DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son propiedad intelectual de Rumiko Takahashi. La obra es mía, escrita sólo con el fin de entretener – a ustedes y a mí. Sin fines de lucro.


Open 24/7 —

— Secretos desvelándose —


—Muchas gracias por su preferencia, vuelva pronto.

—Por supuesto, bombón —el cliente de quien se acababa de despedir le guiñó un ojo antes de alejarse hacia la salida, causando que Sango frunciera todo el rostro, pero no alcanzara a hacer nada más que lanzarle una mirada asesina.

—Ah, hay quienes no saben comportarse con las mujeres.

Ella miró de reojo y con escepticismo a su compañero, quien le dirigió una sonrisa algo astuta, logrando que ella arrugara aún más las cejas.

—Oh, como si tú nunca te hubieses pasado de la raya…

—Bueno… digamos que hay que saber con quién hacerlo —Miroku amplió su gesto, causando que la castaña entornara los ojos antes de seguir con lo suyo.

—Había olvidado que eres un experto en el tema —comentó mientras anotaba la venta que acababa de realizar para luego comenzar a cuadrar la caja antes del cambio de turno.

—No diría taaaan experto, pero algo sé…

Sango terminó negando con la cabeza e indicándole con un gesto que mejor volviera a la sección de papelería, estaba segura de que había escuchado a Jaken acercándose y no quería que los regañara por estar perdiendo el tiempo. Sin embargo, esbozó una sonrisa cuando el muchacho se dio la vuelta, pues le alegraba verlo más relajado, sentía que el Miroku que había conocido al principio comenzaba a volver, lo que ayudaba a que fuesen acercándose poco a poco, pues ahora el ojiazul no andaba tan ensimismado y eso era un alivio.

—Oye, Sango… ¿tienes algo que hacer hoy? —Kagome interrumpió su pequeña divagación, llamando su atención porque se veía algo ansiosa. —Podríamos almorzar juntas y luego, no sé… ¿estudiar para los exámenes?

La aludida observó a su amiga con extrañeza, porque por lo general solían programar sus tiempos con anticipación, en especial porque ella tenía mucho que hacer. Se sintió mal de darle una respuesta negativa, pero ya tenía planes.

—Kagome, lo siento, pero quedé de comer con Michio…

—Oh, está bien… debí avisarte antes —la azabache se mostró desanimada, aunque le sonrió de forma comprensiva antes de alejarse, pues acababa de llegar el siguiente turno.

Entregaron las novedades y, tras cambiarse ropa, se encontraron fuera del konbini, en donde InuYasha estaba junto a Kato en una de las mesas, esperándolas. Los saludaron y luego se despidieron de Miroku, quien se apresuró en irse pues tenía que llegar a una reunión en la empresa de los Taishō.

—¿Qué tal su día? —Preguntó animado el judoka en tanto ellas se sentaban a su lado. —¿Mucho trabajo?

—Bueno, yo diría que hay más movimiento con la llegada de la primavera —comentó Sango, soltando un suspiro —. Y no faltan quienes se las dan de galanes…

—Imbéciles —masculló InuYasha entre dientes —. Cómo si pudieran conseguir una cita o algo por el estilo…

—No, eso no funciona. Quizá si les ganaran en un torneo de artes marciales… —El otro varón sonrió de forma astuta, con lo que Sango se sonrojó levemente.

—¡Oye! Recuerda que también te he vencido —se defendió, cruzándose de brazos y fingiendo sentirse ofendida.

—Es cierto, creo que llevas ventaja en estos momentos… —Miró con complicidad a su novia, sacándole una sonrisa. —Entonces… ¿vamos?

—Ah… sí, supongo que sí… —Sango volvió a sentirse mal por no acompañar a Kagome, quien seguía mostrándose algo ansiosa. —Lo siento, Kagome… si quieres, podemos organizarnos otro día…

La otra universitaria le sonrió a su mirada de disculpa, intentando disimular su inquietud sin mucho éxito.

—Por supuesto, no hay problema. Disculpa, olvidé que estás mucho más ocupada que yo…

Kato las observó un par de segundos y luego se encogió de hombros, llamando la atención de la castaña ya que una sonrisa despreocupada cruzó su rostro antes de volver a hablar.

—Si quieres ir con Kagome-san, yo no tengo problema —dijo de forma tranquila —. Puedo aprovechar de estudiar para mi examen de cálculo, no quiero reprobar.

—P-Pero… ¿De verdad no te molesta…?

—Claro que no. Además, mañana tenemos nuestras clases por la tarde —le recordó, sin dejar de sonreír de forma relajada —. No es como si no fuésemos a vernos en mucho tiempo, así que si lo prefieres…

—Ah… pero Kato-senpai, no quiero causarles molestias… —La azabache enrojeció levemente, su intención no era entrometerse en los planes de la pareja. —Podemos organizarnos para otro día con Sango…

—Descuida, para mí no es ninguna molestia —ahora le sonrió a ella con calma —. Supongo que también tienen exámenes para los que estudiar…

La castaña también sonrió con algo de alivio, porque ella igual necesitaba una tarde de chicas y no se había dado el tiempo para eso. Le presionó la mano con cariño a su compañero, llamando su atención.

—Muchas gracias. Si quieres, mañana puedes ir a cenar a mi casa —le propuso, mirándolo con sincera gratitud.

—Me parece una excelente idea —respondió él, luego se puso de pie, mirando la hora en su móvil —. Bien, mejor me apresuro, así aprovechamos la tarde. ¿Vamos juntos a la estación?

—Claro, no hay problema —Kagome demostró su alegría, también poniéndose de pie antes de mirar a su novio y despedirse con un gesto —. Bueno, nos vemos mañana. Suerte en esa reunión.

—Sí, gracias. Vayan con cuidado —él imitó el gesto, despidiéndose de todos —. Adiós.

Los demás también se despidieron, dejando atrás a InuYasha para caminar hasta la estación Nogizaka, tomando el mismo tren, para separarse en la estación de Yushima, donde se bajaron ellas para ir hasta el departamento de la jūjutsuka. Una vez ahí, comenzaron a preparar el almuerzo, hablando más que nada sobre cosas de la universidad, hasta que estuvo listo y se sentaron a comer.

¡Itadakimasu! —Agradecieron ambas antes de servirse.

—Muchas gracias por tu cambio de planes, sé que no es sencillo que tengas tiempo, y bueno…

—Oh, descuida… la verdad, creo que también necesito una tarde de chicas —Sango interrumpió las palabras de su amiga, sonriéndole con algo de complicidad —. Así que no te disculpes.

—Está bien… aunque debería agradecerle también a Kato-senpai, no quería causarles ningún inconveniente —Kagome soltó un suspiro, a pesar de que se sentía ansiosa por hablar con su compañera, tampoco era su intención arruinar su salida.

—Bueno, creo que realmente no le molestó el cambio de planes —comentó Sango —. De hecho, es algo que me llama la atención…

—¿Por qué? ¿Pasó algo…?

—La verdad, no estoy segura. Michio siempre ha sido muy comprensivo, a veces siento que demasiado. No se molesta si pasamos menos tiempo juntos, ni siquiera reclama… No sé, agradezco que me dé mi espacio y no quiera acaparar todo mi tiempo, pero llega a parecer que no le interesa…

La azabache frunció el ceño algo confundida. Entendía el punto de su amiga, pero estaba segura de que el judoka sentía muchas cosas por ella y desinterés no era parte de la lista.

—¿Lo dices por algo en especial? Porque de verdad, yo creo que sólo es demasiado amable —lo pensó un segundo, intentando dar a entender su punto —. Como InuYasha, que puede parecer indiferente, pero en realidad está atento a los detalles, aunque no lo parezca…

—Lo que pasa es que hace poco le comenté que estaba pensando en dejar por un tiempo el jūjutsu, porque entre tantas cosas, ya no paso tanto tiempo con Kohaku y me preocupa que haya bajado sus calificaciones. Michio dijo que no le parecía buena idea, porque no quería que dejara de lado algo importante para mí, por lo que me propuso que organizáramos nuestro tiempo juntos de otra forma, para que pudiese enfocarme también en mis otras actividades.

—Vaya, además de comprensivo, parece que es muy maduro —Kagome mostró algo de sorpresa, no había imaginado que el novio de su compañera fuese así de considerado.

—Sí, puede ser… de todas formas, se siente tan extraño. Hoy tampoco hizo problema en cambiar de planes… ¿crees que se esté aburriendo de mí? Es decir, no es normal que sea así, ¿no?

—Oh, Sango… —Soltó un suspiro, recordando que la relación anterior de la castaña había sido completamente opuesta. —Entiendo que te sientas insegura, porque tu experiencia pasada es totalmente diferente: ese idiota quería controlar todo lo que hacías. En cambio, Kato-senpai es consciente de que no todo gira alrededor de él y te deja tener tu propia vida. No creo que se esté aburriendo, por el contrario: confía en ti y quiere lo mejor. Él mismo dijo que mañana darían su clase y aceptó tu invitación a cenar, ¿verdad?

—S-Sí, es cierto… Lo siento, es sólo que parece demasiado bueno para ser cierto… Ni siquiera tiene problemas, sólo algunas materias en la universidad que le son más difíciles —también suspiró, intentando quitarse esa sensación de que algo no estaba bien de encima —. A veces siento que no quiere contarme sus problemas para no agobiarme…

—Bueno, puede que sí y creo que es algo que deben conversar, no es sano que se guarde lo que le ocurre para no preocuparte —la miró con seriedad, porque eso sí era algo importante a su parecer —. Se supone que ambos deben confiar en el otro, también en buscar un apoyo y hablar sus problemas. Pero, sinceramente, dudo que ya no le intereses a Kato-senpai.

—Muchas gracias —Sango sonrió con alivio, porque el punto de vista de su amiga era mucho más objetivo y le ayudaba a sacarse un peso de encima —. Eres la mejor.

—No es nada, es normal que tengas algo de temor, pero sabes que aquí estoy, si me necesitas —ella le devolvió la sonrisa, feliz de poder ayudar a Sango —. Y bueno, hablando de novios…

—¿Pasó algo con InuYasha? —La castaña de inmediato se preocupó, observándola con atención.

—No… es decir, no con él. Hace unos días, fuimos a cenar con su padre, ¿recuerdas que te había dicho?

—Oh, sí, cómo olvidarlo —recordó lo nerviosa que estaba la azabache cuando le contó, pidiéndole algunos consejos —. Pero creí que había salido todo bien, por lo menos eso fue lo que dijo InuYasha…

—Claro, porque él está acostumbrado a eso, supongo —soltó un resoplido, sintiéndose algo frustrada porque sabía que tampoco era culpa del ambarino que la situación fuese así.

—Espera… ¿Acostumbrado a qué? ¿Qué fue lo que pasó?

—Nada malo… en sí, fue una cena tranquila, su padre fue muy amable y parecía realmente emocionado de compartir con nosotros. Además, InuYasha estuvo atento en caso de que me sintiera incómoda o si pasaba algo que me pudiera molestar —soltó un pesado suspiro, parecía que no tenía razones para quejarse —. Y, aun así… no pude evitar sentirme ajena a todo eso. El restaurante era muy elegante y costoso y, por si fuera poco, todo lo que hablaban InuYasha y su padre parecía mucho más interesante e importante que lo que yo tenía que decir…

—¿De verdad? No puedo imaginar a InuYasha comportándose de esa manera…

—No lo sé, no actuó tan diferente, pero se notaba que no era primera vez que iba a un lugar así. Además, ya sabes… una vida tan sencilla como la nuestra no puede compararse con la de un Taishō…

Sango también soltó un suspiro, entendía cuál era el dilema de su amiga, aunque no sabía cómo podía ayudarla más que diciéndole la verdad.

—Bueno, no es como si InuYasha hubiese elegido pertenecer a esa familia…

—Lo sé, él intenta alejarse lo más que puede de esa realidad, tanto que a veces olvido de donde viene. Sin embargo, esto fue como un directo recordatorio de la verdad, y aunque InuYasha se niegue a aceptarlo, no puede dejar de ser un Taishō y todo lo que eso conlleva…

—Es cierto, nadie puede borrar su pasado ni de donde viene —hizo una mueca, entendía cómo se sentía su compañera, ella también tenía una historia familiar complicada —. Pero sí podemos decidir qué es lo que hacemos con nuestro presente y las elecciones que tomamos. A InuYasha no le interesa si tú vienes o no de una familia importante o si sabes comportarte de acuerdo con esas normas. Él te conoce, a ti y a tu familia, y te quiere sin que tengas que aparentar nada. Tampoco se jacta de ser un Taishō, estoy segura de que se siente mucho más cómodo y es más feliz contigo que yendo a finos restaurantes o escuchando aburridas anécdotas de la vida de su padre.

Kagome esbozó una sonrisa, sus ojos brillando ante la seguridad con la que su amiga hablaba, porque ella también lo conocía y sabía que podía confiar en sus palabras.

—Supongo que tienes razón… Quizá esté haciendo una tormenta de nada con este tema…

—Es normal que la situación pueda incomodarte un poco, después de todo no hablamos de cualquier familia. Pero tampoco debes olvidar que se trata de InuYasha, quien prefiere quedarse trabajando en el konbini y hacer amistad con personas más sencillas en lugar de encerrarse en un círculo privilegiado.

—Es cierto —finalmente, mostró un sincero alivio en sus ojos —. Ni siquiera su personalidad encaja con ese estilo de vida —soltó una risita, recordando que su novio era demasiado cascarrabias como para soportar toda la etiqueta que requería ese mundo —. Muchas gracias, Sango. Le di vueltas todos estos días, necesitaba hablarlo.

—Para eso están las amigas —ella le devolvió el gesto agradecido —. Además, creo que ambas necesitábamos tener una conversación…

Se sonrieron con cariño y tranquilidad, porque era reconfortante contar con esa sincera y franca amistad, la comprensión que se tenían y la honestidad para hablar sin impedimentos sobre sus dilemas era el reflejo de la infinita confianza que habían construido en ese tiempo y que agradecían profundamente, porque sabían que era algo difícil de encontrar y lo valoraban con el corazón.


El silencio que había en esos momentos en la sala en la que se encontraban era bastante inusual, por lo menos para él, porque cada vez que había entrado en ese lugar, se encontraba rodeado de los socios y accionistas de la empresa. Si bien la mayoría tenía un comportamiento educado, había un par de personas que solían discutir con bastante insistencia por cualquier cosa, entre ellas Tokugawa Shishinki, quien tenía fama de ser alguien complicado.

Miró la pantalla de su portátil, observando la información que le había solicitado su superior y seleccionando los datos más importantes, mientras hacía nota mental de ahorrar para comprar una Tablet para que le fuese más cómodo en el trabajo.

—¡Miroku! Veo que llegaste temprano —Tōga hizo su aparición, observándolo con una sonrisa alegre —. ¿Hiciste el informe sobre el balance del mes pasado? Ikeda no alcanzó a terminarlo y la junta está fastidiando otra vez…

—Buenas tardes, Taishō-sama. Aquí está el informe —le entregó una carpeta, recibiendo un gesto de satisfacción por parte de su superior —. También tengo los datos que me solicitó sobre las inversiones del año pasado en materiales térmicos…

—Oh, cierto… casi lo había olvidado. Supongo que nuestros posibles futuros socios deben estar por llegar… —el mayor asintió levemente, mientras le echaba una mirada rápida a la carpeta y luego le hacía un gesto despreocupado. —Iré a dejarle esto a Kimura-san para que se lo haga llegar a Shishinki… a ver si así me deja respirar por un momento —hizo una mueca de fastidio antes de comenzar a caminar hacia la puerta —. Si llegan los Hidaka, los recibes por mí. No tardaré.

Salió de la sala, dejando a Miroku nuevamente solo. Él siguió revisando los datos que había recolectado para esa reunión, hasta que fue interrumpido por un par de golpes en la puerta y una de las recepcionistas de la empresa abrió para hacer pasar a quienes estaban esperando.

—Buenos días, Tsujitani-san, acaban de llegar los representantes de Thermic Hidaka —informó con una respetuosa reverencia.

—Muchas gracias, Satō-san —él imitó su gesto, tras lo cual ingresaron a la sala dos personas, a quienes saludó con educación —. Buenos días, mi nombre es Tsujitani Miroku y soy el asistente de Taishō-sama. En unos instantes, él estará con nosotros…

Levantó la vista para observar a los recién llegados, sorprendiéndose de ver a una ex compañera de secundaria junto a un hombre de mirada severa, de alrededor de 50 años que lo observó con seriedad.

—Buenos días, yo soy Hidaka Etsu y ella es mi hija, Kikyō —tanto el mayor como la joven hicieron una leve reverencia, aunque Miroku pudo ver una sutil sonrisa en el rostro de ella.

—Un gusto. ¿Desean servirse algo mientras esperamos?

El Hidaka mayor aceptó un capuccino y Kikyō, un té verde con matcha. Miroku se encargó de solicitar lo pedido, agregando otro capuccino para su superior y un café descafeinado para él, y mientras esperaban, apareció Tōga por la puerta, saludando animado a los visitantes antes de sentarse e iniciar la reunión, intercambiando algunas trivialidades personales en tanto se servían las bebidas calientes, para luego concentrarse de lleno a los negocios que querían comenzar juntos, que consistía en invertir en el desarrollo de nuevas telas térmicas, en vista del cambio climático y los fríos inviernos que podían azotar no sólo a Japón, sino también al resto del mundo, abriendo otra posibilidad de exportación.

Tras acordar las directrices del negocio que emprenderían juntos, los adultos volvieron a entablar una animada conversación un poco más personal y cercana, dejando de prestarles atención a los más jóvenes.

—Ha pasado mucho tiempo, Tsujitani-san —la muchacha se acercó a él, que en esos momentos revisaba sus anotaciones sobre lo que debía recordar de esa reunión en su computadora.

—Es verdad, Hidaka-san —le devolvió la sonrisa, cerrando su portátil antes de ponerse de pie para seguir la conversación —. Desde la secundaria, ¿no?

—Así es, son casi cuatro años —Kikyō asintió con algo que él percibió con melancolía —. Nunca esperé verlo aquí, ha sido una gran sorpresa.

—Bueno, siendo sincero, también me sorprendió verla. No recordaba que su familia era la propietaria de Thermic Hidaka

—Tampoco es algo que deba saber todo el mundo —la azabache le restó importancia al pequeño olvido de Miroku, esbozando una sonrisa tranquila —. Entonces, ¿es el asistente de Taishō-sama…?

—Sí, la verdad es que estoy haciendo mi práctica profesional aquí.

—Oh, vaya. Según recuerdo, no era tan sencillo que aceptaran a practicantes, Rintarō Taishō-sama no estaba de acuerdo —hizo memoria ella, el anterior líder de la empresa tenía fama de ser bastante exigente en muchos aspectos.

—Es cierto, no tendría esta oportunidad de no ser por InuYasha —aclaró, sonriendo con gratitud —. Supongo que hubiese sido más natural encontrarte con él aquí.

—O-Oh… siendo sincera, sí… creí que lo vería, recuerdo que eso era lo que esperaba su padre —recordó Kikyō, la nostalgia evidente en sus ojos —. Entonces, ¿ustedes se hicieron cercanos…?

—Sí, somos compañeros en la universidad, pero nos hicimos amigos después de que comenzara a trabajar en el mismo lugar que yo —explicó, sin sentir necesidad de ocultar nada —. Pero no es aquí, sino en un konbini de su hermanastro.

—¿InuYasha aceptó trabajar para su hermano…? Vaya, parece que las cosas han cambiado más de lo que creí en este tiempo. ¿Puedo pedirle un favor? ¿Sería posible que le diga que me llame? Me gustaría saber cómo está…

—Claro, no hay problema —Miroku asintió, porque estaba seguro de que a InuYasha también le daría gusto encontrarse con Kikyō.

—Muchas gracias…

—Hija, es hora de irnos —el Hidaka mayor interrumpió su plática, llegando a su lado.

—De acuerdo. Ha sido un gusto verlo, Tsujitani-san —hizo una pequeña reverencia a modo de despedida, antes de dirigirse al otro varón de la empresa —. Igualmente a usted, Taishō-sama.

—El gusto ha sido nuestro —Tōga respondió, en tanto él y Miroku imitaban el gesto de despedida.

—Nos vemos pronto —el padre de la muchacha también inclinó su cabeza antes de marcharse.

—Buen regreso a casa, hasta pronto.

Terminaron la despedida, luego los visitantes abandonaron el lugar para dejar solos al ojiazul y su superior, aunque no por mucho ya que, tras revisar los detalles de lo que había anotado Miroku y hacer un listado de tareas que debían realizar antes de la siguiente reunión con sus nuevos socios, el peliplata dio por finalizada la jornada de ese día, permitiéndole al universitario regresar temprano a su hogar para que descansara.

No obstante, durante el camino el moreno no pudo evitar pensar en el repentino regreso de su antigua compañera, quien había sido novia de InuYasha por bastante tiempo, hasta que se mudó fuera del país y terminaron la relación. InuYasha no hablaba mucho de su vida personal, pero él sabía que esa relación había sido importante, ya que Kikyō había sido la única persona que pudo acercarse a su amigo durante la secundaria y lo había marcado, de alguna u otra forma. Por lo mismo, debía cumplir con el favor que ella le había pedido, no sólo por su compromiso, sino porque era consciente de que el ambarino seguramente quería volver a encontrarse con la azabache, y ayudarlo con eso era lo menos que podía hacer después de todo lo que había hecho InuYasha por él.

Finalmente, llegó a su casa para poder preparar la cena antes de comenzar a organizar todo lo que le había encomendado su jefe, y haciendo la nota mental de entregar el mensaje a su amigo para que así, él pudiera reunirse con la muchacha para charlar y ponerse al día después de tanto tiempo, porque estaba seguro de que lo necesitaban.


—Por favor, formen parejas para que veamos el siguiente movimiento.

—¡Sí, Kato-senpai!

Las chicas que asistían a las clases de defensa personal comenzaron a organizarse en tanto ambos maestros las esperaban, observándolas con una sonrisa tranquila en los labios.

—Creo que lo mejor es que tú hagas el contrataque, para que vean cómo aprovechar la diferencia de estatura…

—Me gusta esa idea, así queda claro que se pueden defender de alguien más corpulento que ellas —respondió Sango a la sugerencia de su novio, la mirada brillando con astucia.

—Eso nunca ha estado en duda contigo.

Él le dedicó una sonrisa cómplice antes de hacerle un ademán para que se acercaran al espacio que había quedado frente a sus alumnas. Ella agradeció que Kagome no hubiese estado ahí para ver ese gesto, porque no quería dar explicaciones al respecto, ya que estaba familiarizándose de a poco con esas actitudes.

Ambos maestros comenzaron a dar las indicaciones, haciendo la demostración algunas veces para que las demás pudiesen ver bien el movimiento, y luego se dispusieron a guiar y corregir a sus aprendices, paseando entre las muchachas y observando con atención la ejecución de cada ejercicio, ayudándolas cuando era necesario. Se encontraban en un parque que quedaba a poco más de 15 minutos caminando desde el dojō al que asistía Sango, y habían decidido comenzar a reunirse para sus clases de defensa personal en ese lugar para ahorrar tiempo, algo que la castaña agradecía y disfrutaba, porque cerca se encontraba el Parque Floral Chihaya y la idea de luego relajarse unos minutos caminando ahí antes de marcharse a casa era reconfortante.

Estuvieron cumpliendo su rol de maestros por varios minutos, ambos tan concentrados que no se habían dado cuenta de que la actividad había llamado la atención y ahora tenían algo de público, principalmente padres e hijos que iban hasta ese parque para jugar luego de terminadas las clases, pero no solamente ellos.

—No entiendo cómo hay chicas que realmente quieren aprender a dar unos golpes. Eso es tan… inapropiado.

—Por supuesto, algo tan poco femenino…

—Es tan triste que esto ocurra…

Sango se puso de pie tras haber participado del ejercicio de dos de sus alumnas, inhalando profundo al reconocer la primera voz y apretando los puños antes de voltearse para darle la cara, aunque era alguien a quien esperaba nunca volver a ver. Notó en el rostro femenino algo de sorpresa, pero no demasiada y, si tuviese que adivinar, hubiese dicho que era fingida. Hizo una mueca, la chica que le devolvía una mirada temerosa estaba vestida con una tenida pulcra y femenina; el cabello negro perfectamente liso, sin ningún mechón desordenado o fuera de lugar; el estuche de violín firmemente tomado en su mano derecha y la expresión de tímida desconfianza, dándole una imagen tan delicada que logró irritarla aún más. Miró de reojo a las dos chicas que la acompañaban y luego inhaló profundo, dándose cuenta de que también sus aprendices estaban pendientes de la situación.

—Disculpe, creo que nadie pidió su opinión —dijo, controlándose lo más que pudo para que su tono sonara educado —. Cada uno hace lo que considera mejor con su tiempo libre, Nakamura-sama.

—Oh, pero podrían considerar no hacerlo en un espacio público, Kuwashima-sama —respondió la aludida, aún con la mirada fija en la jūjutsuka —. Aunque no debería sorprenderme su falta de reserva…

—No estamos haciendo nada malo como para escondernos —sostuvo, frunciendo aún más el gesto —. Tampoco fingimos ser algo que no somos.

Su mirada brilló con astucia, notando como la de Midori reflejaba algo de recelo ante sus palabras. Abrió la boca para responder, pero notó que Kato se había acercado lo suficiente para escucharlas, aunque aún no llegaba a su lado. Volvió a fijar su mirada en Sango antes de hablar de nuevo.

—¿En serio? No puedo hablar por todas, pero creo que ser la novia de alguien mientras le gusta otra persona sí es fingir…

Sango apretó la mandíbula con enfado, pero se contuvo porque sabía que la estaba provocando, probablemente buscaba que ella la atacara para hacerse la víctima después y dejarla como la villana. Sin embargo, eso no iba a resultar porque si Midori pensaba que ella caería en su juego, realmente la estaba subestimando.

—¿De verdad? Por lo menos he sido completamente honesta con mi novio y no lo he manipulado de ninguna forma para mi beneficio, algo que no puedo decir de usted —dijo con seguridad, notando el desconcierto en el rostro ajeno —. Además, ¿por qué le molesta que estas chicas quieran aprender a defenderse? No a todas nos queda el papel de víctimas ni vivimos en una burbuja. Lamento si no tiene la seguridad o inteligencia suficientes como para comprender que practicar un deporte o arte marcial no nos hace menos femeninas, pero ese es su problema. Ahora, si me disculpa, tengo una clase que retomar.

La castaña le dio la espalda, sin esperar una respuesta de la pelinegra, quien enrojeció por completo debido al enfado y la impotencia que sentía.

—¿Cómo se atreve a tratarme así? ¿Acaso no sabe con quién está hablando?

—Claro que lo sabe. Así que, por favor, creo que es mejor que se retire, Nakamura-sama —Kato le impidió acercarse a su novia, deteniéndola con su brazo y observándola con firmeza —. Sango fue más amable de lo que merecía, pero dudo que quiera poner a prueba su tolerancia.

La aludida le lanzó una mirada cargada de ira tanto al judoka como a su pareja, para luego darse la vuelta y alejarse, haciéndole un gesto a las dos muchachas que la acompañaban para que imitaran su acción. Kato las observó hasta asegurarse de que se habían alejado lo suficiente y luego también volvió a concentrarse en terminar la lección que fue interrumpida, notando que la castaña estaba concentrada sólo en eso.

Tras un rato, finalizaron la clase de ese día sin ningún otro inconveniente y, mientras guardaban sus implementos para marcharse, el judoka presionó suavemente el hombro de su compañera, sonriéndole con confianza.

—Te felicito, hiciste lo correcto al no dejarte provocar por la señorita sensibilidad —dijo, mirándola con calma y causando que ella esbozara una sonrisa al escuchar que él usaba ese apodo —. Estoy seguro de que tienes mucha más educación y modales que ella.

—Gracias… supongo que creyó que podría provocarme lo suficiente para que perdiera la paciencia, pero no pienso caer en su juego —respondió, sintiéndose satisfecha —. Aunque debo admitir que también es gratificante ponerla en su lugar.

—De eso no hay duda —Michio también sonrió, poniéndose el bolso al hombro al igual que su novia —. Entonces, ¿sigue en pie la cena…?

—Por supuesto.

La sonrisa segura de Sango fue la señal para que Kato tomara su mano y comenzaran a caminar hacia la estación de metro Kanamecho, atravesando el Parque Floral de Chihaya para observar la diversidad de colores que había en esa época y platicando tranquilamente todo el trayecto hasta que salieron de la estación de metro Akihabara y Michio mirara alrededor antes de sacar su móvil.

—Bien, creo que cerca hay un spa que ofrece servicio de sentō —comentó, buscando la información en su teléfono —. Iré a darme un baño rápido antes de que cenemos…

La castaña frunció un poco el gesto, ella sabía de qué lugar estaba hablando su novio, pero si bien quedaba a unos 10 minutos a pie desde donde estaban ahora, era el doble de ese tiempo hasta su hogar y a eso, tendría que sumarle lo que tardara en desocuparse; sin mencionar que era un lugar turístico al que por lo general había que acudir con una reserva porque solía estar muy concurrido.

—¿De verdad…? Es decir, si no tienes una reservación…

—Cierto, olvidé ese detalle… supongo que tendré que probar suerte —le sonrió casi de forma despreocupada, aunque eso no logró calmar a Sango.

—Sí, es una opción, o… podrías ducharte en mi casa —murmuró, bajando la mirada y enrojeciendo, aunque no había duda en su voz. Su compañero la observó un par de segundos, sorprendido por el ofrecimiento.

—¿Segura? No quiero incomodarte, o a Kohaku…

—Kohaku se quedará hoy en casa de un compañero y yo… creo que así aprovechamos mejor el tiempo —explicó, aunque el rojo no abandonó sus mejillas —. No vas a incomodarme, por algo lo propuse…

Kato sonrió, abrazando a su novia por los hombros de forma segura, sintiéndose feliz y, hasta cierto punto, aliviado por la confianza que estaba mostrando ella.

—En ese caso, no veo problema. También pienso que es mejor así, para no malgastar tiempo…

—Sí… además, cambiaste el lugar de las clases para ahorrar tiempo de traslado entre mi dojō y nuestras casas, no tiene sentido que uses parte de ese tiempo en un sentō —agregó mientras caminaban en dirección a su departamento, recordando que cerca del anterior lugar de reunión con sus alumnas, había un gimnasio que ofrecía el servicio de duchas al que ellos iban antes de marcharse a sus hogares.

—Siendo sincero, eso tiene sentido —Kato soltó una risita, admitiendo que Sango tenía razón.

Pronto llegaron a su destino y, mientras él se duchaba de forma rápida, ella comenzó a preparar la cena para luego, cambiar lugares y entrar ella al baño en tanto él terminaba de cocinar. Finalmente, se sentaron a la mesa para cenar.

¡Itadakimasu!

Agradecieron a coro antes de probar la comida, disfrutando de la mutua compañía mientras hablaban tranquilamente sobre las anécdotas que tuviesen que contarse.

—Al final, mi calificación no fue la que esperaba en el examen, pero por lo menos aprobé la unidad —el judoka negó con un gesto —. Odio las matemáticas.

—Ni que lo digas, por lo menos yo ya aprobé esa materia —respondió ella, mostrando algo de alivio —. Aunque aún debo lidiar con ellas, a Kohaku tampoco se le dan muy bien…

—No entiendo que les den tanta importancia, nuestro fuerte es otro.

—Es cierto… aunque bueno, igual debemos aprobar para terminar la universidad. Por lo menos espero que eso mejore la situación…

—Lo hará, no te preocupes. Y va a irte genial, lo sé —dijo él con seguridad, causando que la jūjutsuka lo observara con atención un momento —. ¿Qué pasa?

—Ah… lo siento, es sólo que… necesito decirte algo —se mordió el labio, pero decidió continuar de inmediato para no preocupar a su compañero, había notado la confusión en su rostro —. Yo… bueno, confío mucho en ti y eres un apoyo importante para mí, quizá más de lo que deberías… No quiero que lo malinterpretes, no es algo malo, es sólo que… me gustaría poder hacer lo mismo por ti, pero aún no sé cómo. Te quiero mucho y, a pesar de todo el tiempo que compartimos, todavía siento que evitas preocuparme.

—Sólo no quiero agobiarte más de lo que ya estás, Sango. Tienes muchas responsabilidades y problemas, no busco darte algo más que te aflija.

—Lo agradezco, pero no deberías hacerlo —ella soltó un suspiro, tomando la mano de Michio para entrelazar sus dedos —. A veces siento que esto es demasiado bueno para ser cierto y me da miedo que termine mal. Confío en ti, necesito que también confíes en mí. Quizá no pueda resolver tus problemas, pero puedo apoyarte de alguna forma —le sonrió, sintiendo un leve cosquilleo en su estómago al encontrar su mirada con la de él —. Los dos estamos en esto y debemos ayudarnos mutuamente, ¿no crees?

El castaño también le dedicó una sonrisa, sintiendo la sinceridad y calidez de las palabras de su novia, porque ella realmente lo quería y, con ese simple gesto, le demostraba que no se estaba tomando las cosas a la ligera.

—De acuerdo, voy a hacerlo —aceptó, presionando suavemente el agarre en su mano —. Y creo que debería comenzar ahora, porque es tan buen momento como cualquiera para contarte. Pero no te asustes —agregó de inmediato al notar la expresión preocupada de ella —, no es un tema que se resuelva de la noche a la mañana o que de verdad sea tan grave. Tiene que ver con mi familia, mi padre es un maestro fude-shi y siempre ha querido que siga con su oficio, a pesar de que no tengo habilidades más que para tallar la madera y hacer los mangos de los pinceles… Incluso cuando fue él quien me inscribió en un dojō de niño, no aprueba que me dedique al judo y busca constantemente hacerme sentir mal al respecto. Mi madre lo apoya y ambos creen que no pongo suficiente pasión con el fude-shi, e incluso han llegado a decir que deshonro a la familia así. Por eso evito estar mucho tiempo en casa, prefiero sólo llegar a dormir para no escuchar el mismo discurso siempre.

—Oh… lo siento, nunca pensé… —Sango se sintió mal por él, porque sabía que su sueño era dedicarse profesionalmente al judo y era triste que no tuviese el apoyo de su familia. —Ahora entiendo que casi nunca hables de ellos, sólo de tu hermana…

—Sí, Reimi me apoya. Desde pequeña ha sido muy unida a mí, como debía cuidarla al ser el mayor… —Comentó, sonriendo de medio lado. —Pero no quiero que te aflijas, esta situación ha sido así desde los 12 años, cuando decidí seguir con mi entrenamiento. Mis padres no lo aceptan y nos hemos distanciado. Supongo que nada va a cambiar hasta que me vaya de casa.

—Es un escenario bastante complicado —murmuró ella, lamentando que él no tuviera el respaldo que merecía —. Pero sabes que yo te apoyo y no soy la única, tu sensei, Reimi, tus compañeros judokas

—Lo sé y no te imaginas cuánto lo aprecio y agradezco.

—Es de corazón. Y, bueno… no tengo problema en que vengas al departamento cuando quieras —agregó, aunque sus mejillas volvieron a enrojecer —. No debe ser agradable el ambiente en tu casa y a mí no me molesta tu compañía…

—¿Hablas en serio? Porque no quiero ser una molestia y…

—Michio, eres mi novio y soy la dueña de esta casa —lo interrumpió, mirándolo con seguridad a los ojos —. No vas a molestarme.

—De acuerdo, gracias.

Sango sonrió y Kato aprovechó la cercanía que tenían en ese momento para besarla en los labios, de forma cariñosa y suave. La castaña correspondió el gesto, dejándose atrapar por sus labios sin temor, a diferencia de otras veces en las que el contacto había sido más tímido, sintiéndose casi como el de un adolescente. Esta vez, sin embargo, fue diferente. No estaba segura de si era por la tranquilidad que le había dado que él le confiara algo tan personal, o que sabía que no corrían el riesgo de que Kohaku los interrumpiera, e incluso que Kirara había decidido no salir de la habitación en donde dormía; pero tampoco le importó mucho, porque los labios del muchacho se sentían demasiado bien mientras acariciaban los suyos. Finalmente se separaron, aunque Kato mantuvo su vista fija en la de ella por unos segundos.

—Yo también te quiero, Sango —le acarició la mejilla, sacándole una tímida sonrisa —. Gracias por ser sincera y preocuparte por mí.

—No es nada. Sólo… no lo olvides, así como sé que puedo contar contigo, tú también conmigo.

—De acuerdo.

Ambos volvieron a sonreírse con cariño, porque eran conscientes de que esa confianza no podrían encontrarla en cualquier parte y agradecían la oportunidad que tenían en esos momentos, el afecto era sincero y esperaban seguir construyendo más momentos así de ahora en adelante.


—Es última vez que lo pido. Dame el informe que necesito o tendré que avisarle a Sesshōmaru de una nueva irregularidad.

—He estado ocupado revisando un reclamo en tu contra, no he tenido tiempo de hacer ese informe. Arréglatelas como puedas.

InuYasha endureció el gesto ante la respuesta de Naraku, porque estaba seguro de que ese reclamo que él mencionaba no había nacido de la nada y había contribuido de alguna manera. Abrió la boca para decirle algo, pero ninguna palabra alcanzó a salir de sus labios.

—¿Hay algún problema o pueden acompañarnos a la oficina?

Kagura apareció junto a su prometido, sonriendo de medio lado con astucia, los ojos rojos fijos en su hermano, quien frunció el ceño al verla, presintiendo un regaño o algún otro inconveniente para él. Sin embargo, ni el mayor ni InuYasha dijeron algo, se limitaron a seguir los pasos de la pareja y entrar a la oficina, esperando conocer el motivo de su visita, porque desde que el ambarino se había hecho cargo de la administración, no existía la necesidad de una supervisión tan estricta.

—¿Y bien, a qué debemos el honor de su presencia? —Preguntó con desdén Naraku, observándolos con recelo. —¿Vienen a entregarnos las invitaciones a su boda?

—Ah, por favor —Kagura entornó los ojos, demostrando cuánto le desagradaba esa idea —. Es probable que la tuya se pierda en el camino.

—Entonces, es un alivio que sepa los detalles con anticipación…

—Basta —Sesshōmaru interrumpió la arrogancia del supervisor del lugar y le dirigió una mirada severa —. Necesito los informes que solicité y una lista de los empleados que han presentado alguna queja el último año.

—Tengo todos los informes, excepto el del último mes porque Naraku aún no me lo entrega —respondió InuYasha, demostrando su fastidio —. La lista de quejas puedo dártela mañana.

—Pero las quejas de los empleados son parte de mis funciones, yo me haré cargo de eso —la mirada roja brilló con astucia, de pronto él se veía muy interesado en realizar su labor.

Kagura y Sesshōmaru lo observaron con suspicacia, la sospecha y duda evidentes en sus gestos porque era demasiado extraño que ahora se preocupara de cumplir con sus tareas.

—Keh, seguro será información objetiva y confiable —el administrador se cruzó de brazos, conociendo las intenciones de su compañero.

—¿Acaso crees que voy a mentir o falsificar esa lista? ¿No será que tienes miedo de que salgan a la luz los reclamos en tu contra?

—Claro, como si tú estuvieses libre de eso. Si no tienes más quejas es porque la mayoría te tiene miedo.

—Oh, por supuesto. Esa es la excusa perfecta para acusarme de algo que no he hecho…

—Por favor, todo el mundo sabe cómo eres…

—Suficiente, no tengo tiempo para su niñerías —Sesshōmaru los miró con desaprobación, cortando la discusión de golpe —. Naraku, harás la lista e InuYasha la revisará antes de hacérmela llegar. Y no olvides ese informe, lo quiero para mañana.

El primero frunció el ceño, molesto con las órdenes de su jefe, en tanto el menor sonreía con satisfacción, siempre era reconfortante ver que lo pusieran en su lugar, más aún cuando era a causa de querer hacerle la vida imposible a él.

—Por cierto, querido hermanito, deberías considerar comportarte un poco mejor con tu administrador —Kagura le sonrió maliciosa, sabiendo que eso no era del agrado de su familiar —. Hace un mejor trabajo que tú, no me sorprendería si en algún momento decidimos ponerlo a cargo.

Sin esperar respuesta de ninguno de los dos, la pareja abandonó el lugar, dejando en la oficina a un Naraku furioso y a un InuYasha con una mezcla de confusión y satisfacción con lo que acababa de ocurrir.

—Lárgate de mi oficina, tengo cosas de las que ocuparme y me haces perder el tiempo.

—Seguro… sólo recuerda que vendré por esos documentos mañana.

InuYasha le dedicó un gesto algo soberbio antes de marcharse, notando la irritación en el rostro del otro azabache. Se dirigió hacia la mesa que solía ocupar durante el día para realizar su trabajo, encontrándose ahí con Miroku, que estaba concentrado en la pantalla de su laptop.

—¿Trabajo extra? —Le preguntó, sentándose a su lado y mirando con curiosidad a su amigo.

—Sí, tu padre me pidió que hiciera unos análisis para la próxima junta directiva —respondió, soltando un suspiro —. Y hay muchos datos por revisar…

—Vaya, no sé si tomarlo como confianza o abuso, porque en realidad eso debería hacerlo él —comentó InuYasha, entrecerrando los ojos con suspicacia —. Y no le gusta la burocracia…

—Bueno, no me molesta hacerlo. Me permite aplicar todo lo que nos enseñaron en la universidad —Miroku le restó importancia a la sospecha de su compañero, porque él se sentía animado con la oportunidad que tenía.

—Lo sé. De todas formas, no deberías dejar que se aproveche demasiado.

—No te preocupes, no pretendo abarcar más de lo que puedo hacer.

—De acuerdo.

InuYasha no le dio más vueltas al asunto y sacó su Tablet para revisar qué le faltaba por hacer ese día, pero no lo logró porque su amigo lo interrumpió.

—Por cierto, tengo un recado para ti —comentó, observándolo con detenimiento —. Me encontré con Kikyō-san y me pidió que te dijera que la llamaras.

El ambarino lo miró con confusión y algo de sorpresa, parpadeando un par de veces mientras terminaba de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿K-Kikyō…? —Murmuró, aún asimilando las palabras. —¿Por qué…? Creí que estaba en Alemania…

—Sí, pero harán negocios con la empresa de tu familia y vino junto a su padre para ver los detalles —explicó Miroku en tanto sacaba su móvil y buscaba algo —. ¿Te paso su contacto?

—Ah… Está bien, gracias —respondió, aunque no pudo ocultar los nervios que la idea le causaba, después de todo había pasado mucho tiempo desde la última vez que habló con ella.

—De nada. Ahora, iré a cambiarme para mi turno. Nos vemos después.

El ojiazul guardó sus cosas para luego despedirse con un movimiento de su mano antes de dirigirse hasta los vestidores, dejando solo a InuYasha, quien tardó unos instantes en reaccionar, observando con detenimiento la notificación del mensaje que acababa de enviarle su amigo. Tras unos segundos, abrió el texto y leyó la información de contacto. "Hidaka Kikyō (Thermic Hidaka)" era el nombre con el que Miroku había guardado el número de su excompañera, lo que causó que esbozara una ligera sonrisa, recordando que la muchacha tenía como objetivo hacerse cargo de la empresa cuando su padre se retirara, y al parecer ya había comenzado a ser parte del negocio familiar. Observó con algo de duda y ansiedad el numero en su pantalla, porque a pesar de que la idea de saber cómo estaba Kikyō y ponerse al día después de tantos años le gustaba, también sentía algo de nervios debido al gran cariño que le tenía y lo difícil que había sido cuando ella se marchó.

Kikyō había significado muchas cosas en su vida. La conoció en el instituto en el que comenzó a estudiar cuando su padre lo convenció de mudarse a Tōkyō, era su compañera de clases y se hicieron cercanos luego de que la asignaran como su tutora en Literatura, algo que a él nunca se le había dado bien. Comenzaron a compartir mucho tiempo juntos, haciéndose cercanos sin que él se diera cuenta. Ella pronto se convirtió en su apoyo, pues nunca había sido muy sociable y estaba seguro de que, de no ser porque ella era su tutora, nunca habrían cruzado palabra. Kikyō creía en él y le había demostrado más confianza que cualquiera en mucho tiempo, viendo más allá de la imagen de adolescente cascarrabias y separándolo del estigma que significaba ser el hijo del amorío de su padre. Y sabía que él también había significado un gran apoyo para ella, porque tenía sobre sí muchas responsabilidades y expectativas demasiado altas por cumplir y él la ayudó a ver que podía no ser siempre la señorita perfecta que todos esperaban que fuera. Ambos se habían mostrado al otro sin ninguna máscara y, antes de que pudiera darse cuenta, el cariño comenzó a crecer hasta que se enamoraron y fueron novios por poco más de dos años. Sonrió con melancolía, su noviazgo con Kikyō había sido lo mejor de su vida en Tōkyō en ese tiempo y quizá todo hubiese sido diferente si hubieran seguido juntos.

Sin embargo, la familia Hidaka tuvo que mudarse fuera de Japón y ninguno de los dos pudo hacer nada al respecto. Los últimos tres meses de su relación habían sido los más amargos, porque a pesar de cuánto se amaban, se dieron cuenta que lo más sano era terminar. Lo habían hablado mucho, porque una relación a distancia era muy difícil y, a pesar de que incluso lo intentaron al principio, las 16 horas de diferencia con Alemania y la incertidumbre de si en algún momento podrían volver a vivir en el mismo lugar, junto con la presión de la familia de Kikyō para que ella asumiera su responsabilidad en la empresa lo antes posible, fueron factores clave para que, finalmente, decidieran acabar con la relación. A pesar de que intentó mantener el contacto, sus llamadas y mensajes dejaron de ser contestados y él decidió dejar de insistir, pensando que Kikyō debía estarse enfocando en hacer su vida ahí y no era bueno para ninguno de los dos seguir aferrándose al otro.

Soltó un suspiro, mirando nuevamente la pantalla y sintiendo un vacío en el pecho, porque cuando Kikyō se había marchado, no sólo había perdido a su novia, sino también a su mejor amiga y al único apoyo que tenía en ese momento. Pese a lo difícil que había sido después de su partida, la muchacha y todo lo que había vivido y aprendido con ella, fueron pilares fundamentales para que él siguiera adelante y estaba agradecido con ella.

Tomó una decisión, apretando el círculo verde en la pantalla de su móvil y llevándose el aparato hasta su oreja mientras esperaba una respuesta del otro lado, la que tardó unos segundos en llegar.

¿Si? —La voz femenina parecía algo nerviosa, pero él la reconoció de inmediato.

—Ah… ¿Kikyō? Habla InuYasha, Miroku me dio tu número.


Momento cultural.

Metro de Tōkyō: Cuenta con 13 líneas y un total de 274 estaciones. Sango vive en el sector de Sotokanda, en Chiyoda, y Kato en el sector de Nezu, en Bunkyo. Si bien tienen varias opciones para llegar a sus hogares, la opción que les permite irse juntos es tomar la línea Chiyoda, que es la que conecta las zonas de Adachi, Arakawa, Bunkyo, Chiyoda, Minato y Shibuya. Aquí, Sango debe bajarse en Yushima y caminar hasta su hogar. Kato recorre una estación más, bajándose en Nezu y también caminando hasta su casa.

• Thermic Hidaka: Térmicos Hidaka. La empresa de la familia de Kikyō se dedica a desarrollar tecnología térmica.

• Parques: en Toshima, el barrio especial donde queda el dojō de Sango, hay varios parques, museos y lugares de interés cultural. El lugar en donde se encuentran dando las clases es el Segundo Parque de Chihaya, a 5 minutos del Parque Floral Chihaya. Ambos parques están habilitados principalmente para que los niños puedan jugar, aunque tienen espacio abierto en el que se pueden realizar actividades en grupo. Cerca de ahí se encuentra el Colegio de Música de Tōkyō, lugar en donde Midori toma sus lecciones de violín.

• Sentō: Son los baños públicos japoneses. Japón tiene toda una cultura del baño y debe diferenciarse el baño público de los onsen, que son las aguas termales naturales que principalmente son para relajarse y disfrutar del ambiente; en cambio, el sentō es un baño comunitario que nació para suplir la necesidad del baño diario para quienes no contaban con un ofuro (la versión japonesa de la bañera) en casa. Entonces, el sentō cumple tanto la función higiénica de limpiarse como la de relajarse, ya que antes de entrar en la bañera, la persona debe ducharse para luego poder relajarse en la bañera, lo que se lleva a cabo en habitaciones separadas. Además, hay algunos sentō que ofrecen poder usar sólo el servicio de ducha, al igual que algunos gimnasios, ya que no es raro que algunas personas se bañen más de una vez al día, en especial si realizan actividades que ensucien su cuerpo, como lo es ejercitarse de cualquier forma.

• Fude-shi: Es el nombre que reciben los artesanos que fabrican pinceles fude, utilizados de forma tradicional para la caligrafía shodō y la pintura. Éstos no son cualquier pincel, ya que son hechos a mano en un proceso minucioso y casi ritual, en el que desde la selección del pelo para la cabeza del pincel hasta la confección y tallado del mango, requieren horas de trabajo detallado. Es considerado una artesanía tradicional por la Secretaría del Estado del Comercio y la Industria (dependiente del Ministerio de Economía), quienes certifican que los artesanos cumplan con el riguroso proceso (desde la utilización de materiales tradicionales hasta las técnicas utilizadas para la fabricación), y su enseñanza es un honor, en especial para las familias que se han dedicado por muchas generaciones a este arte.


¡Hola, tanto tiempo! Pido disculpas por haber estado algo ausente, la verdad es que me había desmotivado mucho en cuanto al tema de escritura, especialmente en este fic debido a que copiaron algunas ideas de este fic y eso me afectó bastante, en especial porque cada cosa que hago, hasta el más mínimo detalle, tiene todo un trasfondo y significado especial, no es sólo porque "le queda bien al personaje" o algo por el estilo. Sé que no soy dueña de las ideas y que perfectamente otra persona puede decir que a ella también se le ocurrió eso, pero en este caso particular fueron demasiadas coincidencias.

En fin, que ya no viene al caso, porque decidí seguir con la idea porque tengo mucho aún por contar -no sólo en este, sino en otros fics en proceso o en espera de ser iniciados- y el tiempo es valioso. Hoy les presento algunos avances y aclaraciones sobre algnos aspectos más profundos de ciertos personajes, algunas sinceraciones y el avance lento pero seguro de varias situaciones. ¿Qué les parece? A que no contaban con mi astucia xd

Agradecimientos infinitos y de todo corazón a quienes se pasan a leer y me tienen paciencia, en especial a las maravllosas personas que dejan review: Azussa, GabyJA, SangoSarait y Lady Minisa Bracken; sus palabras son muy valiosas para mí. También quiero agradecer desde el fondo de mi corazón a mi querida beta y BFF Nuez, que me anima y es mi pilar fundamental en esto, y a Sayra quien, si bien no lee este fic, si algún día se pasa por aquí quiero que sepa que su apoyo ha sido muy importante.

Bueno, luego del extenso momento cultural y de mi discruso, me despido deseándoles lo mejor. Espero leernos pronto. Un abrazo desde Chilito~

Yumi~