Cuando Kurt despertó la mañana siguiente por un momento se sintió desorientado y se preguntó por qué se sentía tan inquieto. Luego recordó el pequeño viaje que estaba por hacer y en su rostro se dibujó una gran sonrisa. ¡Por fin volvería con los suyos!
Sin embargo, la sonrisa le duró poco. No es un viaje de placer, se recordó. Necesito llegar al instituto para avisarles a los demás lo que sucedió.
¿Y qué era justamente lo que le había sucedido?
De pronto Kurt se dio cuenta de que no podía recordar lo que había sucedido antes de la pelea con Alex. Intentó forzar su mente para recordar, pero una vez más sintió venir ese dolor de cabeza y decidió mejor dejarlo por la paz. Primero se preocuparía por llegar y luego vería cómo recordar las cosas.
—¿Cómo te sientes?
William acababa de entrar a la habitación, sacando a Kurt de sus cavilaciones.
—Ah, eh, bien, bastante bien.
—Qué bueno —contestó William mientras abría las cortinas y sacaba una vez más el balde y las vendas—. Voy a limpiarte la herida para estar seguros de que no te molestará en el camino, ¿está bien?
—De acuerdo —Kurt se sentó, esta vez con mayor facilidad, y esperó obedientemente a que William trajera el agua y lo curara. Después el muchacho trajo unos pants y una playera para que Kurt se vistiera. Kurt notó que los pants ya tenían el agujero para su cola y se lo hizo notar a William.
—No te preocupes —lo tranquilizó—. La ropa ya es tuya. Por cierto, tengo tu traje en una caja, con tu reloj, ya la metí al coche. Ahora, sé que esto no te va a gustar mucho porque hace calor, pero vas a tener que ponerte esta gabardina con este sombrero, al menos para salir.
—Está bien, lo entiendo.
—Bueno, te dejo para que te vistas, cuando todo esté listo te vengo a buscar.
Una media hora después todo estuvo listo. Después de meter unas vendas de reserva y algo de comida en la cajuela, William ayudó a Kurt a bajar las escaleras y lo condujo a la puerta del frente, en donde ya estaba listo el coche para que se subieran rápido. Kurt quedó encantado con el coche. Era un Mustang azul convertible, aunque en ese momento la capota estaba puesta por razones obvias. Tan rápido como pudo Kurt se introdujo en la parte de atrás del coche, William cerró la puerta de su casa y, en cuestión de segundos, se habían ido.
Mas no habían manejado mucho cuando William tomó una desviación y entró a un conjunto residencial muy parecido al suyo, pero más arbolado, lo cual alegró a Kurt, pues así era menos posible que lo vieran. Se estacionaron al frente de una casa grande de color marfil.
—Espérame aquí, regresaré en un momento.
Kurt obedeció y se quedó en el coche mientras William subía las escaleras del pórtico y entraba a la casa, de la cual al parecer tenía llave, pues no se molestó en tocar el timbre. Algo acalorado, Kurt abrió un poco la ventana de ambos lados y se quedó mirando la casa, esperando a que alguien saliera. Lo que nunca imaginó fue ver un extraño resplandor proveniente de la luz de afuera de la casa. Con asombro vio cómo el foco de pronto brillaba intensamente, para luego apagarse por completo. De pronto, de un solo golpe, la luz se encendió a toda su intensidad y el foco explotó. Pero no acabó allí. De la explosión surgieron pequeños rayos que se dispararon para todos lados, y uno de ellos se dirigía directo a Kurt, que, tomado por sorpresa, sólo atinó a agacharse.
—¡AYY! —exclamó al sentir que el rayo entraba por la ventana y le rozaba la cabeza antes de salir por la otra ventana. ¡Qué bueno que había abierto las dos!
—¡Elfo! —Kurt escuchó una voz a lo lejos—. Elfo, ¿estás bien?
—Sí, eso creo —respondió Kurt, alzando la vista y tocándose suavemente la cabeza para revisar los daños—. Creo que se me quemó el pelo, pero fuera de eso estoy bien.
—Ay, de verdad lo siento —exclamó William—. Tuvimos algunos problemas, pero ya está todo listo, baja un momento, quiero presentarte a alguien.
Kurt titubeó un momento, pero accedió a bajarse, no sin antes cerrarse bien la gabardina y ponerse el sombrero.
—Nightcrawler, ella es mi mejor amiga, Ashley.
Kurt alzó la vista hacia la puerta y lo que vio casi hizo que se le escapara un grito.
Ante sus ojos estaba una muchacha alta y delgada, de hermosos ojos verdes y cabello rubio rojizo que lanzaba destellos con el sol. Kurt nunca había visto una chica tan hermosa. Pero no era sólo eso lo que lo había asombrado. La muchacha estaba vestida con un extraño traje amarillo que alguna vez probablemente fueron varios impermeables que alguien había cosido. Traía puestas unas gruesas botas de hule y unos guantes de hule en las manos, y sus grandes y bellos ojos estaban cubiertos por un visor para bucear. Así, con ese atavío, parecía más bien un alienígena con traje espacial.
William sonrió.
—Ashley, éste es Nightcrawler, es el muchacho del que te acabo de hablar. Vamos, baja a saludar, no tenemos mucho tiempo.
Ashley bajó obedientemente y Kurt extendió la mano para saludar, vacilante. Pero Ashley lo ignoró por completo y se metió al coche sin decir palabra. Confundido, Kurt hizo lo mismo. William arrancó el coche y tomó la Interestatal para llegar a Nueva York.
—Tranquilos, el viaje sólo nos llevará como una hora, así que pónganse cómodos y disfruten.
William esperó hasta que estuvieron en despoblado para abrir la capota del coche. Kurt, que para entonces estaba bañado en sudor, deseaba quitarse la gabardina y el sombrero, pero no estaba seguro de atreverse en frente de Ashley. Sin embargo, al parecer la chica ni siquiera le estaba poniendo atención, absorta como estaba en observar el paisaje. Así que Kurt decidió arriesgarse y se quitó su molesto atavío. Ashley apenas pareció notarlo.
Llevaban viajando como una media hora cuando Ashley, que no se había quitado su raro traje en todo ese tiempo, volteó a ver a Kurt y lo observó detenidamente con su mirada fría. Kurt sintió un escalofrío y optó por fingir que no se había dado cuenta.
—¿Por qué te dicen Nightcrawler?
—¿Qué? —la repentina pregunta tomó a Kurt por sorpresa. Kurt se dio la vuelta para estar de frente a su interlocutora.
—Que por qué te dicen Nightcrawler —respondió Ashley, impaciente—. William dijo que ese es tu nombre. En mi opinión es muy tonto.
—¡Ashley!
—Déjala, William —dijo Kurt—. Ese no es mi nombre, Ashley, es sólo mi, em, apodo. Mi verdadero nombre es Kurt.
—¿Y por qué William te llama elfo?
—Supongo que porque parezco uno —contestó Kurt, negándose a admitir que era porque le recordaba a un muñeco—. En realidad él no es el único. Algunos de mis amigos también lo hacen.
—Pues para mí pareces un tonto demonio inútil.
—Ashley, ya basta —exclamó William.
—Está bien, William, no importa —dijo Kurt, condescendiente—. Me han dicho cosas peores. Aunque admito que eso era lo último que esperaba de alguien vestido como astronauta muerto de hambre, ¿para qué llevas esa cosa puesta?
—Qué te importa.
—Ya cálmense los dos —interrumpió William, exasperado—. Falta poco para llegar así que al menos intenten ir tranquilos lo que resta del viaje.
—¡Me niego a seguir viajando con este fenómeno con cola!
—¡Mira quién habla! ¡Si querías verte como una loca no necesitabas vestirte así, con la pura cara basta!
—¿Ah, sí? ¡Ya verás!
Repentinamente Ashley se quitó uno de sus guantes y se abalanzó sobre Kurt, el cual, al no saber qué efecto tendría tocar su mano, se dio la vuelta para protegerse la cara. William, desde el asiento del conductor, dio media vuelta y empezó a gritar a Ashley, ordenándole que se detuviera. Por un momento los tres forcejearon, Ashley tratando de golpear a Kurt, William deteniendo a Ashley del brazo, Kurt tirando patadas a lo loco. Y en eso sintieron el temblor.
Pero no era un temblor cualquiera. En primer lugar, esa no era zona de temblores. Y en segundo, parecía que sólo estuviera temblando en la carretera, pues no veían que nada más se moviera. William de inmediato se volvió al volante, pero para entonces era muy tarde. La tierra se había partido y grandes secciones se habían hundido, mientras que otras sobresalían. Tratando de evitar un choque, William dio un volantazo y el coche derrapó, sacándolos de la carretera hacia el terreno polvoriento. Mientras William intentaba recuperar el control, Kurt volteó hacia arriba y cuál no sería su sorpresa al ver a un sujeto flotando arriba de ellos. Su rostro era muy familiar…
—¿Lance?
El sujeto movió los brazos y una enorme columna se irguió como una montaña delante de ellos. William apenas alcanzó a esquivarla, pero para ese momento iban a tal velocidad que el movimiento hizo que el coche se inclinara hacia un lado y una llanta se ponchó al pasar sobre unas rocas puntiagudas. El coche empezó a sacudirse violentamente.
—¡Frena, maldita sea!
—¡No puedo! —bramó William—. ¡El freno no responde!
—¡Tenemos que saltar!
—¡¿Estás loco, Kurt?! —William estaba a punto de romperse los brazos tratando de estabilizar el volante—. ¡Nos mataríamos!
—¡Es nuestra única esperanza! ¡Si no lo hacemos Lance nos aplastará!
—¡¿Quién?!
—¡No importa, agárrense de mí! —ordenó Kurt con una voz de mando tal que ninguno de los dos muchachos se atrevió a desobedecer—. ¡Bien! ¡Trataré de frenar un poco la inercia yéndome hacia el lado contrario!
—¡¿De qué demonios hablas?! —rugió Ashley por encima del estruendo que había a su alrededor—. ¿Qué piensas ha…
Ashley no terminó la frase, pues en ese momento Kurt se teletransportó junto con ellos, dejando atrás una nube oscura con olor a azufre. Fue justo a tiempo. En ese momento otra enorme columna apareció por debajo del auto y lo elevó a varios metros de altura, hasta que éste cayó por un lado y se estrelló en el suelo, explotando y lanzando pedazos de metal ardiente por todos lados.
Unos cuantos metros más atrás, en medio de otra nube de humo, aparecieron los tres muchachos. Aunque el haberse teletransportado hacia atrás había bajado un poco la velocidad en que iban, de todos modos al aparecer cayeron por tierra y el impulso los hizo avanzar un poco. Tan pronto como se detuvieron, los tres se levantaron y se sacudieron el polvo, observando atónitos el auto en llamas.
—¡Mi coche! ¡Quedó hecho añicos! ¡Mis padres me van a matar!
—Yo aún no contaría con volverlos a ver —dijo Ashley, volteando hacia el cielo—. ¡Ahí está ese sujeto!
Kurt alzó la vista y, efectivamente, vio a Lance acercándose hacia ellos a toda velocidad y moviendo los brazos para crear un temblor que los hizo caer de nuevo. Con dificultad se pusieron de pie y se echaron a correr con toda la fuerza que les permitían sus tambaleantes piernas, tratando de ponerse fuera del alcance de los terremotos. Pero Kurt sabía que no podrían llegar muy lejos. Conocía la fuerza de Lance, si bien no estaba enterado de su habilidad para volar, y era obvio que pronto los alcanzaría.
Kurt de repente sintió que algo faltaba. ¡Ashley! La joven había bajado la velocidad y había volteado hacia donde estaba Lance. Quitándose nuevamente su guante, apuntó con la mano hacia su adversario y Kurt vio cómo un poderoso rayo salía disparado hacia Lance, quien lo esquivó con facilidad.
—¡Demonios! —exclamó Ashley, poniéndose de nuevo el guante y corriendo con fuerza para alcanzar a sus compañeros. Aunque el intento fallido por atacar a Lance no había sido en vano. La momentánea distracción de Ashley hizo que Lance dejara de mover la tierra y les dio oportunidad a los chicos de alejarse con más facilidad. Al ver esto, Lance se abalanzó sobre ellos, dispuesto a dar el golpe final. Kurt de inmediato se detuvo y se preparaba para enfrentar a Lance cuando alguien gritó cerca de su oído.
—¡Miren eso!
Tanto William como Ashley se habían detenido y veían el cielo, anonadados. Kurt volteó hacia donde ambos estaban mirando y vio un gigantesco jet negro acercándose hacia ellos a toda velocidad.
—¡El Ave Negra! ¡Estamos salvados!
El enorme jet dio un impresionante giro y se precipitó hacia Lance, el cual obviamente no tenía intenciones de pelear contra semejante mole. Dando un par de piruetas, se despidió del avión con un ademán y salió volando, perdiéndose de vista rápidamente.
Una vez que el enemigo se alejó, el jet descendió y aterrizó suavemente en el único espacio plano que había quedado después de los terremotos. Las turbinas dieron un último chirrido antes de apagarse y de un costado se abrió una compuerta, desde la cual apareció una escalera que bajó hasta tocar el suelo. Por la escalera bajó una mujer joven de piel negra y cabello blanco, seguida de un hombre corpulento. Ambos voltearon hacia todos lados, como para asegurarse de que no había nadie cerca, antes de encaminarse hacia los muchachos.
En ese momento Kurt no pudo más y cayó al suelo, desfalleciendo.
—¡Kurt! —exclamó William, agachándose para sostener a Kurt. Para sorpresa del mutante, también Ashley se inclinó y lo sostuvo de un brazo. El hombre y la mujer se apresuraron a llegar hacia ellos.
—Kurt, ¿te encuentras bien? —dijo la mujer, inclinándose.
—S-sí —farfulló Kurt dificultosamente—. Es que hice demasiado esfuerzo al teletransportarnos y me sentí cansado, es todo.
—¡Estás herido! —la mujer dio media vuelta a Kurt para revisarle el costado—. El profesor temía que algo así hubiera pasado.
—Yo lo llevaré —dijo el hombre corpulento, levantando a Kurt y acomodándoselo con facilidad entre sus brazos—. Es mejor que nos vayamos antes de que alguien más venga a molestar.
—¡Kurt, Kurt! —una niña de unos 15 años había aparecido detrás del hombre. Junto a ella estaban otros dos chicos, un muchacho negro con el pelo teñido de rubio (¿?) y una chica de cabello rojizo con una franja de pelo blanca en el frente—. ¿Estás bien, Kurt? Estábamos muy preocupados.
—Todos regresen al Ave Negra —bramó el hombre—. Ya habrá tiempo para explicaciones en casa.
—Pero, ¿y nosotros? —inquirió William nerviosamente.
—Ustedes vendrán con nosotros —dijo la mujer—. Estarán a salvo en el instituto. Además, el profesor quiere hablar con ustedes —añadió, guiando a los dos muchachos hacia el jet.
—Y yo quisiera hablar con el profesor —murmuró William. Ashley sólo se limitó a observar a todos sin abrir la boca.
Los chicos se dejaron llevar dócilmente hacia la nave junto con los demás pasajeros. Una vez que todos abordaron, la escalera se retractó, la compuerta se cerró, el motor se puso en marcha y, en menos de lo que canta un gallo, el jet se había ido.
