Snake shade

3: Encuentro

Knukles no lo resistió más. Tenía que ir a buscar a Shadown. Si no llegaba a encontrar a las Serpientes, era seguro que seguiría hasta caer en la nieve. Y no se iba a levantar de ahí. Además, a veces se veía nevar por ésa zona, aunque fuera pleno verano.

Shadown tenía colores fáciles de identificar entre la nieve, pero no si estaba cubierto de ella. Knukles se apuró a ir hacia el lugar donde vivían las Serpientes, deseando no ser el culpable de una muerte por hipotermia.

-¿Yorukage?(1)- preguntó Shadown, confundido.

-Hace tiempo te convenciste que eras de la noche- respondió la mujer, si es que era una mujer.

-Estoy buscando a las Serpientes- dijo Shadown -¿Sabes en dónde están?-

La mujer cerró sos ojos, más negros que una noche sin Luna, pensó Shadown, y empezó a subir. Emergió en silencio, con suavidad, con su pelo cayendo como una seda sobre su cuerpo. Tenía un peto negro hecho de escamas, que le llegaba hasta más debajo de la cintura, para luego dar paso a una pollera larguísima, que no dejaba ver sus pies. El peto le cubría el cuello y todo el pecho, donde tenía una Luna sobre el corazón. El peto terminaba en sus hombros, donde empezaban las mangas de su túnica, que no dejaban ver sus manos; pero Shadown sabía que eran tan pálidas como el rostro de ésa mujer. Una bincha azul de escamas le despejaba la frente de su largo pelo negro, llovido como una seda, que junto con su túnica no dejaba ver que había bajo el agua.

Estaba parada sobre el agua, como si fuera de vidrio. Cuando abrió los ojos negros de nuevo, Shadown sintió miedo. Ésa mujer le daba una sensación más gélida que la nieve y el hielo. Cuando extendió una mano, el erizo pudo ver que tenía las uñas de un color negro que sólo se obtenían en las joyas más preciadas. Le pasó la mano por el rostro, pero su mano era más fría de lo que pensaba Shadown.

-Soy Sui, una de las Nueve Serpientes de agua- dijo ella, con voz fría.

-¿Tú eres una de las Serpientes?- preguntó el erizo negro, incrédulo.

-Esta es mi forma etérea, pero ahora deberé cambiar a mi otra manifestación-

Shadown no entendió muy bien.

-Tengo muchas formas de manifestarme. Ésta es sólo una de que vean a mi Yo real-

Unas alas de murciélago gigante la rodearon, o eso le pareció a Shadown. Eran azules por dentro y negras por fuera, y salieron de la espalda de Sui. Shadown estaba paralizado por la sorpresa, y vio cómo las alas daban paso a un nuevo ser. Las manos de Sui ahora se podían ver, eran totalmente blancas y muy puntiagudas, como si fueran cinco agujas en vez de dedos. Tenía dos colmillos en la boca, las alas seguían en su espalda y su pollera había desaparecido. Bajo el cinturón sólo había una larga cola de Serpiente, azul arriba y negra abajo, parecía la obra de un joyero experto antes que una simple cola de Serpiente.

Sui se acercó a Shadown con lentitud, y su sedoso cabello cubrió el rostro de ambos.

Knukles no iba a resistir mucho. Había llegado a los lindes de la zona en donde vivían las Serpientes, y ya empezaba a sentir frío. Sabía que Shadown tenía que estar allí, y apuró el paso. ¿Llegaría a tiempo? Las Serpientes a veces dejaban convertidos en hielo a quienes las buscaban. ¿Acaso sucedería lo mismo con Shadown?

-¿Qué es lo que realmente buscas?- le preguntó Sui a Shadown en un susurro triste.

-¿Eh?- el erizo negro no entendía.

-Tu frustración por tus fracasos en la batalla es sólo una de las razones por las que estás aquí. Y no es la más importante-

-Quiero saber quién soy realmente-

Sui lo miró con sus ojos negros, fríos y tristes por un buen rato. Luego cerró los ojos y suspiró.

-Si quieres saberlo, deberás pasar por una prueba- y entonces abrió los ojos y miró fijamente a Shadown –Pero no sera lo que tú esperas-

¿Dónde estaba? Tenía que estar por allí. Los pies se le empezaban a congelar, por más que corriera. No lo encontraba, y estaba empezando a temer lo peor. Shadown no se iba a ir hasta que descubriera a las serpientes, pero Knukles empezaba a dudar que ellas se dejaran ver. ¿Ellas? ¿Las que habían credo cosas mucho más poderosas que las Esmeraldas del Caos que le habían dado a guardar, y no sólo en éste planeta?

No lo creía.

Apuró el paso, pero la nieve le estaba llegando a las rodillas.

Parecía fácil. Sui le había dicho que debía vigilar todo el perímetro de ésa área, hasta encontrarse con el primer ser vivo. Su velocidad había aumentado, y ni hablar de su vista. Casi podía ver a través de las cosas, ya fueran rocas o la misma nieve.

Pero no era un simple trabajo de vigía lo que le habían encomendado. Según Sui, la lanza que llevaba ahora en la mano era la misma que llevaba la Muerte. Shadown la había probado con un ciervo de las nieves, y el animal había caído muerto. Y luego se había derretido. Se había vuelto de hielo y se había derretido en medio de la nieve. Aún no terminaba de creerlo, pero así era. Tenía en las manos un arma muchísimo más fuerte que cualquiera de las que podría haber imaginado Robotnik, y era suya.

Sui le había dicho que necesitaba tres almas de los tres primeros seres vivos que encontrarsa para poder ayudarlo. Shadown estaba empezando a creer que no encontraría al tercero, luego de matar a un búho con su lanza. No había más seres vivos, ya se debió de correr la voz. No importaba. Sabía que siempre quedaba algún se vivo entre...

Se detuvo en seco. Había visto algo rojo moverse con lentitud entre los árboles. No podía ser.

Se aproximó más y se puso frente a Knukles, pero el equidna no lo veía. Sui le había dicho que con la túnica azul y negra que ahora llevaba, sería imperceptible para los seres vivos. Knukles pasó a través de él, y entonces Shadown entendió que ya no tenía cuerpo sólido. Miró sus manos y vio que ahora su piel empezaba a ponerse cada vez más pálida.

No, se dijo, cerrando los ojos y el puño, si cedo ahora no obtendré lo que quiero. Ero entonces recordó lo que Sui le había dicho: los tres primeros seres vivos. Y sólo Knukles estaba allí. Debía levantar su lanza y dejarla caer sobre Knukles. O no lograría lo que quería.

¿Pero realmente lo quería tanto?

No sabía a qué se refería, o a quien. O tal vez sí, y no quería admitirlo. Si quería obtener sus verdaderos poderes, tenía que usar su lanza. La misma lanza que le había parecido liviana, ahora le parecía de plomo. Y él no tenía tanta fuerza en los brazos como quería aparentar. Pero no eran sus brazos lo que más le pesaba.

¿Acaso valía la pena matarlo por nuevos poderes? Por más que derrotara a ése ególatra estúpido de color azul, no creía que se sintiera ganador, aunque lo tuviera bajo sus pies. Y no sólo literalmente. Iba a ser el dueño del mundo, porque Sonic siempre vencía a Robotnik y él, Shadown, sería más fuerte que Sonic. Mucho más fuerte, le dijo Sui en su mente. Es sólo un ser vivo más, que algún día morirá. Sólo te pido su alma, y tendrás el mundo en tus manos.

Knukles cayó en la nieve. Había llegado al límite de sus fuerzas y no había encontrado a Shadown. Pero podía sentir su presencia cerca. Sabía que estaba allí, aunque no pudiera verlo. Empezó a llamarlo, o eso creía. No sabía si su voz se congelaba o si ni siquiera llegaba a salir. Los párpados le empezaron a pesar, y se dio cuenta que estaba solo, en medio de la nieve, y no le había dicho a nadie que estaba allí.

Y ya no se podía mover. La nieve lo había congelado.

¿Qué esperas? le preguntó Sui, con la misma voz monótona y triste Así es mi vida, y tendrás éstos poderes. Decidirás sobre la vida y la muerte. ¿No era eso lo que querías?

No, dijo Shadown, ya no quiero tener más poderes.

¿A quién quieres, entonces?

Lo quiero a él. Vivo.

Shadown no notó que Sui había dicho quién y no qué. Pero daba igual. Por algo ella debía tener siglos, y él sólo unos lustros.

Cuando Knukles despertó, ya no estaba en la nieve. Y no sentía frío. Estaba tendido sobre el pasto, pero había algo sobre él, algo que le deba calor.

Abrió los ojos. No, no estaba tendido, estaba sentado. Y lo que más sorpresa le causo era el ver quién lo estaba sosteniendo.

-¿Shadown?-

El erizo negro lo tenía de la cintura, y se despertó cuando escuchó su nombre. Sí, era él, pero sus ojos eran diferentes. Ya no tenían ése orgullo, copia casi fuel de Sonic.

-¿Qué... pasó?- quiso saber Knukles.

-Te dormiste en la nieve. Te saqué de ahí y traté... de darte calor. Sólo eso- Shadown no sabía qué decir para evitar ruborizarse.

Knukles entendió todo en un segundo y también se ruborizó.

-Gracias- le dijo a Shadown.

No necesitaban decirse más.

Ya sabían que sus corazones latían al unísono.

FIN

(1) Yoru: noche en japonés, Kage: sombra, o sea que el nombre que le pone Sui es algo así como "Sombra de la noche"

Bueno, bueno, pensé que iba a durar más, pero no. Les dije que éste iba a ser algo diferente, porque últimamente se me ha dado por innovar, y nunca ví una pareja como esta (que a mí me encanta) Lo dije antes y lo diré ahora: Sonic, muérete de envidia.

Agradezco mucho los rewiews:

Nos vemos.

Nakoruru