Era un día primaveral cálido en un pueblo texano pequeño y tranquilo, sólo interrumpido por el ajetreo diario de las compras y ventas que hacían sus habitantes diariamente. Una joven de unos veinte años había llamado la atención de varios de ellos, con sus ojos aguamarina llenos de curiosidad por visitar el centro del pueblo por primera vez, mientras hacía las compras de víveres. Llevaba su cabello rubio atado en una coleta alta, tenía un cuerpo fuerte y muy curvilíneo, vestido con camisa y pantalones, con un cuchillo enfundado en el cinto. En ese momento se estaba despidiendo con buen ánimo del vendedor de una tienda donde había comprado lo último de alimentos que tenía en la lista. Tenía las dos manos con bolsas muy cargadas, por lo que agradeció cuando le ayudaron a mantener la puerta abierta para no empujarla ni soltar sus cosas. Avanzó unos metros en la calle de tierra, y sonrió cuando oyó un suave relincho conocido, su caballo que estaba atado, saludándola luego de su breve ausencia. Aunque a poco de alcanzarlo, alguien más se sumó al saludo.
- Cara nueva en el pueblo. Bienvenida, Miss.
Kohaku se volteó ante la voz grave y rasposa que dijo eso. Apoyado cerca del abrevadero de los caballos, un hombre estaba allí parado de forma relajada mientras fumaba un cigarrillo. Era alto, de contextura fuerte, vestido con camisa gris y jeans, un cinto doble con un arma enfundada, guantes blancos, botas de montar y un sombrero negro que ocultaba parcialmente su rostro, todo un cowboy. Estaba a punto de saludarlo, cuando él levantó la cabeza para mirarla a los ojos y quedó sorprendida. Con su cabello rubio echado hacia atrás que le llegaba al cuello, un mechón largo y grueso que caía al frente y un rostro lampiño masculino y bien definido, pudo apreciar que era un hombre joven, y guapo, aunque supo que se había quedado corta con el último calificativo cuando sus miradas se cruzaron. Ese hombre tenía los más increíbles ojos color miel con un brillo casi dorado, rodeados por las más largas y abundantes pestañas que había visto nunca en un hombre. Un perfil tan delicado como masculino, difícil de apartar la mirada.
- Buen día. ¿Eres el sheriff?
- No, soy un simple habitante, aunque a veces ayudo al sheriff cuando necesita a alguien con muy buena puntería. ¿Eres visitante, o vives por la zona hace poco?
- Me mudé hace unos días con mi padre y mi hermana, a un rancho a unos pocos kilómetros. ¿Conoces a todos aquí?
- Es un pueblo chico, aunque está empezando a haber mucho movimiento en los alrededores hace un año. Así que todavía es bastante fácil identificar una cara nueva.
El hombre se contuvo de agregar que esa cara nueva era una muy bonita, los grandes ojos aguamarina y su curvilíneo cuerpo habían atrapado su mirada antes de que su mente pudiera procesarlo. Vio las bolsas con comida que cargaba, y de inmediato se paró bien y extendió su mano hacia ella.
- ¿Te ayudo a cargar?
- No, gracias, puedo sola. Son sólo unas bolsas.
El rubio ladeó la cabeza, cuando notó a simple vista que esas bolsas de cuero estaban bien cargadas y debían pesar entre cinco a diez kilos cada una. Sin embargo, la joven caminaba sin inmutarse ni expresar esfuerzo, podía decir que tenía su buena fuerza. La siguió con la mirada, observando que se detuvo junto a un caballo color palomino, ocre con crines blancas, bastante grande y fuerte, y apoyó las bolsas en el piso.
- Así que ese es tu caballo –Lo observó en detalle– Es un Mustang, ¿verdad?
- Sí así es.
- ¿A quién se lo compraste? A mí no, y no hay muchos que puedan amansar a estos indomables, tienen la sangre bien picante y salvaje.
- Yo lo domé –Contestó con confianza la rubia– Lo elegí de entre su manada, eran salvajes. O, mejor dicho, él también me eligió a mí.
- Nada mal –Aprobó, silbando y mostrando luego una fina sonrisa.
Stan se acercó al caballo, acercándole su mano al hocico, en forma de puño, relajado. El animal al principio lo miró con desconfianza, pero luego lo olfateó, y estiró el cuello hacia él, abriendo grande sus ollares para inspirar su olor.
- Extraño, le caes bien. Suele apartar la cabeza a los desconocidos que se acercan.
- ¿Por qué debería ser una sorpresa? Soy un hombre agradable.
- No puedo afirmarlo todavía, no te conozco.
- Puedes confiar en la primera impresión de tu caballo, son mejores que las personas con su instinto –Replicó mordaz, luego le guiñó un ojo– Si no estás segura, puedes conocerme un poco más y juzgarlo por ti misma.
Sin esperar respuesta, le acarició el cuello y el lomo al animal, dándole una mirada completa por todo el cuerpo, hasta que sus cejas se elevaron con interés.
- ¿Está entero? ¿Es un padrillo? –Preguntó Stan con sorpresa.
- ¡Ja! Claro que sí. ¿Qué, pensabas que una mujer no puede con un caballo así?
- Lo dijiste tú, no yo –Contestó, dando una calada a su cigarrillo– Nada mal, chica, nada mal.
- Kohaku –Corrigió– Me llamo Kohaku, no "chica". Si vas a poner las manos encima de mi caballo, hubiera sido más caballeroso preguntar mi nombre y pedirme permiso primero.
- Touché. Un gusto, Kohaku. Yo me llamo Stanley, Stanley Snyder a tu servicio, puedes llamarme Stan. Y él –Agregó, señalando con su cabeza a un caballo zaino negro hermoso y reluciente, que andaba suelto y calmo unos metros detrás de la joven– Es Shadow. También es un Mustang y es padrillo, pero es tranquilo, al menos conmigo, es receloso de los extraños. Lo domé desde potrillo, es de mi campo, hijo de uno de los primeros caballos de mi manada.
- El mío se llama Leo.
- Es un excelente caballo, bien cuidado y trabajado por lo que percibo de su musculatura, te felicito. ¿Por qué un Mustang entero, si puedo preguntar?
- Me gustan fuertes y salvajes entre mis piernas –Contestó Kohaku con provocación– Que no pierdan su esencia, y que podamos entendernos para trabajar juntos.
- Ooh, nada mal –Rió Stan suavemente, encantado con esa respuesta atrevida– Así que te gusta la adrenalina y no dar nada por sentado. Buena respuesta, ya me caes bien.
Kohaku sonrió con confianza, más relajada. Tenía la mala experiencia previa de que la mayoría de los hombres del pueblo, en especial lo cowboy, eran en general bastante arrogantes, además de unos cretinos en su trato con las mujeres, desdeñaban que una pudiera tener habilidades a la par de ellos. Por el momento, "Stan" estaba resultando llevadero y agradable, reconociéndola y sin desconfiar ni hacer algún comentario desagradable hacia ella. Y si le caía bien a su fiel Leo, sabía que podía confiar.
De pronto, sintió un cosquilleo ante un aliento caliente en su espalda, y en cuanto giró la cabeza, se encontró con el hermoso y lustroso caballo negro llamado Shadow. Se dejó olfatear, ella también ofreciéndole su mano, así como lo imitó con unas cortas inspiraciones y exhaló junto a la nariz del caballo. El animal le devolvió el interés, rozándole la mejilla con su hocico, y en cuanto alejó la cabeza, hizo un movimiento en su boca como si mascara. Sonriéndole, Kohaku le rascó la frente y todo el cuello. El que estaba mirando con mucha atención y grata sorpresa era Stan, mientras daba otra calada a su cigarrillo.
- Quizás sea la famosa sensibilidad femenina, o eres de verdad una encantadora de caballos, ¿eh? –Comentó el rubio, y luego bajó su voz a una más grave y acaramelado, guiñándole un ojo– O simplemente, eres encantadora.
Kohaku arqueó una ceja, mirándolo de forma aburrida, ante lo que claramente se había convertido en una expresión seductora. Tan predecible, tan pronto, ese hombre de cara bonita –aunque no sólo tenía una cara bonita, tenía que admitir– tuvo que hacerse el galán con ella. ¿Por qué eran todos así? Lo hubiera respetado un poco más si se aguantaba unas horas o días, sin dudas iban a volver a verse. Irritada, expresó su fastidio con claridad en el rostro y volvió a agarrar las bolsas, para cargar el contenido en las alforjas de su caballo.
- Sí, como sea –Resopló– Permiso.
De forma un tanto brusca cortó la conversación, disponiéndose a acomodar las compras. Stan notó la repentina frialdad, y entendió que había sido por su último comentario, al parecer esa chica tan segura y un poco ruda no era de las que se dejaban endulzar los oídos fácilmente, otra sorpresa, aunque debía de habérselo imaginado por sus comentarios afilados. Antes de que Kohaku apoyara el pie en el estribo, él le hizo un gesto para que esperara.
- Lo siento, veo que te molestaste, no quise incomodarte. Sólo era un halago juguetón, porque de verdad me caíste bien, a mi caballo también, e intuyo que no te intimidas ni te pones tímida con facilidad. ¿Puedo compensar mi atrevimiento? –Extendió su mano, para ofrecérsela a estrecharla– Prefiero que seamos buenos vecinos.
Kohaku lo miró con suspicacia, tomándose varios segundos antes de contestarle. Finalmente, suspiró y asintió, tomando la mano que le ofreció.
- Como decía, si eres nueva en el pueblo, no hay mejor bienvenida que conocer a las estrellas locales. Esta noche canta Maisie Rollins en la cantina, no escucharás mejor música country en persona, que la de ella. Puedes invitar a tu familia si quieres.
- Ellos no podrán, están ocupados.
- Una pena, pero si tú puedes venir, lo disfrutarás y te relajarás. Ah, y algo más, hay un nuevo entretenimiento muy divertido que trajeron hace poco, es el atractivo principal de todos los vaqueros aquí, y algo me dice que te interesará.
- ¿De qué se trata?
- Sorpresa, te enterarás si vienes –Contestó con una sonrisa divertida– ¿Qué dices? Te ofrecería pasar a buscarte, pero sé que me dirás que puedes venir sola.
- Sí, exacto –Admitió, con una sonrisa burlona– Está bien, vendré, me gusta la música.
- Genial. A las ocho aquí, es un poco tarde, pero es el horario en el que todos ya terminaron de trabajar y de cenar, listos para unas cervezas y algo de diversión.
- De acuerdo. Hasta luego, Stan.
- Que tengas unas buenas tardes, Kohaku –Se despidió, tocando el ala del sombrero en un gesto de saludo, y la ayudó a desanudar el bozal del abrevadero.
La rubia se subió a Leo, recibiendo la cuerda en sus manos de parte del vaquero, y dio una vuelta para salir al paso, empezando un trote cuando el camino se despejó. Stan se le quedó mirando un rato, con una pequeña sonrisa en el rostro, había encontrado más que interesante a su nueva vecina. Se acercó a su caballo, palmeándole el cuello.
- ¿Qué dices, Shadow? No está nada mal, ¿verdad?
El animal le devolvió la mirada y soltó un relincho suave y grave, como si de verdad mostrara su acuerdo, antes de volver a mascar relajado.
Kohaku quedó un tanto intrigada con su nuevo conocido, y por más que no quisiera reconocerlo, no pudo borrar una pequeña sonrisa de su rostro en el resto de la tarde. Fue inevitable aceptar que Stan era demasiado guapo e interesante, quizás no estaría mal bajar la guardia y divertirse un rato. Sin embargo, lo que le molestaba en un punto, era justamente el hecho de que él fuera tan guapo y no hubiera tardado en hacerle un guiño, la obviedad de los hombres que eran consciente de su atractivo y se aprovechaban de ello, vaya a saber a cuántas mujeres más seducía de esa forma. Ella prefería un perfil más bajo, ya había tenido una experiencia amorosa con otro joven muy guapo y fuerte, pero era uno que nunca había tomado ventaja de eso. Aunque de ser sincera, también le había hecho sus propios comentarios provocadores, quizás no habían sido personales, pero no podía hacerse la inocente allí.
Al anochecer cenó con su familia, y les dijo que iba al pueblo ya que había recibido la invitación de ver a la cantante. Fue a cambiarse a su cuarto, como era una tarde cálida, eligió unos shorts de jean y una camisa blanca que se anudó en el abdomen, y unas largas botas color suela, le gustaba mucho ese look y le sentaba muy bien esa apariencia. Se dejó el cabello rubio atado en su coleta alta de siempre, y como accesorio se puso un choker blanco.
Preparó a su caballo Leo nuevamente, y partieron al galope, le encantaba hacerlo de noche. Unos quince minutos después llegó al centro del pueblo, donde bajó el ritmo a un paso tranquilo. Podía ver desde la calle las luces prendidas de la cantina, así como se oía algo de bullicio dentro. Un hombre salió de allí, en dirección a ella, y supo que se trataba de Stan. Había cambiado su camisa a una negra, con otro par de vaqueros ocre claros, y unos zapatos negros bien lustrados. En cuanto se acercó lo suficiente, se tocó el sombrero con carisma a modo de saludo, y luego se lo sacó, luciendo su cabellera rubia desmechada, y una sonrisa que la joven pudo ver con claridad a pesar de la poca luz que había, era de un atractivo demoledor.
- Howdy, Kohaku –Saludó, y luego le dio unas palmaditas en el cuello al caballo– Y a ti, Leo. Un gusto volver a verlos tan pronto.
- Hola, Stan –Devolvió el saludo, antes de bajarse de su caballo de un ágil salto– Qué casualidad, saliste justo cuando llegue.
- No fue casualidad, estaba sentado junto a la ventana, y en cuanto vi que eras tú, salí a recibirte.
- Ah... Gracias.
- Llegaste justo a tiempo, la cantante y sus músicos ya están aquí. Pero primero, sígueme, mejor que dejar atado y aburrido a Leo, puedes dejarlo en el establo de aquí al lado, mi amigo es el dueño, y Shadow también está allí. Cada uno en su box, por supuesto.
- Qué considerado, gracias –Aceptó– No me gusta mucho dejarlo atado, así que me dejará más tranquila.
Se dirigieron al establo y acomodaron al caballo palomino en un box vacío, donde tenía también pasto para comer y entretenerse. Salieron por una puerta trasera, y desde allí conectaron a otra puerta que trasera que pertenecía a la cantina. El lugar se veía muy confortable y animado, estaba lleno sin llegar a estar abarrotado, eligieron sentarse en la barra. Allí un hombre en sus treinta se acercó, alto y moreno, pelado y muy fornido, con una amable sonrisa en el rostro.
- Bienvenida a la cantina, y al pueblo, señorita...
- Kohaku. Un gusto.
- Él es Brody, el dueño de la cantina, también es un excelente herrador, y se lleva muy bien con arreglar todo lo que sea mecánico.
El hombre puso dos jarras frente a ellos, y le guiñó un ojo al otro.
- ¿Otra rubia, Stan? –Preguntó con una gran sonrisa. Aunque de inmediato se aclaró, cuando vio el repentino ceño fruncido de Kohaku– Otra cerveza, quiero decir...
- Sí, gracias Brody. ¿Tú qué quieres, Kohaku? Yo invito.
- Estoy bien con una cerveza también, gracias.
- Perdona la confianza y el malentendido –Rió Brody, relajado– Es que a Stan le gustan mucho las "rubias", ya lo conozco, no pide otra cosa.
- Sí, puedo imaginarlo –Contestó Kohaku con una sonrisa forzada, también pensando que su nuevo conocido debía de compartir el gusto por ambas referencias.
Dedicándole una mirada severa a su amigo, que sólo rió, Stan carraspeó y estaba a punto de cambiar de tema, cuando las luces del ambiente cambiaron, pasando a iluminar un pequeño escenario donde se acomodaron una bonita joven castaña, además de otros cuatro músicos, tres hombres que tocaban la guitarra, el banjo y el contrabajo, y una mujer que tocaba el violín, mejor conocido allí como fiddle. La cantante se presentó junto a su banda, y se dispusieron a empezar su música.
Tocaron varios temas, desde unos animados que el público acompañó con palmas, a otros muy dulces y calmos, todos agradables. Kohaku aplaudió muy animada cada uno, le estaba encantando la versatilidad y el bonito ambiente que se había generado, y Stan también aplaudía, aunque más recatado. Cuando una media hora después terminó el recital, los músicos agradecieron y se despidieron, y otros jóvenes pasaron unos tarros por las mesas para que el público dejara sus propinas.
- ¿Te gustó? –Preguntó Stan, volviendo su atención a Kohaku.
- ¡Sí! Estuvo muy divertido y bonito, gracias por invitarme.
- No es nada, me alegro que lo hayas disfrutado, y espero que haya sido una buena bienvenida al pueblo.
- Lo fue, sí –Para variar, empezó ella un nuevo tema de conversación– Oye, me dejaste intrigada con lo de tu "manada" de Mustangs, ¿a qué te dedicas exactamente? ¿Eres ranchero?
- Sí y no. Por un lado, tenemos un rancho en mi familia por generaciones, que quedó a cargo mío desde que mi abuelo falleció hace unos años, ya que soy el que mejor maña se da con los caballos. Tenemos una manada hace más de veinte años, los criamos y a veces viajo para traer algún caballo nuevo, mantener la sangre variada y fresca. Los crío y domo, algunos se venden, y otros quedan en el campo.
- Ya veo, qué interesante.
- Sí, me gusta mucho, es tan relajante como emocionante, no son caballos fáciles, tienen un temperamento fuerte e independiente. Por otro lado, podría decirse que soy un asistente del sheriff de vez en cuando, y lo ayudo a "cazar" algunos forajidos o gente escurridiza y problemática, para mantener la paz en el pueblo. Practico tiro desde pequeño, no quiero alardear, pero tengo la mejor puntería del condado. ¿Y tú? ¿Qué te trajo a estos rincones del condado?
- Tuve que mudarme con mi familia porque mi hermana mayor necesitaba un lugar con clima seco y templado para vivir, por temas de salud. Y yo, a decir verdad, estoy buscando mi lugar. También trabajo domando caballos salvajes, sólo para venderlos, o ayudo a mejorar comportamientos alterados o peligrosos de los ya domesticados... Aunque la verdad es que el problema no es de los caballos en sí, sino de lo que los humanos hicieron con ellos con su trato rudo, son más bestias que los mismos animales.
- Nunca mejor dicho, coincido completamente –Asintió Stan.
- Así que hago eso, y también soy una buena cazadora, así ayudo a mi padre y él se encarga de preparar cueros, lana y esas cosas. Quiero hacer más, pero tengo que avanzar de a poco por más que lo encuentre frustrante, porque el "mundo de hombres" es de lo más hipócrita e injusto, ya me tienen harta con sus decretos de qué puede o qué no puede hacer una mujer.
- Personalmente creo que, si la persona hace bien su trabajo, da igual si es hombre o mujer.
- Exacto, esa es la idea... Pero no todos piensan igual, y ni que hablar de lo intimidados que se sienten cuando una mujer hace su trabajo mejor que ellos –Acotó con una sonrisa burlona– Aunque el problema de eso, es que su forma de venganza es no contratándome o hablando mal de mí. Mi padre dice que cierre la boca y no les siga el juego ni los provoque más, pero sinceramente no puedo evitarlo.
- Es complejo, lo entiendo –Murmuró Stan, compasivo– Por mi parte, si quieres luego darme más detalles de tu negocio familiar y tus habilidades, puedo correr la voz del buen trabajo que haces, para que hagas una buena vida sin prejuicios aquí.
- Oh... Gracias, no esperaba eso.
- Me tienen en bastante buena estima en el pueblo y alrededores, por mi familia y mi desempeño, así que no dudarán de mi palabra. Al menos una ayuda para empezar, luego de seguro harás tú misma tu red de clientes. ¿Qué piensas?
- De verdad te agradecería mucho, gracias, Stan, eso sería genial, y muy gentil de tu parte.
- Me gusta cómo piensas y cómo te expresas, además de que ya vi lo bien que está tu caballo. No está nada mal lo que haces, apoyarte no me cuesta nada, y a ti y tu familia les ayudaría mucho a asentarse en un pueblo nuevo.
- Me sorprende un poco que lo veas así, no es lo común en los hombres locales.
- Agradécele a mi hermana cuando la veas –Dijo con una sonrisa– Tengo una hermana mayor, que es la que me enseñó muchas de las cosas que hago hoy día. Es así como tú, muy segura e independiente, no le tiene miedo ni a los osos. Así que desde chiquito que sé perfectamente lo que son capaces de hacer las mujeres. Y vaya si me ha pateado el trasero más de una vez.
- ¿Así que eres hermano menor?
- No, soy el del medio, tengo dos hermanos más pequeños, uno de quince años y otro de nueve. Mi hermana se casó hace tres años, así que se está dedicando a criar a su propio renacuajo ya. ¿Y tú? ¿Sólo la hermana mayor que mencionaste?
- Sí, Ruri, es dos años mayor que yo. En mi caso somos bastante distintas, ella es mucho más tranquila y estudiosa, ama leer y sabe llevar las cuentas de nuestra economía familiar, mientras que yo soy más de la acción. Nos llevamos muy bien, pero por nuestra personalidad, yo aprendí de mi padre los oficios más duros, siempre los disfruté naturalmente.
- De seguro nos conoceremos todos personalmente. Por lo pronto, cuenta con esas recomendaciones, ojalá les lluevan clientes.
Kohaku le agradeció nuevamente, su corazón más ligero y aliviado, y eso en definitiva sumó muchos puntos de su opinión personal de Stan. Fuera un seductor nato o no, percibía honestidad y calidez en sus palabras, era bueno hacer amigos. Continuaron hablando un buen rato más, de asuntos personales y otros más triviales, llevándose bien y coincidiendo en varios temas, sin querer terminar la charla. Con toda naturalidad, un tema de conversación llevaba al siguiente, y pasaron en poco más de una hora de interesantes debates a carcajadas por anécdotas divertidas, ya más sueltos y aligerados por el alcohol del segundo vaso de cerveza.
- ¿Y bien? –Interrumpió Kohaku, mirándolo con curiosidad– Dijiste que había una sorpresa, un entretenimiento especial. ¿De qué se trata?
- Ah, eso. Es verdad –Llamó a Brody– Amigo, ¿puedes ocuparte de ponerlo en movimiento? Quiero empezar por hacerle una demostración a mi nueva amiga, de cowboy a cowgirl.
- Claro. Ya está más tranquilo el bar, así que no tengo tanto trabajo aquí. Todo tuyo.
- Excelente, gracias.
Stan se puso de pie, y extendió su mano para ofrecérsela palma arriba a Kohaku. Ella sonrió y se la tomó, siguiéndolo a donde había un objeto voluminoso cubierto con un cuero grande. El piso alrededor estaba cubierto por una muy gruesa y esponjosa alfombra de lana rellena. Con mucha intriga, la rubia observó a Stan quitar el cobertor al objeto, y soltó un jadeo de sorpresa, sus ojos abriéndose mucho y brillando. Frente a ella estaba lo que parecía un toro, aunque hecho artificialmente. Era enorme, de tamaño real, y no sabía si era adorable o intimidante, estaba muy bien hecho, y tenía hasta una montura encima. En lugar de patas, tenía un tubo central metálico, conectado a un sistema mecánico debajo.
- ¡¿Qué es esto?!
- Una nueva atracción, un toro mecánico. Con un control de mando que Brody controla, se mueve a distintas velocidades e impulsos, simulando el deporte del "rodeo". Es muy divertido, aunque puedes salir volando si no te agarras bien o si pierdes el equilibrio.
- ¡Ja! ¡Me encanta! ¿Puedo probarlo?
- Por supuesto, pero primero déjame ser el anfitrión y mostrarte de lo que es capaz. Este es otro que tengo bastante domado –Dijo con gracia, guiñándole un ojo.
Se acercó al toro, subiendo de un ágil salto y voleo, y al instante se oyó un sonoro aplauso alrededor. Era evidente que Stan era muy conocido allí, y por cómo lo animaban, parecía que los demás hombres ya conocían su destreza.
- Para esto necesito mi sombrero –Dijo con una sonrisa, y se lo colocó con una floritura con una sola mano. Se inclinó un poco hacia Kohaku, susurrándole en confidencia y con tono burlón– Ya sabes, me da poderes de vaquero.
La joven dejó salir una risilla, estaba encontrando que Stan era todo un encanto, muy buen humor, actitud y forma de pensar, cada minuto le agradaba más. Se hizo a un lado, y prestó mucha atención a lo que estaba por suceder.
- Brody, empieza tranquilo para mostrarle a Kohaku todo lo que puede hacer este buen invento –Pidió a su amigo.
El vaquero se acomodó bien sentado, se puso un guante grueso de cuero que había allí en una mano, con la cual se sostuvo a un agarre de la montura, y levantó el otro brazo en el aire y hacia atrás, mirando de reojo a Brody y asintiendo con la cabeza. Al instante, el toro mecánico empezó a moverse, y Stan también encima de él. Al principio fue lento, un vaivén en un sube y baja, en el cual el rubio iba moviendo su cadera de forma cadenciosa para acompasar y equilibrar sus movimientos.
Algo que no esperaba Kohaku en ese momento, fue de pronto sentir un cosquilleo agradable y caliente en su bajo abdomen, la forma en que Stan movía su cuerpo podían considerarse muy sensuales, por más que hacía lo justo y necesario para mantener el equilibrio, ella bien lo sabía por montar caballos. Para colmo, él era tan atractivo de por sí, con su escultural cuerpo, su ropa ceñida y su bello rostro, que no le fue muy difícil hacerse otras imágenes mentales trasladando esos cadenciosos movimientos, hasta que sintió cómo se sonrojaba y trató de disimularlo. No ayudó para nada cuando Stan la miró directamente, ojos miel conectando con los aguamarina, y esa provocadora sonrisa que le hizo cosquillear las rodillas.
Pero Brody no iba a ser piadoso, ni dejarlo lucirse tan tranquilo, por lo que de pronto manejó al toro desde el control para que hiciera un brusco giro, que hubiera sacado del asiento a más de un desprevenido. Sin embargo, Stan se había agarrado perfectamente, sus fuertes piernas aferradas al flanco del toro, y su brazo extendido se mantenía al aire como una bandera, ayudando a su equilibrio, mientras con la otra mano se aferraba al agarre de la montura. El ritmo empezó a volverse más vigoroso y salvaje, como un verdadero toro encabritado, con bruscos movimientos arriba-abajo además de los laterales y los giros.
Kohaku dejó salir algún que otro jadeo de nervios, a la vez admirada porque nada separaba a Stan de su montura, parecía un centauro de lo bien que se mantenía arriba. Y lo que era más, aún en esos vertiginosos movimientos, se las arreglaba para que sus caderas se movieran sinuosas de una forma todavía sensual. Luego de unos quince segundos que parecieron una eternidad, el toro se detuvo, y un fuerte vitoreo celebró que el vaquero siguiera en su montura. Stan se bajó ágilmente y controlado, acercándose a su acompañante.
- ¡Oh, dios! ¡Eso fue increíble, Stan!
- Gracias, y eso que Brody fue un mal chico y me puso en aprieto al final.
- ¡No se notó para nada! ¿Cuántas veces montaste un toro?
- ¿Uno real? Ninguno, todavía. A este sí varias veces, al menos una vez por cada noche que venía acá a tomar una cerveza.
- Wow, eso lo hace más increíble, de verdad parecía que practicabas rodeo...
- Nada mal, ¿eh? Ahora es tu turno, diviértete.
Emocionada, Kohaku encaró hacia el toro mecánico y se subió también de un salto limpio y alto, ya con eso ganándose un vitoreo de parte de los presentes. Antes de que empezara, y para evitar que otros hombres le echaran el ojo, Stan se acercó a ella y le puso su sombrero en la cabeza.
- Tómalo como un amuleto para tu suerte de principiante.
- ¡Ja! No necesito suerte –Se inclinó hacia él hasta alcanzar su oído, susurrando de forma coqueta– No hay nada que no pueda montar.
Stan alzó una ceja con interés, tratando de ignorar el intenso calor que sintió al escuchar la declaración que tenía su lado erótico.
- No lo dudo. Pero quédatelo, no te queda nada mal.
Galante, y también para dejar su mensaje en claro a los demás, tomó la mano de Kohaku para darle un beso en el dorso mientras la miraba a los ojos. Fue breve, pero suficiente para sentir un cosquilleo de excitación y entusiasmo, así como lo percibió en ella también. Se hizo a un lado, dejándola tranquila para que se preparara.
La mente de la rubia se había alborotado un poco ante ese beso inesperado, por lo que tragó duro y trató de despejarse para concentrarse. Nunca había montado un toro, ni de verdad ni ese aparato mecánico, y tenía que acostumbrarse primero a lo ancho que era para rodear con sus piernas, ella era unos veinte centímetros más baja que Stan. Imitándolo, levantó la mano cuando estuvo lista, y asintió con la cabeza, sonriendo en anticipación.
El toro empezó a moverse, y por suerte para ella, Brody quiso ser considerado con su inexperiencia, y le permitió unos momentos para acostumbrarse. Kohaku también fue acompasando naturalmente su cuerpo a los movimientos del toro, ese vaivén instintivo para acomodarse. Cuando se sintió más cómoda y entendió cómo seguir, miró al cantinero para mostrarle una amplia sonrisa confiada, dándole a entender que podía subir de intensidad. El moreno así lo hizo, por lo que los movimientos del toro se volvieron más bruscos y rápidos, a los cuales ella logró acostumbrarse. Con la intención de bajarla del juego mecánico, Brody subió un poco más la dificultad, pero sus mejores esfuerzos no fueron suficientes para hacerla caer. Finalmente detuvo el toro, y una ola de vítores volvió a inundar el salón.
- ¡Otra vez! ¡Hazlo otra vez, chica! –Gritó entusiasmado un hombre desde el público.
- Yee-haw!
- ¡Déjala una vez más, Brody! –Exclamó otro.
- ¡Snyder tiene competencia! ¡Un poco de práctica y monta mejor que él!
Kohaku alzó los brazos a lo alto en victoria, orgullosa de haber ganado, y buscó con la mirada a Stan, que estaba aplaudiendo con una gran sonrisa a la par de los demás.
- ¡JA! ¿Lo ves? ¡Te dije que podía montarlo!
- Lo veo, y no voy a desmerecerlo con la "suerte de principiante". De verdad fue todo mérito, tuyo, nada mal, ¡nada mal!
- Ya que lo piden, me gustaría probar otra vez.
- Si el pueblo pide... todo tuyo, vaquera.
Kohaku asintió, divertida, y volvió a acomodarse bien antes de empezar. Sin embargo, cuando miró a Brody, vio que él le estaba haciendo unos gestos que alcanzó a entender. Por un momento dudó si se animaría a hacerlo, pero luego miró de reojo a Stan, y sonrió con picardía, dos podían jugar ese juego. Levantó las dos manos, dando a entender que no iba a agarrarse del toro, y le dio la señal al moreno de que empezara.
- Kohaku, ¿qué haces? –Preguntó alarmado Stan– Puede ser peligroso.
- Peligroso sólo para ti –Contestó la rubia, desconcertándolo.
Stan se volteó a mirar a Brody, confuso, justo cuando el toro empezaba a moverse, por lo que volvió su atención a la joven. Unos segundos bastaron para darse cuenta de lo que se proponía, y sus labios se entreabrieron con sorpresa. El animal mecánico se movía en un sube y baja lento, y Kohaku aprovechaba para acompañar con movimientos muy fluidos y sensuales, exagerando el movimiento de su cintura y caderas para lograr el efecto. El rubio quedó encantado como la serpiente ante el músico, mientras no podía quitar la mirada ni lo más mínimo de cada provocador movimiento de Kohaku.
Todavía con los brazos en altos, ella parecía una bailarina, tan confiada y natural. Alentándola, varios hombres aullaron entusiasmados, aunque otros tantos estaban tan absortos como Stan. Adrede, la rubia miró al vaquero, nuevamente orbes miel y aguamarina encontrándose magnéticamente a la distancia, y él inspiró bruscamente ante el intenso calor que sintió recorrer su cuerpo. Aún en los giros del toro un poco más impulsivos y bruscos, Kohaku ondeaba su cuerpo como una odalisca, acompañando y hasta anticipando con su cuerpo el movimiento para mantener el equilibrio. La chica sabía montar.
Muy confiada con su equilibrio, la rubia incluso se sentó rápidamente para apoyarse en sus rodillas y continuar así, ganándose una ovación de la gente gracias a su impecable desempeño. Volvió a sentarse con una pierna a cada lado, y recordó en ese momento un ejercicio de confianza que había hecho con su caballo una vez. Se inclinó hacia atrás, su espalda formando un puente, hasta que apoyó la coronilla de su cabeza en la parte trasera del lomo del toro mecánico, y luego relajó su cuerpo hasta apoyarlo completamente, quedando recostada, aunque con sus piernas todavía sosteniéndose con fuerza. Con un impulso adrede que provocó Brody, sumado a una vertiginosa inclinación, Kohaku volvió a su lugar, y el juego se detuvo.
El estallido de entusiasmo de la cantina se oyó al instante, sentados y haciendo bromas de que la joven montaba mejor que ellos. El único cuya sonrisa estaba casi ausente era Stan, sus labios seguían entreabiertos en incredulidad, y tenía un evidente sonrojo en sus mejillas. Satisfecha, Kohaku amplió su sonrisa y se bajó del toro, nuevamente alzando una mano en señal de victoria, se había divertido mucho, y había sido una diversión inocente, aunque sensual. Con ánimo provocador, se acercó a Stan.
- ¿Puedes superar eso, vaquero? –Lo desafió.
Volviendo al presente, el rubio parpadeó un par de veces, y le sonrió de forma felina.
- Sí, puedo. ¿Todo vale?
- No sé a qué te refieres con "todo", pero está bien, hazlo interesante si te atreves.
Aprovechando que Kohaku no había sido explícita en qué tenía que superar, si en habilidad o en sensualidad, Stan optó por lo segundo. Volvió a subirse al toro, también mostrando sus manos en alto. Antes de empezar, miró a su acompañante.
- Mi sombrero, por favor.
Kohaku estaba a punto de quitárselo de su cabeza, cuando el hombre se inclinó un poco a un lado, aferrándose con fuerza con sus piernas, para apoyar sus manos en los costados de ella, y levantarla en el aire para subirla también al toro, delante de él y mirando ambos al frente.
- ¡¿Qué haces?! –Exclamó sobresaltada.
- Ahora que lo pienso, prefiero el combo completo. Dijiste que "todo vale".
- Oh...
- ¿Me agarro yo del toro, o lo haces tú?
- ¿Un rato cada uno? –Contestó la rubia, y levantó las manos.
Asintiendo, Stan coló una mano alrededor de la cintura de la joven para afirmarse en su agarre. Risas y aullidos provocadores se oyeron entre los clientes, y antes de que Kohaku pudiera decir una palabra más, Stan alzó el brazo y gesticuló a Brody para que empezaran. Como el meneo inicial era lento, el vaquero aprovechó para bajar su otra mano y abrazar la fina cintura de ella. No tenían mucha amplitud de movimiento siendo dos y estando tan juntos, pero era el suficiente para acompasar en sincronía sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Entre suaves giros y sube y bajas, la danza que no ocultaba su sensualidad se sintonizó entre los dos, y cada tanto Brody los sorprendía con algunos movimientos más bruscos, haciendo chocar y pegar sus cuerpos.
Luego cambiaron, Kohaku se encargó de agarrarse al toro, y Stan dejó sus manos en la cintura de ella. Un calor intenso no tardó en formarse en el bajo vientre de ambos, entre imágenes y sensaciones candentes, por más que trataran de disimularlo.
- ¿Me lo pareció, o me quisiste provocar antes, al ofrecer ese show tan sensual? –Preguntó en voz baja Stan, contra el oído de ella.
- Tómalo como prefieras –Contestó Kohaku, con una fina sonrisa.
El vaquero alzó una ceja, interesado, esa chica era una diablilla. No pensaba dejarlo así, y era excitante ese doble juego, lejos de los oídos de los demás. Adrede, soltó una exhalación contra la oreja y la piel de ella. La respiración caliente del rubio cosquilleó el cuello, y Kohaku dejó salir un suave gemido.
- Oh, ¿qué fue eso? Qué dulce voz... –Le susurró Stan– ¿Te gusta sentirme detrás de ti?
- Creo que me gustaría más sentirte debajo de mí –Contestó ella en el mismo susurro provocador, ladeando ligeramente su cabeza.
- Ya llegaremos a eso, preciosa, no te preocupes. Ahora no podemos dar un show, o al menos no uno como el que tenemos en mente.
Aprovechando que en ese momento el rostro de él estaba parcialmente oculto para los demás, rozó de forma brevísima el lóbulo de la oreja de Kohaku con la punta de su lengua, sonriendo cuando sintió el notorio estremecimiento de ella. Satisfecho con que ya estuviera claro el juego entre ellos y lo que querían que sucediera eventualmente, dejó de torturar sensualmente a su compañera de monta, y se concentró en moverse para ayudar al equilibrio, en cuando sintió que Brody había aumentado la velocidad. Los aplausos y exclamaciones de ánimo se oyeron fuerte, cuando el cantinero no tuvo piedad con ellos y los sacudió hábilmente, pero todos allí tuvieron que admitir que Kohaku y Stan eran de los mejores jinetes que habían conocido nunca, ni siquiera en la incómoda situación de montar juntos se desequilibraban ni caían, incluso se compensaban para ayudarse mutuamente.
Finalmente, el toro se detuvo, y una ronda de vitoreo inundó el salón. Kohaku bajó primero, Stan detrás de ella. El rubio miró con intención a Brody, y luego volvió su atención a la joven, aunque sin decir nada, ella tampoco, podía sentirse perfectamente una agradable tensión sexual entre ellos.
- ¡Bueno, bueno, señores, señoras y señoritas, a eso llamo yo un buen cierre! ¡Terminen con calma sus bebidas, pero tengo que volver a mi casa, que mi mujer e hijo esperan! –Anunció el cantinero.
Kohaku y Stan se sentaron nuevamente en la barra, para descansar un momento de tanto ajetreo del juego mecánico, aceptando un vaso de agua fría de Brody. Se quedaron en un cómodo silencio unos minutos, saciando su sed por el acaloramiento, mientras los otros clientes se iban retirando de a poco. Podía sentirse entre ellos dos una expectativa, como si ninguno quisiera darle un cierre a esa noche, dado lo que había surgido entre ellos, entre esos comentarios y roces ardientes. Sin embargo, fue Kohaku la que tomó la iniciativa cordial.
- Parece que la noche termina por hoy. Gracias por invitarme, Stan, lo pasé muy bien y fue divertido. Será hasta una próxima vez.
- No necesariamente –Contestó Stan– Verás, Brody dijo que iba a cerrar pronto, pero somos muy buenos amigos, así que no tenemos por qué apurarnos a irnos nosotros, yo puedo cerrar el lugar. Si tú quieres, claro. A mí me gustaría mucho quedarme un rato más contigo.
Lentamente, movió su mano sobre la mesa para acercarla a la de ella con la intención de tomársela, atento a la reacción, si lo rechazaba o se mostraba incómoda, o si lo aceptaba. Cuando lo último sucedió, se la tomó con más seguridad, sonriendo calmo.
- Por supuesto que puede ser otro día que nos veamos, sin presiones. No sé tú, pero yo siento algo especial entre nosotros.
- Sí... Yo también –Asintió Kohaku, reflejando su sonrisa– Me siento cómoda y me dejé llevar, no suelo ser así cuando apenas conozco a alguien, pero se siente bien contigo, y me gustó cómo conversamos y nos entendimos. Está bien, me quedo, podemos divertirnos un poco...
- Y si quieres, hay algo más que quisiera probar...
Mientras decía eso, su tono de voz iba bajando a uno más suave, así como su mirada bajó por un momento a los labios de ella. Kohaku se sintió inmediatamente atrapada por esa mirada y lo que estaba implícito, también coincidía en ese deseo. Unos intensos minutos pasaron, en que ninguno se dispuso a sacar un tema de conversación que los distrajera de ese clima tan particular, en que sus ojos seguían conectados, y los dedos de la mano de Stan se movían ligeramente para acariciar de forma delicada la de la rubia.
Cuando finalmente el local se vació por completo a excepción del dueño y de ellos, Stan se puso de pie y le jaló apenas la mano para guiarla a seguirlo. Compartió una mirada cómplice con Brody, que asintió y soltó una risa suave. Kohaku lo oyó, y volteó a mirarlo con curiosidad, sin entender esa comunicación sin palabras entre ellos. El rubio la guió otra vez hacia el toro mecánico, y sin decir nada se subió, aunque al revés, dándole la espalda a la cabeza del toro. Palmeó lo que quedaba del asiento delante de él, y extendió su mano hacia la joven para invitarla a subir. Intrigada pero dispuesta, ella subió de un salto, quedando frente a frente con él.
Antes de que pudiera hacer alguna pregunta o comentario, Stan la agarró de las caderas y la jaló hacia él, haciéndola acomodar sus piernas encima de las suyas. Kohaku entendió al instante la provocadora idea que le estaba proponiendo, y se acomodó para tener un mejor equilibrio. De pronto, las luces de la cantina se apagaron en su mayoría, quedando encendidas sólo la que tenían encima de ellos. La rubia pensaba que eso sería simplemente la idea de continuar donde habían quedado antes, por lo que se sobresaltó cuando de pronto el toro empezó a moverse. Miró algo cohibida a su compañero y luego de reojo en dirección al cantinero.
- No contaba con que tuviéramos un espectador.
- No lo será, es un hombre discreto, no necesita mirar aquí para saber cómo está moviendo los controles –Miró a su amigo– Fíjate, se dio vuelta y todo, es todo un caballero.
- ¿Planearon esto? –Preguntó con una sonrisa suspicaz.
- No, para nada, es la primera vez que haré algo así aquí –Se acercó a ella, recortando la distancia de sus cuerpos– Fuiste tú la que me dio la idea, cuando te moviste tan sensual antes, y con nuestra primera "monta" juntos.
- Ya veo...
Si la tensión sexual de ambos antes había sido intensa, poco a poco en los minutos siguientes empezó a hacerse casi insoportable. Todavía mantenían cierta distancia, mientras los cuerpos de ambos se meneaban en sintonía en forma de "S" para acompañar los movimientos del toro, llevando sus troncos y caderas hacia adelante y hacia atrás. Los ojos de ambos captaban no sólo la expresión de sus rostros, reflejando esa atracción cada vez más candente, sino los tentadores movimientos de sus cuerpos, ya sin timidez alguna en ser bien claros con la provocación sexual anticipada, sólo generando deseo con el potencial.
El ritmo del toro no varió, manteniendo ese vaivén y giros suaves, a la par de ellos, como si fuese una suave música de fondo. Los rostros de ambos se iban acercando, aunque deteniéndose a milímetros de tocarse, suficiente para que sintieran sus suaves y cálidos alientos que ya les producían agradables cosquilleos en el cuerpo. El calor y las ganas de besarse o acariciarse iban en aumento, verdaderamente volviéndose insoportables, mientras ese aire cálido los recorría por las mejillas, el cuello, los oídos y los labios entreabiertos.
Finalmente, la ansiedad e impulsividad de Kohaku por un poco de alivio ante tanta tensión sexual pudo más, y acercó las manos a él con la intención de tocarlo, pero Stan negó con la cabeza. En su lugar entrelazó sus dedos con los de ella y levantó los brazos de ambos por encima de sus cabezas.
- Sin manos. Se dice que un verdadero jinete puede llevar a donde quiere a su caballo sólo usando las piernas, las caderas y su "asiento", sin montura ni riendas. Es la única forma con los corceles salvajes.
- ¡Ja! Es verdad, lo he hecho así.
- Entonces muéstrame lo bien que sabes montar a pelo, cowgirl.
Ya que el desafío estaba planteado, Kohaku acomodó las piernas para aferrarse mejor alrededor de las de Stan y del toro al mismo tiempo, y aprovechando el apoyo que ofrecía sus manos juntas, se impulsó para sentarse directamente sobre el regazo del rubio. Lo oyó jadear con sorpresa, también agradecido con un poco más de contacto a pesar del juego de provocación propuesto, y se aseguró de mantener con firmeza sus dedos apretados, dándole el claro mensaje de que no pensaba dejarlo alejarse una vez que estaban llegando a eso.
Dispuesta a no tener piedad con él hasta que finalmente cediera a lo que ambos estaban ansiosos por compartir, Kohaku empezó a moverse sobre él, exagerando el meneo que haría con sus caderas sobre el toro para mantener el equilibrio, con toda la intención de frotarse contra la entrepierna de Stan sin disimulo, aunque de una forma cadenciosa y sinuosa. Eso robó de inmediato un sonoro jadeo de parte de él, por lo que la rubia sonrió satisfecha. Bastaron un par de movimientos así para que fuera ella la que tuviera que contener una expresión de placer, al sentirlo finalmente tan duro como el toro mecánico que tenía debajo. La fiera expresión de puro deseo que adquirió en ese instante el rostro de Stan, fue suficiente para casi robar un gemido de los labios de ella, esos ojos miel se habían vuelto mucho más oscuros y fogosos.
En ese momento, el vaquero maldijo su propia iniciativa de que no usaran las manos, con tanta excitación le estaba costando horrores no quebrar su propia voluntad, y sostener a Kohaku desde su cintura de avispa para guiarla a mantenerse frotándose contra él, la sensación tan candente siendo evidente incluso por encima de la ropa de ambos. Como si ella le hubiera leído el pensamiento, la oyó soltar un bufido de impaciencia, y luego soltarse del agarre de las manos para apoyar sus firmes dedos como garras en la nuca de él, hundiendo sus dedos en la cabellera rubia, lo que le generó un agradable estremecimiento.
- Oh, ya basta de juegos –Gruñó Kohaku.
Sin esperar su respuesta, la vio recortar la escasa distancia que los separaba para finalmente unir sus labios, de una manera un tanto brusca, aunque tan decidida a besarlo como si no hubiera mañana, que él no pudo hacer más que gemir en su boca y corresponderle con la misma intensidad. Probaron sus labios una y otra vez, ladeando en sintonía sus cabezas para que no quedara nada de ellos por explorar. Provocaciones con ligeras lamidas o suaves mordiscos no quedaron exentos, hasta que su pasión apenas contenida llegó a un nuevo nivel, y Stan empujó su lengua contra la de ella, sin contenerse en invadir su boca.
- Al fin te decides a hacerlo más interesante, vaquero –Dijo la rubia con voz acaramelada, mirándolo con los ojos entrecerrados, en cuando se separaron brevemente y pudo tomar una bocanada de aire.
- No puedo quedarme atrás cuando estás tan decidida, no tienes idea cuánto te deseo en este momento.
- Hazme la idea, y algo más. ¿Eso sí puedes hacerlo?
- Por supuesto.
Ese fue el turno de Stan de avanzar, bajando las manos para acariciarle los muslos y hundir sus dedos en la firme piel expuesta, subiendo y alcanzando a colarlos por debajo de la tela del short de Kohaku, apretando parte de su trasero. Encantada, la rubia rió de una forma suave y seductora, y se empujó hacia él para volver a hacer más contacto entre sus entrepiernas.
En ese momento fue cuando se percataron de que el toro mecánico se había detenido, y cuando levantaron la vista al mismo tiempo hacia el cantinero, vieron que ya caminaba hacia la puerta trasera, saludándolos con una mano sin voltearse ni decir nada.
- Creo que se dio cuenta que pronto se iba a poner demasiado incómodo si seguía por aquí, aunque si te soy sincero, me había olvidado por completo que estaba.
- Yo también –Reconoció con culpa y una pizca de vergüenza– Mejor así, que este aparato se quede quieto de una vez.
- Entonces puedo hacer esto...
De forma repentina, Stan se inclinó mucho hacia adelante, haciendo a Kohaku soltar un jadeo de sorpresa y que se aferrara con fuerza a él. Rió por lo bajo y le acarició los brazos para darle a entender que se relajara, empujándola un poco más con su cuerpo hasta que la guió a que se acostara sobre el cuero del lomo. Sin darle tregua, comenzó a depositar abiertos y húmedos besos en su cuello, bajando por la clavícula y aprovechando para saborear cada trocito de piel que encontraba expuesto. Los ronroneos de gusto que la joven emitía no hacían sino excitarlo mucho más, y estuvo tentado de arrancarle esa corta camisa anudada que llevaba puesta.
Se contuvo, sólo para alcanzar a la siguiente parte de piel expuesta lista para besar como si pretendiera devorarla, ese firme abdomen que Kohaku tenía, y se permitió dar suaves mordiscos en su cintura. Le fascinaba la sinuosa curva que tenía allí, tan perfecta para que esa fina cintura se fuera convirtiendo en las amplias caderas de las que volvió a aferrarse mientras la besaba allí, con la carne suficiente para tener ese generoso y precioso trasero que cargaba.
Cuando exploró dejó su huella húmeda y ardiente en cada pedacito de piel, levantó la mirada para que sus ojos se encontraran, y sin interrumpir la conexión llevó sus manos para desabrocharle los primeros botones del short de jean, pasando su lengua plana para provocarla justo al comienzo de su ropa interior. La sintió estremecerse, y luego rápidamente subió sus manos al nudo de la camisa para desatarlo y poder ver más de ella, estaba desesperado por completar la imagen de la diosa amazona que tenía frente a sus ojos. Una vez que reveló su sostén, llevó la mano al broche que lo tenía cerrado, y miró a los ojos a Kohaku para asegurarse de que no tenía problema con eso, por más que pareciera obvio por la situación en la que se encontraban. En cuanto ella asintió, lo abrió y se lo quitó, lanzándolo a un lado.
Al fin pudiéndola contemplar parcialmente desnuda, se encontró con los grandes y jóvenes pechos luciéndose ante él. Con el más ligero toque de las yemas de sus dedos los rozó y recorrió, ambos, oyendo su dulce gemido cuando la caricia alcanzó sus rosados y erguidos pezones. Volvió a mirarla a los ojos con una sonrisa seductora, preguntándose si el sonrojo que coloreaba las mejillas de la joven eran por repentino pudor, o por mucha excitación. Cualquiera fuera el caso, le mantuvo la mirada mientras acomodaba su posición para quedar un poco más recostado sobre el toro, de forma de acceder cómodamente a poder acercar su boca a esos divinos pechos.
Acarició con sus labios entreabiertos uno de ellos, dejando algunos besos en el camino, encantado con la sensación de cómo cedían y se amoldaban a la presión de sus labios, tan tersos, blandos y a la vez firmes. Una vez satisfecho con esa primera recorrida, volvió a complacerla allí, sólo que ya sin timidez dedicándose a saborearla con su lengua, lamiendo y al instante succionando la piel, como si la estuviera besando en la boca. Podía oírla gemir más fuerte, su dulce voz cargada de placer y deseo era música para sus oídos, quería más de eso también. Pasó a dedicarle la misma atención al otro pecho, acompañando con su mano para acariciar el que había abandonado, entre masajes y suaves pellizcos. La oyó soltar un grito ahogado cuando rozó su sensible e hinchado pezón con sus dientes, jalándolo hacia él, aunque al instante compensó su brusquedad con largo y húmedo beso.
La había consentido y saboreado tan bien, que su piel lechosa se había vuelto más rosada, una visión que evidenciaba a la perfección que había cumplido su palabra con demostrarle cuánto la deseaba. Dejándola descansar un breve momento, se irguió para desabotonarse la camisa, tenía demasiado calor, y sin quitar la mirada de los ojos aguamarina, arrojó su prenda a un costado. Aprovechó para abrir y quitarse el cinturón, así como desabotonar también los botones de su pantalón, su notable erección ya estaba ejerciendo una dolorosa presión contra la dura tela. No era mala idea adelantar y quitarse sus zapatos y las botas de ella, por lo cual también lo hizo.
Kohaku quedó boquiabierta, no sólo porque se estaba recuperando de la increíble forma en que Stan le había besado buena parte del cuerpo con tanta pasión y entrega, sino porque apenas podía creer la escultural figura del hombre que tenía enfrente. Se había hecho a la idea que él tendría un buen cuerpo, pero no se esperaba ese nivel de musculado tan escultural y a la vez esbelto, el punto justo. Todo era perfecto y delineado, sus fuertes brazos, sus firmes pectorales, el abdomen marcado en detalle tanto que podía ver cada músculo a simple vista, y alcanzaba a ver la musculatura de su bajo vientre, esa "V" que por un momento tuvo un fuerte deseo de acariciar, unos vellos más oscuros empezando a crecer desde allí, perdiéndose en lo que todavía no podía ver por culpa de los pantalones. Por no decir que, aún con los botones abiertos, parecía que iba a reventar de cuánto lo llenaba, ¿qué demonios tenía entre las piernas ese hombre?
- Quiero tocarte, todo –Dijo con la voz cargada de deseo.
Casi al instante, se arrepintió y se sintió abochornada cuando se dio cuenta que lo había dicho en voz alta, no había sido su intención ser tan directa y obvia. Sin embargo, la respuesta del rubio fue una alegre y seductora risa, asintiendo, y fue él quien entonces, sin dejar de mirarla, se fue echando hacia atrás hasta quedar casi recostado sobre la parte delantera del toro, doblando los brazos hacia atrás para agarrarse a cada cuerno y así tener un apoyo más seguro. Si era posible, esa vista de él era incluso más caliente, sus brazos flexionados perfilando cada músculo, en el lenguaje del cuerpo de él se leía claramente que estaba entregándose a ella.
- Puedes hacer algo más que tocar, si quieres –La incitó, guiñándole un ojo.
Ese fue el turno de Kohaku para incorporarse y tomar la iniciativa. Se apoyó también en los cuernos, arqueando su cuerpo hacia abajo mientras miraba a los ojos miel de Stan, para así rozar sus pechos contra el abdomen y subiendo por el torso de él, y volviendo a bajar, repitiendo la provocación. Ante la sensual sonrisa que adornó los cincelados labios del rubio, ella se la devolvió antes de recortar la distancia entre ambos y darle un largo beso, empujando su lengua contra la de él como una caricia, aunque sus manos no iban a ser igual de delicadas. Se acomodó para equilibrar su cuerpo, y así poder empezar a tocarlo tanto como deseaba.
Fue deslizando sus manos desde el cuello hasta los hombros, para luego rodearlos y acariciar con buena presión y los dedos extendidos y separados sus macizos pectorales de forma ascendente. Stan ronroneó sensualmente ante eso, encontrando muy agradable el toque, así como cuando ella continuó bajando y le delineó cada músculo del abdomen con la yema de sus dedos, girando su mano en el camino para que al final las puntas de estos alcanzaran a tocarle el pubis, colando apenas la mano por debajo de los calzones. El rubio abrió los ojos con sorpresa, no se esperaba que ella fuese casi tan directa con eso, aunque le encantó el atrevimiento.
Dejando la tentación a medias, Kohaku empezó su camino ascendente por el cuerpo de él, desde su bajo abdomen, a base de lentos y suaves besos, una dulce tortura con el objetivo de impacientarlo y hacerlo desear más. Sin prisas, se dedicó a su tarea con diligencia, saboreando cada trocito firme y cálido de piel que sus labios probaban, ese hombre era una delicia. Sus manos no quedaron ociosas, mientras acariciaban también con suavidad la cintura y los costados de él. Cuando finalmente terminó el ascenso, se recostó lo más que pudo sobre él y volvió a juntar sus labios. Jadeó cuando Stan atrapó su labio inferior entre sus dientes y lo jaló.
- Si tu intención era calentarme demasiado con toda esa fingida delicadeza tuya, lo lograste –Susurró el rubio contra sus labios, tratando de volver a mordisquearla– ¿Con tanto cariño domas a tus corceles?
- Claro, hago que ellos me pongan atención y vengan a mí a voluntad –Respondió, coqueta– Ahí es cuando se produce la magia, si ellos son los que me buscan.
- Nada mal. ¿Estoy en posición de sugerirte algo?
- Tal vez, ¿qué sería?
- Que aproveches el momento y me degustes como querías, porque una vez que yo me vuelva a sentar, no voy a estar tan manso.
- ¡Ja! En otras palabras, me estás pidiendo, rogando, que sea un poco más ruda.
- Tómalo como prefieras –Replicó Stan con una sonrisa pícara, devolviéndole sus palabras.
- Bien. Pensaba hacerlo, pero verte ansioso por ello tiene un sabor más dulce y picante.
- Así te veo exactamente a ti, ya veo por qué te gusta. Dulce y picante, nada mal.
Compartiendo una sonrisa cómplice y provocadora, Kohaku le dio un último beso casto en los labios, sorprendiéndolo con los siguientes cuando lo empezó a besar de una forma mucho más apasionada, sin darle tregua. Cubría la firme piel del rubio con su boca abierta, cerrando sus labios y succionando al final de una forma más fuerte y sonora, a la par que lo tentaba con ardientes lamidas en sus pectorales y abdomen, rozándolo con el filo de sus dientes y cada tanto mordisqueando y jalando con cuidado.
- Oooh, yo sabía que tenías una fiera dentro –Gruñó Stan, encantado– Sigue así.
Kohaku sonrió entre sus ataques sensuales, sintiendo un tirón en su bajo vientre cada vez que oía los lujuriosos gemidos del hombre, sin timidez alguna. Subiendo la intensidad un poco más, se acomodó para sentarse directamente sobre la muy abultada entrepierna de él, y se inclinó hacia delante para repartir esos besos más salvajes en el cuello y el lóbulo de la oreja de él, sintiéndolo estremecerse y jadear. Sin embargo, ella también se sobresaltó cuando las manos de Stan pasaron de los cuernos del toro mecánico a aferrarse al trasero de ella, sonriendo con diablura.
- Aquí te tengo, al fin.
El vaquero empezó a mecerla en un vaivén para que se frotaran sus sexos a través de la ropa, estaban tan bien alineados que los dos gimieron sonoramente ante la sensación. Disfrutaron de eso un buen momento, Kohaku también acompañando con sus propios movimientos, ella quería eso tanto como él, el calor y la necesidad de más que estaba sintiendo se estaba volviendo insoportable.
Ansioso, Stan quería sentir un poco más directo ese placer, por lo que llevó las manos a la prenda de ella para desabotonarle lo que faltaba y tironeó del short para sacárselo. Kohaku tuvo que cambiar a echarse hacia atrás para apoyarse en la parte trasera del toro, y así poder levantar las caderas para que él pudiera terminar el trabajo. En cuanto quedó en sus bragas, sintió la mirada de deseo y admiración de Stan, y ella aprovechó la interrupción para dejarlo en igualdad de condiciones. Sin embargo, con su picardía fue un poco más allá, y también arrastró los calzones junto con los pantalones. Un rincón de su atención oyó la risa seductora del rubio, que no le molestó quedarse completamente desnudo, mientras la mayoría de su mente quedó sorprendida y abrumada, boquiabierta sin poder evitarlo. Se lo había imaginado al sentirlo debajo de ella, pero no terminaba de creer lo generosamente dotado que estaba ese hombre.
- ¿Te gusta lo que ves? –Inquirió Stan, y le hizo una broma provocadora– Con tantos sementales cerca, no pensé que te intimidaría.
- Sí, pero tú no eres uno de verdad –Murmuró.
- Podrás comprobarlo por ti misma después. Ahora ven aquí, yo también quiero sentirte toda. No te preocupes, iremos de a poco, todavía hay más que quiero probar de ti.
Stan se adelantó para ayudarla a quitarse las bragas, lanzándolas a un lado junto a las demás prendas. La miró a los ojos, y sonrió cuando vio nuevamente ese tierno sonrojo que nada tenía que ver con la excitación del momento, así que la chica tenía todavía algo de inocencia a pesar de ser tan salvaje. La agarró por la cintura, y la levantó para acomodarla una vez más en su regazo, los dos dejando salir un ronco gemido ante el primer contacto verdaderamente caliente de sus sexos juntos.
Para hacerlo interesante, Stan se quedó en esa media posición, ni sentado ni recostado, y dejó las manos en la cintura, para sostenerse y a la vez ayudar a guiarla. Manteniendo sus piernas a los lados del flanco del toro, empezó a impulsarse suavemente para frotarse juntos, también incitándola a moverse en sincronía.
Kohaku entrecerró los ojos al sentir el enorme placer de ese grueso miembro frotándose contra ella, todos los mejores puntos. Un intenso cosquilleo la recorrió de pies a cabeza, y extendió sus brazos para alcanzar a abrazarlo por el cuello para sentirse un poco más segura, agradecía internamente que él la estuviese sosteniendo, se iba a derretir en cualquier momento, y eso recién habían comenzado. Con ese buen soporte, pudo empezar a moverse a la par, gozando enormemente de ese delicioso contacto, era una de esas sensaciones que no quería nunca que se terminaran.
Jadeó de sorpresa nuevamente cuando Stan de pronto se sentó y juntó sus cuerpos, dejando una mano libre para acariciarle un pecho. Para devolver la gentileza y que ambos se sintieran mejor, bajó una mano para rodearle el miembro y erguirlo, empezando a acariciarlo así, mientras la suave piel de su intimidad se frotaba contra el tronco y los hinchados gemelos. El rubio gimió sonoramente, asintiendo con su cabeza ya que no podía emitir palabra, y se acercó para besarla profundamente, de inmediato sus lenguas danzando en perfecta sintonía.
Interrumpiendo el beso, Stan ladeó la cabeza para besarle el cuello, encantado con cómo ella lo había estirado a un lado para facilitarle el acceso. La sentía cada vez más relajada entre sus brazos, a la vez que la intimidad entre ambos aumentaba. Le gustaba que fuese confiada y atrevida, a la vez que tenía una tierna dulzura, eso le hacía mantener más el control y su cuidado hacia ella, era una combinación bonita y se sentía muy bien. Bajando un poco de intensidad, la rodeó con sus brazos para contenerla y acariciarle la espalda.
- Me tienes cautivado, todo contigo me gusta... –Le dio un beso juguetón en la comisura de los labios– ¿Serás una brujita?
- No sé de brujería –Rió, divertida, y luego lo pensó– Hmm, aunque puede haber algo de eso, lo mío es la intuición.
- Podría decir lo mismo de mí, confío en mi instinto e intuición primero, siempre. ¿Y qué te dice tu intuición ahora?
- Que está de acuerdo con que eres un hombre agradable, tal como dijiste a la tarde.
- Oooh, ¿viste? Te lo dije. Me alegro que lo hayas confirmado.
- ¿Y la tuya?
- Veamos... Mi intuición me dice que no fue casualidad que nos encontráramos hoy, y que por algo estamos aquí y así ahora –Bajó las manos para acariciarle los muslos– También me dice que eres muy dulce, me atraes como el néctar a un picaflor. ¿Y sabes qué?
- ¿Qué? –Preguntó sonriendo con curiosidad, siguiéndole el juego.
- Quiero seguir saboreando qué tan dulce eres.
Dando ese pie para continuar con lo de antes, llevó las manos a la parte inferior de los muslos de Kohaku, justo antes de las rodillas, para agarrarla de allí y suavemente empujarla hacia atrás, haciéndola recostarse sobre el lomo del toro mecánico una vez más. Sin soltarla, le levantó más las piernas y la jaló hacia él para hacerla apoyar las pantorrillas sobre sus hombros, una a cada lado. Con una sonrisa sensual y una mirada que volvía a expresar su deseo por ella con toda claridad, la sostuvo de las caderas y acercó su rostro, para así poder hundirlo entre las piernas y alcanzar su intimidad, depositando un tentador beso con lengua allí.
- Aaah, Dios... –Gimió la rubia, que no se esperaba que él fuera a hacer eso.
- No, soy sólo yo –Dijo Stan, con una sonrisa confiada y jocosa. Repitió el movimiento, haciendo una caricia más larga con su lengua, recorriendo así todo el sexo, y susurró con un tono más acaramelado– Como pensaba, tan dulce...
Kohaku se sonrojó intensamente ante el comentario, y cerró los ojos ante el placer y porque no se animaba a mirar, era demasiado lujurioso, sólo con oírlo había sentido mucho calor. No era una sensación a la que estaba acostumbrada, y el hecho que él lo hiciera con tanta seguridad y demostrando su disfrute y deseo de hacerlo le fundía las entrañas, mientras descargas eléctricas de placer la recorrían desde su centro hasta la cabeza. Se concentró en gozar la sensación, maravillada de lo que le provocaba cada beso y caricia, no había centímetro ni rincón que no explorara y complaciera. No supo a qué agarrarse cuando él se concentró en un punto que la hizo expresar un sonoro gemido, y hasta sus piernas temblaron.
- Oooh... S-Stan...
El rubio no dejó de relamer una y otra vez ese suave botón de placer, y acompañó con deslizar una mano por el abdomen de la joven, hasta llegar a su pecho, acunándolo y acariciándolo. Eso la hizo gemir nuevamente, y sintió cómo ella apoyó casi con desesperación ambas manos sobre el antebrazo y mano de él. Continuó con diligencia, hasta que puso atención al ritmo de la respiración de Kohaku, y entonces cambió a resbalar su lengua hacia abajo para tentar la entrada y concentrarse allí, hasta que hundió su lengua dentro. Oyó el jadeo ahogado de ella y notó el repentino espasmo involuntario, lo complacía mucho lo excitada que estaba, ya lista para él. Sin embargo, no pensaba dejarla a medias, por lo cual empezó a alternar entre ir y volver de introducir su lengua y lamerle el clítoris, que logró hacerla lloriquear de placer.
- No te detengas, por favor, por favor... –Rogó Kohaku entre gemidos.
Consintiendo el pedido, que era lo que de todas formas tenía planeado hacer, se guió por la tensión del cuerpo de ella y su respiración para ajustar sus caricias, paciente y dedicado, hasta que al fin notó cómo su amante se comprimía y por un instante no pudo ni jadear. Bajó mínimamente su intensidad para no abrumarla demasiado, y pasó a darle besos más largos y tiernos en la zona íntima alrededor para acompañarla a recuperarse. Luego se alejó un poco y continuó acariciándole los muslos, sin bajarla de sus hombros hasta sentirla al fin recuperar el control de su cuerpo.
- Nunca... Había llegado así... Con eso –Dijo Kohaku con voz extasiada, mientras respiraba pesadamente.
- Estoy para servir –Contestó Stan a eso con una sonrisa orgullosa, tomándole la mano y dándole un beso en el dorso.
El vaquero la esperó un momento más, manteniendo esas suaves caricias. Cuando al fin la vio respirar profundo y suspirar con una sonrisa, pensó en cómo continuar. Era muy conveniente la posición en la que estaban, relativamente cómodos y equilibrados, o al menos lo más que se podía, teniendo en cuenta el lugar donde estaban haciendo todo eso.
- ¿Podemos continuar, o necesitas más tiempo, Kohaku?
- Estoy bien –Soltó una risilla, todavía sin poder creerlo– Nunca he estado mejor, creo.
- Nada mal, eso me halaga. Entonces, permíteme...
Stan bajó las piernas de la rubia de sus hombros, dejándolas descansar encima de sus muslos, más estable para ella. Para asegurarse que pudiera entrar luego con más facilidad y no incomodarla, empezó a acariciarla con sus dedos, introduciendo uno, luego otro. Se deleitó con sentirla húmeda y el interior había cedido lo suficiente, por lo cual podían continuar.
- ¿Puedo? –Preguntó, avisándole, mirándola a los ojos.
- Sí, sí...
- Si no estuvieras tan lejos de mí ahora, te besaría. Pero quedará para luego eso.
Se tocó el miembro, acariciándose un par de veces para estar bien excitado, y luego guió la punta para tentarla y provocarla en la entrada primero, aprovechando la humedad que había. Se frotó como si fuera un pincel, hasta que la sintió urgida por buscar más, y fue entonces cuando se alineó y comenzó a introducirse de a poco. Los dos gimieron largo y fuerte, con alivio, Stan sintiendo la deliciosa compresión alrededor de la parte más sensible de su miembro, mientras que Kohaku quedó boquiabierta al sentir cómo empezaba a llenarla y expandirla a un punto que la abrumaba, todavía no estaba acostumbrada a tener un hombre tan grande dentro, pero se sentía divino.
El vaquero se tomó un buen minuto para ir profundizando de a poco, entrecerrando los ojos ante tanto placer que le provocaba cada milímetro que se introducía en la cálida y húmeda cavidad, recibiéndolo y calzando como un guante a medida. Cuando llegó lo más al fondo que pudo, sin llegar a la base de su miembro, se quedó quieto un momento, dándole tiempo a Kohaku de acostumbrarse del todo.
- ¿Se siente bien? –Preguntó Stan, con voz suave.
- Si dijera lo que estoy pensando, te sentirías muy halagado –Musitó la rubia, todavía absorta en tratar de absorber todas las sensaciones.
- Ese comentario ya lo hizo, gracias –Dijo con una sonrisa satisfecha– Pero no me interesa tanto que mimes mi hombría, sino que tú te sientas a gusto conmigo.
- Oh, eso también lo hago, no te preocupes.
Tomando eso como un indicio de que ella lo había recibido bien y sin molestias, empezó a moverse lentamente, impulsándose desde sus caderas en un cadencioso vaivén circular, como si estuviera galopando en cámara lenta, y luego para sorprenderla y asegurarse de masajearle internamente cada rincón de su intimidad, lo hizo en círculos horizontales. El largo gemido de su amante y la forma en que ella tocó sus propios pechos, le hizo sonreír de gusto.
- ¿Dónde aprendiste a moverte así? –Preguntó Kohaku en voz baja, más como un comentario en voz baja, una vez más tan sorprendida, que había verbalizado sus pensamientos sin querer.
- ¿De verdad se lo preguntas a un hombre de caballos? –Respondió Stan, alzando una ceja.
- No eres el primer "hombre de caballos" que conozco –Replicó mordaz la rubia.
- Entonces los otros no eran tan buenos jinetes, y tampoco se preocuparon por cómo hacer sentir bien a su chica.
Zanjando allí el asunto, Stan se inclinó hacia adelante, apoyando las manos con sus brazos extendidos en los costados del lomo del toro mecánico. Eso hizo sus suaves empujes mucho más profundos, además de mantener los pubis de ambos en constante y deliciosa fricción, haciendo inspirar bruscamente a Kohaku, que una vez se repuso de la sorpresa, asintió con la cabeza y mostró una sonrisa de puro gusto, llevando sus manos para aferrarse a las nalgas de él, manteniéndolo así cerca. Consintiéndola, siguió moviéndose así un buen minuto, deleitándose con las extáticas expresiones de placer del rostro de ella. Él también debía mostrar una similar, era un cortocircuito mental la forma en que estaba tan justo y fluido a la vez, ella estaba más que excitada y bien lubricada, era un verdadero placer como pocas veces.
- Se siente tan bien dentro tuyo... –Dijo con voz acaramelada Stan, mirándola a los ojos y levantando una mano de su apoyo para acariciarle el rostro.
- No te detengas nunca –Gimió Kohaku, esa lentitud y amplitud con la que él se estaba moviendo la estaba enloqueciendo de gusto.
- Pido perdón, no soy una máquina –Rió el vaquero, aunque encantado con el pedido– Y lamento la interrupción, pero me encantaría sentirte llevar las riendas, ¿podemos cambiar?
- Sí, está bien –Aceptó, no quería ser demasiado cómoda.
Stan se acomodó para sentarse como antes, abrazando a Kohaku para llevarla con él sin separar sus cuerpos, aunque eso la hizo jadear ya que tocó fondo con su intimidad de tan pegados y profundos que estaban unidos con el cambio de posición.
- ¿Estás bien? –Preguntó el rubio, atento.
- Sí, sí... Sólo que fue demasiado intenso por un momento, una nueva sensación –Y confesó en voz baja, un poco avergonzada– No sabía que tenía "tope" por dentro.
- Ah, perdona –Y agregó, con voz seductora– Aunque lo bueno es que ahora puedes probar a tu gusto cuánto quieres que te llene.
Kohaku se derritió con esa expresión tan caliente, y recortó la distancia entre ellos para besarlo con pasión, a la vez que dejaba sus manos vagar acariciando toda la musculosa espalda del rubio, ese hombre era una delicia para todos los sentidos. Compartieron sin prisas largos besos, era muy rico también poder sentir esa calidez y unión tanto en sus bocas como en sus sexos, las sensaciones y el placer se multiplicaban, además que la cercanía les daba tranquilidad y confort. Hundió sus dedos en la suave melena rubia de él, despeinándolo un poco, aunque se veía incluso más sensual así con el cabello alborotado y otro mechón del flequillo cayendo adelante. Entre eso, sus luminosos y cálidos ojos miel, sus labios carnosos y bien perfilados, y el atractivo sonrojo que tenía en sus mejillas, era realmente bellísimo.
Empezó a mover sus caderas poco a poco sobre él, en unos lentos círculos que poco a poco fue ampliando a medida que sus besos se iban profundizando. Las manos de Stan también le recorrían el cuello y la espalda, hasta que bajaron a su trasero y gimió casi como un gruñido cuando él se lo apretó con sus dedos, con la intención de guiar sus movimientos con más ímpetu.
La joven aceptó la sugerencia, y cambió a menear su cuerpo en esa forma de "S" tal como había hecho Stan antes, le había ganado de mano y sorprendido gratamente que él también supiera moverse así, era aburrido cuando los hombres sólo sabían moverse como un serrucho. Tal como ella, el rubio gimió de puro gusto, soltándole el trasero y subiendo las manos para acariciarle los pechos y todo su torso, sin dejar de compartir sabrosos besos, algunos más cortos que probaban y succionaban cada labio, y otros que era una danza caliente de sus lenguas.
Para el limitado rango de movimiento que tenían encima del toro mecánico, tenía que admitir que posiblemente nunca había disfrutado tanto del sexo en su vida, completamente emparejados y sintonizados en darle lo mejor a su amante, definitivamente no quería que fuese el último encuentro de esa naturaleza con Stan. Y de verdad, era tan delicioso cómo la llenaba y expandía, frotando interior y exteriormente sus puntos más sensibles, que no podía creer que sentía una vez más cómo poco a poco una nueva ola de placer se iba formando en su interior.
- Stan... Creo que podría volver a acabar, si puedes contenerte un poco más –Le dijo, mirándolo a los ojos.
- Puedo hacerlo. No te preocupes por mí, tengo aguante –Asintió con una fina sonrisa confiada, y le besó la comisura de los labios– Haz lo que necesites para alcanzarlo.
Agradeciéndole con un susurro y un buen beso, lo empujó desde el pecho suavemente hacia atrás, dejando que la siguiera agarrando de la cintura. Sólo la vista de tenerlo así frente y debajo de ella era demasiado excitante, su abdomen, pectorales y brazos aún más marcados por la posición, y podía verle perfectamente el bello rostro que reflejaba todo deseo. Se reclinó un poco hacia atrás también, sosteniéndose fuerte a los bíceps de él ya que necesitaba algún apoyo para no caerse hacia atrás. Amplió y aceleró sus movimientos de cadera, robándole sonoros gemidos rezumantes de placer a ambos.
- Como imaginaba, tú tampoco te mueves nada mal –Dijo con voz ronca Stan, deleitado.
- Quizás no sepa mucho de toros, pero sí sé una cosa o dos de montar sementales –Contestó provocadora, guiñándole el ojo.
Sonriéndose a la par, Kohaku soltó una de las manos de su agarre para estirar su brazo hacia atrás, como hacía al montar el toro mecánico "encabritado". Tomando eso como un desafío, Stan sonrió aceptándolo, y deslizó una mano de la cintura a la cadera de la joven, empezando a embestirla con vigor. Eso era exactamente lo que la rubia quería y necesitaba para aumentar su excitación y arrimarla más rápido al clímax, que él arremetiera internamente para que su miembro estimulara una y otra vez ese punto tan sensible de su interior, que enviaba fuertes descargas de placer que se propagaban por su cuerpo.
Estaba cada vez más cerca, por lo que ella tampoco quedó ociosa, buscando a su vez empujarse mientras se acomodaba para sentir cómo ese punto justo la hacía apretar hasta los dedos de los pies. Cuando lo encontró, no se movió más, y se abrazó al cuello de Stan, atrayéndolo más cerca.
- Por favor, no te detengas... –Rogó Kohaku entrecortadamente, entre gemidos.
- No lo haré, pero tú mírame, mírame –Pidió a su vez Stan con la voz grave y cargada de deseo, sin despegar sus ojos del rostro de ella.
De inmediato la joven correspondió el pedido, sintiendo una renovada oleada de placer en cuanto sus miradas conectaron, tan cerca, esos ojos miel parecían oro y fuego al mismo tiempo, era tan íntimo como erótico estar plenamente atentos de las expresiones de placer del otro, sabiendo lo cerca que estaban de alcanzar la cima del placer. Stan puso todo su autocontrol y fuerza en mantener ese ritmo inalterable, procurando que su pubis se frotase constantemente contra el clítoris de ella, ese combo explosivo para hacerla acabar. No apartaba los ojos de la expresión casi ausente de tanto placer de su amante, sus labios entreabiertos en un intento de respirar y gemir, cada vez más lejos de su control. Podía sentir cómo se iba tensando el interior de ella, comprimiéndolo un poco más, y nada deseaba más que poder sentir cómo su miembro intentaba ser exprimido instintivamente por ella, aunque tenía que contenerse lo suficiente para salir a tiempo.
No más de un minuto después finalmente el pico de placer fue inminente para Kohaku, y fue tan intenso que pensó que no lo soportaría, mientras Stan seguía empujándose implacablemente, bajando una mano para apretarle el trasero y presionarlo hacia él para asegurarse de que estuvieran ambos lo más juntos posible. Con un agudo gemido y una última bocanada brusca de aire, Kohaku anticipó que su orgasmo la atravesaría, sus piernas y su abdomen temblando ante la descarga de la liberación.
El vaquero se quedó quieto, un espasmo sacudiéndolo ante la fuerte compresión alrededor de su miembro, podía sentir claramente los pulsos del interior de su bella amante. Eso lo llevó a su propio límite, y esperó unos pocos segundos antes de salir, frotándose contra el bajo abdomen de la joven apenas un par de veces antes de que su propio clímax lo alcanzara y lo liberara allí. También fue muy intenso para él, entre temblores y espasmos, y no se contuvo de gemir larga y guturalmente.
Una extensa quietud y silencio llenó el ambiente, interrumpido solamente por las pesadas respiraciones y jadeos de ambos, mientras trataban de recuperarse. Como Kohaku lo estaba haciendo primero, se abrazó fuerte con brazos y piernas a Stan, apoyando su rostro en el hueco del cuello de él, inspirando su adictivo aroma natural, además del sutil aroma propio del encuentro sexual. Cuando el rubio recobró su conciencia, también la rodeó con sus brazos, y buscó los tersos labios de la joven para depositar una serie de cortos y dulces besos, y uno más largo al final.
- Que bueno que decidí quedarme –Musitó Kohaku con una sonrisa pícara, suspirando tranquila.
- Sí, lo que podemos hacer juntos no está nada mal, mis expectativas quedaron pobres, lo reconozco.
- ¿Así que tenías expectativas de que algo así sucediera hoy?
- La esperanza es lo último que se pierde –Contestó el rubio con una sonrisa juguetona, y le guiñó un ojo– No, no que lo haríamos hoy, ya estaba tratando de pensar a qué otros lugares o cosas podía invitarte para que volviéramos a cruzarnos pronto. Sí me imaginé que iba a pedirte un beso en la despedida, quizás dos.
- ¡Ja! Te lo podría haber dado, imaginaste bien.
- Pero como dije, todo superó mis expectativas, fuiste tan irresistible y hubo tanta chispa de la buena, que me alegro de haberme animado a proponerte algo más que un beso.
Rieron juntos, disfrutando unos últimos segundos más de la relajante cercanía, hasta que Kohaku resopló con frustración.
- Es una pena, pero tengo que irme. No tengo excusas para volver tan tarde, y prefiero ahorrarme las preguntas.
- Sí, "pueblo chico, infierno grande". ¿Puedo acompañarte?
- Vine con Leo.
- Shadow está en el establo. Hagamos una cabalgata entonces, quisiera acompañarte y asegurarme que llegues bien.
- Gracias, está bien, me gusta la idea.
- Estoy de humor para que hagamos alguna que otra carrera, como si quieres ir al paso tranquila, es una linda noche.
- Un poco de cada una suena bien, algo rápido y fuerte para despertarnos, y luego el resto del camino una cabalgata tranquila.
- Suena perfecto. Y mientras tanto en el camino iré pensando en alguna excusa para invitarte a que nos veamos pronto otra vez.
- Ya se me ocurre cuál. Quiero ver cómo trabajas con los caballos. ¿Puedo?
- Sí, por supuesto. A mí me gustaría ver cómo lo haces también. Si nuestros métodos son compatibles, podríamos trabajar juntos alguna vez.
- ¡Ja! ¡Eso sería interesante!
Stan sonrió, entusiasmado con la buena disposición de Kohaku, y se soltaron del abrazo para bajar del toro mecánico. Fueron recogiendo las ropas que habían arrojado y se volvieron a vestir, y el vaquero fue a la barra a buscar un trapo y agua jabonosa para tener la cortesía de limpiar un poco el cuero del aparato mecánico, mientras Kohaku se había ofrecido a preparar a los dos caballos para partir. Su sonrisa se amplió con picardía, salvo ellos y posiblemente Brody, nadie sabría el uso que le habían dado al toro.
Una vez todo listo, Stan tomó las llaves que su amigo había dejado, para cerrar bien la cantina. Como el dueño vivía en el piso de arriba, subió por unas escaleras traseras y se las dejó debajo de una alfombra junto a la puerta. Se reunieron junto a los caballos, y antes de subirse, el rubio la rodeó por la cintura y se inclinó sobre la joven para darle un último apasionado beso.
- Con esto termina tu primer día aquí, cowgirl, bienvenida al pueblo.
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Buenaaas! Hace rato que quería escribir un AU estilo western con Stan, para mí tiene toda la actitud de cowboy! Y obvio, algo bien rico y provocador con Kohaku, mi parejita dorada que en todo quedan bien juntos. Así que espero que lo hayan disfrutado, me encantó haberlo escrito. Iba a ser un one-shot, pero lo dejaré abierto porque hay un par de escenas y situaciones muy interesantes por escribir, entre un poco de acción western, y otro tanto más de ricura, que también hay escenas clásicas hot en el género jeje.
Gracias como siempre por leer, apoyar y dar amor, yo disfruto mucho de compartir historias que me inspiran, y saber que a ustedes también!
Buena semana!
