Escuché los pasos del Señor Sesshomaru recorrer el pasillo lentamente, se trataba de un tenue sonido apenas perceptible para una persona que no se hubiera entrenado específicamente para percibirlo. Las luces de las velas se iban apagando a su paso, hasta que alcanzó la puerta de nuestra habitación, donde el amo permitió que una única luz permaneciera arrojando un tímido esbozo de claridad. Me conmovió que recordara que me daba demasiado miedo la oscuridad para poder dormir en completa ausencia de iluminación.
El Señor Sesshomaru deslizó el shoji para poder acceder al cuarto, y acto seguido lo cerró tras de sí. Yo apreté mis párpados con fuerza, avergonzada por el hecho de que había permanecido en vela varias horas simplemente esperando su regreso, rezando por que esa noche me tocara, que me poseyera. Sin embargo, y para mi decepción, mi esposo se tumbó a una distancia prudencial y de espaldas a mí, aparentemente con la única intención de descansar.
No sabía mucho sobre parejas ni intimidad, pero no terminaba de estar segura de que fuera normal que aún no hubiera tratado de acercarse a mí. Una parte de mi se sentía insegura sobre qué hacer al respecto, pero otra se encontraba parcialmente ofendida porque no me tratase como si fuera su esposa, tanto fuera como dentro del lecho. Abrí los ojos con decisión y posé mi mano sobre su cálida y ancha espalda, dando unos sueves toques con mis dedos para llamar su atención.
- - Señor Sesshomaru… -Su nombre salió de mis labios en un trémulo hilo de voz- ¿He hecho algo para molestarle? ¿No se encuentra usted cómodo con mi presencia? -Decidí optar por la diplomacia, e ir sondeando como se sentía antes de rogarle que me arrancara las ropas.
Pasaron unos segundos en silencio que se me antojaron eternos, durante los cuales sentía la ansiedad arremolinarse en mi estómago, como una masa de oscuras emociones. ¿Acaso pensaba hacerse el dormido para evitar hablar conmigo? ¿Tan repulsiva le parecía que se negaba a malgastar su saliva con…?
- - No has hecho nada que pueda molestarme, Rin. Simplemente, deseo descansar por hoy. -Respondió de forma tajante, cortando el silencio y la posibilidad de una conversación como un cuchillo afilado.
Era más que obvio que no tenía intención de darme la oportunidad de pedirle explicaciones, pero yo no pensaba volver a darme por vencida.
- - ¿Acaso no desea consumar su matrimonio conmigo? ¿Le desagrado como esposa, aunque no haya hecho nada para molestarle?
Sesshomaru exhaló un profundo suspiro y se volteó para mirarme, tomando la muñeca de mi mano que descansaba en su espalda, en un intento de que mi toque no se acercara más a él. Este hombre era incapaz de soportar que algo se escapara de su control.
- - ¿Acaso tú sí lo deseas? -Murmuró mirándome fijamente a los ojos.
Era la primera vez que se dirigía a mí con ese tono tan íntimo, por lo que no pude evitar que el rubor ascendiera a mis mejillas y dirigí mis ojos hacia su pecho, incapaz de sostener su penetrante mirada.
- - Señor Sesshomaru, es mi deber como esposa… -Balbuceé, incapaz de admitir en voz alta mi deseo por él.
- - No tienes que preocuparte, no requeriré de ti nada que pueda resultarte desagradable.
El amo alejó mi mano con suma suavidad, y sentí las lágrimas asomarse a mis ojos tan pronto como sentí su tacto desaparecer de mi muñeca. Antes de que tuviera tiempo de voltearse de nuevo, agarré con ambas manos la manga de su kimono y traté de contener el llanto.
- - Yo nunca he dicho que su contacto me resulte desagradable en absoluto. Le ruego que no decida cómo me siento al respecto sin tener en cuenta mis verdaderos sentimientos…
- - Rin, soy consciente de que a las mujeres no os agrada demasiado que los hombres invadan su espacio personal… -Una vez más, estaba tratando de evitar el tema, mientras trataba desesperadamente de retirar mis manos de sus ropas. - No tengo ninguna intención de…
Me sentía tan molesta por su constante diálogo lleno de condescendencia que decidí que tenía que callarlo, a cualquier precio. Nada de lo que estaba diciendo tenía nada que ver conmigo y lo que yo deseaba transmitirle, haciéndome desesperar y seguir acumulando ansiedad en mi estómago. Entre toda la espiral de emociones y pensamientos inconexos, la parte de mi cerebro que seguía teniendo el control de mis acciones decidió tomar el rostro de Sesshomaru entre mis manos y posar un veloz y castro beso sobre sus labios.
Al menos, había funcionado, parcialmente. Sesshomaru se había quedado mudo y me miraba desconcertado, casi parecía estar asustado porque algo se hubiera salido de sus cálculos a pesar de todas sus precauciones. Le había tocado sin su permiso, y ser consciente de eso me hacía sentir mucho más culpable que satisfecha por haber podido besarlo por primera vez.
- - L-lo lamento mucho, amo Sesshomaru… -Comencé a balbucear, inundada por la culpabilidad e incluso empezando a temer por haber destruido mis posibilidades de que mi amor fuera correspondido- Lo cierto es que me cuesta contener mis sentimientos por usted, llevo mucho tiempo observándole y… Le amo. No tengo más excusa, simplemente de gustaría que usted pudiera llegar a amarme la misma manera algún día…
No había planeado decir nada de eso, pero la confesión que me asfixiaba y oprimía el pecho cada minuto que pasaba a su lado ganó la batalla, y había escapado de mi garganta de forma desordenada, sin filtro y casi en forma de ruego. En el fondo, no me importaba que no me correspondiera en ese momento, pero necesitaba que me diera una oportunidad de demostrarle mi incondicional devoción.
El Señor Sesshomaru pareció tensarse un poco, y se incorporó sobre sus codos, de nuevo poniendo algo más de espacio entre nosotros. Impulsada como un resorte, me puse de rodillas y agaché mi rostro hasta rozar el suelo, con las manos aprisionadas entre mi estómago y mis muslos. Me sentía incapaz de enfrentar su mirada tras lo que había hecho, pero necesitaba que fuera comprensivo y perdonara mis impulsivas acciones. No tenía palabras para expresar lo mucho que sentía haberle ofendido.
- - Por favor, le ruego que me perdone. Sé que no tengo excusa…
- - ¿Estás segura de que quieres entregarle tu corazón a alguien como yo? -Me interrumpió abruptamente.
Alcé la vista, incrédula. Sesshomaru me miraba con una expresión tensa, pero sus ojos brillaban en la oscuridad, dejándome entrever algún tipo de emoción contenida. Me obligué a mantenerle la mirada mientras contestaba:
- - Le amo con todo mi ser. Por supuesto que estoy segura.
Sus ojos dorados parecieron alargarse, y sus pupilas se dilataron sutilmente. En un veloz movimiento, mi esposo tomó sus manos entre las suyas con firmeza y con su rostro a medio palmo del mío, susurró con voz ronca:
- - Con una condición, Rin: no puedes voltear a mirarme en ningún momento, ¿entendido?
Sin darme tiempo a contestar, fundió nuestras bocas en un apasionado beso. No estaba segura de cómo seguir los movimientos de su lengua, que me producían deliciosos escalofríos a lo largo de mi columna. Cuando nuestros labios se separaron, me di cuenta de que me encontraba sin aliento y que había cerrado los ojos cuando me besó. En el preciso instante en el que empecé a abrir los ojos para mirar su rostro, Sesshomaru me tomó de los hombros y me colocó de espaldas a él. No terminaba de comprender del todo su necesidad de que no le mirase, ¿se trataba acaso de otra de sus manías para mantener el control de la situación?
De cualquier manera, mi atención quedó inmediatamente desviada a mi cintura, que se vio aprisionada por sus brazos, firmes y robustos. Alcanzó mi mejilla con su mano izquierda y dejó que sus dedos me acariciaran el rostro con suavidad mientras posaba un dulce beso en mi coronilla. Apenas podía creer estar recibiendo ese tipo de atenciones de parte de mi esposo, por lo que yo misma me pellizqué el brazo, para asegurarme de que no se trataba de un sueño.
En ese momento noté sus dientes en mi cuello, mordiendo con una presión moderada la sensible zona, lo que me hizo exhalar un gemido, acompañado de un escalofrío de placer que me ahuyentó el miedo de que todo aquella pudiera ser un sueño. Sesshomaru siguió posando besos y pequeños mordiscos desde debajo de mi oreja hasta la base del cuello, por lo que me llevé las manos a la boca para poder reprimir mis gemidos, ya que me producía pudor el no reconocer mi propia voz teñida de placer.
Las grandes manos del amo envolvieron las mías para retirarlas de mi rostro y las posó sobre mis muslos. Acto seguido, deshizo el nudo de mi obi mientras dejaba uno de mis hombros al descubierto retirando la tela con sus dientes.
- - Me avergüenza que escuche mi voz de esta manera, señor… -Supliqué, girando levemente la cabeza hacia atrás para mirarle de reojo.
Sin perder un segundo, bloqueó mis movimientos y colocó mi vista hacia el frente de nuevo.
- - Sin mirar atrás, Rin. -Me ordenó con severidad, aunque pude notar una leve nota de ternura en el tono de su voz- Respecto a tu voz, ¿acaso tendría sentido acallar los gemidos de la mujer a la que intento complacer? ¿O acaso piensas detallarme las cosas que te gusta que haga? -Pronunció esta última pregunta se encontraba teñida de una picardía que desconocía en él hasta ese momento.
Pero tenía razón, prefería comunicar lo que me gustaba a través de esos sonidos antes que tener que pronunciar palabras que me provocasen aún más pudor. Sesshomaru entendió mi silencio como conformidad, por lo que siguió con su labor de trazar un recorrido de besos y mordiscos desde la base del cuello hasta mi hombro, comenzando a descender por mi brazo.
Entre los escalofríos de placer, no podía evitar sentir curiosidad sobre la expresión que tendría su rostro mientras llevaba a cabo esta acción. Ardía en deseos de mirarlo, pero me contuve esta vez, ya que no deseaba que pudiera molestarse y detenerse abruptamente.
Fui consciente en ese momento de que, al haber deslizado el lado derecho de mi kimono en la misma dirección de mi brazo, me encontraba medio desnuda y con uno de mis pechos expuestos al aire de la noche, que no se me antojaba frío en absoluto gracias a la creciente excitación que estaba comenzando a instalarse en mi vientre.
Sin embargo, al no estar acostumbrada a mi propia desnudez, sentí el impulso de tratar de cubrirme, ante lo que mi esposo decidió abrir del todo mis ropajes y dejar mi torso completamente expuesto de cintura para arriba.
Cerré los ojos, muerta de vergüenza, y busqué sus manos a tientas sobre mis muslos y tras de mi sin resultado. Necesitaba a aferrarme a algo, pero me encontré con una parte de su cuerpo a la que no me había enfrentado nunca antes, oculta bajo los ropajes de mi esposo, pero que parecía pujar por ser liberada. Retiré las manos de inmediato, sorprendida y avergonzada a partes iguales.
- - Rin, ¿deseas tocarme? -Su voz acarició mi oído, grave y expectante.
Tragué saliva. ¿Quería? Lo cierto es que me producía una considerable cantidad de inseguridad y desconcierto. Aunque mirándolo desde otro punto de vista, era posible que centrarme en su cuerpo en lugar de en el mío podría ser una buena forma de distraerme de mi pecho, descubierto y accesible.
- - No… sabría cómo complacerle, señor.
- - Si eso es todo lo que te preocupa, puedo enseñarte cómo hacerlo.
Tragué saliva y asentí. Sentía curiosidad por el cuerpo de del señor Sesshomaru, en parte, y me preguntaba si yo también podría provocarle los mismos escalofríos que había sentido bajo sus caricias.
- - No abras los ojos. -Me espetó.
Volví a asentir con la cabeza, y noté cómo tiraba de mi obi, para colocarlo frente a mis ojos y anudarlo tras mi cabeza. Quizás porque aún no confiaba lo suficiente en mi o como medida de seguridad adicional, lo cierto es que me inquietaba el hecho de ser privada de la vista por completo. Por lo tanto, extendí los brazos en busca de contacto, necesita corroborar que no estaba sola en mitad de esa oscuridad.
- - No tengas miedo, sigo aquí. -Anunció, y su voz no sonaba muy lejos, lo cual resultaba tranquilizador.
Escuché con atención cómo se ponía en pie, así como el sonido de la tela deslizándose por su piel y cayendo al suelo. Tan pronto como lo escuché arrodillarse frente a mí, alcé mi rostro en su dirección y le rogué:
- - Deme la mano, por favor.
No tardó en concederme mi petición. Entrelazó sus dedos con los míos y se llevó una mano al pecho, permitiéndome sentir el tacto suave de su piel y la calidez que emanaba su cuerpo.
- - Estoy aquí.
- - ¿Está seguro que puedo… tocarle?
Me pareció escuchar que se le escapaba una risa.
- - Eres mi esposa, Rin.
No me dio más explicaciones, por lo que supuse que me estaba dando su consentimiento. A pesar de eso, llevaba tanto tiempo rehuyendo mi cercanía física que sentía cierto reparo ante el hecho de saltarme todos sus límites previos. Apoyé las manos a la altura de su clavícula y comencé a explorar. Ascendí hacia sus hombros, y pude notar cómo mantenía su kimono apoyado sobre los mismos, no se había deshecho de toda la ropa. Comencé a descender hacia sus pectorales y sus costillas, fascinada con el tacto de seda bajo mis dedos, deleitándome con su olor, al cual era más sensible gracias a permanecer privada del sentido de la vista.
Estaba tan centrada en mis propias sensaciones que me di cuenta de que no había prestado atención a las suyas. ¿Habría notado escalofríos? ¿Habría emitido algún sonido ante mi tacto y no me había percatado de ello siquiera? Tenía que arreglarlo, realmente quería complacer a mi amo y señor, por lo que seguí descendiendo hasta toparme de nuevo con esa parte de su cuerpo que me resultaba tan misteriosa y desconocida.
Sesshomaru se estremeció tan pronto como mis manos entraron en contacto con esa zona, pero no emitió sonido alguno. ¿Podría haberle hecho daño? No estaba segura de qué tenia que hacer en ese momento…
- - S-Señor… -Musité, tratando de contener mis nervios- ¿Podría enseñarme c-cómo…?
Mi esposo posó sus manos sobre las mías, y me guió en un movimiento de arriba a abajo, que repitió hasta tres veces.
- - Así. -Murmuró- ¿Puedes intentarlo?
Tomé su miembro con ambas manos, sintiendo cómo palpitaba mientras trataba de imitar lo que acababa de aprender, suavemente, con cuidado.
- - Más fuerte.
Apreté levemente mi agarre, pero teniendo aún cuidado de no causarte ningún daño ni molestia en su zona íntima.
- - No temas lastimarme, Rin. Hazlo más fuerte… y más rápido.
Me di cuenta en ese momento de que no quería una caricia superficial, como las que me había proporcionado a mí. Me preguntaba si realmente eso lo haría disfrutar, pero ya que me lo estaba ordenando, tendría que probarlo al menos. Aumenté la presión y comencé un movimiento rítmico con una de manos, ya que resultaba complicado tomar su miembro con las dos simultáneamente para realizar lo que me pedía. Al principio, no parecía obtener reacción por su parte, pero si prestaba atención podía notar que su respiración se había vuelto más agitada, aunque no estaba segura de si era buena señal o no, por lo que comencé a disminuir la intensidad.
- - No. -Jadeó- No pares, sigue así.
Sus palabras me dieron la confirmación que necesitaba. De ese modo, decidí seguir sus instrucciones durante unos segundos más, e incluso llegué a perder el miedo a lastimarle, por lo que comencé a maniobrar con mayor libertad. De repente, emitió un sonido que se me antojó celestial. Si mi imaginación no me había jugado una mala pasada, mi esposo acababa de dejar escapar un bajo y sensual gemido cargado de placer.
Sentí una descarga eléctrica de euforia, excitación que se acumulada en mi vientre, a la par que la vergüenza volvió a instalarse en mi cabeza, por lo que me detuve en seco. Mi siguiente impulso fue echarme en sus brazos, rodear su cuerpo y hundir mi rostro en su cuello.
Me sentía profundamente avergonzada en el mismísimo segundo que me paraba a pensar y analizar lo que estaba haciendo. Estaba abrazando a mi marido prácticamente desnuda, y además había estado tocando su miembro… Ni en mis sueños había sido capaz de llagar tan lejos, por lo que realmente me sentía perdida y algo confusa. Aunque no por eso dejaba de estar excitada y deseosa que de volviera a tocarme.
- - ¿Así es como le gusta, mi señor? -Necesitaba confirmación por su parte de que lo estaba haciendo todo bien.
Sentí cómo enredaba sus dedos en mi cabello y lo acariciaba lentamente, mientras plantaba un beso en mi sien.
- - Sí, me gusta de esa manera.
- - ¿Puedo besarle, amo? Quiero volver a besarle.
- - No tienes que pedir permiso para todo, Rin.
Aún no entendía del todo lo límites del contacto físico con él, pero me sentía más tranquila sabiendo que no le molestaban mis besos, por lo que procedí a posar mis labios sobre los suyos. Lo besé una y otra vez delicadamente, sin descanso. Sesshomaru deslizó sus manos hasta mi espalda y se dejó hacer, aunque me dio la sensación de que sus uñas sobre mi piel desnuda eran más largas y puntiagudas de lo que recordaba.
Aunque aún me consideraba una inexperta, traté de introducir mi lengua en su boca, y él cedió. En mitad del proceso de ese apasionado beso, sentía la presión de unos prominentes caninos contra mis labios, pero seguramente se debía a que no estaba acostumbrada a los besos todavía.
Me separé un instante de él para retomar aire y noté el obi que se escurría por si rostro hasta descansar sobre mi nariz. De forma instintiva, abrí los ojos y le miré.
En una fracción de segundo me encontraba tumbada contra el suelo boca abajo. No había tenido tiempo de que mis ojos se acostumbrasen de nuevo a la penumbra del cuarto, por lo que no había visto nada, pero mi amado parecía muy nervioso.
- - Te he dicho que no puedes mirarme, Rin. -Me recordó con severidad.
- - Lo lamento, Señor Sesshomaru, no ha sido mi intención en ningún momento desobedecer sus órdenes. Le ruego que no se enfade, le prometo que ha sido de forma accidental.
Mientras trataba de justificarme, Sesshomaru permaneció en silencio, sopesando sus opciones. Finalmente, habló con tono decidido:
- - Permanece dándome la espalda. Apóyate sobre tus brazos y piernas.
Me incorporé sobre las palmas de mis manos y mis rodillas, aunque no podía separar demasiado mis miembros inferiores dado que esa sección de mis ropajes seguía asegurada por un cordón. Mi esposo pareció notar esto, por lo que se apresuró a rodear mi cuerpo con sus brazos, en busca de deshacer el lazo que impendía que estuviera desnuda por completo. Durante este proceso, podía notar su creciente miembro palpitar sobre mi trasero, lo que no hacía nada más que aumentar mi deseo.
Con suma delicadeza, Sesshomaru terminó de desnudarme y echó mis los pedazos de tela que estorbaban a un lado. Cerré las piernas, sintiéndome demasiado vulnerable, pues estaba a punto de enseñarle todas las partes de mi cuerpo que nadie conocía, ya que ni siquiera yo misma las había explorado en exceso. Sentí que se desplazaba hasta mi costado y posaba sus manos sobre mi espalda. Sus dedos marcaron un recorrido desde mi columna hasta mis costillas, para acabar rozando mis pechos, que colgaban de forma muy poco atractiva debido a la posición en la que me encontraba, pero no me atrevía a moverme.
Después, inició un recorrido descendente sobre mi estómago, acarició mis caderas y muslos, y sentí cómo se me paraba la respiración cuando noté que alcanzaba mis glúteos con sus dedos. Apenas pude contener un gemido cuando me plantó un tierno mordisco en el muslo. El corazón me latía con fuerza, y sentía una extraña sensación entre mis piernas de la que no sabía cómo deshacerme.
- - S-señor Sesshomaru, por favor, no mire ahí… -Le pedí con mejillas encendidas, sentía demasiado calor y pudor.
Sentí cómo dejaba caer su cabeza sobre mis zona lumbar.
- - No estoy mirando. -Prometió.
Sabía que desde ahí no podía ver lo más profundo de mi ser, pero el roce de su larga cabellera albina sobre mis piernas me despertaba aún más nuevas sensaciones, por lo que no lograba calmar mis desbocados latidos.
Sin previo aviso, los dedos de mi esposo alcanzaron la sensible zona de mi cuerpo que se encargaba de acumular toda mi excitación, y jadeé de forma inmediata al contacto. Recorrió lentamente cada uno de mis pliegues, sintiendo cada centímetro de mí, y comenzó a juguetear con una diminuta porción de piel que parecía conectar directamente con el centro de mi placer. En este punto, era incapaz de controlar mis jadeos y los gemidos escapaban de mi garganta sin control, se sentía como la tortura más deliciosa del mundo.
- - Rin. -Me llamó, mientras posaba la mano que tenía libre entre mis omóplatos. – Relaja tu cuerpo.
Estaba tan perdida en mi propio placer que apenas había sido consciente de la tensión que estaba acumulando la parte superior de mi cuerpo por mantenerme erguida. Entonces me dejé caer con cuidado sobre mis codos, y lentamente, apoyé la cabeza sobre el tatami. Me disponía a dejar caer el resto de mi cuerpo conmigo, pero en ese momento Sesshomaru me colocó tras de mí y agarró mis muslos con ambas manos. Sin duda, la curiosidad y la excitación ganaron a la vergüenza en esta ocasión, por lo respiré profundamente, expectante.
Mi esposo hundió su cabeza entre mis muslos y sentí su boca cubrir mi intimidad. Gemí, no sin sentirme algo sobresaltada por su brusquedad. Estaba acostumbrada a un Sesshomaru calmado, pensativo y calculador. Costaba siquiera pensar que estaba actuando por puro instinto. Pero su ávida lengua no parecía seguir ningún patrón concreto, sino que se movía guiada por mis incontrolables gemidos. Comencé a retorcerse y apretar los puños, incapaz de contener el placer que hacía temblar todo mi cuerpo.
Tan súbitamente como había comenzado, Sesshomaru me dio un último lametón antes de separarse unos centímetros. Aún podía sentir su aliento sobre mi piel, cuando introdujo uno de sus largos y finos dedos en mi interior. A pesar de tratarse de otra sensación nueva, no me sobresalté esta vez. Ardía en deseos de que continuase y hiciera con mi cuerpo aquello que le complaciese, ya para ese momento ya estaba segura de que me haría temblar de placer.
Otro dedo se unió al anterior dentro de mí. Necesitaba mucho más. En un movimiento desesperado en busca del goce de la carne, sacudí mis caderas, disfrutando de la dulce tortura que me hacía experimentar su contacto.
- - Veo que ya estás lista, Rin.
Retiró sus dedos de mi intimidad y sujetó mis caderas con firmeza. ¿Podía ser que estuviese tan impaciente como yo porque nos volviéramos uno? El hecho de que colocara inmediatamente su miembro en mi entrada me confirmó que no debía estar equivocada. Sabía que lo normal en esta situación sería sentirse algo intranquila, asustada incluso por el dolor del que tanto había escuchado hablar, pero no podía importarte menos. Confiaba en el Señor Sesshomaru.
Y él comenzó a introducirse muy poco a poco, permitiéndome gozar de cada centímetro de mi que iba llenando. No había ni rastro de dolor, aunque sí comencé a alzar el tono de mi voz con cada gemido. Necesitaba más y más, por lo que elevé mis caderas hacia él. Sesshomaru clavó sus uñas en mis caderas y comenzó a penetrarme una y otra vez, cada estocada siendo más profunda que la anterior.
Yo había comenzado a gritar de puro placer ante sus salvajes embestidas. Traté de morderme el labio o cubrirme el rostro con las manos, pero me resultaba completamente imposible acallar mis escandalosos gemidos. A mis espaldas, él también estaba jadeando y gimiendo en voz baja, perdido en el goce del momento. Todo el placer comenzó a escalar cada vez más rápido, con el ritmo de su vaivén, sentía que estaba a punto de irme.
En ese momento, Sesshomaru dio una estocada final acompañada de un hermoso gemido que le hizo estremecerse mientras se inclinaba sobre mí, tomando mi cintura entre sus manos mientras salía de mi interior. Yo aún sentía la llama de la excitación en mi bajo vientre, pero en ese momento me sentía más intrigada por la cara de placer de mi esposo, la cual aún no había podido contemplar.
Sabía que me lo había prohibido expresamente, pero solamente quería tener un esbozo de su expresión en mi mente. Además, pensé que no se daría cuenta, teniendo en cuenta que se estaba recuperando de un intenso orgasmo. Aún sentía su cuerpo temblando levemente, y su agitada respiración sobre mí.
Giré disimuladamente mi cuello y traté de observar su rostro a hurtadillas. Sin embargo, vislumbré unos tonos violáceos similares a los de un moratón alrededor de su rostro que me alarmaron, por lo que contorsioné todo mi cuerpo para poder mirarle de frente.
Él abrió sus ojos de puro desconcierto al descubrirme, y se quedó congelado, aflojando el agarre sobre mi cintura, lo que permitió que girase sobre mí misma y pudiera apoyar el trasero sobre el tatami.
Sesshomaru se veía mucho más distinto de lo que esperaba. Tenía sus ojos clavados en mi con una expresión de horror, las pupilas teñidas de un color azul pálido, sobre un fondo carmesí. Sus facciones se habían alargado en general: sus orejas eran puntiagudas y apuntaban hacia el techo, sus ojos tenían una forma más afilada y, por encima de todo, asomaban unos inhumanos colmillos de la comisura de sus labios. Me percaté también de que tenía varias marcas púrpuras cruzando sus mejillas, y otra en forma de luna sobre la frente.
De repente, todo parecía cobrar sentido. El motivo de que un joven como él tuviera el cabello blanco y su tono de piel pálido no se debían a ningún tipo de enfermedad, como me habían hecho creer, sino que tenía delante a…
- - Un… demonio… -Balbuceé, atónita.
Mi esposo se retiró de encima de mí y tomó su kimono del suelo, apoyado sobre sus talones y rodillas, apresurándose a cubrirse el cuerpo. Acto seguido, me miró con cautela.
- - ¿Vas a… gritar ahora? -Me inquirió, mientras sus ojos volvían a su color habitual, y sus iris se tornaban dorados de nuevo.
Me fijé en ese momento que la mano que trataba de mantener sus ropas cubriendo su cuerpo poseía unas afiladas garras, que además habían dejado arañazos en mis caderas y cintura. Me impresionaba haber estado tan concentrada en el placer que no me hubiera percatado del dolor en ningún momento.
Volví a mirarle a los ojos, que no se despegaban de mí, y noté su postura tensa, a la defensiva, como un animal a punto de saltar ante un inminente peligro. Tragué saliva y traté de incorporarme despacio, sin movimientos bruscos y manteniendo el contacto visual con él.
Finalmente, conseguí sentarme de rodillas frente a él, que seguía petrificado sin mover un solo músculo.
- - No tengo ningún motivo para estar asustada, Señor Sesshomaru.
Parpadeó, perplejo.
- ¿Acaso no eres consciente de lo que acabas de acceder a hacer con…? -carraspeó- Que te encuentras casada con un demonio. ¿No te parece motivo suficiente para gritar por ayuda?
Estiré mi brazo lentamente para acariciar las marcas sobre su mejilla, pero él comenzó a emitir un gruñido de advertencia que me hizo detenerme, mostrándome sus amenazadoras fauces.
- - El que parece asustado aquí es usted, mi señor.
Sesshomaru trató de relajar su expresión, suspiró profundamente y trató de mantener sus colmillos ocultos en su boca. En ese momento, se obligó a dejar de proteger su torso con sus brazos. Se dejó caer sobre su cadera en el suelo y me dedicó una mirada de lado.
- - No podría tener más certeza de que es imposible que tú me causes ningún daño, esposa mía. -Ya estaba desviando el tema de nuevo -No se puede decir lo mismo en tu caso. -Inquirió, acusadoramente.
- - Pero yo no estoy a la defensiva. -Completamente desnuda como estaba, abrí los brazos hacia mis costados, mostrando absoluta vulnerabilidad- Usted sigue siento el Señor Sesshomaru, ¿verdad?
Bufó, y apartó la mirada de mí.
- - Te aseguro que no me parezco en lo más mínimo a la persona digna de devoción que ves en mí, porque ni siquiera soy un ser humano, en primer lugar.
Su tono de voz era frío, melancólico y cargado de tristeza. Me preguntaba si los demonios eran incapaces de exteriorizar algunas emociones.
- - Sea usted un humano o no, sigue siendo mi Señor Sesshomaru, ¿verdad? Esto no cambia nada. -Le insistí, buscando tomar su mano.
Él cerró los puños y se volvió para mirarme, con los ojos inyectados en sangre de nuevo.
- - ¿Es que acaso no lo entiendes? Soy un monstruo que devora a los de tu especie, podría acabar contigo ahora mismo.
¿Por qué parecía tan desesperado por apartarme de su lado? Me invadió una profunda tristeza y temor a que pudiera rechazarme o abandonarme, ya que se trataba de mi primer y único amor. Desde la primera vez que le vi, había soñado con que cruzáramos siquiera una palabra, con que me dedicara una sonrisa o simplemente que se percatara de mi existencia. Y aunque no fuera todo como esperaba, no me importaba si el ser al que amaba se trataba de un humano o no.
- - No… no me da miedo pensar que pueda matarme con facilidad, señor. -Sollocé, tratando de contener mis lágrimas- Me aterra muchísimo más pensar que usted se pueda sentir arrepentido de haberse casado conmigo, o que no quiera volver a verme nunca más…
Rompí en llanto, incapaz de pronunciar una sola palabra más, y me cubrí el rostro con las manos. Sentí cómo Sesshomaru colocaba una pesada tela sobre mis hombros y trataba de cubrir mi cuerpo, que estaba comenzando a enfriarse con el gélido aire de la noche. Entonces me prestó su hombro para que pudiera seguir llorando sobre él.
No intercambiamos ninguna palabra más aquella noche.
