Hola a todos. ¿Como están?

Les traigo una nueva historia, y es la primera vez que escribo con temas un poco fuertes como lo es las drogas, el alcohol, la depresión, sexualidad y cosas así... así que intentaré que salga una buena historia.

Como mencioné anteriormente, el lenguaje y temas pueden ser incómodos para algunas personas, por lo tanto, pondré avisos al inicio de cada episodio. Y por ende, la clasificación de este fanfic será M.

Sin más que añadir, y esperando que sea de su agrado, les presento mi nuevo y loco proyecto: HEARTLESS

Capítulo 1: Azul y café amargo.

La pequeña muchacha estaba muy asustada y nerviosa. Le latía fuertemente su ya lastimado corazón. Ya había pasado muchas veces por aquel proceso de visitar incontables médicos y centros de salud. Hoy, por fin podrían hacerle la tan esperada cirugía por sus padres y ella…

-Muy bien, procederemos a aplicar la anestesia.- indicó el cirujano.

Una de las enfermeras presentes en el quirófano puso sobre el rostro de la niña una mascarilla, por la cual se le comenzó a suministrar la sustancia que en pocos minutos, la hizo sentirse adormilada y poco a poco, sus azules ojos comenzaron a pesarle.

Lo último que sus ojos pudieron ver antes de cerrarse, fue la intensa luz que estaba sobre ella…


El parque de Hyrule se encontraba silencioso y completamente solo, siendo iluminado por las farolas. Era grande, con bastantes arboles, bancas, y juegos de niños como columpios, resbaladilla, noria, entre otros y en el centro, una fuente. En una de las bancas, se encontraba un chico de rebeldes cabellos rubios, una chaqueta negra de cuero, jeans y unas viejas Converse. Entre sus dedos tenía un cigarrillo, y en su rostro se demostraba la infelicidad y desesperación. Lo que más anhelaba era sentir un poco de amor, algo que creía nunca poder sentir en su corazón.

Cuando había cumplido sus quince años, buscó ese cariño entre las piernas de una mujer. Creyó encontrarlo, pero poco a poco se dio cuenta de que nunca encontraría el amor, menos si por esa muestra de afecto debía ser por medio de dinero… Ahora que ya tenía dieciocho, creía que era momento de dejarlo, pero le era casi imposible…

Echó la cabeza hacia atrás, mientras exhalaba el humo. Abrió sus ojos azules, tenía las escleróticas rojas debido a lo que estaba fumando… y por tanto llorar. Hace unos minutos había salido de aquel burdel, donde al menos aquellas mujeres le hacían un poquito de compañía, pero una vez entregado el dinero y salido de dicho edifico, se sentía completamente abandonado.

-Mierda…

Dio una última fumada a su cigarro y lo tiró al suelo. Miró su teléfono, viendo que ya eran más de las 2 am. Chasqueó la lengua y se levantó de la banca, abandonando el parque. Caminaba con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, mirando el suelo. Ya se sabía el camino a su departamento de memoria, por lo que no ameritaba fijarse en su rumbo.


El edificio quedaba en una zona donde se escuchaban muchos ruidos, sirenas de la policía, risas de borrachos, entre otros.

Sin si quiera molestarse en saludar al portero, subió las escaleras hasta dar con el quinto piso de aquel edificio. Palpó todos sus bolsillos, tanto de la chaqueta como los de sus pantalones. Había olvidado sus llaves…

-Mierda…- blasfemó nuevamente el chico.

No tuvo más remedio que llamar a la puerta. Esperó un par de minutos. Rogó para que no la abriera "él"… para su desdicha, si la abrió aquella desagradable persona. Era un hombre con aspecto desaliñado, tenía el pelo y barba largos. El chico tuvo que reprimir una arcada al sentir su pestilente olor a alcohol.

-¿Tienes idea de que hora es?- preguntó el sujeto de manera lenta. Estaba ebrio hasta las orejas.

-Lo sé.- respondió de vuelta y se abrió paso para entrar al departamento, pero el tipo lo agarro de su pelo rubio. Este reprimió un grito.

-¿Esas son formas de entrar en casa? ¿De hablarle a tu padre?- le preguntó, con una mirada amenazante. Su aliento apestaba demasiado.

-Tu… no eres y nunca serás mi padre… y es casa de mi madre…- le devolvió la mirada, demostrando que no tenía miedo.

-¡Mocoso de mierda!- le gritó, golpeándolo en el rostro.

El chico no flaqueó en ningún instante. De su boca salió un pequeño hilillo de sangre, y sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿Hasta cuanto tendría que soportarlo? Dispuesto a defenderse, le devolvió el golpe. Se preparó para pelear con ese sujeto, sin embargo...

-¡Basta! ¡Link, basta, por favor!- le gritó una mujer, saliendo de su cuarto.

Era una mujer rubia, de piel pálida y oscuras ojeras de asomaban bajo sus ojos verdes. Tenía una mirada angustiada, y aspecto moribundo.

-Suéltalo, Link…- dijo la mujer, en tono suplicante. –Por favor…

El chico soltó el cuello de la ropa del sujeto. Una vez soltado, este dio un golpe con su palma sobre la cabeza rubia del chico.

-Frank.- dijo la mujer, quien presenció ese golpe.

-Te dije desde un principio que este mocoso no va a llegar a nada.- le dijo el tipo, acercándose a la mujer. Lo apuntó con un dedo. – Es un bueno para nada, grosero… y llega tarde.- sentenció.

-Link… discúlpate.- le dijo su madre.

-¿Estás loca, verdad? ¡Él fue el primero en golpearme!- dijo Link, sin poderlo creer.

-¡Discúlpate!- gritó la mujer.

El chico mordió su labio, sintiendo el sabor metálico de la sangre. Ninguna palabra de disculpa escaparía de sus labios, ni mucho menos para ese desgraciado que se había encargado de arruinar tanto la vida de su madre como la de él. Era un manipulador, mentiroso, borracho, ludópata, mujeriego y siempre maltrataba psicológicamente a su madre… quien al tener un autoestima muy bajo, se dejaba pisotear por ese hombre. Link muchas veces la convenció de que lo echara de casa, de que podía continuar su vida solo en compañía de su hijo… pero ella no quería.

El sujeto, llamado Frank, se acercó a Link. Sonrió con malicia y volvió a golpearlo con la palma en su cabeza… Link cerró los ojos ante esto, más que sentir dolor físico, era dolor emocional.

-No vales mi tiempo, mocoso egoísta.- escupió y se metió al cuarto.

La madre de Link se quedó mirando al chico, que en cualquier momento estallaba en llanto. Sintió deseos de abrazarlo y consolarlo… pero nuevamente su autoestima le falló y siguió a su pareja.

-Mamá…- gimió Link, desesperado, dolido… asustado.

La susodicha miró por sobre su hombro, con una mirada lastimera. Luego de esto entró en el cuarto y cerró la puerta tras de ella.

El rubio se apoyó en la pared y poco a poco se deslizó hasta caer en el suelo, sentado. Su labio inferior temblaba y las lágrimas salieron a borbotones. Abrazó sus piernas, mientras lloraba desconsoladamente, no pudiendo más con el dolor en su pecho.

Cuando Link apenas contaba con tan solo 6 años, sus padres se divorciaron, y tras esto, su madre entró en una profunda depresión, la cual hizo que pasara la mayor parte del tiempo en su cuarto, ahogando sus penas con alcohol. Dicho evento, hizo que Link se independizara a una edad temprana. Se preparaba el solo para ir a la escuela, viajaba en autobús, aprendió a cocinar y a movilizarse por la ciudad. Los regalos del día de la madre que el hacía terminaban abandonados, llenándose de polvo, no recibía regalos de Navidad… estaba solo en el mundo. Todo cambió cuando Frank entró en sus vidas, el hombre que cortó aquel delgado vinculo que lo unía con su madre…

Link se levantó del suelo, no pudiendo más. Con una de sus manos, limpió la sangre de su boca y salió del departamento, no sin antes tomar sus llaves.


Corrió lo más que pudo hasta llegar nuevamente al parque. Sintió un inmenso frío, pero no le importaba en lo más mínimo… el dolor de su corazón era más grande que cualquier otra sensación.

-¿Qué hice, Diosas? ¡¿QUÉ HICE PARA MERECER ESTO!?- gritó al cielo, tirándose de rodillas sobre el césped, sin poder parar de llorar. -¿Por qué?- susurró.

Nadie respondió a su grito… sin embargo, no se encontraba solo en aquel parque. Una figura se acercó lentamente al desdichado muchacho.

-¿Estás bien?- escuchó una suave y melódica voz.

El joven miró hacia arriba y abrió sus ojos en forma de sorpresa. Era una muchacha ni muy alta ni muy baja, con el cabello castaño amarrado en un chongo alto y vestida con un sweater cuello de tortura gris, jeans y botas cafés.

-No es algo de tu incumbencia…

-Perdona… es que de verdad, me preocupé…- le dijo la chica, poniéndose en cuclillas.

-¡Ya te dije que no es de tu incumbencia!- exclamó, entre triste y molesto.

La chica se sobresaltó a recibir aquella respuesta. Miró hacia el suelo y se incorporó. En ese momento, Link sintió remordimiento… quizás ella solo quiere ayudar. Inmediatamente se levantó, percatándose de que era una cabeza más baja que él. Secando sus lágrimas con la manga de su chaqueta, le dirigió la palabra:

-Yo… discúlpame, es que… perdona, ha sido todo muy… muy duro.- comentó Link, mirando sus Converse negras y algo sucias. Cerró sus ojos, sintiendo el peso de la culpa en su lastimado corazón.

Cuando abrió sus ojos, se percató de que la chica le había tendido un paquete de pañuelos desechables. Levantó la mirada, dirigiéndola a la castaña. Esta le estaba sonriendo de una manera… ¿compasiva? Esa mirada le llegó a lo más profundo de su corazón… sus ojos eran grandes y de una tonalidad azul. No se podía percibir muy bien debido a que estaba todo oscuro, de no ser por las luces de las farolas, no se podría ver nada… pero él pensó que sus ojos eran quizás los más hermosos que en su vida haya visto.

-Bueno, ¿vas a tomar los pañuelos o qué?- le preguntó la chica.

Este tomó el pequeño paquete y agradeció. Sin querer, sus dedos rozaron con la piel de la castaña. Era suave y tersa.

-No te ofendas… pero tienes un aspecto…- comentó la chica, mientras veía como Link limpiaba su rostro con uno de los pañuelos, aunque no sabría cómo describirlo exactamente.

El rubio no hizo más que medio sonreír y exhalar aire por su nariz. Sabía que su aspecto era desastroso y olía a hierba, además de tener restos de sangre en su rostro y los ojos hinchados después de haber llorado tanto.

-Descuida… - sorbió por la nariz. –Y… ¿se puede saber qué haces a estas horas afuera?- preguntó, intentando romper el hielo con su "salvadora".

-Bueno, una amiga me invitó a una fiesta en uno de esos centros nocturnos. Pero, sinceramente no se me dan bien las fiestas… así que le dije que me iría.- comentó sonriendo ligeramente. –Pero ella no quería irse todavía, así que me dirigía a mi casa… cuando te vi a ti.- terminó, mirándolo a los ojos.

-Vaya amigas…

De uno de sus bolsillos sacó una cajetilla de cigarros y se puso uno en la boca. Con un mechero lo encendió y dio una larga fumada al cigarrillo, sintiéndose levemente reconfortado, aunque le constaba que era momentánea y a la vez, adictiva. La castaña tosió un poco al sentir el olor a tabaco. Obviamente, Link se percató de esto.

-Disculpa… creo que no debí hacerlo frente a ti…- se lamentó.

La castaña simplemente suspiró. Es verdad que odiaba el olor a tabaco, pero tampoco se sentía en confianza con aquel triste muchacho para decirle que no lo hiciera…

-Estás muy tenso…- le comentó simplemente, viendo como el chico dejaba escapar el humo.

Link simplemente soltó una risa sarcástica. Volvió a dar una fumada a su cigarro, cuando sintió que la chica se lo arrebataba de las manos y lo tiraba al suelo, para luego pisarlo.

-En ese caso… ven, déjame invitarte algo.- le comentó la chica, mirándolo a los ojos. –Hay una cafetería que tiene abierto hasta muy tarde. Quizás algo calientito te venga bien y ayude a bajar las tensiones.

-No necesito tu ayuda, princesa.- le comentó el chico, intentando no sonar desagradecido. De verdad que no quería ayuda de nadie.

Ante la negativa del rubio, la chica simplemente miró al suelo y sonrió. Tenía razón, quizás estaba siendo una impertinente a querer ofrecerle algo a una persona totalmente extraña, además de estar levemente drogado. Pero ella no veía su apariencia algo desordenada, su mejilla lastimada, sus ojos rojos o incluso su leve aroma a tabaco… ella sabía que aquel muchacho estaba realmente lastimado por dentro.

-Insisto.- comentó la chica, sonando firme pero sin levantar la mirada.

Link la miró a sus ojos, buscando algún indicio de burla. Parecía una chica realmente dulce y compasiva. Pero él no quería recibir ayuda de nadie, porque simplemente Link había creado una especie de muralla para que nadie se metiera con sus sentimientos y su corazón… sin embargo, se topó con esta chica que se empeñaba por ayudarle, aunque sea un poquito. No tenía de otra.

-Está bien, princesa… aceptaré su invitación.- comentó, medio sonriendo y metiendo las manos en sus bolsillos. Lanzó un sonoro suspiro.

-Es por aquí, vamos.- le dijo la castaña indicando que lo siguiera.


El lugar al que llegaron era un pequeño local donde servían especialmente café. La primera en entrar fue la chica, acompañada del rubio quien no dejaba de mirar el suelo.

Por dentro era muy bonito, con un par de mesas redondas y una barra. Las paredes estaban pintadas de amarillo, y era iluminado con lámparas de techo, dándole al lugar un toque sencillo pero acogedor. El ambiente era acompañado por música instrumental, como la que se escuchaba dentro de los ascensores, y había solo un par de personas compartiendo una taza de té mientras conversaban. Link paseó su mirada por el pequeño local y sonrió. Nunca había estado allí y sin embargo, le agradaba.

-Siéntate en algún lugar mientras yo pido, ¿te parece?- Link asintió con la cabeza ante la pregunta. -¿Algo en especial?- volvió a preguntar.

-El café me gusta amargo…- comentó Link.

-Bien. No tardaré.- le dijo la chica y se acercó a la caja.

Link se acercó a una mesa que se ubicaba al lado de la ventana. Se quitó la chaqueta y la puso en el respaldo de la silla, para luego sentarse y mirar por la ventana. Nadie estaba fuera a estas horas… salvo la pareja que se encontraba al fondo, los empleados del local… y aquella extraña chica. Desvió su mirada hacia donde estaba la castaña. Nunca la había visto antes, quizás era nueva en la ciudad o simplemente no se había topado con ella. Pero su apariencia lo encantó completamente… fue, como ya lo había pensado, un angelito caído del cielo.

La vio de espaldas. Sonrió con algo de picardía. Admitía que tenía un bonito trasero, firme y redondito. Inmediatamente se dio un golpe en la cabeza contra la mesa, sacando esas ideas estúpidas.

No tardó más de un par de minutos, y la chica se acercaba con una bandeja en sus manos, la cual portaba dos vasos de cartón con su respectiva tapa y dos pastelillos. La dejó sobre la mesa y se sentó en la silla del frente.

-Este es el tuyo.- le indicó. –Sin azúcar ni sacarina… y grano tostado a medio punto.- sonrió y procedió a beberse el suyo.

Tomó el vaso en sus manos y bebió un poco del cálido y amargo líquido, el cual al pasar por su garganta hizo que entrara un poco en calor y olvidara la tristeza por un instante. Inspiró el suave aroma a café y suspiró.

-¿Mejor?- preguntó la chica.

Link simplemente asintió con la cabeza. La muchacha al ver eso, sonrió enternecida… se alegraba poder ayudar a otros.

-¿Y tú que pediste?- preguntó, intentando romper el silencio incomodo que se había formado.

-Pues… un moka.- comentó, sonriendo. –Es mi favorito.

Pasaron los minutos y solo se comentaban pequeñas cosas. Link terminó de beberse su café y sacó su teléfono del bolsillo… ya casi serían las 4 am y se percató que en su WhatsApp tenía varios mensajes… chasqueó la lengua.

-¿Algún problema?- preguntó la castaña, viendo su mueca de desagrado.

-Si… mi ex novia que es una molesta de mierda. De seguro debe estar ebria y no deja de escribirme.- le comentó, aparentemente molesto y guardando de vuelta su teléfono. –Y mi madre, quiere saber dónde estoy…- suspiró, echando la cabeza hacia atrás.

-Hmm…- bebió de su vaso. –Puedo deducir que tú y tú madre no se llevan bien…- comentó, apoyando su cabeza sobre su mano y con la otra, apartaba un mechón, dejándolo tras su oreja.

-¿Bromeas? Es peor que eso… si es casi como si no nos conociéramos… como si no ella estuviese allí.- comentó, sintiendo un nudo en la garganta. –Pero, sinceramente, no quiero hablar más del tema… y además, tampoco quiero abrumarte con mis problemas…- dijo Link, mientras cerraba sus ojos.

La castaña se sintió mal por él. Es cierto que no se conocían, más allá que simplemente compartir un café y saber que este chico tenía serios problemas con su familia y quizás, con las drogas.

-Mi sueño es estudiar psicología… así que suelo escuchar los problemas de mis… bueno, conocidos.- dijo, mientras le daba un mordisco a su pastelillo. –Y no me molesta…

-Pero eso… a largo plazo puede ser un poco… agobiante.- comentó, con un dejo de melancolía.

-Tal vez… pero vale la pena.- comentó y se levantó de la silla. –Pediré un taxi a casa… ¿vives muy lejos?

-Eh… no, solo vivo a unas cuadras de aquí.- dijo, mientras la veía levantarse.

-Cuídate, ¿sí?- le dijo con una sonrisa.

El chico la siguió con la mirada, dirigiéndose a la puerta del local. Por un instante, decidió dejar que se vaya… eso simplemente había sido un acto caritativo. Pero, el problema era que Link por primera vez en muchos años, sintió que alguien se preocupaba por él. No podía dejar ir una persona asi…

Como si tuviese un resorte en el trasero, se levantó de la silla y tomó su chaqueta. Salió del local, no sin antes agradecer y despedirse de la chica de la caja. Vio en todas direcciones, hasta que dio con la castaña, esperando en la parada de taxi de la esquina.

-¡Espera!- le gritó, corriendo hacia ella.

La castaña miró en dirección de donde vino ese grito y se dio cuenta de que era el chico triste. Una vez estuvo frente a ella, jadeo un instante.

-¿Qué sucede?- preguntó la castaña, mirándolo a los ojos.

-No me has dicho tu nombre…- le comentó Link, con un leve sonrojo en sus mejillas.

-Oh… mis disculpas.- comentó sonriendo tímidamente. –Mi nombre es Zelda.

-Zelda…

-Ajá. ¿Y tú?

-Soy… soy Link.

-Un placer conocerte, Link.

La chica se quitó su pequeña mochila, de los cuales extrajo una pequeña libreta con un hada estampada en ella y un bolígrafo. Anotó algo en ella y quitó una de las hojas, para luego dársela al chico.

El rubio la miró y no pudo evitar reprimir una pequeña sonrisa.

"Zelda, psicóloga las 24 horas del día, 7 días a la semana. Llame a este número y tendrá su café amargo en unos minutos"

Y debajo, el número de Zelda. El chico dobló el papelito y lo guardó en su bolsillo.

-Gracias…


Caminaba a su casa, con su hábito de poner las manos dentro de sus bolsillos. Sin duda la experiencia de hace unos momentos había sido extraña, en la cual una persona fue hospitalaria con él, y le conversó sin importar si se conocían o no.

-Definitivamente esta niña salió de una caja de sorpresas… - susurró, mirando el pequeño papel en el cual la chica le había dejado su número.


Zelda estaba sentada en el asiento trasero del vehículo, mirando su teléfono. Su madre hace unos minutos la había llamado, preguntándole donde estaba. Ella respondió que había visto a un amigo muy deprimido y lo ayudó en ese momento de baja tensión para él. De seguro se va a llevar un buen sermón cuando llegue a casa.

Con una de sus manos sujetó su pecho, mientras derramaba unas pequeñas lágrimas… años encerrada, internada en un hospital, le había impedido tener contacto con las demás personas.


Y por hoy, terminamos con esta dramática historia. De por si, con esta introducción ya nos dimos cuenta de que la historia es turbia... y se irá poniendo peor. Insisto que si tienen problemas o son sensibles, lease bajo su propio riesgo.

Muchas gracias por leer y nos vemos en el próximo capítulo.

Su servidora, Kata Potter, se despide.