Contestación de reviews:

Karicatura El vejete sufrirá, y tanto!! XD Estoy segura que te agradará. Dentro de todo no me tardé más de lo que dije, ¿cierto? Sólo un par de días... XD Estaba algo bloqueada... así que por eso no pude terminar el capi antes. Pero aquí está... el último.. –Snif Snif- espero que lo disfrutes. Gracias por el review! Próspero año nuevo!

Ni: Me alegro que te haya gustado el capi! Ya veremos si Tom llega a tiempo, si Harry sobrevive, si Dumbli muere... te dejo el capi para que lo leas por ti misma XD Y a partir de allí juzgues como matarme XD La batalla final... espero que les resulte excitante xD Personalmente lo dudo un poco, pero bue... así surgió. Tal vez haya escuchado algunas de tus exigencias... tal vez no. Muchísimas gracias por el review! Feliz 2005!

Uialwen El vejete no tiene límites, Jaen. XD Pero Voldie le dejará algunos puntos en claro. Uhm... me pregunto cómo será tu reacción ante el final. Yo por las dudas me esfumo de aquí xD En cierta forma, a mí también me sabe mal que DO ya haya terminado... pero le llegó la hora y estoy satisfecha con sus resultados xD Muchas gracias por tu review y ojalá el capi sea de tu agrado! Besos y feliz año nuevo!

Maniatica Lovegood: Uhm... tal vez tengas razón, tal vez no. XD Pero aquí ya tienes el capi para responder tus... sospechas. Espero que disfrutes del capi y feliz año nuevo!! Gracias por el review.

Mirug Muchas gracias por los ánimos! Espero que el capi no decepcione. XD Besos y próspero año nuevo!

Liuny Jajaja. Ya veremos que sucede. Pero controla tu pulso mientras lees por las dudas XD No quiero convertirme en una asesina tan pronto. Muchas gracias por el apoyo y los ánimos! Espero que el capi responda a tu euforia xD Feliz 2005!

Diana-Lily-Potter: Puesh... ya ves que fue posible, porque lo hizo XD Aunque claro, pagará las consecuencias de su descaro –Parv sonríe malévolamente- Prácticamente muriendo? Yo le haría una corrección a eso xDD Y Voldie... beno... está desesperado por su ángel. Esperemos que no le sea impedimento para ganar la batalla, ¿verdad? Muchas gracias por el review! Próspero año nuevo para ti!


Título: Dulce Oscuridad

Resumen: Slash H/T. Tras aceptar serle fiel al Dark Lord, a causa de la amenaza a las vidas de sus amigos, la vida de Harry da un brusco vuelco. Deberá sobrellevar la culpa de enamorarse del asesino de sus padres, dejándose dominar por la Oscuridad... Spoilers HP5.

Autora Parvati

Pareja Harry/Tom

Rating: PG13

Género .. Romance/Drama/Dark... Naturalmente Angst... o.O

Disclaimer Todos los personajes le pertenecen a J.K.Rowling, soy simplemente una admiradora del universo de Harry Potter... ¿Contentos? T.T

Advertencia: Slash (relación homosexual, ok?) Si te ofende, no lo leas. Estás advertida/o.


Capítulo XX: La Imperfección de la Quimera

Hermione tuvo una sensación de deja vú cuando Dumbledore se puso de pie inexpresivamente, interrumpiendo la cena que estaba teniendo lugar en el Gran Comedor, y anunció que Hogwarts estaba siendo atacado por las fuerzas de Lord Voldemort. Escuchó gritos y sollozos de desesperación en la lejanía, porque su mente había vuelto meses atrás, para darse cuenta por qué aquella escena se le hacía tan familiar.

Era como el ataque en el cual Voldemort los había secuestrado. Sólo que esta vez, el niño que vivió no estaba a su lado para apoyarlos y defender el colegio como lo había hecho. Cerró los ojos por un momento, sintiendo una enorme melancolía al momento de recordar las muertes de Neville y Luna, quienes tampoco estarían allí.

Habían muerto defendiendo lo que era suyo.

Ella haría lo mismo. Se paró, junto al resto de los Premios Anuales y Prefectos, para organizar las rutas de escape para los niños de cursos inferiores, mientras el resto se disponía a mentalizarse en la Batalla que tendría lugar, y a la cual tendrían que asistir sino querían perder aquella Guerra Mágica.

En el último momento, cuando las filas de alumnos desde quinto año estaban dispuestas frente a las grandes puertas de Hogwarts, Hermione tuvo la necesidad de acercarse a Ron y abrazarlo con todas sus fuerzas. Con ese gesto, ambos se llenaron de una fuerza que carecían y se miraron fijamente a los ojos, intentando no pensar que esta podría ser la última vez que hablaran.

- Sobrevive. Por favor, Ron... Sobrevive. – Le suplicó Hermione, conteniendo las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.

- Lo mismo te digo, Mione. – Ron le sonrió débilmente. – Estaré cubriendo tu espalda. Juntos saldremos de esta. – Hermione correspondió su sonrisa.

- Espero que Harry esté bien. – Murmuró, mirando de reojo la gran puerta, que permanecía cerrada e intacta.

- Lo estará, te lo aseguro.

Con un último apretón de manos, se colocaron en sus lugares predeterminados y se prepararon para enfrentarse con la muerte. Los aurores del ministerio tardarían en llegar, salvo que se tuviera en cuenta a la gente que conformaba la Orden del Fénix, que ya estaba presente, y a los aurores que vivían en el castillo por si una situación como esa llegaba a darse.

Ron nunca olvidaría los rostros temblorosos de sus compañeros, sus varitas alzadas con titubeo, el miedo impreso en el aire que respiraba... Una juventud no entrenada para esta clase de escenarios. No podía imaginarse cómo alumnos como ellos podrían hacerle frente a asesinos que estaban listos para hacer lo que tuvieran que realizar y no sentirían miedo en ningún momento, porque tenían la situación bajo control.

Cuánta gente había muerto así y cuánta más lo haría...

Sólo esperaba que ésta fuera la última vez...

Sabía que eran ilusiones falsas, que los combates entre la Oscuridad y la Luz continuarían hasta el final de los tiempos, pero... Aquella guerra tenía que terminar, no le importaba si moría en el proceso o no... Pero tenía que llegar a su punto de culminación. Ya nadie más la soportaba. No había energías. No había valor dentro de sus corazones... Sólo la desesperación los inducía a luchar una vez más.

Mientras que esa desesperación no aminorara, seguirían luchando. Sólo el desánimo los haría renunciar, sentir aquella esperanza dañada... Podrían recuperarla únicamente incitándola a través de la desesperación y la bronca... Sólo triunfando podrían encontrar una luz, una nueva luz que los guiara a nuevos rumbos. Cualquier ideal, cualquier habilidad, a la cual se aferraban era frágil y se derrumbaba con cada vida perdida. Tenían que aferrarse a algo interior, a una fuerza interior y mucho más profunda y propia. Una necesidad humana de hallar vida cuando ya no existe.

O tal vez sí lo haga, pero es tan invisible... tan transparente que se pierde en el aire... se pierde para no volverse a encontrar.


Remus se sobresaltó cuando la alarma que estaba ubicada en una de las paredes de su despacho sonó agudamente, interrumpiendo su concentrada lectura de un libro sobre hechizos de protección avanzados. Como miembro de la Orden del Fénix, su presencia había sido requerida en Hogwarts para estar presente inmediatamente en caso de ataque. Por eso tenía una alarma mágica que estaba directamente conectada con Fawkes, quien distribuía las noticias a través de ésta.

Por esa razón supo lo que estaba sucediendo pisos más abajo; la Batalla que estaba a punto de desencadenarse. Lo más rápidamente que pudo se alistó para salir a defender el castillo, colocándose la primera túnica que vio sobre los hombros, tomando su varita y asegurándola en el cinturón de su pantalón. Se detuvo por un segundo enfrente de la puerta que lo separaba del Caos. Pensó en todas aquellas personas que habían muerto luchando por esa causa; sus amigos, Lily, James y Sirius, y su propia familia. Por ellas pelearía con honor.

Abrió la puerta y salió por ella con determinación. Se apresuró a llegar a las escalinatas que le conducirían a la gárgola que custodiaba la torre de Harry. Sabía que Voldemort iría hacia allí o esperaba que así lo hiciera, porque sino se aseguraría de arrastrarlo hacia allí con sus propias manos. El tiempo se reducía y si no actuaban pronto, tal vez sería demasiado tarde...

Por primera vez en mucho tiempo agradeció ser un licántropo. Sus sentidos olfativos y auditivos estaban intensificados en gran medida, y gracias a ellos ahora podía captar un olor inusual entre las paredes de Hogwarts; un aroma que irradiaba poder oscuro y desesperación. Sus pasos se apresuraban en la misma dirección que Remus, intentando pasar desapercibidos. Obviamente cualquier ser humano no hubiera podido escucharlos, pero para Remus eso era extremadamente fácil.

Ahora debía dedicarse a perseguirlo y cazarlo.


Sentía su presencia. La sentía en su piel, impregnada en el aire. Su corazón se aceleraba ante la perspectiva de su cercanía, latía nuevamente al recuperar esperanzas disipadas... Al mismo tiempo que una desesperación florecía en su interior. ¿No era demasiado pronto? ¿No estaba arriesgando mucho...? ¿Arriesgándolo Todo, prácticamente por él?

En su mente resonaban gritos de dolor y de auxilio... Llantos histéricos. Súplicas. Gritos que desgarraban gargantas en su afán de expresar algo más que desmoralización... Veía fulgores de diversos matices, en todas direcciones... nublando una realidad, oscureciendo otra. El aroma intenso y penetrante de la sangre, llegando a sus focas nasales y provocando más náuseas de las que ya de por sí desarrollaba su organismo.

El sufrimiento ajeno se asimilaba en el suyo. Convulsiones sacudieron su cuerpo, débilmente sostenido contra una pared. Tan débil... le habían sacado todo lo que tenía. Cada gota de su energía, de su voluntad... cada recuerdo... cada suspiro... Ya nada era suyo. Ni siquiera podía morir en paz. Seguramente pensaban que no lo merecía, que no era digno de tal maravilla.

Quisiera parar de sentir tanto dolor. Sólo un instante. Para poder disfrutar de la hermosa sensación que le invadía al saber que... él había venido por él, que intentaría rescatarlo... que podría verlo una vez más junto a él... si tenía suerte, rozar sus dulces labios. Oír su voz. Era la única Felicidad que pedía. Lo último que todavía podía pertenecerle.

Un sollozo se escapó entre sus labios. Sus deleznables brazos quisieron abrazar su propio pecho, en un intento fallido de hallar algo de calidez entre tanta oscuridad. Perdió el equilibrio que había logrado mantener durante aquellos pocos minutos y cayó de rodillas al suelo. Las lágrimas vencieron las barreras que les habían obstruido la salida y pronto se encontró como un niño pequeño y vulnerable, llorando sin cesar y sintiendo como poco a poco la vida se le escapaba de las manos... perdía su gracia... y se despedazaba.


- Malditos sean... Malditos mortífagos... – Murmuró entre dientes Tonks, mientras luchaba ferozmente con tres de ellos.

- ¿Necesitas ayuda? – Kingsley salió entre la muchedumbre por obra de magia y gracias a su ayuda, los tres mortífagos terminaron noqueados a los cinco segundos.

- Esto está mal. – Susurró Tonks, mientras observaba una fea herida que tenía en el brazo izquierdo y que le impedía realizar hechizos con facilidad. Kingsley tampoco tenía mejor aspecto que ella. – Nos superan en número... Calculo que serán el triple que nosotros, y más.

- Los dementores y los vampiros nos están ocasionando grandes problemas. – Comentó el auror, suspirando y masajeándose las sienes. Tonks contempló en la dirección que él señalaba y vio que tenía toda la razón.

El campo de batalla era un infierno viviente. Al principio del ataque, las defensas se las habían ingeniado para mantener a los mortífagos y a las criaturas oscuras en los terrenos de Hogwarts y defender desde allí el castillo. En el interior de éste permanecían los refuerzos, listos para entrar en acción si perdían el control.

Nunca lo habían tenido.

Cuerpos, tanto de aurores como de mortífagos y criaturas, decoraban lúgubremente el suelo de los terrenos de Hogwarts, que hacía poco rato habían relucido en belleza y ahora se veían destrozados por los hechizos, las torturas y las muertes. El bosque prohibido le daba un toque dramático a toda la batalla. Irradiaba intranquilidad y furia hacia las masas ofensivas... El bosque quería defender Hogwarts. El viento soplaba fuertemente, lo cual provocaba que las copas de los árboles se movieran furiosamente a su compás.

El cielo estaba oscurecido por las nubes que no les permitían ver ninguna señal de estrellas o de la luna. No había luz a la cual sujetarse. Pronto una tormenta estallaría... y el cielo lloraría.

- ¿Dónde está Dumbledore?

- No lo he visto desde que empezó el ataque.

- ¿Y...? ¿Y alguien ha visto al...? ¿Alguien ha visto al Innombrable? – Tonks preguntó nerviosamente, fijando sus llamativos ojos en la expresión de su compañero.

El rostro de Kingsley se ensombreció.

- ¿Crees que seguiríamos con vida si estuviera aquí presente?

Un duro silencio continuó luego su respuesta y ambos aurores se concentraron en la misión que tenían por delante. Varios mortífagos se acercaron a ellos y empezaron a luchar con todo lo que tenían, combinando magia con golpes muggles. Ya nada más importaba, sólo la increíble necesidad de sobrevivir.

No eran mortífagos expertos, pero tampoco se trataba de aprendices. Si bien ambos aurores los superaban en habilidad, la cantidad hacía la diferencia ya que no podían cubrirse las espaldas fácilmente. Durante veinte minutos lucharon ferozmente, lanzándose hechizos de diferente intensidad. Pero el agotamiento y la preocupación les desconcertaban.

En un brusco movimiento, Tonks logró eludir un cruciatus que la amenazaba directamente, pero Kingsley, que estaba de espaldas a ella, no lo vio venir y recibió la maldición con la guardia baja. Por unos instantes, el auror contuvo cualquier gesto de dolor, pero pronto se vio arrodillado en el suelo y jadeando. La aurora se apresuró a desarmar al mortífago que conservaba la maldición sobre su compañero y una vez que se aseguró que tendría tranquilidad por unos segundos, corrió hacia Kingsley.

Su aspecto no revelaba una situación óptima. El cruciatus había provocado una mayor sensibilidad, lo que hacía que el dolor de las heridas aumentara y la sangre brotara más rápida y exuberantemente. Tonks aplicó velozmente los hechizos básicos de medimagia que le habían enseñado en la Academia de Aurores para que la sangre dejara de aflorar y el sufrimiento disminuyera a un nivel tolerable, aunque eso no significaba que las heridas estuvieran totalmente curadas. Al contrario, en aquella clase de contextos, sino se era precavido, su estado podía empeorar aún más.

Pero su deber era sobrevivir y eso era lo que querían hacer.


Utilizando diversos hechizos de magia negra, consiguió ocultar su presencia de los ojos vigilantes de los aurores y alumnos cuando el ataque comenzó. Se internó rápidamente entre los pasillos del primer piso, extrañándose de que Dumbledore no estuviera en las defensas del colegio, ya que él hubiera sido el único mago que podría haberse percatado de su presencia. Igualmente, con la sigilación con la cual se manejaba, hubiera sido imposible que eso sucediera.

Escuchó a lo lejos los gritos de advertencia de los aurores cuando las puertas de Hogwarts se abrieron, y los encantamientos que comenzaron a pronunciarse con urgencia. Para ese entonces, estaba lejos de ellos, aunque tenía que vigilar de no toparse con ningún auror que estuviera patrullando o dirigiéndose hacia la zona de batalla.

Rememoró las indicaciones que el muchacho Malfoy le había entregado sobre la ubicación de la torre donde encerraban a Harry. Si bien Malfoy no había logrado la ubicación exacta, espió en algunas personas que la sabrían bien para guiarse. Estaba claro que tenía que ser en algún lugar alejado de las entradas del castillo y donde la seguridad se concentrara. Así que rastreando dónde se centralizaban las fuerzas de las ex barreras que habían estado impuestas, supo situarse.

Tendría que subir escaleras, tomar caminos alternativos... pero no le importaba. Tenía que ser rápido. Tenía que acabar con eso rápido.

Cuando había destruido las barreras de Hogwarts, se había percatado de que la magia de Harry estaba demasiado introducida en ella, lo cual significaba que el muchacho se hallaba en un estado crítico. No muerto, porque sino su magia estaría totalmente impregnada en Hogwarts, pero sí balanceándose en aquel hilo que separaba a la vida de la muerte. Tenía que apresurarse.

Había sido complicado quebrar las barreras de Hogwarts e interiormente se sentía orgulloso del desarrollo de la magia de Harry en ese sentido. Lástima que Dumbledore le había quitado todo el dominio sobre ella, o sino estaría a niveles muchos más altos y controlados.

Era una suerte que sus sentidos se guiaran instintivamente por Hogwarts o sino ya estaría perdido hacía mucho tiempo. Su inconsciente conocía cada uno de esos pasillos, cada atajo secreto, dónde conducía cada puerta... todo. Habían pasado muchos años desde la última vez que había recorrido Hogwarts, es verdad, pero era algo que no se olvidaba jamás. ¿Cómo iba a olvidar el primer lugar al que podría haber llegado a considerar... 'hogar'?

Se detuvo en el trayecto entre el cuarto y quinto piso, al percibir bruscamente un aroma extraño, casi animal, que se aproximaba a él a toda velocidad. Sacó su varita silenciosamente e intentó analizar de qué dirección provenía la criatura. Luego, procuró captar su aroma lo suficiente para voltearse en un mismo segundo y quedar cara a cara con él, a sólo centímetros de distancia.

Dos varitas mágicas se señalaron amenazadoramente, sacando chispas por las puntas.


Vestido con su típica capa negra y ocultando su rostro en ella, Severus Snape acompañaba a los aurores que defendían Hogwarts, junto con el resto de los profesores y alumnos avanzados. Había estado en muchas batallas, pero nunca había participado en una que con cada hechizo, con cada grito... con cada llanto, desgarrara tanto honor, tanto dolor... Tanta pérdida.

Jóvenes, con grandes futuros e ideales, caían rendidos al suelo. Algunos muertos, otros agotados... Otros demasiado débiles como para defenderse. Y también estaban quienes se mantenían de pie, con firmes varitas y luchaban, sabiendo que de esa batalla no sólo dependían sus vidas, sino el futuro de dos comunidades, mágica y muggle.

Los aurores intentaban encargarse de los mortífagos más experimentados, pero se confundían entre la masa de gente a pesar de sus túnicas púrpuras sugestivas. Los miembros de la Orden los apoyaban, sus clásicas túnicas escarlatas y doradas resaltando sobre las negras y púrpuras. Tal vez era por ello que captaban más la atención de los mortífagos que el resto. No sabía si era estrategia de Dumbledore desde un principio o nunca habían caído en el detalle que eran fácilmente reconocibles.

Severus, que se había percatado de ese detalle muchos ataques antes, se había vestido de negro, aunque corría el riesgo de ser confundido como mortífago. ¡Qué importaba! Vestido de Orden o de Mortífago, alguien terminaría de reconocerlo y tendría serios problemas.

Por el momento no se había cruzado con nadie que viera a través de su capa, pero sabía que llegaría el momento. El nefasto momento. Luchando con cinco mortífagos simultáneamente, se relucieron sus habilidades en duelo al noquearlos con facilidad. Suspiró cansadamente, mientras recobraba la postura. No veía la hora en que todo aquello terminara. Que ganara Voldemort o Dumbledore, ¡qué mas daba! Simplemente quería que concluyeran aquellas batallas sin sentido, estúpidas guerras donde sufrían y morían personas inocentes.

Hablando de Voldemort y de Dumbledore, no había visto a ninguna de las dos personalidades. Eso le proporcionaba malos presentimientos. ¿Dónde podría estar el director de Hogwarts en un momento tan crítico como ése? Lo había visto hacia un rato en el Gran Comedor, al organizar las filas de alumnos. ¿Dónde se había metido?

Salvo que Voldemort se las hubiera ingeniado para entrar a Hogwarts... queriendo salvar a Potter, obviamente, y Dumbledore lo hubiese seguido. ¿Sería eso posible?

- Demonios.

Una herida en su brazo izquierdo no paraba de arderle y molestarle. Si bien no era demasiado profunda, era un obstáculo a la hora de moverse con agilidad y precisión, ya que ese brazo le fallaba. Maldijo por lo bajo, mientras, sin proponérselo, le daba un puñetazo a un mortífago en la cara cuando dio un giro de ciento ochenta grados. Observó como el hombre caía al suelo y le sonrió malévolamente.

- Eso te pasa por atacar por la espalda, traidor. – Murmuró con aire burlón y triunfal.

Pero no era el único mortífago que pensaba atacarle por la espalda. Viendo que estaba entretenido mofándose de un camarada, uno de ellos le señaló con la varita y susurró un encantamiento, que le dio de lleno ya que no lo había visto ni escuchado venir. Cayó al suelo boca abajo. Tosió, y la tierra se manchó de sangre. Le había dado en las costillas.

Se puso de pie dificultosamente para encararse con Lucius Malfoy, que le apuntaba directamente con la varita. Tenía un aspecto mucho más demacrado que la última vez que Severus lo había visto, con visibles signos de haber sido torturado por horas y humillado constantemente. El profesor de pociones sonrió internamente, imaginando que la mayoría de los mortífagos estarían en igual estado. Todos habían sufrido la ira de Lord Voldemort tras el secuestro de Harry Potter enfrente de las narices de todos ellos.

Uhm... Eso significaba que todos los mortífagos estarían en busca de su cabeza... ya que había sido él, Severus, quien había sacado a Potter... provocando la cólera del Innombrable. Y ahora Lucius le había reconocido, y por la expresión de odio en aquellos ojos grisáceos, pudo deducir que le tenía todo menos simpatía y piedad.

- Fuiste muy estúpido, Severus.

- ¿Te has mirado en el espejo últimamente, Lucius?

Ambos se miraron con profundo resentimiento y al mismo tiempo, dirigieron maldiciones al otro, las cuales se cruzaron en el aire causando una enérgica explosión que los envió contra los árboles del bosque prohibido. Sus brazos y piernas se rasparon con las ramas y así sus elegantes túnicas se mancharon de sangre superficial. Por suerte, Severus había sostenido imperturbablemente su varita y así ésta no había salido disparada en cualquier dirección. Lucius compartió su suerte.

Jadeando, Snape halló su equilibrio y se puso de pie, sosteniéndose con dificultad de un árbol. El golpe había agravado la herida de sus costillas y no pudo evitar escupir sangre en abundancia. Apretó los dientes con furia; Lucius le contemplaba con una sonrisa de suficiencia en su rostro, ya que él no estaba tan herido y definitivamente tenía la ventaja sobre él. No obstante, Snape no se dejó vencer con tanta desenvoltura y volvió a comenzar el duelo, cuidándose de no caer al suelo o dejar alguna debilidad a la vista.

El duelo persistió por más de quince minutos. Los hechizos en su mayoría eran magia negra, lo que hacía aún más excitante el reto. A este paso, ambos estaban en iguales condiciones físicas y ya no se preocupaban por el alrededor. Nadie se acercaba a ellos, por la ferocidad que demostraban a simple vista. Además, la mayoría de las personas suponían que eran dos mortífagos que se peleaban por tal o cual privilegio, así que nadie de la Orden o los aurores mismos se acercarían a ayudarles. A lo sumo, los matarían a ambos cuando llegara el momento.

Maldiciendo su suerte, escuchó como Lucius volvía a burlarse de su debilidad cuando nuevamente tosió sangre en abundancia. Le costaba demasiado respirar y la visión se le nublaba momentáneamente.

- ¿Qué demonios quieres, Malfoy? – Preguntó Snape en un murmullo débil.

- Deberías de saberlo ya, Snape. Venganza. Traicionaste al Dark Lord, y por tu inconsciencia pagarás caro.

- Creo que ustedes ya pagaron por mí. – Snape se las ingenió para sonreír irónicamente en un momento tan crítico.

- Tal vez el Lord no esté aquí para hacerte sufrir como deberías, pero me encargaré de que no mueras en paz. Me encargaré de que te arrepientas de haber traicionado al Dark Lord. Sufrirás los infiernos. Suplicarás. Y finalmente, morirás como la rata inmunda que eres. – Lucius rió diabólicamente.

- Veremos quién ríe último, Malfoy...


- Voldemort.

- Lupin.

Se observaron, ninguno de los dos sorprendido. Lupin había captado y reconocido la identidad del intruso antes de verlo y Voldemort había supuesto que se encontraría con algún auror o profesor, y con suerte sería alguien que lo conduciría directamente a Harry en vez de estar buscándolo a ciegas.

Las varitas estaban chocadas a la misma altura. Ninguno tenía ventaja sobre el otro, aunque Remus suponía que tratándose del Dark Lord, con un simple movimiento de su varita estaría muerto. Pero se lo debía a Harry, debía armarse de valor.

- Supongo que estarás en busca de Harry. – Dijo Remus con el rostro inexpresivo.

No obtuvo respuesta, aunque era demasiado obvia. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo el Dark Lord dentro de Hogwarts, cuando la acción estaba en los terrenos? Se había vuelto muy predecible en ese aspecto. El licántropo se preguntó si él sería el único que había sospechado esa reacción. Seguramente no, y eso era lo que temía.

- Eres el asesino de sus padres, Cedric Diggory, Luna Lovegood y Neville Longbottom, influenciaste en la muerte de su padrino... Sin contar las miles de millones de vidas de gente inocente que has arrebatado... las monstruosidades que has cometido... y aún así Harry es capaz de perdonarte. – Remus cerró momentáneamente los ojos, reflejando con ese gesto el dolor interno que sentía.

El odio y la cólera que abundaba en lo más hondo de su corazón, porque el maldito destino había jugado con ellos... Había cruzado personas que no debería haber cruzado, había manipulado vidas ajenas a la guerra... y había destrozado tantas esperanzas... tantos mundos que podrían haber sido y nunca serían.

Había provocado sentimientos prohibidos e incitado momentos imposibles... y aún así, posibles.

- Aún así... Es capaz de amarte. Pero quiero dejarte algo en claro: Harry no se ha olvidado de todo el daño que le has hecho a su vida; porque toda su infelicidad del pasado es por causa tuya, y cada huella que ha dejado en él decaerá en ti. Por esa misma razón, más te vale honrar su confianza, porque de otra forma, los resultados serán funestos.

Voldemort elevó ambas cejas, examinando a Remus con sus intensos ojos rojizos, que parecían estar inyectados de sangre. Por un momento, el merodeador pensó haber visto un brillo especial en aquellos ojos, el mismo brillo que había contemplado en las esmeraldas de Harry semanas atrás.

Por otro lado, el Dark Lord recordaba las conversaciones que había tenido con Harry sobre Remus, cuando habían estado charlando sobre sus amistades en Hogwarts. El licántropo era alguien esencial, conectaba al Gryffindor con su pasado, era el último de los merodeadores (olvidándose de Colagusano, obviamente) con vida, y Voldemort había visto lo que significaría para su amante que éste muriera. No era un padrino, porque Sirius era irremplazable en el corazón de Harry, pero sí podría ser un hermano o un amigo de gran estima...

- No creo en ti, pero sí creo en Harry. – Comentó Remus, mirando a Voldemort fijamente. – Y sé que lo mejor para él es salir de aquí. Dumbledore lo está matando lentamente... y... – Su voz se quebró por unos instantes, hasta que recobró la postura. – Te conduciré a él.

Voldemort asintió, midiendo las palabras de Remus con seriedad. Sabía que el Licántropo sólo colaboraba con él por el bienestar de Harry, pero no pudo evitar pensar que sería un grandioso aliado si decidiera unirse a él. Tal vez en un futuro no muy lejano, al igual que en ese momento, lo hiciera por Harry...

Aliado o no, su ayuda fue gratamente recibida. Emprendieron nuevamente el camino hacia la torre, con un silencio tenso establecido entre ellos. Remus reflexionaba una y otra vez sobre toda la situación: estaba traicionando a la Orden del Fénix, a Dumbledore... Tal vez lo que estaba haciendo costaría las vidas de millones, ¿sería capaz de tolerar esa culpa sólo por la vida de Harry?

Suspiró, sonriéndole al vacío. Harry era la última persona valiosa que quedaba con vida en su existencia, no había nada que simbolizara tanto para él como la felicidad del hijo de James. Se los debía a ellos: a Sirius, a Lily, a James... Habían muerto por la vida de Harry. Él estaba dispuesto a hacer lo mismo, y a sacrificar mucho más.

Miró de reojo a Voldemort, encontrándose con sentimientos opuestos en su interior ante su sola presencia. Lo odiaba. Era quien le había quitado a su familia, en otras palabras... a sus mejores amigos, a los únicos que confiaron en él plenamente sin importarles la enfermedad que le maldecía. Era el causante de todo su dolor y soledad. Pero si podía sacrificar las vidas de personas inocentes por la de Harry, también sería capaz de olvidar momentáneamente que Tom Riddle, la persona de la cual el Niño que Vivió estaba enamorado, era el Dark Lord.

Quizás Harry era el único que veía la humanidad en el alma de Riddle. Quizás... sería capaz de cambiarlo, si tan sólo el amor de Voldemort por Harry sobrepasara su ambición... Quizás, y sólo en ese momento, sería capaz de olvidarse de la dominación del mundo y fijarse en lo que realmente hacía feliz a su amante.

Pero dudaba que Harry tuviera tanto poder sobre Voldemort. O tal vez sí, si evaluaba la situación actual: Voldemort se estaba arriesgando enormemente sólo por rescatar a Harry. Había acelerado las estrategias del ataque a Hogwarts y tal vez no había calculado las trampas que podrían aguardarle al llegar a Harry, porque Remus estaba seguro que Dumbledore tramaba algo. Sabía lo que Voldemort venía a hacer a Hogwarts.

Sólo esperaba que lo que fuera que Dumbledore hubiese tramado, no tuviera nada que ver con la salud de Harry y su felicidad, porque sino se aseguraría de matar al Vejete en la próxima luna llena, y también a Voldemort, por ser el provocador de toda la situación.

Si Harry no se hubiese enamorado de él, todo sería mucho más simple...

Pronto se hallaron frente a la gárgola. Remus suspiró con cansancio. Sabía que la contraseña que él poseía no era la correcta luego de que Dumbledore la hubiese cambiado. Ron y Hermione habían hablado con él sobre ello. Rayos, odiaba no ser de gran utilidad a partir de ahora.

- Dumbledore cambió la contraseña. – Informó Remus con la voz firme, aunque seca. – Nadie la sabe, a excepción de él mismo.

- Ya veo. – Murmuró Voldemort, analizando la gárgola con sus ojos felinos.

Había una tonelada de encantamientos aplicados sobre esa torre, además que percibía la magia que irradiaba, seguramente proveniente de Harry. Hechizos de seguridad, de encierro... la restricción de magia voluntaria... el bloqueo espiritual y mágico... En fin, innumerables encantamientos que evitaban que brujos vulgares pudieran forzar la entrada o la salida.

No obstante, Lord Voldemort no era un brujo vulgar. Era el Dark Lord más poderoso de los últimos tiempos, así que... para él no era ningún problema entrar. Observó a Remus por unos instantes, pensando detenidamente las palabras correctas para expresarse.

- Puedo ingresar, obviamente utilizando magia negra. Pero lamentablemente sólo puedo forzar la entrada de una persona.

- Por lo tanto, tú eres el encargo de salvar a Harry a partir de ahora. – Terminó por él Remus. Los ojos castaños brillaron intensamente. – No me queda otra opción que confiar en ti para sacar a Harry sano y salvo de allí.

Voldemort permaneció en silencio, mientras el merodeador sentía como un gran vacío se iba formando en su interior. Se sentía inútil. ¿Y si Harry lo necesitaba? ¿Y si...?

- Me sentiría mucho más seguro acompañándote, pero... entiendo que esta torre está extremadamente protegida y ya de por sí es grandioso que una persona pueda entrar sin la contraseña. Debo confiar en ti. – Insistió Remus. Tom pensó que estaba tratando de auto convencerse. De confiar realmente en él, y no sólo decir tal cosa.

- Haré lo imposible para sacar a Harry de aquí, Lupin. – Respondió Voldemort impasiblemente. – No porque tú me lo pidas, sino también porque el mismo vacío que sientes tú ahora, es lo que sentí yo todas estas semanas sin él. Me sentí inútil, con todo el poder del mundo en mis manos, pero sin poder utilizarlo para lo que realmente quería. A pesar de todos los bloqueos que impuso Dumbledore, llegué a sentir su sufrimiento hace un par de días. – Remus vio como Voldemort cerraba los ojos un par de segundos, para recomponer su postura. – Harry no merece algo así, y me aseguraré que Dumbledore pague por lo que hizo.

- No me importa la venganza, me importa Harry. – Los ojos de Lupin se oscurecieron. – Te juro que si no sale con vida de allí, me encargaré personalmente de eliminarte. No me importa si eres o no el mago más poderoso en la faz de la tierra, pero por Harry soy capaz de cualquier cosa, y te lo advierto. Más te vale hacer lo imposible por él, porque sino lo lamentarás.

- Me gusta tu determinación. – Una sonrisa se expandió por el rostro de Riddle. – Creo en tus palabras y acepto el trato. Te aseguro que Harry saldrá con vida de aquí, aunque me cueste la mía.

Remus miró a Voldemort pasmado. Nunca hubiera esperado palabras tan sinceras y afectivas por un monstruo como él. ¿Sería Voldemort capaz de dar su vida por la de Harry? ¿Serían sus palabras verdaderas?

- Harry entregó muchas cosas por mí. – Voldemort sonrió levemente. – Ahora es mi turno.

- Lo amas. – Dijo Remus en un murmullo, sintiendo como el alivio rellenaba un poco su vacío espiritual. Y vio como la sonrisa de Voldemort llegaba a su máxima expresión; la máxima expresión que podía darse en un momento como ese y de una persona tan cruel.

Y le creyó.


Su visión estaba completamente nublada. No podía pensar correctamente. El dolor de su cabeza, de su pecho... de su cuerpo en general era devastador. Aumentaba con cada segundo que pasaba, alcanzando niveles incalculables. Perdió la sensibilidad, no sólo de sí mismo sino también del mundo. Ya no sentía frío... ya no sabía lo que era el calor. El dolor... un sentimiento manipulado por el cerebro. Un cerebro agobiado, que emitía más órdenes de las que el organismo podía responder.

De rodillas frente a una alta sombra, todo su cuerpo y el suelo a su alrededor estaban manchados de una sustancia rojiza. Una sustancia que no pertenecía al mundo exterior; simplemente se había escapado de su morada, aunque no voluntariamente. Heridas de diferente gravedad se extendían por todo su cuerpo, no que él notara la diferencia en cantidad. Sólo una era más intensa que las demás. Sólo una marcaba la discrepancia.

Una espada, finamente elaborada, atravesaba su pecho. Permanecía allí, ya que su agresor esperaba a que muriera para retirarla finalmente. El arma mortal había rozado por milímetros su corazón, no obstante... lo había rozado lo suficiente como para alterar su sistema. Le quedaban segundos de vida, y no podía hacer nada.

Si las cosas se hubieran dado de otra forma en el pasado, su presente no estaría tan oscurecido. Pero todo era culpa de las decisiones que había tomado a lo largo de su vida, conciente o inconcientemente. El problema residía en la elección, cuáles habían sido correctas y cuáles no... Y si había aprendido de esos errores.

Pero parecía que había hecho las cosas bastante mal. O había cometido un error exorbitante, que descompuso totalmente la balanza. O tal vez, sólo era un inocente más... sin oportunidad de elegir. Sin oportunidad de poder diferenciar la realidad de los sueños... Quizás era por eso que a medida que iba perdiendo la conciencia definitivamente, perdía aquel sufrimiento. A pesar que cada parte de su ser estuviera estremeciéndose por el dolor, por aquella tortura que se tornaba infinita... no era tan intensa como debería de ser.

Quizás era todo un sueño. O un juego de mesa, donde alguien superior manipulaba las fichas para hacer los movimientos a su antojo, con la intención de ganar aquella partida. No le importaba sacrificar inocentes... mientras cubrieran a las fichas más importantes. Mientras hicieran su misión correctamente, mientras todo se mantuviera bajo su control...

Mientras el sacrificio valiera la pena.

Tarde o temprano había sabido que llegaría su hora. Por eso se resignó. Ahora era el momento. Una muerte más en una guerra, con un propósito tan típico y poderoso como inútil.

Severus Snape se desplomó en el suelo, sin vida.


Tras haber ejercido la suficiente cantidad de energía sobre la gárgola, ésta se abrió y Voldemort se apresuró a entrar. Delante de él, vio como una gran escalera se ampliaba y maldijo a Dumbledore por tener que ubicar a Harry en una de las torres más altas de Hogwarts; siempre complicando todo. No obstante, él no se preocuparía en subir esas escalinatas manualmente.

Concentrando la magia en su cuerpo, logró levitar su cuerpo unos diez metros y se dirigió a toda velocidad hacia la puerta al final de las escaleras. El camino se le hizo eterno. Sabía que cada segundo contaba, que mientras estaba allí, Harry podría estar muriendo, podría estarlo perdiendo para siempre... y se sentía impotente de no poder ir más rápido, de que todo hubiera salido de aquella forma...

Por supuesto, a la hora de analizar qué hechizos había aplicados sobre la puerta, encontró una variada cantidad de bloqueos, mucho más difíciles de superar que los de la gárgola. Seguramente Dumbledore se habría preparado para su irrupción. Aunque lo subestimaba si creía que esos patéticos hechizos lo iban a separar más tiempo de su Ángel. Prácticamente los hizo volar por los cielos y se apresuró a ingresar a la sala, donde sabía que hallaría a Harry... vivo o muerto, pero lo hallaría. Podía sentirlo.

A penas pisó la habitación, percibió el golpe de una gran corriente de poder. El poder encerrado de Harry, que quería salir, quería escapar... Pero era muy diferente a la última vez que lo había sentido. Ahora estaba más... corrupto. Más... teñido de emociones negativas, ya no tan puro como había llegado a estar, cargado de esas sensaciones cálidas que Harry siempre había inspirado. Aquello que más había amado de él, su pureza, había sido arrebatada. La habían pisoteado, se habían burlado de su entereza... y... ahora su aura estaba contaminada. Podía sentir el sufrimiento y la tristeza de Harry en ese poder, podía sentir su odio y su furia... no dirigidos a él, sino a un mundo en general, que lo había abandonado a su suerte, que había jugado con él como un muñeco de trapo... y ahora...

Se detuvo abruptamente cuando sus ojos escarlatas encontraron la débil figura de Harry, tendida en el suelo. A su alrededor, sangre seca manchaba la alfombra, convirtiéndose en el testimonio del crimen que se había cometido allí. Cegado por la desesperación, el Dark Lord corrió agitadamente hacia él y se inclinó a su lado. El rostro del Gryffindor estaba mortalmente pálido y grandes ojeras marcaban sus ojos. Sus ropas estaban empapadas de sangre y también estaban rasgadas furiosamente en algunas zonas, donde las heridas se centraban. Se preguntó quién podría haberse atrevido a dañar así a su ángel...

Inmediatamente buscó por signos vitales, colocando una mano sobre el cuello de su amado e indagando por pulso... un pulso que resultó ser gravemente débil, pero existente. Si se apuraba, aún podría salvarlo... Aún podría ver aquellas esmeraldas una vez más... y con suerte, las vería por mucho tiempo.

Rompiendo sus ilusiones, escuchó como la puerta por la cual había entrado se cerraba fuertemente y al elevar su vista, se sorprendió al encontrarse frente a frente con el director de Hogwarts, quien lo miraba imperturbablemente con aquellos ojos azules tan característicos. Usualmente brillaban e inspiraban confianza, ahora sólo imitaban la frialdad misma y reflejaban la gran amenaza. Voldemort se preguntó cómo no se había dado cuenta de la presencia de Dumbledore al final de la sala, pero había corrido tan abatido hacia Harry, que no se había fijado en su alrededor.

Ahora pagaría las consecuencias de haberse dejado llevar por sus emociones...

Maldición.

Se puso de pie, no queriendo en realidad dejar de tener a su ángel entre sus brazos, pero la situación así lo requería. Analizó qué debería hacer. Estaba seguro que Dumbledore había usado a Harry como carnada (eso lo había sabido desde el principio, desde que lo secuestraron) para tomarlo desprevenido y matarlo. No iba a darle el gusto al vejete, claro que no. Pero... ¿en qué condiciones tendría que realizar el duelo?

No podía utilizar magia en exceso. Teniendo en cuenta que el bloqueo de la magia de Harry aún persistía, una sobrecarga de poder sería su final. Si la situación de Harry no fuera tan delicada, podría exponerse a tomar tales riesgos, pero... había demasiado que perder. Tendría que pelear con Dumbledore en un combate cuerpo a cuerpo. Era la única salida. Podría convocar la espada de Slytherin y con ella atacar al profesor...

- Harry siempre ha sido tu debilidad. – Dumbledore sonrió peligrosamente. – Desde el momento que fue el niño que vivió hasta ahora... Siempre él pudo atraerte, pudo capturarte y vencerte. Esta vez, venció tu inercia. Lo convertiste en tu punto débil, la persona por la cual lo arriesgarías todo... El error de los que aman... Es irónico que hayas caído en la misma trampa que tus oponentes. Es irónico pensar que el Dark Lord, aquel que odia el amor, se haya enamorado de aquel que estaba destinado a asesinarle... aquel ser que es tan puro que fue capaz de perdonarte.

- ¿Terminaste ya tu honorable discurso, Dumbledore? – Voldemort contempló como su enemigo reía. Una carcajada carente de emoción.

- Has caído tan bajo, Tom...

- Bueno, eso también podría aplicarse a ti, Dumbledore. – Murmuró el Dark Lord con cierta furia. - ¿Cómo eres capaz de sacrificar a uno de sus estudiantes predilectos de esta forma? ¿Cómo eres capaz de abandonar Hogwarts... abandonar a tu alumnado, al cual dices querer y proteger tanto, sólo por tu deseo de terminar esta guerra? Has expuesto a Hogwarts a un riesgo innecesario, te has cobrado vidas... ¿no te sientes algo culpable, siquiera? – Una sonrisa despectiva cruzó el rostro del Dark Lord, cuyos ojos brillaban de odio. – Parece que los papeles se han invertido.

- Eres tú el que los has asesinado, no yo. Y eres tú quien ha asesinado a Harry.

- ¡¿Qué mierda estás diciendo?! ¡Tú, con este estúpido bloqueo, has provocado que Harry se hundiera, que su propia magia pretendiera matarlo! ¡Tú y sólo tú, lo has aislado de quienes lo apoyan! Lo utilizaste como si se tratara de un objeto al cual no te importa perder...

- Sacrificios deben ser hechos para el bien de la Comunidad.

- Qué buena Comunidad debes manejar para que permitan cosas así... Para que permitan que vidas inocentes paguen por las de otros, mucho más importantes al parecer.

- Estamos salvando las vidas de miles en este preciso instante, Voldemort. – Dijo Dumbledore, mientras se acercaba lentamente a él, con su varita alzada.

- Preocúpate en salvar la tuya, viejo necio.

Voldemort se alejó cautelosamente de Harry. Iba a desatarse una batalla, y si estaba muy cerca de ellos resultaría herido... y eso era algo que no iba a permitir, así que colocó un escudo sobre el cuerpo de Harry, para que rechazara cualquier ataque de magia. Luego, extendió su brazo y centralizó su atención en convocar la espada de Slytherin, que acudió a su llamado de inmediato. Dumbledore hizo lo mismo, sólo que transfiguró su varita en una.

Los dos magos más poderosos con vida sintieron como la expectación se convertía en una corriente que recorrió el cuerpo de ambos, incitando a dar comienzo a la batalla que decidiera el destino de muchos. Midieron las distancias que los separaban y las debilidades y resistencias del contrincante. Las espadas estaban empuñadas, dispuestas a chocarse.

El momento de la batalla final había llegado, y cada uno pelearía por lo que creía y quería.

El primero en atacar fue Voldemort. Fue un movimiento poco peligroso, sólo para tentar el terreno en el cual se estaba movilizando. Dumbledore bloqueó efectivamente su ataque, e intentó contraatacar pero el mago oscuro ya se había alejado lo suficiente como para no ser tomado de sorpresa. Por un instante, los zafiros atravesaron los rubíes y el aborrecimiento destruyó cualquier tipo de comprensión o piedad por ambas partes. Los colores y contrastes se perdieron, oscureciéndolo todo.

Cualquiera podría haber subestimado las habilidades físicas de Dumbledore por su edad, pero eso hubiera sido un error que Voldemort no se arriesgó a cometer. A pesar de su vejez, el profesor demostraba una gran energía y era un digno rival en el combate cuerpo a cuerpo. Sorprendió a Voldemort con su agilidad para esquivar y atacar, al igual que su coordinación de movimientos. La edad también brindaba experiencia.

Experiencia que el Dark Lord también poseía. Estaban en igualdad de condiciones prácticamente. A excepción de que Voldemort tenía parte de su atención dirigida a Harry y a su urgencia por terminar aquella batalla rápido. En su mente, el sonido del frágil pulso del Gryffindor lo atormentaba y sentía una opresión en el pecho ante el solo pensamiento. Por eso procuró no pensar al respecto, sólo esmerarse en el maldito duelo.

Una y otra vez, las espadas se tocaron. A penas habían llegado a rozar la piel de su víctima. Voldemort y Dumbledore peleaban sin cesar, moviéndose por toda la sala, forzando acciones violentas y olvidándose del tiempo. Constantemente buscaban un momento de distracción, un único segundo donde alguno de los dos bajara la guardia, para aprovecharlo y sacar la ventaja que no aparecía...

Con una repentina estrategia en mente, Dumbledore combinó un ataque de espada con un hechizo de magia sin varita, que Voldemort pudo eliminar fácilmente. El Dark Lord se extrañó que el vejete hubiera hecho ese movimiento, pero pronto supo la razón.

Escuchó un gemido lastimoso surgir de los labios de su ángel... un sonido que hizo que la opresión de su pecho se acrecentara... que una desesperación floreciera en su mente...

Dumbledore había hecho un poderoso hechizo, que había inducido una irregularidad en la magia concentrada en la torre, y eso hirió la magia de Harry, que se encontró tratando de asimilar una cantidad de poder innecesaria en poco tiempo. Todo hechizo que se realizara de ahora en más dañaría a Harry de sobremanera, ya que cualquier movimiento que se hiciera en esa torre se conectaría rápidamente con él, y no podía tolerar más magia.

El director de Hogwarts, beneficiándose con su perturbación, acorraló a Voldemort contra una pared con una veloz embestida de la cual no pudo defenderse. La espada de Dumbledore ahora estaba colocada amenazadoramente a centímetros cuello del Dark Lord, quien respiraba con agitación, pasmado por haber sido aprisionado con la guardia baja.

- Harry es tu debilidad definitivamente, ¿verdad, Tom? – Los ojos azules brillaron en deleite. – El único con el poder para destruirte...

Pero Voldemort no le prestaba atención. Sus ojos estaban fijos en la figura de Harry, muriendo del otro lado de la habitación, y sufriendo... sufriendo como nunca lo había hecho en su vida. El bloqueo mágico y espiritual estaba llegando a extremos críticos. Lo estaba perdiendo, y lo sabía. No soportaba estar allí, y no poder hacer nada por él... contemplar simplemente como cada suspiro de su vida se esfumaba de su cuerpo, sentir como poco a poco su calidez se disipaba... como su aura se opacaba... Cerró los ojos, como si dejar de ver hiciera que el tiempo se detuviera. Como si esa acción pudiera ayudar a Harry...

Subconscientemente, buscó por una señal de conciencia por parte de su ángel del otro lado de su conexión con él. Halló una débil, muy débil señal, pero lo suficiente como para que agrupara todas sus fuerzas, todos sus ánimos, todo su cariño y lo dirigiera en esa dirección. Sólo para darle una razón más para luchar, para resistir... para triunfar sobre el dolor que le invadía. Esperando que el gesto le ayudara a confiar, a seguir creyendo que juntos... sólo juntos podrían salir de esa oscuridad...

Abrió los ojos y desafió a Dumbledore con sus ojos rojos. Lucharía por Harry. No por venganza, no... Sino para darle fuerzas a él. Para informarle que allí estaba él, confiando en él y haciendo lo imposible para cambiar sus destinos.

Él tampoco se iba a rendir.


La Oscuridad le acariciaba con suavidad. Intentaba adormecerle para que dejara de reñir contra su propósito. Pero él persistía. Imágenes difusas solicitaban el acceso a su mente, pero él las negaba. Sabía que serían momentos repletos de amargura para estimularle a dejarse dominar. Había pasado por esto varias veces en los últimos meses, sabía qué hacer para evitar caer completamente.

Pero era difícil luchar, no iba a negarlo. Estaba en medio de un abismo, donde toda emoción real estaba lejana y se sentía solo... abstractamente abandonado. No veía nada, no obstante... veía todo. Era una discordancia entre realidades. Sentía sus muñecas sujetadas por imaginarias cadenas, que lo encarcelaban al Olvido. Lo encarcelaban al Odio, a la Tristeza... Al Dolor. Si tan solo pudiera librarse de ellas, si tan solo por un instante tuviera control de ese mundo mental que jugaba con él...

Porque eso era. Un mundo indeterminado en el interior de su mente, en lo más profundo de todo. Un lugar adonde nadie tenía acceso, ni siquiera él mismo. Se sentía perdido y confundido, aunque viera todo claro y conciso. Cuánto quisiera... cuánto quisiera sentir su presencia allí, no obstante ese era el único lugar adonde Tom no podía aproximarse. La Oscuridad se encargaba de ello, aislándolo de todo. Hasta de su propio cuerpo.

Ya no sentía el dolor físico. Pero aquel hoyo en su alma... nada podría recomponerla. Y dolía... cómo dolía. Era como si lo separaban de una parte de su ser, a la cual siempre había pertenecido... y ahora se hallara sin rumbo, sin razón para existir. Con un vacío inmenso, nublándolo todo... matizando nuevos mundos en su mente y atormentándolo. No sabía que sentía... o tal vez sí, pero no quería percatarse...

¿Odio?

No.

¿Arrepentimiento?

No creo.

¿Culpa?

No lo sé.

¿Rencor?

Quizás.

¿Dolor?

Supongo.

¿Tristeza?

Medianamente.

¿Amor?

Sí. Lo amaba. Con cada fibra de su ser... con toda su esencia. No sólo a Él, sino también a Hermione, a Ron, a Remus... A aquellos que lo habían dado todo por él, y a los cuales él estaría dispuesto a entregarles un mundo. Deseaba protegerlos y prevenirlos de toda clase de peligros, que pudieran vivir en paz... como lo merecían. Que pudieran disfrutar de los típicos placeres de la vida.

Era algo que no conseguiría si permanecía encerrado en su propia mente, ¿verdad?

Rayos. Estaba tan cansado... Tan cansado de pelear y nunca ganar, cansado de perder y ver gente inocente morir por su culpa, cansado de no poder vivir tranquilamente, cansado de poder amar libremente, de que todo lo que involucrara a su felicidad estuviera prohibido; estaba cansado de que la vida fuera tan injusta con él.

¿Acaso no merecía... no merecía verlo una vez más?

¿Tan mal había hecho al enamorarse del monstruo que mató a sus padres, a miles de personas...? ¿Del Dark Lord que día a día torturaba y hacía suplicar a gente vulnerable por piedad, para nunca obtenerla? ¿Tan mal había hecho de enamorarse de Lord Voldemort, aquel al cual personas malévolas servían, personas con grandes ambiciones y poco corazón? ¿De Tom, del ser que se preocupaba por él, que quería protegerlo, que le había enseñado a abrirse al mundo sin miedo a reclamos y, le abrazaba fuertemente y le besaba con una pasión incomparable? ¿Con un sentimiento inigualable?

¿Acaso era erróneo enamorarse? ¿Corresponder a una maravilla así?

¿Querer formar parte de un universo sin barreras que lo aislara de la Soledad, que lo llenara de lo que siempre le había faltado y querido? Era simplemente injusto no poder disfrutar de aquel sinfín de oportunidades extraviadas en el tiempo.

De haber podido, hubiera llorado. Hubiera gritado y desgarrado su garganta en el proceso... Hubiera cerrado sus puños con fuerza y hubiera pegado a la primera persona que se cruzara en su camino, sólo para descargar ese sentimiento. Ese vacío. Ese dolor. Esa Impotencia.

No le importaba pagar por un error así. Un error que valía la pena cometer. Un error que estaba dispuesto a cometer.

Besar sus dulces labios una vez más...

Sintió como una calidez inusitada le asaltaba y le brindaba fuerzas. Provenía de Él, lo sabía. Reconocía esa energía... ese aroma. Esa esencia. Y abstractamente, sonrió al vacío. Había roto su promesa una vez, era verdad, pero... ahora tenía una segunda oportunidad para corregir su debilidad.

No se rendiría.

Tenía que despertar, y ningún bloqueo espiritual lo iba a mantener alejado de Tom por más tiempo.


Dolor. Eso fue lo primero que sintió al recobrar la razón. Un dolor que se desarrollaba por todo su cuerpo, pero se centraba en la zona del pecho. Le costaba infinitamente respirar, pero se concentró para hacerlo lenta y profundamente. Pero hasta eso dolía. Ni intentó mover un brazo o una pierna, ya que sabía que eso sólo le provocaría más sufrimiento.

Se sentía asfixiado. Hubiera querido toser, pero estaba casi seguro que el resultado sería más sangre. Escuchó el murmullo de un par de voces en la lejanía. ¿Serían voces reales o formaban parte de su locura transitoria? Se concentró en captarlas y en entenderlas... Ambas le eran extrañamente familiares e inconcientemente percibió una gran angustia. Una angustia muy peculiar, que sólo se producía cuando el pensamiento de Tom llegaba a su mente.

¡Tom! Una de las voces era Tom. Podría haber saltado de la felicidad en ese preciso instante, pero prefirió no hacerlo. Estaba al corriente de la delicadeza de su estado, no era tan idiota como para no percatarse de la debilidad de su sistema. Pero... ¡Tom había venido a Hogwarts! ¡Para rescatarle! Y ahora estaba allí, a solo metros de él... después de tanto tiempo aguardando, tanto tiempo suplicando internamente... él había acudido en su ayuda. ¡Estaba allí!

Pero si todo estuviera tan bien, ¿por qué Tom no estaba junto a él? ¿Por qué no le estaba abrazando? ¿Por qué no le había sacado de esa condenada torre? ¿Por qué no estaban en la Fortaleza, en la tibieza de sus habitaciones...?

Ah. Dumbledore. Esa era la otra voz.

En cinco segundos, formuló mentalmente cientos de insultos dirigidos al Vejete. Cada uno peor que el anterior. Cómo lo odió en ese momento, porque se percató de la gravedad de la situación.

Tom lo estaba arriesgando todo por él.

Se inclinó levemente hacia la derecha y pudo ver difusamente a Tom y a Dumbledore, en uno de los extremos de la habitación. Éste último tenía a Tom acorralado contra la pared, con una espada apremiando la vida del Dark Lord. El corazón de Harry se agitó aún más ante la escena. La preocupación y la desesperanza confundiéndolo. No podía permitir que Dumbledore matara a Tom. Jamás. Primero tendría que pasar sobre su cadáver.

Tenía que aprovechar que Dumbledore le hablaba vivazmente a Tom y no estaba prestándole atención a él, dándole la espalda. Pero... ¿qué podía hacer? ¿Cómo podía atacar silenciosamente a Dumbledore en la condición en la cual se encontraba? Estaba malherido, a penas podía moverse... su magia estaba siendo manipulada, así que no tenía acceso a ella... ¿qué podía hacer, maldición?

Recordó como si fuera una especie de flash back, la primera lección que Tom le había dado sobre magia negra. Aquella vez en la cual no había creído lo que el Dark Lord iba a enseñarle, pero ahora lo agradecía eternamente. Sería esa enseñanza la que salvaría la vida de Tom.

Rituales. Eso era. Había un único ritual que en aquella situación sería el idóneo. Silencioso, y no necesitaba magia ni habilidad física. Sólo... sólo su vida.

Un ritual que sólo se realizaba en situaciones de extremo de debilitamiento y necesidad.

Era el momento.

Perdóname, Tom.

Poco a poco, fue moviendo los dedos de sus manos, procurando recobrar la sensibilidad de sus brazos: lo único que necesitaba. Lo logró, aunque el dolor hubiese aumentado mil veces más. Tenía que hacerlo... tenía que salvar a Tom. Se lo debía, y además... era lo que quería. Lo que Realmente Quería.

Sus dedos tocaron la sangre seca en el suelo y se estremeció al recordar los sucesos de los días anteriores. Sacando esos pensamientos de su mente, se concentró en la importante misión que tenía por delante.

Como pudo, se las ingenió para cambiar la posición de su cuerpo: en vez de estar boca arriba, se colocó de bruces, para tener una mejor visión de Voldemort y Dumbledore. Por encima del hombro del vejete, Tom llegó a ver sus movimientos y por poco sonrió del alivio. Harry se esforzó en mandarle con sus ojos un mensaje mental: 'distráelo.' El Slytherin lo captó, aunque se mostraba hostil a seguir el comando. Después de todo, sospechaba que Harry tramaba algo, y en la condición en la cual el Gryffindor estaba, cualquier movimiento brusco conllevaría grandes consecuencias. Harry ignoró los ojos inquietos de Tom, aunque hubiese deseado verlos un poco más... hablar un poco más con él... pero no había tiempo que perder. Dumbledore no se pasaría la vida hablando.

Harry apoyó las cinco yemas de sus dedos de sus dos manos manchadas con su sangre seca en el suelo de piedra, de tal forma que pudieran representar las cinco puntas de dos estrellas. Cerrando los ojos para omitir el dolor al cual estaban sometidos sus dedos por el esfuerzo que hacía, levantó una de sus manos. Se llevó el dedo índice a una de sus heridas para mancharlo de sangre fresca (se preguntaba cómo podía seguir vivo y no haber muerto de pérdida de sangre, pero suponía que su magia tenía algo que ver con eso) y unió los puntos que había marcado antes, dibujando el pentagrama con su sangre.

Repitió el proceso con la otra mano.

Suspiró por el cansancio y casi gimió por dolor de sus pulmones. Pero apretó los labios con ímpetu para no emitir sonido alguno. No quería advertir a Dumbledore de sus movimientos; Tom estaba haciendo un gran trabajo, distrayéndolo con sus típicos discursos sobre la dominación del mundo seguramente. Una pequeña sonrisa divertida se extendió por su rostro, pero tan rápido como se produjo, desapareció.

Por un instante, se aseguró de recordar perfectamente las frases que debería pronunciar. Se encargaría de proferirlas lo más suavemente posible. Estaba lejos de Dumbledore y Voldemort; no tendrían porqué escucharlo.

¿Por qué no podía ser todo mucho más fácil? ¿Por qué Tom no agarraba su espada y apuñalaba a Dumbledore, matándolo en el acto? ¡Argh!

- Shi wa eien Watashi ga shi wo mottekuru.Watashi ga toki da. Harry respiró hondo, con los ojos cerrados, diciendo esas palabras en una lengua perdida en el tiempo, que casi nadie reconocería. Un idioma que sólo las artes oscuras aún utilizaban. – Shi no tobira wo toorinukete hontou no jinsei no tobira ni tadoritsukimasu. - Sus ojos fijos en la espalda de Dumbledore, concentrando todo su odio en la intención de asesinarlo.

Odio que renovó recuerdos de engaños, amarguras y punzantes cementerios de ilusiones; Ilusiones arrastradas por el viento de la codicia y la crueldad, que no tuvieron piedad al destrozar el último suspiro de su mundo.

Harry sollozó de dolor. Gritó cuando sintió como una energía le despedazaba el alma. Pero sabía que había realizado el ritual correctamente. El sacrificio valdría la pena.

Dumbledore estaba muerto.

Tom viviría.


Había pasado más de cinco minutos conversando con Voldemort, podría decirse que se estaba burlando verbalmente de él. No podía evitar que una sonrisa triunfal se estuviera formando en su rostro envejecido: tenía al Dark Lord justo donde lo quería y ahora no podría escapar. La espada de Slytherin estaba a metros de ellos, demasiado lejos para que la alcanzara... y sabía que Voldemort no se aventuraría a hacer magia, viendo cómo Harry era afectado por ella.

Todo su plan se había desenvuelto a la perfección. Y ahora estaba decidido: era el momento de quitar la amenaza de Voldemort del mundo, era hora de repetir la experiencia que había vivido con Grindelwald. Nuevamente sería el salvador de la Comunidad Mágica. Había vivido muchas guerras en su vida, y había salido triunfador en todas las que había participado activamente. Una razón para estar orgulloso y creer que por fin, todo acabaría.

No estaba muy lejos de la verdad, aunque no con el rumbo que él pretendía.

Empuñó la espada con más determinación, sin dejar de ver fijamente a Voldemort, el cual no podría expresar más odio en su mirada. Sin embargo había algo extraño en ella. Una leve... ¿inquietud? Bah. Voldemort iba a morir para siempre. Claro que estaría inquieto.

Iba a dar el golpe final cuando su cuerpo dejó de responder a sus comandos. Una sorpresa no muy grata. Estaba paralizado. Miró al Dark Lord, esperando hallarse con una varita apuntándolo, una mano emitiendo magia o algo, pero él ya no estaba preocupado por él: una vez que se aseguró que Dumbledore ya no podría atacarle, se deshizo de la espada sobre su cuello y corrió en la dirección en la que el director supuso estaba Harry.

Potter... él... él había hecho algo. Lo sabía. Su intuición se lo decía. Además, ¿quién más podría haberle atacado?

Fue en ese momento cuando empezó. Una energía mucho más poderosa que la suya propia ingresó a su cuerpo sin su permiso, imponiéndole una aguda agonía ante el choque de las auras. Lo ocupó y Dumbledore sintió como pequeños hilos comenzaban a arrancarle la vida sin piedad. Como si fueran... arañazos. Al principio eran leves e inofensivos, pero pronto cobraron gravedad. Era difícil describir lo que le sucedía. Se le estaba extirpando la vida, él no quería y forcejeaba contra esa fuerza, pero era inútil. No podía hacer nada. Cada parte de su alma, de su ser, parecía estarse destrozando lentamente... desgarrando... sangrando... muriendo. No obstante, físicamente estaba en perfectas condiciones.

Voldemort y Harry lo vieron retorcerse del dolor, caer de rodillas al suelo y gritar. Gritar con desesperación, con puro tormento. La energía que dominaba la vida de Dumbledore estaba jugando con ella: la sacudía, la arañaba, la partía... la destrozaba. Lentamente. Haciéndolo sentir un dolor inhumano y sobrenatural. Un dolor que conducía a la locura, ya que penetraba cada centímetro de tu piel. Cada trozo de alma. Cada gota de espíritu que aún quedaba en su cuerpo. Una maldición mortal nacida de un ritual, de un sacrificio de una vida, que quitaba otra y la hacía pedazos. Producto del odio, de la tristeza y el dolor de los recuerdos. De las marcas que él había dejado en su pasado.

Moría, y no podía evitarlo. Perdía... y eso fue todo en lo que podía pensar. Ya nada más importaba... Todo carecía de sentido.

Su mundo se desplomaba como un desamparado castillo de naipes.

Sabía que aquella tortura sería larga y duraría horas hasta matarlo finalmente. Horas donde su cordura sería maltratada y sería humillado por la maldición. No obstante, alguien en esa sala no estaba dispuesto a perder más tiempo esperando su muerte y decidió concluir con ello rápidamente.

- Esto es por tu necedad.

Voldemort agarró la espada de Slytherin que yacía en el suelo y apuñaló el pulmón izquierdo de Dumbledore perversamente de una sola embestida. El director de Hogwarts se sacudió del dolor e intentó recobrar el equilibrio. El panorama se le hacía cada vez más confuso y neblinoso.

- Esto es por tu hipocresía. – Murmuró Voldemort, reuniendo toda su furia.

La espada atravesó el hombro derecho del vejete.

- Esto es por haber alejado a Harry de mí. – Continuó el Dark Lord, retirando el arma del demacrado cuerpo y volviéndola a empuñar.

Nuevamente, el arma blanca surcó el aire con urgencia para enterarse en su estómago.

Sangre bañó las manos de Voldemort, quien se asqueó ante el contacto. La sustancia rojiza germinaba en abundancia de las heridas y el sufrimiento era insoportable. Ahora no sólo espiritual, sino físicamente.

- Esto es por mí. – Decretó, escupiendo las palabras con un odio absoluto.

La yugular fue destrozada. Dumbledore dejó de ver y de experimentar sensaciones. La sangre no llegaba a su cerebro. Su cuerpo yacía agotado de bruces a la refinada alfombra, ahora carmesí. El escudo de Hogwarts, impreso en ella, contemplaba a Albus con indiferencia, el único testigo sigiloso de su asesinato.

- Esto es por Harry. – Concluyó, su voz quebrándose en el aire; su garganta seca.

La espada de Slytherin desmembró el corazón de Albus Dumbledore al instante siguiente, arrebatándole sus últimos segundos de vida. Voldemort dejó la espada clavada en el cuerpo del profesor unos segundos más, deleitándose con la imagen repugnante de un mediocre hombre muriendo.

Su castillo de naipes había sucumbido.


Hermione y Ron nunca se separaron en todo el ataque. Cubriendo las espaldas del otro y con las varitas firmemente levantadas en dirección a los incompetentes mortífagos que les rodeaban, intentaban defender sus vidas. Ya no había ideales a los cuales sostenerse.

Observando los terrenos, divisaban miles de cuerpos yaciendo sin vida a sus alrededores. La gran mayoría, jóvenes de corta edad a los cuales la posibilidad de vivir y de ser les había sido despojada, y finalmente entendieron la razón de aquella batalla. La razón íntimamente relacionada con ellos. No había Dumbledore o Voldemort por los cuales preocuparse más; sólo un objetivo vacilaba en sus mentes: sobrevivir para vivir por aquellos que no habían podido, que habían sucumbido para lograr lo que ellos estaban tan lejos de conseguir.

Un ganador.

El canto de la muerte retumbaba en sus oídos, amenazando y acechando... Tan cerca y a la vez tan lejos. Estaban distantes a obtener la paz o una mínima tranquilidad. No sabían las masacres que estaban aconteciendo mientras ellos peleaban con mortífagos; no sabían los amigos y familiares que perecían a cada minuto... cada segundo malgastado. Y a pesar de todo, dolía. Porque sueños morían, futuros se perdían y pasados se olvidaban.

Todo giraba sobre un eje de oscuridad.

A la distancia distinguieron a una silueta familiar, acercándose a ellos rápidamente con notable desesperación. Ron se interpuso entre él y Hermione por instinto, mas cuando reconoció quién era no pudo menos que aliviarse al saber de su bienestar.

- ¡Están vivos! – Exclamó Remus en un tono de voz que demostraba su júbilo. - ¡Están vivos! – Corrió hacia ellos en un impulso y los abrazó paternalmente.

Ron y Hermione, a pesar de su perplejidad, intercambiaron una ligera sonrisa.

Fue entonces cuando Lupin se percató de una leve irregularidad en el ambiente, que correspondía al aura de Dumbledore. Sólo él se dio cuenta de ese detalle que cambiaba el rumbo de las cosas, gracias a su alta sensibilidad causada por su condición de licántropo adulto. Supo que ese era el fin del bando de la luz, y que Voldemort había triunfado sobre ellos.

No pudo eludir su dicha ante tales noticias. Eso significaba que Harry tendría una nueva oportunidad de ser libre y feliz, o aunque sea... eso aspiraba.

- Ron, Herm... debemos salir de Hogwarts. – Murmuró Remus. Su rostro se había empalidecido.

- ¡¿Qué?! – No podían dejar a sus compañeros, a sus profesores... a gente inocente luchando por sí sola. Ellos... ellos tenían que ayudarles.

- Dumbledore ha muerto. – Anunció Remus, aunque en voz sumamente baja, para que sólo ellos dos pudieran escucharle. – Ya no tenemos oportunidad de ganar. Moriremos todos si permanecemos aquí.

- Pero... ¿y Harry? – Preguntó Hermione.

- Él... él está en buenas manos. – Lupin hizo un amago de sonrisa mientras decía aquello. Ambos estudiantes le miraron curiosamente, pero no interrogaron más.

- Pero... Remus... ¡tenemos que intentar luchar! – Exclamó Ron, quien miraba nerviosamente el campo de batalla.

- Ya no hay nada por lo cual luchar. – Replicó el licántropo. Sus ojos castaños habían perdido brillo.

- Vamos. – Hermione tomó a Ron del brazo y jaló de él, comprendiendo perfectamente las palabras de su ex profesor... y creyendo en ellas. - ¿Tienes algún plan, Remus?

- Síganme.


- ¡Harry!

Voldemort corrió hacia él luego de haber acabado a Dumbledore, la espada de Slytherin olvidada a un lado del cuerpo inerte, y se sentó junto a su amado, tomándolo entre sus brazos empapados de sangre enemiga y abrazándolo con todo su espíritu centrado en el gesto. Harry gimió entre sus brazos y se aferró aún más a él. El Dark Lord percibió como su elegante túnica se humedecía de lágrimas, pero no le afectó. Lo único que le importaba era su ángel y él... él...

Se había sacrificado por él.

No era conciente de que había ganado la batalla, de que Hogwarts en ese mismo instante podría ser suyo, de que podría estar dando el primer paso para lograr la dominación mundial... Todas sus grandes ambiciones quedaron en el pasado. En ese momento, sólo veía a Harry, convulsionándose entre sus brazos y sollozando, disculpándose y suplicándole que le perdonara; que lo había hecho por él. Sólo por él. Voldemort podría haberse enfadado, podría haberle gritado a Harry por su inconsciencia... pero el error ya estaba hecho... y él nunca podría gritarle a Harry. No ahora. No cuando lo estaba perdiendo... y no había nada que hacer.

Separó el rostro de Harry de su túnica y vio sus centellantes ojos verdes, que había perseguido por semanas... él nunca se había imaginado ese final. Nunca había pensado que Harry moriría sacrificándose por él... en un ritual que él mismo le había enseñado, que le había prohibido bajo cualquier condición usarlo... Salvo que fuera una situación extrema. Y Harry así lo había creído... y Tom nunca sería capaz de reprenderlo por ello.

Al observar esas esmeraldas, se dio cuenta que sería la última vez que las vería... brillando con tanta intensidad. Expresando tanto. Queriéndolo tanto. Y... sintió la desesperanza abrumarlo. Su razón de felicidad, su ángel, se esfumaba entre sus manos... Y el condenado ritual no tenía marcha atrás. Ni hablando con la Diosa podría lograr que le retornara la vida... ni siquiera otorgando la suya a cambio...

Se equivocó al pensar que el aura de Harry había sido corrompida. Ahora estaba tan pura como siempre había estado. Libre de las ataduras que la habían mantenido retenida por semanas. Lástima que pronto... pronto todo ese poder se desvanecería.

Vio su paraíso reflejado en aquellos ojos jade. Aquel mundo que nunca más volvería a alcanzar...

- Tom... por favor... – Harry murmuró. Tom se percató que la respiración de Harry era cada vez más elaborada.

Por lo menos moriría en paz...

Por primera vez desde muchísimos años, una lágrima rebelde viajó por el rostro de Lord Voldemort. Una lágrima que llevaba consigo todas las ilusiones, todos los momentos que habían compartido... cada palabra pronunciada, cada beso dado... No se avergonzó de su muestra de debilidad, si así podía considerarse. Harry, en cambio, se sorprendió e inmediatamente sus propias lágrimas aumentaron en cantidad, al darse cuenta que él era el culpable del dolor de su amante, del ser que más quería y necesitaba. Siempre él era el causante del dolor ajeno de aquellas personas que le rodeaban.

- Por favor...

Voldemort contempló el rostro pálido del único ser que había aprendido a amar de verdad. Supo que necesitaba probar sus delicados labios una última vez... Necesitaba sentir su débil respiración unirse con la suya... Su aroma acaramelado impregnado en el suyo... sus ojos, fijos y solamente fijos en él. Pero antes... antes...

- Déjame morir contigo, mi ángel. – Los ojos de Harry se abrieron, no creyendo lo que había escuchado. No queriendo creerlo. Pero la mano de Tom acariciando cariñosamente su rostro reafirmaba sus palabras.

- No, Tom, tú debes...

- Yo debo estar contigo. – Voldemort apoyó su frente contra la de Harry y la cercanía produjo una calidez que ambos añoraban sentir. – Dumbledore tenía razón en una sola cosa... tú eres el único con el poder para destruirme... hazlo.

- ¿Qué? – Tom sonrió levemente ante la confusión de su amado.

- Maldice mi vida junto con la tuya. Puedes hacerlo a través de la conexión.

- No, Tom, yo... ¡no puedo hacer tal cosa! Tú... Tú debes... – Harry respiró hondo. Había tantas cosas que decir y tan poco tiempo. – Tú debes dominar Hogwarts, dominar Inglaterra... cumplir tus ambiciones... vengarte del mundo... ¿no era lo que más anhelabas y has estado buscando durante tanto tiempo?

- Creí que lo era. Pero me he dado cuenta que lo que más quiero... Eres Tú. – Nunca quebró el contacto visual con las esmeraldas mientras hablaba, y su voz nunca dejó de sonar sincera. – Sin ti... Sería una existencia monótona... ¿de qué sirve dominar el mundo, Harry, cuando no puedo conseguir lo que verdaderamente quiero? Todo esto no tiene sentido.

- Claro que lo tiene, tú...

- Harry. Quiero que muramos juntos... Cumple ese deseo mío. Es lo último que debes hacer... y compartiremos juntos la eternidad. – Las lágrimas de Harry cesaron levemente, cuando la comprensión llegó a él.

- Tom...

- Te amo, mi ángel. No sabes lo que he sufrido por ti estas semanas. Cuánto te he extrañado... – Los ojos escarlatas descendieron a los labios del muchacho y ambos sonrieron simultáneamente. – Cuánto he deseado tenerte así de cerca y... besarte.

Fue el beso más especial que compartieron. Ni siquiera el primer beso que Harry le había dado a Tom voluntariamente se comparaba con la pasión que se desataba a cada segundo. El Dark Lord envolvía a Harry entre sus brazos, queriendo protegerle y retenerlo con él, junto a él... no volverlo a perder. Harry respondía a la intensidad del beso, sin importarle como su cuerpo se estremecía del dolor, como poco a poco la maldición iba robándole la vida...

Aquel momento sólo les pertenecía a ellos. Sería el último.

Sus labios se buscaban, queriendo expresar miles de sentimientos en un único instante. Queriendo más de lo posible. Deseando lo imposible. Sobrepasando límites. Los rubíes y las esmeraldas se volvieron una sola gema, con todos sus contrastes, con todo el dolor y la tristeza que los había llevado a esa unión.

No obstante... era el amor lo que unía sus almas. Era el amor lo que les había llevado a salvarse la vida y a sacrificarla por el otro. Era amor lo que les había obligado a quebrar sus promesas, y ahora las reafirmaba. Y era amor los que los mataría... pero siempre juntos.

Millones de vidas podrían estarse perdiendo en ese momento sin embargo ellos no se percatarían de la diferencia. En ese ahora, en ese lugar, sólo ellos estaban. Sólo ellos importaban. Y se esforzaron por lo que sería la última vez de sus vidas en expresarse todo lo ya dicho... una vez más. Sólo para que la sensación de quimera nunca cesase. Sólo para que el amor reviviera. Sólo para que los besos quemaran y todo... absolutamente todo les perteneciera.

Sus destinos habían estado unidos desde el primer momento, pero ellos se habían encargado de marcar la contradicción. De no ser manipulados por sus azares y vivir como ellos querían... aunque hubiese sido por un tiempo limitado... Habían sabido disfrutarlo y no habían perdido ni un solo instante.

En todo caso, no había tiempo de arrepentimientos.

Eso era lo único imperfecto de toda la quimera: el tiempo.

- Te amo, Tom. – Susurró Harry, enterrando su cabeza por última vez en el pecho del heredero de Slytherin, quien colocó una mano sobre su cabello azabache y lo acarició cariñosamente.

- Yo te amo más, Harry.

Harry cerró los ojos y permitió que la maldición se expandiese por la conexión. Al instante, Tom gimió dolorosamente y sus brazos se afianzaron con más fuerza alrededor del cuerpo del Gryffindor.

Parece que no pude cumplir mi promesa, Lupin... Pero te aseguro que él será feliz. Me encargaré de ello, porque estaré junto a él, adonde sea que vayamos.

Tom se inclinó y besó suavemente los labios de Harry en una promesa silenciosa, al mismo tiempo que sus lágrimas se mezclaban y profundizaban el sentimiento que les invadía, y que ahora compartían intensamente.

Las divinas esmeraldas de su ángel fue lo último que vio antes de perderse en el abismo de la Oscuridad, que los adormeció a ambos y les dio la bienvenida a los brazos tan solicitados de la Diosa de la Muerte.

Dos almas celestiales e idénticas enlazadas bajo un infinito cielo estrellado, tiñéndolo de tinieblas, creando...

Una Dulce Oscuridad Eterna.


El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece. Supone siempre la renuncia a la propia comodidad personal...

Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor...

Fin


Agradezco a cada uno de ustedes, que con su pequeño granito de arena aportaron más de lo que hubiera esperado para que DO resultara ser lo que hoy es ! Todo empezó con un par de páginas, de una historia que no planteaba serlo, y que poco a poco fueron desarrollándose... ha sido una experiencia espeluznante Nunca hubiera esperado escribir algo así, y sin embargo... Estoy extremadamente satisfecha de sus resultados.

-Se ve una lágrima recorrer el rostro de Parv-

Este fict va dedicado a todos ustedes.

Espero que hayan disfrutado de estas páginas, que llevan consigo todo mi esfuerzo y dedicación, momentos de desesperación... y felicidad que ahora dejo en vuestras manos.

Vuelvo a agradecerles la paciencia, el apoyo y los ánimos que me han brindado a lo largo del fict. Sepan que significaron mucho para mí, y en ellos encontré a veces la energía que necesitaba para continuar e intentar mejorar. ¡Muchas gracias!

A propósito, quienes dejen review, por favor especifiquen su mail así puedo responderles como es debido.


Dedicatoria especial a Nagini: ¿Qué decirte, querida amiga? Tenemos que agradecerle a nuestra profe Cris por darnos tantas horas libres donde pensar una y otra vez sobre DO. Gracias por acompañarme y apoyarme en este Gran Proyecto. Creo que sin tus caras largas, sin tus gritos emocionados o simplemente sin tu presencia, DO no sería lo que es. No me hubiera esforzado tanto, sólo para sorprenderte o para que no tuvieras que betear tanto. Compartimos muchos momentos especiales gracias a este fict, ¡y espero que se sigan repitiendo por el trayecto de LE! Jajaja. ¡Porque todavía no ha vencido tu contrato conmigo, mi niña! ¡Seguirás beteando! XD Y por supuesto. Saber que si algún día necesito un hombro amigo donde llorar, una persona con la cual compartir alegrías o simplemente pasar el rato... sé que hallaré esa amiga en ti. Muchas gracias por Todo. ¡Te kero, Paddie! –Se ve a Parv abrazar a Nagini fuertemente, mientras ésta intenta zafarse de sus brazos-.


Con cariño,

Los quiere,

Parvy


Dulce Oscuridad fue empezado el 24 de enero de 2004 y

concluyó con 145 páginas y 20 capítulos el 29 de diciembre de 2004.