"Los amigos son tan valiosos que no se pueden remplazar con nada"

2ndo deseo: Los ocho dragones.

Su mirada clavada en el suelo del salón, su pie golpeando con impaciencia el suelo de la estancia y los nervios aflorándole la piel.

El primero en llegar fue el hombre Inglés, se quitó el sombrero y se sentó a su lado.

-¿Cómo esta?

Sus ojos ambarinos lo contemplaron y le respondieron en silencio.

-¿Y tú, como estas?-pregunto débilmente.

Esta vez no hubo respuesta.

El silenció incomodo invadió el lugar solamente interrumpido por una voz femenina.

-Ren-llamó suave su hermana.

Levanto su cara y miró a su esbelta hermana acompañada de un hombre alto de gran copete que le sonrió.

-Lyserg, no esperaba que estuvieras aquí tan pronto-le dijo al inglés mientras le extendía la mano.

-Es un gran honor volver a estar con ustedes Ryu-apuntó con una débil sonrisa.

-Ren, no te preocupes-trató de alentarlo y colocó su mano sobre su hombro, después se sentó en uno de los sillones en silencio.

El viento frío de invierno sopló con fuerza y junto con él, el sonar de la campanilla de la entrada.

Uno de los criados bien ataviado salió al llamado, regresando con cuatro personas, un alto castaño, una rubia envuelta en una manta, una chica de rosados cabellos y un hombre de baja estatura, que rápidamente se dirigieron a la sala.

Ren se incorporo cuando el grupo apareció, pese a ser una estancia muy grande los sillones escaseaban y decidió dejar lugar a las mujeres recién llegadas.

-Amigo-exclamó el castaño y se fundió con el chino en un gran abrazo.

-Ren-dijeron uno a uno los demás acompañantes mientras le daban una suave palmada en la espalda y se dirigían a saludar tanto a Liserg como a Ryu.

-Me alegra tanto que estén aquí-expresó en voz baja a su amigo mientras se separaba de él, luego dirigió su mirada a la rubia que se había sentado en el lugar que él había ocupado con anterioridad-No debiste traer a Anna, acaba casi de dar a luz y no es bueno para ella hacer viajes tan largos-dijo preocupado-¿Y el niño?

-Hana se quedó con mis padres en Izumo-sonrió-ya sabes lo terca que es mi Anna a veces. Me ha dicho que los amigos deben estar en las buenas y en las malas y he dejado que venga.

El descendiente de los Tao sonrió agradecido.

-Voy a pedir que les traigan un poco de té-anunció.

-No es necesario-contestaron casi al unísono.

-Yo si quiero Ren, con dos terrones por favor-pidió la joven señora de Asakura.

El joven sonrió y asintió con la cabeza antes de salir rumbo a la cocina.

-¡Anna!-exclamo el hombre bajito-No debemos importunar así a Ren.

-No se dan cuenta que nos ofreció té porque ÉL QUIERE TÉ-arremetió con tranquilidad la rubia.

Se guardó silencio hasta que Ren apareció con un criado que traía un juego de té en una charola plateada. Cada uno recibió con una sonrisa y un dejo de melancolía su taza, cuando el criado se retiro un nuevo pero perturbador silencio nació nuevamente.

-¿Y Jun?-cuestiono Tamao dando fin a la incomodidad.

-En un momento baja, esta en su habitación enjugándose las lágrimas.

Volvieron al silencio una vez más, ninguno sabía que decir ni como actuar en una situación similar, se sentían tan imponentes, sin saber como ayudar a su amigo, a sus amigos, porque Jun también era una de ellos pesé a ser un poco mayor siempre les había ayudado y aconsejado en los momentos difíciles y ahora que era su turno no sabían encontrar las palabras que conciliaran todo su afecto hacía ellos.

Una gran ventisca de nieve abrió las enormes puertas de par en par ante la mirada atónita de los criados, el dueño y los invitados, cuando se hubo despejado un corpulento hombre de cabellos azules apareció y a su lado una encantadora joven que venía reprendiéndolo por ser tan descortés, cuando se percataron de todas las miradas que caían sobre ellos, la chica se dispuso a disculparse.

-Lamento tanto esta entrada Ren, pero ya sabes que mi hermano desconoce modales-dijo mirando de reojo al ainu con reproche.

-No importa Pilika, me alegra que estés aquí-se acercó a la chica y la estrechó con fuerza-Te he extrañado tanto, Te necesitaba tanto.

-Ya, ya-decía la joven en tanto lo acariciaba con una dulzura maternal-Ya estoy aquí amor.

El corpulento ainu no vio con buenos ojos esta acción pero guardó silencio, aunque le fastidiara, su hermana sería dentro de algunos meses la esposa de Ren Tao y aunque había hecho el berrinche de su vida había terminado por acceder, pero a veces es duro aceptar que lo que uno más quiere en la vida tiene que irse, porque así es la ley de la vida. Y ahora Ren necesitaba más que nunca el apoyo y la compañía de Pilika.

Jun bajó media hora después de la llegada de los hermanos ainu, no llevaba esa usual sonrisa en su rostro y sus hermosos ojos azules se hallaban rojos a causa del llanto, saludo al resto de los chicos y se sentó junto con Anna y Tamao que se habían enfrascado en una trivial conversación sobre la decoración del salón para distraer a Horo e intentar pasar el tiempo.

-Tu casa es realmente hermosa Jun-dijo la joven Tamao con una débil sonrisa e intentando animar a la chica, como ella siempre lo hacía.

-Gracias-respondió casi sin emoción-La construyeron mis antepasados hace siglos, cuando mi familia era poderosa y reconocida como shaman-explicó un poco más animada-Cuando mis abuelos dirigieron la dinastía aún se conservaba algo de esa antigua gloria y puede verse en los jarrones de porcelana con incrustaciones de diamantes negros que hay en el recibidor-sonrió-mi madre-su rostro se ensombreció un poco-compró ese ultimó-señalo un enorme jarrón con el dibujo de ocho dragones, todos de diferentes colores que rodeaban a otros dos de un tamaño un poco menor-ella solía decir que en la vida estaba llena de dragones guardianes-sin poder contenerse más soltó en llanto-pero nunca la entendí, nunca, nunca.

Ren corrió hacía su hermana y la abrazó fuertemente, Jun escondió su cara en el pecho del chico mientras lloraba con mucha más potencia.

Anna y Tamao sintieron una gran pena y pesar por haber provocado tal escena.

-Lo siento, no debimos-intentó disculparse Tamao.

-No es su culpa, no es su culpa-repetía sin dejar de llorar Jun.

La chica tardó algunos minutos más antes de reponerse y soltar a su hermano, Manta le paso un pañuelo y la joven secó sus lágrimas y limpio su nariz.

-Ren, Jun-escucharon que los llamaban desde las escaleras, el gran En Tao, lucía demacrado y triste, su antes imponente figura no era más que una sombra, el cansancio y la enfermedad de su esposa Ran lo habían consumido-Su madre... –miró a todo el grupo de amigos que sus hijos poseían y se lamento no haberlos tenido él en esos momentos, sabía que podían soportar la noticia, tenían brazos fuertes y hombros nobles donde caer y llorar-Su madre, mi amada Ran Tao ha muerto.

Sus ojos ambarinos se abrieron enormemente y buscaron a su alrededor alguna cara que dijera que no era verdad, pero solo se topo con el enorme muro de la realidad, entonces se aferró al regazo de su novia y lloró como un niño, en cuanto a su hermana, hubiera caído al suelo a no ser porque Ryu y Horo la sostuvieron con fuerza, se abrazó a ellos y lloró con histeria.

Yoh, Anna, Manta, Tamao y Liserg observaban con un gran nudo en la garganta y el corazón, se acercaron a los dos hermanos y los abrazaron con fuerza.

En Tao fijó su mirada entonces al único jarrón que su mujer había comprado cuando sus hijos aún eran muy niños y se dio cuenta que aquellos jóvenes rodeaban a sus hijos de la misma forma que los dragones a los más pequeños. Y comprendió que de verdad la vida era así, llena de grandes dragones dispuestos a ayudar y tender la mano en los momentos más difíciles, con quienes puedes

llorar, reír, disfrutar y crecer, son guardianes espirituales reales y que sin importar si llueve o están lejos acudirán incondicionalmente a nuestro llamado, y que el nombre de esos dragones es: AMIGOS.

FIN

Notas: Este es mi segundo deseo para ustedes para este año nuevo, La amistad, espero encuentren, tengan y conserven grandes amigos, que tanto en la adversidad como la bonanza estén dispuestos a ayudarlos y estar con ustedes. Este es mi obsequio atrasado de Navidad Viosil, este cuento es para ti y será tuyo hasta el día de tu muerte.