciendo uniformemente), sino que ese escudo estaba compuesto de una mínima parte de energía mágica de cada uno. Muchos aurores estaban débiles o malheridos, el escudo perdió su anterior resistencia...

Pero no perdían la esperanza. No estaban en condiciones para rendirse, muchas vidas estaban jugándose en ese momento. Tenían que servir a la Comunidad Mágica que les necesitaba. De perder esta estrategia de defensa, ¿con qué orgullo podrían declarar que eran policías mágicos? ¿Con qué dignidad recordarían los esfuerzos del pasado?

La Muerte era un reto que ellos estaban dispuestos a enfrentar por sus ideales. Ideales que a su vez formaban parte de una ilusión; volver a la paz condicional, donde no habría mortífagos atacando ni Señores Oscuros mortificándolos, donde el destino de cada uno no se jugaría sólo por un instante, ni se valoraría únicamente las partes negativas de las cosas. Donde tendrías la capacidad de decidir qué hacer en tu vida y no que otros te manipulen, lanzándote a la súbita e impiedosa Muerte.

Luchabas por sueños que se desmoronaban cada instante un poco más.

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Beneficiándose con el centralismo de la ofensiva en la mansión, donde los aurores defendían al Ministro, una sombra paseaba tranquilamente por el extremo opuesto, gozando la actuación de sus servidores con una sonrisa cruel. Por supuesto, algo en el plan no había salido como debería, pero Harry no había tenido la culpa de no saber quién era el traidor y aniquilarlo antes de que todo sucediera.

Él sabía quién era el Traidor, y sabía que su amante también. Cierta furia le asaltó cuando, al preguntarle al muchacho sobre su identidad, éste siguió defendiéndole con una mentira titubeante. Siguió apoyando de una manera imperceptible a sus amigos, no traicionándolos, no ofreciéndole la Verdad a su Nuevo y Verdadero Bando. Sabía que sólo lo hacía por sus amigos, por las memorias que le traía ver a Severus en la mansión, pero... Había defendido a un Traidor y que encima... Trabajaba para Dumbledore. ¿Cuánta lealtad podría haber, entonces? ¿Cuándo definiría totalmente su posición en esa Guerra Mágica?

El Dark Lord suspiró despejando sus pensamientos sobre su amante en ese momento clave. Era la hora de su aparición. Pero antes...

Con un movimiento ágil de su varita, comenzó a trazar unas figuras absurdas que se fueron unificando hasta adoptar la forma deseada: un fénix dorado con las iniciales HP en el pecho, de color plateado. Realizó sobre la incorpórea firma, conformada de una sustancia imprecisa similar al humo, un encantamiento de invisibilidad; todavía no era el momento de que se mostrase.

Lord Voldemort avanzó rápidamente hasta el centro del ataque. Cuando estuvo suficientemente cerca, levantó la poderosa varita y con ella señaló en dirección a las fuerzas de Dumbledore y del Ministerio, que fueron tomadas desprevenidas, sin haber notado la presencia de su más temible enemigo en el terreno de batalla. Él se adelantó hasta estar al frente de sus aliados, con una sonrisa digna de un Dark Lord.

- Tanto tiempo sin verte, Dumbledore. – Saludó Voldemort como si se tratara del reencuentro de dos viejos amigos. El vejete le observó con su intensa y pensativa mirada, evaluando su aura de poder.

- ¿Cómo has estado, Tom?

- Hubiera estado mejor sino hubieras metido a tu cordial espía Snape en mi castillo. Al fin de cuentas, ¿de qué te ha servido? – Dirigió su atención al tembloroso ministro que estaba detrás de su custodia, no pudiéndose creer la presencia del Innombrable enfrente de sus ojos. – Cornelius morirá y todos tus inútiles aurores no lo podrán evitar.

Paralelamente, la plenitud de la cantidad de mortífagos elevó las varitas y lanzó maldiciones. Tal cual ellos, los aurores conjuraron escudos, que no resultaron lo bastante efectivos como para soportar también un conjuro del Dark Lord.

Los grupos se dispersaron y Dumbledore avanzó, intentando interponerse en el camino del Asesino.

---

Bajo la inexistente presencia de los mortífagos en el Castillo, Harry decidió manipular mejor su tiempo libre antes de permanecer en la sala de estrategias o en su habitación, meditando sobre temas de los cuales ya había pensando bastante. Prefería más explorar las zonas desconocidas del edificio a las cuales todavía no había llegado. Ocupaba su mente con otras cosas y a la vez, adquiría cierto nuevo conocimiento. No es que tuviera de meta conocerlo en totalidad sino que se asimilaba más a un pasatiempo nacido de la curiosidad.

Se estremeció de frío durante el instante que salía de sus cámaras personales. La baja temperatura, nata en la ubicación geográfica en la cual se encontraba, estaba sofocándolo casi todos los días. Por más túnicas abrigadas de pieles de dragón que se pusiera, ésta se las ingeniaba para llegar a sus sentidos, sobre todo luego de dejar un lugar tan cálido como eran las habitaciones.

Tras asegurarse de no haberse olvidado la varita (aunque prácticamente había dejado de utilizarla gracias al avance de sus entrenamientos) comenzó a caminar sin rumbo, indeciso si dirigirse a las mazmorras o a las torres. Finalmente, midiendo los pros y contras de cada uno, optó por la segunda acción, ya que haría menos frío que en el subsuelo.

Mientras subía las escaleras del quinto piso tuvo la sensación que estaba siendo ávidamente observado por alguien. Sabiendo perfectamente que esas intuiciones que tenía solían ser ciertas, buscó recelosamente con la mirada algún posible lugar de ocultamiento. Seguramente sería algún mortífago, a menos que Dumbledore hubiera decidido utilizar la ocasión del abandonamiento del castillo para infiltrar a aurores en terreno enemigo y atacar en secreto. Podría ser posible, de no ser por la paz que reinaba en el aire. No estaría tan tranquilo con intrusos adentro, ¿no?

Además que Dumbledore tampoco subestimaba los escudos de magia negra que desde siempre Voldemort había colocado en su fortaleza. Tendrían que debilitarse para que aflojaran y sinceramente hablando, Harry dudaba que ésta fuera la situación planteada. Así que, le quedaba una única posibilidad...

- Buenas noches, Severus. – Saludó a la nada, mientras seguía subiendo las largas escaleras.

Vio como la figura impasible de su ex profesor se asomaba en el final de la escalera, que ya no le quedaba muy lejos.

- ¿Qué haces aquí, Potter? – Preguntó Snape tal cual lo hubiera hecho en sus antiguos tiempos de Hogwarts. Siempre produciendo esa sensación de estar haciendo algo mal y que pronto recibiría el castigo digno...

- Creo que soy yo quien debería preguntarte eso, Severus. – Contestó Harry, igualmente frívolo que él. - ¿No deberías estar en la casa del Ministro en este preciso instante? – Snape le sonrió con cierta ironía.

- No es necesaria mi participación. Creo que el mortífago que me está substituyendo lo está haciendo mejor, ¿no compartes mi opinión?

- Totalmente. – Harry hizo una mueca.

Sólo le faltaba un escalón para estar frente a frente con el mortífago. Sin embargo, le esquivó para dirigirse al corredor, como si ya no le importara la conversación. Escuchó como detrás de él, Severus le perseguía.

- Mientras ese mortífago sea un mínimo de leal al Dark Lord, será mejor que un traidor, y encima espía, como tú.

- Creo que tampoco estás en condiciones de hablar, Potter. Tú has traicionado a tu gente, tal vez de peor forma que yo. – El tono odioso y crítico de Snape detuvo a Harry.

Harry comenzó a percibir como una innatural furia nacía de lo más profundo de su ser. Snape le criticaba, aún ignorando todo lo que había sucedido para que él tomara aquella decisión de permanecer del lado de Tom. Era un error bajo los perfectos esquemas elaborados de Albus Dumbledore, obviamente. Estaba seguro que el Director no había previsto su secuestro. Había cambiado hábilmente el rumbo de la historia.

Se volteó, encarando a Snape, por primera vez determinado a deshacer esa imagen falsa que el profesor de pociones tenía de él. Sus ojos verdes esmeraldas brillaban peligrosamente.

- ¿Sabes bajo qué circunstancias tomé esa decisión, Severus...?

- Amenazado por el Dark Lord. – Dijo Snape, interrumpiendo a Harry. – Pero perfectamente podrías haber escapado luego de la liberación de los Weasley y Granger.

- El Dark Lord me ofreció cosas que Dumbledore siempre ocultó de mí. La Verdad, la libertad sobre mi vida, el conocimiento sobre mi propio poder...

- Sólo te utiliza como a todos sus sirvientes, Potter. Te está entrenando para transformarte en un arma, que usará en Hogwarts.

- Si me utiliza, no está haciendo nada que Dumbledore no haya hecho antes. – Le cortó Harry, manteniendo su postura y la calma. – Dumbledore manipuló mi vida como quiso, jugó con mi inocencia y con todo aquello que me importaba. Me mintió, me ocultó las verdades que desde un principio merecía saber. Me moldó como quiso para que cumpliera con la idiotez que contiene la Profecía de Trelawney. Para que me hiciera cargo de las vidas de los demás, para que fuera el clásico héroe de todos. Parecía que para él, vencer o morir en manos de Voldemort era la única misión que yo tendría en mi vida. La felicidad iba por un camino paralelo.

- En Hogwarts fuiste feliz...

- Bajo engaños. ¿Es realmente felicidad, Severus? Lo único sincero que tuve fueron mis amigos, pero no quiero que ellos mueran por mi culpa, así que alejarme de ellos puede ser una buena solución, ¿no te parece?

- Voldemort no te ofrece felicidad... – Harry sonrió con burla, pero con un deje de amargura.

- Me ofrece la Verdad y todo lo que él pueda brindarme en ello. Y he decidido que definitivamente prefiero su amor a las mentiras de Dumbledore. Por más que mis amigos me odien... Es algo que aprenderé a superar.

- Das por hecho que Voldemort ganará la batalla final, ¿verdad? – Harry le miró fijamente y luego soltó una risa vacía, quizás sarcástica.

- ¿Cómo no va a lograrlo, si ya el viejo loco no tiene más a su Golden-boy, a aquel que iba a trabajar por él, mientras se sentaba a admirar el duelo con un caramelo de limón? – Snape le miró con auténtico odio, viendo finalmente que todas las esperanzas para que el Niño que Vivió volviera al Bando de la Luz se habían esfumado de su mente.

Pero bien Harry sabía que eso no terminaría allí.

Cuando Severus le apuntó con la varita, él ya había empuñado la suya con idéntica firmeza.

---

Ciertamente, las palabras de Lord Voldemort habían tenido toda la razón de su lado. No faltó mucho tiempo para que los mortífagos dominaran el escudo mágico y lo destruyan completamente, perdiendo así los aurores una de sus mejores defensas. Pronto la mayoría de las cosas estuvieron bajo el control del lado oscuro. Los aurores que continuaban luchando, que no se habían rendido en la desesperación, sólo lo hacían para su propia supervivencia. Cornelius Funge ya no tenía más custodia.

El único elemento que retrasaba su muerte era el ligero duelo que mantenían Voldemort y Dumbledore en esos momentos. Ninguno de los dos estaba profundamente concentrado en la batalla, sabían que nada se definiría con ella. No era ni el momento ni el lugar.

- ¿Crees que podrás vencerme, Albus? – Cuestionó Voldemort luego de una de sus risas maniáticas características.

El hechizo del profesor dio en la inmensa serpiente que el Dark Lord había conjurado, sin causarle el mínimo daño.

- ¿Qué podrás salvar al Mundo Mágico y Muggle de mi reino de tinieblas?

Sus provocaciones no llegaron a ejecutar ninguna expresión facial visible en el rostro del vejete ni que ninguna palabra (que no fuera un encantamiento, claro está) saliera de sus labios. Su silencio, que a primera vista daba la sensación de ser sabio y pensativo, sólo ponía en evidencia su opinión al respecto. Ya no había nada más que hacer.

- ¿Qué clase de líder del bien eres que mandas a tu gente a la muerte, les hablas con la mentira e insitas falsas e improbables esperanzas? – Dijo Voldemort, con una sonrisa sádica en su rostro.

Ninguna respuesta.

Harto de tanta rutina y mutismo, Lord Voldemort decidió que era hora de terminar con el ataque. Hora de celebrar el triunfo con sus súbditos en la Mansión. Y con Harry, obviamente... Se preguntaba que estaría haciendo el muchacho en ese mismo instante. ¿Capaz durmiendo, para ver el ataque a través de sus ojos...?

Todo sucedió muy rápido. Señaló imperturbablemente con su varita a Dumbledore, de tal forma que muchos de los que estaban contemplando el duelo pensaron que el siguiente movimiento sería asesinar al vejete. No estaban muy lejos de la verdad, sólo que el muerto sería otro...

- ¡Avada Kadavra! – En el último instante, la poderosa varita bajó al suelo y Voldemort levantó su mano izquierda (la libre) hacia Funge.

El rayo de luz verde no sorprendió a nadie, pero sí la dirección. Un microsegundo más tarde, su querido ministro de la magia caía al suelo, inerte, sin haber tenido ni la minúscula posibilidad de evitarlo, al estar de espaldas a Voldemort, entretenido por unos mortífagos.

Y para que el shock fuera absoluto y que durara por bastante tiempo, el Dark Lord volvió a elevar su varita en el aire. Muchos aurores contuvieron la respiración. Otros ni se animaban a ver lo que estaba ocurriendo.

- Morsmordre.

Sincrónicamente hizo desaparecer el encantamiento de invisibilidad sobre la marca de Harry. La Marca Tenebrosa y la Firma personal de la Orden del Fénix ocuparon su lugar en el oscuro y desolador cielo, una junto a la otra, significando mucho más de lo que las mentes inocentes podrían deducir.

Fueron también la señal para los mortífagos de que había llegado la hora de la retirada. Todo mago oscuro, que estuviera físicamente habilitado para, se esfumó de los ojos de los aurores, llevándose consigo todo aquello que la Comunidad Mágica habían estado construyendo dignamente por años.

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Al arribar en la Mansión, Voldemort indagó mentalmente por la ubicación de Harry. Frunció al entrecejo al darse cuenta que el poder del joven estaba practicándose. ¿Y ahora qué demonios pasaba?

Draco Malfoy había estado en el ataque, lo había visto, así que era imposible que fuera el muchacho. Y fuera de haberlo visto o no, dudaba que intentara volver a provocar a Harry, ya que el castigo que le había impuesto había sido sumamente severo. Dos minutos seguidos bajo la maldición Cruciatus, más una larga lección de las limitaciones de un mortífago, en donde se incluía no tocar nada que fuera del Dark Lord, sin su pleno permiso... Más unos cuantos minutos bajo sangrientos latigazos... Debería haber aprendido la lección, si uno se guiaba por sus súplicas.

Volteó a contemplar al grupo de mortífagos detrás de él, que se habían retirado las máscaras de los rostros y ahora se felicitaban mutuamente por la tan deseada victoria obtenida. Los terrenos del castillo lucían energizantes y radiantes por primera vez en meses, gracias al estado de sus habitantes. Pero eso no era lo que le preocupaba al Dark Lord.

Severus Snape no estaba entre ninguno de los mortífagos que habían concurrido a la irrupción. El maldito espía debía ser el oponente de su pareja...

Traidor. ¿Qué quieres ahora?

Pospuso el festejo para un rato más tarde. Primero estaba Su Ángel.

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Mientras tanto, en la Torre Oeste, Severus y Harry se fulminaban con la mirada, ambos con la respiración agitada y combatiendo por mantener cierto control sobre el otro y sobre sí mismos. Harry tenía la ventaja de poder usar la magia natural y con canalizador, junto con todo su conocimiento, pero Snape tenía muchísima más experiencia que él en duelos de magia oscura. Hacía largo rato que ninguno de los dos parecía liderar el duelo.

Snape tenía en mente la idea de que si iba a abandonar el territorio del Dark Lord, no lo haría sin llevarse a Potter con él. Algo que no iba a permitir era que Voldemort tuviera la ventaja con el muchacho de su bando: le secuestraría tal cual éste había hecho. Por supuesto, el joven se resistía y no le hacía las cosas fáciles. Pero todavía tenía cierto tiempo hasta que Voldemort y los demás mortífagos volvieran, así que... Potter no tenía a nadie más para socorrerlo: sólo a sí mismo.

- ¿Crees que el Dark Lord verdaderamente te ama, Potter? ¿No estarás cayendo en el mismo juego ingenuo de siempre? – Tentó el terreno, formulando aquella pregunta.

- En caso de que así sea, ¿qué es lo que pierdo creyéndole? – Contestó Harry, sin perder su concentración en el duelo. – No más de lo que perdería apoyando las mentiras de Dumbledore, ¿no le parece, profesor Snape?

- Tu conciencia pagará tu error, Potter. Tú eras la esperanza... – Harry soltó una risa sarcástica ante su comentario.

- ¿Esperanza llaman a colocar toda la carga sobre mis hombros e indicarme a dónde ir, para luego desaparecer? Usarme como un arma, "el que acabaría con la Oscuridad..." ¿Pero acaso la luz no subsiste con la presencia de la Oscuridad? Sino hay oscuridad, ¿a qué llamamos luz?

Ambos detuvieron la conversación por unos instantes, para recobrar el aliento y continuar con el arduo duelo.

- Además, Severus, no hay ni luz ni oscuridad, sino una variada tonalidad de grises. Nada es absoluto en este mundo. – Harry miró profundamente los ojos obscurecidos de Snape, indagando por alguna chispa de entendimiento. – Dumbledore no es mejor que Voldemort, ambos tienen cosas que el otro carece. No obstante ambos tienen una meta en común: el Poder.

- ¿Qué es para ti el poder, Potter? – Harry pareció sorprendido por aquella pregunta, pero luego volvió a su postura indiferente.

- Una bendición y una maldición. – Respondió el joven Gryffindor con sencillez. – El ser humano anhela poder, lo que le lleva a realizar y sacrificar las más imposibles acciones y elementos. Lamentablemente – Harry emitió un suspiro, a la vez que su mano se movía con gracia en el aire, fortaleciendo el escudo. – soy un atajo a él y no tengo la voluntad para ejercerlo por mi propia mano, creo que comprendes... – Severus frunció el entrecejo. ¿Acaso el muchacho no quería controlar su propia vida?

- Dumbledore me educó para preocuparme por los demás, llevar sus cargas y afrontar las situaciones. Pero también me infundó algo que me impide desear y conseguir control sobre Mi Vida. Una debilidad de voluntad, en cierto sentido, que le permitía moldearme como quisiera. Creo que no preveía que Lord Voldemort también se aprovechara de esto, ¿verdad? Sólo que lo hizo de una forma más sutil. – Harry sonrió débilmente, como feliz de que las cosas hubieran ocurrido de esa forma. – Enamorándome. Cursi, ¿verdad? Pero auténtico.

En ese mismo momento, algo extraño sucedió. Harry, que si bien no tenía toda su atención centrada en el duelo, se percató del brillo anómalo de los ojos de su ex profesor. Éste se acercó rápidamente a él (justo cuando Harry estaba recuperándose de un poderoso hechizo de magia negra que le había alcanzado) y le sujetó fuertemente, a pesar de los forcejeos del muchacho. Sus rostros estaban a sólo centímetros de distancia y en las esmeraldas verdes de Harry sólo se apreciaba un infinito odio hacia el ser que tenía enfrente.

- ¿No estarás planeando llevarme con él?

- No puedo permitir que el Dark Lord tenga la ventaja. – Susurró Snape, en un tono de voz venenoso. Era prácticamente visible el asco que le daba tocar al traidor de Potter.

Si bien Snape era un traidor, no había tenido amigos ni seres queridos a los cuales dejar doloridos. Si bien Potter se quejaba de todo lo que le había hecho Dumbledore, había tenido soportes a los cuales sostenerse cuando lo necesitó y había tenido en sus manos la mayoría de las cosas que había deseado. Capaz no en totalidad, pero... Comparada con la niñez y la adolescencia de Severus Snape, había sido una vida maravillosa.

Se preguntaba qué diría James Potter de ver a su hijo actuando de esa forma...

- Sin embargo, no tienes el poder para asesinarme y dudo que puedas secuestrarme sin que nadie se dé cuenta.

- ¿Qué apostamos, Potter? – Intentó aliar su mirada con la verdosa, para encontrarse con un desvío de la misma.

Estaba seguro que el joven de Gryffindor lo había escuchado, pero parecía ensimismado en algún elemento detrás de él. Como si estuviera asegurándose de la autenticidad del mismo o pidiéndole su opinión respecto a la conversación. Sencillamente no le estaba prestando atención a Severus o eso comenzó a creer cuando los segundos pasaban y no estaba obteniendo respuesta.

- ¿Qué tal tu vida, Severus? – Una voz fría y cruel se escuchó detrás de él. Supo inmediatamente que el tiempo se le había acabado. Pero no soltaría a Potter. Todavía no.

Se volteó, aún sosteniendo fuertemente al muchacho. En su mano libre estaba su varita mágica, lista en posición de defensa. Dudaba que llegara a infligirle algún daño al mago tenebroso más poderoso de la historia. Además que el Gryffindor había agotado la mayoría de sus fuerzas mágicas.

- Me parece correcto, mi Lord. – Respondió Severus, con evidente sarcasmo. No se intimidó cuando la varita de Voldemort señaló directamente su rostro.

- Suelta a Harry, Severus, y tal vez podamos negociar cómo vas a morir.

- Decide tú por mí, Voldemort, no necesito tu maldita misericordia. – Murmuró el profesor de pociones, sin cambiar su postura.

- Sabes que no llegarás a las entradas del castillo. No sólo que yo no te lo permitiré, sino que te encontrarás con mis fieles mortífagos en el camino, ¿crees que te dejarán huir con Harry, cuando el que te detenga obtendrá una gran recompensa? Entonces, Severus, ¿por qué insistes en sacrificar tu vida por las ideologías de un viejo arruinado y un reciente difunto?

La mirada de Severus adquirió cierta preocupación, como si hubiera estado esperando que Fudge siguiera con vida en ese momento y que la Orden hubiera podido hacer algo en contra de las imperiosas fuerzas de Voldemort. Como si hubiera estado deseando que todos sus esfuerzos no hubieran sido en vano. Que Voldemort no obtuviera la ventaja parcial sobre ellos. Que las esperanzas del mundo mágico aún subsistieran antes del ataque a Hogwarts...

Pero ante todo, que el mundo mágico no fuera en ese preciso instante un caos total. Se dio cuenta que por más que llegara a raptar a Potter, nada cambiaría. Voldemort ya tenía la ventaja y aunque no tuviera a su amante con él, seguiría teniendo todas las posibilidades de triunfo. Potter se negaría a luchar a favor de la luz, aunque sus amigos le insistieran. Y todo estaría perdido.

Y realmente lo estaba.

Suicidio. Eso era.

- ¿No te convendría más devolverme a Harry, Severus, y reconsiderar tu elección?

- Ya no. – Contestó automáticamente, amenazando con la mirada a Potter, que seguía intentando alejarse de él.

- ¿Qué piensas hacer entonces, Severus? – Preguntó Tom, adoptando una postura arrogante, aunque no dejando en ningún momento de mirar de reojo a su Ángel.

Había escuchado la última parte de la conversación con Snape y había quedado anonado de las declaraciones de Harry. En sus palabras demostraba una absoluta confianza en él y aún estaba queriendo averiguar desde cuando ésta existía. Mas ya no le interesaba demasiado saberlo, finalmente... Finalmente su Ángel le había aceptado. Había aceptado el destino que le deparaba a su lado, al lado del Dark Lord.

Por otro lado, Snape sonreía ampliamente, algo que contradecía enormemente la sensación que debería estar invadiéndole en ese instante. Todo lo que había hecho no había servido para nada, ¿no traía eso Impotencia? ¿Odio? ¿Frustración? Sentimientos que obviamente Severus no estaba dispuesto a mostrar enfrente de su enemigo.

¿Cuánto tiempo podrás resistir bajo el cruciatus antes de caer en la locura, Severus?

- Dumbledore ganará. No importa cuántas ventajas tengas sobre nosotros. La luz brillará por siempre sobre la oscuridad.

Los ojos de Lord Voldemort produjeron un destello de sadismo que nadie más podría desarrollar. Escuchar esa frase típicamente Gryffindor de los labios de un Slytherin indignaba excesivamente. Era sencillamente una frase que reflejaba toda aquella ilusión viviente en los corazones de los nobles guerreros del Bien y que realmente carecía de fundamento.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Luz? Nada es para siempre...

- Te creía más inteligente, Severus. – Expuso Voldemort con una sonrisa en su rostro. – Un astuto y digno Slytherin... Veo que me he equivocado. O tal vez sólo te has dejado dominar por las tonterías de las que siempre habla Dumbledore, porque ese no es un pensamiento de alguien que ve la realidad con claridad y objetividad.

- No debes subestimar a Dumbledore, Voldemort. – Snape le desafió con la mirada. El Dark Lord le respondió con una risa socarrona.

- ¿No subestimar a Dumbledore? Hoy mismo le he visto, Severus. Es patética la actuación de su Orden y de los inútiles aurores del ministerio, ¿con eso pretenden destruirme? Salvo que esté dejando lo mejor para cuando llegue el momento de ver morir a sus estudiantes... Cosa que tiraría abajo su máscara de Vejete Simpático, ¿no compartes mi opinión?

La varita de Voldemort, a centímetros del rostro de Snape, dejó escapar unas chispas rojizas, signo patente de la irritación del Lord ante tal incompetente conversación. Impaciencia ante la pérdida de tiempo. Ahora mismo podría estar haciendo cosas más fructíferas que dialogar sobre los bandos con un sucio traidor. Ese adjetivo estaba decisivamente bien aplicado, si uno apreciaba la cabellera negra del profesor.

- Ahora devuélveme a Harry, Severus, y dejemos la charla para nuestras reencarnaciones. Ellas podrán discutir sobre los hechos, al contrario de nosotros.

Al ver que Snape no consentía su capricho, Tom se dispuso, con un sencillo movimiento de varita, a separar a Harry de Severus, pero no previó lo que iba a acontecer en ese mismo momento. Algo que no cabía en los esquemas de sus planes.

Percibió como una fuerza incorpórea chocaba contra el escudo de magia negra antigua que rodeaba íntegramente a la Fortaleza. Una fuerza que procuraba echar abajo la protección del lugar. Y lo que efectivamente sorprendió a Voldemort fue la rapidez con la cual lo hizo: ni le dio tiempo a aumentar la resistencia de la magia que el escudo ya había desaparecido por completo. Y con él empezaron todos los gritos.

Teniendo en cuenta que los mortífagos solían festejar las victorias en los terrenos y que ciertamente el alcohol se infiltraba entre los elogios, solamente los suficientemente abstemios y vivaces podrían resistir un contraataque de la Orden del Fénix. Algo que nunca había pasado. La Orden siempre se había confinado a la defensa. Pero esa noche parecía ser la excepción.

No obstante todo parecía estar meticulosamente pensado: una grandiosa estrategia. Simultáneamente a la destrucción de los escudos (que provocó cierto aturdimiento en el Dark Lord, que no se esperaba para nada en ese momento un ataque) Snape hechizó a Harry para que perdiera el conocimiento, sin ni siquiera tener la oportunidad de defenderse, y a la vez que su peso corporal se aligerara. Todo consistió en aprovechar los segundos de ventaja.

Cuando el Dark Lord cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo (el caos de los jardines y el intento de secuestro), el profesor ya había llegado al pie de la escalera del quinto piso gracias a un encantamiento de levitación, cargando en sus brazos a Potter.

Y comenzó la persecución.

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No supo cómo pero muy pronto se encontró con las puertas de la Fortaleza enfrente de él. Escuchó como no muy detrás de él Voldemort ordenaba a los mortífagos que pudieran oírle que le bloquearan el paso o le noquearan, no importaba los medios que emplearan para hacerlo. Sin embargo, no muchos mortífagos estaban dispuestos a obedecerle, teniendo en cuenta que la gran mayoría estaba luchando por su vida. ¡La Orden había traído los mejores aurores, maldición!

Pronto un quinteto de aurores le cercó para servirle de escudo y finalmente consiguió llegar a los oscuros jardines. Sólo quedaba cruzar todo el campo de batalla, que era una total masacre, y alcanzaría los límites del hechizo de anti-aparición donde toda la estrategia concluiría. Se detuvo unos segundos a recobrar el aliento al notar que Dumbledore se interponía en el intento de cacería de Voldemort... El profesor lograría entretenerlo el período suficiente de tiempo.

La Orden del Fénix tenía la ventaja.

Mientras continuaba caminando hacia los límites, observó las diferentes actuaciones de los miembros de la Orden, quienes eran fácilmente reconocidos por sus túnicas escarlatas y doradas. Gryffindor a más no poder. Vio como no muy lejos de él, Lupin descargaba toda la tensión de aquellos meses en los dos mortífagos más cercanos. Luchaba impecablemente. Todo por el muchacho que él tenía en sus brazos, lo único que quedaba de sus antiguos amigos. La única razón que le quedaba para seguir luchando.

Severus salió de su quimera al escuchar un grito de advertencia de Dumbledore hacia él, no muy lejos. Se dio cuenta que estaba gastando demasiado tiempo en tonterías, que si seguía así pronto Voldemort le atraparía y volvió a emprender su escape, apresurando sus pasos lo máximo posible. Cuanto antes llegara a Hogwarts, mejor. La Orden no resistiría mucho más en el territorio enemigo, todo dependía de él.

Al dejar la zona de anti-aparición, Snape concentró todas sus energías en la imagen de la escuela. Y dejó que la magia hiciera el resto.

Cuando se aseguraron de que el profesor de pociones había escapado satisfactoriamente, el resto de la Orden del Fénix hizo lo mismo, abandonando la Fortaleza en un caos absoluto. Ambos bandos estaban en la misma situación. Con la sencilla diferencia que ahora quienes poseían a Potter en su poder era el bando de la Luz.