Primavera
8 de marzo, 1997. Un muchacho está situado a los pies de su cama, una bandeja en las manos que contiene dos tazas de café y un plato de lo que parecen ser pasteles. Está en pijama y parece haber estado preocupado por algo durante los últimos quince minutos. Junto a él su padre está en pie en postura defensiva, en su camisa de dormir y calcetines. Ambos tienen cabello que parece tener vida propia, y ambos están mirando fijamente hacia la cámara, donde estaría el escritorio. Estúpidos movimientos de varita, y una ocasión de hablar con el pasado dice la leyenda en tinta de mano pesada.
. . .
Era una mañana algo nublada, pero el sol estaba asomando a través de huecos y el aire estaba muy claro aunque levemente gélido. Nada de esto era notado por el muchacho tumbado sobre el estómago en la cama, el edredón cubriéndole media cabeza y un pie colgando sobre el borde del colchón. Había llegado tarde anoche para otro fin de semana en casa, y estaba durmiendo pacíficamente en su propia habitación. En alguna parte escaleras abajo el horno se encendió e hizo un pequeño zumbido, que de repente fue acompañado por una irritante sinfonía de campanas.
"Mmhmpf," gruñó Harry en su almohada, el brazo alcanzando a ciegas la varita descansando en el hueco del cabecero de su cama. La cogió flojamente y la agitó en la dirección general de su escritorio, donde estaba sonando la alarma.
"Finite." Harry bostezó en su almohada. "Finite incantatem."
La alarma fue silenciada al segundo intento y Harry se levantó despacio de la cama. El edredón seguía envuelto en su regazo cuando se sentó, frotándose los ojos y buscando a tientas sus gafas. No había mercado en Stockport este fin de semana, así que Harry había dormido un poco más, pero Snape había mencionado un posible viaje a Manchester y Harry no quería desperdiciar el día durmiendo por si acaso iban. Arrastró los pies por el suelo hacia el armario, quitándose la camiseta interior y sacando la camiseta de la Conferencia de Pocionistas de Aberdeen. Habitualmente sólo llevaba pantalones de dormir y una camiseta interior para la cama, pero hacía demasiado frío para deambular sin mangas en la casa. Harry dio otro gran bostezo mientras se miraba en el espejo, chequeando las cicatrices en su cuerpo. La cicatriz de Sirius se había desvaído durante los últimos meses, pero todavía destacaba bastante claramente contra su pálida piel.
"Por Ginny." Susurró Harry, rodeando las marcas de colmillos en su brazo. "Por Cedric." La cicatriz dentada a través de su vientre. "Por Sirius." La marca en su cadera. "Por mis padres." El espacio limpio en su frente donde solía estar el rayo. La expresión de Harry era suave mientras se echaba la camiseta sobre la cabeza y la alisaba. El babel fish estaba descansando en el estante superior de su armario, a salvo del polvo. Se lo metió en la oreja y dirigió al espejo una sonrisa tonta. "Por Elliot."
"Oh, Harry."
Harry se dio la vuelta hacia el escritorio y la ventana, tropezando levemente y cayendo de espaldas contra el armario. La voz era femenina y suave, una que Harry no reconoció. Su varita sacada, Harry miró sin pestañear a la ventana junto a su cama de aspecto engañosamente blando.
"¿Quién está ahí?" Llamó Harry, su voz sonando más valiente de lo que se sentía.
"Estás bien." Respondió una voz incorpórea masculina, y Harry retrocedió hacia la pared más lejana, mirando fijamente el retrato sobre su escritorio.
"¡PAPÁ!" gritó Harry. En segundos oyó pesadas pisadas en el pasillo y la puerta abriéndose. Snape irrumpió en la habitación con su camisa de noche, la varita extendida y el cabello en un lío desorganizado mientras miraba alrededor con ojos desenfocados.
"¿Qué va mal? ¿Estás herido?" Exigió Snape, todavía mirando cautelosamente la habitación.
"Los colores están respirando." Respondió Harry, señalando hacia el escritorio.
Snape parpadeó antes de bajar su varita y dirigir una cauta mirada hacia el retrato.
"Hola, Lily."
"Severus." Su respuesta fue callada, pero resonó a través de la habitación.
"Son reales." Susurró Harry, observando la versión pintada de su padres saludarle con la mano.
"La pintura es real." Corrigió Snape en tono bajo.
"Sí, lo somos." Respondió James Potter con un fuerte matiz. "Y nos gustaría saber por qué el hijo por el que morimos para protegerlo ahora está viviendo con un mortífago y llamándolo papá."
Harry tomó un brusco aliento mientras procesaba lo que había dicho su padre, y se percató de que se sentía curiosamente insultado por Snape. Y molesto.
"Elliot, ve y haznos un café." Interrumpió Snape, sus negros ojos duros y ya no mostrando ningún rastro de sueño en ellos.
"¿Qué? ¡No, quiero hablar con ellos!"
Pero Harry seguía parado junto a la puerta, pareciendo inseguro de qué diría realmente. Había un nivel de hostilidad en la habitación que era bastante incómodo.
"Seguirán aquí en quince minutos." Señaló Snape. Harry miró entre él y el retrato. Su padre, James, estaba en pie con una mirada bastante estreñida en la cara, y su madre tenía una sonrisa triste.
"Elliot, por favor, ve a hacer café." Volvió a pedir Snape, aunque fue una suave orden más que una petición. Harry dio un breve asentimiento mientras tragaba lo que fuera que estaba constriñéndole la garganta y huyó de la habitación.
"Al menos tiene buen aspecto, Snape." Dijo James, poniendo el brazo alrededor de Lily en la pintura.
"Cállate, Potter." Espetó Snape. "Tengo algunas reglas que establecer."
"Si crees que vas a impedirnos hablar con nuestro hijo, estás loco." James se erizó, aunque Snape notó que no recurrió a insultos infantiles como lo había hecho en el colegio.
"No creo que Severus haga eso." Cortó Lily bruscamente. "Ha proporcionado un hogar a Harry, ¿no?"
"Lo he hecho." Confirmó Snape, sin mencionar cómo había odiado este hogar de niño él mismo.
"Lo cual es mi cuestión, Snape. ¿Por qué está aquí Harry? ¿Y por qué narices se le ha permitido adoptarlo a una persona como tú?" Insistió James. "Debería haber ido con su padrino."
"¿Ah?" Snape alzó la ceja. Era gratificante percatarse de que las burlas de su torturador de infancia tenían mucho menos poder de lo que solían.
"¿El padrino que ninguno de vosotros desveló no había sido escogido como vuestro guardián del secreto? Black pasó trece años en Azkabán por traicionaros y asesinar a Peter Pettigrew."
Dieciséis años habían madurado ligeramente el genio de Snape, pero no habían hecho nada por su disfrute aguijoneando a la gente.
James se quedó callado, pero Lily estaba frotándose la parte superior del brazo de un modo familiar que Snape recordaba de la infancia. Ella se sentía culpable.
"He cuidado de nuestro hijo desde el día que entró en Hogwarts." Dijo Snape, su voz baja callada pero llegando claramente. "Fui un profesor malvado, vengativo y duro que aterrorizaba a mis estudiantes, y a Po-Harry en particular, con el fin de reforzar mi posición como espía contra Voldemort."
Snape se tomó una pequeña cantidad de satisfacción por la mandíbula caída de James ante esas noticias, ya que lo último que este James Potter recordaba de Snape era que era un mortífago activo y completo. Ignoró la expresión de Lily orgullosa y pagada de sí, y no desveló que fue su muerte lo que le llevó a ser espía.
"Pero éste es su hogar." Continuó Snape, manteniendo la voz firme. "Y no importa lo que recuerdes de mí, o lo que pienses de mí, no le harás sentirse culpable o avergonzado por encontrar una familia aquí."
"Pensaba que la semana pasada dijiste que se crió con Petunia." Preguntó Lily, sonando desconfiada.
"Lo hizo. Y el pasado año vio a Bellatrix Lestrange matar a Black a sólo unos pies de donde estaba."
James dejó escapar un silbido derrotado a esto. "Los Dursley… ¿lo maltrataban?"
Snape sabía a qué tipo exacto de maltrato estaba refiriéndose James. Les dirigió a ambos una mirada valorativa, y recordó que él había temido lo mismo cuando Harry había estado por primera vez a su cuidado el pasado verano. Cuando se percató de que había comenzado a importarle el bienestar real del pequeño cabrón, y no sólo que Harry permaneciera vivo.
"Lo descuidaban. Eso fue suficiente."
Hubo silencio en la habitación mientras las palabras calaban; Snape se irguió mientras lo contemplaban. Trató de olvidar el hecho de que estaba en pie en la habitación de Harry con sólo una bata roja y su cabello en un absoluto lío.
"Creo que no será problema dejar atrás la animosidad." Lily sonrió, recogiéndose el pelo en una coleta floja. "Gracias por amarlo en nuestro lugar, Severus."
Snape pudo sentir sus mejillas calentándose, y pensó en los planes de lecciones de la próxima semana para mantener sus emociones bajo control.
"Sí, bueno. Ha sido entretenido tenerle cerca."
"¿Papá? Tengo el café y algunas cosas de tostadas que había en el frigorífico." Harry volvió a entrar en la habitación, llevando una bandeja improvisada. Parecía un poco más compuesto que antes.
"¿Así que le llamas…?" James se interrumpió, pareciendo incómodo.
Harry dejó la bandeja sobre su cama y se rascó la nuca.
"Sí, lo hago. Tú eres mi papá, y siempre lo serás, pero el Profesor Snape es mi papá también." Dijo Harry, sonando disculpándose pero firme. Snape vio ése como un excelente momento para marcharse, y golpeteó el dorso de la mano de Harry mientras pasaba.
"Deja de rascarte."
Harry asintió distraído y esperó mientras Snape cogía su café y abandonaba la habitación.
"Sabes, solías llamar Deda a tu padre." Dijo Lily, sonriendo a Harry.
"¿Lo hacía?" Preguntó Harry con una cálida sonrisa. Se subió a la cama con su café y torció la pintura para encararlo.
"Lo hacías." Confirmó James, sonriendo ampliamente. "Allá cuando estabas aprendiendo a hablar."
"Deda," intentó Harry, asintiendo para sí mismo. "Deda es entonces. y Mamá." Harry se sonrojó cuando Lily le dirigió una cariñosa mirada.
James se sentó en el marco de la pintura y cruzó los dedos en anticipación. "Entonces, ¿por qué no nos cuentas lo que has estado haciendo, Sr. Conquistador de Voldemort?"
Harry se echó el cubre sobre el regazo y se recostó, comenzando el relato de cómo un pequeño habló con una serpiente del zoo sobre Brasil.
. . . . . . . . .
2 de mayo, 1997. La pequeña sala está iluminada por grandes ventanas y apliques de pared. Hay colchonetas por todo el suelo, y una severa figura se apoya contra la pared más lejana con una orgullosa sonrisa en el rostro mientras un joven flota ligeramente inestable cinco pies por encima del suelo. Arruga la cara con concentración antes de dar una voltereta muy lenta en el aire. Hay una enorme sonrisa en su cara y ríe, antes de caer como un ladrillo en la colchoneta de debajo. Casi enteramente diferente a aprender a caminar. Dice la leyenda.
. . .
"¿Sé que has leído las notas, pero, ¿realmente comprendes las Leyes del Movimiento de Newton?" Snape golpeó su varita y encendió las luces en la sala. El gimnasio del personal se usaba muy raramente, y Snape cubrió el suelo con colchonetas para la lección de hoy.
"Tanto como lo haré jamás." Harry se encogió de hombros, dejando caer su mochila en el rincón y quitándose la túnica. "En realidad nunca te imaginé como científico."
"La corbata, también." Dijo Snape, elevando el techo un poco. "Las pociones son ciencia. ¿Dónde has estado los últimos seis años?"
"Obviamente no en la misma aula que tú. ¿Qué le ocurrió a esa basura de 'pociones es una forma de arte' y 'puedo enseñaros a elaborar la gloria y poner freno a la muerte'?"
Snape lo llamó al centro de la sala y colocó a Harry para que se mantuviera en pie con los brazos extendidos.
"Sí creo que tanto elaboré la gloria como puse freno a la muerte cuando matamos al Señor Tenebroso y te curé de tu problema con el horrocrux." Corrigió Snape con ligereza. "Crear ambas pociones fue un acto de ciencia exacta, no de creación artística."
"Un acto de genio, quieres decir. No me extraña que averiguaras cómo volar." Dijo Harry, casi haciendo un puchero.
"Concéntrate en la ventana frente a nosotros, e ignora la ley de la gravedad." Interrumpió Snape, golpeteando el hombro de Harry.
"No puedo simplemente ignorar la gravedad. Especialmente no cuando estoy muy familiarizado con cómo funciona sobre un coche volador que acaba de quedarse sin gasolina. La gravedad es una perra sin corazón."
"Elliot." Advirtió Snape, y Harry aspiró aliento. Snape tenía poca paciencia para las bromas cuando estaba enseñando.
"Ahora bien, el hechizo para el vuelo es mi propia versión modificada de un hechizo no-verbal existente. Funciona desde la base del levicorpus, con el que puede que estés familiarizado."
"Levi- ¿ése no es el de tu libro de pociones?" Preguntó Harry, dejando caer los brazos. "El colgante, ¿verdad?"
Snape cruzó los brazos, pareciendo divertido. "¿Y a quién has colgado por el tobillo?"
"Eso… no es relevante en realidad." Dijo Harry, agitando la mano. "¿No fue ése el que James Potter usó contra ti en aquel recuerdo? ¿Lo inventaste tú?"
"Para." Dijo Snape, levantando la mano para detener las preguntas de Harry. "Deberías saber que no lo hice yo. Tu libro es para alumnos de sexto y séptimo año, y tu encantador padre me maldijo al final de quinto año."
"Ah." Los hombros de Harry se desplomaron un poco.
"He inventado otros hechizos, menos divertidos, pero no levicorpus." Añadió Snape. "Ése fue creado probablemente por cierto carnicero del siglo XVII que estaba harto de colgar carne en los soportes."
Sólo llevó unos segundos antes de que Harry arrugara la cara. "Puaj."
"Precisamente." Snape sonrió burlón. Volvió a pinchar a Harry y sacó su varita.
"Eso. La Tercera Ley del Movimiento de Newton declara que en cualquier momento que una fuerza actúa de un objeto sobre otro, hay una fuerza igual actuando de vuelta sobre el objeto original."
"Sí, eso leí pero… ¡wow!" Gritó Harry, volteándose cabeza abajo y girando levemente mientras colgaba en el aire en el centro de la sala. Snape observó con curiosidad cómo doce sickles y siete knuts caían del bolsillo de Harry, junto a dos puntas de pluma y Kermit el dragón.
"Concéntrate, Elliot. ¿Qué puedes sentir?"
"Toda la maldita sangre corriendo a mi cabeza." Respondió Harry con no poca cantidad de irritación.
"Qué afortunado. Quizá eso ayude a tu cerebro con el razonamiento deductivo."
"Ja, ja." Harry seguía girando ligeramente, y parecía estar levemente mareado. "Siento como si alguien me agarrara fuerte por el tobillo. Casi duele."
"Bien." Snape sonaba complacido. "Y de acuerdo con la tercera ley, tú estás ejerciendo tanta fuerza sobre ese agarre como él sobre ti."
Snape golpeó su varita y bajó a Harry a la colchoneta.
"Vale. Pero, ¿qué tiene eso que ver? No me apetece volar cabeza abajo por el tobillo." Exhaló Harry, su rostro volviendo a su color normal.
"Sería una manera de llamar la atención." Respondió Snape irónico. "Aunque sentiste el agarre, que es lo que necesitas para volar. Necesitas ser capaz de imaginar el agarre sobre ti mismo, moviéndose a lo largo de tu cuerpo mientras vuelas. En tu espalda baja de modo que puedas volar en ángulo, entre los hombros para estar cerca de estar erguido, a lo largo de tus piernas si tienes algún deseo bizarro de flotar cabeza abajo."
Harry se levantó y se frotó el costado de la cabeza con la varita. Eso tenía sentido. Era como una especie de acción de equilibrio. Similar a una escoba, excepto que esta vez él era la escoba. Algo así.
"Creo que lo pillo. ¿Cuál es el hechizo?"
Snape lo miró críticamente antes de asentir.
"Volocorpus. El movimiento de varita es una forma de m pequeña pero estirada."
"Vale." Accedió Harry, practicando el movimiento de varita. "Esto es algo así como esos pájaros que solíamos dibujar en las pizarras."
"Es similar a la amplitud de unas alas a propósito. A la cuenta de tres, imagina el gancho y conjura el hechizo no verbalmente."
Durante los siguientes veinte minutos, Snape observó sin ocultar su diversión cómo Harry flotaba tembloroso por la sala. Suponía que era así cómo se sentía un padre cuando su bebé estaba aprendiendo a caminar, y se sentía extrañamente orgulloso de Harry por aprender la habilidad, pero no tuvo escrúpulos de reír cada vez que el muchacho caía.
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Viernes, 20 de junio, 1997. Ocho horas después de la conclusión del último examen. Las sombras alrededor de una vieja estatua de una bruja de aspecto osco se mueven mientras estudiante tras estudiante se aplasta contra el muro, todos vestidos en un extraño surtido de ropas. Hay un montón de ropa muggle, y al menos dos chicos llevan corbatas alrededor de la frente como cintas del pelo. Otro muchacho más bajo con kilt lleva una corona improvisada, y una chica con purpurina en torno a los ojos lleva una tiara. La próxima generación: Llena de delincuentes.
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"¡Muy bien todos! ¡Última llamada!" La voz era gruñona y profesional, sin esperar discusiones. Ninguna llegó de su sala privada, excepto un montón de vítores y aplausos. Arriba en el escenario improvisado (Seamus había juntado dos mesas), un tímido Slytherin de quinto año llamado Toby Barrington estaba siendo coronado Mr. Mundo Mágico 1997. Estaba situado junto a la Miss Mundo Mágico Ravenclaw y tratando de ocultar su sonrojo.
"No puedo creer que te prestaras a esto." Ron sonrió ampliamente, terminándose su cerveza de mantequilla.
"Es el discurso, ya ves." Respondió Harry con una sonrisa burlona. "No quería dejar plantado a nadie."
Ron rio, resoplando un poco de su bebida y los ojos lagrimeando mientras Harry alisaba el pergamino ante sí.
"¿Qué es eso?" Preguntó Seamus, lanzándose al asiento junto a Harry.
"Eso es su tabla de problemas." Suministró Ron, señalándola con su botella de cerveza de mantequilla.
"¿Tabla de problemas? ¿Estás planeando algo esta noche, Potter?" Seamus sonrió ampliamente.
"Ja, esto es suficiente." Respondió Harry, poniendo los ojos en blanco.
"Entonces, ¿qué es, Harry?" Preguntó Neville, deslizándose en el cubículo con un tanque de algo.
"Es una tabla de comparación. Lo que he hecho, y lo que Snape decidirá como castigo." Harry se encogió de hombros, pero tampoco pareció demasiado molesto.
"Eso si lo descubre." Cortó Seamus.
"Es Snape. Él siempre lo descubre." Contradijo Neville de inmediato.
"Bueno, excepto su aula explotando." Ron rio con disimulo.
"Ah, sí. Pensé que iba a matarme en segundo año." Harry rio. Madame Rosemerta entró en la sala y comenzó a pastorearlos hacia la puerta.
"¿Qué? Espera, ¿ésa fue la vez que todos fueron rociados con la solución hinchadora?" Soltó Seamus, sus ojos tomando un relucir de travesura normalmente visto en los gemelos Weasley. "La próxima vez te debo una cerveza de mantequilla."
. . .
Todo parecía estar tranquilo cuando el grupo se detuvo al final del pasadizo. La varita de Harry era la única fuente de luz e hizo una rápida cuenta. La fiesta Celebremos la Muerte de Voldy había sido idea y ejecución de Seamus, pero Harry no quería que ningún estudiante se quedara atrás. Treinta y dos habían ido y treinta y dos habían regresado, un resultado impresionante para las invitaciones que se habían extendido a todas las casas a espaldas de los maestros.
Harry susurró la contraseña y extinguió la luz de su varita, haciendo que los estudiantes le siguieran.
"¿Trajiste el mapa?" Susurró Ron, arrastrándose detrás de Harry.
"No, no quiero que los demás conecten. Sepan." Respondió Harry, igual de quedamente. "Pasan de las dos am, los enseñantes están comatosos ahora."
Ron fingió hacer una mueca cuando Harry le golpeó por reírse con disimulo. Todos se alinearon contra el muro y esperaron a que Harry cerrara el pasadizo antes de dirigirse hacia las escaleras, Seamus al frente y levantando su varita oscura como un extraño faro a casa.
"Definitivamente tenemos que volver a hacer esto." Susurró Seamus en voz alta, doblando la esquina a la bóveda de escaleras y dejando caer su varita. "Ah, bien. Joder."
Encaramados en el tramo de escaleras más cercano, que estaba sospechosamente estacionario, estaban los cuatro jefes de casa. Flitwick estaba situado en uno de los escalones superiores, sus cortos brazos descansando detrás de su espalda en una postura casi militar. Sprout estaba sentada en un escalón, sosteniendo un gran reloj de arena cubierto de hiedra, y McGonagall estaba parada justo debajo de Flitwick, golpeteando su varita irritada contra el brazo. Snape, en toda su sombría gloria, estaba apoyado contra la barandilla con los brazos cruzados y la más leve curva de los labios. Los cuatro estaban vestidos con un surtido de ropa mágica que ninguno de los estudiantes les había visto antes, y Harry tuvo la desagradable sensación de que los estudiantes no habían sido los únicos en Las Tres Escobas esa velada.
"Tejones, y Leones, y Cuervos, oh vaya." Sentenció McGonagall, convenciendo a Harry de que tenía un retorcido sentido del humor como el resto de los profesores.
"Y también pequeñas Serpientes." Concluyó Snape, su voz sonando suave y autoritaria y como si estuviera a punto de haber un montón de problemas.
"No llevabas tu condenado reloj esta noche, ¿verdad?" Preguntó Ron por lo bajo. Ambos estaban parados tan mortalmente inmóviles como el resto de los estudiantes, y Harry se alegraba mucho de no estar a la cabeza por una vez. Estaban situados en medio del grupo, y Harry estaba ignorando estudiosamente la fuerte mirada fulminante negra en los ojos de Snape. Los ojos de su padre. Oh, había esa sensación de vacío de nuevo, en la boca de su estómago.
"No, no soy tan estúpido." Siseó Harry en respuesta.
"Ya que todos decidieron celebrar el final de los exámenes abandonando la propiedad del colegio tras el toque de queda-" Comenzó la directora, fulminándolos con la mirada a todos.
"Técnicamente fue antes del toque de queda," murmuró Ron.
"Ahora todos se han ofrecido voluntarios para ser los asistentes de los profesores mientras corrigen este fin de semana. Se agruparán en parejas, y estarán disponibles todo el fin de semana." Concluyó McGonagall con sequedad.
Un gemido colectivo se oyó desde el grupo, y los estudiantes se desplomaron levemente.
"Se restarán puntos por casa dependiendo de los números de asistencia." Intervino Flitwick, y su voz sonó extrañamente profunda para su estatura.
"Despedidos." Ordenó finalmente McGonagall, esperando a que el grupo se dispersara y se dirigiera a sus dormitorios. Harry siguió debidamente a Ron y los demás Gryffindor, resoplando un poco por los comentarios que Seamus estaba haciendo.
"¡En serio, Voldemort está muerto y los exámenes han terminado! ¿Cuál es el gran problema?" Gruñó Seamus. "Además, esa vieja joroba de bruja probablemente no haya visto tanta acción desde los días de la quema."
"Ah, sorprendentemente crudo, Sr. Finnegan."
Harry sintió una fuerte mano cerrarse en su hombro mientras el resto de Gryffindor daban un brinco. La cara de Seamus estaba roja brillante, y parecía no tener nada que decir.
"Qué tranquilizador saber que no fueron los sospechosos habituales quienes planearon esta pequeña fiesta." Dijo Snape, fulminando directamente a Harry y Ron.
"Nada que ver con la planificación." Clamó Harry de inmediato, levantando las manos.
Seamus farfulló a esto, habiendo resuelto que Snape sabía exactamente de quién fue la idea de la salida.
"¡Bueno, Harry voló su aula en segundo año!"
Ron soltó un gemido ahogado y los demás Gryffindor miraron a cualquier parte salvo a Snape o Harry.
"¿Lo hizo?" Preguntó Snape con timbre suave.
"Seamus, eres un completo imbécil." Dijo Harry por fin. Había tenido bastantes problemas con Snape antes para saber que era una cuestión segura que cualquier comentario que pudiera hacer no podría hacer más daño.
"Severus, eso fue hace demasiado tiempo para castigarle por ello." Intervino McGonagall mientras pasaba.
"No creo que haya un estatuto establecido de limitaciones, Profesora McGonagall." Dijo Snape. Condujo a Harry hacia las escaleras, donde los tres Slytherin estaban esperando para regresar a las mazmorras. "Dé las buenas noches a sus amigos, Sr. Snape."
"Buenas noches, amigos." Dijo Harry con ligereza, reprimiendo su mueca cuando el agarre de Snape se apretó. Snape probablemente le haría limpiar calderos e intestinos de murciélago caramelizados de las mesas de trabajo del aula todo el fin de semana, pero definitivamente la fiesta había merecido la pena.
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1º de julio, 1997. Hay una computadora beige instalada en un escritorio lateral más pequeño en el despacho, las luces de la torre parpadeando mientras una mujer baja y rechoncha se sienta en la silla ante ella. Tiene una expresión extraña en el rostro mientras deja sus ojos deambular desvergonzadamente sobre todo lo que puede en la habitación, y parece ignorante de la molestia de los hombres detrás de ella. ¿Qué explotará primero, la vecina o la computadora?
. . .
"Ahhh. Creo que éste es el primer verano que he esperado con ganas alguna vez." Dijo Harry, fundiéndose en el canapé en la biblioteca. Snape atravesó la habitación no un momento después y desencogió sus grandes bolsas de comestibles en la cocina.
"Levántate y ayuda, perezoso."
Harry rio y se acercó, sacando no perecederos y comenzando a almacenarlos en la alacena.
"¿Supongo que tienes grandes planes para los días perezosos de verano que incluyen a los Weasley y Granger?" Preguntó Snape, organizando el frigorífico de modo que todos los productos lácteos estuvieran al lado izquierdo y las carnes al derecho.
"Ningún plan establecido, aunque sí quiero visitarles si te parece bien." Harry se encogió de hombros, entregándole a Snape un frasco del banco. Las pociones estaban alineadas en el centro del estante del frigorífico.
"Cualquier día salvo los jueves y lunes por la tarde." Respondió Snape, comenzando a organizar las verduras.
"¿Qué pasa esos días?" Harry intentó mantener la sospecha fuera de su voz, pero en cierto modo fracasó.
"Tomarás lecciones de informática con la Sra. Price."
La cabeza de Snape estaba en el refrigerador con un manojo de zanahorias y guisantes, así que Harry no estaba seguro de haber oído correctamente.
"¿Perdona? ¿Lecciones de informática?"
"Snape se levantó y arrebató el frasco de miel de la mano de Harry.
"Sí. Con la Sra. Price."
"¿La Sra. Price, la chismosa de mediana edad calle abajo? ¿No es ella la que piensa que eres un vampiro?" Preguntó Harry, sacudiendo la cabeza y comenzando a desempacar las bolsas de nuevo.
"No. Price cree que estoy implicado en algún tipo extraño de juego de rol. Es maestra de informática en la escuela secundaria local." Respondió Snape, resoplando. Tomó las bolsas vacías y las enrolló. "Maverly es quien cree que soy un vampiro, y tú por extensión." Añadió Snape.
"Ah, bueno, ¿ha si-qué? ¿Cree que yo también soy un vampiro?" Harry no podía decidir si reír o rascarse la cabeza con confusión. Él no llevaba grandes capas negras en casa, y a diferencia de Snape llevaba algo de color en su ropa. "Yo no tengo marcas de mordiscos en el cuello."
"Mejor que no las tengas." Respondió Snape, llenando la tetera y poniéndola al fogón. "Tiene ideas raras sobre el vampirismo y la genética. Mantente lejos de ella."
"Sin problema. ¿Por qué quieres que tome lecciones de informática? No puedo verte usando un computador… jamás." Preguntó Harry, birlando una manzana del cuenco sobre la mesa.
"Usa tu cerebro, Elliot. ¿Cuántas carreras conoces en el mundo mágico?"
"Hmm." Harry se dejó caer en su silla a la mesa. Snape estaba apoyado contra la puerta del jardín trasero, y observando expectante.
"Profesor. Ministro de Magia, bueno, cualquier cosa para el ministerio en realidad. Tendero, jugador de quidditch. Ah, entrenador de lechuzas supongo. Medibrujo… ¿alguien fabrica pergamino todavía o eso es un hechizo?"
"Ambos."
"Vale. Escritor, periodista, auror, rompedor de maldiciones, lo que sea que Charlie haga en la reserva de dragones, inefable, maestro de pociones… ah. Fabricante de varitas."
"Y alguien que hace sellos." Concluyó Snape cuando Harry se hubo quedado sin ideas. "No es una lista larga, ¿correcto?"
"En realidad no. Hay más trabajos, ¿verdad?"
"Para los creativos, siempre hay empleos." Respondió Snape, metiendo una bolsa de té en la tetera.
"Tú no me dirías que aprendiera informática sólo para ser creativo." Harry sonrió burlón.
"Difícilmente." Se mofó Snape.
"Pero fuiste espía muchos años, así que… quizá quieres que aprenda informática de modo que pueda funcionar en el mundo muggle si quiero."
"Quizá." Dijo Snape, vertiendo el agua. Parecía estar tratando de no sonreír.
"¿Utilizabas habilidades muggles cuando eras espía?"
Una taza fue dejada sobre la mesa frente a Harry y los ojos de Snape se habían nublado ligeramente en pensamientos. Estaba vestido con sus pantalones negros normales y una camisa muy anticuada, cada pedazo el mago salvo por su larga túnica de maestro. A pesar de esto, Harry recordaba claramente cómo el hombre había tirado de cables de la caja contra el muro compartido y robado televisión por cable de los vecinos el verano pasado.
"Nunca subestimes la capacidad de desaparecer dentro de un grupo de gente común."
"Cuando jugamos al ajedrez, Ron dice que a veces es más efectivo ocultarse a plena vista." Comentó Harry, preguntándose privadamente si Snape encontraba alguna vez un indicio de consuelo anónimo cuando se sumergía en el mundo muggle.
"Hmm. Independientemente de las estrategias ajedrecísticas del Sr. Weasley, tomarás lecciones de la Sra. Price. La tecnología muggle se desarrolla a un ritmo bastante alarmante, y ningún hijo mío se quedará en la edad oscura."
Snape tomó su té y salió hacia la biblioteca.
"Y no maldigas a la Sra. Price. Si yo pude soportarla durante diez años, también puedes tú."
. . .
La Sra. Price llegó dos días más tarde, después de que Harry hubiera pasado una hora preparando el piso de abajo a prueba de muggles. La casa de Snape era una mezcla de muggle y mágica, y mientras que los libros ya habían sido hechizados para no mostrar títulos mágicos, todavía estaban los gobstones Prince que ocultar, polvos flu que limpiar, y una alarmante cantidad de viales de pociones en la cocina que guardar. Harry acababa de terminar de encantar las fotografías en la pared para que permanecieran estacionarias cuando una llamada persistente sonó en la puerta.
"Dame tu varita." Dijo Snape, siguiendo a Harry a la puerta.
"No voy a darte mi varita." Farfulló Harry. "¿Y si digo algo de la magia y necesito cubrirlo?"
"Los hechizos de modificación de memoria están limitados a brujos con licencia." Respondió Snape, sonando arrogante.
La mano de Harry cayó sobre el picaporte mientras dirigía a Snape una mirada incrédula.
"¡Tú oblivias a la gente todo el tiempo!"
"Por supuesto que lo hago. Es por su propio bien." Snape sonrió burlón mientras Harry abría la puerta. La Sra. Price estaba en pie al otro lado, vestida con una alarmante cantidad de tela vaquera y rematada con una camiseta que tenía un dibujo animado de la Reina. Su cabello estaba recogido en un apretado moño, y había sido teñido de un tono granate que no estaba en ningún lugar cercano a ningún color de pelo natural. Snape le había dicho que estaba en sus tempranos cuarenta, pero Harry pensaba que estaba siendo generoso.
"Hmmph. Necesitas un corte de pelo. Y también tu padre." Dijo la Sra. Price, golpeteando el pie mientras esperaba que le dejaran entrar.
"Encantado de conocerla también." Murmuró Harry, abriendo la puerta y haciendo un gesto hacia el despacho.
"Sra. Price," saludó Snape, en pie junto a Harry. "Oí que han pasado siete meses desde su última citación por ser una molestia pública. Felicidades de corazón."
Harry cubrió su risa con una tos y condujo a la Sra. Price hasta la computadora en el despacho.
"Tan amable por su parte notarlo, Sr. Snape. Siempre me asombra cuán bien se mantiene al día de las cosas mientras está lejos tantos meses."
"Es un don." Reconoció Snape. Ignoró el gruñido de Harry en respuesta a su hechizo no verbal de desarme. "Gracias por acceder a enseñar a Elliot, y no toque nada sobre mi escritorio en el despacho."
Harry estaba acostumbrado a la mayoría de las miradas fulminantes docentes de Snape, y le gratificó ver que la Sra. Price no lo estaba. Ella pareció vacilar levemente, antes de asentir y sentarse. Snape abandonó la habitación, la varita de Harry en su bolsillo, y Harry encendió la computadora. Cuanto más rápido aprendiera, más rápido pasarían las lecciones.
"Ahora bien, sé que al Sr. Snape le gusta vestir ropa rara y fingir que es una especie de criatura imaginaria, pero me niego a dar rienda a esas alucinaciones. Te enseñaré a utilizar la computadora e internet, y lo que sea que hagas en tu propio tiempo preferiría no saberlo." La Sra. Price dirigió una última mirada desaprobatoria a sus calcetines desparejados y luego procedió a cliquear cosas en la computadora, ignorando a Harry.
Harry simplemente se quedó mirando.
