Capitulo Final: "Nuestro destino"
El crepúsculo avanzaba lentamente, desplegando su belleza sobre las colinas del valle londinense que rodeaba el Ministerio, bañándolo todo de un color rojo sangre, besando suavemente los campos y las atalayas del edificio, iluminando una mirada color caramelo perdida en el vacío; y apunto de desbordar en lágrimas.
-Hermione... –exclamó Harry sin voz, sintiendo como si de pronto le hubieran arrebatado el preciado privilegio de respirar.
Pero ella no contestó. Se quedó allí, inmóvil en el umbral de la habitación, pasando constante y dolorosamente su mirada por cada uno de los muchachos que a su vez, la observaban sintiéndose la peor basura del mundo. No se sabe con exactitud cuánto tiempo estuvieron así, observándose, tratándo de descifrar que fue lo que los llevó hasta aquel punto de recrudecer su afán de protegerla hasta terminar por lastimarla. Algo que ni ellos mismos se perdonarían. Hermione sintió sus rodillas debilitarse y doblarse, y estuvo a punto de caer sobre ellas. Al verla trastabillar, Harry se puso de pie de un salto; Ron y Angel lo observaron cautelosos. El ojiverde y la muchacha se observaron directamente a los ojos cual feroz duelo. No pronunciaban palabra, y aunque hubiesen querido tampoco hubieran podido. Una lágrima cayó por la mejilla de la joven y Harry no pudo contenerse. Dio un paso para acercarse hasta ella, pero casi al instante, ella dio un paso hacia atrás, manteniendo siempre la mirada fija en sus esmeraldas. Él pronunció en voz muy baja su nombre y ella cerró los ojos provocando que más lágrimas cayeran sobre su túnica. Al verla en tal estado Harry sintió su pecho oprimirse y avanzó hasta hasta ella aún más, pero cuando se encontró a pocos centímetros de ella, la muchacha volvió a abrir los ojos y a mirarlo con tanta angustia y dolor que el muchacho sintió su corazón dar un vuelco.
Extendió sus brazos para sostenerla, pero ella cubrió sus labios con su mano y retrocedió, y retrocedió, cada vez más rápido, hasta que arremtida por una rabia y dolor incontenibles dio media vuelta y comenzó a correr en sentido contrario, alejándose velozmente de un Harry que, sorprendido y acongojado, empezó a correr tras ella, pero no alcanzó siquiera a cruzar el umbral de la puerta, ya que Ron se había puesto de pie y se había lanzado sobre él, deteniéndolo y rodeándolo con ambos brazos.
-¿Qué haces? –exclamó el ojiverde visiblemente disgustado.
-Déjala ir –contestó.
-Pero... De qué hablas, lo... –vociferó mientras forcejeaba para soltarse de los brazos de Ron.
-Lo encontrará tarde o temprano –dijo el pelirrojo –No podemos impedirlo, amigo... Así debe suceder –agregó, resignado.
Corrió y corrió, sin saber adónde se dirigía, destino errante. Personas volteaban a verla, pero ella ni siquiera lo notaba. Sus ojos desbordantes en lágrimas, su corazón a punto de estallar. Sus mejillas se encendían por el esfuerzo, las voces de sus amigos resonaban constantemente en su mente: "la daga atravesó su pecho, pero no su corazón...", "algo lo cambió...". Trataba con fuerza pero en vano de sofocarlas, colocando instintivamente ambas manos en sus oídos y cerrando sus ojos con brío, causando que aquellas cristalinas perlas se derramaran dejando débiles rastros en el brillante mármol del suelo. Corrió y corrió, hasta que una voz más poderosa resonó en su cabeza, haciendo que su alma y cuerpo se estremecieran por completo: "Malfoy regresó...".
Cayó de rodillas rendida, incapaz de dar otro paso. Se sostuvo con ambas manos en el piso, y respiró profundamente, dejando escapar uno que otro débil sollozo. No lo entendía. Ella lo había... asesinado, con sus propias manos. A menos que... No, eso era imposible, jamás podía haber cambiado, vuelto a ser el mismo Draco de antes; había fallecido al instante. Pero su mirada.... No, no, estaba alucinando con un milagro. Abrió los ojos lentamente. No sabía dónde se encontraba, aquel era un lugar que nunca había visitado. Nada podía oirse ni verse, a excepción de un débil haz de luz que no había notado hasta ese instante.
La pálida luz que parecía sin dudas provenir de la luna, se proyectaba justo ante sus ojos, extendiéndose hasta sus rodillas. Pero aquello era verdaderamente extraño. Miró a su alrededor, pero no había ventanas ni miradores, sólo muros húmedos, desnúdos y antiguos. Sólo hasta que secó sus dulces ojos y aguzó la vista, pudo distinguir de la cual provenía aquel destello. Subía hasta el techo con dificultad, perdiéndose en la oscuridad al alcanzar el mismo.
La castaña se puso de pie paulatinamente, sin desviar la mirada de aquel haz. Se acercó cautelosamente, y sólo cuando estuvo a dos pasos de él, distinguió un oscuro picaporte de hierro. Pudo también distinguir lo que parecía ser una rajadura, pero sólo cuando la palpó descubrió que se trataba de un material similar al cristal, pero estaba tan mimetizado con el resto de la puerta que era imposible notarlo a simple vista. Colocó su mano derecha sobre el picaporte y suavemente lo accionó. La puerta se abrió con un ruido metálico.
En aquel lugar reinaba la penumbra. Trozos de cristal negro yacían en el suelo, reflejando aquel destello que atrajo a la castaña y que provenía del techo, bañando al cuarto entero de una sumamente pálida luz lunar. Hermione se mantuvo de pie en el umbral, sin cruzarlo. Inspeccionó aquella habitación desde esa prudente distancia, pero a duras penas podía verse algo másque sombras sin forma. Justo cuando estaba por retroceder y rehacer sus pasos hasta el corredor principal del Ministerio, divisó un extraño fenómeno, como si repentinamente una figura hubiese pasado a gran velocidad bajo la luz. La castaña, perpleja, trató de acercar su rostro en la penumbra, sosteniéndose del marco de la puerta, y lo que vio casi la hizo caer. Parpadeó lentamente, como tratando de aclarar la visión, pero sus ojos no lo engañaban. Desde las tinieblas, dos témpanos le devolvían la mirada. Dio un paso para observar mejor, justo cuando el rostro que creyó perdido para siempre surgió de las sombras como un irupé desde las profundidades de un río. Hermione se paralizó por completo, tal vez creía que su imaginación le estaba jugando una mala pasada, pero no. Había llegado al cuarto donde Harry y los demás Aurors habían confinado a Draco, y éste tampoco podía dar crédito a sus ojos.
Allí estaba ella, su adorada, la mujer más hermosa y perfecta para él en cada sentido posible, de pie en el umbral de la habitación con un pie extendido y apunto de hacer contacto con el suelo. Un millón de sensaciones embargaron su cuerpo, y ardió en deseos de ir hasta ella y abrazarla por toda una eternidad, pero su cuerpo se mantuvo inmóvil al igual que el de ella, y sus ojos grises muy anonadados. El rubio separó lentamente sus labios para llamarla, pero se percató de que el pie de la muchacha descendía por el cansancio, y acometido por un repentino y poderoso temor debido a lo que ello significaba, se lanzó a la carrera hacia donde se encontraba, pero fue demasiado tarde. Al rozar el suelo, la castaña perdió el sentido y calló inconsciente en los brazos de un Draco que llegó justo a tiempo para sostenerla.
-Hermione... –susurró, con el corazón en mil pedazos, al tiempo que Harry, Ron y Angel aparecían en el umbral del cuarto.
-Yo no la atraje hasta aquí –repitió Draco por la enésima vez, perdiendo los estribos. -¿Cómo demonios se los tengo que decir?
El pelirrojo y los dos Aurors lo observaban de brazos cruzados, tratando de sonsacarle algún indicio que pudiera aclarar cómo Hermione había llegado hasta él. Por su parte, Draco se hallaba sentado frente a ellos, con ambas manos en los bolsillos de sus pantalones, pasando la mirada de uno a otro a medida que hablaba.
-Entonces, ¿cómo rayos explicas que haya llegado? –exclamó Harry. –No creo que haya sido por casualidad.
-Sabe que estás vivo –acotó Angel duramente -¿Y cómo lo sabe si tu no la llamaste?
-Tal vez alguno de ustedes, genios, debería haber cerrado la puerta antes de sacar los trapitos al sol –dijo irónicamente, con una mirada a tono dirigida al ojiverde.
Los tres muchachos guardaron silencio, tal vez, avorgonzados. El rubio pasó su mano derecha por su nuca y suspiró, preocupado.
-¿Cómo está? –inquirió a los muchachos.
-Está mejor –contestó Ron, receloso. –No sabía nada acerca de este lugar, y mucho menos del conjuro.
-Ella es fuerte –agregó Harry –el encantamiento le hizo perder el sentido, pero fuera de ello no la afectó en absoluto. Está en... –se detuvo y frunció el entrecejo. Draco se sonrió.
-No voy a secuestrarla.
-No te daré el beneficio de la duda de todas formas.
-Sólo me basta con saber que está bien –dijo en voz casi inaudible y bajando la mirada. –Sé que les importará un comino, pero yo todavía la amo. Siempre lo he hecho. Lo último que haría en mi vida sería volver a hacerle daño. Yo no fui el que la condujo hasta aquí. Sabía que si lo hacía, ella no lo soportaría. Por eso, aunque moría y aún muero de ganas de verla, no lo hice.
Los tres jóvenes lo miraron con una mezcla de sentimientos. Harry comenzó a replantearse la situación de Draco, mientras que Ron aún se negaba rotundamente a creerle una sola palabra. Angel, por su parte, se hallaba más proclive a la postura del pelirrojo, aunque no lo conocía tanto como él. Draco estiró sus brazos y volvió a colocar sus manos en los bolsillos.
-Ya no me voy a molestar en demostrarles que no soy ese maldito demonio que fui. Con lo que acabo de decir creo que ha quedado bastante claro. Queda en ustedes, mentes objetivas, decidir si creerme o no.
Las primeras estrellas de la noche brillaban en el cielo color lavanda. Las cortinas descorridas de la habitación dejaban ver la suavidad del paisaje; en el interior una calma casi sepulcral reinaba, complementándose con una ténue y cálida luz que provenía de un velador ubicado sobre un escritorio y que iluminaba delicadamente todo el cuarto y la mirada perdida de una muchacha de suaves bucles castaños. Sorbía de a poco el contenido de una taza que sostenía entre sus manos, y respiraba al compás, como si comenzara nuevamente después de un largo período sin hacerlo. Su mente, en cambio, iba a una increíble velocidad; demasiadas cosas, demasiado rápido. A medida que los segundos pasaban, su confusión se acrecentaba. ¿Qué era ese lugar al que había llegado? ¿Por qué al cruzar el umbral perdió el sentido? ¿Era la persona que había divisado realmente Draco Malfoy? Y si lo era, ¿Cuánto hacía que estaba allí y por qué nadie le había dicho nada al respecto?
Abatida, depositó la taza sobre el escritorio y se llevó una mano a la frente. Quería respuestas, pero no estaba segura de que fueran las que ella deseaba. Pasos se escucharon acercarse, y unos minutos más tarde Harry, Ron y Angel aparecía en el umbral. Hermione levantó parsimoniosamente la mirada y la posó en las brillantes esmeraldas de su amigo. No hicieron falta palabras.
Avanzó y cerró la puerta luego de que el pelirrojo y el auror ingresaran. Tomó una silla y se sentó frente a la castaña.
-¿Cómo estás? –inquirió Harry preocupado.
-Mejor –contestó su amiga con voz queda.
-El conjuro... lo colocamos como medida de precaución –explicó –so alguien atravesaba el umbral, perdería el conocimiento al instante.
Su amiga asintió comprensivamente.
-Conozco el hechizo –añadió, con una sonrisita imperceptible y algo indiferente.
-Sé... Sé que estás molesta –titubeó él, sumamente nervioso. Hermione permaneció en silencio. –Y sé que quieres respuestas –la castaña separó sus labios lentamente. –Pero primero quiero que entiendas que no te dijimos nada porque ni siquiera nosótros estábamos seguros . –Hermione esperó unos segundos para hablar.
-¿Es... –vaciló ella –es realmente él?
-Sí... es Malfoy.
Para sorpresa de los tres muchachos, ella permaneció impasiva.
-¿Cuánto hace que... ?-trató de encontrar las palabras.
-La misma noche de la batalla –contestó Ron, de pie detrás de Harry –Cuando lo trajimos, aún respiraba, aunque lenta y casi imperceptiblemente. No murió al instante como lo habíamos planeado, porque...
-Fallé –terminó Hermione, tratando de mantener inexpresiva su voz –Fallé al clavar el puñal en su corazón.
-Estabas herida –le recordó Harry.
-No es excusa... –lamentó ella, como culpándose –me descuidé...
-No Hermione –le reprochó nuevamente su amigo –Malfoy siempre fue traicionero, no fue negligencia tuya.
-Entonces... él volvió o, mejor dicho, nunca se fue –se corrigió la castaña -¿Por qué esperaron a que yo me enterara en vez de... ?
-Ya te lo dijimos –la interrumpió Ron tratando de no sonar demasiado brusco –No estábamos seguros de que fuera "él". ¿Entiendes?
-¿Y qué les hace pensar que sea "él" de nuevo ahora? –inquirió la castaña con un tono algo duro. Los tres muchachos se quedaron algo perplejos. La Gryffindor había alcanzado un muy buen punto.
-Eso... es lo que estamos tratando de averiguar –respondió Angel desde el umbral de la oficina. –Y para eso... necesitamos tu ayuda, Hermione.
La muchacha lo miró sorprendida. ¿Cómo demonios iba a aportar alguna ayuda si ni siquiera sabía que Draco había sobrevivido a su puñalada aquella noche?
-Lo siento chicos; pero no los entiendo –dijo ella. –No sé en qué pueda ayudarles... además uds saben mucho más que yo al respecto.
-Puede sonar extraño Herms, pero eres la única que puede ayudarnos –dijo Harry con una triste sonrisa.
La castaña, aunque muy confundida aceptó y trató de recordar algo que pudiera ser de utilidad, aunque nada le venía a la mente.
-¿Recuerdas algo que hayas hecho, tal vez antes de la batalla? –indagó el ojiverde.
La muchacha intentó concentrarse, frunciendo un poco el entrecejo por el esfuerzo. Trató de regresar mentalmente hasta el día anterior al atraco, trató de recrear cada acción, cada palabra. Cuando estaba a punto de darse por vencida, un rayo de luz iluminó su penumbra.
Recordó haber llegado a su casa, el día anterior a la batalla, abatida y portando el arma que el destino había colocado en sus manos. Recordó también haber subido directamente a su cuarto, inapetente e inquieta; sin duda los nervios que ella se esmeraba por sofocar forcejeaban por brotar por cada poro de su piel. Se metió en la cama, pero antes de caer dormida, llevó a cabo el único acto que podía llegar a tener alguna relación con lo que sus amigos intentaban averiguar, aunque ella no consideraba muy relevante.
-Yo... –comenzó, después de algunos minutos en silencio –lloré. –se sintió algo avergonzada; no por haber confesado lo que había hecho, sino porque no creía que aquello fuera a servirles de algo. Harry y Ron la escuchaban atentos, y Angel aún más... parecía como si lo que Hermione estaba diciendo rrojara luz sobre una solución que el auror no podía recordar. –Tenía el puñal en las manos... y sin desearlo su rostro se dibujó en mi mente –la muchacha bajó la mirada por un momento, para luego alzarla nuevamente hacia el ojiverde. Sus ojos parecían denotar un leve brillo vidrioso –y lloré... y mis lágrimas cayeron sobre la hoja del puñal.
-¡Eso es! –gritó Angel desde la penumbra, excitado. Se acercó hasta los demás y pudo verse brillar en su rostro un destello de esperanza. –Hermione, ¿hiciste o paso algo más después de eso?
-Sí –afirmó ella –la daga brillo ténuemente por unos segundos. Después, todo fue oscuridad...
-¡Claro! –exclamó él con energía –¡como pude ser tan idiota! –Harry, Ron y Hermione voltearon simultáneamente y clavaron sus ojos en Angel. Los tres amigos poseían la misma expresión de profundo asombro y confusión.
-¿Qué... ? –comenzó Ron.
-¿Qué dices? –lo interrumpió la castaña, casi al borde la silla y de sus nervios.
-Es muy antigua... ¡y no aparece en los libros poque se perdió en las Cruzadas Mágicas! Pero si es tan simple...
-Angel –dijo hermione levantando un poco el tono de su voz, deteniendo el parloteo del muchacho –por favor, explícanos.
Angel observó la mirada dulcemente suplicante de la castaña y se culpó y se maldijo así mismo en todos los idiomas posibles por haberolvidado tan importante esperanza. ¡¿ Cómo pudo haberlo hecho?!
-Lo siento –se disculpó algo avergonzado. –Hace muchos siglos, del lado oscuro surgió esta maldición. Y con ella, su cura. Pero nadie ha podido emplearla, porque nadie ha sabido cómo, y por este motivo fue olvidada. Verás Hermione... Si tus lágrimas hubiesen sido... bueno, sólo lágrimas, nada hubiera pasado. La daga tampoco hubiera brillado. Pero...
-Pero... ¿qué? –dijo suavemente, pero interrumpiéndolo al fin.
-Tus lágrimas... fueron de amor. –dijo por fin, alzando la mirada.
-¿C-cómo? –exclamó Harry atónito. Hermione había enmudecido de inmediatamente.
-Al tocar la hoja de la daga, produjeron un cambio, haciendo que la daga obrara viceversa.
-¿Viceversa? –inquirió Ron.
-Sí. En vez de matarlo al instante, al penetrar en su sangre, le brindó vida nuevamente.
-¿Deshizo el maleficio?
-Sí –confirmó el muchacho. –Le devolvió su alma.
Angel continuó contestando las dudas de los dos muchachos, pero Hermione permanecía ajena a todo. Parecía haberse apagado todo sonido a su alrededor y su mirada se mantenía firme en un punto inexistente de la pared. No podía terminar de creer las palabras de Angel. Ahora lo entendía todo. O casi todo. Ahora entendía el por qué del brillo del puñal; ahora comprendía la mirada de Draco, yaciendo moribundo en el claro, una señal que ella no supo leer. De pronto sintió ganas de gritar, llorar, reir, insultar; todo al mismo tiempo, pero permaneció en silencio. No podía terminar de dar crédito a las palabras del auror, pero tampoco pudo evitar sentir un sentimiento cálido y extraño, pero que a la vez la hacía sentirse llena de una inusitada dicha.
¿Significaba lo que Angel había dicho que Draco, su Draco había regresado? Entonces aquellos fríos ojos que había divisado en la oscuridad eran realmente los ojos del rubio. Sintió un ardiente deseo de ir junto a él, verlo, abrazarlo con todas sus fuerzas, expresar todo ese amor que se había visto obligada a reprimir. Pero casi al instante, llegó a la conclusión de que debía haber algo mal en él o algo debía haberle pasado para que lo tuvieran allí encerrado. Pero no le importaba; deseaba con toda su alma verlo.
En ese instante, la voz de Harry la sacó de su ensimismamiento.
-Entonces lo que quieres decir es que... es el Malfoy de siempre –articuló, visiblemente confundido y con el entrecejo fruncido.
-Sí –exhaló Angel, aún algo avergonzado –tiene que serlo.
-¡Esperen! –exclamó Ron, que se negaba a asimilarlo -¿Cómo podemos estar seguros? ¿Dónde están las pruebas, eh?
-La única prueba factible es que no murió cuando Hermione lo apuñaló. –Angel le lanzó una rápida mirada a la muchacha, aunque ésta se mantuvo ausente de la conversación. –Creo que eso debería bastarnos.
-De todas formas, iremos a verlo por la mañana –concluyó Harry –Así nos quedaremos todos más tranquilos.
La noche avanzaba. El Ministerio, ya por aquellas horas, se había vaciado por completo, y sólo los tres amigos y Angel permanecían en el edificio. Con la última frase que Harry había pronunciado, había dado por terminada la conversación y los jóvenes se ponían de pie para dirigirse a casa. Angel y Ron salieron primero, éste último aún refunfuñaba acerca de la supuesta "cura". Hermione se disponía a seguirlos, pero una vez más Harry la detuvo.
-Herm...
-¿Qué sucede? –dijo ella, dándose vuelta rápidamente.
-Sé que... Bueno, que quieres verlo, pero... tengo que pedirte un último favor. Espera hasta mañana. Me sentiré más seguro si estoy contigo.
Ella sonrió y se acercó a su amigo. Lo abrazó con todo el cariño que la unía a él desde los 11 años. El ojiverde le devolvió el abrazo.
-No te preocupes, Harry –musitó. –Ya no haré más locuras.
-Entonces dormiré más tranquilo –bromeó el muchacho.
Hermione rió suavemente aunque con ganas y esto provocó una amplia sonrisa en su amigo.
Se despidieron y la castaña salió de la habitación antes que Harry, quien se quedó unos momentos más cerrando todo y apagando las luces.
Angel y Ron ya debían de haber dejado el edificio, porque a medida que la castaña avanzaba, el corredor se abría vacío y lúgubre ante ella. Sus pasos resonaban distantes en el mármol del suelo, y sus pensamientos en su mente. Miró hacia ambos lados observando cada ventana y cada puerta, preguntándose detrás de cual estaría Draco. En un momento le pareció oir unos débiles pasos acercarse, pero cuando se detuvo para oir mejor, el sonido desaparecía. Todo se hallaba en calma, como el segundo antes de que se desatara la tormenta. Justo cuando se llevaba una mano a la boca para sofocar un bostezo, algo, o mejor dicho, alguien la tomó por la muñeca fuertemente y la atrajo hacía sí. Un minuto después de que la muchacha fuera abducida por las sombras, el ojiverde dejaba el Ministerio.
No podía ver nada, una oscuridad total la rodeaba. Quiso gritar, pero cuando separó sus labios para hacerlo su captor la calló apoyando su dedo índice sobre ellos y profiriendo un débil "shhh". Aún la tenía tomada por la muñeca, de pie los dos en la inmensa penumbra. La castaña buscó a tientas su varita en el bolsillo de su túnica, pero justo cuando estaba a punto de pronuciar "lumos", aquella persona la tomó por la cintura y silenció suavemente sus labios con los suyos. La muchacha sintió su corazón aminorar la marcha abruptamente, y su varita resbaló por sus dedos hasta el suelo, donde una pálida luz se encendió en su extremo. La castaña se separó de aquella persona lentamente, aunque todavía era sostenida por su cintura. Abrió lentamente sus ojos y sintió como todo su cuerpo era recorrido por una intensa y hermosa sensación hacía tiempo olvidada. El débil resplandor de su varita tirada en el suelo iluminó una mirada que lejos de ser fría y calculadora cual témpanos de hielo, desbordaba en amor y calor, lo cual provocó un tierno rubor en las mejillas de Hermione. Esta no pudo evitar una gran sonrisa dibujarse en sus labios y se aferró al rubio en un abrazo lleno de amor, que él correspóndió de la misma manera, besando suavemente su cuello. Ninguno de los dos podía creerlo. Draco creyó que su corazón acabaría por estallar de tanta felicidad, pero no le importó. La sujetó aún más fuertemente y hundió su rostro en aquella cascada de bucles.
-¿Eres... ? –susurró la castaña dubitativa.
-Soy yo pequeña –respondió él.
Ella se aferró aún más a él y dejó escapar un sofocado sollozo. Se separó lo suficiente como para poder verlo a los ojos, esos ojos que le devolvieron la fuerza para seguir adelante una vez más. Él colocó un mechón castaño detrás de la oreja de su dueña y acarició su mejilla. Ella sonrió por el contacto.
-Dios... cómo te he extrañado –dijo Draco mirándola extasiado.
Volvió a besarla, primero tiernamente y luego con toda la pasión que poseía en su ser y que por fin podía liberar. Acarició su cintura al ritmo que sus labios jugaban con los de ella, sin dejar de sujetarla ni por un segundo, temeroso de perderla si lo hacía. Hermione se dejó llevar a medida que los besos se intensificaban y acarició la nuca de Draco suavemente. Luego de unos momentos los besos cesaron, y los dos se miraron a los ojos, como si lo hicieran por primera vez. La castaña se estremeció levemente al hacerlo, pero nada pudo compararse con lo que ocurrió a continuación.
Draco observaba cada centímetro de su rostro. Sus dulces ojos caramelo, sus mejillas coloreadas de un rosa profundo, y sus labios... los labios que tanto había anhelado volver a probar, los labios más suaves y dulces que jamás probaría. Y eran suyos. Toda ella era suya. Completamente embargado de felicidad, exclamó:
-Hermione... Te amo –la castaña creyó que su corazón se saldría de su pecho. No pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla. -¿Por qué lloras mi amor? –inquirió él con una sonrisita, secando su rostro.
-Creí... –sollozó bajando la mirada –que jamás volvería a oirte decirlo...
-Siempre te he amado... y siempre lo haré –Besó su frente y la atrajo hacia él. –Debo agradecerte.
-¿A qué te refieres? –dijo ella.
-Me devolviste mi alma.
-Casi te mato –aclaró ella, alejando su rostro del pecho del rubio y mirándolo a los ojos.
-Pero me salvaste –terminó el, rozando sus labios.
Permanecieron abrazados por unos momentos, amándose en silencio. Hermione se sentía feliz, como nunca lo había sido. Draco había regresado y nada podía estar mal. O al menos, eso era lo que ella pensaba. Antes de ser descubierto por Harry y los demás siquiera, Draco tenía otra cosa en mente además de ver a Hermione.
Huir. Sí, escapar, desaparecer. Perderse por un tiempo. Apenas saliera del Ministerio, aún si los demás creían y aceptaban que era él, no sería tratado como antes. Nada sería como antes. Y además, seguirían persiguiéndolo. Vigilando cada movimiento, esperando el momento y hecho justos para encerrarlo de nuevo, pero esta vez en Azkaban.
Pero esto no se trataba de cobardía. No, Draco jamás escaparía por algo así, no estaba en su naturaleza. Por más duro que fuera, él lo enfrentaría. Pero no quería lastimar a Hermione. Sabía que si volvía a pasarle algo, ella no lo soportaría. Más que nada en el mundo él deseaba verla feliz, hermosa. Y si para lograrlo él tenía que partir, no dudaría en hacerlo. Moriría si la hería, pero también moriría si no volviera a verla, a abrazarla; moriría si pasaba un sólo día del resto de su vida sin ella. Por este motivo, pensó en una alternativa. No estaba seguro de que la castaña fuera a aceptarlo, pero de todos modos lo intentó.
-Herm...
-¿Sí?
-Yo... debo irme.
-¿Qué? –exclamó atónita, aflojando sus brazos.
-Debo irme de aquí, desaparecer por un tiempo.
-Es... una broma, ¿verdad? –dijo ésta, con una sonrisita nerviosa. Draco meneó la cabeza en señal de negación. –Draco...
-Eslo mejor... para ambos.
-Tal vez para tí, pero no para mí –terminó ella duramente, separándose del rubio y dirigiéndose hacia uno de los grandes ventanales del extremo opuesto del corredor. Draco sintió como su pecho se oprimía a medida que la veía alejarse. Adoptó una expresión de resignación y fue hasta ella. Enredó sus brazos alrededor de su pequeña cintura desde atrás y, apoyando su barbilla en el hombro de la muchacha, susurró:
-Eslo mejor para tí.
-No te entiendo –dijo ella indiferente, de brazos cruzados.
-Si me dejaras... te lo explicaría –dijo él con voz casi inaudible.
-Bien, entonces... dime –pidió ella, dándose vuelta entre los brazos del slytherin y mirándolo a los ojos aún algo disgustada.
El titubeó ante la dura e impasible mirada de la castaña.
-Si salgo de aquí... aún si Potter y los demás me creyeran, no todo estará bien. Nada será como antes. Me perseguirán y si llegaran a encerrarme...
-Moriría... sin tí –admitió en voz baja.
-Precisamente por eso. Jamás me perdonaría si algo volviera a pasarte. ¿Ahora me entiendes? -Hermione no respondió. Ahora comprendía mejor la situación, pero aún así no quería que se marchara. Había esperado tanto, implorado tanto por verlo de nuevo a su lado... No podía simplemente renunciar a él. –Pero aunque me vaya... sé que no podré soportar ni un segundo sin tí, por eso... quiero pedirte algo. No te gustará y lo entenderé si no lo aceptas, pero debo arriesgarme.
-Dí... -dijo ella intrigada.
-Yo... qui-quisiera –el muchacho titubeaba por los nervios –que vengas conmigo. –Hermione parpadeó sorprendida.
-Draco yo... tengo que pensarlo... –dijo ella bajando la mirada.
El calló su voz. Un minuto completo transcurrió sin el menor sonido.
-Yo... me iré esta noche –concluyó, con pesar. Ella levantó la mirada atónita y cristalina y la fijó en los bellos témpanos de Draco.
-¿Q-qué?
-Herm –comenzó él.
-¿No puedes esperar un día, dos? –lo miró con ojos suplicantes.
-Mañana Harry y los demás vendrán a verme, estoy seguro. Y me pondrán custodia, y no podré verte. Quién sabe por cuánto tiempo...
-Pero Draco...
-Calla –pidió él suavemente, posando una vez más su dedo índice sobre sus labios carmín. –Sabes que me quedaría mil horas contigo, pero debo irme.
-Esto significa... que no volveré a verte jamás...
-No...
-Será como si nunca hubieras vuelto –lo interrumpió.
-No será así –la detuvo, sosteniendo su rostro entre sus manos. –Porque te amo, ¿me oyes? Te amo como jamás ame a nadie en este universo. No quiero obligarte a hacer algo que tú no quieres.
-Si sólo... –susurró ell apesadumbrada –si sólo me dieras un poco de tiempo...
La mirada que el rubio le dedicó silenció la voz de Hermione. Ella comprendió, dolida, que nada lo haría cambiar su decisión. Se hallaba confundida y furiosa consigo misma por estarlo. Ella lo seguiría hasta el fin del mundo mismo, pero su hogar estaba allí, en Londres; sus amigos, su trabajo, su vida. La decisión parecía estar hecha, pero no era tan fácil. ¿Cómo les explicaría a Harry y Ron su elección? Demasiadas cosas y nada de tiempo. Ella lo amaba tanto... Pero tenía que aprender a pensar las cosas, aunque fuere del modo más difícil.
-Herm... se agota el tiempo... y se está haciendo tarde. Te acompañaré a casa.
La muchacha sólo asintió en silencio. Una lágrima se abrió paso entre sus cuerpos, y se deshizo en mil perlas que golpearon con fuerza el frío mármol y sus corazones.
Un rato más tarde, Draco se encontraba en el umbral de la casa de Hermione, aguardando a que ésta abriera la puerta desactivándola con la varita, pero no entró. Se quedó por un momento de pie, dándole la espalda al rubio, con la mirada fija en el suelo. Lentamente se dio vuelta y aparentando no estar lo extremadamente angustiada que estaba, le sonrió, o al menos lo intentó, y dijo:
-Pensar que es la primera vez que vienes a mi casa ileso...
-Es cierto –sonrió él, recordando el incidente que lo inició todo. La muchacha se aferró a él una vez más.
-Dios... Te amo tanto.
-Ni la mitad de lo que yo te amo a tí.
-Prométeme... que vas a cuidarte.
-Mi amor...
-Prometelo –repitió ella.
-Lo haré tonta –conestó él bromeando y besando su nariz –yo no busco problemas... generalmente ellos me encuentran a mí.
-No juegues...
-Lo siento... sólo quiero verte sonreir antes de partir...
-No lo hagas más difícil... –pidió ella, safándose de su abrazo –ya... vete.
Draco sintió como se alejaba. No sólo de sus brazos, sino también de su vida. Vio como abría la puerta y cruzaba el umbral. Sin pensarlo, la tomó rápidamente de la muñeca y, atrayéndola hacia su pecho, la besó apasionadamente, consciente de que esa sería, tal vez, la última vez que lo haría en Dios sabe cuánto tiempo. Al pensar esto sintió un vacío en su ser, como si de repente le hubieran vaciado todo su cuerpo. ¿Por qué se engañaba? No podría estar sin ella. Pero no podía obligarla a acompañarlo. Pero tal vez si... "Sí, eso no causaría daño alguno, ¿verdad? Sólo la ayudaré a tomar una decisión" pensó.
Se separaron y el le dio algunos besos más breves pero dulces, impidiendo que se fuera. Y así, entre beso y beso, cruzaron la puerta, la sala y cayeron en el sillón, muertos de amor. Pero unos segundos después la muchacha retiró sus labios definitivamente de los de él.
Permanecieron abrazados por un largo rato. La castaña comenzaba a adormecerse, su rostro descansaba en el pecho de Draco. El muchacho, después de unos momentos, la observó, sólo para comprobar que se hallaba dormida. Besó su mejilla tiernamente. Hermione movió unos centímetros su rostro, en señal de que comenzaba a despabilarse.
-¿Me amas? –musitó ella.
-Con mi alma entera –contestó él, acariciando su mejilla. La observó nuevamente, cada pequeño rasgo de su delicado cuerpo. Se acercó a su oído nuevamente y susurró:
-¿Sabes? De pequeño siempre me encantó el mar...
La muchacha no respondió. Sólo profirió un débil "mmh" entre sueños, y cayó profundamente dormida. El rubio sonrió tristemente, y luego de besar su frente una última vez, se puso de pie, arropó a su amor y cruzó la puerta, internándose una vez más en la oscuridad de la noche.
La castaña despertó algunas horas después. Era tarde, pero aún era de noche. Abrió sus ojos lentamente y comprobó que se hallaba sola, cubierta del frío con una manta que seguro Draco le había colocado. Se incorporó parsimoniosamente y miró el reloj ubicado sobre la mesita de la sala. Eran las cuatro. A medida que se ponía de pie, su mente comenzó a repasar el hecho de que su único amor se había marchado. Contuvo los deseos de llorar y subió a su cuarto en calma.
Se encontraba tan fría, vacía... Avanzó por la habitación casi a oscuras, deslizando su mano por la colcha de su cama, suspirando.... Miró a través de la ventana y observó la luna brillar. Tomó aire... y al fin lo entendió.
¿Qué rayos hacía ahí? Su vida estaba con él, allí no había nada para ella si él no estaba. Lo amaba, realmente lo amaba; miró hacia el interior de su armario abierto y divisó un viejo bolso. Estaba a punto de tomarlo, pero luego se dio cuenta de que no sabía adónde Draco había ido. Se frustró, pero recordó que, entre sueños creyó oir la voz de su novio, susurrándole algo en su oído. Algo acerca de...
-El mar... –dijo ella para sí, frunciendo el entrecejo. –¡Claro!
Se puso de pie de un salto y tomó una hoja de papel. Escribió algunas palabras en ella y luego la guardó en un sobre, sobre el cual escribió dos nombres.
Quince minutos después se encontraba en el umbral de su casa, portando el bolso en una mano y la carta que había escrito instantes atrás en la otra. La colocó en la ranura de la puerta y la encantó para que nadie más que sus destinatarios pudiera abrirla. Subió a su auto, emtió primera, y se marchó en busca de su verdadera razón en la vida.
Prometía ser, tal vez, el día más bello del año, aunque recién estuvier amaneciendo. Había una ténue brisa que hacía flamear suavemente la blanca camisa desabrochada de su dueño. Hundió sus pies en la arena, y cerró por un momento sus grises ojos, sintiendo como el perfume del mar penetraba su piel y mecía sus rubios cabellos gentilmente; sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones de verano. En su mente se dibujaban aquellos ojos dulces y profundos como el caramelo, y sus labios... casi podía probarlos. Toda ella era su fuerza para seguir adelante, ahora tan distante de él. Pensó que hermoso sería si estuviera en ese momento con él, viendo aquel paisaje sin igual.
-Mi amor... si sólo pudieras ver esto...
-Es precioso... –susurró una vocecita en su oído, haciendo que Draco se sobresaltara y se diera vuelta de inmediato.
Allí estaba ella, su amor, su princesa, de pie frente a él. Sus ojos no podían creerlo. Estaba hermosa... Tenía un pequeño vestido blanco que le ceñía perfectamente a la cintura; parecía un ángel. Draco enredó sus brazos alrededor de ella y la abrazó con todas sus fuerzas. La muchacha tuvo que ponerse casi en puntas de pie para poder hacerlo.
-¿Qué haces aquí? –preguntó él, con una gran sonrisa y extremadamente feliz.
-No puedo estar sin tí. No importa cuánto lo intente, no hay nada para mí allá si tú no estás.
No pudo resistirlo más. La besó, completamente embriagado de amor. Ella le correspondió tan o más enamorada que él, tomándolo de la nuca. La arena les besaba los pies, y su hundía a medida que el viento la hacía volar. Draco intentó desenterrar sus pies, pero éstos le jugaron una mala pasada. Resbaló y cayó de espaldas, y con él fue a caer Hermione, sobre él. Ambos rieron por el hecho y se sentaron, ella sobre sus piernas y rodeada por sus brazos. Draco tomó el rostro de la muchacha con su mano y dirigéndolo hacia el suyo, le dijo:
-Te adoro... volvería a pasar por todo lo que pasé en mi vida para estar contigo aquí... y ahora –susurró deslizando su dedo índice por lanariz de Hermione.
-Cuántas cosas han pasado... -dijo ella rozando sus labios. –Es difícil creer que todo esto fue obra del destino...
-Ya pasó... Ahora un nuevo destino comienza...
-El tuyo... y el mío.
-Nuestro destino... –aclaró él, besándola con todo su amor, a medida que un nuevo y hermoso día comenzaba... Para su nueva y hermosa vida juntos.
F I N
Increíble, pero sí; la historia llegó a su fin. Tengo que agradecerles a todos los que leyeron este fic y me apoyaron desde el prólogo, y a todos los que se preocuparon cuando no actualizaba y demás... Cuando subí el primer capítulo, creí que no tendría ni un review ni nadie la leería, pero al contrario, ahora me sorprendo cada vez más cuando abro mi mail y veo todos los reviews... de verdad me da mucha tristeza terminar esta historia, pero también mucha alegría porque es la primera que escribo en mi vida, y me hace muy feliz que aunque no sea un historia nacida de mi propia imaginación sino un fic, haya tenido tan buena repsuesta y les haya gustado tanto a todos los que la leyeron. Ya me estoy emocionando.... jajaja Pero de verdad, MUCHAS GRACIAS A TODOS!!! Por ustedes también fue posible esta historia.
BESOS Y FELIZ AÑO NUEVO!!!
NoS EsTaMoS EsCrIbIeNdOo..... )
RoSe 2005
