Una Nueva Histroia
Salió de la habitación con la cabeza agachada y los ojos lloros, pero con una determinación en sus obres oscuros. Viviría todo aquello que le permitieran los dioses, por Héctor, por su hijo Astianacte, por su hijo que crecía en su interior y, sobre todo, por ella misma. Pues puede que como esclava no tuviera voz ni voto en aquella ciudad, pero ella se encargaría de que en la posteridad no solo se hablara de los héroes de la historia, su nombre sería cantado. Así debía ser, puesto que las mujeres habían sufrido la guerra y peor, había sobrevivido con todas sus consecuencias. Estaba completamente segura de que conseguiría que recordaran su nombre.
Andrómaca, sería digno de alabanza.
—Estoy sin palabras. —Kagome observaba nerviosa a la mujer de ojos cobre que tenía el escrito en su mano—. No sabía que tenías tanto arte dentro.
—Ni yo tampoco — aseguró la joven de cabello azabache—. Entonces ¿Te gusta? ¿Crees que tengo alguna posibilidad?
—Es un prólogo, pero es interesante. —Kagura marcó algunas notas en el papel—. Yo te aconsejaría cambiar algunas cosas, pero en sí está bien construido. —Le pasó los papeles con una sonrisa—. Después de todo lo que hemos vivido me parece extraño que tu pasión por la mitología no se desvaneciera —agregó con una sonrisa triste. Aunque ya habían pasado siete años desde lo de Naraku, aquella experiencia traumática era difícil de olvidar—. ¿Cómo estás?
—Muy bien —sonrió Kagome con una mueca vacía. Inuyasha la había abandonado hacía unas semanas, pero siendo sincera, su relación no marchaba bien desde hacía meses, con la llegada de su hermana a la ciudad.
—No pareces muy convencida. —Kagura le agarró la mano y se la apretó ligeramente— ¿Has sabido algo de él?
—Sé que fue a ver a Kikyō poco después de dejarme. —la mujer del moño la observó sorprendida—. Era de esperar, Onigumo pasa más tiempo en Berlín que aquí.
—Podrías venir a cenar con nosotros. —Kagome sonrió, los niños de Kagua y Sesshomaru eran estupendos, pero negó con la cabeza.
—Prefiero alejarme —dijo las palabras con cuidado de no herir sus sentimientos—. Necesito salir de la familia Taisho por un tiempo, desintoxicarme.
—Lo entiendo. —le soltó la mano—. Pero no huyas muy lejos, eres un diamante en bruto —agregó señalando su manuscrito—. Me encantaría seguir leyendo cosas de este estilo, por mucho que la mitología griega se me atragantara hará unos años. —Kagome sonrió sin saber que más agregar—. Llámame cuando tengas algo o quieras tomar un café.
—Tenlo por seguro. —Las dos mujeres se despidieron y la de ojos oscuros salió del despacho.
Mientras entraba en el coche, Kagome recordaba los sucesos que habían pasado años atrás. Recordó al asesino en serie Naraku, la muerte de las seis mujeres de forma violenta por él y de como ella misma había sido víctima de aquel horripilante hombre. Que estúpida se sentía en ese momento cuando recordaba que, durante su cautiverio, pensaba en Inuyasha y la vida que casi había perdido junto a él.
Su situación actual le demostraba que no podía apegarse de aquella manera a un hombre.
Pero en aquel entonces, él mismo había estado con ella cuando le curaron las heridas superficiales y había ayudado a Kagura cuando esta estuvo a punto de morir por Naraku, hermano mayor de la misma. Fue un momento difícil y angustioso que no acabó hasta la muerte de aquel asesino despiadado, alias la Araña, y la recuperación de la periodista. Parecía que solo le quedaba ser feliz, su trabajo de detective en el departamento de homicidios le encantaba, tenía buenos compañeros y era feliz en su vida personal, pero todo se rompió en el momento en el que su hermana mayor, Kikyō volvió a la ciudad.
Inuyasha había compartido una historia turbia con ella durante los años que estudió filología clásica, que acabó rompiéndose cuando su hermana decidió viajar a Alemania para seguir sus estudios. Su hermana mayor no quería atarse a nade. Ella había intentado advertirle sobre su hermana, un error que sabía que no estaba dispuesta a cometer. Inuyasha, como todos los hombres que había tenido algún tipo de relación con ella, se perdían en sus cantos de sirena, olvidando todo lo que les rodeaba.
Pero cometió el error de darle una oportunidad, de dejar fluir su amor escondido y enterrado, convencida de que él no la abandonaría de nuevo.
Estaba claro que ser detective no le concedía un sexto sentido amoroso.
Semanas atrás, Inuyasha se había presentado, taciturno, después de un turno de casi trece horas. Ella pensó que debía estar cansado, abrumado por el ritmo frenético que tenía y, además, ella había empeorado después de comentarle que quería dar un paso más a a su relación. Pero él no solo estaba cansado, ni se sentía abrumado. Simplemente se sentía, vació. Vacío; se repitió en su mente durante toda la semana siguiente preguntándose qué era lo que había cambado en su vida, hasta que recibió una llamada de su hermana invitándola a irse de su casa ya que él no se veía con fuerzas de echarla.
Encendió el motor y se dispuso a salir a la carretera dirección al departamento de homicidios. Debía hablar con Kaede, su jefa, para acabar con aquello de una vez por todas. Aunque su trabajo le encantaba, su nueva situación la forzaba a cambiar de aires, necesitaba un traspaso o al menos salir de la ciudad durante un tiempo, una desintoxicación completa.
Llegó al aparcamiento y se dirigió al edificio gris y viejo del departamento de policía de la ciudad. Fue directamente hacia su mesa y se sentó para recoger unos papeles con la petición de traspaso a otro departamento, cuando se fijó en la mesa de su compañero Sesshomaru. El albino, hermano de Inuyasha, había salido a un congreso en las afueras por lo que no podría despedirse de él. Su compañero había sufrido mucho por culpa de la Araña, ya que éste aparte de haber traumatizado de por vida a su mujer, había matado a su primera prometida, Shannon, antes de casarse con ella, cosa que lo había cegado de tal forma que estuvo a punto de perder la cordura.
Intentó no pensar en ello, debía de empezar una nueva vida. Por suerte, había podido contactar con una amiga de Sango, que trabajaba en el departamento de policía de Sonstaville y que le había ofrecido un puesto como asesora de extranjería. Gracias a que venía de una familia de filólogos, tenía mucha facilidad con los idiomas, hablando con fluidez hasta cinco. Su nuevo trabajo le quedaba más cerca de su nueva casa, una pequeña construcción perdida en uno de los bosques de Rimon Valey que hacía frontera con Sonstaville, por lo que podía desaparecer completamente de la vida de los Taisho para siempre.
Se levantó y se dirigió al despacho de su jefa con una sonrisa en el rostro. Estaba destrozada, sentía que habían desaparecido todos aquellos años que habían imaginado juntos, todos aquellos castillos que se habían derrumbado con el paso de un huracán. Pero no era momento de llorar por ello, debía lamerse las heridas y avanzar, demostrándose a sí misma que podía empezar una y todas las veces que quisiera.
Picó suavemente en la puerta y espero a que la suave voz de su jefa la hiciera pasar, para luego encontrársela sentada hablando con T ga, su antiguo suegro. Kagome observó al hombre, con el cabello albino y los extraños ojos dorados idénticos a Inuyasha y Sesshomaru, para luego pasar la mirada por su jefa, una mujer de mirada oscura, canosa, vestida con traje y con un moño bien hecho.
—Siento molestar, si quieres podemos hablar en otro momento. —Kagome se giró para volver a abrir la puerta.
—Tranquila querida, estamos en familia —le sonrió Tōga—. ¿Cómo está mi hijo? Hace tiempo que no sé nada de él.
—¿No sabes nada? —Kaede llamó la atención de su amigo y antiguo compañero del cuerpo. El albino la miró interrogante—. Esto es increíble.
—Él está bien —se apresuró a decir Kagome no dejando a su jefa continuar—, únicamente venía a traerte los papeles para el traslado —le tendió los formularios ante la atenta mirada de Tōga—. En cuanto los tengas listos llámame y los llevaré a la oficina.
—Claro. —Kaede los miró por encima para luego archivarlos.
—¿Te vas del cuerpo? —el ex agente la contempló desorientado por unos segundos. Ella simplemente sonrió. Pasó su escrutinio hacia Kaede, que lo miraba con cara de pocos amigos—. ¿De qué va todo esto?
—Deberías hablar con tu querido hijo antes de hacer preguntas tan estúpidas. —Kaede se giró a Kagome suavizando la mirada—. Cualquier cosa, avísanos. —la aludida asintió mientras se despedía de ellos con la mirada. Salió del despacho para dirigirse a su mesa, tenía una vida por delante con un futuro incierto, pero eso no necesariamente debía de ser malo.
¡Muy Buenas!
Por fin, hace años que llevo amenazando con ello, pero hasta ahora no me he puesto de verdad!.
Os presento la continuación de "Las Ocho Patas de Aracne" centrado, esta vez, en Inuyasha y Kagome. Una nueva aventura policíaca, suspense y por supuesto, amor de estos dos xD Os dejo el prólogo y el primer capítulo, porque el primero me ha sabido a poco xD.
Espero lo disfrutéis.
