Hola a todos! Si, tarde mucho mucho mucho, pero asumo que ya estarán acostumbrados... pero de todos modos, los siento! Aquí les traigo la primera parte del capítulo final de mi fiction, que espero les guste, y dejen sus comentarios. MUCHISIMAS GRACIAS A TODOS LOS QUE ME ACOMPAÑARON HASTA AQUÍ, en especial a mi amiga jina, que espero que vuelva muy pronto y a quien le deseo la mejor suerte del mundo. Bueno, ahora sin más, los dejo con los giros del destino.

Capítulo 26: "Un nuevo despertar"

Un cielo naciente cual brillantes rosas, un amanecer sin igual. Una calma casi sepulcral reinaba en el exterior, como si el mundo aún permaneciera dormido. Las cortinas levemente descorridas dejaban al sol reverberar y acariciar el suave y delicado rostro de una muchacha adormecida; los cálidos destellos iluminaban ténuemente sus mejillas, tropezando y resbalando por pequeños ríos de lágrimas ya secos, que surcaban sin prisa aquella dulcemente sonrosada piel. Por aquellos días, despertaba con sus brillantes y profundos ojos caramelo ténuemente húmedos, aunque al abrirlos dificilmente podía recordar el motivo. Sus sueños tampoco dejaban muchas respuestas a sus ansiosas dudas. A veces, quizás más seguido de lo que ella desearía, una mirada gélida y penetrante surgía de las penumbras que envolvían sus sueños; entonces sus ojos comenzaban a arderle levemente y aún profúndamente dormida, podía sentir su pecho doler. Desde luego, era él. No necesitaba saber nada más. Aquellos ojos eran únicos, inconfundibles y, desde luego, irrepetibles.

Algún tiempo había pasadoya, aunque para ella parecía aún más. Por algún motivo, desde aquel día, el sol ya no parecía brillar igual, ni las flores oler tan dulce. Las horas eran más largas, y las noches más frías y oscuras, y aún con el habitual desorden, su habitación se hacía más y más grande y desolada a medida que bajaba el sol.

Una vez más, como si aquello le costara toda la fuerza que era capaz de reunir, abrió sus ojos al cálido sol de invierno. Sus cabellos brillaron volcados sobre su almohada y su cuerpo, depidiendo pequeños destellos. Pasó algunos minutos así, observando a través de su ventana, pero siempre inmóvil. Parecía decepcionada o tal vez sorprendida, como si hubiera esperado que ese día el sol no brillara para ella. No creía merecer tal placer. Exhaló un profundo y calmado bostezo y se cubrió mejor con las mantas.

-Un día más... –susupiró, con la mirada abatida –sólo un día más...

Aquella era una frase que se había acostumbrado a pronunciar, aunque no por su propia voluntad, sino inconscientemente. Ya no perdía el tiempo en saber qué día de la semana era o en qué mes se encontraba. Para ella, todos los días eran iguales, brillara o no el sol.

Sin embargo, la vida continuaba, fuera o no de su agrado,y sabía que aquel día había mucho que hacer en el Ministerio.

Con pereza se levantó de la cama y temblando levemente se dirigió al baño. Se miró al espejo y una muchacha de bucles color caramelo y ojos dulces como la misma miel le devolvió la mirada. Intentó sonreir, acordarse de algo gracioso que Harry o Ron hubieran dicho o hecho, pero al hacerlo sintió sus mejillas algo entumecidas y extrañas por aquellas lágrimas ya secas. Se llevó sus delicados dedos a una de ellas y siguió el camino marcado. Cerró sus ojos por un momento. De pronto pudo percibir el fresco aroma de auqel frondoso bosque y el rugido del follaje al ser azotado por el viento...

FLASHBACK

Estaba oscuro, demasiado oscuro para poder ver bien, pero no lo suficiente como para no distinguir y sentir el cuerpo inerte de un joven al amparo de la luz de la luna reflejada en el claro. Sus ojos permanecían cerrados, a pesar de que pocos minutos antes brillaron cual imponentes y bellos témpanos de hielo, un brillo que Hermione creía que la más tenebrosa y profunda de las tinieblas podría extinguir.

Aún permanecía sobre él apoyando sus manos a ambos lados de su pálido rostro, sinitendo como su pecho le dolía con cada bocanada de aire que tomaba. La vista comenzó a nublársele con prontitud; y un par de lágrimas cual perlas divinas cayeron sobre las mejillas del rubio, al tiempo que más y más pasos se oían acercarse a través del bosque. Se incorporó con dificultad, sintiendo el aún demasiado fresco dolor en su espalda y su cintura, y se arrodilló junto a él.

Observó su rostro con una extraña y amarga sensación en su cuerpo, como si estuviera segura de que el muchacho volvería a abrir sus ojos, volvería a verla y a pronunciar su nombre con dulzura y hacerla inmensamente feliz aunque sólo fuese por un segundo una vez más, pero sabía que aquello jamás sucedería. Se había ido, y para siempre.

El curjido del follaje y de las hojas secas que yacíana pocos metros del claro la hicieron ponerse de pie al instante, justo cuando Harry, Ron y un grupo de Aurors entre los cuales también se encontraba Angel, aparecieron de entre las penumbras.

-¡Hermione! –exclamó Harry, corriendo hacia ella seguido de los demás. La muchacha no pudo evitar trastabillar ni dejar escapar un pequeño quejido al ser abrazada por el ojiverde, cuyo corazón latía desbocado en su interior. –Lo siento... –se disculpó al oirla lamentarse a causa del dolor, separándose lentamente de su amiga, quien al ver a la derecha de su rostro ensangrentado exhaló un gritito de dolor.

-Dios, Harry... ¿qué sucedió? ¿Estás bien? –balbuceó, apenas rozando la gran herida escarlata que borboteaba desde la parte superior de su sien, abriéndose paso a través de sus azabaches cabellos.

-Estoy bien, no te preocupes, estaré bien... –la tranquilizó, tratando de esbozar una sonrisa.

-Herms...

-¡Ron! -exclamó la castaña al verlo llegar y lanzándose en sus brazos –Gracias a Dios... que estás bien... –suspiró entrecortadamente.

-Técnicamente –dijo él, por lo que Hermione se separó del pelirrojo casi al instante. Miró con atención su rostro y distinguió un hematoma alrededor de su ojo izquierdo, y su labio inferior partido.

-Eso no es nada... al menos están vivos –replicó ella.

-Herm... No sabes cuánto temí por ti... Estaba tan preocupado... jamás debimos haberte dejado enfrentarlo sola...

-Hey, hey... –susurró ella, regalándole una pequeña sonrisa –estoy perfecta, Ron. Bueno, quizás no perfecta, pero sí viva. No tenías nada por qué temer.

Los demás aurors, cubiertos de cicatrices, sangre y dolor, se reunieron alrededor de ellos y de Draco, quien yacía en el suelo. Harry se colocó frente a él y lo observó detenidamente. Bajó la mirada hasta el lugar donde moraba el puñal de Thesulah, que aún sangraba aunque débilmente, justo unos centímetros debajo de su corazón. El ojiverde clavó su mirada en aquella daga y, con una voz que fue silenciada por el azote de las copas de los árboles, pronunció:

-Casi... pero no en el corazón...

-Harry... –lo llamó uno de los aurors, algo consternado y con un dejo en la voz que indicó que esperaba por una orden.

El morocho se dio vuelta lentamente al oir su nombre, y con una extraña expresión, divisó a Hermione aún abrazada a Ron. Sacudió levemente su cabeza, como regresando de un momentáneo trance, y asintió, luego de lo cual el grupo de aurors se acercó y entre todos alzaron el cuerpo inerte del rubio del suelo.

Hermione observó la escena por sobre el hombro del pelirrojo. Su mirada se deslizó hasta el pecho de Draco, donde yacía el puñal ensangrentado y empleado por sus propias manos. Observó el brillo que emanaban aquellos zafiros, contrastando con el escarlata de la sangre del rubio. Alzó su mirada hasta su rostro, y la detuvo en sus ojos, aquellos profundos e inolvidables ojos, que permanecerían cerrados, en ese instante y para siempre.

Quiso correr, perderse en aquel inmenso bosque, donde nadie pudiera encontrarla ni ver su dolor, que aunque invisible para los demás, brotaba en cada poro de su piel. Involuntariamente, se aferró más fuerte al cuerpo del pelirrojo, al tiempo que la túnica del muchacho se empapaba con un par de cristalinas perlas, que brillaron iluminando el último sendero que Draco Malfoy recorrería.

FIN DEL FLASHBACK

Abrió sus ojos lentamente, volviendo a encontrarse sola y frente a frente con su reflejo. Ya algún tiempo había pasado desde ese momento, aunque no lo suficiente como para no olvidarlo. Desde luego, Draco Malfoy ya no respiraba el mismo aire que ella, ni disfrutaba lo mismos días de sol. Al menos, era la única cosa de la que estaba segura, y sus amigos nada habían agregado al respecto. De hecho, nada habían agregado en absoluto. Y la vida continuaba, como si aquello sólo hubiera sido un mal día. Como si toda la sangre derramada y las vidas perdidas hubieran sanado cual superficiales heridas.

Y ella seguía allí, al igual que siempre. Despertando cada mañana, callando el dolor que parecía recrudecerse por las noches, cuando la que brilla se elevaba mágicamente en el cielo.

Jámas se le hubiera ocurrido...

Ella estaba lista, preparada para hacerlo. Su corazón ya no latía por él, y él ya no podía seguir en esta tierra. Cuando tomó la daga la sintió arder incandescentemente en su mano, como si rogara que la utilizase. Y todo estaba tan claro... hasta que todo se nubló. Cuando el puñal atravesó el pecho del rubio, pareció también haber atravesado el suyo. Algo la quemó en su interior, y no pudo ignorarlo. Aquel dolor la obligó a enfrentar la mirada de Draco por última vez. Una mirada que aún hasta el día de hoy la incomodaba, como un acertijo sin resolver. Algo en él pareció haber cambiado en ese mortal instante... No. Eso era imposible.

Pero aún así, aquello la seguía molestando y por alguna extraña razón hacía que doliera más. A veces hasta se hallaba a sí misma arrepintiéndose de haber llevado a cabo el acto, como si Draco hubiera estado a punto de decirle algo cuando ella le arrebató la vida. Pero luego volvía a alzar su rostro convencida de que aquello había sido lo correcto; al fin y al cabo había salvado a la comunidad mágica y, tal vez, al mundo.

Y todos los aurors, magos y hechiceras que habían vivido esa interminable y abominable noche, se aseguraban cada día de recordárselo. Esta era, también, otra razón por la cual se sentía cada día más incómoda al pisar el Ministerio.

Momentos más tarde la castaña ya se hallaba vestida con unos jeans y un sweater color durazno, y sentada en la mesa de su acogedora cocina, sorbiendo de a poco y todavía algo adormilada su café. Mientras lo hacía, trataba de distenderse pensando en otras cosas sin importancia. Se preguntaba qué cenaría a la noche, siempre le gustaba tener todo listo, para no tener que salir a último momento por falta de algo; la mayoría de las veces regresaba a casa bastante cansada, y con suerte lograba permanecer despierta a la madrugada. Salvo, claro está, cuando salía con Ron o Harry y volvía a las tantas... En esos casos, ni siquiera se molestaba en mirar el reloj.

Miró aquel mismo objeto en ese momento, con la taza aún entre sus manos.

-Ocho y media... será mejor que ya me vaya –suspiró, para sí misma. Un escalofrío recorrió sin prisa su pequeño cuerpo.

Se puso de pie y dejó la taza. Se frotó ambas manos a causa del frío, aunque en el exterior el clima parecía perfecto. Sus manos siempre, por alguna extraña razón, estaban frías. Fue hasta la sala y tomó su abrigo y su bolso; se paró frente a la puerta de entrada y colocó una mano en el picaporte. Cerró sus ojos un momento, y liberó un profundo suspiro. Volvió a respirar hondo y una vez más, salió por la puerta.

Hacía ya algunas horas que el día había despuntado, y él se encontraba allí, sosteniendo su rostro con ambas manos y con gran esfuerzo para mantenerse despierto. Sus brillantes y profundas esmeraldas se hallaban surcadas por delgadas líneas rojas de cansancio. Casi no había dormido, y al cerrar sus ojos, todo lo que veía en su mente era aquella puerta. Sólo Dios, él, Ron y un par de aurors más sabía lo que ocultaba aquel umbral, y aun mejor sabían que lo que allí adentro se hallaba ahi adentro debía permanecer, lejos de los ojos de la comunidad, y en especial de una persona. En realidad, toda aquella vigilancia y precaución se remitía a un solo y simple motivo. Un motivo que poseía los ojos más dulces que jamás habían existido.

Tocaron a la puerta, y un pelirrojo apareció tras ella, haciendo que el ojiverde se sobresaltara levemente, alzando su rostro de repente.

-Harry... –pronunció el muchacho –amigo... no te ves nada bien...

-Dime algo que no sepa –contestó Harry esbozando una sonrisa.

-De acuerdo –accedió el pelirrojo, para sorpresa de su amigo. Se acercó hasta él con ambas manos en sus bolsillos, y adoptó un semblante más serio. -¿Cuánto tiempo ha pasado?

-Casi 4 meses –contestó el ojiverde sin exaltarse y captando de inmediato el tema de conversación.

-¿Cuándo fue la última vez que vine a verte, a primera hora, por este motivo? –continuó.

-El día después de la batalla –respondió Harry, comenzando a extrañarse. –Ron, ¿Qué pa... ? –se detuvo, al sentir un presentimiento apoderarse de él. Miró al pelirrojo, con un brillo en sus ojos que indicaba "más vale que no sea un broma". Pero éste, en cambio y más serio que nunca, asintió lentamente. El ojiverde sintió el alma caerse a sus pies.

-Despertó.

Harry palideció de golpe. Tragó saliva y con voz ahogada argumentó:

-¿Cuándo?

-Antes de ayer, a la madrugada –contestó Ron.

-No puede ser... Yo estuve junto a esa puerta todas las noches...

-Harry –lo tranquilizó su amigo, resignado –yo también acabo de enterarme; de hecho, nadie sabía de esto. Harry lo miró confundido.

-¿No se suponía que cada auror de este Mnisterio estaba vigilándolo? –esclamó el ojiverde, comenzando a exasperarse.

-Sí, pero espera –lo calmó –que aún no oyes toda la historia.

El ojiverde se echó hacia atrás en su asiento y con el ánimo algo más apaciguado, pidió:

-Dime.

-Nadie pudo verlo por que el muy desgraciado colocó un conjuro espejo en el cristal del umbral. Sólo nosotros podíamos ver ese cristal, claro, porque de otra manera todo el Minitserio podría verlo; por eso lo hechizó, para poder moverse o hacer lo que rayos le diera la gana sin ser descubierto.

-Pero le quitamos su varita, casi la destruímos... –objetó Harry

-No la necesita... Puede hacer lo que le plazca con su poder... El vidrio se rajó anteanoche, gracias a eso pudimos darnos cuenta. Por eso no sabemos con exactitud cuando fue que en realidad despertó.

Ron se detuvo. Harry tenía la mirada perdida; en lo profundo de su mente intentaba definir los próximos pasos a seguir, pero su amigo lo interrumpió una vez más, casi con temor a provocar un ataque de ira en el ojiverde.

-Harry él... –titubeó el pelirrojo nervioso, buscando las palabras -pidió hablar contigo.

-Vamos –ordenó duramente.

(DRACO)

Demasiado oscuro, demasiado silencio, demasiado dolor para poder mantener los ojos abiertos, para poder respirar. La luz quema, pero la penumbra consume; y mi pecho a punto de quebrarse en dos.

He estado aquí, en ningún lugar, durante siete días con sus noches, o mejor dicho, desde que la consciencia volvió a mi cuerpo, un cuerpo que sigo sin sentir mío. Pero aún así, a pesar del sufrimiento y este dolor mortal, hay algo que me destruye y que hiela mi sangre; algo que me quita el aire, pero al mismo tiempo me da fuerzas para seguir respirando. Su recuerdo, y la agonía de haberla herido y no saber dónde se encuentra o cómo se encuentra; si me desprecia... o si siquiera sabe que aún estoy vivo.

Sonará extraño, muy extraño, pero lo recuerdo todo, hasta la más pequeña gota de sangre; fue como haberlo vivido todo desde algún lugar lejano a pero a la vez tan cercano, imposibilitado para volver a mi cuerpo nuevamente, sin poder actuar o hacer algo para sacar a ese maldito demonio que alguna vez fui y jamás volveré a ser... y también la recuerdo a ella.

Recuerdo haberla visto caer, con sangre brotando de sus dulces y preciosos labios; recuerdo su respiración agitada y su cuerpo retorciéndose en el frío césped. Pero también recuerdo el brillo en sus ojos, y su mano hundiéndome aquel puñal en mi pecho, el cual aún siento desgarrado. Por supuesto, no puedo ni voy a culparla. Era su vida o la mía, y de haber podido controlar mi cuerpo me la hubiera quitado yo mismo para salvarla.

Pero eso ya no importa... de todas formas, ella cree que ya no habito este mundo.

Si tan sólo pudiera verla... sólo con escuchar su respiración me bastaría, poder ver sus ojos, su sonrisa... sólo con eso me bastaría para poder seguir adelante.

Sólo será cuestión de días, tal vez un poco más o un poco menos para que los aurors y Weasley descubran que aún vivo, y en vez de estar ideando un plan para escapar, estoy aquí, pensando en ella, muriendo por verla, sentirla. Suena gracioso, sí, pero muero por alguien que casi me quitó la vida. Y no imagino el resto de lo que me queda de ella sin Hermione. Sólo será cuestión de...

-Potter –exclamé atónito, demasiado atónito, incorporándome en la cama donde había estado postrado durante quién sabe cuanto, y sintiendo ese escalofrío que uno siente cuando le leen el pensamiento.

-Así que es verdad –exclamó él, mirándome de arriba a abajo, con el rencor reluciendo en sus ojos. –despertaste.

Permanecimos en silencio por un interminable lapso de tiempo, hasta que yo mismo decidí romperlo.

-¿No vas a darme un beso de reencuentro?-bromeé sarcásticamente.

-Cierra la boca Malfoy –me espetó muy serio, clavando en mi sus enardecidas esmeraldas.

-Oh, lo siento... pensé que te alegraría volver a verme...

-¿Crees que esto es una broma, eh? ¿Te diviertes Malfoy? –exclamó una vez más, enfurecido.

-Discúlpame Potter –lo frené, con fingido pesar –No era mi intención continuar con vida.

Harry volteó y con un ademán le indicó a Weasley que ingresara a la habitación y cerrara la puerta tras él. Los observé a ambos con los brazos cruzados. Ambos muchachos se colocaron de pie a los pies de mi cama.

-¿Qué? –objeté , comenzando a hartarme de que me miraran raro.

-Tú lo sabes muy bien –dijo el pelirrojo.

-NO. Y ya dejen de mirarme como si fuera un maldito hipogrifo.

-Vamos idiota. No nos engañas –fulminó Harry. Me mostré algo confundido.

-¿Engañarlos... ? Aguarden... ¿Me perdí de algo? –contesté irónicamente.

-Mira maldito –me escupió Potter desenfundando rápidamente su varita y apuntándola directamente hacia mí, que a pesar de la situación, ni siquiera me inmuté. –Más vale que dejes de hacerte el gracioso o te voy a sacar ese demonio de adentro con mis propias manos.

-Eh? Ah... –exhalé dándome cuenta por fin de lo que ambos hablaban. En voz muy baja suspiré –ustedes creen que yo...

-¿Qué dices?

Levanté la vista y la clave en la de Harry. Ahora lo entendía todo. Ellos dos y todo el que sabía que aún estaba vivo debían creer con total seguridad que mi alama había muerto para siempre aquel remoto pero letal día, y que el demonio aún moraba en mi cuerpo. Ni siquiera yo mismo sabía como mi alma y esencia habían regresado, pero estaba completamente seguro de que así era, pues cuando mi antiguo ser se había apoderado de mi cuerpo, era incapaz de sentir dolor o sentimiento alguno; pero ahora, las muertes, las heridas y el incandescente y más puro amor que sentía por ella me quemaban cual hierros al rojo vivo en mi carne, como jamás lo habían hecho. Sentía que mi cabeza me iba a estallar, tantas emociones, sensaciones, recuerdos y remordimientos se agolpaban en mi mente cual salvaje marejada, impidiéndome mantener la calma para responder cada pregunta que los muchachos me hacían; pero aún así, no importaba cuánto intentara: jamás me creerían. Ni siquiera lo hicieron cuando volvi y quise hacerles entender que había cambiado.

-¿Y bien? –volvió a inquirir Harry -¿qué cuento nos vas a meter Malfoy?

-Realmente no importa, ¿verdad? –dije desafiantemente. –De todas formas no creerán ni una sola palabra.

-Oh, no, de verdad. Queremos oirte –pidió Weasley, con un tono que casi me impulsó a golpearlo.

-Bien –lo enfrenté con una sonrisa burlona –Potter, sé que no me creerás más que el pobretón de tu amigo, pero confío en que tendrás un poco más de capacidad mental para escucharme hasta el final, y luego juzgarme.

Él solo asintió después de mantener dúramente su vista en mí. Tomé aire y comencé.

Así pasaron 2, 3 quién sabe cuántas horas. Les dije todo, o al menos, todo lo que recordaba. Aquel primer ataque en el callejón, los sueños, las visiones, todo. Y a medida que lo sacaba todo de mi ser, sus rostros se transformaban con la incredulidad marcada a fuego. No me sorprendió para nada, es más, lo esperaba; sólo me cautivó la cantidad de tiempo que pasaron escuchándome, de veras parecía importarles mi incidente.

-Eso...-exhalé finalmente –es todo lo que recuerdo y todo lo que espero que les sirva. Y bien –exclamé animada e irónicamente, cruzándome de brazos -¿quién se reirá primero chicos?

Para mi asombro, ninguno profirió siquiera un bufido, sino que las expresiones en su rostro cambiaron de ser incrédulas a frías y calculadoras... un semblante que me recordó muy claramente a mí mismo.

-¿Tienes algo más que agregar, Malfoy? –inquirió Harry.

-No –contesté, extrañado por su reacción.

El asintió y dio media vuelta en dirección a la puerta; pero yo no pensaba dejarlo ir sin que antes él contestara mis dudas.

-Hey, aguarden –exclamé, confundido y comenzando a perder los estribos por ello. -¿Qué es esto? ¿Me están cargando?

-¿Qué dices? –soltó Potter, dándose vuelta nuevamente y con un tono más bien indiferente.

-Lo sabes muy bien, amigo –lo atajé. –Todas estas preguntas, ni siquiera un insulto... bueno, no diré que los extraño, pero...

-No tienes ni la menor idea... –me interrumpió Weasley, meneando hacia ambos lados su cabeza.

-Sí, y ya estoy harto de que se comporten como si tuvieran muy en claro todo lo que sucede, porque si así fuera, no estarían aquí, o me equivoco? –terminé, con una mirada dura, poniendo a esos dos en su maldito lugar de una vez. –Y ahora, ¿les importaríamucho a ustedes, grandes y omnipotentes héroes, explicarme por qué aún estoy vivo?

Callaron de pronto. Se debatían si hablar o no. No creía qué podía ser tan preocupante, hubiera deseado que lo hubieran dicho de una vez y ya. Odiaba el silencio. Toda mi vida había estado llena de él; y lo detesto aún más en estos momentos; porque cada segundo en silencio que pasa es un segundo que muero por verla.

-Buen punto, Malfoy. Pero no vamos a decirte nada –objetó Harry. Sentí mi rostro palidecer con rapidez. –No podemos creerte. ¿Cómo sabemos si ese maldito demonio no sigue aún en tu cuerpo?

Lo miré con dureza y hastío. Pero sí, él tenía razón. No les había demostrado que recobré mi alma, pero sería en vano aún aunque me esforzara.

-Te lo pondré de esta forma, Harry –hablé tranquila y seriamente –si aún ese demonio estuviera dentro de mí, ustedes dos y más de la mitad de este Ministerio ya estarían muerto. –Ambos enmudecieron y adoptaron un semblante serio y algo tenso. Pude ver que por fin comenzaban a escucharme. –Miren sólo quiero saber por qué rayos aún estoy aquí, sólo díganme eso. Mátenme, tortúrenme, hagan lo que quieran conmigo; sólo contestenme eso.

Potter carraspeó, Weasley miró hacia el vidrio rajado de la puerta; y yo sólo quedé inmóvil donde estaba, aún de brazos cruzados y pasando mi mirada de uno hacia otro. Fue en ese momento, cuando bajaba la vista resignado, que Harry comenzó a hablar.

Todo fue muy rápido. Harry habló sobre una maldición muy antigua... yo sabía sobre el demonio que habitaba mi cuerpo, pero nada acerca de aquello. El continuó, desentramando todo lo ocurrido, hasta que llegó al punto en que me sentí morir.

-¿Hermione... ? –balbuceé, palideciendo –ella...

-Ella fue la que detonó la maldición –me aclaró. Bajé la mirada abatido y muy sorprendido. –Pero ella no tenía ni la menor idea acerca de la maldición. Tampoco nosotros. Ella... –titubeó, como si lo que estaba apunto de decir le hiciera hervir la sangre –ella te amaba. De haber conocido aquel maleficio...

-¿Donde está? –solté interrumpiéndolo.

-Cálmate –dijo Potter.

-Dime dónde está –pedí, comenzando a perder la calma –o por lo menos como está.

-Casi la matas –me espetó Weasley -¿Cómo crees que está?

Lo miré con el más puro rencor. ¿Quién rayos se creía? ¿Creía que estaba orgulloso de ello? Le hubiera destrozado la cara ahí mismo de no haber sido porque Harry volvió a hablar.

-Ella está... bien –Weasley bufó de enfado y rodó los ojos hacia la puerta.

-Quiero verla... necesito...

-No.

-¿No?

-Aún no sabemos bien por qué recuperaste tu alma y hasta no hacerlo –me ordenó –te quedarás aquí.

-¿Aquí? –repetí, conteniendo la risa y señalando con el dedo índice la cama.

-¿Quieres salir afuera y que te acribillen a encantamientos hasta matarte?

-Prefiero eso antes que quedarme aquí como un cadáver y siendo vigilado por dos idiotas con los que puedo acabar en dos segundo, y eso lo sabes bien –le aclaré.

-Lo sé –admitió él. –Pero esos idiotas estarán protegidos y preparados, y sino lo logran estaremos nosotros.

-Estás haciendo todo esto sólo para que ella no me encuentre, ¿verdad?

-De todas formas no lo hará –me corrigió con una mueca –ella cree que estás muerto.

-No puedes impedir que la vea.

-No dejaré que te le acerques, Malfoy. Ya le hiciste demasiado daño. Ni siquiera se te ocurra.

Guardé silencio. Ellos no tenían ni la menor idea. Creían que me quedaría ahí sentado, mientras ella pensaba que estaba muerto. Pues no podían estar más equivocados. Aún antes de que me descubrieran podía sentirla, sentir sus pasos resonar en el Ministerio. De ningún modo.

Ambos salieron de la habitación, no sin antes asegurarse de encantar la puerta.

-No les será tan fácil.

Pasaron toda la semana en el despacho del ojiverde; a veces, ni siquiera dejaban el Ministerio. Se devanaban los sesos tratando de averiguar qué había traído a Draco de vuelta, y a ello se le sumaba el tener que ocultar todo lo que hacían a los ojos de su mejor amiga, lo cual les hacía todo aún más difícil.

Era, a pesar de lo complicado que se les hacía, en verdad graciosoverlos tener que adoptar un semblante despreocupado repentinamente, o fingir que hacían otra cosa cuando la castaña pasaba o quería hablar con ellos. Era incómodo y sabían que si Hermione llegaba a enterarse acerca de Draco por boca de otros y no de la de sus dos mejores amigos, los mataría a ambos, pero ellos no querían que fuera lastimada otra vez, y menos por la misma persona, asi que iban a correr el riesgo.

Así pasaron también varias semanas más, hasta el día en que el sol pareció brillar sobre una esperanza. Ambos muchachos se encontraban en la oficina de Harry, esta vez junto a Angel, quien también había acudido a ellos al enterarse de Draco.

Habían hablado durante varias horas, y no parecían llegar a ninguna conclusión. La apacible brisa ingresaba a través de las ventanas algo abiertas y de la puerta del despacho también abierta. Era un hermoso día, ideal para salir al exterior y disfrutar del sol. Probablemente Draco debía de estar insultando al pelirrojo y a los 2 aurors en todos los idiomas que existían, por haberlo confinado a aquel cuarto oscuro y olvidado, del cual juró que saldría.

Abatidos, repasaron una vez más los hechos de esa noche. Junto con la división de aurors que Harry había designado, ellos estuvieron toda la batalla en el corazón del bosque, reduciendo a los mortífagos que encontraban, hasta que aquel resplandor los tomó por sorpresa, casi cegándolos, en las profundidades del bosque.

-Sí, lo recuerdo –acotó Angel, desde la ventana juanto a la cual se hallaba de pie –fue increíble. Casi quedé ciego.

-Si, y en ese momento... –dijo Ron pensativo –los mortífagos parecieron debilitarse...

-Y corrimos hasta el claro. Encontramos a Hermione en el suelo sobre el cuerpo de Malfoy. La daga en su pecho...

-Sí, vimos la daga clavada en su pecho... pero no en su corazón... –aclaró Angel, alzando la vista azorado, hacia Harry.

-Es cierto –concordó el pelirrojo –Además, cuando alzamos su cuerpo... aún respiraba. Muy lento y casi imperceptiblemente, pero lo hacía.

-La daga atravesó su pecho, pero no su corazón... fue por eso queno murió. La maldición decía que el puñal debía atravesarlo... –exclamó Harry.

-Pero aún así... no hay explicación para el hecho de que recuperó su alma de esa forma tan extraña...

-Tiene que haber sido algo en el puñal –pensó Ron. –Algo que lo cambió... al tomar contacto con su sangre.

-Pero, ¿qué? –exclamó Harry, comenzando a exasperarse y despeinándose con fervor. –No tiene sentido.

-Lo sabemos –dijo Ron. –Pero tiene que haber sido algo, algo que Hermione no nos dijo, o hizo inconscientemente.

-No lo sé... –suspiró el ojiverde –lo único que sé es que Malfoy regresó... y no podré descansar hasta no averiguar por qué aún sigue vivo.

En ese instante, Ron palideció de pies a cabeza. Parecía enfermo de repente. Harry, confundido, miró hacia el lugar donde Ron tenía la vista fija. De pronto, el también se sintió morir. En el umbral de la oficina, con un brazo alzado, a punto de tocar la descuidada y ampliamente abierta puerta, con sus ojos caramelo muy sorpendidos y fijos en los del pelirrojo, se hallaba Hermione, quien se inmovilizó por completo al oir las últimas palabras del ojiverde.

RoSe 15/10/2004