Gracias por el comentario, loconexion, la verdad como no tengo mucha experiencia en este sitio no sabía que no acepto reviews de gente no inscrita en fanfiction, lo corregiré próximamente, y no te preocupes, no son tantos personajes nuevos, en general pienso usar los ya existentes. Por cierto, estoy conciente de que en la serie fue Kitty quien le puso el apodo de fuzzy elf (elfo peludo) a Kurt, pero aquí le di el crédito a alguien más.
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            Kurt, Kurt, ¿me oyes?

            ¿Profesor? ¿En dónde está?

            Kurt, te estoy perdiendo, concéntrate, dime dónde estás.

            No puedo, me duele mucho, profesor… ¡¡¡AAAHHHH!!!

            Kurt Wagner abrió los ojos y se incorporó rápidamente, jadeando y empapado en sudor. Apenas se hubo calmado, miró a su alrededor. La habitación estaba tan oscura que apenas alcanzaba a ver, pero era obvio que no se encontraba en su propio cuarto. Intentó levantarse, pero de inmediato se arrepintió, pues tanto la cabeza como el costado le punzaron tan dolorosamente que se le cortó la respiración. Tratando de calmar el dolor, puso su mano en el pecho y fue cuando se dio cuenta de que no llevaba puesto su traje, sino que se lo habían quitado y le habían vendado el tórax, al igual que la cabeza, lo cual notó al tocarse también ahí. Por lo demás traía un pantalón de pijama al que le habían hecho un agujero para que pasara la cola.  Se recostó de nuevo en la cama.

            ¿En dónde estaba? ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era haber estado peleando con Alex, pero no sabía qué había sucedido después, ni cómo había llegado a esa habitación. Todo era tan confuso…

            En eso escuchó un ruido. ¡Alguien estaba abriendo la puerta! Instintivamente se llevó la mano a la muñeca izquierda, en donde traía puesto el inductor de imagen que le daba la apariencia de un ser humano normal. Pues Kurt, si bien internamente era como cualquier chico de 16 años, físicamente tenía la apariencia de un demonio, una criatura azul con orejas puntiagudas, dientes afilados y larga cola. Sin embargo, el muchacho descubrió con horror que no tenía nada en la muñeca. Su inductor había desaparecido.

            Todavía no digería esto cuando la puerta se abrió de par en par y vio entrar a un muchacho, al parecer de su misma edad, con una bandeja llena de comida. El muchacho encendió la luz, cegando por un momento a Kurt, en lo que sus ojos se acostumbraban al repentino cambio de iluminación. Cuando por fin pudo abrir los ojos de nuevo, el muchacho había dejado la bandeja en una mesa cercana y ahora estaba al pie de la cama. Kurt apenas tuvo tiempo de asimilar el cuerpo atlético, el cabello negro rebelde y los profundos ojos azules del muchacho antes de que éste le hablara.

            —¡Qué bien, ya despertaste! Traje algo de sopa por si tenía que dártela dormido, pero ahora será más fácil.

            Kurt estaba demasiado confundido como para responder, demasiado sorprendido del hecho de que este chico no se espantara con su apariencia. Casi automáticamente volvió a tocarse la muñeca en busca de su inductor, aun cuando sabía que no tenía nada. Se frotó varias veces el brazo, estirando el cuello para ver su brazo a pesar del dolor de cabeza, pero fue inútil.   

            El muchacho, que ahora estaba junto a la mesa acomodando los platos de comida, percibió los movimientos de Kurt y volteó a verlo.

            —Tu reloj estaba roto, así que te lo quité y lo guardé, para que no se le perdieran las piezas.

            Se acercó con la bandeja y la colocó sobre el buró junto a la cama. Kurt fijó la vista en el techo, como si esperara encontrar ahí la respuesta a las muchas dudas que se arremolinaban en su mente. Pero las dudas no se dispersaban y el muchacho seguía acomodando cosas en la bandeja. Sin apartar la vista del techo, Kurt finalmente se atrevió a dirigirse al muchacho.

            —¿Qué me sucedió?

            El chico tomó unos cubiertos de la bandeja y volteó para ver al chico demonio.

            —Te hirieron durante la pelea. Yo te traje aquí. Estabas inconsciente, así que tuve que cargarte. Ahora, ¿crees que puedas comer sólo? ¿O prefieres que te ayude?

            Finalmente Kurt reaccionó. Definitivamente no estaba dispuesto a dejar que lo alimentaran como a un bebé. Olvidando por un momento toda duda, se incorporó con cuidado y tomó la cuchara.

            —Puedo comer solo.

            Pero apenas intentó sentarse en la cama, volvió a sentir esa punzada de dolor en el costado. Al ver el gesto de dolor de Kurt, el otro chico se acercó y con cuidado lo ayudó a sentarse sin apoyarse en el lado herido. Luego acercó más el buró para facilitarle la tarea al chico demonio.

            —Listo, ahora ya podrás comer. Siento no tener más que sopa de lata, no soy muy buen cocinero.

            —Así está bien, gracias, eres muy amable.

            Lentamente Kurt empezó a comer la sopa que le habían traído, ocasionalmente observando a aquel muchacho por el rabillo del ojo. El muchacho, mientras tanto, había sacado varios paquetes de vendas y estaba llenando un balde con agua en el baño. Cuando regresó, Kurt ya había acabado de comer, así que el muchacho recogió la bandeja, la dejó en la mesa y acercó el balde con agua.

            —Tengo que cambiarte los vendajes, así que no te muevas, ¿está bien?

            —Está bien —respondió Kurt, que se acomodó lo mejor que pudo en la orilla de la cama para facilitar el trabajo. El muchacho comenzó a retirar los vendajes viejos y a limpiar las heridas, lo cual causó cierto dolor a Kurt, pero se aguantó. La herida era profunda y estaba llena de ampollas, pero al parecer estaba sanando bien.

            Lo que horrorizó al chico fue que tenía toda esa parte rasurada y la piel se le veía como la de un poodle recién pelado; un poodle azul.

            —¡Mi pelo! ¿Qué le hiciste a mi pelo?

            —Bueno, ¿qué esperabas? No podía llevarte a un hospital, tenía que limpiar la herida y tu pelo me estorbaba, tuve que rasurarlo para evitar que se infectara el área. Y ya no te muevas tanto, que te puedo lastimar.

            —Pero, pero…

            Kurt no supo qué decir y decidió que era mejor callar y dejarse curar. Se sentía muy confundido al estar hablando con otro ser humano sin que éste lo repudiara o le temiera. En vez de entregarlo a las autoridades, lo había cuidado desde quién sabe cuándo, pues no sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Kurt no pudo resistir la tentación de hacerle una pregunta que él mismo se había estado haciendo desde hace rato.

            —¿No te da miedo mi apariencia?

            El muchacho alzó la vista y esbozó una ligera sonrisa.

            —No. A decir verdad, me recuerdas a un muñeco de plástico que tenía cuando era niño. Un elfo. Sólo que en peludo. Eres un elfo peludo.

            —¿Un elfo peludo? —protestó Kurt, indignado—. Yo no soy un elfo, soy…

            Kurt calló. Aún temía confesar su verdadera naturaleza. El muchacho empezó a cambiar el vendaje de la cabeza.

            —Mi nombre es William —dijo de pronto—. Si no quieres decirme quién eres no importa, pero necesito llamarte de algún modo, a menos que quieras que te diga elfo peludo. Listo, ya terminé, ahora recuéstate y descansa, vendré más tarde a ver cómo estás.

            —Gracias —dijo Kurt, al tiempo que obedecía y se acostaba lentamente—. Has sido muy amable conmigo. Yo no… no sé cómo agradecértelo.

            —No es nada —respondió el muchacho—. Aprendí algo de primeros auxilios en la escuela —se levantó y se dirigió a la puerta.

            —Espera —exclamó Kurt. El muchacho se detuvo en el umbral de la puerta y volteó—. Tú… puedes llamarme Nightcrawler.

            El muchacho volvió a sonreír.

            —Está bien… elfo peludo. 

            Y dicho esto apagó la luz y cerró la puerta, dejando a Kurt para meditar en lo que había sucedido.