Snake shade

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2: Frío

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Shadown atravesó el bosque con cuidado. No tenía que hacer ruido, o eso alertaría a las Serpientes que él estaba allí. O tal vez ya lo sabían, pero daba igual. Él las vería, y ellas lo ayudarían. Debían hacerlo.

Aceleró el paso, pero pronto tuvo que parar. Sabía que debía ir despacio, sin mover el agua, pero la lentitud lo exasperaba. Frente a él se extendía un curso de agua, pero lo que le llamó la atención era que estaba cubierto con una capa de hielo. En pleno verano.

Entonces supo que ésa era la dirección correcta. Las Serpientes congelaban toda corriente de agua que estuviera cerca de ellas, porque les gustaba el frío. O al menos las Serpientes que a él le interesaban. El frío, la noche, la Luna, y la tortugas de agua. Ésas cosas, entre otras, eran las cosas que les gustaban a las Serpientes de Agua. Sí, eran seres muy extraños, pero Shadown sabía que eran muy virtuosos. Y no le negarían nada a nadie, si era para aclarar dudas.

Y él tenía muchas dudas. ¿Cuándo había nacido? ¿Había nacido o había sido creado? ¿Había alguien como él (sacando a ése erizo azul y a Knukles)? ¿Quién era él en realidad? Sabía que Shadown no debía ser su verdadero nombre, así como muchas otras cosas que Robotnik le había dicho como verdades absolutas. Y las Serpientes debían tener la respuesta.

Por alguna razón, las Serpientes ayudaban a todo aquél que se lo pedía. No de forma directa, ésos eran casos contadísimos, pero siempre se advertía su presencia alrededor. Y siempre se obtenía una respuesta, aunque no fuera la que se esperara. Y tampoco de la forma que se esperara.

Ésa era una duda que ahora lo empezaba a carcomer. ¿Aparecerían frente a él o sólo se dejarían sentir alrededor? Desde que había empezado a caminar por la orilla del arroyo congelado, no había cambiado nada. Los árboles estaban congelados y muertos, no había animales ni rastro alguno de ser vivo, la noche ya estaba llegando y la Luna empezaba a verse entre las ramas desnudas.

El frío aumentaba. Shadown ya no pisaba la tierra, pisaba la escarcha en la que se había convertido el rocío. La Luna llena ya iluminaba todo el lugar, reflejándose en la nieve. Pero es verano, pensó Shadown, mirando el paisaje, iluminado por el reflejo de la luz lunar en la nieve. Fue entonces cuando tomó conciencia de la soledad que lo rodeaba, del completo silencio y del frío que ya le estaba congelando los huesos.

Tengo que parar o empezaré a quebrarme, empezando por las piernas, pensó pero ya era tarde. Knukles le había advertido acerca del frío, pero él no le había hecho caso, y ahora sufría las consecuencias. El arroyo era una línea de hielo celeste, similar al cristal, que resaltaba entre la nieve que cubría la tierra. Los árboles eran hielo muerto y negro, que herían el paisaje como si fueran lápidas antiguas, desgastadas por el peso de los milenios.

Demonios, tengo que volver, se dijo Shadown, pero ya era tarde, había llegado a un lugar en donde el arroyo se unía a otro más grande, y los árboles parecían formar barrotes de una celda en vez de ser parte de un bosque. Ahora sí que la hice buena, pensó Shadown, pero ya no podía volver atrás. Sólo le quedaba seguir, y rogar para que las Serpientes aparecieran pronto.

Knukles estaba preocupado. No le había dicho nada a Sonic, pero no podía dejar de pensar en Shadown . Estaba sobre un tronco caído, mirando cómo se movía el agua de un lago cercano. Ir con las Serpientes era peligroso, y Shadown tal vez no mediría el peligro al que se enfrentaba. O quizás sí lo sabía, y quería dejar éste mundo.

Knukles dio un respingo. No Shadown no haría eso. Era tan orgulloso como Sonic, y no se dejaría morir así de fácil. Quería encontrar a las Serpientes, para "volver a usar sus otras habilidades" pero ahora lo dudaba.

¿Y si ahora estaba por morir congelado? Se imaginó a Shadown en medio de la nieve, sin poder moverse, con su cuerpo entumecido por el frío...

Pero no me van a ganar, no señor, no me van a ganar, se decía Shadown, sacando fuerzas de la nada.

Siguió avanzando por el camino congelado, hasta que vio un resplandor sobre una de las ramas muertas. Era un resplandor azul cristal, y parecía ser algún ser vivo, por como se movía. Parecía tener alas... Cuatro alas, y fue entonces cuando se dio cuenta que estaba viendo una tortuga de agua.

Era azul, con algo de negro en la cabeza. Estaba sobre una de las ramas congeladas, pero cuando Shadown la vio, se levanto y empezó a nadar en el aire. Como si fuera agua. Pero estaba volando (¿nadando?) y se dirigió hacia él. Shadown no se movió, y la tortuga empezó a nadar a su alrededor, dejando una estela luminosa a su paso. Luego empezó a alejarse hacia el norte, y Shadown la siguió.

Parecía saber que el erizo no estaba en las mejores condiciones, así que iba lento y por los caminos menos difíciles. Los árboles parecían formar una pared de hielo, pero casi enseguida dejaron ver un gran espacio libre. Shadown casi se cae de la sorpresa. Ya no estaban en el bosque, sino en una montaña. Una montaña en medio de la noche, con una gran Luna llena en el cielo iluminándolo. Iluminando todas las montañas que había alrededor. Seis, contó Shadown, y él estaba en la más alta.

La tortuga lo estaba esperando, y Shadown avanzó tan rápido como podía. Sentía que sus piernas iban a quebrarse por el frío, pero igual continuó. Quería respuestas, y las quería ésa misma noche. Ahora, en el medio de la nieve que cubría todo el lugar, era muy visible para cualquiera que pasara por allí, pero no había nadie.

O eso pensó.

La tortuga lo guió hasta un gran lago que despedía vapor, y desapareció. Shadown vio que alrededor crecían algunas plantas, y entendió que se trataba de aguas termales. Pero no debía meterse al agua, porque después se congelaría. Así que se echo sobre una roca cercana a la fuente, cálida por el vapor y no tan dura como parecía ser. Se quedó allí hasta que se le desentumeció el cuerpo, y entonces miró la superficie del agua.

Quería ver su reflejo, pero lo que vio le cortó el aliento. En vez de ver a un erizo negro, lo que vio fue el rostro de una humana. O eso fue lo primero que pensó. Era una mujer joven, de piel blanca –no, no era pálida, era literalmente más pálida que la nieve y que la Luna- con una larga cabellera negra. Sus ojos parecían dos gemas entre negras y azules. Pero su cabello no dejaba ver el resto de su cuerpo. Y su voz era fría, como la de la misma muerte.

-Sé a qué has venido, Yorukage-

Guts!!! Debo confesar que tenía planeado otra cosa, pero ahora me vino la inspiración y voy a poner otras cosas que no se vieron en los Fics de Sonic y Cía. Cositas que me dicta mi cabecita al son de "a nadie se le va a ocurrir, así que lo hago yo" Y tal vez sea cierto. Pero bueno, así soy yo, me gusta innovar.

Respondo los rewiews:

Nos vemos.

Nakoruru