Buenas amigos!! Como han estado?? Me alegra muchisisisisismo que les haya gustado la primera parte, fue algo corta, lo se, pero no se preocupen, ésta es más larga. Muchisimas Gracias a todos los que me han dejado reviews, de verdad lo aprecio mucho y trataré de contestarlos todos en el prox. capítulo. Bueno, sin más que decirles, aquí va la segunda parte del capi. ESPERO QUE LES GUSTE!!!

Besos y saludos! Hasta la próxima!!

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Capítulo 24, segunda parte: "Desde el interior devora"

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Amanecía en la biblioteca. Las velas, que mágicamente flotaban como majestuosas arañas en el techo, iban apagándose al mismo ritmo que el sol comenzaba a brillar. El lugar estaba desierto, a excepción de la única mesa que seguía repleta de gruesos y oscuros volúmenes. El sol se alzaba rápidamente. sus rayos recorrían el lugar, levantando algunas motas de polvo y dpandole un aspecto lúgubre y misterioso, y se detuvieron en una delicada cascada de bucles castaños que se derramaban unos sobre otros por encima de los brazos, los hombros y la espalda de su dueña.

Segundos más tarde un golpe seco, como el de la porcelana al tomar contacto con la madera resonó en la sala, y un dulce aroma a café llenó el ambiente. La castaña despertó sobresaltada, y encontr´po con alivio y sorpresa los ojos pardos de Angel observándola apaciblemente.

-Buenos días... –saludó, con una cálida sonrisa.

-Angel... –murmuró ella, mirándolo con ojos soñolientos e incorporándose. -¿Qué hora...?

-Es temprano aún –la interrumpió con suavidad –muy temprano.

-Dios... –suspiró Hermione, llevándose ambas manos a la cara y deslizándolas luego muy lentamente por su melena.

-Me habían dicho que eras dedicada, pero... no para tanto –bromeó él con una pequeña sonrisa. –Lo siento, mala broma... –agregó rapidamente al ver cómo Hermione se desperezaba con cansancio.

-Está bien... –dijo ella devolviéndole el gesto. –Después de todo es verdad... A veces me obstino demasiado –admitió, tomando la taza que Angel le había traído y sorbiendo un poco de café. –Gracias... no tenías que hacerlo.

-No hay por qué... Además, cuando te fuiste ayer de la oficina... Bueno, supuse que no dormirías hasta encontrar aquello que buscabas.

-Sólo que aún no lo encuentro... –se levantó, depositando con suavidad la taza en la mesa nuevamente.

-Debe ser algo muy importante para ti... –aventuró Angel mirando la pila de libros. –Para que pases la noche en vela...

-Pues no creo que mi desvelo haya servido de mucho... –musitó, mirando con desgano los volúmenes. –Angel... ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro –aceptó, desviando la mirada de las pequeñas atalayas negras y fijándola en aquellos ojos caramelo.

-¿Qué tal si mi sueño... Del cual te hablé, no hubiera sido más que eso?

El muchacho escuchó sus palabras y vio en su rostro la confusión y el temor reflejados. Trató de no perderse en su mirada, esa mirada que hacía que el más grande e imponente de los hielos se derritiese.

-Hermione... –comenzó él con calma –El sueño que tuviste... bueno, te explique su naturaleza, pero la verdad es que ese sueño tiene un diferente significado para cada persona. Creo que en tu caso... Bueno, en realidad no podría saberlo con certeza, ya que la interpretación depende mucho de los sentimientos que moran en tu corazón y en lo más profundo de tu ser... –reflexionó, alzando por fin la vista y dejando ver aquellos preocupados aunque profundos ojos pardos.

Ella parpadeó despacio, bajando la mirada. Ya no sabía qué pensar, ni mucho menos qué hacer. Su corazón le indicaba que continuara su búsqueda, aunque cada vez que dirigía su mirada al montón de polvorientos libros ya revisados, necesitaba el doble de fuerza para no desistir.

Cansada, se frotó ambos ojos con sosiego. Angel seguía de pie frente a ella, apoyado en una de las esquinas de la mesa de roble patinada, observándola.

-Hermione...

-Sí? –dijo ella deteniéndose y mirándolo a los ojos.

-Al oir tu conversación con Ron y Harry...

Pese a sus palabras, la castaña mantuvo su mirada enlazada a la de él.

-Tú... yo sólo... –balbuceó, nervioso y rascándose con suavidad la nuca. –Rayos...

-Tranquilo –susurró ella, tomando la mano que Angel mantenía apoyada en la mesa. –Puedes decírmelo.

Sintió una sensación extraña, como si al tocarlo una pequeña descarga eléctrica corriera por todo su cuerpo. Deseaba que aquello no se detuviera, se sentía como un niño pequeño que conocía el amor por primera vez, aunque sabía que su anhelo no era compartido. Sabía que su corazón era de otro y aunque no necesitaba corroborarlo, las palabras que salieron de su boca fueron más fuertes que su deseo de callarlas.

-Tu sientes algo por Draco Malfoy, verdad... ? –murmuró, con la mirada abatida aunque bella.

Hermione sintió como miles de pequeñas dagas se clavaban en su corazón. Respiró entrecortadamente, tratando de mantener la vista alta, pero rendida, ésta descendió hasta el reluciente suelo de madera de caoba.

-Yo... es verdad, no puedo negarlo... ni ocultarlo. Ya no más –tragó saliva, tratando de que aquellas palabras no le trajeran un mundo de recuerdos y heridas aún demasiado latentes en su alma.

-Entiendo... –masculló con incomodidad. –Ahora comprendo porque...

-Ese no es el motivo por el cual estoy aquí buscando respuestas –lo interrumpió –Al menos... ya no es el único motivo.

La miró con atención, siguiendo cada una de sus palabras.

-Esto ya ha ido demasiado lejos... la vida de mis seres queridos está en juego.

-Y la tuya también –ratificó él, tratando de hacerla recapacitar sobre la importancia de su existencia.

-Mi vida no vale ni la mitad de lo que valen las de las personas que amo –lo contradijo.

-Estás tan equivocada –replicó Angel fulminándola con la mirada.

-Si yo no hubiera perdido la cabeza por él...

-No puedes culparte por eso –tajó el joven, alzando la voz.

-¡Claro que si! –exclamó ya enfadada -¡Todo esto no es más que mi culpa!

-¿Y quieres decirme cómo se supone que ibas a saber que todo esto ocurriría? –inquirió, igualando el tono de la castaña.

-¡Porque yo lo conocía, porque tendría que haber imaginado que su llegada al Ministerio no traería más que desgracias! ¡Porque... –sus gritos fueron ahogados por lágrimas que brotaban de sus ojos caramelo cual cristalinas gotas de lluvia, cruzando su rostro y empapando su blusa color crema. –porque jamás tendría que haberlo dejado entrar en mi corazón... –concluyó, parpadeando con suma lentitud, causando que más lágrimas resbalaran por sus mejillas, y tratando de que su abatida mirada no chocara con la de Angel. Se sintió avergonzada de haber perdido los estribos de aquella manera, pero justo cuando iba a disculparse con él, sintió sus fuertes brazos rodeándola con seguridad y afecto sincero, deteniendo las palabras que estaba a punto de pronuciar.

-No eres ni la mitad de culpable de lo que tu crees que eres –le susurró suavemente al oído, consolándola.

Ahogó sus últimas rezagadas lágrimas en aquel cálido abrazo y, por aquel instante, se sintió a salvo y en paz, resguardada en sus brazos.

-Sé lo importante que esto es para ti... Ahora lo comprendo con claridad... –dijo. –Por ese motivo... voy a ayudarte.

-No tienes que...

-Quiero hacerlo –la calló con ímpetu.

-Gracias... –murmuró, con verdadera gratitud. Se separó de él de a poco, encontrando aquella parda mirada –De veras... gracias.

-Sabes que detesto eso –bromeó, con una sonrisa.

Soltó suavemente su cintura, se colocó al otro lado de la mesa y se sentó, quedando así enfrente de ella.

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-No hay caso –se lamentó, cansada, al cabo de unos quince minutos. –Todos estos ya los he leído antes y ninguno contiene nada importante... –hizo un vago ademán señalando la pila de libros.

-Tiene que haber otros... –se esperanzó Angel, despeinándose con fulgor.

-No... A menos que...

-¿A menos que qué? –indagó él alzando la mirada curioso y observando a hermione ponerse de pie e ir hacia una de las estanterías de roble añejo que se erguían a pocos metros de ellos.

-No... Había notado... –masculló con perplejidad, al descubrir un importante volumen azabache como el mismo ébano descansando imperceptiblemente y casi por error entre dos aún más grandes tomos de "Civilizaciones Metamorfomagas: Supervivencia e Independencia a través del tiempo".

Lo observó extasiada, como si aquel libro la atrayera como un imán.

Al poner uno de sus delicados dedos encima del lomo del objeto, sintió como si una pequeña hoguera se encendiera en su interior, emanando calor por todo su cuerpo; aunque casi de inmediato, aquel calor fue extinguido, envuelto por un frío gélido, que cortaba la respiración y helaba la sangre de la Gryffindor. Con cuidado extrajo el libro, mientras que aquella rara y pavorosa sensación de a poco se desvanecía.

-¿Hermione qué... ? –inquirió Angel, al verla acercarse con aquel volumen en sus manos.

-No lo sé... –murmuró, pausadamente. –No tiene título ni nada. Jamás lo había visto –se sorprendió, ya que desde el primer día en que ella misma había llegado al ministerio, había visitado la biblioteca casi todos los días.

Lo colocó sobre la mesa y frente a los ojos del joven. Este lo observó detalladamente y, al levantar la tapa del volumen, adoptó la misma expresión de sorpresa de la castaña, sólo que más sombría.

-¿Sucede algo... ? –arriesgó ella, observándolo.

-No... Había visto este libro en años...

-¿Cómo?

-Este libro –pronunció entrecortadamente, luego de unos segundos en silencio –contiene hechizos y maldiciones mucho más nocivas y prohibidas que la mayoría de los libros de magia negra que existen... Pero el ministerio de la Magia lo había destruído hace tiempo –dijo, hojeando las páginas extasiado –o al menos eso es lo que había oído.

-Es verdad –comentó ella, recordando haber oído acerca de un libro que poseía maldiciones estrictamente prohibidas, que había sido confiscado y desaparecido. Aunque a juzgar por los hechos, el ministerio había sido demasiado negligente. –Había oído de él, pero... nunca tuve la posibilidad de saber que contenía, por supuesto.

-Bueno, creo que eso fue lo mejor que te podría haber pasado... –agregó él mirándola –estos hechizos son... realmente perturbadores.

-¿Son aún peores que el Avada kedavra?

-No... su poder no se iguala al de la misma muerte, pero... Están destinados a causar el mayor dolor que una persona podría resistir... los llaman "la muerte en vida".

Hermione reparó en aquel nombre, algo temerosa. Angel había vuelto a cerrar el libro mientras hablaba, pero ella aún sentía curiosidad por aquellos conjuros. Tal vez... sólo tal vez, allí encontraría respuestas.

Tomó el pesado volumen y lo abrió con impaciencia. Al hacerlo, sintió como miles de voces susurraban inquietas a su alrededor, a pesar de que Angel no parecía oir nada.

Leyó cada palabra, cada conjuro... Angel tenía razón. Cada sílaba denotaba dolor, sufrimiento... pero ninguna maldición provocaba la tan temida muerte. Las imágenes, las mutaciones, la agonía; Todo tan irreal, tan inhumano... Y sin embargo tan cierto.

"Las extremidades se ven reducidas 20 centímetros cada día a partir del lanzamiento de la maldición...", "El corazón va perdiendo la capacidad de bombear sangre, más rápido cuanto más humana la víctima sea..."

Hermione se asombraba y enfermaba con cada frase que leía, hasta que una de ellas brilló ante sus ojos.

"La víctima parece morir... Un mal incurable que se propaga como una mancha en su alma... Desde el interior devora..."

Se sobresaltó como si un trueno hubiese resonado en la habitación. Alzó la vista hasta el título de la maldición y allí leyó:

Morte Anima

"La maldición más poderosa entre las maldiciones oscuras, comparable con el Avada Kedavra, también se lo conoce como la Muerte del Alma. Sólo es efectiva contra aquellos que han nacido en lo más profundo de las sombras, aquellos que nunca han conocido verdadera dicha. –Cada palabra iba aclarando y descifrando enigmas en la cabeza de Hermione, hasta que llegó a la parte que fue la llave que abrió todas las puertas: –La maldición no actúa en el instante en el que es lanzada, sino que se esconde en lo más profundo del alma de la víctima, esperando que se la detone. La víctima no hallará más que leves contusiones en su cuerpo que sanarán al día siguiente, pero el maleficio seguirá allí, palpitante, pues el mismo individuo será el que la active. Cuando la víctima conozca por primera vez verdadera felicidad, su alma le será arrebatada, y sus antiguos demonios y temores tomarán su cuerpo como morada. Pues sólo bastará un instante de real dicha para que pierda su alma para siempre."

Soltó la página como si se hubiese quemado. Su boca se le secó por completo, y sus ojos se le inundaron con lágrimas, aunque ninguna fue derramada. Sus brazos le pesaban, su corazón le dolía. Lentamente se puso de pie, sin poder despegar la vista de aquella página.

-¿Hermione? –vaciló Angel, preocupado. Ella no contestó.

Dio unos pasos hacia atrás, titubeante. Luego se dio vuelta y caminó los pasos que la separaban de las amplias e imponentes puertas de la biblioteca, siempre en silencio. Angel la vio alejarse y desaparecer tras ellas. Las puertas se cerraron al cruzarlas, y comenzó a andar, paulatinamente. No podía ser posible. No podía estar sucediéndole.

Aceleró el paso, ahora casi trotaba. Su mente iba aún más rápido que ella, y una mezcla de sentimientos la abordaba. Creyó que estaría feliz. Al fin lo había encontrado, pero en lugar de eso se sentía morir, sentía que cada fibra de su ser agonizaba. Todo este tiempo... Frente a sus propios ojos...

Corría, corría como nunca en su vida lo había hehco y su corazón la seguía. Corría, como si aquello pudiese mitigar el dolor, la ira, la vergüenza. Sentía cómo el aire se le acababa, pero no le importó; siguió, corrió y corrió... Todo había terminado. Al fin lo sabía, y jamás pensó que iba a desear nunca haber encontrado aquello que con tanto esfuerzo había hallado. Aquello que ella misma había causado...

Su pecho le dolía y aminoró de a poco la marcha. Pensó que moriría allí, que el dolor terminaría... Cayó de rodillas al suelo, rendida por la agitación. Justo antes de yacer por completo, se desvaneció en los brazos de un ojiverde que llamaba su nombre con desesperación.

-¡Herm! ¡Hermione! ¡¿Qué sucedió?! ¡¿Qué... ?!

-Fui yo... –dijo con un hilo de voz y el rostro surcado por las lágrimas. –Fue mi culpa...

Su voz se quebró y ya no pudo pronunciar palabra. Harry la estrechó contra sí, al tiempo que se la oía sollozar muy suavemente. Permaneció junto a ella en el frío suelo, maldiciendo a Malfoy con cada gota que su amiga derramaba. No sabía qué había querido decirle con aquellas palabras, pero estaba más que seguro de que esa maldita serpiente tenía que ver en todo eso. Sus sollozos se detuvieron y alzó su rostro. Sus ojos, algo enrojecidos aunque siempre bellos encontraron las esmeraldas de Harry.

-Tranquila... –sosegó él, acariciando su cabello -¿Estás mejor?

-Sí... –asintió, apenada. –Harry lo sien...

-Shh... calla –susurró él, colocando su dedo índice sobre los labios de la castaña. –Ven, te ayudaré.

La ayudó a ponerse de pie y juntos caminaron hacia su despacho. Hermione, aún algo conmocionada, casi no levantó la vista del suelo. Llegaron hasta la oficina y Harry cerró la puerta tras él. fue hasta su escritorio, y de uno de los cajones sacó una vieja y delicada taza de porcelana, que parecía llevar años allí sin usar. La colocó sobre el vidrio y la observó titubeante.

-Bueno, nunca fui muy bueno para esto...

-Está bien –dijo ella sonriendo con pesar –después de todo naciste para ser Auror.

-Por lo menos te hice sonreir -se alegró, mientras veía cómo Hermione apuntaba con su varita a la frágil taza y un espeso aunque ténue y cálido vapor comenzaba a salir de ella.

La miró con compasión y contempló sus ojos aún húmedos. Hermione sorbió un poco del té que ella misma había hecho aparecer, aunque ese sería el único que le daría. Dejó la taza y le devolvió la mirada a su amigo.

-Estoy bien, Harry... Ya estoy mejor –aseguró ella, aunque él no le creyó de inmediato.

-Herm... no me mientas –pidió él, con camuflada severidad. –Nunca te vi así, tú no eres así. Por favor –solicitó una vez más –dime qué pasó.

Tragó saliva con dificultad. Su mirada la desnudó por completo. Sabía que debía decírselo, pero temía por lo que aquellas palabras pudieran causarle a sí misma.

-Yo... no te conté todo aquel día.

-Te refieres a...

-Tuve un sueño –irrumpió dominándose. –Al principio pensé que había sido sólo eso,por ese motivo no te dije nada ni a ti ni a Ron. Pero... Hubo algo en él que despertó mi curiosidad. Fui en busca de respuestas... Pero jamás creí que encontraría... –se detuvo y respiró hondo.

-¿Fuiste en busca de... ? ¿Quieres decir que... ? –recapacitó el ojiverde -¿Sabes qué fue lo que pasó?

Ella asintió lentamente.

-Él... ¿Recuerdas la noche en que lo encontramos inconsciente en el Callejón Diagon?

-Sí –replicó.

-A la mañana siguiente, tenía algunas heridas internas que sanaron muy rápido...

-Bueno... Pero fue porque tú suíste cómo curarlo.

-Eso fue lo que pensé todo este tiempo... –dijo ella, mirándolo –pero no volvió a presentar ni una secuela del maleficio, hasta aquella noche... –susurró para sí misma, mientras sentía cómo lágrimas volvían a emanar de sus ojos.

-Aguarda –la detuvo Harry –Ron, tú y yo conocemos a Malfoy que nadie. Tal vez ni siquiera hubo un hechizo, tal vez sólo lo hizo para...

-Sí, sí hubo un maleficio. –lo interrumpió con vehemencia.

-¿Cómo podrías saberlo?

-Porque fue mi culpa –declaró, conteniéndose –porque yo... lo maté...

-¿Pero... cómo? Tú no puedes haber...

-No lo sabía... –dijo mientras una lágrima se fundía en su rostro. –No hasta ahora... que ya es tarde...

-Pero Herm... Aquel hechizo... ¿Tú sabes algo acerca de él? –inquirió, marcando su voz en la última frase.

-Se llama Morte Anima. Es...

-La maldición más poderosa entre las maldiciones oscuras –completó Harry, completamente anonadado al oir a su amiga.

-Tú... –exclamó, levantando súbitamente la mirada –La conoces...

-Sí... Y también sé cómo funciona... –agregó mirándola muy serio a los ojos.

-Yo no... –secó sus lágrimas –No es lo que piensas Harry...

-No lo sé... Ya no sé qué pensar.

-Esa noche... me dijo que me amaba. Y yo... también lo hice... –desvió la mirada –y aquella fue la primera vez que sintió verdadera felicidad. Lo sé... porque yo también sentí lo mismo después de tanto tiempo. Porque pude verlo en sus ojos.

-Entonces... es cierto –dijo el ojiverde, tratando de asimilar lo que Hermione le había dicho. Aún le resultaba difícil aceptar lo que ella sentía por Draco Malfoy –Él cambió. La maldición se ha cumplido.

Levantó la mirada. Algo en su interior brotó como un pimpollo en primavera: esperanza.

-Harry, si tu la conoces... –comenzó, con un brillo en sus ojos –Dime... dime que existe una cura.

-Hermione...

-Por favor...

-Herm –exhaló un apesadumbrado suspiro –no puedo mentirte...

Aquel pimpollo pareció haberse consumido más rápidoque el beso de la pólvora y la llama. Su última ilusión se había esfumado.

-Ven... –se puso de pie y se acercó a ella, extendiendo sus brazos hacia la muchacha.

Ella se incorporó y le correspondió el abrazo. Se refugió en su pecho, y trató de no pensar, pero aquello era imposible, al igual que su amor por Draco. Era como pedirle al sol que dejara de brillar.

-Todo va a estar bien... –susurró Harry, acariciando su espalda y su cabello.

La puerta del despacho se abrió casi de golpe, dejando ver una ardiente cabellera pelirroja.

-Harry... –llamó con apremió y deteniéndose casi al instante al verlos.

-Ron... –dijo Hermione separándose del ojiverde y acercándose a él. Enredó sus brazos alrededor de su cuello y lo abrazó con fuerza, Ron era mucho más alto que ella. así que permaneció por unos segundos sobre las puntas de sus pequeños pies.

-Vaya... –murmuró Ron sonriendo sorprendido -¿Por qué... fue eso?

-Por que te quiero.

Sus mejillas se colorearon un poco, al igual que sus orejas. Sonrió satisfecho, aunque luego algo volvió a su mente y su semblante adoptó una sombría y preocupada expresión.

-¿Surgió algo? –inquirió Harry notando su actitud.

-Emm... sí. Este... Demonios, odio esto...

Ambos lo miraron anonadados mientras él se pasaba enérgicamente una mano por su nuca.

-¿Es algo con la rosa? –arriesgó Hermione.

-No –alegó inmediatamente, con la preocupación marcada en su rostro. –Hermione... será mejor que te sientes.

Ella no obedeció, aún más confundida y comenzando a enojarse. Harry los miraba a ambos y fruncía el entrecejo.

-Bueno... –comenzó nuevamente, como tratando de zafarse de un nudo que se le había formado en la garganta. –Recibimos noticias... Nuevos asesinatos y ataques... Harry, tú ya sabías esto...

-Sí. –confirmó. Hermione lo miró con una expresión rara. La pregunta "¿Por qué no me lo dijiste?" parecía chispear en sus ojos.

-Todos –prosiguió el pelirrojo –provocados por Malfoy y sus secuaces... Sé que no es exactamente una novedad, pero...

-Ron –tajó ella -¿Qué pasó?

La miró a los ojos con dureza, no quería pronunciar esas palabras, pero sabía que debía hacerlo. Ella debía saberlo.

-Tus padres –soltó por fin, casi con brusquedad por el temor –No, ellos no... –añadió apresuradamente al ver cómo Hermione perdía el color en su rostro. –Solo están... ellos están bien ahora. Sólo tuvieron algunas heridas leves, aunque deberán permanecer en San Mungo en observación...

Perdió la fuerza en sus piernas y se derrumbó en la silla. Tuvo la sensación de caer y caer en un abismo infinito. Sus padres... Él los había lastimado. Quiso morir en aquel instante, tan impotente se sentía. Sintió ganas de tirar la taza, los libros, todo. Pero aquello, aunque ela no lo advirtió de inmediato, le abrió los ojos a la verdad. La verdad que ella no quería reconocer, pero que pujaba por captar su atención. La verdad que tenía... No. Que debía aceptar.

-Hermione... –la llamó Ron mansamente -¿estás bien... ?

-Sí –le pareció que su mente trabajaba por su cuenta y más rápido de lo normal.

-La legión se está preparando para llegar hasta donde esté Malfoy y detenerlo de una jodida vez por todas. Herms tú... la rosa ya casi se ha marchitado por completo. Lo mejor sería que...

-Sé lo que tengo que hacer –contestó ella interrumpiéndolo, segura, con ojos aún húmedos y la mirada dura como la roca. Sus amigos aguardaron en silencio expectantes. Aquello le dolía, la quemaba. Pero qué era la verdad sino eso. Una llama que arde y consume, y que debe ser saciada. –Tengo que matarlo.

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