Notas de la autora: ¡Volvemos al presente! En caso de que no recordéis en qué punto exactamete se quedó la conversación después de tantos incisos, os animo a releer el final del capítulo 17.
Sesshomaru permaneció en silencio, absorto en sus pensamientos. Permaneció de pie frente a mí, mientras yo le observaba sentada sobre su estola. Le esperé sin decir una sola palabra mientras él se tomaba su tiempo, ya que su respuesta era crucial para mí, y no quería que diese una explicación superficial presionado por mi impaciencia. Tras un período de tiempo que se me antojó eterno, clavó sus ojos en los míos. Aquel dorado refulgía como no recordaba haber visto jamás.
- La razón por la que me casé contigo… - Comenzó a hablar, despacio. – Se deba a que quería tenerte a mi lado, eres una existencia muy especial para mí. – Le observé confundida, sin comprender. – Siempre fui consciente de que me estabas observando, y cuando comencé a desarrollar curiosidad por ti… Terminaste salvándome la vida. Admiraba el hecho de que afrontases tu complicada realidad con una sonrisa, como si nada te preocupase. A pesar de las dificultades, no dejabas de ser amable con otros seres vivos, aunque nadie te tendiese una mano. Tampoco perdías las ganas de salir adelante, mientras que yo me sentía muerto en vida en la cómoda posición en la que estaba… Sólo porque había sido privado de mis poderes, una circunstancia banal en comparación con las tuyas. - Parecía perdido en sus recuerdos mientras seguía dando explicaciones. – Aún así, cabe mencionar que fui capaz de recuperar mis poderes gracias a ti, única y exclusivamente, por cual también me siento agradecido. – Hizo una pequeña pausa antes de continuar. - Todo este tiempo el deseo de protegerte es lo que ha motivado todas y cada una de mis acciones. – Se dirigió hacia mí, con tono melancólico.
Me sentí conmovida y cautivada por cada una de sus palabras. No sabía qué esperar ante la pregunta que le había formulado, pero jamás había imaginado que sería tan abierto con sus sentimientos. ¿Cómo podía afirmar que me admiraba alguien tan poderoso como él? ¿Cómo podría haberlo salvado yo?
- Señor Sesshomaru, creo que me está concediendo demasiado crédito… - Musite, sintiendo cómo me ponía colorada hasta las orejas.
- En absoluto. – Respondió sin vacilar. – Si no te hubiera conocido, seguiría siendo humano, y viviría pensando en cómo quitarme la vida. – Me rodeé el cuerpo con los brazos, su tenebrosa afirmación me dio escalofríos. – El hecho de poder verte me hacía sentir más tranquilo… y mis poderes comenzaron a regresar a mí con el único objetivo de velar por tu seguridad.
Se veía demasiado vulnerable. Había detalles que aún no comprendía de su discurso, pero sabía que había llegado el momento de dejar salir todas las emociones que había guardado mi pecho. Todas aquellas conversaciones imaginarias, todos aquellos discursos internos y palabras que tenía guardadas para él.
- Agradezco sus buenas intenciones en todo momento, y que se haya sincerado tanto conmigo. Me ha ayudado a comprenderle mejor. – Le concedí en primer lugar, con una sonrisa nerviosa. – Sin embargo, pienso que, si su objetivo era mi bienestar, lo ha perdido de vista muchas veces simplemente al ocultarme las cosas o ignorar lo que yo deseaba o necesitaba.
Me observó compungido.
- ¿A qué te refieres?
- A que… usted siempre ha decidido unilateralmente lo que creía que era bueno para mí, o lo que usted consideraba "protegerme". Sin embargo, pienso que se ha equivocado en muchas ocasiones, creyendo que manteniéndome al margen podría permanecer a salvo. La realidad es que, al mantener una relación estrecha con usted, yo ya estaba involucrada en todo esto, y el no saber ni siquiera en qué asuntos estaba envuelta ha resultado ser mucho más dañino para mí.
Por ejemplo, cuando usted desapareció sin decirme ni una palabra… Imagínese cómo fue despertar habiendo sido rescatada por las personas que le habían atacado a usted, la persona en la que más confiaba. Uno de ellos se trataba del hermano que usted había negado tener, y… Eso me generó mucho miedo y desconfianza. No sabía si podía fiarme de aquellas personas. Por otro lado, escuchar feos rumores continuamente sobre usted me hizo plantearme con quién había estado casada todo este tiempo. Al final, no sabía a quién debía creer o qué había ocurrido exactamente aquella noche, no quería pensar que usted lo había planeado todo…
Además, con el tiempo descubrí sobre la peligrosa marca que usted había dejado en mi cuerpo… y los efectos que esta tenía. Cada vez se me hacían más confusas sus intenciones, Señor Sesshomaru. También he tenido numerosas pesadillas donde a pesar de añorarle, terminaba siendo devorada o asesinada por usted sin piedad. Sé que no puedo hacerle responsable de mis sueños, pero necesito que comprenda los traumas que me ha generado toda esa situación.
Me he sentido muy herida y totalmente abandonada por usted. Y considero que eso sí es responsabilidad suya.
Sesshomaru me escuchó en silencio. Temí haber sido demasiado sincera o explícita con mis sentimientos, pero necesitaba que fuera consciente de ellos. Quería que supiera todo lo que había estado sintiendo, a pesar de que nunca hubiera sido su intención lastimarme.
Ante mi asombro, su imponente silueta se agachó para sentarse sobre sus rodillas. Acto seguido, inclinó su torso, dejando su cabeza por debajo de la mía. Era un gesto tan sumamente humilde, con un origen claramente humano que jamás me hubiera imaginado ver a aquel poderoso demonio hacer una reverencia de aquella manera.
- Siento infinitamente que hayas pasado todo eso por mi culpa, Rin. – Dijo con su profunda voz, sin vacilar lo más mínimo. – Sé que no puedo enmendar todo el dolor que te he causado, no tengo palabras suficientes en este mundo para disculparme.
No me sentía bien viéndolo tan cabizbajo de aquella manera, por lo que me incorporé para tocar su hombro con suavidad.
- No es necesario que se arrodille así, sólo quería que supiera cómo me he sentido. Entiendo que nunca tuvo malas intenciones, por lo que acepto sus disculpas, Señor Sesshomaru… - Me trabé varias veces por culpa del nerviosismo.
Él alzó la cabeza para clavar su intensa mirada en mis ojos. Sentí un escalofrío recorrer mi columna de arriba hacia abajo.
- Sesshomaru. – Murmuró, corrigiéndome. – Puedes llamarme por mi nombre, Rin. Nunca ha sido necesario que fueras tan formal conmigo.
No pude evitar sonrojarme. Sus palabras me hicieron ser demasiado consciente del respecto quizás exagerado con el que siempre me dirigía hacia él. Habíamos estado casados, después de todo.
- La verdad es que… Aprecio el gesto, pero creo que voy a necesitar algo de tiempo antes de poder tratarle con más confianza, mi Señor. – Admití, incapaz de pronunciar únicamente su nombre o de cambiar el registro que empleaba al hablar con él.
Sesshomaru se puso en pie de nuevo sin despegar sus ojos de mí.
- Lo entiendo. – Respondió en un susurro.
Ya había vuelto el silencio incómodo. A pesar de que el hilo de la conversación parecía haber topado con su fin, sentía que aún quedaba un asunto en el aire.
- Esto… Señor Sesshomaru, a partir de ahora… ¿Qué relación se supone que tenemos, exactamente?
Sus ojos dorados seguían estudiando mi rostro.
- ¿Qué es lo que tú deseas, Rin?
Me esforcé por mantenerle la mirada.
- Yo… aún tengo sentimientos por usted. Por ello, lo más natural para mí sería que volviésemos a ser una pareja, pero… No creo que podamos tener una relación convencional como la que yo entendería, dentro de un matrimonio, por lo que… No estoy segura. Todo es confuso, me gustaría tener algo de tiempo para… Descubrir el tipo de relación que podríamos tener. – No podía parar de balbucear, ¿acaso algo de lo que estaba diciendo tenía algún sentido? - ¿Qué es lo que quiere usted? – Redirigí el turno de palabra hacia él.
Sesshomaru habló en un tono de voz sereno, con las facciones de su rostro bañadas por la hermosa luz rojiza del atardecer.
- Lo que más deseo en este mundo es poder permanecer a tu lado, sea en el tipo de interacción que sea. Puedes explorar todo lo que necesites tu relación conmigo, así como con otras personas. Me sentiré satisfecho con que me permitas velar por ti.
En aquel punto, dejé escapar una lágrima de alivio. Al principio, no estaba segura de que si comprendería lo que necesitaba. Y sin embargo, allí estaba aquel poderoso e imponente demonio, conformándose con simplemente poder seguir en mi vida. No alcanzaba a comprender cómo nadie podía tener una preocupación tan genuina hacia mi persona, ofreciéndome aquella plena libertad para evaluar mis sentimientos. Cuanto más lo pensaba, más conmovida me sentía por sus dulces palabras.
Terminé dejando que las lágrimas corrieran por mis mejillas, liberando toda la tensión y el miedo acumulados. Me cubrí el rostro con las manos, avergonzada por aquella repentina explosión de emociones.
- ¿Te… molesta esa idea? – Preguntó el hombre de cabello plateado, confundido.
- No… - Sollocé. – Muchas gracias por… Darme tiempo…
Sesshomaru se agachó a mi lado y colocó un rebelde mechón de cabello tras mi oreja.
- Tengo todo el tiempo del mundo, Rin. – Murmuró, muy cerca de mi nariz. – Me gustaría que seas libre de tomar las decisiones según tu criterio a partir de ahora. No quiero repetir mis errores.
- Gracias… - Gimoteé, tratando de contener el llanto.
En ese momento, noté cómo los últimos rayos de sol del día se desvanecían. Se estaba haciendo tarde.
- Deberíamos regresar a la aldea. – Anunció Sesshomaru.
Asentí, levantándome con cuidado de no pisotear su suave estola peluda. El demonio recogió el objeto con un grácil movimiento del suelo y éste se enroscó de vuelta sobre su hombro. Me sequé los restos de lágrimas que quedaban en mis ojos, nublándome la visión. Él me observaba, esperando a que estuviese lista. Una vez me hube recompuesto mínimamente, me dirigí hacia él.
- Ya podemos marcharnos.
Sesshomaru asintió y echó a andar hacia Ah-Un, que no había permanecido muy lejos de nosotros, aunque sí fuera de mi campo de visión. Observé la mano del demonio de reojo. Me hubiera gustado tomarla, aunque me pregunté si era muy pronto para hacerlo. Quería poner en orden mis sentimientos, aunque extrañaba el contacto casual con él.
Cuando había creído la oportunidad perdida, él me tendió su brazo para ayudarme a montar sobre el lomo de la criatura de dos cabezas. Sentí la calidez de su cuerpo a través de la tela del kimono. Me quedé unos instantes con las manos paralizadas sobre su extremidad.
- ¿Va todo bien? – Inquirió en un susurro.
No quería la situación se volviese incómoda, por lo que no podía admitir que estaba tratando con todas mis fuerzas recordar el tacto su piel contra la mía. No era el momento.
- Disculpe, sólo… tengo muchas cosas en las que pensar.
- Entiendo.
Esperó unos segundos más en silencio hasta que finalmente me apoyé en él, tomando el impulso necesario para tomar asiento sobre el lomo de Ah-Un.
- Gracias. – Le dije mientras agarraba las bridas con ambas manos.
- No es necesario que me agradezcas por cualquier mínimo gesto. – Me dijo con su tono de voz de calmado mientras alzaba el vuelo.
Ah-Un le siguió una vez más a través de los cielos mientras regresábamos a la aldea. Durante el trayecto, me di cuenta de que había olvidado por completo sacar el tema de nuestro bebé… Realmente no me apetecía mucho hablar sobre ello, pero sabía que él tenía derecho a saberlo. Tendría que buscar el momento adecuado la próxima vez, aunque no tenía ni idea de cuándo sería eso.
Ya había anochecido, y aterrizamos justo en frente de la cabaña de la anciana Kaede. Había un gran revuelo en la entrada de la vivienda, donde se encontraban la sacerdotisa, el pequeño Shippo, Kohaku, y el dúo de Kagome e Inuyasha. Todos nos observaron atentamente mientras descendíamos del cielo.
- ¡Perdón por el retraso, abuela Kaede! – Me disculpé, consciente de la preocupación en la mirada de todos los presentes.
Apenas hubimos tocado el suelo, Inuyasha no perdió tiempo para interceptar a su hermano mayor y propinarle un puñetazo en la mejilla. Me apeé del lomo de Ah-Un, temerosa de que iniciasen una pelea en mitad del poblado.
- ¡Detente, Inuyasha! ¡Nos hemos retrasado por mi culpa! – Traté de calmar al medio demonio.
Sesshomaru no se inmutó, y permaneció con la cabeza ladeada por el golpe, con la vista clavada en el suelo.
- ¡Esto no es por hoy! – Rugió el chico del hakama rojo. – Le tenía reservado este golpe por todo lo que te ha hecho pasar este desgraciado.
No tenía ni idea de que Inuyasha me hubiese tomado tanto aprecio como para salir en mi defensa. El medio demonio volvió a alzar el puño, apretando la mandíbula.
- Ya está todo arreglado entre nosotros, Inuyasha. – Dije, en un desesperado intento de detenerle, no quería que volviese a golpear a su hermano. – Detente, por favor.
Él hizo oídos sordos a mis palabras, y lanzó otro puñetazo al pecho de Sesshomaru, que el demonio detuvo con un ágil y preciso movimiento. Inmovilizó la mano de Inuyasha bajo el férreo agarre de sus garras.
- Te he permitido el primero porque considero que me lo merecía, pero no pienso dejar que te ensañes conmigo por tus frustraciones de ser un patético medio demonio.
No estaba ayudando que lo provocase de aquella manera. Inuyasha gruñó. Me dirigí a Sesshomaru, molesta:
- No hay motivo para discutir de esta manera tan infantil, Señor Sesshomaru.
Él me observó de reojo, ablandando su expresión por un momento. Kagome se acercó para tomar de debajo los hombros a Inuyasha, en un intento de separarlo de su hermano. Ante su resistencia, pronunció las palabras mágicas:
- Inuyasha, ya está bien, siéntate.
El pobre medio demonio quedó fuera de combate con aquel comando. Sesshomaru se mostraba genuinamente satisfecho por el resultado del enfrentamiento.
En aquel momento, una sombra salió disparada desde la cabaña hasta enroscarse en la pierna del demonio vestido de blanco. Se trataba de Jaken, sollozando ruidosamente:
- ¡Amo Sesshomaru, ¿acaso no pensaba volver a por mí?! ¡Le ruego que no vuelva a dejarme entre los humanos!
El pequeño Shippo reclamó:
- ¡Pero si te has estado zampando la deliciosa comida de Kaede hasta ahora! ¡No te hagas la víctima!
Sesshomaru dejó escapar un suspiro, agotado ante la bulliciosa escena.
- Ya nos vamos. – Anunció, en tono paternal, sacudiendo ligeramente su pierna para deshacerse de la criatura verde que no parecía dispuesta a soltarle.
- Esto… Señor Sesshomaru. – Le llamé con timidez.
Sus ojos dorados, que refulgían en la oscuridad de noche, se clavaron en mí.
- ¿Sí? – Inquirió.
- ¿Cuándo…? – Tragué saliva, y respiré profundamente al sentir que me faltaba el aire. - ¿Volveré a verle?
Una parte de mí aún temía verlo marchar, sin ninguna garantía de que no volvería a desaparecer.
- ¿Te parece bien en tres días? – Me consultó en voz baja, como si no quisiera que nadie más lo escuchase.
Asentí, incapaz de contener mi impaciencia. El brillo de sus ojos pareció intensificarse ante mi respuesta.
- Dentro de tres días, cuando desees encontrarte conmigo, aléjate de la aldea. Saldré a tu encuentro. – Recitó las instrucciones con voz suave. Notó una sombra de duda atravesar mi rostro y se paró un instante para asegurarme. – Te lo prometo, estaré allí. – Me mostró su dedo meñique brevemente, como si le provocase pudor realizar ese gesto y se dio la vuelta, seguido de sus siervos.
Me conmovió que recordase el gesto del meñique que le había enseñado. Sesshomaru se alzó por los cielos, y Jaken se montó a toda velocidad sobre Ah-Un, en una frenética carrera por no perderle la pista. Todos ellos se desvanecieron en el oscuro cielo nocturno mientras los observaba.
- ¿Qué tal ha ido, Rin? – Me preguntó Kagome, sin atisbo de maldad.
- Ha sido complicado, pero diría… Que lo hemos arreglado todo un poco.
Kohaku dio un paso hacia mí, con el rostro serio.
- ¿Vas a seguir manteniendo una relación con él?
- No estoy segura de qué manera aún, pero… Vamos a mantenernos en contacto hasta que averigüe qué quiero hacer, exactamente. – Balbuceé, aún tenía todas mis ideas demasiado frescas para ponerlas en palabras.
En aquel momento intervino Kaede:
- Vamos, dejad de atosigar a la pobre chiquilla con este interrogatorio. Pasa a cenar algo y a descansar, Rin.
Aquella mujer siempre sabía cuándo y cómo cortar las situaciones caóticas. Todos se retiraron a regañadientes, mientras nosotras regresábamos al interior de la cabaña.
- Gracias, abuela Kaede.
- No tienes que darlas. ¿Tú estás bien? – Me preguntó observándome de reojo a la par que me servía un humeante tazón de sopa de miso.
Me acerqué a la mujer para ayudarla, no estaba bien dejarla hacer todo sola.
- Ha sido una conversación bastante intensa, pero… Estoy contenta con el resultado. – Admití, con una genuina sonrisa. – Si no está muy cansada… Puedo explicarle todo.
Aquella mujer jamás me había solicitado ninguna justificación, aunque no podía evitar sentir que la merecía. Además, pensé que me ayudaría a ordenar mis pensamientos escuchar su sabia opinión.
- Soy toda oídos. – Dijo mientras no podía reprimir una maternal sonrisa que asomó la comisura de sus labios.
Me sentí mucho más liberada tras abrirme con Kaede. Fue muy comprensiva con toda la situación, y me recomendó que me tomase mi tiempo hasta asegurarme de lo que quería hacer.
Lo primero que tenía que sopesar era si seguía realmente enamorada de Sesshomaru, o si simplemente añoraba la sombra del pasado, al hombre que había creído que era un principio, pues mi percepción sobre él había cambiado mucho con los recientes acontecimientos. Por otro lado, tendría que decidir el tipo de relación que quería mantener con él, en el caso de que no me sintiese más cómoda pidiéndole que tomásemos caminos separados. Y, para terminar, si mis sentimientos eran correspondidos y ambos queríamos comenzar una nueva relación de pareja… ¿cómo podríamos llevarla a cabo realmente? ¿Era factible acaso, viviendo en mundos tan diferentes? No me imaginaba a Sesshomaru asentándose en un cabaña conmigo para criar a nuestros hijos…
Todo aquello era demasiado complicado, por lo traté de centrarme en el día a día para que no me explotase la cabeza. Tenía ganas de que transcurriesen los tres días prometidos por Sesshomaru para volver a verle, y evaluar cómo me sentía respecto a él.
Inuyasha, Kagome y Shippo se marcharon de la aldea para proseguir con su búsqueda de la perla de Shikon, ahora que el peligro inminente parecía haber pasado. Nadie quería presenciar un nuevo encontronazo entre los dos hermanos, por lo que pensé que también era más prudente mantenerlos alejados. En el poblado, Kohaku se había vuelto más callado, y apenas había tenido ocasión de hablar con él ya que habíamos cancelado nuestras sesiones de entrenamiento tras todo lo ocurrido. Por otro lado, me preocupaba la condición de Kikyo la última vez que la había visto, pero no había sabido nada más de ella. Quería aventurarme a buscarla en el bosque, pero no me atrevía a preocupar de nuevo a todos, por lo que me contuve.
Entre tareas del hogar y ayudar con los cuidados de los pacientes de Kaede, los tres días pasaron más rápido de lo que había pensado. Vería al Señor Sesshomaru al día siguiente, por lo que la noche previa a la cita prometida con él, convine que sería buena idea darme un baño para deshacerme del sudor producto de mi arduo trabajo.
Seguí el camino que me había enseñado Kagome hasta las aguas termales, cargada con una vela para iluminar el camino. Añoraba poder realizar mi ritual de baño con ella. Una vez hube llegado al sitio, coloqué la pequeña fuente de luz alejada del agua y comencé a desvestirme. Dejé mi kimono bien doblado junto con una tela para secarme el cuerpo cuando hubiese terminado de bañarme.
Introduje las piernas poco a poco en el agua, disfrutando de la cálida temperatura y el vapor caliente que desprendía. Mientras me agachaba para sumergir mi cuerpo hasta el cuello, escuché la vegetación moverme tras de mí. ¿Podía tratarse de algún viajero perdido? O aún peor, ¿un demonio hambriento?
En un acto de pánico, me di la vuelta y agarré el pedazo de tela que tenía más cerca para cubrir mi cuerpo. Entonces, me encontré con unos familiares ojos dorados que me observaban tan sorprendidos como yo. Sentí un placentero escalofrío acompañado de una sensación de calor recorrer mi columna al percibir cómo aquellas pupilas luchaban por mantenerse fijas en mi rostro, evitando a toda costa descender siguiendo las curvas expuestas de mi cuerpo.
Sesshomaru permaneció inmóvil unos instantes, y me pareció percibir un leve rubor en sus mejillas justo antes de que voltease la mirada hacia un lado rápidamente.
- No sabía que te estabas aseando. – Carraspeó, cohibido. – Me había preocupado al notar que te alejabas de la aldea a estas horas. – Trató de justificarse, dándome la espalda por completo. – Yo… Ya me marcho.
- E-espere, Señor Sesshomaru. – Le retuve, alzando la voz, sintiendo mi cara arder por lo comprometido de aquella situación. – Puede quedarse para hacerme compañía, si gusta.
El demonio permaneció inmóvil unos instantes, sopesando su próxima acción. Finalmente, tomó asiento cruzando las piernas delante de sí mismo mientras seguía dándome la espalda, respetando mi intimidad.
- No deberías salir sola a estas horas. – Me reprendió con voz suave.
No recordaba haberlo visto jamás tan avergonzado, lo cual se me antojó adorable. Volví a introducir el cuerpo en el agua, sin dejar de observar su espalda. Sentía los acelerados latidos de mi corazón en los oídos.
- Es mi momento de tranquilidad al final del día. – Respondí, con una risa nerviosa.
- Ya veo… -Mumuró. – ¿Se han curado todas tus heridas, Rin?
Examiné mi cuerpo pasando las manos por mis hombres y brazos. No había tenido tiempo para pensar mucho en ello, pero cualquier rastro de cicatrices o heridas habían desaparecido por completo tras haber sido salvada por Tenseiga. Mi piel se veía como un lienzo en blanco, totalmente inmaculado.
- Eso parece. – Dije, sorprendida por el descubrimiento, ya que no había reparado en ello antes de que lo mencionase.
Sesshomaru asintió en silencio. Estaba tan quieto que se le podía confundir con parte del paisaje si uno no se paraba a reparar en su presencia. Su cabello plateado se mecía con la suave brisa nocturna sobre su ancha espalda. El recuerdo de su intensa mirada evitando mi desnudez invadió mis pensamientos. Estaba más que claro que la atracción física que sentía hacia él no había desaparecido, y el hecho de que él evitase contemplar mi desnudez me hacía pensar que el sentimiento era mutuo. Aunque ambos sabíamos que no era apropiado en aquel momento, me moría de ganas de sentir sus manos sobre mi piel.
Antes de que la lujuria se me subiese demasiado a la cabeza, traté de sacar otro tema de conversación que no me hiciera ser tan consciente de mi propia desnudez y de las sensaciones que aquel demonio despertaba en lo más profundo de mi ser.
- Señor Sesshomaru, me preguntaba qué hace por aquí tan pronto. Creí que nos veíamos mañana.
Se aclaró la garganta antes de hablar.
- He regresado… un poco antes de lo previsto, para asegurarme de que todo iba bien.
No pude reprimir una risa entre dientes. Sesshomaru no sabía mentir, definitivamente. Por el tono de su voz, me costaba creer que se hubiera marchado de los alrededores de la aldea siquiera.
Se me hacía muy sencillo hablar con él sin la mirada de aquellos ojos dorados que me hipnotizaban y me nublaban la mente en ocasiones. Quizás era lo más anticlimático, pero sabía que nunca sería un buen momento para sacar el tema, por lo que cuando antes lo hiciese, antes podría sacarme ese peso de encima.
- Señor Sesshomaru, yo… Hay algo importante de lo que me gustaría hablarle.
- Dime.
Me agarré el vientre con ambas manos, de forma inconsciente. Sentí mi voz quedarse atascada en mi garganta, atenazando mis vías respiratorias.
¿Se lo tomaría mal? ¿Se enfadaría? ¿Le dolería lo que estaba a punto de decirle? No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar.
- ¿Rin? – Me llamó, girando la cabeza ligeramente, mostrándome su delicado perfil, sin llegar a posar sus ojos en mí. – Se te está acelerando el pulso. Puedes decirme lo que sea cuando te encuentres más calmada.
Tragué saliva y traté de serenarme. Sabía que la angustia que se había instalado en mi pecho no iba a desaparecer hasta que no soltase aquellas palabras por mi boca.
- Yo… quería decirle que… - Confiando en su increíble capacidad sensorial, confesé en un susurro. – He perdido a nuestro bebé.
Notas de la autora: A veces me pregunto si no seré demasiado intensa con estas conversaciones sobre temas duros, pero pienso que son importantes si quiero que estos dos se reconcilien de buena manera y puedan tener una relación sana.
En fin, lo importante que os quería decir hoy es que la semana que viene no habrá actulización, sino la siguiente. Las publicaciones se realizarán cada dos semanas, necesito disminuir la velocidad de todo en mi vida ahora mismo. Tengo más o menos clara ya la dirección que van a todas los próximos capítulos, pero también quiero tomarme mi tiempo...
Como siempre, mil gracias a los que sigáis por aquí! Os leo en comentarios
