Código Galaxy
Capítulo 1
Aquel había sido un día totalmente normal en la Academia Kadic. Los alumnos tuvieron sus clases normales, algunas aburridas, otras más interesantes, pero nada reseñable. Con Xana recién derrotada unos cinco meses antes, y ahora que el súper ordenador estaba totalmente apagado y fuera de funcionamiento, la vida de los Guerreros Lyoko era como siempre debería haber sido: una vida normal y corriente. Precisamente, y tras las clases aprovechando que era Viernes y ese fin de semana no tenían que estudiar, Aelita y Jeremy habían decidido ir juntos al cine.
-¡Buena suerte, Einstein!- Odd le dio al rubio una buena palmada en la espalda, mientras este se miraba en el espejo del baño de chicos con nervios.
Ulrich se rio al ver como se inclinó sobre el baño y miraba con una ligera molestia al muchacho, pero al final una ligera sonrisa apareció también en sus labios.
-No estés nervioso, es lo más importante. Tú simplemente déjate llevar- añadió entonces, comprobando la indumentaria que Jeremy había decidido.
Era simple: un pantalón vaquero color azul, una camisa de manga larga de cuadritos color azul claro, un jersey de rayas blanco por encima de la camisa, y unos zapatos náuticos color marrón claro con cordones. Había intentado ponerse unas lentillas pero le era imposible, así que tuvo que usar sus gafas de toda la vida. Para finalizar, se puso un abrigo negro por encima, hacía frío ese día, y más al ir ya siendo casi de noche.
-¿A qué hora habéis quedado?- preguntó Odd entonces. En su regazo, un tranquilo Kiwi dormitaba, con una cara de satisfacción cuando su dueño acariciaba su panza.
Jeremy revisó su reloj antes de responder- Tengo tiempo, en media hora en la entrada de la Academia. Ya después del cine cenaremos fuera y volveremos para dormir aquí- comentó.
-¿Vais a dormir juntos o qué?- preguntó divertido Odd, aunque en el fondo odiara aquello eran sus dos amigos. Cuando el otro se dio cuenta de lo que eso implicaba, sus mejillas se sonrojaron y comenzó a negar con ganas.
-N-no creo que eso vaya a pasar pronto, la verdad…- comentó entonces, provocando la risa de los otros dos.
Al mismo tiempo, una escena similar se producía en casa de Yumi. La japonesa ayudaba a ultimar el ligero maquillaje de Aelita, que tenía los ojos cerrados.
-Estás guapísima- comentó Yumi, tras echarse atrás un poco. La otra abrió los ojos y se contempló en el espejo, y no se notó pero sus mejillas se sonrojaron un poco.
-¿Crees que le pueda gustar a Jeremy así?- preguntó- Sería ciego o tonto de no hacerlo- comentó Yumi, mientras miraba contenta a su amiga.
Se la veía ilusionada con la cita. Ir al cine era solo la excusa, la cuestión era pasar tiempo juntos, y a solas. Y así esperaban poder hacerlo. Los demás irían juntos a ver esa misma película en la sesión siguiente, dejando así intimidad a la pareja más dulce de todo Kadic. Y si ellos dos eran los más cariñosos, en el otro extremo estaban Yumi y Ulrich. En palabras de Odd, eran tan detallistas como el salpicadero de la moto de Ulrich en Lyoko, que era la nada. Aun así, y si era sincera consigo misma… no tenía claro qué eran ellos dos. Se llevaban bien, y había química entre ellos, pero… ¿daba para más? No lo sabía. No aún, al menos. Era complicado todo aquello.
Como si hubiera adivinado lo que sentía, Aelita tomó su mano y sonrió- Ulrich también estará, podríais aprovechar para hablar- comentó.
Yumi se rio algo- Tendría que ser yo la que te apoyara por los nervios- comentó divertida, a lo que la otra suspiró- Ahora tú me ayudas, luego te ayudaré yo. Las amigas están para eso- comentó, mientras sonreía.
Se abrazaron un poco, y Aelita se levantó. Llevaba una sudadera rosácea, con una falda que le llegaba hasta la rodilla de un rojo oscuro, y con medias térmicas negras. Llevaba unas deportivas blancas, y un pequeño bolso que llevaba con correa, y que un extremo descansaba en su hombro izquierdo, teniendo el mismo en el lado derecho. Cuando saliera se pondría un abrigo azul que guarecía bastante del frío.
Tras acabar de peinar su melena rosada, Aelita salió de la casa de Yumi junto a esta, y la acompañó hasta la Academia. Esta quedaba cerca, a unos diez minutos, pero prefería ir con tiempo, sólo por si acaso. La chica era nerviosa por naturaleza con esas cosas, y deseaba que todo saliera bien. Yumi se iba a asegurar de ello. Al poco de llegar ellas dos, vieron como aparecían por allí los chicos, y tras dejar a solas a la feliz pareja, los tres se quedaron en la entrada, hablando entre ellos, sin ser conscientes de lo que iba a pasar.
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Mientras tanto, y lejos de la vista de la humanidad, en un cráter del lado oscuro de la Luna, una nave se ponía en funcionamiento. Esta era alargada, del tamaño de cuatro autobuses colocados en horizontal uno al lado del otro, con un ventanal central y los motores en el lado trasero. Contaba con lo que parecía un revestimiento metálico color plata con líneas rojizas en los laterales, y en la parte inferior del casco, se podían advertir unos paneles, aunque en esos momentos permanecían cerrados. Tenía varios más en la parte de arriba, y se apoyaba sobre cuatro grandes vigas, que se retrajeron cuando despegó. De los motores traseros emanó un gran resplandor, y el aparato comenzó a elevarse sin dificultades.
En su interior, una joven estaba a los mandos de la nave. Se podía adivinar determinación en su mirada. Sus ojos eran marrones y su pelo era rojizo claro, tenía una camisa de manga larga blanca, con una camiseta por encima color rojo con dibujos, y unos vaqueros. Llevaba unas deportivas, y, en su cintura, tenía un cinturón de cuero negro con un bolsillo que en esos momentos estaba cerrado pero que se intuía con algo dentro.
-¿Todo listo al fondo?- gritó entonces. Tenía las manos colocadas en los mandos, pero a su izquierda tenía un segundo asiento, aunque estaba vacío. Al lado del mismo, un hueco semicircular en los mandos con muchas conexiones, y un segundo asiento a su otro lado, de tal manera que ella estaba en el centro.
Oyó varios pitidos, y sonrió un poco. Movió su mano derecha, activando los mandos, y comenzó a elevarse en el aire, yendo en dirección hacia la Tierra. En pocos minutos estaría entrando a la atmósfera, pero antes de eso, y sólo por si acaso, activó varios interruptores. La nave se rodeó entonces de un halo, volviéndola desde fuera invisible, aunque desde dentro se podía seguir viendo la totalidad del aparato.
-¡Muy bien César, ven aquí!- gritó ella. Una esfera voladora apareció por allí.
Era del tamaño de una pelota de tenis, contaba con bastantes secciones y era de color azulado. Cuando se colocó al lado de ella, se hizo más grande, hasta llegar al tamaño de un balón de baloncesto, y de su propio interior salió una forma semicircular, y que tenía un punto azulado a modo de ojo. Giró esa parte, que se asemejaba a una cabeza, y pitó un poco en un tono agudo.
-¿Todo preparado?- ella oyó unos nuevos pitidos, y sonrió- Perfecto. Quédate por aquí hasta que vuelva, será poco tiempo, lo prometo- aseguró.
Tal y como ella dijo, a los pocos minutos ya estaba sobrevolando las alturas de una ciudad. A ojos de ella era bastante extraña, todo se veía bastante antiguo, prehistórico incluso. Destacaba a lo lejos una alta torre hecha de hierro con forma de pirámide, aunque rápidamente se volvía más delgada. Tardó un buen rato en encontrar una zona arbolada en la que poder aterrizar sin que nadie llegue a fijarse en que algo extraño pasaba, pues al tocar tierra iba a levantar viento, las hojas caídas se revolucionarían, provocaría bastante ruido, y una larga lista de cosas que llamarían atenciones no deseadas.
Es por eso que permaneció arriba hasta que pudo encontrar un sitio, momento en el que descendió con cuidado, y una vez que el aparato tocó suelo, ella abrió la compuerta de su nave, apagando a la vez los motores. Se levantó de su asiento, y acarició la cabeza del robot, mientras se ponía por encima una chaqueta de aviador marrón, por encima de la cual se puso un abrigo negro.
-Si no vuelvo en tres horas, avisa a los demás, que te vengan a buscar, ¿vale?- Cesar emitió unos pitidos en un tono bajo, y ella suspiró.
-Ya, ya sé que eso sonó como a despedida, pero te aseguro que no lo será- se agachó hasta su altura- Sabes que es necesario, tontorrón- le dijo.
Tras despedirse de su compañero con una caricia en la cabeza, y tras abrigarse, ella salió del aparato a través de la parte trasera. Esta tenía una rampa amplia, por la que cabría fácilmente un coche, y bajó por la misma. Rebuscó unos segundos en sus bolsillos, y sacó un mando parecido al de un coche, pero con un solo botón. Tras apretarlo, la compuerta se cerró en unos segundos, y guardó de nuevo el mando.
-¿Me escuchas, Cesar?- preguntó, llevando su mano a la oreja, donde tenía un pequeño pinganillo. Sonrió al oír los estridentes pitidos de su amigo, y comenzó a andar.
Daba gracias en esos momentos a la tecnología. Llevaba puestas unas lentillas con reconocimiento de identidad, y estaba preparado para avisar en cuanto apareciera la persona que cumpliera los requisitos que ella estaba buscando, era de vital importancia hacerlo. Para evitar tener que recorrerse la ciudad entera, había localizado el lugar en el que más probablemente iba a estar: un lugar llamado Academia Kadic. En cierta medida se entristecía porque su presencia allí significaba una gran tragedia, pero a la vez era un nuevo rayo de esperanza.
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Una vez que llegaron al cine, Aelita y Jeremy entraron de la mano a la sala, ataviados con sendas bolsas de palomitas y botes de refresco. Se sentaron en sus respectivos asientos, y disfrutaron del filme. Era una película de acción, pero la chica acabó colocando su cabeza cerca del hombro del chico, que intentó no mostrar los nervios que por ello sentía, pero su corazón le delataba. Ella no estaba mucho más tranquila, pero disfrutaba del suave aroma de la colonia de él, y en ese instante se permitió dejar que sus mejillas se sonrojaran a todo lo que su piel daba.
-¿Te está gustando?- le preguntó él a su oído. Ella asintió, y se incorporó. Le miró a los ojos, con los labios algo enrojecidos, y procedió a rozar sus labios.
Fue sólo un instante, pero fue mágico para ambos. Ella se separó a los pocos segundos, mientras le agarraba la mano con una sonrisa, mientras él procesaba lo que acababa de pasar, pero manteniendo una estúpida sonrisa en el rostro. La película no tardó en terminar, y saliendo del cine, fueron comentando la película, andando tranquilamente de la mano, y pensando en que aquella cita sin duda tendrían que repetirla. Aunque no hicieran nada, simplemente estar juntos.
-¿Dónde querrás cenar?- le preguntó él. Tampoco es que tuviera mucho dinero, pero algo sí podrían tomar juntos.
Ella le sonrió- Le pregunté a Odd sobre algún sitio que a él le gustara, ya sabes, para llevar a sus múltiples ligues, y me habló de un sitio que está cerca de la Academia, y está bastante bien- le comentó.
Él asintió, y se dejó llevar por ella. Hacía frío esa noche pero no demasiado, aunque el invierno estaba cerca, faltaba poco más de un mes para eso, se estaba bastante bien en la calle gracias al ambiente prenavideño. Parejas con sus hijos, gente con múltiples bolsas de compras, coches y motos yendo y viniendo… una tarde normal, en definitiva. Pudieron llegar en una media hora al sitio al que quería ir a Aelita, pero estaba bastante lleno. Por suerte para ellos, ella había reservado una mesita en un lateral, así que pudieron entrar sin mayores complicaciones. Fueron de la mano hasta el lugar indicado por el camarero, todo parecía ir a pedir de boca con aquella cita.
Estaban colocados de tal manera que Jeremy miraba hacia la entrada, aunque se centraba bastante más en Aelita, delante suya. Esta estaba concentrada en buscar plato para pedir, y él se disponía a hacer lo mismo cuando vio entrar por la puerta a una chica. Era como Aelita pero con unos años más, con el mismo tono de ojos y, curiosamente, de pelo. Fijándose más, la cara de esa mujer era más alargada que la de Aelita, y tenía la nariz algo más grande, pero en esencia parecían dos hermanas.
-Fíjate, es como tú pero con veinte años- comentó Jeremy. Aelita se giró en la dirección en la que le indicó, y efectivamente, se parecían bastante. Pero no más de lo que se parecerían dos desconocidos por la calle de forma aleatoria. Lo único que podían parecerse era el color del cabello.
Así que simplemente volvieron a mirarse y hablar entre ellos mientras esperaban que alguien les atendiera, sin ser conscientes de que la chica que acababa de entrar les estaba mirando de soslayo. En las lentillas que ella llevaba analizaba a ambos, y la chica era, efectivamente, la persona que ella estaba buscando. El chico no parecía tener grandes habilidades físicas pero por el análisis preliminar debía ser inteligente, al igual que ella. A decir verdad eran bastante útiles dado que se podían hacer muchas cosas con ellas, entre otras cosas, analizar a las personas, pero era algo que tomaba tiempo y no eran totalmente fiables. Pero por como hablaban, sus gestos y acciones, no debía ir demasiado desencaminado. Por eso, esperó pacientemente a que se moviera alguno de ellos para poder hacer algo más preciso, y mientras tanto aprovechó para tomar algo local. Pese a ser un planeta tan primitivo debía reconocer que la comida estaba rica, por lo poco que había probado al menos. Precisamente cuando saboreaba uno de los platos, Aelita se levantó, así que ella decidió que tomaría esa oportunidad, e hizo lo mismo. La siguió, intentando no ser demasiado evidente, y la vio entrar a un cuarto anexo a la sala en la que estaban, así que la siguió. En cuanto cruzó la puerta, vio varias puertas más, unos espejos en un lateral, y varios lavabos bajo cada espejo. Vio a Aelita entrar en uno de los baños, así que decidió limitarse a revisar el cuarto en el que había entrado ella. En cuanto vio que la otra salía de nuevo, se metió las manos en los bolsillos, y se aproximó a ella.
-¡Perdón!- exclamó ella, cuando chocó con Aelita. Esta le restó importancia con un gesto y simplemente se acercó a uno de los lavabos, mientras la mayor se metía en unos baños.
En cuanto oyó la puerta cerrarse, sonrió, y se llevó la mano a la oreja-César, ¿me oyes?- preguntó. Cuando escuchó los pitidos de su compañero, asintió- Perfecto. Tengo a la candidata y a otro más. Les he citado para mañana, espero que lo vean- comentó.
Fue entonces que salió del baño, y se sentó en su sitio de nuevo. Sonrió de medio lado al ver a los dos jóvenes, parecían no haberse dado cuenta de nada, pero en uno de los bolsillos de ella se notaba el aparato que ella le había dado. Satisfecha, se levantó, y se dispuso a irse. Cayó entonces en la cuenta de que tenía que pagar, pero tenía el problema de que no tenía dinero, no al menos el que se usaba en ese planeta. Chasqueó la lengua, ese era un fallo estúpido propio de una novata…
Mientras ella pensaba en todo aquello, Aelita miraba con interés como Jeremy le contaba sobre el último programa que él estaba desarrollando. Le parecía interesante poder programar el ordenador de él para poder saltarse las restricciones de Kadic, pero sobre todo, le gustaba que él se lo compartiera. Durante la explicación, y al haber pedido la cuenta, ella rebuscó en sus bolsillos para encontrar la cartera, se encontró con un aparato bastante curioso y que ella no recordaba haberse llevado. Lo sacó y lo depositó en la mesa, mientras seguía palmándose los bolsillos buscando. Jeremy lo observó con interés.
-¿Y eso?- preguntó él, a lo que ella se hundió de hombros- Ni idea, cuando salí de casa de Yumi no lo tenía- comentó.
Era un objeto semi esférico, de color negruzco, y que tenía un botón en su centro, contando con lo que se intuía como un altavoz por encima. Era extraño cuanto menos. Aelita recordó entonces su encontronazo en el baño, y dedujo que debió ser en ese momento, pero ella desde luego ni se enteró si había ocurrido en esa ocasión.
-¿Y para qué servirá?- comentó Jeremy, examinándolo con la mirada. Aelita volvió a hundirse de hombros- ¿Quieres que lo revisemos cuando lleguemos a la Academia?- preguntó.
-Por supuesto. Por cierto…- ella buscó con la mirada a la chica con la que se encontró, pero ya estaba pagando delante de caja. Fue curioso, pues se despidió del camarero con un gesto y este simplemente sonrió.
Supuso que debía conocerle, pero iba con prisa pues salió rápidamente, perdiéndose entre la muchedumbre. Restándole importancia, se centró de nuevo en su cita, y se limitó a dejar su parte de la cuenta en el platito que les habían llevado, tras lo cual se levantaron y llevaron el dinero hasta la barra, y, tras despedirse, salieron del local rumbo a la Academia, preguntándose qué era aquel aparato tan raro. Lo que tenían claro es que se lo habían entregado de forma intencionada, pero por lo demás, no sabían nada. Mientras volvían, andando de la mano, eran vigilados desde lejos por la joven, que permanecía oculta entre la gente, pero no permaneció tras ellos mucho tiempo. Habiendo cumplido esa parte, decidió que volvería hasta su nave, más que nada para hacer tareas de mantenimiento en su nave, y, de paso, investigaría a más individuos. Ella había llegado allí con una misión y estaba dispuesta a, en esa ocasión, lograr llevarla hasta el final. Con esa decisión, fue hacia el bosque de Kadic, pero usando una ruta diferente para evitar a los dos adolescentes y que estos no la vieran.
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Rato después, y ya en su habitación, Aelita examinaba, junto a Jeremy, el extraño aparato que había recibido de aquella mujer. No tenían ni idea de para qué servía, o de qué estaba hecho, porque aunque en un primer lugar parecía plástico, tras observarlo algo más de cerca vieron que no era así, y no reconocieron de qué material podría estar fabricado. Y como no tenía nada más que un botón, y sin contar con nada para ser abierto, decidieron apretarlo a ver qué pasaba. En cuanto lo hicieron, el aparato comenzó a emitir un suave sonido, parecido al de un disco externo, y de su parte superior salió un haz de luz, que formó la figura de una mujer a modo de holograma, y que ella identificó como la chica del restaurante.
-Si estás viendo esto, significa que has sido elegido… no, así no. ¡Hola! ¡Me llamo Asmeya y…! No, así tampoco…- los dos jóvenes se miraron.
Ella parecía ser novata. Pareció suspirar, y continuó hablando- Necesito vuestra ayuda. La galaxia, e incluso el universo si no lo paramos ahora, corre peligro. Vengo de las coordenadas G2378-93 K5214-25, lo que vosotros conocéis como Constelación de Leo- a su lado, apareció un mapa de lo que ellos suponían era la Vía Láctea.
-Mi planeta de origen se llama Asmara, es la capital de toda la galaxia, y donde se encuentra el Congreso y el Gran Palacio de Justicia. Pero me temo que nuestro sistema está en peligro por culpa de un grupo organizado- ellos dos se miraron, nada de eso tenía sentido.
-Habría muchas cosas que explicar, pero, si deseas reunirte conmigo, por favor, ve al bosque cercano de allí donde vives, he dejado allí mi nave. Te esperare cuando el Sol que más bajo esté se encuentre a 23º sobre el horizonte- con eso último, el mensaje terminó.
Se quedaron unos segundos asimilando la información- ¿Te lo crees?- preguntó él entonces, a lo que ella suspiró.
-Pues… La verdad, no demasiado. Es decir, este aparato… ¿no existe nada así a la venta, verdad?- Jeremy negó entonces.
-Aun así piensa que tu padre pudo construir el súper ordenador, y él desde luego no era ningún extra terrestre- le comentó.
A eso ella sólo asintió. Jeremy siguió hablando- Pero… este holograma… me recuerda a Lyoko. Tienen la misma calidad de imagen, las mismas texturas… podría estar relacionada con Xana, y puede que con tu padre- ella asintió, interesada por eso.
-Contactemos con los demás- él se disponía a salir del cuarto de ella, pero esta le paró antes. Él se dio la vuelta interesado, pero antes de poder decir nada, ella le besó en los labios.
Jeremy se sorprendió en una primera instancia, pero siguió el mismo durante unos segundos, mientras ella acariciaba sus mejillas con una mano. Se separaron unos segundos después, y el chico entendió el mensaje.
-Sí. Juntos. Llamaré a los chicos, tu haz lo mismo con Yumi. ¿en el cuarto de Ulrich y Odd en veinte minutos?- ella asintió, y el chico salió de allí.
No se permitió hasta ese momento que sus mejillas se pusieran rojas como tomates. Aún le quedaba tiempo para acostumbrarse a las muestras de afecto de ella. Esperaba que fueran a menudo para que el proceso fuera lo más veloz posible.
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Mientras, Asmeya andaba tranquilamente por las cercanías del bosque de Kadic. Estaba a tan solo cinco minutos de su nave cuando notó que la seguían. Por el rabillo del ojo vio que detrás de ella había varios hombres encapuchados, y que llevaban a modo de armas bates y cadenas de hierro. Uno incluso tenía un perro junto a él, un pastor alemán bastante grande. Eso era todo lo que podía ver por la oscuridad, pero usando sus lentillas podía ver que llevaban algo parecido a ropa militar, aunque su físico, a juzgar por sus tripas, no era muy espectacular. Aun así, para una persona normal sería una banda intimidante, y estaba claro que no tenían buenas intenciones.
-¡Eh, tú!- ella miró al que le había hablado. Estaba delante de ella, por tanto, la estaban rodeando entre diez.
Ella frunció el ceño por eso pero no se dejó intimidar. En cuanto uno se acercó a ella, bate en mano para golpearle, ella esquivó su embestida, pero uno la agarró desde atrás. Con violencia la llevó hasta una pared, pero al estar ella de cara a la misma, pudo colocar sus piernas de tal forma que se impulsó por encima de su contrincante, tirándole al suelo en el proceso. Golpeó a un tercero en el estómago que se había acercado peligrosamente, y le tiró contra otro más, cayendo ambos al suelo. El que tenía al perro, nervioso, lo aventó hacia ella al soltar su cadena, pero la chica simplemente miró al animal a los ojos, y en vez de ladrarle o morder a su objetivo, el animal simplemente salió corriendo por el bosque.
Los demás matones, ante esas circunstancias, decidieron que era mejor huir de allí. La chica suspiró, gente mala siempre había en todos lados, incluso en ese mundo. Con eso en su cabeza, y recordando que tenía que volver, saltó con agilidad la valla que separaba el bosque de Kadic del resto de la ciudad, aprovechando que no había nadie mirando y que esa zona, que era un parque, estaba poco transitada. Tras saltar con facilidad, cayó del otro lado, y fue hacia su nave, donde un muy nervioso César, a juzgar por sus pitidos, la esperaba.
-Tranquilo, ya ves que estoy bien- le dijo ella, mientras acariciaba su cuerpo metálico con una sonrisa. Como señal de satisfacción, casi como si fuera un perro, siguió pitando con una melodía que a ella le parecía adorable.
-Espero que en unas horas ellos vengan. Esta es mi última oportunidad… ¿verdad?- preguntó. El robot bajó su cabeza como si estuviera triste.
Ella se introdujo en el aparato, y fue directa hacia la zona de mandos de la nave. Tras introducir varios comandos en el ordenador de a bordo, y después de apretar varios botones y accionar palancas, en la pantalla apareció una barra rectangular, y, a su derecha, un porcentaje, 15%. Ella suspiro al verlo, ella ya lo sabía, pero simplemente deseaba confirmarlo.
-Este es el último salto que podemos hacer a hiper luz, si queremos poder seguir moviéndonos tendremos que repostar, y eso implica entrar en zona peligrosa- gruñó ella entonces.
César pitó varias veces entonces mientras ella seguía revisando los controles, y al rato suspiró de nuevo. La situación era dura- El sistema más cercano para poder repostar es Fermion, a 25 años luz de aquí. Pero está controlado por los rebeldes, me temo…- chasqueó la lengua.
César siguió pitando- ¿Lo han visto ya? Perfecto- ella dejo reposar su espalda en el respaldo, mientras giraba un poco de lado a lado, pensativa.
-Ahora solo es cuestión de esperar. Al menos aquí no podrán encontrarme, este sistema es desconocido para el Gobierno, y también para los rebeldes- comentó ella.
César pitó entonces con ganas- A ver, es que yo recibí un mensaje de papá antes de que muriera, dándome las coordenadas y todo. Eligió este planeta precisamente por lo alejado que está y por lo poco desarrollado que es. Al parecer lo estaban estudiando en su momento pero no estaba confirmado, y como literalmente se analizan miles de planetas era imposible saber a cuál fue, por suerte para nosotros nadie más sabia a dónde fue, así que no pudieron sonsacarle la información a ninguno de sus compañeros- César tardó unos segundos en responder.
Ella suspiró- Es verdad, pero me temo que ha muerto ya. Según él, aquí vive alguien muy importante, creo saber quién puede ser, pero no es segura su identidad- comento- Vino aquí hace años con mi madre, pero los dos están muertos ahora. Que yo esté aquí es señal de eso- explicó.
César pitó entonces, y ella continuó- Ya, pero el mensaje que me tendría que haber llegado debía ser diferente. Que lo hiciera todo tan rápido es mala señal. Y si quieres, te lo demuestro ahora mismo- ella comenzó a teclear en la pantalla táctil, y apareció un pequeño mapa del bosque con una cruz.
Esta estaba sobre una fábrica, seguramente abandonada, en el medio de una isla de un río cercano. Envió la dirección hacia las lentillas que ella llevaba, y en cuanto la recibió, fue por los pasillos de la nave hasta llegar a una puerta. Tras abrirla, entró a un pequeño cuarto, donde solo había una cama hecha, una mesa con una silla, y unas estanterías con ropa y una mochila, que ella cogió rápidamente, y salió entonces corriendo de la nave, junto a César, que volaba a toda velocidad junto a ella, pitando con ganas.
-¡No te preocupes tanto, y vuela!- ella rio, su robot se quejaba habitualmente pero era servicial, lo cual era positivo y era un amigo útil y fiel.
Lo había adquirido al comprarlo por apenas unas monedas y sin apenas partes. Tuvo que construirlo casi desde cero, pero pudo programarlo bastante bien pese a todo. Pensando en ello, y gracias al mapa, eventualmente llegó hasta la entrada de la fábrica. Había ido a lo largo de un sendero cercano a su lugar de aterrizaje, y durante el mismo pudo ver una pequeña casa abandonada, pero no quiso perder tiempo con ella. Una vez que cruzó el puente, y ya en el interior del edificio, lo revisó con atención. Delante de ella, vio unas escaleras pero que se quedaban a la mitad, aunque comprobó que tenía unas cuerdas justo al lado.
Además, en la explanada que se extendía en la planta de debajo, al fondo, había una serie de líneas de producción aunque estaban apagadas. A medio camino, pudo ver un gran ascensor industrial, con una clave numérica a juzgar por el teclado que se encontraba a su derecha. La puerta en esos momentos estaba cerrada, pero cuando ella bajó, se dispuso a descubrir la clave con ayuda de César, el cual abrió un compartimento en su carcasa, del que salió un pequeño brazo metálico y que tenía algo parecido a dedos en el extremo del mismo. Una vez que los posó sobre el cuadro de mandos, descubrió rápidamente la clave, y el ascensor comenzó a moverse hacia ellos.
-Buen trabajo amiguito- comentó ella, viendo como César pitaba contento y se colocaba a su altura. Una vez que se abrió la compuerta, entraron, y ella pulsó el botón de descenso.
Tardó menos de un minuto hasta llegar al final de su trayecto, y ante ellos apareció una sala considerablemente fría y en apariencia vacía. Pero para ninguno de ellos pasó desapercibido un botón lateral, que en cuanto lo pulsó Asmeya, desde el suelo se alzó un pilar metálico, un ordenador. Ella había visto suficientes para reconocer de sobra que era uno realmente potente, que necesitaba uranio para funcionar, y que requería de una sala muy fría para no sobrecalentarse al funcionar. Con decisión, se acercó al mismo, y pudo ver un símbolo a media altura del pilar. Estaba compuesto por tres círculos concéntricos, con un punto al medio, y por tres cuadrados en la mitad inferior del círculo externo, y una línea vertical en el extremo superior de ese mismo círculo mayor. Lo rozó con sus dedos, y apareció una palanca, que, en cuanto la subió hasta el final, se oyó el suave ronroneo de maquinaria poniéndose a funcionar.
-César, vamos al piso superior, allí debería estar la interfaz- pidió ella. Normalmente era así, y el ascensor no podía bajar más, así que así debía ser.
El robot pitó un poco y ella fue hacia el ascensor de nuevo, sin ser consciente de lo que estaba pasando a un par de kilómetros.
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En Kadic, un grupito de adolescentes hacia una reunión clandestina, protagonizada por los Guerreros Lyoko. Estaban los chicos en el cuarto de Odd y Ulrich, mientras que Aelita permanecía en su cuarto en el piso de las chicas, estando Yumi en su casa. Para comunicarse estaban haciendo una llamada usando los ordenadores de cada uno, usando los chicos el portátil de Jeremy. Estaban hablando de todo lo ocurrido por la tarde con aquel extraño artefacto que había recibido Aelita.
-Es mazo raro esto, la verdad- comentó Odd, estaba tumbado boca abajo. A su lado, Ulrich estaba sentado en posición de loto, mientras Jeremy estaba en la misma postura que el primero, aunque en su caso estaba apoyado sobre los brazos, así que parecía más alto.
Yumi asintió- ¿De verdad os creéis que ella viene de otro mundo? Yo sinceramente creo que es una lunática, inofensiva a lo mejor, pero lunática- la verdad es que la japonesa tenía bastante razón.
-Yo no le daría mayor importancia. Si te sigue molestando avisamos a la policía y ya está- añadió Ulrich, y bostezó un poco.
Aelita se hundió de hombros- Pues no sé la verdad. Aunque me parece interesante, lleváis razón. Sin pruebas más allá de esto…- sostuvo con una mano el aparato- Por mucha calidad que tenga, no lo veo tan extraordinario como creer nada de lo que ella dice. Además…- ella iba a seguir pero una alerta saltó.
Normalmente no supondría ningún problema, Jeremy lo tenía todo configurado para que no se cortara nada de saltar alguna alerta de, por ejemplo, el antivirus. Pero sí lo hacía en unos pocos casos concretos: ataque de Xana, o si le pasaba algo al súper ordenador. Y en esa ocasión, la alarma era por haber sido encendido. Y ninguno de ellos lo había hecho en los pocos meses desde la derrota de Xana, desde luego no lo deseaban.
-¡¿Pero qué…?! ¡Alguien encendió el súper ordenador!- el chico dio un gallo incluso, de los nervios. Todos se levantaron inmediatamente, y pusieron en marcha el plan habitual.
Este era rápido de ejecutar y simple de realizar: reunirse a la mayor brevedad posible ante la fábrica, e ir todos juntos hacia el súper ordenador.
El grupo que vivía en Kadic se juntó en poco más de dos minutos, pues tenían que vestirse y evadir a Jim Morales, que a esas horas estaba cera de empezar la guardia. Una vez que estaban los cuatro juntos, fueron rápidamente hacia el bosque de Kadic, donde corrieron todo lo que pudieron.
-¿Sabemos quién puede ser?- preguntó Odd, corriendo. Jeremy negó- Ni idea, la verdad. Pero pronto lo sabremos, espero que no sea más que una falsa alarma…- murmuró, serio.
Por su parte, Yumi tuvo que dar explicaciones en casa. No tenía en principio ningún plan para salir así que tuvo que improvisar una falsa cita con Ulrich. En puridad, efectivamente iba a verse con él, pero no solo con él, así que… Pese a las prisas al final pudo salir prometiendo fregar los platos durante toda la semana en vez de su hermano, tomó la bicicleta de este, y salió a toda prisa en dirección a la fábrica. Al ser fin de semana tuvo que ir atrochando por donde podía, aunque tenía que ir con cuidado, no sabía si habría una vuelta al pasado tras todo esto y no quería tener que pagarle una nueva bici a su hermano. Tras diez minutos de pedaleo, comprobó con una sonrisa que la tapa de alcantarilla que normalmente usaban ya estaba abierta, así que tras dejar en un lateral la bici, bajó por las escaleras, y, ya abajo, tomó su patinete. Poco tardó en llegar hasta el final del trayecto, donde vio a sus compañeros.
-¿Me habéis esperado mucho rato?- preguntó, tras ser ayudada a subir por Aelita. Jeremy negó- Apenas un minuto. Vamos- ordenó.
Anduvieron con paso firme hasta el final del puente, y bajaron hasta el fondo de la fábrica, usando para ello las mismas cuerdas que minutos antes había usado Asmeya. En cuanto se acercaron al montacargas que siempre usaban, Jeremy notó que este había sido pirateado hacía poco, a juzgar por las marcas negras que podía tener en los laterales y la parte de arriba.
-Fijaos… Será mejor ir a pie, chicos- comentó, mientras pensaba unos segundos. La otra opción era usar las escaleras, que estaban al fondo, junto a las viejas cintas de montaje.
Decidieron ir rápido pero intentando ser sigilosos, y, una vez que bajaron al nivel inferior, recorrieron la misma distancia pero en sentido contrario, atravesando primero la zona de turbinas de la fábrica, y luego un pasillo parecido al de la planta superior. Tras llegar al final, vieron una tapa, bajo la cual tenían acceso directo a la sala del ordenador, donde hasta hacía poco Jeremy les guiaba en sus aventuras en Lyoko. Se colocaron en torno a la misma, y, con rapidez, movieron la tapadera. Estaban en una mala posición pero su conocimiento de la zona les daba, o eso esperaban ellos, una ventaja sobre aquel que estuviera fisgoneando por la fábrica. Con esa idea en mente, bajaron, armados con hierros, hasta la sala, dejándose casi caer al suelo para hacerlo lo más rápidamente posible. Sorprendieron entonces a una chica, sentada en la silla que usualmente utilizaba Jeremy.
-¡¿Quién eres y qué haces aquí?!- gritó Ulrich, preparado para combatir. A su lado, Yumi y Odd también habían adoptado una posición agresiva. Detrás de ellos, Aelita y Jeremy se habían animado a usar unas varas de hierro.
Fue entonces que la pelirosa la identificara, y se quedara sorprendida- ¡Eres la chica del restaurante!- exclamó, no entendía qué hacía allí.
Asmeya frunció el ceño al verla, pero simplemente se levantó de su asiento. Los adolescentes se pusieron alerta, pero perdieron en parte la concentración al ver una esfera volar alrededor de ellos. Esta pitó segundos después, y la adulta suspiró.
-Esto es inesperado…- comentó entonces. Ella se movió hacia un lateral, mientras ellos mantenían la distancia al moverse igualmente.
-¿Visteis mi mensaje, verdad?- preguntó ella, mientras los dos asintieron- ¿Y bien?- preguntó. Sería Yumi la que respondiera- ¿Cómo puedes ser tan mentirosa?- preguntó entonces.
Asmeya frunció ligeramente el ceño- ¿Acaso no ves mi robot?- preguntó ella. César, que volaba en torno a ellos, comenzó a pitar con fuerza.
Antes de que ninguno de ellos pudiera hablar, se posó en el suelo, y adoptó su tamaño habitual ante la sorpresa de ellos. Salió de su carcasa un haz de luz y que llegó hasta ellos, y que fue desde lo alto de su cabeza hasta sus pies. Comenzó a pitar de nuevo entonces, mientras Asmeya le miraba con interés.
-¿Todos ellos?- preguntó, a lo que el robot respondió volviendo a pitar. La chica sonrió de medio lado entonces, y les contempló.
Se llevó la mano a su mochila, y sacó entonces un tubo con un diámetro aproximado de un puño y de color plata. Tenía el extremo derecho más largo que el izquierdo, formando una especie de pendiente. Tras colocarse en posición de combate, de la misma salió un haz de luz blanco y que se mantuvo estabñe, creando así una especie de hoja. Este era fino pero parecía fuerte, tomando así la forma de un sable de luz.
-¿Mejor ahora?- preguntó ella. La misma brillaba con intensidad, e incluso chisporroteaba cuando motas de polvo tocaban la luz.
Los chicos simplemente miraron aquel arma, dejando hasta caer las barras de hierro, que al tocar el suelo provocaron un fuerte estruendo. Ella sonrió, e hizo desaparecer el haz de su arma, para guardar de nuevo el aparato en su mochila. En su lugar, sacó un dispositivo, y cuyo botón pulsó. Aelita iba a hablar pero oyeron un fuerte ruido de motor fuera, así que simplemente los jóvenes corrieron hacia el ascensor, y lo usaron para subir. Ella les siguió, y sonrió al ver sus caras de sorpresa cuando contemplaron una gran nave en el fondo de su fábrica. César pitó entonces pero ella le restó importancia. Mientras ellos corrían con sorpresa para contemplarla, ella le habló.
-Tranquilo, esta pequeña muestra no habrá afectado demasiado a nuestros niveles de combustible- le aseguró entonces. Ella se les acercó, los chicos parecían bastante sorprendidos. Cuando ellos llegaron eso no estaba ahí, desde luego, y no la habían visto en el bosque por su camuflaje, pero ahora que la tenían delante… No parecía de cartón piedra, desde luego.
-Bueno, ¿qué os parece? ¿Me oiréis ahora?- preguntó entonces. Cuando fueron a responder, oyeron unas voces desde fuera, y Asmeya comenzó a sudar frío.
Por la puerta, aparecieron varios individuos. Todos ellos llevaban la misma ropa: un conjunto color verde y marrón, parecido al de los militares, pero al llegar hasta ellos, su color fue cambiando hasta adoptar tonos cremas. Este cubría todo su cuerpo, desde las piernas, brazos, pecho, estómago, hombros, y seguramente también espalda pero desde allí no se veía. Sus cabezas estaban protegidas por un casco con una gran línea que iba de lado a lado color negro, que era lo único que permanecía sin cambiar de color, al contrario que el resto de las armaduras que lucían. En sus manos no parecían tener nada, pero cuando uno señaló hacia ellos, de sus manos surgieron ráfagas de haces de luz. Antes de que ninguno fuera alcanzados, Asmeya gritó.
-¡A la nave, rápido!- chilló, tirando de los dos que primero pilló. Por suerte para ellos, lo que parecía un escudo protector protegía la nave, pues de otra forma hubieran acabado hechos puré por la potencia de fuego del enemigo.
Sin decir nada, Asmeya corrió por la nave, seguida de César y por los demás, que al llegar a los mandos de la nave, se quedaron quietos, mientras miraban a la chica comenzar a apretar botones y a dar órdenes a César, que se colocó en un lateral de los mandos, en un hueco que parecía haber sido hecho a medida. Sin tener tiempo a nada, notaron un temblor, y un súbito sonido de motor llenó la nave.
-¡Agarraos chavales!- gritó Asmeya. Vieron entonces como la vista delantera iba cambiando. Y es que la nave estaba maniobrando dentro de la fábrica, girando sobre sí misma, hasta que su morro estuvo orientado hacia la salida.
A la vez que hacían esto, notaban como los rayos de las armas de aquella gente seguía impactando en sus escudos- ¿Alguno sabe disparar?- preguntó entonces la mujer.
Los chicos se miraron, indecisos- ¡No os quedéis como pasmarotes, y que uno se siente en los huecos que quedan libres, a mi derecha e izquierda!- exclamó, y en seguida Odd y Yumi lo hicieron.
Por instinto se pusieron los cascos, y Asmeya les fue guiando. Cuando uno se quedaba bloqueado por tanta rapidez, sus compañeros hacían lo que la mayor había dicho, hasta que se encendió una pantalla delante suya, y de los mandos salió lo que parecía el volante de un coche.
-Coged esos controles, y cuando en vuestras pantallas veáis un círculo rojo, movedlo hasta que el cuadrado blanco lo rodee, en ese momento apretad los dos botones, ¿vale?- ordeno entonces.
Los dos asintieron, y, mientras volaban por el cielo, en sus pantallas aparecieron los círculos que Asmeya había pronosticado- ¡¿Qué rayos sucede?!- preguntó Jeremy. Lo intuía, pero prefería que la otra se lo confirmara. Oyeron una fuerte explosión cerca, y Asemya gruñó, pero una sonrisa de diversión asomó en sus labios.
-Que vais a tener vuestra primera batalla aérea, eso pasa-
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Bien, ¿Qué os parece? ¿Os gusta? Como siempre, comentad, decid que os gusta y que no etc... Para acabar, me despido, hasta la próxima, y que la inspiración os acompañe. Código Lyoko ni ninguno de sus personajes me pertenece.
