Hetalia: Axis Powers (y sus derivados) son propiedad intelectual de Hidekaz Himaruya. Yo no tengo propiedad de los personajes y el propósito de este fanfiction es solo de entretenimiento. No está permitida su comercialización.
Capítulo 6
La conquista de América
Nueva Andalucía (Santa Marta)
–Me flipa escuchar lo mismo una y otra vez –musitó España frustrado, frotando su tabique nasal con sus dedos –. Que hables por los codos ha dejado de ser entretenido.
Los cortesanos españoles recién llegados a Santa Marta llenaban la sala expectante por oír las palabras de su nación ante el dilema presente.
El español permanecía sentado en el trono que le pertenecía al gobernador de la nueva Andalucía, ataviado con sus elegantes ropas militares y enaguas, mientras que un pequeño chico de tez bronceada y cabello revoltoso jugueteaba sentado en su regazo. El pequeño que parecía no entender ni la más mínima palabra de la conversación, volvía sus grandes ojos de un lado a otro ante cada participante de la discusión.
–Mi señor… –dijo Jiménez de Quesada – mi nación. Por favor compadécete de nosotros que solo buscamos vuestra gloria, de los reyes y del reino. No hemos venido desde la tierra madre para perder tal oportunidad –agregó indicando a sus compañeros Pedro Fernández y su hijo.
Los tres repitieron tantas veces sus reverencias que al pequeño niño en el regazo de España se imaginó que tarde o temprano caerían al suelo.
Quezada no estaba equivocado, habían llegado unas semanas atrás desde la península Ibérica para manejar la administración de Santa María; no para realizar una búsqueda inimaginable. Pero para su nación que ya estaba harto de todos los problemas que habían traído aquellas tierras del sur del nuevo mundo, no estaba tan convencido de permitirles seguir con tales sueños.
–Vos las ha visto con vuestros propios ojos –continuó Quezada tratando de sonar halagador –. Las ciudades Incas y sus promesas…
–Solo encontré ruinas –lo interrumpió España con desdén mientras perdía sus dedos por la maraña de pelos del niño en su regazo –, nada de oro…
–Por ello, su señoría. Las leyendas no deben ser mentiras… debe de haber grandes tesoros ocultos en las montañas y en la selva, si tan solo…
–¡No existe tal cosa como el Dorado!* –bramó finalmente España fastidiado.
Estaba cansado de todas esas tonterías. Sí, el nuevo mundo había traído riquezas al reino español, al igual que territorios y unos pequeños bastante adorables. Pero en los alrededores del río Magdalena la había liarlo parda.*
El territorio no era sencillo de habitar, el clima era pesado, la selva impenetrable y los nativos demasiados hostiles. Perdieron buenos hombre y recursos en múltiples intentos de poner un asentamiento estable en la región. Y finalmente cuando había llegado Fernández y Quesada para resolver el problema de la gobernatura, deseaban partir a una aventura ridícula por tesoros perdidos en una ciudad de leyenda.
–Por favor permítame probarle la existencia de la ciudad de oro –rogó Quesada casi postrándose de rodillas –. Estoy dispuesto a lo que sea con tal de su bendición para tal empresa.
España meditó la propuesta. No solía ser tan déspota con sus hombres, pero aquellas tierras ya habían acabado con mucha de su paciencia y aquellos que lo conocían, sabían que su mal humor no era un lado de él que se quisiera conocer.
Sus ojos se volvieron al niño en su regazó que jugaba haciendo burbujas de saliva con la boca. España no pudo evitar sonreír levemente. El pequeño era de su agrado, no era tosco como Cuba o impulsivo como Nueva España o hermético como Perú. Nueva Granda era más mucho dócil que su propio territorio o de los aborígenes a quienes se los arrebató.
–¿Qué debería hacer? –le preguntó al pequeño –. ¿Debería darle la oportunidad? –agregó con una simpática sonrisa, a lo que Granada contestó con una risa infantil.
El cambio en el humor de España dejo en incognito a los presentes en la sala, especialmente a Quesada que se encontraba expectante por una respuesta. Por ello, casi da un brinco en su lugar cuando la nación retomó la conversación.
–Aprobaré su expedición con una condición –dijo el español sin apartar la mirada y mimos del pequeño en su regazo –. Mi estimado Quesada, deberás navegar río abajo por la Magdalena y en aquellas tierras fundaras un poblado al que le pondrás por nombre Bogotá.
–Pero… ¡señoría! –se interpuso Fernández consternado ante la petición –. ¡Ese es territorio de los Muiscas! ¡Tal acto sería una incitación a la violencia!
–¿Eso debería preocuparle principalmente a Quesada? –soltó España con jovialidad, aunque claramente había malicia en su mirada –. ¿Qué dices nuestro querido amigo Quesada al respecto? ¿Esperas que llueva sobre mojado?
El rostro del hombre claramente denotaba su inseguridad ante el ofrecimiento de España, pero la promesa del mayor tesoro en la vida le peso más.
–Agradezco el ofrecimiento –dijo este con una reverencia –, y aceptó las condiciones que ha impuesto.
La sonrisa en el rostro de España se volvió aún más grande, mientras la preocupación se instauró en el semblante de los demás presentes. Ya sin más dudas en las condiciones, España tomó a Granada en sus brazos y abandonó la sala dejando a los hombres para discutir entre ellos la locura que habían aceptado.
Al final de cuentas, cualquier resultado sería lo mejor para él. Si Quesada tenía éxito, finalmente los españoles se establecerían sin más complicaciones en el territorio, y si los Muiscas atacaban, le daban toda la autoridad para iniciar una guerra contra ellos. Al final, todo el territorio de Nueva Granada sería suyo.
–Ahora –comentó España al pequeño en sus brazos –, es mejor que vayamos con tus hermanos ya que probablemente nos las veamos negras los próximos días.
Mar Dulce
Había sido un excelente día para navegar, el mar estaba calmo y el cielo despejado con fuertes vientos que azotaban las velas de la Santa María de la Merced permitiéndole desplazarse con ligereza por las aguas a pesar de sus 60 toneles.
Nada tenía más gustoso a Juan Díaz de Solís líder de aquella expedición de descubrimiento a nombre del rey español Fernando "el católico". Era una época de hallazgos y de aventuras, y ante el descubrimiento de los océanos pacífico y Atlántico, el deber de encontrar una ruta rápida de España a las islas Molucas recayó en el hábil explorador. Ya que ante la muerte de Américo Vespucio*, Solís se volvió su sucesor y almirante de la flota de descubrimiento.
–Es una boca muy amplia –dijo una voz junto al explorador que observa con detenimiento las dos masas de tierras a los lados, de lo que él mismo bautizó el mar dulce.
Solís dejo su catalejo para volver la mirada a sus compañeros de viaje. Con una sonrisa de oreja a oreja, el representante de su nación en carne propia, España, permanecía junto la proa disfrutando de la briza marina en su cara. A su lado, estaba el desagradable muchacho, un crio que daba morcilla, que no había parado de quejarse durante todo el viaje.
–Tengo hambre, futtuto bastardo –insultó el capullo a España en lo que tiraba de las mangas de sus ropas –. Nutrimi.
España solo respondía a sus rabiatas con carcajadas, como si disfrutara del comportamiento pesado del niño.
Pero su vista cambio repentinamente a su otro brazo, que era tirado por igual por otro niño más pequeño, que, al obtener la atención de España fue levantado en brazos para contemplar el mar a su alrededor.
La tripulación del navío era consciente que los tres eran diferentes a ellos, pero iguales entre sí, únicos y especiales, no eran seres humanos. Pero lo que realmente flipaba era que España solo había subido al barco en compañía del muchacho mayor; nadie supo de dónde sacó al otro pequeño que ni siquiera un nombre aún tenía. Simplemente un momento ya estaba en brazos de España poco después de pasar el Puerto de nuestra señora de la Candelaria.
Normalmente, la aparición del niño sería una señal terrible en alta mar, incluso confundida con acto del demonio; pero últimamente, el señor España conseguía niños por todos lados en el nuevo mundo, como si estos brotaran de la tierra.
–Mira cómo te ve, Romano –río de nuevo a carcajadas España ante los grandes azules de los pequeños enfocados en el mayor. Desde su misteriosa llegado, el niño más pequeño parecía fascinado con el chico más grandes; lo seguía a todas partes y ni apartaba ni un instante la vista de él.
Romano solo resopló fastidiado en lo que un sutil carmín apareció en sus mejillas.
Solís por su cuenta, también resopló en resignación. Como todo buen católico, le daba gracias a dios por la bendición que significaba la existencia del señor España, ya que sin su ayuda no habría sido posible ese viaje.
Los portugueses no estaban muy felices de los avances que habían hecho la flota exploradora de España a pesar de la línea limítrofe establecida por el tratado de Tordecilla* después de la guerra de sucesión castellana. Incluso con sus constantes protestas, habían convencido a su majestad de suspender el viaje de Solís a pesar de todo el año de patrocinio adelantado que le había proporcionado.
Incluso, los portugueses intentaron sabotear sus navíos antes de su partida causando perdidas y retrasos. Eso habría sido fatal para la expedición, si no hubiera sido por el señor España que mostró mucho interés en la empresa y ayudó a la adquisición de otra carabela para el viaje.
Sin duda la rivalidad de España con Portugal había resultado benéfica para Solís. Pero su presencia y acompañantes, hacían un lío la expedición. Los viajes no eran ideales para niños, sin importar que fueran personas o naciones, y los que cargaba consigo España resultaban ser todos unos capullos.
Fue por ello que tan proto Solís divisó luces en la costa, sus deseos de abandonar la nave, aunque fuera por unos momentos, se volvió indispensable.
– No estamos seguros os a quien pertenece esas luces –cuestionó España a Solís en lo que él, cuatro de sus marineros y grumete, abordaban los botes de remos para acercase a la costa –. Podrían ser hostiles.
España tenía la voz de la razón, acercarse a los nativos sin precauciones era peligroso, y más esas tierras cuando se sabía que los guaranís no gustaban de los viajeros europeos.*
–¡Deja de seguirme, dannato! –blasfemó el joven castaño con furia en lo que huía en círculos del pequeño niño rubio que reía a carcajadas –. ¡España, bastado! ¡Aléjalo de mí!
Definitivamente, Solís necesitaba bajar de ese barco. Por su propia cordura.
–No sé preocupe, mi señor – le sonrió al español en lo que los botes eran bajados con cuidado –. A como yo lo veo, seré el primer súbdito de su majestad Fernando II de Aragón en poner pie en estas tierras. Ese es un mérito que vale la pena el riesgo.
Y sin más, Solís partió a la costa, sin saber que cumpliría su objetivo antes de encontrar su fin en manos de los aborígenes. *
Tumbes
–Debo concedértelo, Pizarro –dijo España agotado dejando a un lado su mosquete, para luego sentarse en el suelo –. Sin duda ha sido un viaje que costado un mogollón.
Era una descripción mundana en contraste con la que Gonzalo Pizarro había descrito a los reyes católicos sus dos primero viajes* a las insólitas tierras del sur de Panamá, el golfo de Guayaquil, la isla de Puná y por supuesto, la ciudad del imperio inca Tumbes; solo con la intención de repetir la usura y conquistar aquella tierra en nombre de España.
Y por supuesto, tal propuesta trajo la atención de la representación del mismo reino al mencionar su nombre y la existencia de otro como él en aquellas tierras. Habían sido años muy frutíferos para su adquisición de territorios; gracias al conquistador Hernán Cortez ahora poseía a su pequeña Nueva España y a todas sus riquezas que le pertenecían. Su poder crecía con los años permitiéndole competir y presumir contra su acérrimo rival Inglaterra y su vecino Portugal.
Así que cuando escuchó de este reino perdido del que solo había rumorado por navegantes portugueses, sabía que era una aventura que no debía dudarse ni un instante. Por lo que dejo a su consentido Romano en la seguridad de su capital y partió al nuevo mundo, junto con Pizarro y sus navegantes para repetir el viaje que había efectuado anteriormente.
En realidad, ya habían sido dos veces, en las cuales Pizarro no solo se había enfrentado a inclemencia del clima, de aguas desconocidas, peligros y hasta disertación. Pero había perseverado, descubrió a trece leales hombres, "Los trece de la fama" *como le gustaba llamarlos; tierras desconocidas y nativos bastante cordiales y hasta uno que se convirtió en su traductor, Felipillo*.
–Puedo decir una o dos cosas sobre los recibimientos cordiales de los nativos –le había expresado en burla España a Pizarro cuando este le aseguró de la amabilidad del pueblo de Puná cuando aceptaron que algunos de sus marineros, entre ellos su amigo Alonso de Molina, se quedasen en su isla –. Al final siempre se les ve el plumero.
Ante su llegada a la isla, España rectificó ser la voz de la razón al descubrir a sus hombres y Molina fueron asesinados por los tumbesinos. Así que entre más batallas y traiciones en la que España, Pizarro y los conquistadores resultaron victoriosos, finalmente pudieron continuar su viaje a las costas de Tumbes a pesar de la marea alta.
Pero sus pesares no terminaron ahí, ya que, ante su desembarco, fueron de nuevo atacado por los nativos. Era una suerte que Pizarro hubiera sido bendecido por Dios con una determinación tal para continuar el viaje a pesar de vérselas tan negras. Para España, era otro día más de conquista en el nuevo mundo.
Agotados por los repentinos asaltos, el grupo de Pizarro y España finalmente llegaron a la esplendorosa ciudad de Tumbes para descubrirla completamente desierta y destruida.
–No lo entiendo –soltó sin poder comprender Pizarro al ver perdidos los grandes templos llenos de tesoros, las viviendas de piedra y todas las construcciones que había visto en su viaje anterior –. Juro en nombre de la virgen María que todo lo que decía era cierto. Estuvo aquí.
–Es pecado jurar en vano –lo regañó España levantándose del suelo para sacudirse la tierra de sus ropas y armadura –. Pero el viaje a resultado más interesante que el destino –comentó decepcionado mirando su alrededor.
Pizarro no comentó más ante la falta de palabras para explicar la situación. Bajo la cabeza con vergüenza al fallarle a su nación, como a sus reyes. Aunque no había resultado como se lo habían prometido, España no veía todo perdido, al menos tenía más tierra por reclamar como suya en el nombre de Dios y de los reyes católicos. Al menos así fue, hasta que Felipillo regresó de explorar los alrededores de la ciudad abandonada.
Su llegada llamó la atención de todos ante la presencia de un niño pequeño que lo tomaba de la mano. Para el resto de los españoles era un simple chico indígena, pero a los ojos de España era algo mucho más valioso.
–El niño fue encontrado rondado las ruinas…
Pero las palabras fueron interrumpidas por España que se abalanzó hacia adelantes, clavó la rodilla frente al pequeño para quedar a la altura de su vista. Sus ojos olivo se toparon con los oscuros del niño y algo ocurrió entre ellos, algo secreto para las simples miradas de los mortales a su alrededor. Se reconocían… como de la misma especie.
–¿Por qué vos está aquí tan solo, pequeño? –le preguntó España con una sonrisa al chico, en una lengua que nadie a su alrededor pudo entender.
–Me han dejado aquí –respondió él en el mismo idioma.
–¿Quién ha sido?
–Mi hermano mayor… y toda la gente.
–¿Por qué?
–Porque soy la señal de su perdición.
El pequeño que después llamaría virreinato de Perú, le explicó a España que su repentina aparición en Tumbes después de la última visita de Pizarro, fue un mal augurio para el imperio Inca, por lo que los habitantes abandonaron la ciudad dejando todo atrás y huyendo a Cuzco para enfrentar a los a los exploradores europeos.
Las palabras de niño les trajeron a España y sus conquistadores el concomimiento de valles fértiles, poblados incas mayores y la gran ciudad de Cuzco, pero para él había un hecho más revelador, la existencia de Perú denotaba su futura victoria y conquista de aquel nuevo territorio. Pizarro no estuvo equivocado en lo absoluto, fue un viaje lleno de emociones.
Tenochtitlan
La ciudad sobre el lago apestaba a fuego, pestilencia y muerte.
Sus pobres habitantes yacía en el suelo, victimas del hambre, la enfermedad o las heridas de la guerra. Una batalla prolongada a propósito por los conquistadores para dejar sucumbir a la ciudad en la miseria. Por gloriosos años, la sangre de los enemigos del imperio mexica sació los deseos de sus dioses paganos, ahora era la sangre de los habitantes de Tenochtitlan la que corría por sus calles como castigo por sus pecados.
Los soldados españoles y sus primitivos aliados* recorrieron la ciudad sumida en la muerte en busca de sobrevivientes, futuros servidores en el nombre de dios y de su majestad, la reina Isabel "la Católica". Solo España tenía el valor de separarse del resto de los conquistadores, y de explorar por su cuenta, sin temer en encontrarse algún horror o maldición que aguardaba por ellos en alguno de los templos paganos.
Mientras el español recorría en silencio aquellas callejuelas no pudo evitar lamentarse la gran pérdida ante sus ojos. Aún estaba fresco en su memoria el día en que conoció la ciudad; había sido una vista espectacular y maravillosa, de cómo unos individuos tan primitivos pudieron construir algo tan impresionantes. Era una lástima el estado en que se encontraba en esos momentos.
Pero no hubo otra solución. Cortez había tenido toda la razón ello; los mexicas nunca abandonarían sus viejas costumbres y a sus dioses, y nunca abrasarían a Jesucristo si continuaban siendo los amos y señores de aquellas tierras ricas en metales y frutos.
No era la primera vez en su existencia, que España enfrentó el dolor y la peste de la guerra, ya en muchas ocasiones anteriores se había manchado las manos de sangre y estaba seguro que volvería a pasar en el futuro. Solo esperaba que, en sus acciones, nunca se perdiera a sí mismo.
El español continuó en silencio hasta llegar a las escaleras del gran templo mayor que aún continuaba cubierto de sangre de los sacrificios, un intento inútil de suplicar a los dioses paganos por la victoria. España no se lamentó ante ello, ya que muchos de sus soldados terminaron en aquellas escalinatas con el corazón fuera de su pecho. Pero Dios, todopoderoso, superaba a cualquier panteón de dioses politeístas.
Sus botas chasquearon en lo que subió poco a poco los altos peldaños de la escalinata, hasta alcanzar lo alto del templo mayor. El cielo carmesí tiñó con tristeza las paredes de esa construcción, que guardaba tantos secretos, como atrocidades.
Dentro del templo, España encontró yaciendo en el suelo, lo que por desgracia había ido a buscar. Tres cuerpos, heridos, ensangrentados y purulentos por la enfermedad le dieron la bienvenida. Era los hermanos que representaban es imperio mexica, la triple alianza*: Tlacopan, Tezcoco y Tenochtitlán.
–Dios misericordioso –escapó de los labios de España en lo que se agachó junto a los cuerpos y se persignaba en la señal de la cruz –. No quería que llegara a esto –admitió penosamente en los que sus dedos enguantados acariciaron con tristeza los negro cabellos de Tezcoco.
Tanto en guerra, con en tiempos paz, era común que las naciones segaran la vida de los mortales; era una cruel verdad que todos tenían que aprender a sobrellevar tarde o temprano. Pero acabar con uno de los suyos, directa o indirectamente era un golpe aún más duro de asimilar. Al final, ellos siempre eran pocos y solo entre ellos podían entenderse como nunca lo harían con un humano. Perder a uno de ellos siempre era terrible.
Y España ayudó a la muerte de tres.
La lagrimas se escaparon por las mejillas del español ante el dolor del duelo. Permaneció en silencio, por varios minutos junto a los cuerpos de los hermanos lamentando sus muertes, aunque en el fondo él sabía muy bien, que repetiría sus acciones sin dudarlo si fuera necesario.
En su pesar recordó lo amigable que había sido Tezcoco recibiéndolos a los recién llegados con los brazos abiertos, ahora el cuerpo de ella se pudría lleno de pústulas y pus. Tlacopan en cambio, siempre había desconfiado de él y de Cortez, y en cierta forma él valiente hermano guerrero tuvo la razón al final. Era una lástima que terminara yaciendo en un charco de su propia sangre. Y por último estaba Tenochtitlan, el hermano más político y mediatizador, el más cercano a su tlatoani y que sufrió el mismo destino que él sucumbiendo ante graves quemaduras*.
Con la muerte de los tres hermanos no le quedo duda a España que le gran imperio mexica había llegado a su fin y era él el causante de todo.
–Dios te salve maría, eres llena de gracia… –comenzó a recitar una oración a los caídos con la esperanza de que Dios todo misericordioso, tuviera piedad de ellos y lo recibiera en muerte – el señor está contigo, bendita tú eres entre todas la mujer y bendito el fruto de tu vientre… –pero sus palabras fueron acalladas por un leve lamento.
Confundido y pensando en que había escuchado mal, España trato de retomar sus rezos, cuando de nuevo el chillido respondió a sus palabras.
Su alma caritativa se replegó dentro de su cuerpo al tomar su espada, y su sangre de soldado se apoderó de sus venas. Poco a poco se acercó al cuerpo de Tenochtitlán blandiendo su larga espada, listo para sentar un golpe mortal.
Con un puntapié, hizo girar el cuerpo sin vida del representante de esa ciudad dejando a la descubierta una pequeña figura en el suelo.
–¡Virgen santísima! –dijo España para sí arrojando su arma a un lado. Con una mirada iluminada y llena de alegría, tomó al pequeño bulto del suelo en sus brazos –. ¡Es un milagro!
Envuelta en las telas llenas de sangres de sus hermanos, había una pequeña niña de piel morena y cabellos tan negros como la noche. Estaba terriblemente enferma, pero seguía convida. Sin ninguna duda para España, esa niña era uno de los suyos.
–Vos no te preocupes pequeña –le dijo mientras la mecía en sus brazos y se disponía abandonar la penumbra de la muerte de aquel templo –. Yo haré de ti a mi imagen –agregó sin volverse nunca más atrás.
*Gonzalo Jiménez de Quesada fue un conquistador español con el rango de teniente General que conquistó el territorio al que llamó Nuevo Reino de Granada, en la actual República de Colombia. Gobernó Cartagena entre 1556 y 1557, y su última expedición la realizó entre 1569 y 1572 en busca de El Dorado, la cual culminó en forma desastrosa.
* Para 1537, Pedro Fernández de Lugo nombra a Jiménez de Quesada Capitán General de una expedición que remontará el Río Magdalena, buscando las ciudades doradas del Perú. Apresurado por encontrar El Dorado, Jiménez de Quesada funda en fecha no especificada una rudimentaria Bogotá, al parecer en donde hoy queda el "Chorro de Quevedo" pero los Muiscas no toleraron esta villa dentro de sus territorios y el pueblo fue quemado dando inicio a la guerra.
*El Tratado de Tordesillas fue un compromiso suscrito en la localidad de Tordesillas en España, el 7 de junio de 1494, entre los representantes de Isabel y Fernando, reyes de Castilla y de Aragón, por una parte, y los del rey Juan II de Portugal. El tratado estableció un reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo (América), para evitar un conflicto de intereses entre la Monarquía Hispánica y el Reino de Portugal.
* Los guaraníes, según su autodenominación étnica original, son un grupo de pueblos nativos sudamericanos que se ubican geográficamente en Paraguay, noreste y noroeste de Argentina, sur y suroeste de Brasil y sureste de Bolivia y en algunas zonas de Uruguay. Los territorios ocupados por estos indios fueron objeto de disputas y conflictos permanentes entre el Imperio Español y el Reino de Portugal. Los guaraníes representaron la principal riqueza disponible en toda la región, en calidad de mano de obra.
*En 1516, la expedición de Solís ingresó en el Río de la Plata, una enorme extensión de agua dulce fruto de la unión de los ríos Paraná y Uruguay. Al confundirlo con un brazo de mar sin salinidad, Díaz de Solís lo bautizó «mar Dulce». Viendo indígenas en la costa oriental, Díaz de Solís intentó desembarcar en un bote; Solís y sus compañeros fueron atacados por sorpresa por un grupo de indígenas que los mataron y descuartizaron ante la mirada del resto de los marinos.
* En 14 de noviembre de 1524 partió Pizarro de Panamá en su primer viaje, para llegar a las islas Perlas, bordeó las costas de Chochama o Chicamá, llegando hasta Puerto Piñas y Puerto del Hambre (costa pacífica de la actual Colombia). A principios de 1526, Pizarro y Almagro, junto con sus 160 hombres, se hicieron nuevamente a la mar. Siguieron la ruta anterior hasta llegar al río San Juan, pasaron por la isla del Gallo y luego por la boca del río Santiago y se adentraron en la bahía de San Mateo.
*En la isla del Gallo en agosto de 1527, en medio de la alegría de los hombres de Pizarro, que veían así finalizado sus sufrimientos. Fue en ese momento cuando se produjo la acción épica de Pizarro, de trazar con su espada una raya en las arenas de la isla exhortando a sus hombres a decidir entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres. Estos "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del Gallo".
*Después del primer encuentro con los Inca, Pedro de Candía se llevó consigo a un indio huancavilca a España y lo presentó al rey, siendo luego traído de vuelta al Tahuantinsuyo para que hiciera de intérprete. Este indio sería conocido luego como Felipillo.
* Los gobernantes Totonacas o teuctlis habían conocido a Juan de Grijalva, logrando una buena relación con los españoles, Cortés se dirigió a ellos que eran tributarios de los mexicas. n la entrevista, Cortés prometió ayudar a liberarlos del tributo a los mexicas, a cambio de sellar una alianza militar de españoles y totonacas.
* Tenochtitlan, estaba organizada de forma similar a un imperio; desde 1455 el poderío azteca estaba conformado sobre la base de una triple alianza cuyos integrantes eran los señoríos de Texcoco, Tlacopan, y Tenochtitlan, sin embargo, este último ejercía la hegemonía del poder.
*Cuauhtémoc fue el último tlahtoani mexica de México-Tenochtitlan. Asumió el poder en 1520, un año antes de la toma de Tenochtitlan por Hernán Cortés y sus tropas. En los cuatro años que siguieron, la administración codiciosa por parte de los españoles, la desconfianza en Cortés, y los temores del propio Cortés, le llevaron a aprobar el tormento y la muerte del último tlatoani mexica. Fue torturado mojándoles los pies y las manos con aceite y quemándoselos.
Hola a todos.
Espero que disfrutaran este capítulo. Hubo una espera a un más larga de lo normal debido a problemas de salud y de computadora, pero con el tiempo se adaptarán a estos problemas conmigo.
Sobre este capitulo vimos un poco de mi headcanons sobre el trato de España hacia las naciones latinoamericanas. A diferencia de como lo demuestran la mayoría en sus fanfic, para mí España no era malo con sus naciones hispanoamericanas; si los intentó modelar a su gusto y nunca tuvieron una relación hermanos, pero nunca los maltrato. Para mí, España le gustan los niños (platónicamente) y por ello, las dificultades comienzan cuando estos crecen y se dan cuenta de lo que hace el pueblo de España a sus respectivos pueblos, y España ya no les tiene la misma consideración.
En cambio, las naciones latinoamericanas la mayoría se ve entre ellos como una gran familia y algunos son realmente hermanos. Pero eso se los iré explicando en el futuro.
Otros Headcanos que marco, es que naciones tienen su propio idioma que solo ellos entienden. Y que ellos se pueden reconocer de inmediato.
Y, aunque no es un headcanos, más bien es canon, toco el tema del origen de las naciones. Si no me equivoco, era en la historia de origen de Islandia donde se explica que prácticamente nacen de la tierra.
Es todo por ahora. Saludos.
