Bienvenidos lectores, os presento una pequeña historia ambientada en un futuro distopico.

Monarch ha ganado los prodigios hace varios años. París y el mundo han sido destruidos. No todos los prodigios han sobrevivido a la metamorfosis manipulada por Gabriel Agreste. Ladybug se alza como Guardiana y como heroína universal, combatiendo durante años contra Monarch y su sucesora, Lila Rossi.

Mientras tanto, Emma su hija, se prepara para ser una nueva portadora.

Con este preámbulo, empezamos "La última vez que nos vimos":

- personajes pertenecientes a Astruc.

- historía mia.

- long fic

- Felinette . Adrinette. Más ships.

- Acción. Violencia. Romance. Puede contener ciertos spoilers de l S5.


LA ÚLTIMA VEZ QUE NOS VIMOS

Capitulo 1: Argos Panoptes.

"Hubo un tiempo", recordó Emma que el tío Félix le decía, " en el cual, los griegos intentaron explicar muchas cosas, mediante cuentos o fábulas. Se le llamaba mitología".

Su tío era un hombre excepcional.

Calmado, casi no sonreía. Nadie se burlaba de él. De hecho, le temían. A Félix Fathom le temía todo el mundo. O casi todo el mundo. Porque Emma Agreste le quería inmensamente. La había criado siempre. Cada recuerdo que tenía de pequeña, era junto a él. Sus primeros juegos, sus primeros entrenamientos, su cariño y sus historias.

Felix Fathom podría haber sido un monstruo, pero ella hubiera dicho que no, que eran mentiras, falacias hechas para desprestigiar al gran portador del pavo real.

"Zeus escondió a Ío, una de sus amantes, convirtiéndola en vaca y ocultándola de la ira de su esposa, Hera. Ella se supo traicionada, así que decidió cobrar venganza y para ello, mandó a su fiel Argos a buscarla. Argos era un monstruo demoledor, un vigilante incansable. Tenía cien ojos, y nunca cerraba todos ellos al mismo tiempo. Al dormir, dejaba algunos ojos abiertos, otros cerrados. Así era Argos. Infalible e imbatible."

Emma repetía en su mente, una tras otra todas las historias y consejos que le dio su tío a lo largo de su vida.

- Agilidad, Emma. – le pedía en los entrenamientos.

- Eres pequeña y ligera, ataca acercándote al oponente. Libérate así, si te atrapa. – le instruía.

- Hablaremos en inglés, para enseñarte mi idioma - sugería él.

Ella escuchaba atentamente. Se sentaba a su lado, mientras bebían agua y descansaban. Lo observaba tan alto e imponente, tan rubio y con los ojos tan verdes. La gente le decía que él era muy parecido a su padre fallecido, Adrien Agreste. Pero Emma lo dudaba, porque ¿podría haber existido otro hombre más guapo que él? ¿Más listo? ¿Más fuerte? Emma negaba en silencio. No podía. El tío Félix era inmortal, un dios peleando con el abanico y el látigo. No había prisionero que guardara silencio ante él. No enemigo que no temblara en su presencia. Muchas veces, cuando atrapaban a algún traidor, su madre, la divina Ladybug, miraba en silencio a su tío. Y su tío, correspondía la mirada, asentía sin palabras, cogía al prisionero del cuello, lo arrastraba por los pasillos, lo llevaba hasta el sótano y ahí abajo, por horas, el tío Félix obtenía lo que quería.

Información. Confesiones. O simplemente, placer al retorcer los huesos del enemigo.

Muchos decían que él disfrutaba ese juego. Los gemidos de dolor, las súplicas vacías. Sí. Murmuraban en cada esquina: "Le gusta, le fascina", o susurraban: "se divierte quebrando huesos", y espíritus, añadía Emma con orgullo.

Sí.

Quizá era cierto.

Emma no podía juzgar ni bien ni mal.

Lo que su querido tío hacía, era lo necesario. Lo que le mandaba la Guardiana de los prodigios quien, coincidentemente, también era su madre.

Aunque nunca Marinette Dupain-Cheng fue una madre para ella. Tan sólo la jefa, la dirigente. La divina Ladybug que todo lo puede y todo lo hace, excepto salvar al mundo de la nueva Monarca.

- ¡Vaya heroína! -, mascullaba Emma, arrastrando sus armas para un nuevo entrenamiento.

Tío Félix la observaba con cautela y suspicacia, para luego sonreír.

- Una disidente. – decía él también en voz baja. - ¿Quién le diría a la imbatible Ladybug que la traición saldría de sus entrañas? –

Y reía.

Así bromeaba Félix Fathom.

Emma gruñía, al saberse regañada, y se ponía a entrenar.

"Argos, entonces, al encontrar a la vaca Ío, la ató a un olivo e hizo guardia. Fue Hermes, otro dios griego, quien fue a por Ío. Tocó la flauta, mientras iba disfrazado de pastor. Y Argos, sucumbió a la tonalidad del instrumento, a la cadencia de la música. Hermes aprovechó el descuido y le cercenó la cabeza, matándolo en el acto.

Hera, la gran diosa de los griegos, recibió la cabeza de su querido aliado y lloró por él. Indignada, decidió que Argos vería el trascurrir del tiempo, para siempre. Hera, cogió cada ojo de Argos, el que todo lo ve, y los colocó en las plumas que adornan la cola del pavo real. Así, no importase el tiempo, ni las épocas, Argos siempre vería el mundo, la vida, porque él lo ve todo, lo sabe todo, y lo obtiene todo."

Emma, recordaría siempre la primera vez que oyó ese relato. Lo escucharía más veces, y lo repetiría ella también, cada vez que alguien osara vilipendiar a su querido tío.

- Él es tan fuerte, que nos enterrará a todos. – clamaba contenta. – Mi madre, Ladybug, confía en él. –

Duusu revoloteaba, alegre, cada vez que ellos dos hablaban de él. Félix le enseñó a Emma su broche, uno de los pocos prodigios supervivientes al gran exterminio realizado por Gabriel Agreste el Destructor, hace unos años atrás.

Un hermoso broche de tonalidades naranja y con puntas redondeadas.

Duusu, siempre le sonreía, justo antes de desaparecer por debajo de la camiseta de Félix.

- Es muy tímido y amable. – le confirmaba su tío, contemplando a su querido kwami. – Y un valiente. Si Ladybug sigue viva, que sepas que es por él. –

Ahí era cuando su tío sonreía plenamente. Cada vez que hablaba de su madre, él sonreía. Era una sonrisa fugaz, pero profunda y sincera. Ojalá su madre hubiese visto los ojos de su tío, cuando él mencionaba su nombre; ojalá hubiese visto esa alegría en su rostro al saberla viva.

- Pero tío, si tu tienes el prodigio del pavo real, ¿Qué prodigio heredaré yo cuando sea mi tiempo? – preguntaba Emma, después de escuchar todas las hazañas hechas por el gran Duusu, el kwami de la emoción, siendo portador Félix Fathom, o el gran Argos como le conocían sus enemigos.

Félix la miraba con condescendencia y diversión, cogía una piedra, la lanzaba al horizonte. Con la punta de sus botas, limpiaba el suelo del jardín donde entrenaban. Luego, elevaba la cabeza, entrecerraba la mirada y volvía a verla, más tranquilo. Félix evitaba contestarle, hasta que un día no pudo más y le dijo:

- El prodigio del gato negro, por supuesto. – le contestó su tío. Emma abrió los ojos, atónita. Tamaño honor, tremenda responsabilidad. La destrucción en sus manos. Plagg, el asesino de dinosaurios y de todo París, controlado tan sólo por ella.

Emma, a pesar de su asombro, lucía triste, así que meneó la cabeza y negó en silencio.

- Lo llevó tu padre antes que tú. – murmuraba Félix, esquivando la melancólica actitud de Emma. – Y tu madre lo ha ocultado todo este tiempo, para que tú seas la nueva portadora. Nuestra gran heroína: Emma, nuestra salvadora. –

Emma notaba cómo su corazón latía ferozmente, al recordar esa escena una y otra vez. El gato negro. Una heroína. Ella era sólo una huérfana de padre, criada por su tío porque su madre no pudo con ella. Una niña rubia y de ojos verdes, alta y delgada, con unos bucles dorados incapaces de alisar.

Será pronto, le había dicho su tío, tantos años atrás, Algún día llegará tu destino, Emma Emilie Agreste, le comentaba el tío Félix, tratando de apaciguar sus ansias.

Años después, observando en la lejanía el horizonte, casi al atardecer de pie sobre un peñasco, Emma supo que su destino había llegado. Ese día ella llevaba una camiseta de manga larga, con un chaleco reforzado y pantalones holgados estilo militar, con unas botas altas de piel negras. Tenía el pelo recogido en una coleta, dejando sus rizos bailar al son del viento. Ambas manos sobre sus ojos haciendo una visera.

Fue ahí cuando lo vio.

Un pequeño bicho negro, volaba muy raudo hacia ella. Lucía desesperado. Y llevaba un anillo con él.

El gato negro.

- ¡Plagg! – gritó Emma, súbitamente angustiada, alzando una mano para indicarle su posición. – ¡Por aquí! –

La presencia del kwami sólo significaba una cosa, se dijo a sí misma la joven portadora.

- Mi tío está muerto . -

Y ella estaba tan en lo cierto.

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¡Hola a todos! Es normal no entender mucho. Prometo publicar seguido. He comisionado a la gran Globodoodles un pequeño fan art. El fanart es un poco spoiler de este fic, así que lo publicare al final.

Déjame un review si te ha gustado. Y si no, también.

Lordthunder.