Capítulo cinco

Albert se encontraba en una de sus interminables horas de soledad, acompañado únicamente por sus libros, cuando la pequeña Candy toco la puerta de su habitación, estuvo muy feliz al saber que su padre se había levantado y conversado con ella y con la tía Elroy, pero cuando la pequeña le explico por qué sus ojitos estaban rojos y el terrible estado de su ropa, el sereno joven experimentó la furia, le molestó mucho que fueran tan crueles con ella.

Al saber la petición de su padre no dudo en ir con la niña, la cual correteaba muy feliz de que la acompañará, ella se adelantó siendo seguida muy de cerca por él, pero al distraerse un instante la perdió, sin embargo, al conocer la casa no tardó en llegar a las habitaciones de los empleados, sin embargo, una voz elevada lo alerto de apresurar su paso.

―crees acaso que estas de visita, eres una simple sirvienta, como cualquiera de nosotras, así que deja de poner excusas y ponte a hacer tu trabajo, ve a lavar la ropa, ―exigía una señora con mal semblante al tiempo que le daba un golpe a la niña.

―pero señora Hilda, ―replicaba apenas la pecosa, tratando de contener sus lágrimas.

―ya cállate y vete a trabajar, ―gritaba la mujer intentando pegarle nuevamente a Candy, cuando una mano la detuvo, al darse la vuelta quiso reclamar, pero la dura mirada que recibió la detuvo.

―no vuelva a tocarla, porque de hecho ella no es ninguna sirvienta y aunque así lo fuera eso no le da el derecho a abusar de su tamaño en contra de una niña tan pequeña, ―expreso Albert sin levantar la voz, pero en un tono que atemorizaría a cualquiera.

―joven, no interfiera, ella si es una sirvienta, fue puesta por la señora Elroy a mi cuidado, le recomiendo que me deje cumplir mi trabajo o de lo contrario tendré que informar a la señora, ―respondió prepotente Hilda, sin saber realmente quien era el joven rubio frente a ella, pero quien suponía pertenecía a la familia.

―hágalo, de hecho, valla ahora mismo a buscarla, pero la quiero lejos de Candy en este instante, ―ordeno el joven, tan molesto, como nunca antes lo había estado.

La empleada solo hizo un sonido de molestia y se retiró, seguramente a poner queja a la señora Elroy, para evitarse un posterior reclamo por enfrentar a uno de sus invitados.

― ¿estas bien?

―si Albert, gracias.

―vamos, debes entrar a cambiarte y buscar tu ropa, si gustas entra, yo te espero aquí.

La niña se apuró en cumplir con la petición del rubio mayor, cuando estuvo lista le avisó y el ingresó a la habitación, quedando indignado al darse cuenta del lugar en que dormía la niña, ella solo recogió las pocas ropas que tenían y lo hizo todo un bultito para seguir al joven.

Antes de salir sin embargo se puso a ordenar el piso y el espacio en que la confinó la señora Hilda, que no era más que un pequeño y oscuro armario que se encontraba dentro de la recamara de ella, en el que apenas y cabía una persona, de hecho, tenía divisiones, dejando a la niña en la parte de abajo, Albert estaba tan absorto observando el lugar que apenas se percató de lo que la niña hacía, hasta que ella se dio un golpe en la cabeza en la división de arriba.

―vamos pequeña, deja eso así, ―decía disponiéndose a sacarla del pequeño lugar.

―espere joven Albert, creo que dañe algo, debo arreglarlo o la señora Hilda se molestará y terminaran de correrme, ―decía angustiada la niña.

Albert sentía que su temperamento estaba siendo puesto a prueba, que tanto daño le había causado esa infame mujer a Candy, para que esta se comportara tan temerosa.

―no tengas miedo, ―le dijo suavemente agachándose a su nivel, observando entonces el supuesto daño que el sabia no causo la niña, si no el paso del tiempo le dio mucho temor al observar como las repisas de las divisiones superiores estaban muy viejas e inestables y tembló al pensar que le hubieran caído a ella.

―mire joven Albert.

―alto Candy, ¿porque me llamas así?, te dije ya en el hogar que me llames Albert, ¿porque eres tan formal?, ahora dime ¿que quieres que vea?

―es que no quiero que me regañen, pero…, bueno mire se desprendió un pedazo de tabla de la pared y salió esta caja, tiene papeles, pueden ser importantes, ―advirtió la niña, dándole una vieja caja cubierta de polvo, del cual se estaba saliendo un sobre que no se veía tan viejo, sobre él estaba una letra que el reconoció, por lo que tomó la caja y busco un trapo de los que estaban en una repisa y cubriéndola salieron de allí.

Ya en su habitación Albert le pidió a Candy que pusiera sus cosas en una silla, sabía que se reuniría con su padre, aprovecharía para ponerlo al tanto del horrible lugar en que la niña estuvo durmiendo y arreglar en donde dormiría, además de informar de los maltratos de Hilda.

Puso la caja sobre su escritorio y abriéndola se dispuso a revisar su contenido, eran sobre todo cartas, tomo la que vio primero, la que sobresalía y que se notaba no tan vieja, pero no tuvo tiempo de leer otra, pues unos golpes en la puerta le avisaron que George estaba allí, para ir a reunirse con su padre, por lo que guardó cuidadosamente la caja y se llevó la carta en su bolsillo, le indicó a Candy que permaneciera en la recamara y que no saliera.

En compañía de George llegaron en silencio al despacho de su padre, ante la impresión de verlo allí, no pudo evitar quedarse en shock, congelado, el estaba frente a ellos, sano y los miraba directamente, una sonrisa curvo la boca de William y fue lo último que necesito Albert para salir corriendo a sus brazos, que lo recibieron con cariño, añoranza y alivio.

George se quedo alejado, como siempre formal y respetuoso, pero la inundación de sus ojos lo delataron, por lo que después de depositar un beso en la frente del rubio, William lo llamó y al tenerlo cerca no le permitió permanecer alejado, abrazándolo también.

―sé que debería ser un momento de festejos y extrema alegría, pero hay algunas cosas que no pueden esperar más, ―inicio William.

―la adopción de la señorita Candy se ha iniciado, solo necesitan su firma para hacerlo legal.

―mi querido George, habrá alguna vez en que no estes un paso adelante, bien tráeme esos papeles para hacerlo y también necesito que contrates detectives.

―ya está hecho señor.

― ¿George?, ―susurro asombrado William.

―desde el momento en que lo encontramos con vida, después de dejar al joven Albert en el hogar de Pony para venir por las cosas y provisiones que necesitaríamos, he iniciado las investigaciones pertinentes para encontrar a la señora Rosemary.

Albert sintió una gran emoción en su pecho, pues con todo lo sucedido no se había puesto a pensar en que esa posibilidad existía, al menos no hasta que encontró esas cartas y pudo leer la que tenia en su bolsillo, pero claro, a el no se le permitió estar en los funerales de su padre y hermana, por lo que no se enteró de que estos fueron solo simbólicos, sin cuerpos presentes.

―no sabes cuanto agradezco el tenerte en nuestra familia George, eres invaluable, desde que me surgió la duda y Elroy me confirmó que tampoco había cuerpo de mi hija… no puedo estar tranquilo hasta saber qué pasó con ella.

―talvez pueda ayudar en eso, ―habló Albert, sacando la carta de su bolsillo, ―he acompañado a Candy a cambiarse y recoger sus cosas, después conversaremos de eso, pero comencemos con el hecho que Hilda a quien supuestamente se la encargó tía Elroy, la tenía durmiendo en un armario ruinoso que esta en su habitación, al querer Candy limpiarlo para retirarse, sufrió un pequeño accidente que resultó en el rompimiento de un pedazo de pared que ocultaba una caja llena de papeles y cartas, de la que he sacado esta.

William tomo de inmediato la carta que su hijo le mostró, en efecto tenía la letra de su hija Rosemary, pero un tanto distinta, como si su pulso no hubiera estado tan firme al momento de escribir, la leyó aprisa, luego releyó para estar seguro, dando un puñetazo en la mesa.

―está viva, según dice en esta carta se encuentra débil para un viaje y esta pidiendo que vallamos a buscarla, además de preguntar porque no hemos respondido a sus mas de veinticinco cartas que ha enviado, tráiganme a esa maldita mujer, quiero que me explique porque ha estado escondiendo las cartas de mi hija y porque se ha atrevido a maltratar a mi pequeña y hacerla dormir como que fuera un animal.

escucho un ruido, ¿Qué será?, Albert me dijo que no saliera, pero ya se tardo un buen rato, no creo que se enoje si solo me asomo un poquito, ―la niña hizo un gesto guiñando un ojo y sacando su lengua.

Se asomó a la ventana y desde allí pudo ver al niño rubio que conoció antes, al que la señora Elroy llamó Anthony, de inmediato quiso ir a ver que hacía, así que abriendo la enorme ventana se salió por ella, agarrándose de unas enredaderas que estaban sobre la pared.

―hola.

―eres tú, ¿estas bien?, no te saco de la casa la tía Elroy?, ―pregunto el rubio menor.

―estoy bien, sigo aquí, aunque no se que pasara ahora, gracias por tratar de defenderme.

―en realidad no hice nada, ―susurró avergonzado el niño, ―lamento lo que pasó.

―tu no tuviste la culpa, de todas maneras, no importa, me alegro haberte conocido, pero ¿Por qué no te había visto antes?, llevo unos días en la mansión.

―estaba en Chicago, allá vivo con la tía Elroy, ella me mando a traer, llegue apenas hoy.

―eso lo explica, ¿Qué estabas haciendo?, ―pregunta la niña viendo que están en medio de un jardín de rosas.

―este jardín lo cultivó mamá, así que me gusta cuidarlo, me hace sentir más cerca de ella.

Los niños siguieron conversando, Anthony le explicaba todo lo que sabia de las rosas, le hablaba de su madre, Candy solo lo escuchaba muy feliz de simplemente estar en su presencia, las risas de ambos comenzaron a llenar el lugar.

―hay que revisar el contenido de esa caja, para ver que más escondió allí esa infame mujer y así…, ―el sonido de unas risas interrumpió las palabras de William, quien no pudo evitar asomarse a la ventana, observando como su nieto Anthony estaba conversando y riendo con Candy.

―menos mal que le dije que se quedara en el cuarto, ―comentó sonriente Albert, viendo que la pequeña pecosa lo había desobedecido.

―al parecer ya se conocieron y hicieron buenas migas, pero ¿Qué está haciendo Anthony aquí, porque no está con Vicent?

―la señora Elroy no permitió que el señor Vicent se llevara a Anthony con él, apenas le permite visitarlo, ―respondió el fiel George.

―Elroy, Elroy, cuando cambiarás, es increíble que siga comportándose de una forma tan obstinada y egoísta, siempre guiándose por sus tontos e injustos prejuicios, tendré que hablar con ella, no es correcto lo que está haciendo.

Elroy fue severamente confrontada, su hermano le recriminó su trato hacia el padre de Anthony, el no levantó la voz en ningún momento, pero sus palabras fueron certeras y un duro golpe al orgullo de su hermana, le recordó que sus abuelos eran personas humildes, que trabajaron duro para que ellos hoy tuvieran lo que tenían y que ella solo estaba avergonzando a sus antepasados con sus acciones.

La señora no pudo menos que sentirse avergonzada por sus palabras, sabía que él tenía razón, recordó que ella no era así, entonces ¿que la había cambiado tanto?, la respuesta le dolió, pues fue cuando se casó, su esposo era un esnob que prácticamente ya no tenía nada de la fortuna que heredo de sus padres, todo por sus malos manejos y mala administración.

Pese a eso ella lo amo mucho, sabía que el a su manera le tuvo cariño, la respetaba, su muerte le causo un gran dolor, afortunadamente ya Sara estaba comprometida cuando eso sucedió, fue así como ella volvió con su familia, los Andrew, trayendo a sara durante el tiempo previo a su boda, no podía negar que su hijastra era tal como su padre, siendo que ella misma había alentado esas actitudes, sin embargo, darse cuenta de sus errores no significaba que cambiaría de la noche a la mañana.

Después de revelarle a Elroy todo lo que descubrieron no tardaron en comenzar a tomar cartas en el asunto, no podían esperar mas tiempo, la empleada era una mujer peligrosa y necesitaban respuestas.

La habitación de Hilda fue revisada, el armario totalmente desmantelado, buscando que más podía estar ocultando, pero antes de hacerlo William le había mostrado a su hermana el lugar en donde la malvada mujer tenía durmiendo a Candy, hablando con el resto de los empleados estos confirmaron los terribles tratos que esta les daba.

Para la señora Elroy era increíble que todo eso sucediera sin que ella se percatara, claro las empleadas mas maltratadas eran las que permanecían en las áreas de servicio por lo que no eran muy visibles para ella, quien difícilmente las había visto alguna vez.

Hilda estaba bajo vigilancia en una habitación, en lo que terminaban de investigar el grado de daño causado por esta, parte de las indagaciones, dieron con un joven que estaba encerrado en una de las habitaciones del sótano, nadie podía creer lo realmente grave que era todo lo que se estaba descubriendo.

Uno de los empleados, quien casualmente era el que siempre procuraba resguardar las puertas de acceso a la propiedad, era un cómplice de Hilda, siendo este quien le entregó las cartas que había estado enviando Rosemary, además de ser el responsable de encerrar al joven que estuvo prisionero en el sótano.

Hilda y Fredo fueron entregados a las autoridades, acusados de secuestro e intento de homicidio, pues el joven estaba inconsciente y se notaba que no le dieron alimentos ni agua, eso fue hasta que descubrieron que en las habitaciones que estos ocupaban, tallos, raíces, hojas, hasta frutos verdes de saúco, el cual era altamente toxico, ya que contienen cianuro.

―tantos años, ―la señora Elroy no podía contener su llanto ante lo descubierto, ― ¿Cómo pudo estar bajo nuestro servicio por tanto tiempo?, ¿Cómo pudo engañarme?

―supongo que aprovecharon el estar durante largas temporadas a sus anchas con todo el poder de hacer y deshacer, ―William estaba agotado, no solo física, si no emocionalmente, todo lo descubierto era demasiado monstruoso, no podía comprender el porqué de tanta maldad en contra de sus hijas.

Porque esa mujer no solo estuvo envenenando por años a Rosemary, sino que también maltrato a Candy, ambas eran sus hijas, sin importar la sangre.

El joven que estuvo prisionero en el sótano despertó unos días después, el pobre estaba muy asustado, según dijo se llamaba John y fue sido enviado por sus padres, para que buscara a los parientes de la niña Rose, porque ella los necesitaba, explicó que el hombre que lo recibió en la entrada lo llevó al sótano ayudado por una mujer mal encarada y que había estado allí encerrado sin agua ni comida.

Según los cálculos que hicieron, John tenía más o menos catorce años, su viaje sin dudas fue largo y agotador, siendo que lo mas seguro era que lo hizo a pie y sin alimentos suficientes, como si eso fuera poco cayó en las garras de semejantes criminales, al parecer llevaba algunas horas encerrado, así que se preguntaban qué era lo que sucedió para que estuviera inconsciente.

Los arreglos para buscar a Rosemary estaban en marcha, de hecho, esperaban que ella llegara en esa misma semana, George se encargó de todo, siendo el mismo quien fue por ella, William aceptó que su salud, aunque estaba mucho mejor, no era la optima para un viaje de esa naturaleza.

Según supieron, Rosemary fue rescatada por una pareja que casualmente estaba transitando por la zona, estos la llevaron a su hogar en medio de las montañas, al ser una familia muy pobre, no tenían recursos para viajar tan a menudo, la salud de la joven señora que rescataron era bastante débil, pese a eso, mejoro considerablemente con el paso del tiempo, sin embargo, nunca de manera completa, como para que pudiera viajar.

George tardó unos días en poder llegar hasta el hogar de las buenas personas que la rescataron y volver con ella, pero no solo eso, se trajo también a los padres de John, su hijo los necesitaba y pudo observar el cariño con el que trataban a Rosemary, por lo que no dudo en ofrecerles que los acompañaran y ayudarles a regresar más adelante cuando quisieran.

Vicent fue llamado de urgencia, no se le quiso revelar aun que su esposa vivía, no al menos hasta tenerla con ellos y ver su estado de salud, aun así, William consideró que lo correcto era que el tenia derecho de estar allí con su familia.

Candy estaba quedándose ahora en una habitación cercana a la de Anthony, contaba con su propia doncella, una muy diligente jovencita de no más de dieciséis años llamada Dorothy, lo que le resultaba muy diferente a la niña, acostumbrada a trabajar y hacer sus propias cosas.

Su vida ahora era muy distinta, aunque le alegraba el poder tener un cuarto tan bonito, además de todos los lindos vestidos que llenaban el armario y todas las cosas y juguetes que allí tenia, se frustraba a veces por el trato tan severo dado por los maestros particulares con los que tenía que recibir clases, aun así, era muy feliz, puesto que, al terminar sus clases, ella siempre buscaba un momento para compartir con Anthony.

Obviamente sus profesores no se comportaban así con Anthony, es solo que habiendo escuchado que se trataba de una huérfana recogida, palabras escuchadas por alguna malintencionada Sara, eso les hizo creer que se trataba solo de un acto de generosidad no merecida por la niña, por lo que su trato llegaba a ser cruel en muchas ocasiones.

William estuvo fuera de la mansión durante el tiempo en que George estaba viajando a traer a Rosemary, había tenido que viajar a Chicago a resolver unos asuntos, al regresar se dispuso a buscarla, fue allí donde escuchó un poco del dichoso trato de uno de los profesores con la niña.

―eres una holgazana, debes prestar atención y ser agradecida con la oportunidad que te dan de aprender, no comprendo como siendo solo una recogida recibes tanto, no mereces la piedad y cuidados que se están tomando en ti.

Un reglaso sonó en el escritorio de la pequeña, William entro en ese momento tomando la regla en sus manos y rompiéndola frente al profesor.

―no volverá nunca mas a hablarle a mi hija de esa manera, esta despedido, pero antes exijo que me diga quien le ha informado erróneamente que mi hija es una recogida.

El profesor nunca pensó que seria retado de esa manera, como iba a saber que lo que le informaron no era correcto, se disculpo de mil maneras, retirándose ese mismo día de la mansión, acompañado con el resto de los profesores, William no quiso que ninguno de ellos se quedara, pues todos se comportaron igual.

―señor William, ¿Por qué le dijo al profesor que yo era su hija?

―ven aquí Candy, ―llamo el hombre a la niña, para que se sentaran en el sofá, ―dime algo, no te gustaría acaso que fuera así, ¿quieres que sea tu padre?

―claro que me gustaría, no juegue así conmigo, usted sabe que mi sueño siempre fue tener un papá y una mamá, ―respondió la niña con voz triste.

―quien dice que estoy jugando, tu eres ahora mi hija Candy, he decidido adoptarte, pero con todo lo que pasó, no habíamos podido hablar, me perdonas, espero no te moleste que solo tengas un papá, ya que mi esposa murió hace años y no puedo darte una mamá, pero si puedo prometerte que cuidaré de ti siempre.

―en verdad señor William, será usted mi papá, ―decía emocionada la niña con sus esmeraldas inundadas.

―creo que lo fui desde la primera vez que te vi pequeña, si, tu eres mi hija Candy, ya no estás sola, ahora eres una Andrew, perteneces a una familia grande, de ahora en adelante te llamas Candice Andrew.

― ¿puedo llamarlo papá?

―claro que si hija, eso me gustaría mucho, ―respondió William conmovido.

Candy se tiro a sus brazos, llorando de felicidad, llenando de besos el rostro lleno de arrugas de su ahora padre, Albert quien había acompañado a William en su viaje, estaba entrando en ese momento uniéndose al festejo.

Continuara…

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Hola, casi se me pasa el día, pero acá esta otro capítulo, espero lo disfruten, muchas gracias por su apoyo, tengan un feliz día, bendiciones.