La historia y sus derechos me pertenecen, los nombres de los personajes a S. M. NO AL PLAGIO

Una madre sin esposo (SAGA LA VIDA DE ELLAS)

IX Con valor, y un poco de amor, engaño hasta el espejo

Angielizz (Anbeth Coro)


Era tan difícil no comparar a sus dos hijos. Lo había hecho irremediablemente desde que supo que venía Nessie en camino. Para empezar, no sintió miedo al descubrir el segundo embarazo, al contrario, pensó que sería más sencillo, con la experiencia que tenían, con la estabilidad económica de su lado, con la seguridad de un hogar para recibir a su bebé, ¿por qué tendría que temer?

Sintió ilusión desde que lo sospechó cuando una mañana sus pechos se sintieron adoloridos con el toque de la ropa, y recordó que lo mismo había sentido en el embarazo de Jake. Fue así como lo descubrió.

Jake era un bebé listo desde el vientre y siempre le hizo compañía, le devolvía los toques en el estómago y se movía tanto que se veía bajo su piel, tan listo que sabía identificar las voces de sus padres que le hablaban con cariño. Pero Nessie era inquieta y rebelde desde que estuvo dentro, no respondía al llamado de su madre, y su esposo nunca le habló al vientre de ella en ese embarazo. Nessie pateaba si estaba incomoda, si quería tener a Bella caminando, si no cumplía algún antojo, pero Nessie pateaba también despacito con ternura cuando Bella lloraba en silencio por la ausencia inexplicable de su esposo.

Creyó que sabría todo para el segundo embarazo, descubrió que ningun embarazo es el mismo. Los antojos del embarazo de su primogénito fueron frutas y verduras, Nessie era de dulces y comida salada, lo que la hizo engordar el doble de lo que subió en su primer embarazo. En el primer embarazo estaba asustada y Mike siempre estuvo a su lado, acariciándole el vientre y besando cerca de su ombligo mientras le repetía que todo iría bien.

—Estoy cansado —es lo que Mike repitió cuando Bella quiso su apoyo por las noches por el dolor de espalda. Estaba cansado para masajear su espalda, o sus gigantescos pies, o sus adoloridas caderas. Pero ella sabía que él le decía lo mismo por negarse a tener sexo con él. Su deseo, a diferencia del primer embarazo, desapareció en el segundo.

Cuando nació Jake, Mike apareció con un ramito de rosas blancas. Cuando nació Nessie, ni siquiera apareció su padre.

Sus hijos eran el claro ejemplo de que no podía esperar que la vida ocurriera dos veces del mismo modo. Aunque eso significaba que no sabía qué esperar.

Mike, su exesposo, era un joven dulce que le llenó desde el inició el oído de palabras bonitas cuando se conocieron. Fue un novio atento, Bella cayó con rapidez enamorada de él, era inteligente y gracioso. Decía amarla, pero jamás iba a olvidar cómo sus ojos se abrieron de miedo y sus labios se tensaron en una línea recta cuando apareció esa noche jalada del brazo de su madre. Tocó la mujer a la puerta de la familia del joven y secamente dijo que ahora ellos debían hacerse cargo de Bella y del bebé.

Se quedó sentado del otro lado del sillón mientras los padres de él los sermoneaban a ambos, sin tomarle la mano, sin apretarle la pierna, sin sujetarle el rostro, distante y frío mientras escuchaban cómo acelerarían todo para casarlos, cómo ambos tendrían que buscar trabajo y seguir estudiando mientras llegaba el bebé.

Y entonces su novio, su primer amor, la miró en silencio con evidente molestia, una vez estuvieron instalado en la habitación de él le soltó enojado:

—¿No pudiste decírmelo a mí antes de crear este alboroto?

—¿Qué habría cambiado? —le preguntó ella sentada en el borde de la cama mientras lo veía pasearse por la pequeña recamara.

—Todo.

Y Bella se llevó las manos a su vientre plano entendiendo lo que significaba eso.

—Nunca debimos casarnos —se dijo ella, lo dijo él, se dijeron ambos a lo largo de los siguientes años. Mike aspiraba demasiado desde joven, era un estudiante sobresaliente, un deportista talentoso, él debió asistir a una buena universidad y ser becado, tenía el talento y el deseo, pero tenía una esposa y un bebé a sus diecisiete años.

Cuando el bebé nació Bella dejó de estudiar, pero él no. Él seguía partiéndose para ser padre, estudiante y quien llevara dinero a la casa, así que no le quedaba espacio para jugar a ser esposo. Era un buen padre, al menos con el pequeño Jake, si el niño se enfermaba era el primero en saltar al pediatra y conseguir medicinas; era el que se quedaba al lado de la cuna asegurándose que la temperatura bajara; Mike era entre los dos quien siempre estaba tumbado jugando con Jake a los carritos.

Sólo que no tenía espacio para ser esposo. No era algo que él hubiese elegido, se lo habían impuesto por un error juvenil. Cuando le dijo a Bella que quería ir a la universidad ella aceptó, se mudaron de la casa de sus suegros y cambiaron de ciudad, una ciudad más grande, una ciudad donde no conocía a nadie. Bella se quedaba en casa con el niño mientras Mike estudiaba y trabajaba, estudiaba y jugaba con Jake, estudiaba y dormía.

Pasaron meses, largos y ausentes meses antes de que él volviera a mirarla como una mujer. A veces ella estaba en la cocina y él se le quedaba mirando la espalda baja, o comían en el pequeño comedor y él no podía evitar desviar sus ojos a su escote. Pero no iba más allá. Bella era una mujer que podía quedar embarazada y él no podía arriesgar el futuro de su familia por otra calentura.

Bella no aspiraba a nada, o más bien, no se permitía aspirar a nada de lo que Mike le hablaba. Había sido su culpa estar atrapados en ese desdichado matrimonio, y lo que menos quería era ser una carga aún más pesada con sus propios sueños y aspiraciones.

—¿Ya no me amas? —le preguntó una noche, mientras lo veía dejar al niño en la cuna. Mike miró hacia ella confundido y sin premuras respondió.

—Por supuesto que sí, Bella. Qué tonterías dices.

—Ya ni siquiera me besas.

—Tú sabes porqué —claro que ella sabía, lo habían hablado antes, pero eso no evitaba que ella lo extrañara a él.

—Yo tampoco quiero otro bebé —le dijo ella— si hubiese sido cesárea me habría operado, Mike.

—No estoy culpándote. Sólo… no puedo ahora. Estoy en el tercer semestre, tengo una beca —pero aún así caminó hacia ella y le llenó el rostro de besos cortos, dulces y fugaces para no encender una llama que no pudieran extinguir—. Te amo, te amo mucho, Bella.

Y los ojos de ella se llenaron de lágrimas que pronto se escurrieron por sus mejillas.

—A veces creo que no.

—No digas eso.

—Es sólo que… mírame, he cambiado.

Ambos lo habían hecho.

—Te ves hermosa, eres muy hermosa.

—Tengo una estría aquí —y señaló encima de su ropa el lugar, de su ombligo a su cadera. Mike no lo sabía, porque no la había visto desnuda desde que nació Jake.

—¿Eso qué importa?

—Y mis piernas crecieron.

—Tus caderas, y tu trasero —dijo él sonriendo, ella se rio bajito, aunque las lágrimas seguían bajando.

—Y tengo ojeras, y me salen espinillas a cada rato, y como mucho, y…

—Bella, eres hermosa.

No se sentía así, Mike suspiró y la llevó de la mano a la habitación de ellos, la paró frente al espejo y la obligó a mirarse en éste.

—Eres la mujer más hermosa.

Y noches como esa, cuando él era el hombre que la veía como la mujer que era ella es que Bella volvía a enamorarse de él, sin muchas palabras, sin adornos, incluso sin caricias. Y entonces ella volvía a ser una joven feliz, risueña, tierna, se despertaba antes que él para preparar su lonche y desayuno, le dejaba una nota en su mochila diciéndole cuánto lo quería y que esperaría por él, por ellos, hasta que fuese el momento adecuado para retomar su relación.

Te esperaría toda una vida si me lo pides.

Y Bella no mentía.

Sólo que cuando él se fue no se lo pidió, no le dijo que se iría, sólo desapareció y cuando regresó vino en busca de su primogénito, de su adorado niño, no de ella, no de su nueva bebé. Mike no tenía tiempo para ser esposo y padre de dos niños. Tenía tiempo para sus empresas, para los negocios, para los clientes y para Jake. No podía dividirse en más personas. Y aunque le rompió el alma, aunque la desgarró por dentro ella nunca lo buscó tampoco, no fue a preguntarle a la puerta de su nueva casa si aun la amaba. No lo hacía, se dijo Bella convencida. Y Mike pasó los siguientes meses deseando que ella fuera por él, para hacerlo entrar en razón, porque la seguía queriendo sólo que tenía miedo de no ser capaz de estirarse lo suficiente para alcanzar sus sueños.

Y cuando los meses se convirtieron en años, Bella entendió que él jamás dejaría de desear llegar más alto, que de no ser por ella y los niños él ya estaría en la cima. Así que guardaba para sí el recuerdo del joven que alguna vez había amado mientras lo veía convertirse en ese hombre que aspiraba poder, dinero y posición hasta que en algún momento ella dejó de imaginar que se armaba de valor para irlo a enfrentar a su puerta para que admitiera que era un cobarde y que aun la amaba. De admitir que ella también tenía miedo de su rechazo y que incluso a pesar de todo lo amaba también.

Y Bella sabía que la vida no ocurría nunca dos veces, sólo que no sabía si tenía permitido a aspirar a una ilusión que se volviera real, tampoco sabía lo que debía esperar con Edward, pero se dijo que sería valiente mientras cepillaba su cabello con sus dedos y abría la puerta para encontrarlo ahí. Con una sonrisa impregnada de dulzura mientras la recorría con la mirada de manera lenta de pies a cabeza, hasta encontrar sus ojos y sonreírle –como si fuera posible- todavía más.

A mí me encanta este par. Ya Iremos conociendo poco a poco también la relación que hubo entre Mike y Bella.

¿Qué les pareció el capítulo de hoy?

Muchas gracias por leer