Hola a todos!! Aquí les traigo la segunda y última parte de este capi...
Debo advertirles, aquellos que sean muy impresionables, abstenganse...
jajaja. Bueno, no sé si el capítulo esté así de impresionante, pero que hay
muchas sorpresas las hay... Es probablemente el capi más emocionante (en mi
opinión) que he escrito en mucho tiempo. Gracias por haber estado conmigo
todo este tiempo hasta ahora, de verdad les agradezco todo su apoyo, y muy
especialmente a mi amiga jina, quien ha estado conmigo desde el principio.
No se pierdan el último capítulo... Sorprenderá a más de uno, dentro de muy
poco...
BeSoS a ToDoS!!!
Capítulo 25, Segunda parte: "Vencida"
El tiempo no para, algunos dicen. Pero allí, en aquel frondoso y abandonado bosque donde los rayos del sol no alcanzaban a penetrar, el tiempo se escapaba como agua entre las manos. Las copas de los árboles se mecían acompasadamente, algunas de ellas con violencia, víctimas de los maleficios lanzados por centenares de mortífagos dispersos en su interior. Sobre ellos, la mirada gélida y calculadora de Draco Malfoy, quien de vez en cuando los reprendía con un poderoso conjuro.
-Estos idiotas ni siquiera pueden tumbar un jodido árbol –escupió con maldad el rubio.
-Tranquilo –pronunció con melosidad una joven mujer de largos y ocres cabellos. –Estarán listos. Los he estado preparando... como me dijiste.
-Pues bien, te felicito. Se han vuelto tan incompetentes como tú –replicó dúramente.
-Podremos contra ellos, siempre hemos podido. Además, contigo –añadió, deslizando sus pálidas manos por sus fuertes brazos –los acabaremos... uno... por uno.
El rubio se alejó de la muchacha velozmente y claramente disgustado, haciendo caso omiso del coqueteo evidente de Pansy, y dirigiéndose hacia un mortífago a metros de él.
-¡¿ A eso le llamas Cruciatus, Montague?! –exclamó, impregnando de cólera cada sílaba hacia el ex capitán de quidditch y ex compañero. –No durarán ni dos minutos de batalla –agregó para sí mismo.
Justo cuando estaba a punto de reprenderlo, se detuvo, como si repentinamente un rayo hubiera estallado frente a él. Pansy se acercó a él con un extraño semblante.
-¿Qué te... ? –comenzó.
-Más vale que pongas todo tu esfuerzo, Parkinson. Tienes hasta el atardecer.
-¿Para qué?
-Para acabar con Potter y sus aliados. La batalla será esta noche.
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Finalmente, y después de un día y una tarde llenas de preparativos y expectación, el sol comenzaba a declinar lentamente, dejando una estela anaranjada y rojiza cual sangre en el firmamento. Hermione lo veía caer paulatinamente, de brazos cruzados y apoyada en uno de los marcos del ventanal. Cada rayo que se ocultaba detrás de las colinas que rodeaban al Ministerio parecía despedirse de ella y dar paso a la noche que más de un mago recordaría en el futuro.
Se podía sentir la tensión, los sonoros pasos en el edificio. Nada podía dejarse librado al azar; el más pequeño desliz podría causar la derrota... Y también la del mundo que ellos conocían. Cuando ya no hubo más que unas pocas nubes aún teñidas de dorado añil en el cielo, la castaña dirigió una última mirada a aquel hermoso paisaje que adoraba contemplar y se prometió a sí misma que aquella no sería la última vez que lo observaría. Recorrió la habitación con la mirada, cuidando de no olvidar nada que pudiera necesitar; tomó instintivamente el puñal por la empuñadura y lo observó brillar a causa del reflejo de la luz proveniente del aún claro cielo. Lo sostuvo con fuerza y, decidida, dejó la habitación.
Al salir, se topó, o mejor dicho, alguien topó con ella en veloz carrera. Unos ojos pardos la observaron suplicantes y a la vez avergonzados.
-Lo siento... Hermione –exclamó al reconocerla -¿estás... ?
-Estoy bien –tranquilizó ella con una sutil pero dulce sonrisa –no te preocupes –insistió –sé que las cosas están un poco agitadas por aquí hoy.
Angel reparó en la mano derecha de la muchacha; sus ojos brillaron de manera inusual.
-El puñal de Thesulah... –alzó su mirada hasta la de la castaña. –Entonces... ya lo has decidido.
-Sí –afirmó, por primera vez, sin ningún sentimiento distinto del coraje y arrojo que había logrado sembrar en su ser.
-Hermione... Sé cuán difícil es esto para ti... Pero te veo aquí, de pie frente a mí, y no me cabe ninguna duda de que nada de lo que Malfoy pueda hacer podrá contigo –Hermione bajó la mirada cohibida, pero él la tomó suavemente de la barbilla y volvió a encontrar aquellos ojos color miel. –Eres fuerte Hermione. No sólo ahora; siempre lo has sido. Y sólo porque el destino lo haya querido de esta manera, no estás sola. Yo te protegeré, al igual que Harry y Ron... Porque yo... yo te...
No pudo concluir su frase, aquella que pujaba ferozmente en su interior por salir, desde aquel día en que había vuelto al mundo y la había visto allí, tan bella, tan diferente a todas las mujeres que en su vida había conocido. Ella lo rodeó con sus brazos en un abrazo cálido de agradecimiento, callando sus palabras y sellando así sus labios, en ese instante y para siempre.
-Lo siento... –se disculpó la castaña algo sonrojada -¿Qué ibas a decirme?
La miró con calma, dejando que aquellos ojos se grabaran en su memoria y en su ser para el resto de sus días. Aquel abrazo y el brillo en su mirada lo hicieron vacilar, pero también lo hicieron reaccionar, abrir sus ojos. Él la amaba, sí; pero ella no podía ser suya. La hubiera persuadido, seducido, pero sabía que ella valía más que eso. Simplemente, no era el modo que debía ser.
-Nada –contestó al fin, soltando un largo aunque sosegado suspiro. Le sonrió apaciblemente y le aseguró una vez más: -no es nada. Será mejor... que ya nos vayamos. Harry y los demás deben estar esperándonos.
-Sí –asintió una vez más, y así se dirigieron juntos hacia las puertas del Ministerio. Allí, apiñados en las escalinatas de la entrada, se encontraban Harry y Ron, en medio de la última revisión antes de partir. Al acercarse, Hermione se preguntó cómo ellos dos, Angel y ella serían capaces de enfrentarse a un centenar de mortífagos, pero al llegar hasta la entrada, no le alcanzaron los ojos para observar aquel panorama. Abrió levemente su boca con asombro, a medida que su mirada recorría todos y cada uno de los rostros que conformaban el ilimitado y poderoso ejército de Aurors del Ministerio.
-Mione –la llamaron –Angel... Justo íbamos a ir a buscarte –dijo Harry dirigiéndose nuevamente a la muchacha luego de lanzar una rápida e inexpresiva mirada hacia el morocho.
-Todo está listo –afirmó el pelirrojo. –Deberíamos... ponernos en marcha.
Con esas últimas palabras, se dirigió hacia la multitud de Aurors que conversaban animada aunque seriamente y que, al oir al pelirrojo, se puso en marcha tras él, Harry, Angel y Hermione, quien asía fuerte y decididamente el puñal en su mano derecha. Harry quien le echó un rápido vistazo por el rabillo del ojo, observó su semblante calmo que en realidad sólo obraba como manto para cubrir sus nervios.
-Tranquila –le susurró con una pequeña sonrisa –Todo saldrá bien.
Ella cerró un segundo sus ojos y respiró aliviada. No tenía por qué temer. Podía hacerlo.
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Su corazón latía incontenible dentro de su pecho. Avanzaban a paso acompasado aunque alerta, y algunos de los que se encontraban al frente, entre ellos Harry, Ron y Angel, empuñaban sus varitas con determinación. De a poco y después de mucho caminar, la tropa pudo divisar a lo lejos las inmediaciones del frondoso y nocivo bosque, donde algo aún mucho más peligroso y poderoso los aguardaba, como un león oculto a punto de atacar. Cuando estuvieron a pocos metros de ingresar, Harry se detuvo y comenzó a organizar a los demás.
-Bien –comenzó con tono serio; sus ojos brillando bajo la luz de la luna, que se perdía al bañar las copas de los árboles. –Finch y los últimos rodearán el bosque y cuidarán esta entrada. Ludwig, Alge y Seidman manténganse alerta en el claro al final del bosque, es la salida más fácil que tendrán ellos para escapar. Los demás, vengan conmigo.
Todos asintieron, ya fuese con un gesto o un monosílabo. Los otros partieron hacia sus posiciones asignadas por el ojiverde, y muy pronto sólo quedaron Harry, Ron, Angel, Hermione y el casi centenar de magos. Harry dio un paso y antes de internarse en aquella arboleda, se dirigió a su tropa.
-Antes de seguir... Quiero que sepan que a quien encontraremos alli adentro no será nuestro compañero, ni nuestro par, ni mucho menos la persona que creímos conocer, y que él supo idear para engañarnos. Es alguien que debimos haber encerrado hace tiempo junto con los suyos. Es alguien que no conoce el perdón ni la misericordia; quien no dudará en atacarnos. Por este motivo, no debemos escuchar nada de lo que diga, pues todo será mentira... –concluyó, paseando la mirada de los Aurors a la de Hermione, quien a su vez lo miró seria y asintió. –Venceremos, de eso no tengan duda. Lo venceremos y los encerraremos, uno por uno.
Muchos asintieron enérgicamente, otros sólo lo miraron con admiración y un orgullo que indicaba que lucharían hasta la muerte. Hermione respiró hondo y miró a Ron, quien se colocó a su lado y deslizó su brazo sobre sus hombros. De repente, dejó de sentir nervios y ansiedad. Estaba lista. Ya no estaba asustada; era como si aquello sólo hubiese sido un malestar pasajero. Ya no miraría hacia atrás.
Comenzaron a adentrarse en aquel tenebroso paraje, sus pasos resonando y crujiendo en la oscuridad de la noche. Sus respiraciones, profundas y calmas, se escuchaban con una claridad casi espeluznante. En aquel bosque, nada se movía. Los árboles, cuyos troncos eran aún mucho más altos y fuertes que los que moraban en el bosque prohibido, los hacían desviarse, y a menudo tropezaban con las enormes raíces que zurcaban el suelo estéril. Al atravesar una mata de espinas venenosas, un eco de pisadas solitarias comenzó a inundar el lugar. Los tres amigos se detuvieron al instante. Detrás de ellos, los demás aurors también desaceleraron alerta y alzaron sus varitas.
Los pasos se oyeron cada vez más cerca y más fuertes, hasta que por fín, un ser envuelto en sombras se hizo visible, trayendo consigo vientos tormenta. Los altos y fuertes robles parecían apartarse del lugar donde estaban plantados para dejarle paso al individuo. Hermione sintió su corazón dar un vuelco.
-Malfoy... –masculló Harry, con el más puro rencor.
-Vaya, vaya... Si es mi gran compañero y amigo Potter. El niño que vivió, vivió y... diablos, tú nunca te mueres, ¿verdad? –vociferó, cada palabra desbordante en ironía y desprecio. –Y tú, Weasley. ¿Nunca te cansas de andar tras él como un maldito perro faldero? Y... ah, sí. Quien otra sino... Granger –Ella lo miró con odio, un odio que no había vuelto a sentir desde hacía mucho tiempo.
-No puede decirse mucho de tí, Malfoy –replicó en voz alta y socarrona el ojiverde –Aún sigues revolcándote en la misma mierda... No, espera. Nunca la dejaste.
-Ingenioso, mi amigo –dijo, introduciendo lentamente ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Harry y los demás alzaron sus varitas al instante y lo apuntaron con ellas.
-Wow, wow esperen – dijo el rubio, alzando fugazmente una vez más su mano y haciendo ademán de que se detuvieran. En su rostro se dibujó una tétrica sonrisa al tratar de contener la risa –Ustedes no creerán que pueden vencerme, ¿verdad? Es decir, realmente quería llegar aun acuerdo muchachos...
-Cierra la boca, Malfoy –le espetó Hermione.
-No puedo creerlo. No puedes quedarte callada, siempre tienes que abrir tu jodida boca de sangre impura –le escupió con el más puro encono y disgusto. –Pero bueno... Eso va a acabarse de una vez por todas. Y al parecer –agregó, al tiempo que centenares de pisadas se oían acercarse y aparecer desde la penumbra tras el rubio –como ustedes, niños, jamás aprenden... Será por las malas.
La tropa de aurors se vio completamente rodeada. Las copas de los árboles se mecían violentamente, al tiempo que el primer destello rojizo y cegador zurcaba el aire cual letal bólido, inciando la batalla.
El aire se volvió espeso y oscuro; oprimía el pecho y hacía difícil respirar. El paraje se iluminaba intermitentemente a causa de los maleficios y contrahechizos; se podía oir el goteo y repiqueteo de la sangre de los heridos al golpear el seco césped del bosque. Muchos se habían dispersado en el ajetreo; otros yacían heridos y agonizantes, tratando de ponerse de pie. La guerra había sido declarada, no allí, sino desde tiempos inmemoriales, y se había recrudecido hasta tal punto que los rostros corrompidos por el dolor cobraban de pronto una apariencia más nítida y desgarradora. Todos corrían, tropezaban e intentaban lo mejor posible de esquivar los mortales conjuros y a su vez contrarrestarlos, tratando de reducirse y vencerse unos a otros.
Hermione se halló a sí misma en un lugar de aquel trágico bosque que parecía haber sido olvidado. Tras un gran y extremadamente antiguo cedro, las calmas aguas de un claro reflejaban la luz de la luna que iluminaba con su brillante estela todo el escenario de aquella sangrienta confrontación. La castaña avanzaba con pasos sigilosos y calculados, recorriendo con la mirada cada rincón de aquel paraje en busca de Malfoy. Su labio inferior le sangraba levemente, producto de un golpe que le había proferido Pansy Parkinson, al cual ella había respondido con un puñetazo que dejó a la mortífaga al borde de la inconsciencia y retorciéndose de dolor en el suelo. Hermione la hubiera acabado allí, pero sabía que su prioridad era encontrar al rubio; ella era la única capaz de detenerlo, y llevaba fuertemente empuñada el arma con la que debía llevar a cabo el acto.
La última vez que había visto a sus dos mejores amigos, éstos le habían prometido que la encontrarían, que todo acabaría y que en cuanto lo hiciese irían con ella a ayudarla. Hermione había callado a ambos y les había asegurado también que todo estaría bien con un enérgico empujón, justo como ellos le habían prometido a ella. Desde aquel instante, había estado vagando por allí en busca del Slytherin, con su varita en alto en una mano alumbrando el sendero y asiendo fuertemente el puñal en la otra. A la distancia, los estruendos y voces del pandemonium resonaban cruelmente.
Sin darse cuenta, llegó hasta la orilla de aquel claro. Observó su reflejo en el agua, algo distorsionado por los movimientos ténues en la superficie. Guardó por un momento la varita en el bolsillo de su túnica, su camisa salpicada de diminutas gotas de sangre. Se llevó un dedo al labio herido, quiándose por su reflejo en el agua. Una gélida y paralizante voz acompañada por una helada brisa la hizo sobresaltarse.
-Así que... tú debes... matarme, ¿verdad? –inquirió aquella voz. La castaña giró la cabeza en todas las direcciones, tratando de divisar a Draco.
-Te equivocas –replicó ella fríamente, aún escudriñando el vacío. –No debo; quiero matarte.
El rubio soltó una carcajada que resonó en el claro con increíble fuerza.
-Ni tú misma te crees eso. ¿Crees que por haber recuperado mi verdadero ser, no tengo la menor idea de cómo eran las cosas no hace mucho? Era un asco, una basura, lo más bajo de este maldito mundo de muggles. Me importabas, y demasiado.
-Pues parece que aún no he dejado de importarte –exclamó ella desafiante –De otra manera no seguirías acosándome.
-Oh, por favor Granger, no me juzgues así –gimió él teatralmente, cambiando su voz por una dulce y cálida. Luego, volviendo a aquella gélida y cruel voz, confesó: -Pero debo admitirlo. Sí, todavía me importas –de repente, el sonido de sus palabras se escuchó atemorizantemente cerca –Porque aún quiero verte muerta.
Hermione se dio vuelta violenta y rápidamente al sentir el escalofriante aliento del rubio en su nuca. Allí estaba, justo de pie frente a ella, tan igual que siempre, pero tan diferente. Sus ojos emanaban un fuego que podría haber herido a la muchacha, tan cerca estaba de ella.
-¿Qué pasa, amorcito? ¿Estás... asustada? –jugueteó el Slytherin, al tiempo que caminaba lentamente alrededor de la joven. –No puedes matarme. NO importa cuánto lo desees...
-¿Quieres apostar? –masculló Hermione llena de odio, y girando rápidamente con su mano derecha alzada y apuntando con ira el puñal hacia el vacío. Una sonora y espeluznante carcajada volvió a retumbar en el claro. Draco había desaparecido.
-Vamos, Granger –exclamó casi riendo -¿Por qué no te rindes? Sería mucho menos doloroso... ¡Crucio!
Hermione reaccionó al instante y rodó por el suelo milésimas antes de que el maleficio la golpeara de lleno en el pecho.
-Olvídalo Malfoy –contestó jadeante y poniéndose de pie velozmente –No soy tan cobarde como tú.
-¡Desmaius!
-¡Difendio! –la barrera mágica que se extendió frente a ella bloqueó y desvió el hechizo del rubio –¡Vamos Malfoy! -se burló ella con voz socarrona –puedes hacerlo mejor que eso.
-Tienes razón –contestó, apareciendo fugazmente tras ella, posando la punta de su varita en la mitad de su espalda y pronunciando nuevamente el conjuro. La castaña cayó de rodillas al suelo, desplomándose por el impacto y el extremo dolor.
-Pobre Granger... –dijo, al tiempo que se agachaba a su lado –Me has decepcionado. Siempre me demostraste que eras mejor, más lista que yo; pero mírate ahora: apenas puedes respirar.
Era cierto. Hermione se encontraba tendida sobre el césped, haciendo un esfuerzo sobrehumano para seguir consciente. Abrió sus ojos de a poco; los sentía arder, y todo le daba vueltas. Trató de incorporarse lo más sigilosamente que puso, mientras Draco seguía hablando sin prestarle demasiada atención.
-Qué curioso es el destino –exclamó con aire disperso –los giros y desvíos que nos hace tomar, sólo para acabar siempre en el mismo lugar. Mírate a ti, por ejemplo. Me amaste, me odiaste... creíste en mí, y aún así aquí estás, justo como debe suceder. ¿Pensaste que esto alguna vez cambiaría? No, claro que no. No puedes ir contra él, Granger; el destino tiene un plan para todos, y este es el que te ha tocado. Te conoce aún mejor que yo...
-Eso es porque no me conoces –jadeó, alzando rápidamente su mano derecha y hundiéndole el puñal a escasos centímetros por debajo del corazón. El rubio miró el arma clavada en su pecho, y sucedió.
Sus ojos brillaron intensa y extrañamente, al igual que el cegador destello que despidió el puñal y que iluminó por un minuto completo todo el paraje. Pares de pisadas se oyeron acercándose distantes.
Draco alzó la vista muy lentamente, chocando con la de ella. Su mirada había cambiado, transformándose en una que paralizó a la muchacha; aquella mirada estaba grabada a fuego en su memoria, era una mirada que creyó perdida y que deseaba con todo su ser volver a ver. Fue una mirada que la hizo incorporarse y sostener a Draco antes de que se desplomara moribundo de espaldas en el suelo. Pero al perder el equilibrio, tuvo que apoyar ambas manos en el césped, una a cada lado de los hombros de un Draco agonizante. Los pasos se oyeron cada vez más cerca. El muchacho tosió con dificultad, y la sangre se deslizó a borbotones por sus labios. Abrió una última vez sus grises ojos, los cuales brillaron bajo la estela de la luna como las aguas del claro. Aquel destello provocó que la mirada de la castaña se inundara en lágrimas.
-H-Her... mione... –se le oyó susurrar, antes de cerrar sus ojos para siempre.
Hermione permaneció allí, inmóvil, aún contemplando el rostro de quien había sido su único y verdadero amor, y quien ahora yacía inerte bajo su mirada y herido por sus propias manos.
De pronto, todo se detuvo. El mundo dejó de girar y el tiempo se acabó allí, entre ellos dos. Aquel claro no fue más que un lugar donde la vida había sido vencida y jamás volvería a pelear. Y ya no se oyó ni la brisa, ni los resonantes pasos, ni el rugir del follaje. Sólo un gran y profundo silencio.
RoSe 2004 --------FeLiZ DíA DeL AmiGo!!!---------
BeSoS a ToDoS!!!
Capítulo 25, Segunda parte: "Vencida"
El tiempo no para, algunos dicen. Pero allí, en aquel frondoso y abandonado bosque donde los rayos del sol no alcanzaban a penetrar, el tiempo se escapaba como agua entre las manos. Las copas de los árboles se mecían acompasadamente, algunas de ellas con violencia, víctimas de los maleficios lanzados por centenares de mortífagos dispersos en su interior. Sobre ellos, la mirada gélida y calculadora de Draco Malfoy, quien de vez en cuando los reprendía con un poderoso conjuro.
-Estos idiotas ni siquiera pueden tumbar un jodido árbol –escupió con maldad el rubio.
-Tranquilo –pronunció con melosidad una joven mujer de largos y ocres cabellos. –Estarán listos. Los he estado preparando... como me dijiste.
-Pues bien, te felicito. Se han vuelto tan incompetentes como tú –replicó dúramente.
-Podremos contra ellos, siempre hemos podido. Además, contigo –añadió, deslizando sus pálidas manos por sus fuertes brazos –los acabaremos... uno... por uno.
El rubio se alejó de la muchacha velozmente y claramente disgustado, haciendo caso omiso del coqueteo evidente de Pansy, y dirigiéndose hacia un mortífago a metros de él.
-¡¿ A eso le llamas Cruciatus, Montague?! –exclamó, impregnando de cólera cada sílaba hacia el ex capitán de quidditch y ex compañero. –No durarán ni dos minutos de batalla –agregó para sí mismo.
Justo cuando estaba a punto de reprenderlo, se detuvo, como si repentinamente un rayo hubiera estallado frente a él. Pansy se acercó a él con un extraño semblante.
-¿Qué te... ? –comenzó.
-Más vale que pongas todo tu esfuerzo, Parkinson. Tienes hasta el atardecer.
-¿Para qué?
-Para acabar con Potter y sus aliados. La batalla será esta noche.
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Finalmente, y después de un día y una tarde llenas de preparativos y expectación, el sol comenzaba a declinar lentamente, dejando una estela anaranjada y rojiza cual sangre en el firmamento. Hermione lo veía caer paulatinamente, de brazos cruzados y apoyada en uno de los marcos del ventanal. Cada rayo que se ocultaba detrás de las colinas que rodeaban al Ministerio parecía despedirse de ella y dar paso a la noche que más de un mago recordaría en el futuro.
Se podía sentir la tensión, los sonoros pasos en el edificio. Nada podía dejarse librado al azar; el más pequeño desliz podría causar la derrota... Y también la del mundo que ellos conocían. Cuando ya no hubo más que unas pocas nubes aún teñidas de dorado añil en el cielo, la castaña dirigió una última mirada a aquel hermoso paisaje que adoraba contemplar y se prometió a sí misma que aquella no sería la última vez que lo observaría. Recorrió la habitación con la mirada, cuidando de no olvidar nada que pudiera necesitar; tomó instintivamente el puñal por la empuñadura y lo observó brillar a causa del reflejo de la luz proveniente del aún claro cielo. Lo sostuvo con fuerza y, decidida, dejó la habitación.
Al salir, se topó, o mejor dicho, alguien topó con ella en veloz carrera. Unos ojos pardos la observaron suplicantes y a la vez avergonzados.
-Lo siento... Hermione –exclamó al reconocerla -¿estás... ?
-Estoy bien –tranquilizó ella con una sutil pero dulce sonrisa –no te preocupes –insistió –sé que las cosas están un poco agitadas por aquí hoy.
Angel reparó en la mano derecha de la muchacha; sus ojos brillaron de manera inusual.
-El puñal de Thesulah... –alzó su mirada hasta la de la castaña. –Entonces... ya lo has decidido.
-Sí –afirmó, por primera vez, sin ningún sentimiento distinto del coraje y arrojo que había logrado sembrar en su ser.
-Hermione... Sé cuán difícil es esto para ti... Pero te veo aquí, de pie frente a mí, y no me cabe ninguna duda de que nada de lo que Malfoy pueda hacer podrá contigo –Hermione bajó la mirada cohibida, pero él la tomó suavemente de la barbilla y volvió a encontrar aquellos ojos color miel. –Eres fuerte Hermione. No sólo ahora; siempre lo has sido. Y sólo porque el destino lo haya querido de esta manera, no estás sola. Yo te protegeré, al igual que Harry y Ron... Porque yo... yo te...
No pudo concluir su frase, aquella que pujaba ferozmente en su interior por salir, desde aquel día en que había vuelto al mundo y la había visto allí, tan bella, tan diferente a todas las mujeres que en su vida había conocido. Ella lo rodeó con sus brazos en un abrazo cálido de agradecimiento, callando sus palabras y sellando así sus labios, en ese instante y para siempre.
-Lo siento... –se disculpó la castaña algo sonrojada -¿Qué ibas a decirme?
La miró con calma, dejando que aquellos ojos se grabaran en su memoria y en su ser para el resto de sus días. Aquel abrazo y el brillo en su mirada lo hicieron vacilar, pero también lo hicieron reaccionar, abrir sus ojos. Él la amaba, sí; pero ella no podía ser suya. La hubiera persuadido, seducido, pero sabía que ella valía más que eso. Simplemente, no era el modo que debía ser.
-Nada –contestó al fin, soltando un largo aunque sosegado suspiro. Le sonrió apaciblemente y le aseguró una vez más: -no es nada. Será mejor... que ya nos vayamos. Harry y los demás deben estar esperándonos.
-Sí –asintió una vez más, y así se dirigieron juntos hacia las puertas del Ministerio. Allí, apiñados en las escalinatas de la entrada, se encontraban Harry y Ron, en medio de la última revisión antes de partir. Al acercarse, Hermione se preguntó cómo ellos dos, Angel y ella serían capaces de enfrentarse a un centenar de mortífagos, pero al llegar hasta la entrada, no le alcanzaron los ojos para observar aquel panorama. Abrió levemente su boca con asombro, a medida que su mirada recorría todos y cada uno de los rostros que conformaban el ilimitado y poderoso ejército de Aurors del Ministerio.
-Mione –la llamaron –Angel... Justo íbamos a ir a buscarte –dijo Harry dirigiéndose nuevamente a la muchacha luego de lanzar una rápida e inexpresiva mirada hacia el morocho.
-Todo está listo –afirmó el pelirrojo. –Deberíamos... ponernos en marcha.
Con esas últimas palabras, se dirigió hacia la multitud de Aurors que conversaban animada aunque seriamente y que, al oir al pelirrojo, se puso en marcha tras él, Harry, Angel y Hermione, quien asía fuerte y decididamente el puñal en su mano derecha. Harry quien le echó un rápido vistazo por el rabillo del ojo, observó su semblante calmo que en realidad sólo obraba como manto para cubrir sus nervios.
-Tranquila –le susurró con una pequeña sonrisa –Todo saldrá bien.
Ella cerró un segundo sus ojos y respiró aliviada. No tenía por qué temer. Podía hacerlo.
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Su corazón latía incontenible dentro de su pecho. Avanzaban a paso acompasado aunque alerta, y algunos de los que se encontraban al frente, entre ellos Harry, Ron y Angel, empuñaban sus varitas con determinación. De a poco y después de mucho caminar, la tropa pudo divisar a lo lejos las inmediaciones del frondoso y nocivo bosque, donde algo aún mucho más peligroso y poderoso los aguardaba, como un león oculto a punto de atacar. Cuando estuvieron a pocos metros de ingresar, Harry se detuvo y comenzó a organizar a los demás.
-Bien –comenzó con tono serio; sus ojos brillando bajo la luz de la luna, que se perdía al bañar las copas de los árboles. –Finch y los últimos rodearán el bosque y cuidarán esta entrada. Ludwig, Alge y Seidman manténganse alerta en el claro al final del bosque, es la salida más fácil que tendrán ellos para escapar. Los demás, vengan conmigo.
Todos asintieron, ya fuese con un gesto o un monosílabo. Los otros partieron hacia sus posiciones asignadas por el ojiverde, y muy pronto sólo quedaron Harry, Ron, Angel, Hermione y el casi centenar de magos. Harry dio un paso y antes de internarse en aquella arboleda, se dirigió a su tropa.
-Antes de seguir... Quiero que sepan que a quien encontraremos alli adentro no será nuestro compañero, ni nuestro par, ni mucho menos la persona que creímos conocer, y que él supo idear para engañarnos. Es alguien que debimos haber encerrado hace tiempo junto con los suyos. Es alguien que no conoce el perdón ni la misericordia; quien no dudará en atacarnos. Por este motivo, no debemos escuchar nada de lo que diga, pues todo será mentira... –concluyó, paseando la mirada de los Aurors a la de Hermione, quien a su vez lo miró seria y asintió. –Venceremos, de eso no tengan duda. Lo venceremos y los encerraremos, uno por uno.
Muchos asintieron enérgicamente, otros sólo lo miraron con admiración y un orgullo que indicaba que lucharían hasta la muerte. Hermione respiró hondo y miró a Ron, quien se colocó a su lado y deslizó su brazo sobre sus hombros. De repente, dejó de sentir nervios y ansiedad. Estaba lista. Ya no estaba asustada; era como si aquello sólo hubiese sido un malestar pasajero. Ya no miraría hacia atrás.
Comenzaron a adentrarse en aquel tenebroso paraje, sus pasos resonando y crujiendo en la oscuridad de la noche. Sus respiraciones, profundas y calmas, se escuchaban con una claridad casi espeluznante. En aquel bosque, nada se movía. Los árboles, cuyos troncos eran aún mucho más altos y fuertes que los que moraban en el bosque prohibido, los hacían desviarse, y a menudo tropezaban con las enormes raíces que zurcaban el suelo estéril. Al atravesar una mata de espinas venenosas, un eco de pisadas solitarias comenzó a inundar el lugar. Los tres amigos se detuvieron al instante. Detrás de ellos, los demás aurors también desaceleraron alerta y alzaron sus varitas.
Los pasos se oyeron cada vez más cerca y más fuertes, hasta que por fín, un ser envuelto en sombras se hizo visible, trayendo consigo vientos tormenta. Los altos y fuertes robles parecían apartarse del lugar donde estaban plantados para dejarle paso al individuo. Hermione sintió su corazón dar un vuelco.
-Malfoy... –masculló Harry, con el más puro rencor.
-Vaya, vaya... Si es mi gran compañero y amigo Potter. El niño que vivió, vivió y... diablos, tú nunca te mueres, ¿verdad? –vociferó, cada palabra desbordante en ironía y desprecio. –Y tú, Weasley. ¿Nunca te cansas de andar tras él como un maldito perro faldero? Y... ah, sí. Quien otra sino... Granger –Ella lo miró con odio, un odio que no había vuelto a sentir desde hacía mucho tiempo.
-No puede decirse mucho de tí, Malfoy –replicó en voz alta y socarrona el ojiverde –Aún sigues revolcándote en la misma mierda... No, espera. Nunca la dejaste.
-Ingenioso, mi amigo –dijo, introduciendo lentamente ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Harry y los demás alzaron sus varitas al instante y lo apuntaron con ellas.
-Wow, wow esperen – dijo el rubio, alzando fugazmente una vez más su mano y haciendo ademán de que se detuvieran. En su rostro se dibujó una tétrica sonrisa al tratar de contener la risa –Ustedes no creerán que pueden vencerme, ¿verdad? Es decir, realmente quería llegar aun acuerdo muchachos...
-Cierra la boca, Malfoy –le espetó Hermione.
-No puedo creerlo. No puedes quedarte callada, siempre tienes que abrir tu jodida boca de sangre impura –le escupió con el más puro encono y disgusto. –Pero bueno... Eso va a acabarse de una vez por todas. Y al parecer –agregó, al tiempo que centenares de pisadas se oían acercarse y aparecer desde la penumbra tras el rubio –como ustedes, niños, jamás aprenden... Será por las malas.
La tropa de aurors se vio completamente rodeada. Las copas de los árboles se mecían violentamente, al tiempo que el primer destello rojizo y cegador zurcaba el aire cual letal bólido, inciando la batalla.
El aire se volvió espeso y oscuro; oprimía el pecho y hacía difícil respirar. El paraje se iluminaba intermitentemente a causa de los maleficios y contrahechizos; se podía oir el goteo y repiqueteo de la sangre de los heridos al golpear el seco césped del bosque. Muchos se habían dispersado en el ajetreo; otros yacían heridos y agonizantes, tratando de ponerse de pie. La guerra había sido declarada, no allí, sino desde tiempos inmemoriales, y se había recrudecido hasta tal punto que los rostros corrompidos por el dolor cobraban de pronto una apariencia más nítida y desgarradora. Todos corrían, tropezaban e intentaban lo mejor posible de esquivar los mortales conjuros y a su vez contrarrestarlos, tratando de reducirse y vencerse unos a otros.
Hermione se halló a sí misma en un lugar de aquel trágico bosque que parecía haber sido olvidado. Tras un gran y extremadamente antiguo cedro, las calmas aguas de un claro reflejaban la luz de la luna que iluminaba con su brillante estela todo el escenario de aquella sangrienta confrontación. La castaña avanzaba con pasos sigilosos y calculados, recorriendo con la mirada cada rincón de aquel paraje en busca de Malfoy. Su labio inferior le sangraba levemente, producto de un golpe que le había proferido Pansy Parkinson, al cual ella había respondido con un puñetazo que dejó a la mortífaga al borde de la inconsciencia y retorciéndose de dolor en el suelo. Hermione la hubiera acabado allí, pero sabía que su prioridad era encontrar al rubio; ella era la única capaz de detenerlo, y llevaba fuertemente empuñada el arma con la que debía llevar a cabo el acto.
La última vez que había visto a sus dos mejores amigos, éstos le habían prometido que la encontrarían, que todo acabaría y que en cuanto lo hiciese irían con ella a ayudarla. Hermione había callado a ambos y les había asegurado también que todo estaría bien con un enérgico empujón, justo como ellos le habían prometido a ella. Desde aquel instante, había estado vagando por allí en busca del Slytherin, con su varita en alto en una mano alumbrando el sendero y asiendo fuertemente el puñal en la otra. A la distancia, los estruendos y voces del pandemonium resonaban cruelmente.
Sin darse cuenta, llegó hasta la orilla de aquel claro. Observó su reflejo en el agua, algo distorsionado por los movimientos ténues en la superficie. Guardó por un momento la varita en el bolsillo de su túnica, su camisa salpicada de diminutas gotas de sangre. Se llevó un dedo al labio herido, quiándose por su reflejo en el agua. Una gélida y paralizante voz acompañada por una helada brisa la hizo sobresaltarse.
-Así que... tú debes... matarme, ¿verdad? –inquirió aquella voz. La castaña giró la cabeza en todas las direcciones, tratando de divisar a Draco.
-Te equivocas –replicó ella fríamente, aún escudriñando el vacío. –No debo; quiero matarte.
El rubio soltó una carcajada que resonó en el claro con increíble fuerza.
-Ni tú misma te crees eso. ¿Crees que por haber recuperado mi verdadero ser, no tengo la menor idea de cómo eran las cosas no hace mucho? Era un asco, una basura, lo más bajo de este maldito mundo de muggles. Me importabas, y demasiado.
-Pues parece que aún no he dejado de importarte –exclamó ella desafiante –De otra manera no seguirías acosándome.
-Oh, por favor Granger, no me juzgues así –gimió él teatralmente, cambiando su voz por una dulce y cálida. Luego, volviendo a aquella gélida y cruel voz, confesó: -Pero debo admitirlo. Sí, todavía me importas –de repente, el sonido de sus palabras se escuchó atemorizantemente cerca –Porque aún quiero verte muerta.
Hermione se dio vuelta violenta y rápidamente al sentir el escalofriante aliento del rubio en su nuca. Allí estaba, justo de pie frente a ella, tan igual que siempre, pero tan diferente. Sus ojos emanaban un fuego que podría haber herido a la muchacha, tan cerca estaba de ella.
-¿Qué pasa, amorcito? ¿Estás... asustada? –jugueteó el Slytherin, al tiempo que caminaba lentamente alrededor de la joven. –No puedes matarme. NO importa cuánto lo desees...
-¿Quieres apostar? –masculló Hermione llena de odio, y girando rápidamente con su mano derecha alzada y apuntando con ira el puñal hacia el vacío. Una sonora y espeluznante carcajada volvió a retumbar en el claro. Draco había desaparecido.
-Vamos, Granger –exclamó casi riendo -¿Por qué no te rindes? Sería mucho menos doloroso... ¡Crucio!
Hermione reaccionó al instante y rodó por el suelo milésimas antes de que el maleficio la golpeara de lleno en el pecho.
-Olvídalo Malfoy –contestó jadeante y poniéndose de pie velozmente –No soy tan cobarde como tú.
-¡Desmaius!
-¡Difendio! –la barrera mágica que se extendió frente a ella bloqueó y desvió el hechizo del rubio –¡Vamos Malfoy! -se burló ella con voz socarrona –puedes hacerlo mejor que eso.
-Tienes razón –contestó, apareciendo fugazmente tras ella, posando la punta de su varita en la mitad de su espalda y pronunciando nuevamente el conjuro. La castaña cayó de rodillas al suelo, desplomándose por el impacto y el extremo dolor.
-Pobre Granger... –dijo, al tiempo que se agachaba a su lado –Me has decepcionado. Siempre me demostraste que eras mejor, más lista que yo; pero mírate ahora: apenas puedes respirar.
Era cierto. Hermione se encontraba tendida sobre el césped, haciendo un esfuerzo sobrehumano para seguir consciente. Abrió sus ojos de a poco; los sentía arder, y todo le daba vueltas. Trató de incorporarse lo más sigilosamente que puso, mientras Draco seguía hablando sin prestarle demasiada atención.
-Qué curioso es el destino –exclamó con aire disperso –los giros y desvíos que nos hace tomar, sólo para acabar siempre en el mismo lugar. Mírate a ti, por ejemplo. Me amaste, me odiaste... creíste en mí, y aún así aquí estás, justo como debe suceder. ¿Pensaste que esto alguna vez cambiaría? No, claro que no. No puedes ir contra él, Granger; el destino tiene un plan para todos, y este es el que te ha tocado. Te conoce aún mejor que yo...
-Eso es porque no me conoces –jadeó, alzando rápidamente su mano derecha y hundiéndole el puñal a escasos centímetros por debajo del corazón. El rubio miró el arma clavada en su pecho, y sucedió.
Sus ojos brillaron intensa y extrañamente, al igual que el cegador destello que despidió el puñal y que iluminó por un minuto completo todo el paraje. Pares de pisadas se oyeron acercándose distantes.
Draco alzó la vista muy lentamente, chocando con la de ella. Su mirada había cambiado, transformándose en una que paralizó a la muchacha; aquella mirada estaba grabada a fuego en su memoria, era una mirada que creyó perdida y que deseaba con todo su ser volver a ver. Fue una mirada que la hizo incorporarse y sostener a Draco antes de que se desplomara moribundo de espaldas en el suelo. Pero al perder el equilibrio, tuvo que apoyar ambas manos en el césped, una a cada lado de los hombros de un Draco agonizante. Los pasos se oyeron cada vez más cerca. El muchacho tosió con dificultad, y la sangre se deslizó a borbotones por sus labios. Abrió una última vez sus grises ojos, los cuales brillaron bajo la estela de la luna como las aguas del claro. Aquel destello provocó que la mirada de la castaña se inundara en lágrimas.
-H-Her... mione... –se le oyó susurrar, antes de cerrar sus ojos para siempre.
Hermione permaneció allí, inmóvil, aún contemplando el rostro de quien había sido su único y verdadero amor, y quien ahora yacía inerte bajo su mirada y herido por sus propias manos.
De pronto, todo se detuvo. El mundo dejó de girar y el tiempo se acabó allí, entre ellos dos. Aquel claro no fue más que un lugar donde la vida había sido vencida y jamás volvería a pelear. Y ya no se oyó ni la brisa, ni los resonantes pasos, ni el rugir del follaje. Sólo un gran y profundo silencio.
RoSe 2004 --------FeLiZ DíA DeL AmiGo!!!---------
