Rurouni Kenshin y todos sus personajes no son míos son de Nobuhiro Watsuki, por si alguien no se había enterado todavía.

Bueno, es un Kenshin/Kaoru en la época actual así que los personajes no tienen totalmente la misma personalidad porque no han pasado por lo mismo, pero sí por algo parecido y por otras cosas que se me irán ocurriendo sobre la marcha. Tampoco se muy bien como irá evolucionando la historia ni si meteré mas personajes, así que no se que rating le iría bien. Lo que si tengo claro, es que como siempre iré mezclando un poco de todo, escenas románticas, acción, tragedia, humor, algo de lemon,... como la vida misma. Espero que os guste.

OBSESION

1.Ojos que cambian de color

Despertó con un grito pero ningún sonido salió de su boca, todo su cuerpo bañado en sudor. Poco a poco su respiración se fue tranquilizando mientras sus ojos se adaptaban a la penumbra. Estaba en su cuarto. En su cama. Ya calmado, miró hacia el reloj digital de la mesilla de noche, las 5:30. Casi 4 horas seguidas de sueño, todo un logro pensó. Se levantó de la cama y se dirigió al baño.

Abrió el grifo y sumergió su roja cabellera en el agua fría. Después se irguió para poder mirarse en el espejo. Unos ojos dorados le devolvieron la mirada. La cicatriz seguía allí. La tocó con los dedos mientras sus ojos iban perdiendo poco a poco su color para dejar resquicios lavanda. Ojos dorados y una cicatriz en forma de cruz en su mejilla. Nunca se irían, como nunca dejaría de oír los gritos de Tomoe en sus sueños. 15 años. 15 años y todavía seguía escuchando aquellos gritos que le desgarraban el alma, cada noche. Salió del aseo y buscó su espada.

Estaba en el salón, en la planta baja de la casa, cuidadosamente colocada en su soporte junto al wakisaki. La cogió y acarició con sus dedos el afilado filo que brillaba a la luz de la luna. Era como acariciar a una vieja amiga, siempre a su lado, siempre preparada para lo que él le ordenase hacer. Olía a sangre, tanto la espada como sus manos. Por más que la limpiase cada día seguía allí, podía olerla, podía verla a través del tiempo. La sangre de Tomoe. El sonido del teléfono lo devolvió a la realidad, lo dejó sonar tres veces antes de cogerlo.

-"¿Himura?"

-".........." – sus ojos volvieron a ser completamente dorados

-"Tengo trabajo para ti. Nos vemos a las 9 donde siempre"

-"Allí, estaré"- su voz era fría, insensible, como la de una máquina

-"Um Himura, ¿te he despertado?"

-"Yo nunca duermo, Katsura"

Dejó el teléfono y volvió a su katana. Había luna llena esa noche, podría practicar en el patio trasero, total ya no iba a conseguir dormir y no quería tener la mente ociosa, tenía demasiados fantasmas para atormentarle. Además, pronto su espada volvería a cubrirse de sangre.

El pelirrojo salió de su casa para acudir a su cita con Katsura. Un camión de mudanzas aparcaba frente a él. Parece que voy a tener vecinos pensó con fastidio, pero como siempre, no era más que un nuevo obstáculo con el que tendría que contar. Vivía en una de las muchas casas pareadas en la zona residencial de Tokyo y, aunque su casa gemela llevaba años deshabitada, sabía que era cuestión de tiempo que alguien la ocupara. Echó un vistazo al camión, no era muy grande para ser un camión de mudanzas, así que dedujo que sus vecinos no debían ser una familia numerosa, afortunadamente. No necesitaba un montón de niños chillones atormentando sus pocas horas de descanso en casa. Se puso el casco, sujetó la mochila a su espalda y encendió la moto, negra como la noche. Arrancó y se fue.

Tae dirigió una cansada mirada a la puerta, para ver entrar a otro cliente. El Akabeko estaba en una zona bastante cerca del centro financiero de la ciudad como para que la mayoría de los ejecutivos y otro tipo de personas hicieran un alto para desayunar antes de llegar a sus trabajos. Eran muchos los clientes que tenían, pero la mayoría eran fijos y sabía exactamente que iban a pedirle sin necesidad de preguntar, sabía incluso cuál era el lugar predilecto de cada uno. Observó al último en entrar. No sabía su nombre pero era fácil de recordar. El pelirrojo amigo del señor Katsura, café solo en la mesa más alejada, al fondo del establecimiento, la mesa de Katsura. Parecía que existía un halo alrededor de aquella mesa, algo invisible que la reservara para Katsura. Siempre estaba libre, esperándolo. Era curioso, pero cualquiera que hubiera entrado antes en el local y hubiera visto a Katsura sentado allí, respetaría su sitio sin duda, después de todo a nadie se le ocurriría, por propia voluntad al menos, quitarle su lugar predilecto al responsable directo de toda la policía de Tokio, y según las malas lenguas, de algo mucho más oscuro y peligroso. Pero a Tae le daba igual a qué se dedicara Katsura realmente, lo único que le interesaba era que dejaba buenas propinas, así que cogió la jarra de café, una taza, y se dispuso a servir al pelirrojo casi al mismo instante en que éste  se sentaba a la mesa.

En cuanto la camarera se hubo marchado, Katsura extrajo de su maletín una carpeta de informes y se la pasó al hombre del otro lado de la mesa. Sabia que Himura era bueno, era el mejor de todos sus hombres, pero había algo en el que le incomodaba. Sus ojos pensó, esos ojos dorados no parecen de este mundo. Siempre se sentía intimidado por su presencia, por todo el potencial escondido tras aquellos ojos. Himura era un hombre joven, 28 años según su ficha, pero aquellos ojos desmentían su edad, eran ojos viejos, ojos que habían visto demasiada sangre, demasiado dolor. Una vez más se sintió en presencia de un animal, en espera de su nueva presa, un animal ....un dragón eso era. Un dragón latente que actuaba sin remordimiento alguno, con una fría eficacia que le ponía los pelos de punta. Intentó imaginarse a aquel hombre a punto de asestar su golpe mortal a su víctima, pero desechó rápidamente el pensamiento. Pasara lo que pasara, Himura nunca se volvería en su contra, al menos mientras no hiciera nada que fuera en contra de su código de valores. El joven le lanzó una mirada inquisitiva al mirar las fotos del informe y se dio cuenta de que había pasado demasiado tiempo dándole vueltas.

-"Ese es Hiruma Gohei. Procesado por chantaje y extorsión a diversos dojos de kendo en la zona norte"- anunció con tono oficial

-"Extorsión"- el pelirrojo cerró la carpeta y se encaró con Katsura –"Que vaya a la cárcel. No es bastante para mí" – Katsura asintió, pero volvió a abrir la carpeta y fue pasando papeles hasta llegar a un a foto

-"Su última víctima."- dijo señalando al hombre de la foto-" No quiso pagar, se le enfrentó y lo mató a sangre fría. En su huida mató a 2 policías más que le perseguían y mandó al hospital a otros 3. La hija pequeña del muerto está todavía en el hospital. ¿Es bastante para ti ahora?"- el pelirrojo asintió con la cabeza y siguió ojeando el informe hasta llegar a la trascripción del juicio, para intentar averiguar qué fue mal -"Recogieron mal las pruebas. Estaban tan desquiciados con tantos muertos que la mayoría de las pruebas forenses quedaron inutilizadas. Después su abogado hizo creer al jurado que sufría de artritis y, por lo tanto, no pudo ser capaz de manejar la espada para matar a toda aquella gente" – le informó Katsura

-"¿Una espada? ¿Es bueno?" – Katsura suspiró y extrajo otro informe de su maletín

-"Enviamos a Okawa tras él primero. Lo siguió durante una semana, éstas son sus averiguaciones. Está en el hospital, lo abrió en canal, tiene para un mes pero sobrevivirá"

-"Yo me encargaré. En tres días habrá luna nueva"- se levantó y se fue.

Katsura miró la carpeta olvidada con los datos de Okawa. Tres días y la verdadera justicia se ocuparía de Gohei. Sonrió a la camarera y la muchacha, siempre atenta, se acercó con más café a la mesa. Aquel era el lugar perfecto para este tipo de encuentros, conocía a todos los clientes habituales y al personal, y estaba siempre lo suficientemente lejos para no ser captado por alguien extraño. Además en aquel ambiente de oficina, el intercambio de carpetas, informes y maletines era habitual y no levantaba sospechas. Con tantas conversaciones la suya pasaba inadvertida y ya se había asegurado de elegir una mesa que le permitiera vigilar todo el local sin ser visto. Tenía a varios de sus hombres repartidos por allí. Aquel lugar era, sin que nadie se diera cuenta de ello, su cuartel general.

Pensó de nuevo en Himura y en otros como él. Su cargo de jefe de policía era más bien un cargo político, una tapadera para su verdadera ocupación. Katsura era el director de una rama secreta del ministerio de justicia encargada de que, en aquellos casos en que la ley fallara, la justicia triunfara. Tenía a hombres como Himura a su cargo por todo el país, pero sobre todo en Tokyo, para que se encargaran de castigar a aquellos criminales que habían cometido faltas demasiado horribles y crueles como para quedar sin castigo por culpa de un abogado defensor demasiado bueno o por un tonto error administrativo. Todos los casos que llegaban a sus manos eran cuidadosamente investigados primero, para asegurarse de que realmente se había cometido el crimen, lo que más temía Katsura era "castigar" a un inocente, pero nunca había sido así, y mientras él siguiera al frente, nunca ocurriría.

Su cita con Katsura no le había llevado mucho tiempo, así que llegó a tiempo al centro juvenil. Se quedó unos minutos sobre su moto, respirando profundamente, alcanzando el estado necesario para poder representar bien su papel. Al quitarse el casco, sus ojos, se habían vuelto mayoritariamente morados, pero aún conservaban algunos toques dorados, y ahora incluso era capaz de algo parecido a un sonrisa aunque se notaba que no era sincera. Aquel trabajo era su tapadera, pero tenía que reconocer que le gustaba tratar con aquellos chicos problemáticos. Se dirigió al gimnasio para cambiarse, tenía todavía 15 minutos, pero no estaba bien que el profesor de artes marciales llegara tarde a una clase.

A media tarde Kenshin regresó a casa, después de hacer la compra, es decir, comida congelada y café, para estudiar con detenimiento el informe de Katsura sobre su blanco. El camión de mudanzas no estaba por ninguna parte, pero un taxi acababa de pararse frente a su casa. Bajó de la moto y se quitó el casco, pero al girarse para entrar en su casa, quedó de frente a la chica que en esos momentos se bajaba del taxi. Era una chica joven, de unos 22 años, un poco más baja que él, morena y delgada. Vestía ropa ancha y gruesa, aunque no hacia demasiado frió y se cerraba el abrigo con manos crispadas. Pero lo que le tenía fascinado eran sus ojos. Ojos azul profundo. La desconocida miró a su alrededor como un animalillo asustado y casi da un salto hacia atrás cuando se dio cuenta que alguien la estaba mirando.

Un joven pelirrojo de ojos dorados la miraba detenidamente, como si la estuviera evaluando. De pronto sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral, y asustada corrió hacia la casa. Aquellos ojos dorados, por un instante, un parpadeo tan solo, se habían vuelto color lavanda.

¿Qué os parecido? No tengo mucha idea de cómo funciona el sistema judicial japonés, por no decir ninguna. Así que como creo que todos hemos visto muchísimas películas de polis norteamericanos y de juicios, las he tomado como base.

En este dic, nuestro Kenshin es Kenshin y es Battousai según la situación, y una mezcla de los dos la mayoría del tiempo. El rurouni todavía está muy escondido, pero ¿adivináis quién lo va a sacar a la luz?

Reviews please, decidme si os gusta, si lo odiáis, criticas constructivas, destructivas, lo que sea