Hola hermosas, ¿No esperaban que actualizara tan rápido verdad? Espero no les moleste el que los haya hecho y también espero que no se confundan con la historia anterior. En A TRAVÉS DE MIS OJOS estoy intentando una nueva manera de narrar precisamente como lo dice la historia a través de los ojos de los personajes, en esta manera será un poco más difícil hacerlo así que les pido me tengan paciencia. Quiero aclarar que esta historia es antes que PINCELADAS DE AMOR, sin embargo no la había pasado a la computadora y por ello la otra salió antes, pero es importante que sepan que lo que aquí escribí fue primero que la anterior. Muchas gracias por leer, espero también le des una oportunidad a esta y la agregues a tu lista de favoritos y tu lista de seguimiento.

La siguiente historia no tiene la intención de algún beneficio económico, está escrita por amor al arte, sin dejar de dar crédito a las escritoras originales a las cuales pertenecen los personajes, sin embargo lo que aquí escribo es completa y totalmente salido de mi imaginación y me adjudico ese crédito. Al igual que las otras NO es para menores de edad, así que espero que también respeten eso, lo hago sin ánimo de ofender, simplemente está dirigida a un público más adulto. Gracias por su comprensión. Comenzamos con el primer capítulo ojalá les guste.

A TRAVÉS DE MIS OJOS

I

Dicen que nuestros ojos son el espejo del alma... y la verdad tienen razón, con tan solo ver sus ojos una sola vez fue suficiente para ver en ellos el alma más pura y tierna que pudiera conocer, aquella mañana frente al portal de las rosas me enamoré por primera vez de sus ojos, me enamoré de su alma y de su inocencia… me enamoré de ella, de mi Dulce Candy.

ANTHONY

Mi mirada estaba fija en aquella imagen que mis manos plasmaban en el papel en blanco que sostenían mis piernas. Con total destreza dibujaba de memoria aquellos ojos expresivos que un día me habían enamorado siendo un chiquillo, la diferencia era que aquellos ojos que dibujaba no tenían el bello color verde que llevaba tatuado en mi memoria, un color tan vivo en mis recuerdos como si lo tuviera frente a mí una vez más.

Aquel pequeño dibujo que hacía de ella parecía que cobraba vida al igual que los otros que decoraban la pared que tenía oculta en este oscuro cuarto, todos y cada uno de ellos eran retratos de ella, de sus hermosos ojos, de su linda sonrisa, su nariz respingada y sus tiernas pecas, todos y cada uno de ellos eran hechos por mis propias manos y mis recuerdos, recuerdos que tenía en mi cabeza de aquellos días que había vivido tan feliz a su lado y que ahora tenía que conformarme con tan solo recordar como era su rostro, su cabello, su risa…

Desplacé la silla en la que me movía después de aquel fatídico accidente al escuchar que llamaban a la puerta, así que procedí a esconder como pude con el biombo aquella pared que tenía decorada con mis dibujos, con las imágenes de mi Dulce Candy.

-Adelante. – Dije una vez terminado mi propósito, sabía que la tía abuela no aprobaría lo que hacía, así que era mejor mantener fuera de su vista aquellas imágenes que representaban mi amor por aquella chica que ella despreciaba, pero que a pesar del tiempo yo seguía manteniendo muy arraigada en mi corazón y en mi memoria a pesar de saberla perdida.

-Buenos días. – Habló la tía abuela, entrando segura a la habitación en la que me mantenía oculto, seguida por aquella joven que me había atendido desde que desperté en aquel hospital donde curaron mis heridas por la caída del caballo, una caída que había impedido que volviera a ponerme de pie. - ¿Cómo amaneciste? – Me preguntó con su voz tan fría como siempre, pero a pesar de todo sabía que me amaba, sin embargo su amor no me era suficiente para sentirme pleno y feliz.

-Mejor. – Respondí un tanto seco a su pregunta, me molestaba que me hiciera la misma pregunta cada que entraba, sabía que para mí no era la mejor opción, sin embargo seguía con vida a pesar de su decisión y la mía de mantenerme a las sombras de la familia. Josephine me sonrió con su tímida sonrisa y con pasos cautelosos dejó la charola que llevaba sobre la mesa de mi habitación, hizo una reverencia y respondió con una sonrisa a mi agradecimiento.

-Me alegra escuchar eso. – Dijo de nuevo la tía Elroy sin dejar de mirar alrededor de la habitación como si buscara algo, poniendo sus ojos en el biombo que ocultaba los dibujos que había pegado detrás de él.

Josephine se dio cuenta de ello porque de inmediato captó con señas la atención de la tía abuela quien de inmediato atendió a su llamado, haciendo señas con sus manos preguntando que si ya no se le ofrecía nada más y que si podía retirarse. La tía Elroy volteó a verme un tanto confundida, a pesar de haber sido ella la que contrató a Josephine aún le costaba entender del todo su lenguaje a señas. Al tener una capacidad diferente ella la había contratado para atenderme, así no escucharía ni diría nada a nadie acerca de mi existencia y a pesar de que me habían ofendido al principio sus planes había llegado a comprenderlo, así me causara dolor estar separado de los seres que tanto amaba.

-Pregunta si ya puede retirarse y si no se te ofrece alguna otra cosa. – Expliqué a la abuela, yo había aprendido fácilmente aquel lenguaje a señas a pesar de que era nuevo también para mí, tenía la necesidad de comunicarme con aquella joven con la que me sentía identificado y por ello puse todo mi empeño por aprender de manera rápida.

-Claro que sí. – Dijo en respuesta como si ella pudiera escucharla, así que repetí sus palabras con mis manos. Josephine me sonrió de nuevo e hizo una reverencia educada de despedida y se retiró por la misma puerta que había cruzado junto a la tía abuela. – Anthony debes de comenzar a prepararte para regresar de nuevo a la familia. – Dijo la tía abuela de pronto, yo no entendía por qué si ella misma había sido la encargada de ocultarme de todos, ahora le asaltaba la repentina necesidad de presentarme ante la familia de nuevo.

-¿Por qué? ¿Qué caso tiene que ahora me quieras regresar a la vista de todos? – Pregunté molesto por aquella manera que tenía de decidir las cosas, todo a su manera, sin importar los deseos que podíamos tener, manejándonos como marionetas a su antojo.

-Todo este tiempo te has preparado para tomar el lugar de tu tío William. – Me explicó nerviosa, tenía días que su mirada estaba más apagada de lo normal, cosa que me intrigaba pero no me preocupaba por averiguar, había aprendido a ignorar aquellos sentimientos, así como ella había siempre ignorado los míos.

-Tengo años haciendo eso y aun así no habías decidido volver a presentarme ante los demás. – Dije sin poder evitar que el reproche sonara en mi amarga voz, una manera de hablar ya habitual en mí.

-Pero ha sucedido algo que nadie había previsto. – Dijo con nerviosismo en sus palabras, aun así no podía compadecerle. A pesar de mi necesidad de saber más no podía demostrárselo, todos los años que había mantenido oculta mi identidad me habían hecho una persona más dura y un tanto amargada. – Tu tío William no ha regresado de su viaje a África y estoy muy intranquila por ello. – A pesar de escuchar preocupación en su voz no me conmovió su comentario, en el fondo sentía que mi tío William estaba bien, era extraño pero había cierta conexión con él a pesar del tiempo que tenía sin verlo, podía sentir la mayoría de las veces que estaba bien y esta vez no era la excepción.

-Nunca has permitido que nadie te ayude a manejar los negocios de la familia, siempre has dicho que eres indispensable en su manejo. – Dije como imitando las palabras con las que siempre se había excusado cuando la cuestionaba del por qué no cedía por completo los negocios al tío William. Al principio fue su corta edad, luego su alocada juventud, después su inexperiencia, una vez que había descifrado que el gran abuelo William no era otro más que mi tío William. Aquel joven hermano de mi madre que solo era mayor que yo por seis años y que había tenido la desgracia de quedar al frente de una familia tan poderosa al tener tan solo siete años.

-Pero ahora es diferente, él manejaba más cosas que yo y ahora necesito ayuda para hacerlo. – Mi rostro no era de sorpresa, ni de aceptación más bien era de una molestia combinada con decepción al comprobar una vez más la importancia que como personas teníamos para la familia Ardlay. Todo era el dinero, siempre el dinero y las apariencias.

-¿Qué te hace pensar que estoy listo para presentarme ante todos en estas condiciones? – Pregunté viéndola fríamente a los ojos, una mirada que había aprendido de ella. – Has dicho que mi estado les provoca vergüenza y para tu mala suerte no he tenido mejoría. – Mis palabras no eran amables, lo sabía, pero el dolor que tenía en mi alma provocado por ese accidente y a la vez por las decisiones de la tía abuela y las mías propias me impedían volver a ser el chico noble y tierno que fui.

-No he dicho que tendrán que verte, con estar al pendiente de los negocios… - Mi dura mirada interrumpió sus palabras, unas que demostraban que yo no era una persona digna para la familia ante sus ojos, sino que para ella mi estado seguía siendo una vergüenza.

-Ya decía yo que era extraño que quisieras presentarme al fin. – Respondí de la misma manera que lo había estado haciendo.

-Anthony… tienes que entender que en tu estado…

-¡Ya sé lo que siempre me has dicho! Para ti y mis primos sería vergonzoso que la ilustre familia Ardlay tenga un paralítico de miembro principal, que soy digno de lástima no de respeto. – Dije sin poder evitar levantar mi voz, frustrado por todas las veces que ella me dijo la pena que eso representaba para la familia, y a pesar de todo seguía negándome a creer que Stear y Archie tuvieran ese tipo de pensamientos, en el fondo sabía que ni ellos mismos sabían de mi existencia. Entendía que hubiera decidido ocultarme de Candy, yo mismo había estado de acuerdo con ello, no quería que ella tuviera que cargar con un lisiado como yo, ella era una persona libre y feliz, además había vuelto a construir su vida, y a pesar de que me consumía el dolor, debía dejarla libre, debía dejar que ella continuara labrando su futuro lejos de mí, así yo sufriera por ello.

-¡Anthony, tienes que levantarte! ¡Tienes que recuperarte! Cada vez se acerca más el tiempo para anunciar tu compromiso con Elisa. – Dijo de nueva cuenta, eso era toda su preocupación, que yo volviera a caminar, no sólo para que "regresara" a la familia, sino que quería que me comprometiera con aquella caprichosa joven que recordaba era Elisa, y que dudaba mucho que hubiese cambiado de actitud en todo este tiempo.

-¡Sabes que no estoy de acuerdo! – Volví a levantar mi voz con molestia, sin importar a quien me enfrentaba, ella ya no representaba una voz de autoridad en mi vida.

-Pero hijo…

-¡He dicho que no! ¡Y es mi última palabra…! – Dije dirigiéndome hacia la ventana, en señal de que ya no era bienvenida en mi espacio, aquel que ella me había asignado en aquella mansión, uno más a las sombras de todas las personas.

Escuché que se retiró en silencio, cerró la puerta con discreción como era su costumbre para no llamar la atención, cada vez hacía lo mismo, nadie tenía que saber que me mantenía oculto en la mansión de Chicago. Enfoqué mi mirada hacia el jardín para calmar la frustración que nuevamente me invadía, las rosas que ya no podía cultivar me servían para tranquilizarme un poco, el paso de la gente me animaba otro poco, pero lo que realmente llamó mi atención era una chica vestida de blanco que pasó corriendo por la acera frente a la mansión, su prisa en su caminar demuestra que va tarde a su destino, es la primera vez desde que llegué a Chicago que la veo pasar. De pronto recuerdo a mi amada Candy, por los rizos rubios y las coletas que lleva bajo su cofia de enfermera. Sonreí solo de imaginarme a mi dulce niña vestida igual que aquella joven que corre desesperada por la acera que corresponde a la mansión.

Mi imaginación vuela nuevamente y comienzo una nueva imagen de mi inspiración. Tengo memorizada cada línea de su rostro y no me cuesta nada incluirle aquel uniforme blanco que admiré en aquella enfermera.

Salí al balcón y pude observar desde aquel ángulo que la joven enfermera regresó más tranquila sobre el mismo camino, la ví caminar sobre la banqueta y de pronto volteó a todos lados como buscando a alguien, más sin embargo pronto comprendo lo que buscaba hacer cuando veo que entre las rejas que dividen los límites de la mansión del resto de la ciudad, sobresalen algunas Dulce Candy, se decidió por una de ellas y yo sonreí por su buen gusto, se alejó a toda prisa para intentar ocultar de la vista de los demás la travesura que acaba de llevar a cabo, no puedo evitar compararla con mi Dulce Candy una vez más, su aire fresco y su picardía me recuerdan a ella.

CANDY

Aquella mañana me levanté tarde como siempre, la diferencia que ahora tenía que caminar hasta el hospital al haber rentado un departamento para poder vivir con Albert, había perdido la comodidad de levantarme con diez minutos de anticipación y ahora solo tenía quince minutos para llegar al hospital y tenía que tomar un atajo, el cual consistía en atravesar frente a la mansión de los Ardlay, un camino que yo había evitado desde que me cambié de residencia, no quería que la señora Elroy me viera pasar frente a su casa, pero era cuestión de tiempo y necesitaba llegar puntual al hospital sino quería ganarme una sanción, al fin de todo me había dado cuenta que ese camino elegido como último recurso había funcionado, a pesar que había tenido que correr, sobre todo cuando pasé frente a la mansión cubrí mi rostro para no avergonzar más a los Ardlay, como me había dicho un día la señora Elroy.

Mi día había sido muy difícil, sobre todo cuando se acercaba el final del día, pero gracias a Dios había terminado y el cansancio me obligaba de nuevo a recorrer mi nuevo camino hacia casa, atravesando de nuevo la calle de la mansión Ardlay.

No pude evitar que al pasar frente a aquella gran mansión, la cual abarcaba toda una cuadra en tamaño y dimensiones, mi mente no me indicara cortar una Dulce Candy de las que sobresalían por la elegante reja de metal que delimitaba la propiedad. Hacía tiempo que no veía una y a pesar de que aquellas eran mucho más pequeñas que las que había en Lakewood, necesitaba volver a oler y recordar su dulce aroma y con ello evocar la sonrisa y la mirada de mi tierno Anthony.

Sentí una mirada sobre mí, volví mi rostro discretamente y pude observar a lo lejos un balcón de la mansión que alguien estaba observándome detenidamente, procuré hacerme la que no lo había visto y salí corriendo del lugar para que no se diera cuenta de mi identidad. Aquella presencia había llamado mucho mi atención ya que según yo no había nadie viviendo ahí aparte de la señora Elroy y los chicos, sin embargo aquella presencia llenó mi corazón de un sobresalto. Al salir corriendo del lugar algo me detuvo y me obligó a regresar a los pocos minutos para poder ver quien era la persona que me había visto tomar aquella hermosa rosa, sin embargo ya no había nadie en aquel lugar, y al ver que todo parecía tan normal dudé si realmente había alguien ahí o si solo había sido todo producto de mi imaginación.

Continué con mi camino con más calma hasta llegar a mi hogar y poder darme un baño para así deshacerme de este olor a medicina que penetraba mi uniforme y mi cuerpo. Terminé de alistarme para así esperar a Albert y comenzar juntos la cena.

ELROY

Nuevamente salía una vez más derrotada de la habitación de Anthony, había mantenido oculta su presencia de toda la familia incluido William Albert, pero ahora que había desaparecido sin dejar ningún rastro me obligaba a traerlo de nuevo a nuestra presencia, eso y el compromiso que yo quería entablar con Elisa me apuraban a hacerlo. Lo único que me detenía era que él no había querido continuar con su rehabilitación. Sabía que podía caminar de nuevo, pero él no quería hacerlo por tal de que yo no hiciera efectivo ese compromiso.

Josephine se acercó a mí en silencio, para preguntarme si ya podía llevar la cena a mi nieto.

-Ya puedes hacerlo. – Dije asintiendo con un movimiento de cabeza, a veces se me olvidaba que no me escuchaba. Yo misma la había contratado para no tener el problema de que escuchara o comentara lo que yo platicaba con Anthony, su única función era esa, cuidarlo y alimentarlo. Me dolía verlo así, en ese estado inmóvil de su cuerpo, pero me dolía más ver como su carácter alegre y fresco se iba frustrando y apagando encerrado en estas paredes. Me cuestionaba si mi decisión había valido la pena, sin embargo yo misma me alentaba diciendo que estaba en lo correcto.

En Inglaterra, había vivido más libre, ahí podía sacarlo al jardín particular que había mandado construir para él, pero en esta mansión todo era más pequeño así que cada semana daba instrucciones de que todo el personal de la mansión tomara su descanso, todos con excepción de Josephine que era la única que se mantenía día y noche durante todo el año para cuidar de él.

Cuando lo veía mirarme de esa manera tan fría y tan dura, sentía que había hecho mal en apartarlo de todos, pero el temor de que su amor por Candy se hiciera realidad apoyado por William hizo que actuara ocultándolo de todos, incluso de Stear y Archie, quienes no sabían nada de su existencia y creo que no me perdonarían el haberlo hecho.

La culpa pesa cada vez más en mí y conforme el tiempo avanza y con él la vida, siento mayor la necesidad de hacer público que mi adorado nieto sigue con vida, a pesar de que tal vez por su condición será más difícil que la misma familia lo tome en serio.

-Buenos días tía abuela. – Escucho la voz de mi dulce nieta a mi lado, sacándome de mis pensamientos. - ¿Cómo está la tía abuela más hermosa del mundo? – Me pregunta con una sonrisa que hace iluminar mis días, solo ella y su hermano entenderían mi proceder con Anthony, sin embargo tenía que convencerlo primero a él que regresara a terapia y así se levantara de nuevo de esa maldita silla que era mi tormento.

-Muy bien Elisa, ¿Cómo está tu madre? – Pregunté a sabiendas su respuesta, ella siempre estaba bien.

-Bien, te manda saludar. – Responde lo que yo esperaba.

-¿Y tú hermano? Hace tiempo que no me visita. – Dije un tanto melancólica, extrañaba a mi otro nieto, sin embargo él ahora era un joven muy ocupado.

-Neal está ayudando a papá en los negocios. – Responde mi nieta, eso me hace sentir orgullosa de él, es un chico muy trabajador, lo único que siento es que ya no puede visitarme como cuando era un chiquillo. – Ya sabes cómo es ahora de responsable. – Confirma ella algo que yo ya sé.

-Sí, lo sé Elisa. Neal al igual que tú es un buen joven. – Digo con orgullo y ella me sonríe de lado satisfecha con mi comentario. No puedo evitar pensar en la linda pareja que formará con Anthony antes de lo que ella se imagina.

Pasamos la mañana juntas y parte de la tarde, ella es mi compañera desde hace tiempo, ya que Stear y Archie se la pasan en el consorcio o buscando a aquella chiquilla que a pesar de no divulgar que lleva el apellido Ardlay, gracias a William sigue siendo un dolor de cabeza para mí, sobre todo cuando veo que sigue siendo una mala influencia para ellos.

Mi semblante cambia por uno más frío al recordar las veces que cada uno de ellos me enfrentó por defenderla, sobre todo Anthony… él era el que más demostraba su interés por aquella chiquilla, aquella chiquilla revoltosa que llegó a los Ardlay con su excesiva alegría y su risa escandalosa, procuré hacerla una dama, pero el accidente en el cual por poco pierdo a Anthony me hizo pensar en el peligro que era para él permanecer a su lado, y más si llegaba a hacer lo que me había advertido que haría al tenerla de nuevo frente a él, solo la parálisis que había sufrido fue la que lo obligó a no presentarse ante ella, eso y la frustración de creer que Stear y Archie no querían verlo porque él rechazaba ver a Candy de nuevo.

Volteé a ver una vez más a mi nieta, quien me platica el día que había tenido y me enfoco en sus anécdotas un tanto incomprensibles para mí, sin embargo me concentro en ellas para compartir aquel agradable momento que pasaba a su lado.

ANTHONY

-Adelante. – Dije una vez más, de nuevo la cena llega a la misma hora y Josephine entra cuidadosamente. Ella es una chica un año mayor que yo, de cabellos claros ondulados y ojos azules, su nariz chata la hace un poco graciosa a su rostro, pero la bondad que desprende su alma me conmueve. - ¿Qué tal Josephine? – Pregunté con mis manos y ella responde con una sonrisa. - ¿Qué cenaré hoy? – Pregunté de nuevo y ella me responde el menú. Sin mucho ánimo me acerco al comedor, y sin saber por qué aparece en mi mente la chica que había robado una rosa, Josephine se muestra interesada en saber la razón de mi sonrisa. – No sucede nada. – Respondo entre risas que sé ella no escucha pero sí observa.

Me decido a comentar el motivo de mi risa y ella comparte ese sentimiento conmigo, como siempre ella es con la única que puedo bromear y reír olvidando un poco mi amargura.

-¿La conoces? – Preguntó sin borrar su sonrisa.

-No. – Niego a señas y con mi voz. – Es solo una chica que pasó corriendo por la mañana, creo que iba al hospital, llevaba uniforme de enfermera, tal vez acaba de conseguir empleo ahí. – Dije una vez más, sin saber por qué no puedo borrar mi sonrisa al pensar en aquella joven que ni siquiera había visto su rostro, únicamente me causó gracia su manera de correr y la forma como se cercioró que nadie la veía tomar aquella rosa.

-¿Te gustó? – Preguntó de nuevo Josephine con su rostro burlón.

-¡No la conozco! – Respondí en mi defensa. – Nunca la había visto ¿Cómo podría gustarme? Además no es… - Dije de pronto y me detengo antes de que Josephine entienda lo que estoy diciendo.

-¿No es ella? – Pregunta segura. Demasiado tarde me di cuenta de lo que decía. Me había acostumbrado tanto a hablar con las manos que a veces olvidaba que podía hacerlo naturalmente.

Josephine sabía mi historia, ella era la única que me había acompañado todos estos años, la única que me había retado por mi necedad de permanecer bajo las sombras, apoyado por la tía abuela. ¿Pero qué caso tenía regresar a su mundo si ella tenía una nueva ilusión? Una ilusión que encontró al poco tiempo de mi "muerte", además… además yo no tenía nada que ofrecerle.

-No Josephine… no es ella… y nadie nunca lo será… - Josephine bajó su rostro en ese momento y su sonrisa se borra de su cara, sé lo que pasa, sin embargo no quiero aprovecharme de ello, ella es para mí una amiga, la única amiga que tengo en estas cuatro paredes y no quiero perder lo único real que he tenido en años.

-No estés triste, ella volverá… - Me dice cambiando su rostro de pronto por uno más alegre, eso me vuelve a recordar a Candy, mi dulce Candy quien a pesar de las adversidades siempre mostró una sonrisa llena de esperanza y bondad.

-No… ella es feliz con alguien más… - Respondí con melancolía y una sonrisa amarga.

-¿Estás seguro? – Observé como sus manos me preguntaban, lo que una y otra vez me ha preguntado, ¿Cómo saber si es verdad, si solo tengo algunos comentarios de la tía abuela? Comentarios que a pesar de no estar seguros si eran verdad, no tenía otra manera de comprobarlo. – Creo que ella sería muy tonta si no regresa a tu vida. – Volvimos a lo mismo, ella sugiere una vez más que vuelva a la vida de Candy, pero no es tan fácil después de tantos años, a pesar de que esa posibilidad golpea mi mente una vea más. - ¿Dónde está ella? – Pregunta de nuevo.

-No lo sé. – Respondí aún sin probar bocado. – La tía abuela no me lo dirá bajo ninguna circunstancia. – Respondí de nuevo con pesar, lanzando un suspiro de frustración. Sabía perfectamente que la tía Elroy no me diría nada de lo que yo quería saber acerca de ella, siempre lo había intentado, hasta que había dejado de hacerlo al convencerme que no ganaría nada, tan solo sabía que ella había estudiado en Londres y que ahí lo había conocido, un día había escapado del colegio para ir detrás de él, eso terminó de destrozarme, cada una de las historias que sabía eran contadas por Elisa, sabía que no eran verdad, más cuando siempre ella era inocente y Candy culpable. Pero cuando me contó sobre cómo ella había abandonado el colegio para ir detrás de él, algo dentro de mí sintió que esa vez no había mentira alguna. Sabía que no estaba vivo para ella, sabía que merecía ser feliz, pero ¿Cómo explicar a mi corazón para que entendiera ese motivo que mi mente ya sabía? El dolor era muy grande en mi pecho y en ese momento al recordarlo volvía a hacerse tan profundo e intenso como aquel día.

Josephine salió de la habitación una vez que hubo terminado sus funciones, yo había aprendido a moverme por mi mismo sobre todo para ir al baño ducharme e irme a la cama sin ayuda de nadie.

Una vez más quedaba solo en aquella gran habitación, mi único pasatiempo eran mis dibujos, volví a echar a volar mi imaginación, mi hermosa rubia de ojos verdes y suaves rizos con uniforme de enfermera, aún no entendía por qué esa chica me había recordado tanto a Candy, si ni siquiera la había visto de cerca o inclusive no había visto su rostro. Continué con aquel nuevo dibujo que hacía con su rostro hasta que sentí que los rayos del sol entraban por la ventana, una vez más me había atrapado la mañana sumido en los hermosos ojos de mi amada Candy, mi dulce Candy, la niña que me enamoró y que jamás en la vida había vuelto a ver.

Los días en Chicago eran fríos y solitarios, era domingo de nuevo y sabía que todos en la mansión habían desaparecido, cada domingo por órdenes de la tía abuela el personal de la mansión descansaba, solo Josephine quedaba a mi lado. Pero aquella mañana era diferente, en lugar de entrar Josephine la tía abuela entró en su lugar repentinamente.

-Buenos días Anthony. – Esta vez no pude esconder a tiempo el dibujo de Candy que había terminado minutos atrás y en el cual había estado trabajando toda la noche.

-Buenos días tía abuela. – Respondí mientras dejaba tranquilamente el dibujo de mi amada como si fuera algo natural, sin embargo en sus facciones vi su molestia de inmediato. - ¿Dónde está Josephine? – Pregunté para desviar un poco su atención, aunque sabía que no era suficiente, la conocía demasiado bien para saber que lo dejaría pasar.

-¿Quién te dijo que Candy es enfermera? – Preguntó con desdén al ver mi dibujo, yo no sabía nada de Candy, sin embargo tal vez cabía la posibilidad de obtener más de ella.

-Es algo que ella deseaba ser desde pequeña. – Respondí convencido de que era verdad lo que decía.

-¿Así que siempre pensó en ser enfermera? – Preguntó sorprendida, su rostro demostraba molestia. - ¡Yo nunca lo hubiese permitido de haber sabido! – Dijo con verdadero desagrado, era obvio que seguía sintiendo odio por ella.

Mi corazón se agitó al haber obtenido ese nuevo dato de ella, uno que al ver el rostro molesto de la tía abuela sabía tampoco era de su agrado.

-Me alegra que haya seguido sus sueños. – Dije como si realmente ella me hubiese dicho aquel deseo, uno que acababa de descubrir sin proponérmelo, pensando que tal vez aquella joven que pasó frente a la mansión… pero no… sería demasiada coincidencia.

-¿De qué sirven los sueños, si con ello lo único que logra es avergonzar a la familia que la adoptó? – Preguntó con verdadero coraje y frustración, su mirada reflejaba realmente el desprecio que sentía por Candy y al parecer por sus decisiones, ni siquiera eso pensaba ella era digno de elegir por cuenta propia.

-¿De qué sirve tener sueños si no puedes realizarlos? – Pregunté yo indignado, con mis puños apretados por la impotencia que sentí al haber visto truncados todos los sueños que una vez tuve. - ¿De qué sirve vivir si no puedes hacer realidad los sueños que un día perseguías? ¿Si tienes que vivir encerrado entre cuatro paredes porque solo provocas vergüenza en tú familia? – Pregunté mirándola fijamente a los ojos, encontrando sorpresa en ellos. Una vez más aquella mirada que ella ponía cuando no esperaba que la cuestionara de esa manera, sus ojos de pronto se entristecieron, sin embargo yo seguía sin conmoverme, yo era una de esas personas con los sueños truncados, escondido entre las sombras, refugiado entre las paredes que ella había decidido recluirme.

-Entiende mi posición Anthony. – Dijo una vez más, sabía que me recordaría los motivos de su proceder, sin embargo para mí ya eran palabras huecas y vacías, palabras que repetía una y otra vez que sentía mi reproche.

-¿Entender qué? – Pregunté frustrado. - ¿Qué al ser hijo de uno de los miembros más importantes de la ilustre familia Ardlay no puedo elegir mi propio destino? – Pregunté de nuevo. – Yo no soy como los demás tía abuela, yo no aceptaré la vida que quieres imponerme. Yo no aceptaré a Elisa solo porque tú lo deseas. – Dije firme una vez más, decidido como nunca antes lo había estado.

-Ella es una jovencita de buena familia, está a tu altura. – Dijo una vez más. La escuché cansado, ya no podía contar las veces que había escuchado que Elisa era una joven digna de mi posición.

-¿Qué diría Elisa si supiera que estoy vivo y que no puedo caminar? – Pregunté con desafío, siendo mordaz con mi comentario, utilizando el motivo por el que me había ocultado de todos. Ella calló como pensando por un segundo su respuesta.

-Estoy seguro que a ella no le importaría. – Respondió después de haberlo pensado por varios minutos. Yo sonreí sarcástico de lado, sabía que Elisa era una persona poco delicada con las capacidades diferentes y creo que yo no sería la excepción.

-¿Segura? ¿Crees que ella estaría dispuesta a cuidar a un inválido, que no es capaz de valerse por sí mismo y que peor aún no puede darle descendencia directa? – Pregunté con una sonrisa maliciosa, sin saber por qué sentía gusto en ver el rostro contrariado de la tía abuela, sabía que ella no se había planteado esa pregunta, pero yo me la había hecho un millón de veces pero refiriéndome a Candy, a sabiendas que por su noble corazón ella se hubiera quedado a mi lado truncando sus sueños y su camino, un precio demasiado alto para un alma tan alegre e inquieta como la de ella. Candy no se merecía permanecer a mi lado, ni por amor, ni por lástima… mucho menos por lástima, yo sería incapaz de valerme de mi condición para obligarla a quedarse a mi lado, sin embargo por ella yo había continuado con mis terapias con ayuda de Josephine, quien cada que podía me apoyaba a hacerlo.

-Pero es indispensable que te recuperes. – Respondió ansiosa, ese era el motivo de su urgencia, quería que yo me casara con Elisa para que el "linaje" continuara.

-Sabes que no puedo. – Dije como si estuviera convencido de que ello era verdad, decidido a continuar ocultando que comenzaba a tener sensibilidad en algunas partes de mis piernas.

-El médico ha dicho que puedes tener movilidad en tu parte inferior. – Dijo con esperanza, en ese momento sentí pena por ella.

-El médico no está en mi posición, solo son suposiciones que da al azar. – Dije una vez más, cansado de repetir lo mismo una y otra vez. – No insistas por favor, no me casaré con Elisa, ni me recuperaré si insistes en casarme con ella. – Dije interrumpiendo una vez más su réplica. – Mejor dime dónde está Josephine. Necesito tomar aire fresco, ya estoy cansado de estar encerrado. – Dije dirigiéndome hacia la puerta que me llevaba al corredor que era escondido por una especie de pasadizo que llevaba a una sala de descanso de la mansión, lugar que al parecer los demás creían era el lugar favorito de la tía abuela.

-Josephine no pudo venir hoy. – Dijo la tía abuela respetando por el momento mi decisión. Fue la única respuesta que salió de sus labios para encaminarme por el oscuro corredor que nos llevó a la parte posterior del librero que cubría la entrada para mi morada.

Continuará…

Hola hermosas sean todas bienvenidas a la lectura del primer capítulo, espero haya sido de su agrado. Espero sus comentarios.

GeoMtzR.