N/A Algunas de las escenas son acontecimientos importantes, algunas sólo vida cotidiana. No están en un orden en particular, debería advertir, pero las fechas serán publicadas. Con suerte la configuración está lo bastante clara, y probablemente publicaré algunos pedazos de 'imágenes' en esto, así que habrá unos cuatro capítulos o así. :)
N/T Nada me pertenece. Hoy os presento la traducción-adaptación de 'The Photo Album', el tercer relato de la serie 'Redefining Life' del maravilloso escritor en lengua inglesa oliversnape. Si os animáis a leerlo en su idioma original, encontraréis una veintena de relatos suyos en FFN y AO3.
Podréis encontrar la traducción de los dos primeros relatos de la serie, 'La Definición de Hogar' y 'La Definición de Familia', en mi página. Espero que la disfrutéis.
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Feliz Cumpleaños
En la librería en la pequeña biblioteca de Spinner's End había un álbum de fotos bastante elegante. Estaba cubierto de cuero cómodamente desgastado, una sencilla correa envuelta a su alrededor para mantener las fotos en el interior guardadas a salvo. No había etiqueta jovial y banal al frente proclamando que fuera un libro de fotos de vacaciones o una especial primera Navidad. En cambio, una sencilla placa plateada al frente declaraba simplemente Snape, 1996 – presente.
Las imágenes en el interior, mientras que cuidadosamente colocadas con pequeños protectores de esquinas plateados, no estaban en un orden particular. Una aglutinación de fotos mostraba el más mínimo indicio de organización, pero cada foto estaba debidamente fechada y subtitulada, la mayoría con matiz sarcástico, mientras las fotos de encima se movían mayormente con despreocupado abandono.
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30 de julio, 1997, justo antes de medianoche. Un joven está en pie en pijama en una ventana de dormitorio abierta, aferrando una pequeña cartera negra y sonriendo radiante a alguien tras la cámara. La sonrisa no es completamente inocente, y hay una barba irregular en el rostro del hombre, pero todavía parece bastante juvenil por acabar de convertirse en adulto. El subtítulo de la foto dice: 17º cumpleaños de Elliot, abriendo su primer regalo del día. Sin ser visto por la cámara, su padre pondera la sensatez de enviar tres adolescentes a Ámsterdam.
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Este año, Snape vigiló el reloj durante la velada del treinta. Harry estaba holgazaneando en su dormitorio, la luz todavía saliendo de debajo de la puerta, aunque no había música ni ningún otro sonido tocando. Snape no le había puesto hora de irse a la cama, y recordaba bien el ritual del verano anterior. A las once y media, Snape fue abajo y encendió el fogón, rompiendo pedazos de chocolate en un cazo y añadiendo algo de leche.
Harry se sentó a su escritorio y terminó de clasificar sus papeles del colegio, otro curso oficial terminado. Harry contaba sus años de dos maneras, por el primero de enero y por el 31 de julio. Mañana tendría diecisiete por fin, lo bastante mayor para ser adulto en el mundo mágico, lo bastante mayor para tener su propio lugar, abandonar el colegio si así lo deseaba; conseguir un empleo, votar, ejecutar magia en cualquier momento que quisiera. No es que Snape hubiera limitado realmente la magia que podía hacer en casa.
Harry se levantó y se frotó la nuca, sintiéndose un poco deprimido. Mañana tendría diecisiete. No parecía del todo justo, que sólo hubiera estado en la casa durante poco más de un año y ya fuera lo bastante mayor para abandonar el así llamado nido. ¿Le echaría Snape? Harry no lo creía, ya que había permitido a Harry decorar la habitación a finales del verano pasado, lo que era un buen indicador de que a Snape no le importaba que Harry estuviera allí. Aun así, Ron estaba hablando un montón acerca de no esperar a abandonar la Madriguera, ambos gemelos se habían instalado fuera de casa, Seamus y Dean del colegio también habían hecho aspavientos sobre conseguir sus propios apartamentos en Londres después de Hogwarts. Harry sólo quería quedarse en casa en su cuarto en Spinner's End, despertándose por las mañanas a la gruñona conversación de Snape, paseando por la ciudad durante el día y yendo al mercado, ayudando a hacer la cena, arreglando el jardín trasero; haciendo pequeñas cosas por la casa que había sido obligado a hacer con los Dursley para una familia a la que nunca había importado.
Harry se desplomó en la cama y miró por la ventana abierta a la noche oscura como boca de lobo. No se veía una estrella en el cielo, y Harry imaginaba que para la mañana probablemente habría una impresionante tormenta pasando. Había una ligera brisa, una que estaba haciendo que aletearan los pedazos de papel al azar en su tablón de corcho, pero aparte de eso era una noche tranquila y confortable. Fuera de su habitación oyó crujir las escaleras cuando Snape subió para la noche. En lugar de bajar el pasillo hacia el otro dormitorio, sin embargo, Snape pareció detenerse y finalmente llamar a la puerta de Harry.
"Estoy despierto." Respondió Harry, haciendo rodar su varita sobre la colcha. Su papá entró en la habitación y dejó una bandeja sobre el escritorio, antes de sentarse en la silla del escritorio. Había dos tazas en la bandeja, y el vapor olía delicioso.
"¿Diez minutos hasta las lechuzas?" Preguntó Snape, cogiendo una botellita de la bandeja y abriendo el tapón.
"N no… sí." Respondió Harry, encontrándose con los ojos de Snape y percatándose de que el hombre sabía exactamente a qué estaba esperando Harry.
"¿No vienen todos para tu fiesta mañana?" Preguntó Snape en tono neutro, vertiendo una pequeña cantidad de líquido cremoso en ambas tazas.
"¿Qué es eso?" Preguntó Harry, los ojos entrecerrándose. Snape le tendió su taza y Harry notó que el olor era bastante dulce y tenía una pizca de cremosidad que el chocolate caliente normalmente no tenía. "Sí, vienen. No sé por qué estoy quedándome despierto, es sólo hábito."
"Eso es Crema Irlandesa Bailey's, una pequeña mejora para el chocolate caliente." Respondió Snape, tomando un sorbo de su propia taza. "Quizá tu deseo de quedarte despierto es indicativo de tu necesidad de ser reconocido."
"No tengo necesidad de ser certificado." Respondió Harry de inmediato, pareciendo bastante molesto y poniendo los ojos en blanco. "Reconocido."
"Por supuesto que la tienes." Respondió Snape. Se recostó en la silla de escritorio, observando a Harry. El muchacho se sentaba rígidamente contra la pared, una pierna flexionada y el brazo descansando en la rodilla mientras la otra pierna estaba estirada. Llevando una camiseta vieja y desvaída con pantalones negros de dormir y las gafas arrojadas en la cama por el momento, se parecía bastante al Severus Snape de diecisiete años sentado en la cama en la misma habitación.
"Tus parientes te ignoraron y se desvincularon de ti durante dieciséis años." Explicó Snape. "Me sorprende que no hayas sentido el impulso de anunciar tu presencia desde la torre de astronomía."
En alguna parte en la ciudad el reloj tocó medianoche y las campanas resonaron suavemente en la ventana.
"Eran más guardianes que parientes." Murmuró Harry amargamente. De repente levantó la mirada hacia Snape y le dirigió una sonrisilla burlona. "Ahora que tengo diecisiete, quizá debería buscarles una pequeña naranja. No, hospedarles una visita." Harry agitó la mano con frustración. "Lo que sea."
"¿Ah? ¿El gran Harry Potter va a recurrir a mezquinas bromas infantiles?" Preguntó Snape, la ceja alzada sardónicamente.
"Er, no. Estaba planeando simplemente regresar para ver si tienen chispas de Mamá. Cualquier cosa de Mamá. Ya que Tía Petunia era su hermana y todo eso." Respondió Harry enseguida, tomando un sorbo de chocolate caliente. "Por cierto, ¿tienes algún traje realmente caro o de alta calidad que pueda tomar prestado?"
Snape sonrió sobre su taza, una sonrisa bastante conspiratoria que como estudiante habría enviado escalofríos por la espina dorsal de Harry.
"Ése es mi chico."
Se sentaron durante otros cinco minutos, discutiendo una lista de último minuto de cosas que hacer para la fiesta del día siguiente. Con el chocolate caliente terminado por fin, Harry estaba listo para cerrar la ventana y terminar la noche. Era adulto ahora; no necesitaba un estúpido ritual de cumpleaños de medianoche. Snape también se levantó, devolviendo ambas tazas a la bandeja.
Harry acababa de hacer ademán de cerrar la ventana cuando localizó algo negro en el cielo, cerniéndose sobre la estación de tren. Harry, ilusionado, se permitió unos momentos para imaginarlo una lechuza, antes de girarse y cerrar la ventana. Snape seguía en pie junto al escritorio, observándolo con los brazos cruzados.
"Ábrela."
Harry le dirigió una mirada interrogativa antes de volver a girarse y notar que el negro objeto volador estaba haciéndose más grande ahora. Abrió la ventana y sacó la cabeza, finalmente viendo la extensión de las alas de la lechuza que volaba hacia él. Era una lechuza negra muy regia que aterrizó sobre su escritorio y aceptó la golosina que Snape le ofreció mientras Harry desataba la nota y el regalo.
Volviendo a sentarse en la cama, Harry desplegó la nota y leyó la muy familiar escritura que hasta el año pasado sólo le había entregado comentarios mordaces.
Elliot;
Estoy orgulloso de llamarte mi hijo.
Feliz cumpleaños,
Papá.
Harry levantó la mirada para ver a Snape mirándolo pasivamente, el rostro vacío de cualquier emoción salvo la curiosidad en sus ojos.
"Gracias." Logró decir Harry, sabiendo que cualquier otra tarjeta que recibiera más tarde ese día no se compararía a ésta.
"Abre el regalo." Asintió Snape, sonando satisfecho.
Harry lo abrió desgarrándolo y un breve destello de confusión pasó por su rostro antes de percatarse de lo que estaba sosteniendo. Una cartera de cuero sin estrenar, una que parecía ser extremadamente robusta y engañosamente pequeña, y que estaba llena de florines holandeses.
"Contra mi mejor juicio, es para un viaje que tú, el Sr. Weasley, y la Srta. Granger podéis hacer a Ámsterdam un fin de semana largo." Suministró Snape.
La cabeza de Harry se levantó de golpe y sonrió taimadamente. A Ron iba a encantarle Ámsterdam.
"Borra esa sonrisa de tu cara, idiota. Arthur Weasley, uno de los Grangers, y yo mismo iremos con vosotros también."
La sonrisa de Harry desapareció y pensó que Snape sonaba demasiado arrogante por tener que supervisar un viaje a Ámsterdam.
"¿Tenéis que hacerlo?" Preguntó Harry, fingiendo inocencia mientras su pulgar corría sobre la ES grabada en una esquina de la cartera. "Nosotros sí sabemos comportarnos, ya sabes."
El resoplido de incredulidad de Snape contó como un buenas noches.
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31 de julio, 1997. Una tarta bastante sencilla pero tentadora se sitúa en el centro de la foto, su cobertura azul y verde bastante brillante y mezclándose agradablemente con la colorida ropa de los invitados a la fiesta que la rodean. La mayoría de ellos, ya que el cumpleañero viste de negro, pero sus verdes ojos destellan mientras sopla las velas. Sus amigos vitorean en el marco cuando lo hace, mientras se apiñan en la diminuta biblioteca de Spinner's End que se ha convertido en hogar. El subtítulo dice: Un deseo de cumpleaños; la dominación del mundo todavía no obtenida.
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"Bueno, tu decimoséptimo aniversario, eso es un gran día." Dijo el Sr. Weasley con una sonrisa de reminiscencia hacia su propia mayoría de edad. "En los viejos días, un mago normalmente estaba pensando en continuar su carrera o mudarse a una nueva casa, y estaba listo para sentar la cabeza con una bruja."
Arthur Weasley estaba sentado en la biblioteca, sosteniendo su plato en el regazo y tomando pequeños bocados de su almuerzo mientras los demás escuchaban. Snape había hecho una lasaña sencilla para almorzar y fue un gran éxito en el lluvioso día.
"¿En serio? ¿Requerían al libro, o era beige? Er, normal." Harry estaba sentado en un taburete junto al canapé donde estaban Ron y Hermione.
"Nadie tenía que hacerlo, pero la mayoría de la gente lo hacía." Respondió el Sr. Weasley, ignorando cortésmente la sustitución de palabras. Remus, que estaba apoyado contra el alféizar de la ventana junto al Sr. Weasley, asintió su acuerdo.
"Solía haber regalos rituales cuando cumplías diecisiete, también." Bromeó Ron. Extendió el brazo y Harry inspeccionó el muy buen reloj de oro que llevaba. "Los relojes y relojes de bolsillo se regalaban habitualmente a los varones, y solía haber también una espada o daga que se regalaba."
"Brillante." Harry sonrió ampliamente. "¿Qué faldas apropiadas? Agh. ¿Qué cajas obtenían las cruces, las mujeres?"
"Un matrimonio de conveniencia, si eran sangre-puras." Respondió Snape irónico, su sarcasmo no del todo templado a pesar de que tenía varios amigos de Harry para la fiesta. Snape se inclinó hacia delante y frotó el costado de la oreja de Harry suavemente, sacando el babel fish.
"¿En serio?" Harry parpadeó, frotándose la oreja. Se recostó y pensó en las estudiantes de sangre-pura de Hogwarts, en las Slytherin especialmente. "¿Esa repetición es actual?"
"Probablemente todavía lo hagan, Harry." Intervino Hermione, dejando su plato y pasando a modo lección. Pasó por alto por completo la ceja alzada de Snape, que estaba golpeteando el babel fish con su varita.
"Las brujas que cumplían la mayoría de edad solían recibir cestos ornados con todo lo necesario para inaugurar un nuevo hogar."
"Ah." Respondió Harry. Suponía que ése sería un regalo bastante útil, si no levemente de menosprecio. Después de todo, la mayoría de las chicas de su clase estaban bastante más centradas en seguir una carrera y viajar que en sentar la cabeza en cuanto hubieran abandonado Hogwarts.
"¿Tú recibiste un farol, Neville?" Preguntó Harry. Sacudió la cabeza un segundo después y se corrigió. "¿Un reloj?"
Neville extendió el brazo tímidamente para que Harry viera el nuevo reloj que llevaba. Aunque Neville se había soltado bastante, estar en casa del Profesor Snape obviamente le había puesto un poco nervioso, lo que Harry podía comprender bastante bien. Quizá tras unos meses Neville estaría más cómodo visitándolos.
Snape le devolvió el babel fish y Harry volvió a metérselo en el oído, contando hasta diez en holandés y asintiendo con alivio al eco cristalino de su propia voz.
"Ésa es realmente la única tradición que queda ahora, Harry. Además, Snape ya te regaló un reloj estupendo." Ron sonrió ampliamente, recordando cómo el reloj era mortalmente útil cuando Harry se metía en aprietos. Su amplia sonrisa se desvaneció cuando se percató de lo que había dicho "Er, el Profesor Snape."
"¿Qué, quieres decir que no hay herencia mágica mística cuando cumples 17? ¿Ningún duende gruñón y cubierto de telarañas irrumpiendo desde las sombras con una pluma de sangre y la llave a una bóveda antigua y maldita?" Harry rio, ignorando la corrección de nombres y notando que Snape tampoco dijo nada de ello. El babel fish estaba funcionando bien de nuevo y su parafasia parecía estar asentándose.
"Lo único que obtienes cuando cumples 17 es el íntimo conocimiento de que si eres arrestado, en lugar de traerte a casa conmigo te dejarán pasar la noche pudriéndote en la versión del Ministerio de un tanque de borrachos." Dijo Snape, tragando un bocado de lasaña mientras hablaba. "Dependiendo del crimen, puedes encontrar preferible una cárcel." Añadió Snape como una idea tardía.
"Severus, basta de charla sobre cárceles. Es el cumpleaños del muchacho." Interrumpió Molly Weasley desde la cocina. "Ahora bien, ¿quién quiere tarta?"
Los platos del almuerzo se hicieron desaparecer y la habitación se quedó en penumbra mientras el Sr. y la Sra. Weasley iniciaban una interpretación desafinada de Cumpleaños Feliz. Harry notó que Snape no se unió al canto, sino que en cambio parecía bastante complacido mientras Fred y George traían la tarta fuera de la cocina y hacia Harry. Diecisiete velas parpadeaban en la tarta, las llamas diminutas saltando de una a otra y rodeando la snitch de cobertura que había en el centro.
"¡Pide un deseo, Harry!" Ordenó Ron después de que concluyera el canto.
Harry echó un rápido vistazo a toda la habitación observándole, pensó por un segundo, y cerró los ojos mientras soplaba las velas. Los aplausos llenaron la sala y Harry supo que no importaba si su deseo se cumplía. Ésta era su primera fiesta de cumpleaños, y eso era suficiente premio. Snape le entregó un cuchillo para cortar pedazos, y hubo un silencio de shock cuando se puso a gritar como loco mientras cortaba la tarta verde y azul. Brotó sangre roja y los ojos de Harry se ensancharon antes de percatarse de que era relleno de frambuesa. El cuchillo encantado seguía gimiendo mientras Harry lanzaba dos pedacitos de tarta hacia los risueños Fred y George, con precisión bastante sorprendente.
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2 de agosto, 1997, Ámsterdam. Luces de neón destellaban a través de la llovizna de fondo en la fotografía, una concurrida vía pública al frente. Un muchacho de cara roja, el tono de su rubor chocando con su cabello, y un joven de cabello negro de aspecto bastante más tranquilo estaban situados en la tienda de cambio de dinero. Parecían estar contando cambio, y completamente ignorantes del Museo del Sexo junto a ellos, hasta que en el último segundo, se deslizaron dentro. Justo junto a esta foto hay otra, un primer plano de Ronald Weasley con una mueca bastante dolorosa en la cara. Los edificios borrosos al fondo hablan de una parte antigua de la ciudad, y hay un obstáculo de tráfico pintado de granate junto a su pierna. Escritura pulcra pero pequeña acompaña las fotos: Elliot y Ronald intentando ser casuales, visitando el Museo del Sexo para la primera, y Ronald Weasly conociendo íntimamente el lado no-pasivo de Ámsterdam para la última.
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"¿Por qué narices ponen un museo así justo en la calle principal? Cualquiera puede verte entrando." Gruñó Ron, desplomándose en el banco y fingiendo estudiar su mapa.
"Quizá ésa sea la cuestión. No deberías avergonzarte del sexo." Harry se encogió de hombros, comprobando su reloj. "Mira, tenemos que encontrarnos con Los Papás en una hora. Simplemente vayamos."
Ron se levantó después de Harry y se metió el mapa en el bolsillo trasero. "Vale, vale."
"Sólo piensa en cuán cultivado serás. Quizá Hermione aprecie eso." Bromeó Harry, deteniendo a Ron delante de la oficina de cambio para contar el cambio exacto que necesitaban.
"Sólo me alegro de que Hermione no llegará aquí hasta esta noche." Murmuró Ron.
El museo del sexo fue bastante más educativo de lo que Harry o Ron jamás hubieran imaginado que habría sido. Harry pensaba que los antiguos romanos y griegos se sentían mucho más cómodos con la sexualidad de lo que jamás les había dado crédito, y que la sala de exhibición de 'perversiones' de abajo era un poco demasiado para su gusto personal. Un mucho demasiado. Ron parecía estar pillado por las fotografías pornográficas del cambio de siglo, que Harry tuvo que admitir estaban bastante bien hechas para la tecnología de la época.
Cuando abandonaron el museo una hora más tarde, la lluvia había amainado en su mayor parte, sólo empañando aquí y allá mientras tejían su camino a través de los turistas a lo largo del Damrak. A su izquierda había llamadas de matronas de restaurantes que trataban de atraerles para comer allí. Harry no sabía el nombre exacto de la profesión, pero las encontraba enormemente molestas y tanto él como Ron las ignoraron firmemente. Sólo les llevó un momento llegar al pequeño parque cuadrado justo en la parte norte de De Bijenkorf, y tanto Snape como el Sr. Weasley ya estaban esperando. El Sr. Weasley tenía un paraguas negro y rojo en la mano, con tres X blancas en él, y Snape parecía aburrido.
"Vamos a desviarnos a mi tienda de té antes de ir a De Kromweg." Anunció Snape, poniéndose en pie y conduciéndolos hacia la esquina sudeste de la plaza.
"Suena válido." Harry se encogió de hombros. "Suena bien, quiero decir."
Doblaron una esquina y comenzaron a subir Warmoesstraat, que Harry pensó parecía vagamente familiar.
"Entonces, ¿os divertisteis, chicos?" Preguntó el Sr. Weasley, haciendo que Ron se sonrojara.
Pasaron por dos sex shops, que el Sr. Weasley no pareció notar pero tanto Harry como Ron lo hicieron.
"Er… sí. Lo hicimos. Fuimos a un museo, aprendimos algunos rollos, ya sabes." Farfulló Ron.
"Ah, ¿en serio?" Preguntó Snape, y los ojos de Harry se ensancharon cuando se percató de dónde estaban. La tienda de té lujoso de Snape, Geels & Co, estaba justo en la puerta contigua al sex shop donde Snape lo había pillado el verano anterior. "¿Y fue… revelador?"
Harry observó cómo Snape caminaba velozmente hacia el fondo de la tienda y seleccionaba bolsas de hojas de té sueltas con precisión. Tenía la sensación de que Snape sabía exactamente dónde habían estado, como de costumbre.
"¿Elliot?"
"¿Eh?" Preguntó Harry, parpadeando para volver a enfocar la tienda. Snape estaba pagando por suficiente té para mantener abastecida durante meses a una persona normal.
"Pregunté si fue revelador." Repitió Snape, la ceja arqueada y una sonrisa burlona en la cara. Ron seguía al fondo de la tienda, explicando los diferentes artilugios de té a su padre.
"Sí." Respondió Harry, ignorando el sonrojo en sus mejillas. Tenía diecisiete ahora, podía hablar con Snape como un adulto. "Si los muggles son tan creativos con la pornografía, sólo puedo imaginar lo que los brujos pueden hacer con fotografías móviles."
Snape no contuvo su risa.
Tomaron una ruta diferente de regreso hacia De Kromweg, el Distrito Red Light no parecía ni de cerca tan peligroso o sórdido durante el día cómo lo había parecido aquella noche el pasado verano. Ron parecía estar bastante avergonzado por que el Sr. Weasley tuviera mucha curiosidad acerca de la mayoría de las tiendas y salones de tatuajes en la zona, incluso deteniéndose para preguntar por la tienda de cuero que pasaron de camino. Snape respondió su pregunta con voz bastante calmada, pero Harry sospechaba que le divirtió bastante el subsecuente '¡bien entonces!' del Sr. Weasley.
"Honestamente, este lugar es un tipo de lugar de ésos que lo que ocurre en Ámsterdam, se queda en Ámsterdam." Dijo Harry en voz baja a Ron.
"Sí, o cualquier cosa aquí queda bajo juramento o algo así." Concordó Ron. Se habían retrasado un poquito del Sr. Weasley y Snape, y estaban mirando alrededor con los ojos bastante abiertos al vecindario.
"Definitivamente. Pero un tipo de cosa un amigo no oblivia a los amigos. Imagino que sería un fin de semana para recordar." Harry rio con disimulo.
"¿Los amigos no oblivian a los amigos?" Llegó la repetición incrédula de Snape. Harry se preguntó cuán fino era el oído de Snape. "Dime eso después de haber ido a la universidad."
"Ah, ¿realmente querrías saber qué tramaba en la universidad?" Preguntó Harry descarado, recordando lo que Snape le había dicho sobre las cosas que realmente no querría saber sobre la vida de Harry.
"No en particular." Confirmó Snape.
Llegaron frente a una iglesia, que estaba marcada en el mapa de Harry como la Oude Kerk, y Ron murmuró que le alegraba mucho que su madre no hubiera venido al viaje.
"Entre los sex shops, los coffe shops, y las mujeres en los escaparates, ¡Mamá se habría puesto histérica!" Siseó Ron, tratando de mantener la mirada apartada de las mujeres medio desnudas en los escaparates silbándole.
"No olvides el arte en los adoquines, Ronald." Señaló Snape, su dedo indicando hacia una placa anidada entre las piedras junto a la iglesia. Durante una negociación que había costado a Harry dos horas de preparación de ingredientes de pociones, Snape había accedido a dirigirse a sus amigos como Hermione y Ronald fuera del colegio. Se negaba a usar el acortado 'Ron', y Harry sabía cuándo no insistir.
Bajando la mirada a la placa, la mandíbula de Harry cayó cuando vio que era una impresión de una mano tanteando un pecho de mujer. No había explicación cercana, y parecía haber sido colocada allí al azar. Ron, que no había dejado de caminar ni apartaba los ojos saltones de la placa, dejó escapar una ráfaga de aire y un gemido de repente. Harry aspiró aire en simpatía cuando su amigo se dobló y se aferró las partes bajas.
A lo largo de toda la ciudad había postes redondos pintados de granate, con la insignia de las tres X de la ciudad en ellos. Snape los había llamado Amsterdammertjes, y explicó que marcaban la calle y la acera. Harry pensaba que parecían sospechosamente penes de tamaño exagerado, e imaginaba que no debía ser muy agradable chocar con ellos y… bueno… empalarse. Habría reído, pero la sensación de 'vamos a hacerte vomitar' de los genitales de uno era algo que había experimentado antes y realmente no era gracioso. Mayormente. Harry se mordió el labio para evitar que apareciera el fantasma de una risa.
"Los gemelos probablemente encontrarían hilarante este lugar." Dijo Harry por fin, sin saber qué más decir mientras el Sr. Weasley le decía a Ron discretamente un encantamiento sanador que podía ejecutar.
"Indudablemente." Concordó Snape, pareciendo demasiado divertido para ser compasivo.
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3 de agosto, 1997. La imagen se mueve ligeramente más despacio que el tiempo real mientras un joven de indomable cabello negro monta en bici en el marco, la bici temblorosa por razones no relacionadas con los adoquines sobre los que circula. Hay una joven sentada de costado en el portaequipajes trasero de la bici, agarrándose a la cintura del muchacho por su vida mientras ambos ríen. Un segundo varón en su propia bici pasa junto a ellos, sonriendo ampliamente para sí mismo mientras pasan el café al fondo. En la que Elliot descubre que montar en bici con un pasajero no se parecer en nada a volar en escoba.
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"Sólo tenemos dos bicis." Señaló Ron. El sol había decidido mayormente acompañarlos, y la perezosa tarde de domingo era perfecta para un pequeño paseo en bici.
"Eso no detiene a los holandeses." Señaló Harry. Estaban situados junto a una pequeña estatua en una plaza no turística a la que Snape les había llevado más temprano. Los adultos, Snape, el Sr. Weasley, y la Sra. Granger, estaban sentados en un café cercano y sin duda hablando de los 'niños' mientras tomaban el té de la tarde. Ron había hecho mención de alquilar bicis más temprano, después de casi ser atropellado por cuatro y queriendo ver si se parecían en algo a volar en escoba. A la tienda de alquiler sólo le quedaban dos, sin embargo, pero Hermione no parecía tan desanimada.
"Oh, honestamente. Mira, hemos visto hacerlo a multitud de gente, y la bici parece robusta. Debería ser bastante fácil." Intervino Hermione, las manos en las caderas.
"¡Sí, pero ellos están vigilando!" Susurró Ron en voz alta, asintiendo con la cabeza hacia donde los padres estaban sentados.
"Ron, ellos siempre están vigilando." Sentenció Harry, poniendo los ojos en blanco. "Vamos, Hermione, tú y yo podemos intentarlo."
"¡Oye!" Estalló Ron.
Harry llevó su bici hacia el pequeño escalón en la carretera que indicaba el camino junto a la estatua. Hermione lo siguió, mirando el pequeño portaequipajes sobre la rueda trasera de la bici.
Ron les había seguido, pero estaba mirando al frente a un semáforo que tenía una bici colgando.
"¿Eso es algún tipo de deporte bizarro aquí?" Preguntó, señalando la bici y preguntándose si había sido transfigurada allí.
"Debe serlo." Harry se encogió de hombros. "Aunque no creo que lo hicieran los brujos."
"¿Por qué no?" Preguntó Ron, un poco disgustado porque Harry supiera exactamente lo que estaba pensando.
"Hay marcas de raspaduras en la pintura del semáforo, Ron. De donde la subieron. Si fueran brujos, simplemente habrían empleado magia." Explicó Hermione, alisándose la falda con las manos. "¿Preparado?" Le preguntó a Harry.
"Sip." Respondió Harry. "Aunque, si son menores, no podrían usar magia."
Harry arrancó despacio y trató de circular lo más recto posible mientras Hermione cogía carrerilla tras él y saltaba súbitamente sobre el portaequipajes. Aterrizó con un pequeño golpe, las piernas colgando por el lado izquierdo de la bici y haciendo que Harry virara un poco.
"¡Corre más, Harry!" Le dijo Ron, circulando al lado y asegurándose de que Hermione no cayera.
Hermione tenía un agarre de muerte en su cintura desde atrás, lo que en un mal momento sin igual le hacía bastantes cosquillas e hizo que Harry comenzara a reír. Los estabilizó a medida circulaban más rápido y Hermione se unía a las risas, pareciendo cogerle el tranquillo a equilibrarse en la parte trasera.
Ron se quitó un sombrero imaginario mientras pasaban el café donde estaban sus padres, y recibían una breve ronda de aplausos, las palmadas de Snape bastante burlonas.
"Crees que eso fue gracioso; no sé cómo parar." Chirrió Harry, acelerando.
"¡Harry!" Gritó Hermione, medio indignada mientras le daba un capón y reía.
