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TONTERÍAS A CUATRO

Fecha: 13/11/22

Pareja: Sorato/Kenyako

Tiempo: 20m y 36s

Nieta—

Lo miró primero sin gafas. Achicó los ojos, percibiendo lo que era, para confirmarlo una vez que se colocó las gafas de cerca. Abrió entonces los ojos de golpe, y sin dejar de mirar la pantalla de aquel teléfono, golpeó a Yamato a su lado.

Este se volteó en el sofá con pereza, arrugando el entrecejo ante lo que encontró.

—Un bebé.

—¡Nuestra nieta! —corrigió Sora, despertando a Yamato. Se palpó en busca de sus gafas, hasta que Sora le ofreció las suyas. Tomó el teléfono y la miró.

—¿Cuándo?

—¡No lo sé!

Yamato gruñó, levantándose de golpe, pero entonces la puerta se escuchó. Al abrir, fue Miyako la que, teléfono en mano, entró como una exhalación hacia Sora. Se comunicaron con la mirada, viendo que ambas ya eran conocedoras, se abrazaron y gritaron. Tras ella, entró Ken, mucho más pausado, quedó junto a Yamato.

Tras el eufórico intercambio de enhorabuenas, Miyako gimoteó:

—¿Qué les pasa a nuestros desagradecidos hijos que no son capaces de compartirnos momento tan importante?

—Igual ha sido esta noche. —Quiso consolarse Sora, pero Miyako le colocó la foto en el rostro.

—Ni hablar, ese cojín se lo regalé yo, están en su casa no en la clínica.

Sora se sorprendió por ese dato, pero no reaccionó de inmediato, sí Yamato.

—¿Quieres decir que mi nieta lleva días en el mundo y no me había enterado? —cuestionó, fuera de sí.

—Hay que entenderles, tal vez querían vivir este momento en intimidad y no lleno de familiares y visitas —dijo Ken, tratando de aplacar el ambiente de tensión que se estaba instaurando.

Se encogió ante la furibunda mirada de Yamato, pero por la que palideció fue por la de su esposa.

—¡Soy su madre!, no una visita ni un familiar, ¡su madre!, ¡la abuela! —Enganchó a Sora del brazo haciéndola su aliada—. ¡Las abuelas!

Sin embargo, los sentimientos de Sora no estaban aflorando en furia ni reclamo, como sí los de su esposo y Miyako, era tristeza lo que desprendía ella. Tristeza y culpabilidad por creer haber fallado a su hija.

—No puedo creer que Tsukino me haya dejado al margen de esto. En fin, es su primer bebé, ¿no se supone que las madres estamos para aconsejar en esos momentos?

Se desprendió del brazo de Miyako, contagiándole su estado abatido. Incluso Yamato desfrunció su ceño al verla.

—Sora… —musitó.

—Ah… bueno, nuestros hijos siempre han sido muy independientes y muy suyos en sus asuntos...

—¡Ken! —calló por la exclamación de Miyako, que ahora abrazaba tiernamente a Sora—. Nuestros hijos son unos desagradecidos, eso es lo que son.

—Tampoco es que podamos hacer nada, es su vida y tenemos que respetarles. No quiero ser una madre pesada obligando a mi hija a hacerme participe de su vida —dijo Sora en un tono de total aflicción.

Se despegó de Miyako y, como un cuerpo carente de alma, se sentó sobre el brazo del sofá, mirando la foto en su teléfono. Todos observaron su triste deambular, hasta que Miyako lloriqueó:

—¿Y qué se supone que tengo que hacer?, ¿quedarme de brazos cruzados hasta que el desarraigado de mi hijo decida presentarme a mi nieta? —Se volteó a su esposo—. Se trata de Yoshi, Ken, si es por él no la conoceremos hasta su graduación.

El silencio les envolvió, Miyako pataleó por el de su esposo, Yamato lo mantenía mientras miraba a su esposa. Finalmente gruñó, tomándola del brazo para que se levantara.

—Como si mi caprichosa hija vaya a decidir cuándo conozco a mi nieta.

Recuperando la sonrisa ante esa acción, Miyako tiró del brazo de su esposo.

—¡Bingo!

Y la siguiente foto que se envió, fue la de cuatro abuelos sonrientes y orgullosos junto a su nieta.

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