Tu nombre es Miranda Bowen y acabados de cumplir los 11 años de edad te enfrentas a uno de los veranos más aburridos de tu vida… O al menos eso creías, ya que una de esas tardes de las que parecen ser no muy diferentes de las anteriores recibes una noticia que cambiarán tu vida para siempre… Pero recuerda, solo tú puedes elegir tu destino.

Bienvenidos a Hogwarts

Capítulo 1:

¡¡¡Aburrido¡¡¡ Todo te parece aburrido. Acostada en tu habitación no haces otra cosa que esperar aburridamente como pasan las horas, cada una terriblemente más aburrida que la anterior. Es una cálida tarde de verano, de esas en las cuales no se tiene ganas de nada, (en las que nadie tiene ganas de nada); ni siquiera el aire tiene ganas de circular, haciendo la tarde millones de veces más pesada de lo que ya es.

Hechas una ojeada perezosa por tu habitación, a lo mejor hay algo que te ayude a pasar el rato: tu desesperanzado recorrido sube por lentamente por la pared junto a tu cama, pasa por los pósters de tus estrellas favoritas y se detiene el ventilador de techo. Este da vueltas a toda velocidad, sin embargo el ambiente pesado hace que parezca casi inmóvil, produciendo un zumbido monótono. La imagen y los sonidos comienzan a taladrar tu cerebro. Apartas tu atención del aparato antes de enloquecer, definitivamente esta tarde es la más aburrida que has tenido en toda tu corta vida.

¿Qué tal tus amigos? Seguramente son más entretenidos que un estúpido ventilador de techo. Corres y buscas tu agenda telefónica entre el desorden de tu habitación (sep, no había ganas de ordenar). Pero cuando te dispones a encontrar los números de tu grupo de amigos, desafortunadamente recuerdas que misteriosamente todos y cada uno de ellos se han ido de vacaciones con su familia.

¡Maldición!

Te desplomas en el suelo, sin lugar a dudas morirás de aburrimiento. Tomas tu almohada e intentas ahogarte, es mejor eso que seguir sufriendo, pero te encuentras tan desganada que ni siquiera energías para suicidarte te quedan.

Juntas un poco de tu voluntad para incorporarte y dirigirte a la ventana, a lo mejor si te dejas caer... Te recuestas sobre el marco, de manera que casi pareces un trapo viejo y sin forma, sin embargo, aun en esa posición puedes ver a uno de tus vecinos podar el césped. La imagen del viejo hombre recorriendo una y otra vez el mismo sendero, con una playera empapada en sudor y un gorro de pescador rosado sobre su cabeza calva, se vuelve un ritual hipnotizante.

Idiotizada y/o adormecida no adviertes una sombra que vuela hacia tu ventana, hasta que la misma colisiona con tu cabeza. Instintivamente te echas hacia atrás tratando de identificar a la cosa. La sombra, que ahora estaba posada imponentemente en el mismo lugar en que estabas tú antes, se trata de una lechuzota. De mirada tan o más arrogante como su actitud, el pajarraco, sin darte el lujo de apartar sus horribles ojos de ti, extiende una de sus patas rugosas y amarillentas, lleva atado en ella un sobre hecho de un papel amarillento. Preguntándote si esa carta es realmente dirigida a ti, tu:

- Estas tan desinteresada por todo lo que pasa a tu alrededor, que ni siquiera la novedad de recibir correspondencia vía lechuza e interesa. Espanta a la bola de plumas arrogante y ve al capítulo 2.

- Si sientes curiosidad y tomas el sobre, léelo en el capítulo 3.

- Si por el contrario decides volver a intentar suicidarte con la almohada… Haya tú.