¡Hola a todos! ¿Que tal?
Después de varios siglos, les traigo la continuación de este dramático fanfic que se le ocurrió a mi loca cabecita.
Comentarios en la parte de abajo del capitulo. Y sin más, ¡comenzamos!
Capítulo 3: Golpes del pasado
Sábado por la noche. La ciudad de Hyrule estaba llena de energía y movimiento. Las parejas, algunas tomadas de la mano y dándose mimos en el camino, iban y venían. Los clubes nocturnos estaban abarrotados de personas, mientras música salía de estos, atrayendo a los transeúntes.
Debajo de un escaparate, con una mochila de color morado entre sus manos, Zelda esperaba pacientemente. Estaba vestida con un abrigo de color amarillo, jeans y unos botines cafés. No sabía en que se había metido, de hecho, se estaba arrepintiendo, sobre todo porque les había mentido a sus padres. Mentir… era pésima haciendo eso.
- ¿Estudiar?
- Si, padre. En casa de una compañera de clase…- dijo Zelda, mientras juntaba sus manos tras su espalda.
- Hmm… - titubeó su padre. No estaba muy seguro de que querer que su hija fuese a la casa de alguien más. – No lo sé, hija. Será mejor que…
- Descuida. – interrumpió Zelda. - Mamá ya lo sabe y aunque también dudó un poco, está de acuerdo. – se odió a si misma. Su madre había caído en la misma mentira.
- Es que me parece raro que tengas que estudiar un sábado por la noche. Simplemente me parece extraño… - dijo el hombre, mientras se acariciaba la barbilla, pensativo.
- Es que… me surgieron un par de dudas y sabes como soy, no puedo dormir tranquila si tengo esas dudas. – Zelda volvió a mentir. Por lo general, eran sus compañeros de clase quienes le hacían preguntas a ella. Aunque bien si era cierto que cuando algo se le metía en la cabeza, nada ni nadie podía hacerla dormir.
El hombre, alto e imponente se masajeó las sienes. Era cierto que Zelda ya no era una niña, pero el seguía viéndola como a esa pequeña que necesitaba protección y cuidados especiales, debido a su delicada salud. Después de pensárselo un buen rato, suspiró y miró a su hija directamente a sus profundos.
- Está bien, puedes ir. – ante estas palabras, Zelda sonrió y agradeció sin necesidad de palabras. -Pero…- el padre de Zelda interrumpió la felicidad de su hija. – Que no se repita lo de anoche. En casa antes de las 11 pm, señorita.
- Así será padre, muchísimas gracias. – Zelda volvió a agradecer, y dicho esto, se retiró del despacho de su padre.
Suspiró. Eso había sido más difícil de lo que esperaba. Le dolía fallarle a sus padres, pero era verdad que ellos la sobreprotegían mucho, al grado de alejarla del mundo exterior. Por ningún motivo iban a permitir que ella saliera de fiesta nuevamente.
Miró para todos lados, viendo a las personas caminar en todas direcciones por la acera. De su bolsillo del abrigo extrajo su teléfono. Ninguna notificación ni llamada perdida. También vio la hora, 9:15 pm. Volvió a meter su celular en el bolsillo y suspiró por enésima vez en lo que iba de la noche. Quince minutos retrasado...
De pronto y como si lo hubiese invocado, una moto de color negro aparcó en el pequeño estacionamiento del local en el cual habían quedado de encontrarse. El dueño de la moto se quitó el casco, dejando a la vista un alborotado cabello rubio. Zelda sonrió, era a él a quien esperaba. Link pareció notar ese gesto, así que se lo devolvió, mostrando su perfecta pero triste sonrisa. Llevando el casco bajo el brazo, se acercó sin demora a la castaña.
- Lamento tanto la demora, había mucho tráfico. - se excusó Link, intentando disculparse con ella.
- Llegó tarde a su sesión, joven Link. – rio Zelda, fingiendo ser nuevamente la terapeuta del joven.
- Mis disculpas, no volverá a suceder. – Link nuevamente se disculpó, pero grande fue su alivio el saber que no estaba enojada ni nada por el estilo. – Bueno, en marcha.
- ¿Cómo dices?
- La casa de Kafei queda un poco lejos, afueras de la ciudad. – explicó Link.
- ¿Estás diciendo que me tengo que subir a… eso? – preguntó Zelda, indicando con un dedo su moto.
- Si, así es. – dijo Link, despreocupado. – No te preocupes, es más segura de lo que piensas. – sonrió.
La chica miró la moto con algo de desconfianza. No es que no confiara en Link, pero jamás se había subido a una de esas. Debía admitir que le daba un poco de miedo…
No le dio tiempo ni para pensarlo, pues Link puso sobre su cabeza el casco y ajustó las correas. Se cercioró de que éste estuviese firme.
- ¿Qué haces?
- Me preocupo de que vayas segura. – dijo Link, sin mostrar preocupación alguna. – Descuida, yo estaré bien.
La guio hasta donde tenía aparcada su inseparable moto. Link subió primero, para luego indicarle a la chica que lo siguiera. Zelda dudó un momento… a quien engañaba, le daba mucho miedo subirse a ese vehículo. Link pareció notarlo y trató de calmarla.
-No pasará nada, te lo prometo. – y diciendo esto, le tendió la mano.
Zelda miró su mano y luego a él. No podía ser desagradecida. Por primera vez en mucho tiempo, alguien se preocupaba por ella (alguien que no fueran sus padres) de una manera tan genuina. La consideró para invitarla a pasar un buen momento y ahora, le está ofreciendo su mano y confianza para que pudieran llegar a su destino. Nuevamente suspiró y tomó esa mano. Link sonrió.
La chica se sentó tras él. Link la miró por sobre su hombro, asegurándose que ella se encontrara bien.
-Sujétate fuerte, ¿está bien?
La joven castaña asintió con la cabeza y con algo de vergüenza, pasó sus brazos alrededor de la cintura de Link. El rubio al sentir esto no pudo evitar sonrojarse y mentalmente agradeció en la posición en la que se encontraba, así ella no percibiría su sonrojo.
Echó a andar la motocicleta, para dirigirla poco a poco a la calle. El corazón de Zelda latía fuertemente, mientras se encontraba aferrada al cuerpo de Link, quien estaba concentrado en esperar la luz verde para poder avanzar. Y de pronto…
- ¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!- gritó Zelda al sentir la velocidad.
- ¡WUUUUUUUUUUUUUUUUU!- soltó Link, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
Los brazos de Zelda apretaban con todas sus fuerzas el cuerpo de Link, también tenía los ojos fuertemente cerrados, pidiéndole a las Diosas que llegaran sanos y salvos. Mientras, Link estaba disfrutando ese viaje, disfrutaba de la compañía de Zelda, aunque esta le estuviese sacando el aire.
Pasaron alrededor de veinte minutos, pero para la pobre Zelda fueron horas de viaje. Al salir hacia la carretera fue peor que andar en la calle, ya que Link cogió más velocidad y eso no le agradó para nada.
- ¡Ya casi llegamos, Zelda! – exclamó Link, para que Zelda lo pudiese escuchar.
No recibió respuesta, pero si pudo sentir a Zelda asentir en silencio, mientras aun mantenía sus brazos aferrados al cuerpo de él.
A lo lejos, se podía percibir una villa. Link bajó un poco la velocidad y se adentraron en esta.
"Bienvenidos a Termina." Decía un pequeño cartel a la entrada de la villa. Zelda abrió los ojos, maravillándose con lo linda que era aquella villa. Había escuchado a sus padres hablar de esta pero nunca había estado allí. A pesar de ser una villa, parecía una ciudad. Las casas de variados tamaños y colores la adornaban, se veía movimiento de personas y vehículos. Link bajó la velocidad y siguieron por la calle hasta el norte, donde se encontraba la casa de Kafei.
-Que bonita…- dijo Zelda para sí misma.
Se refería a la plaza que vio mientras llegaban a su destino. A pesar de la hora, había personas en la enorme plaza, niños jugando en compañía de sus padres. Y en el centro de esta, una torre no muy alta tenía un reloj que indicaba que faltaban algunos minutos para las 10 pm. Zelda quedó maravillada, le gustó mucho ese lugar tan sencillo, pero a la vez, hermoso a sus ojos.
Link anduvo un poco más hasta llegar a una casa un poco más grande que las demás, donde sobresalía música animada y luces de variados colores. El joven se detuvo y aparcó la moto fuera de la enorme casa. Primero bajó él y ayudó a la chica a bajarse. Esta agradecido pisar tierra nuevamente.
- ¿Te encuentras bien? – le preguntó Link, mientras le ayudaba a sacarse el casco.
- Si, aunque siento que todavía me salta el corazón. – respondió Zelda, poniendo una mano sobre su pecho.
- Lo siento… - se disculpó Link, mientras dejaba el casco junto a su motocicleta. – La próxima vez pediremos un taxi, así irás más segura.
- ¡No! – exclamó Zelda, llamando la atención de Link. – Quiero decir… fue emocionante… no me desagradó… - dijo, mirando sus botines.
Link se quedó observándola, mientras ella parecía luchar consigo misma. Finalmente, sonrió y con uno de sus dedos le dio un pequeño toquecito en la punta de la nariz de Zelda. La castaña levantó la mirada, para encontrarse con los tristes ojos azules de Link, aunque en su rostro, que ayer había visto dolido y sin esperanza alguna, tenía una linda sonrisa. Le devolvió el gesto, cerrando un poco sus ojos.
- ¿Entremos? - sugirió Link.
- Si, claro. - dijo Zelda, quien soltó un sonoro suspiro. Estaba nerviosa.
Dentro de la casa todo estaba muy animado. Había muchísima gente, con un vaso en la mano, bailando o simplemente conversando mientras comían de los bocadillos que se encontraban en la mesa central. Las luces lo iluminaban todo, y la música estaba muy alta, pero no era desagradable. Zelda se sorprendió de lo divertido que se veía todo, mirando para todos lados. Las paredes a la casa estaban decoradas por máscaras de diversas formas, tamaños y colores. Zelda supuso que se trataría de la casa de algún coleccionista o alguien aficionado a la historia.
- ¡Miren quien llegó! - se sintió una voz masculina exclamar, llamando la atención de algunos invitados.
Link vio de donde provino esa voz. Era un joven alto, de cabello azul que le llegaba hasta los hombros, piel ligeramente bronceada y profundos ojos de color chocolate. Él debía ser Kafei. Se acercó a la pareja con los brazos extendidos, para darle un abrazo a su amigo. Link dudó un momento, pero finalmente respondió el afectuoso abrazo.
- Que bueno que hayas podido venir. - le dijo Kafei al rubio, mostrando una divertida sonrisa.
- Gracias por la invitación, Kafei. Sinceramente no sabía si venir o no, pero como eres mi amigo, decidí apoyarte. - se sinceró Link.
- ¿Y quién es la señorita que te acompaña? - preguntó el peliazul, dirigiéndose a la muchacha de cabello castaño.
- Kafei, déjame presentarte a Zelda. Zelda, él es Kafei, un amigo de la infancia. - Link los presentó a ambos.
- Mucho gusto, Zelda. - dijo Kafei, dándole la mano para saludarla con un apretón.
- El gusto es mío. - respondió Zelda, un poco nerviosa.
- Bueno, pasen y siéntanse como en su casa. Pueden servirse algo para comer y beber, también pueden bailar o hacer lo que ustedes quieran. - los invitó Kafei, nuevamente sonriéndole a ambos.
Link y Zelda se miraron y asintieron. En la mesa central habían vasos para servirse refresco, además de diversos snacks. Link tomó uno de los vasos de plástico y le sirvió algo de refresco a Zelda, quien soltó un pequeño "gracias" para luego servirse el mismo. El joven le hizo una señal para que hicieran un pequeño "brindis", a lo que Zelda comprendió el gesto y chocó su vaso con el de él.
- ¿Link? - se escuchó una voz familiar para ambos detrás de ellos.
Voltearon y vieron a una chica de la misma altura de Zelda, con el cabello rojizo suelto, una sencilla camiseta a cuadros roja que hacía juego con su cabello, jeans y botas. Se trataba de Malon, la amiga de Link y compañera de trabajo.
- Hola, Malon. - saludó Link.
- ¿Se conocen? - preguntó la chica pelirroja, viendo a la pareja.
- ¿Conoces a Zelda? - respondió Link con otra pregunta.
- Si, somos compañeras de clase. - respondió Malon, mirando a Zelda con una sonrisa. - ¿Cómo estás, Zelda?
- B-bien, gracias... - respondió la castaña, mirando el suelo.
- Oye, lamento lo de anoche, es que la fiesta en realidad estaba muy divertida. - se disculpó Malon, entre arrepentida y divertida.
El rubio vio a las jóvenes conversar. Así que ella era la famosa amiga que había dejado a Zelda botada en medio de una fiesta, a merced de borrachos y los peligros nocturnos. Por un momento, se enfadó con la pelirroja pero todo cambió cuando vio a la castaña sonreír.
- No te preocupes, está todo perdonado. Además... - dijo Zelda, mientras le daba un trago a su vaso. - ... yo soy la aburrida que no le gustan mucho las fiestas.
- ¿Entonces, que haces aquí? - pregunto Malon.
- Link me invitó. Y no pude decir que no. - respondió Zelda simplemente.
Malon miró a Link y le dio una sonrisa pícara. El rubio se sonrojó y frunció el ceño, desviando su mirada mientras le daba tragos a su vaso. La pelirroja sonrió, era muy bueno ver a su amigo salir y conocer personas nuevas. Desde que lo conoció hace varios años atrás, siempre se le notaba triste y cabizbajo, con sus hermosos ojos azul cielo carentes de brillo. Apenas salía para ir a la escuela y el trabajo, cosa que a ella le preocupaba mucho. Era un gran amigo y le importaba lo que le sucediese. Malon estaba en total desacuerdo con ciertas actitudes del rubio, como asistir a los burdeles o fumar cuando se encontraba muy ansioso, y aunque se lo haya hecho saber, éste no le hacía ni el mínimo caso. Quizás y solo quizás, conocer a personas nuevas podría ayudarlo a distraerse.
- ¿Vino Saria? - preguntó Zelda a Malon.
- No, se quedó en casa con Mido. Tu sabes, esa parejita desde que están juntos con como uña y carne. - dijo Malon, riendo.
- Ah. Comprendo. - dijo Zelda, mientras terminaba el contenido de su vaso.
Finalmente, Malon se despidió con la excusa de querer ir a bailar un momento, cuando en realidad quería dejar sola a la pareja. No quería ser inoportuna ni nada. Después de todo, Link la había invitado para pasar tiempo con ella.
- Que pequeño es el mundo. - soltó Link, mientras se servía más refresco.
Zelda simplemente rio y aceptó que le sirvieran un poco más. Poco a poco, iban entablando conversaciones, conociéndose un poco más. Zelda era una joven de verdad muy interesante, aunque ella pensara todo lo contrario. El rubio la escuchaba atentamente, se reían, hasta que sintió unos brazos alrededor de su cintura. Alguien lo estaba abrazando por la espalda.
Una jovencita un poco más baja que Zelda, de corto cabello rubio y ojos verdes, con un vestido de fiesta negro estaba abrazando a Link.
- Que sorpresa más grande. Hasta que te encontré. - dijo la chica, sin soltar su abrazo.
Link se soltó inmediatamente, había escuchado esa indeseable voz en otra parte. Cuando se volteó, la vio y todo su mundo se derrumbó. Se trataba de nada más y nada menos que su ex-novia, Ilia.
- Ilia...
- Por fin te encuentro, Link. - repitió Ilia, tratando de acercarse a él. - He tratado de llamarte, pero no me respondías ni los mensajes.
El rubio la tomó de los hombros y la empujó suavemente. De todas las personas que vivían en Hyrule, justo tenía que encontrarse con la persona menos deseada para él. Se trataba de la persona que consideró "el amor de su vida", más sin embargo, ésta le había arrancado el corazón y lo rompió en miles de pedacitos. El labio inferior de Link tembló.
- ¿Qué sucede? - preguntó Ilia.
- Aléjate. - soltó Link de manera tajante.
- Pero...
- ¿Qué estás haciendo aquí? - Link estaba furioso, dolido. De seguro esto era obra de Kafei.
- Pues, supe que venías a la fiesta de Kafei y le pregunté si podía venir. - respondió Ilia, sin poder evitar posar su mirada en la extraña chica castaña.
Link se estaba a comenzando a alterar. Kafei sabía perfectamente lo que Ilia le había hecho en el pasado, sabía lo mucho que había llorado y sufrido por culpa de ella, ¿cómo demonios la había dejado entrar a su casa? De seguro estaba mintiendo. O peor, ya no podía confiar en nadie.
- Link...
- ¡Aléjate! - gritó Link, atrayendo la atención de algunas personas presentes.
- ¡Escúchame, por favor! - pidió Ilia, con los ojos llenos de lágrimas pero con el ceño fruncido.
- ¡No te quiero escuchar, maldita mentirosa!
Ilia apretó sus puños y las lágrimas de rabia comenzaron a bajar por sus mejillas. Si es cierto que lo había abandonado y tenía sus razones, según ella, pero por más que lo intentara, Link no quería escuchar sus excusas.
- ¡Supongo que ya me cambiaste por esta... maldita snob! - exclamó Ilia, dirigiéndose a Zelda.
- ¡No le digas así! - Link volvió a alzar la voz.
La joven rubia enfureció y sin pensárselo dos veces, le arrojó en la cara el contenido de su vaso a la castaña. Esta soltó un "¡ah!" al sentir el liquido en su rostro.
- ¡Ilia! - exclamó Link.
Todo quedó en silencio, las miradas se posaron en ellos. Zelda se sintió humillada, avergonzada. Nunca en su vida le había pasado algo similar... Ilia arrojó su vaso al suelo y se retiró de allí. Link cogió una servilleta con la intención de ayudarla, pero cuando se acercó a Zelda...
- ¡Suéltame! - pidió Zelda, dirigiéndose a la salida.
- ¡Zelda, espera!
Pero no escuchó. Zelda se abrió paso entre las personas que la rodeaban. En algunos rostros vio estupefacción, mientras que en otros notó como intentaban aguantarse la risa. La joven salió de la casa, cerrando la puerta tras de si. Link abrió la puerta, dándose cuenta que Zelda había tomado el primer vehículo que se cruzó por fuera de la casa.
- ¡Zelda!
Demasiado tarde, el taxi ya había arrancado, dejando al chico atrás. El rubio se quedó mirando por donde se había ido el auto, con el labio temblandole y con sus puños fuertemente apretados. Todo esto era culpa de Ilia, de Kafei... no, todo esto era su culpa. Si no hubiese invitado a Zelda a la fiesta con él, quizás esto nunca habría pasado... quizás ella estaría en su hogar leyendo algún libro o pintando algún cuadro, escuchando música o quien sabe, alejada de aquella humillación que acaba de suceder...
Lo sé, no tengo perdón. Se me había olvidado por completo actualizar este fanfic, debido a que me quedé sin ideas y han pasado un montón de cosas en mi vida desde que lo actualicé. Espero poder hacerlo más seguido ahora que tengo más tiempo libre.
¡Muchas gracias por llegar hasta aquí y ser parte de este loco fanfic!
Sin nada más que añadir, se despide por ahora, su servidora, Kata Potter.
