Rurouni Kenshin y todos sus personajes no son míos son de Nobuhiro Watsuki, por si alguien no se había enterado todavía.
A partir de ahora hay escenas de acción y no se me dan muy bien, quiero decir que me cuesta más escribirlas y dejarlas como a mí me gusta, eso unido a que debido a las vacaciones cada dos por tres aparece gente por aquí pues no me ayuda mucho a inspirarme y a escribir. Lo que quiero decir con todo esto es que intentaré seguir actualizando una vez por semana, como siempre, pero no aseguro nada. Y ahora a las dudas:
misao-chan: unas aclaraciones.. Kaoru no se llevó el vestido porque era un montón de tela rota e irreconocible, pero tampoco lo dejó tirado en el suelo del vestuario, simplemente lo tiró a la basura. Megumi escuchó un comentario de alguna limpiadora tipo "qué raro. Creo que he encontrado un vestido roto en el vestuario masculino" eso encendió una lucecita en su cabeza y decidió molestar a Kaoru con eso a ver si era verdad lo que se le había ocurrido. Lo de darle más importancia al Saitou/Tokio, la verdad es que es una de mis parejas favoritas y en este capítulo está todo lo que pedías. Pero cambiando de tema te confirmo que has dejado los reviews número: 402......401......y.....399 mala suerte, HADA se te adelantó, pero tengo que reconocer que fue una buena táctica.
limekamiya: sorry pero este fic no tendrá segunda parte, ya dije por ahí antes que estaba un poco saturada de Rurouni Kenshin y que probablemente cambiaria de anime en la siguiente, pero todavía me quedan algunas historias pendientes así que algún día las escribiré. Pero volviendo al fic y a si Kenshin seguirá trabajando en Chosu la respuesta es sí. De eso trataba todo el jaleo de que Kaoru lo aceptara, no porque matara a gente sino porque es y será siendo un ejecutor en Chosu. Recuerda que él oye las voces de los inocentes pidiendo justicia y pese a todo tiene que seguir acallando esas voces, . Por el final creo que voy a escribir dos escenas finales: una de muerte y otra todo lo feliz que puede ser este fic. Y lo de la madre de Yahiko, creo que le hice un favor matándola, después de todo ella no quería vivir y una vida como la que llevaba no es vida, de este modo al menos Yahiko puede tener la oportunidad de tener una familia verdadera y ser feliz, que creo que es lo que en el fondo cualquier madre desea para sus hijos
Hitokiri Battousai 26: ejem, dejemos los lemon de lado de momento. Voy a explicarte un poquito lo que le pasa a Soujiro: él siempre se ha encargado de la SCorp, es quién realmente dirige la empresa y la ha hecho tan poderosa, Shissio tan sólo da el visto bueno y firma los papeles. Para Soujiro la SCorp es lo más importante, de modo que para garantizar su seguridad, oculta todo lo que hace su jefe, "limpiando las huellas del crimen" todo por el bien de la empresa. Pero últimamente se está dando cuenta de que la SCorp no es tan importante para él como creía, se está dando cuenta que por el bien de la SCorp ha estado haciendo cosas malas y tiene remordimientos de conciencia y sobre todo está empezando a temer que algún día pueda perder definitivamente su alma y convertirse en otro Shissio. Eso de que prefiere un escándalo público a ser reprendido por su superior demuestra un poco su cambio. Antes hubiera soportado cualquier cosa con tal de no manchar el buen nombre de la empresa pero ahora prefiere poner en peligro a la SCorp antes de que Shissio se enfade con él (y le encadene en el sótano)
AlasseaFaelivrin: sip, más o menos la idea es esa Kenshin, Kaoru y Yahiko como una familia, aunque por la diferencia de edad, parezcan más bien hermanos pero eso es lo de menos. Y lo Kenji todavía tendrá que esperar, no tengo muy claro cómo serán las últimas escenas: ver a los padres de Kaoru, Kenji, un salto en el tiempo,... son demasiadas posibilidades y todavía no me he decidido, por ahora me estoy concentrando en cómo matar a Shissio y si te gusta Saitou este capítulo te va a encantar
ella-shin: ¿qué sabe Tae de los Chosu? Muy buena pregunta, desde el principio ella sabe algo de Katsura, Gensai y los demás pero más que nada es lo que se imagina y después de lo de Owaki sabe un poquito más pero no todo (sino tendrían que matarla ) es decir, que ella sabe la verdad "oficial" :Chosu es una organización al servicio del gobierno para casos "especiales" que necesitan una solución "rápida", y sabe que entre los Chosu hay ejecutores, sabe que Owaki fue uno de ellos y sospecha que Kenshin lo es, y por eso todo el lío con Kaoru, pero del resto no tiene idea.
Y como siempre gracias a los que me dan ánimos para seguir: : Serenity, mikomi shinomori, naoko LK, Kasamy, HADA (eres mi review 400!!), Boricua 2004 (creo que vas a seguir abonada a las reclamaciones por no actualizar pronto), MAKARENA, Kaoru Himura14, KaOrA-FGV-16, kaoruluz, Y-Yukiko-Y (a veces me asusta lo bien que entiendes lo que les pasa a los personajes), sakura, Ana, mari (lo de cómo mataré a Shissio es una de las cosas que me quita el sueño por las noches, aparte del calor), Saiko Katsuka, ady
29. Ataque (I)
Yahiko miraba al frente como un autómata. Muerta. Escuchaba a su alrededor las voces de las personas que habían acudido a la iglesia pero no las entendía. Todo a su alrededor era silencio y lo único en que podía fijar la vista era en aquella urna con las cenizas de su madre. Cenizas. ¿Por qué la habían incinerado? Él quería ver el rostro de su madre una vez más, verla pálida y hermosa, con las manos cruzadas sobre el pecho en su ataúd. Quería ver cómo la caja entraba en la tierra y una lápida señalando el sitio donde su madre dormía eternamente. Quería una lápida sobre la que llorar. Quería una lápida en un cementerio. Una lápida al lado de su padre. Padre.
Yahiko se levantó de su asiento sin prestar atención al sacerdote que aún seguía hablando del más allá y de la resurrección de los muertos en el día del juicio. Pasó por alto la cara de sorpresa de todos los asistentes al funeral: vecinas cotillas y compañeros de borrachera de su padrastro. Pasó por alto la expresión de odio y la promesa de futuro sufrimiento en la cara de aquel mal hombre cuando con manos temblorosas cogió la urna y apretándola contra su pecho con paso firme salió de la capilla directo al camposanto. Sabía exactamente dónde debía estar su madre.
Con sus propias manos empezó a cavar la tierra. Pero sus manos eran demasiado pequeñas y la tierra estaba dura. Se estaba haciendo daño. Quería llorar pero no podía. Sus manos sangraban pero el seguía cavando. De pronto unas manos aparecieron al lado de las suyas, ayudándole a cavar. Yahiko no necesitó mirar quién era ni escuchar su voz para reconocerlo. Reconocería aquellas callosas manos en cualquier parte. Pronto el agujero fue lo bastante profundo y Yahiko paró de cavar. Con mucho cuidado depositó la urna en su lugar y empezó a cubrirla de tierra. Con cada puñado de tierra que tapaba la urna el chico derramaba una lágrima. Para cuando terminó su tarea, el polvo y la tierra de su cara se habían convertido en barro. Siguió así, arrodillado, mientras dejaba que las lágrimas siguieran brotando como un torrente de sus ojos, resbalando por sus mejillas y cayendo sobre la tierra.
Kenshin esperó pacientemente a que Yahiko se desahogara, a que él mismo decidiera que no le quedaban más lágrimas. Aquella escena era demasiado familiar para él, demasiado dolorosa: un chico llorando ante la tumba de su familia y un hombre esperando a su lado, en silencio. La vida da extrañas vueltas y ahora se encontraba en la misma posición que Hiko años atrás, un hombre dispuesto a hacerse cargo de un muchacho que no tenía nada que ver con él. Hiko le había hecho seguir adelante a la sombra de su dolor, por medio del Hitten con la promesa de hacerle fuerte. Ahora él también haría fuerte a Yahiko por medio del Hitten, pero sería a la sombra de una felicidad, de una familia.
Ninguno de los dos sabía cuánto tiempo había pasado, hasta que Yahiko se levantó trabajosamente, se volvió y se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta.
-"Me ha debido entrar tierra en los ojos sensei" – dijo tratando de que su voz sonora normal y despreocupada.
Kenshin se limitó a asentir, con el rostro serio y puso la mano en el hombro del chico, con fuerza. Sabía que Yahiko necesitaba saber que estaba haciendo lo correcto, que se estaba portando como un hombre, y con ese simple gesto le estaba dando su aprobación. Yahiko siempre buscaba su aprobación. Pero también sabía que necesitaba algo más. Necesita palabras cariñosas en su oído y a alguien que lo abrazara, alguien que lo consolara y enjugara sus lágrimas. El no podía hacer eso, no estaba en su naturaleza, eso lo debía hacer Kaoru.
-"Vamos Yahiko." – anunció. Yahiko empezó a andar, seguiría a su sensei hasta el fin del mundo mientras siguiera mirándole de ese modo. Prometiéndole con aquellos ojos extraños que tenía que todo iba a estar bien. Mientras sintiera su mano en el hombro, guiándole.
-"Con que aquí estás mocoso insolente" – el hombre apareció con el rostro contraído por la rabia, con todos los sentidos fijos en el chico e ignorando al adulto que lo acompañaba –"Me vas a pagar cara esta humillación. ¿cómo se te ha ocurrido llevarte las cenizas de mi mujer en mitad de la ceremonia?¿qué has hecho con ellas? Vamos, habla. Habla o te sacaré las palabras a golpes ahora mismo"
-"Ella está donde siempre quiso estar, con mi padre" – susurró mientras luchaba por retener las lágrimas que amenazaban con volver a salir de nuevo
-"¡¡¡Con tu padre!!! Maldito crío" – el hombre estaba rojo de rabia y trató de agarrar al chico por el cuello, pero otra mano lo interceptó recordándole que no estaban solos. Con los ojos desorbitados recordó al pelirrojo que meses atrás lo había amenazado. Trató de gritar pero el miedo lo tenía completamente paralizado. Battousai lo mantenía sujeto por la muñeca y le estaba retorciendo el brazo, obligándolo a arrodillarse o a rompérselo
-"Te dije que nunca le volvieras a poner la mano encima, escoria" – aquella voz fría y cruel se colaba en su cerebro con la certeza de estar escuchando su condena a muerte. Desesperado, trató de buscar una salida y se revolvió como un gusano, pero la férrea mano que lo retenía no cedió ni un ápice. Ahora sólo le quedaba el odio y el veneno
-"Puedo hacer con él lo que quiera. El chico es mío. Avisa a las autoridades si quieres pero para cuando tomen cartas en el asunto ya habré acabado con él" – comenzó a reír como un desquiciado disfrutando el pánico en la cara de Yahiko y se volvió triunfal hacia el pelirrojo. Fue entonces cuando su risa se le atragantó en la garganta. Battousai sonreía y su sonrisa era afilada como el filo de su katana.
-"Te equivocas. Ahora es mío" – le retorció aún más la muñeca y lo liberó de golpe. Cayó al suelo con un grito de dolor –"Vamos Yahiko. Nos vamos a casa, Kaoru nos espera"
Yahiko corrió detrás de él, con los ojos todavía llenos de lágrimas pero con la luz de la esperanza en ellos. No volvió la vista atrás.
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Apagó las cenizas del cigarrillo y éste fue a reunirse con sus compañeros que hacían una montaña en el cenicero, justo bajo el cartel de "No fumar". Una enfermera pasó a su lado mirándolo de forma acusadora pero él simplemente le devolvió la mirada mientras encendía otro cigarrillo. Retándola a que dijese algo, cualquier cosa. Cualquier cosa antes que esta maldita espera, esta incertidumbre que destrozaba sus nervios. La enfermera fue inteligente y no aceptó el desafío, tenía cosas más importantes que hacer que intercambiar palabras vacías con un hombre preocupado por su esposa. Lo había visto cientos de veces y, aunque aquel hombre lo disimulaba muy bien, escalofriantemente bien, sabía que sólo estaba nervioso por la falta de noticias.
Saitou suspiró cuando la enfermera pasó de largo, tendría que distraerse de otro modo. No le gustaban los hospitales, aunque había pasado buena parte de su vida en ellos. No sólo por sus propias heridas sino como ahora, esperando, impotente. Había esperado en un pasillo como éste a que el cirujano saliera del quirófano para decirle que Okita había muerto. Okita, su compañero, su amigo, su hermano, el único que le hacía reír. El valiente Okita muerto en una emboscada. También había sido en un pasillo cómo éste donde había esperado día tras día a que ella despertara. Ella, Tokio, la única persona capaz de traerle de nuevo a la vida tras perder a Okita. Había estado a punto de perderla una vez y ahora había consentido en poner de nuevo su vida en peligro. Si algo salía mal, nunca podría perdonárselo. Tokio. Tokio
Llevaban más de dos semanas en aquel cuartucho, los dos encerrados y sin apenas dirigirse la palabra. Saitou ni siquiera salía a comprar comida, otro agente se encargaba de traérsela cada día y de darle el informe de la situación. Odiaba aquellas misiones como guardaespaldas de un testigo, siempre estaban mortalmente asustados y se volcaban en él, contándole hasta las más mínimas trivialidades sobre sus patéticas vidas, como si él tuviera la obligación de escucharles y confortarles ¿qué era él? ¿un maldito psiquiatra?¿una hermanita de la caridad? Al menos esta vez había tenido suerte.
Desde el principio esta Takagi Tokio le pareció una mujer formidable, no sólo por tener el suficiente valor y carácter como para ponerse ella misma en peligro por testificar en un asunto en el que no ganaba nada, sino porque era realmente una dama. Y si desde el principio le había causado una buena impresión, lo cual era realmente difícil en alguien como él. Esas semanas con ella habían confirmado su creencia de que era una mujer excepcional. Parecía disfrutar del silencio tanto como él y las veces que habían hablado no habían sido preguntas estúpidas ni entrometidas y mucho menos anécdotas sobre lo maravillosa que era su vida. Aquella mujer era plenamente consciente del peligro que corría y sabía que la mejor forma de salir con vida era estar alerta y confiar en él. Y lo que más le maravillaba es que había llegado a esa conclusión ella solita, sin que él tuviera que estar recordándoselo a cada momento, como era habitual en ese tipo de misiones.
A través de la nube de humo que le caracterizaba, Saitou observó cómo su protegida cerraba el libro que había releído al menos 100 veces con gesto irritado, tomaba aire para calmar sus nervios y volvía a abrirlo. No pudo evitar sonreír, aquella mujer estaba a punto de explotar, no soportaba ni un segundo más aquel encierro, ¿qué diablos? Él no soportaba un segundo más aquel encierro, pero debían aguantar un poco más, un par de días y todo se acabaría.
-"¿Podría hacer el favor de dejar de fumar un cigarrillo cada 5 minutos? Me molesta todo este humo" – dijo la mujer cerrando bruscamente el libro –"¿No sabe que el tabaco provoca cáncer?" – Saitou no pudo evitar sonreír
-"No creo que sea el tabaco lo que me mate, señorita. Pero gracias por su preocupación" – respondió en tono cortés
-"No es su vida la que me preocupa sino la mía. No quiero morir sólo porque a usted le de un ataque y no pueda respirar" – comentó levantándose de un salto y dirigiéndose hacia la ventana –"Esta habitación está demasiado cargada, necesito aire"
-"Aléjese de la ventana"
-"Llevo dos semanas encerrada aquí en este...este antro con mister simpatía y no aguanto más. Ya que no puedo salir al menos abriré la ventana, necesito aire, necesito sol, ¡cualquier cosa antes que esto!"
-"Aléjese de la ventana" – volvió a amenazar el lobo, dando un paso hacia ella
-"¿Por qué están las persianas bajadas?¿es que no es suficiente con el humo que además tengo que estar en penumbra?" – dijo tratando de dar un tirón a la correa de la persiana, pero en el último segundo Saitou se lo impidió sujetándola. Tokio empezó a gruñir y a patalear, luchando por soltarse del fuerte abrazo. Estaba histérica, aquellas semanas estaban acabando con sus nervios. Por enésima vez Saitou deseó que Okita estuviese vivo, a él siempre se le había dado mal tratar con las personas, mucho menos con mujeres histéricas. Necesita calmarla pronto, es más el también necesitaba calmarse pronto.
Antes de que fuera peor, arrastró a su escurridiza presa hacia el cuarto de baño y entre gritos y arañazos la metió en la ducha y abrió el agua fría. Con lo que no contaba es que ella, en un arranque de furia, lo arrastró con ella sujetándole por la camisa y los dos terminaron bajo el agua helada.
-"Ja, ja ja ja. Oh Kami-sama cómo necesitaba algo así, creí que me iba a volver loca"
-"No le veo la maldita gracia. Me has destrozado la camisa"
-"Oh, lo siento"- dijo ella alisando la camisa para ver los daños –" puedo cosértela, me ha parecido ver..." – el resto de las palabras murieron en su garganta al levantar la vista y encontrarse con aquella mirada hambrienta. Un hombre, una mujer, dos cuerpos mojados y entrelazados. Saitou nunca supo por qué lo hizo, sólo que tenía que besarla o se volvería loco.
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Caminaban despacio por la amplia avenida. Megumi también quería ver a Yahiko, el chico tenía que saber que tenía muchos amigos dispuestos a cuidarle de ahora en adelante, que no estaría solo nunca más. Pero eran demasiados para el pobre coche de Owaki así que habían terminado cogiendo el autobús y caminado el último tramo del camino. A Megumi le venía bien caminar y la casa de los Saitou estaba rodeada por un inmenso parque, era una oportunidad perfecta para pasear y aunque a Owaki no le parecía buena idea ahora que era el responsable de la seguridad de Kaoru, no se pudo negar a los ruegos de las dos mujeres.
Sanosuke caminaba al frente, con las manos en los bolsillos y perdido en sus pensamientos mientras que Owaki era acribillado por las dos mujeres sobre sus planes de boda con Tae. Todo iba bien hasta que cogieron uno de los senderos del parque, estaba apenas iluminado y desde luego desierto. Todos los sentidos de Owaki, bien entrenados tras años de servicio con los Chosu se pusieron en alerta de golpe, y aún más cuando de la nada apareció un coche cortándoles el paso. Antes de que las puertas del coche se abrieran, Owaki estaba gritando a sus amigos que corrieran y se escondieran entre los árboles. En unos segundos el caos estalló en el hasta ahora tranquilo y silencioso parque. Hombres de negro habían salido del coche y parapetados tras él respondían al fuego de la pistola de Owaki.
A pesar de la inferioridad numérica, Owaki estaba haciendo un gran trabajo manteniéndolos a raya, no sólo no les estaba dejando acercarse a su refugio tras los árboles sino que ya había herido a varios. Sanosuke ya había avisado por el móvil de que estaban siendo atacados a poca distancia de la casa y los refuerzos estaban en camino. Tan sólo tendrían que aguantar un poco más.
-"Maldita sea, es mi último cargador" – dijo Owaki con la espalda pegada al árbol mientras lo cambiaba –"Espero que esos refuerzos lleguen pronto. ¿Estáis todos bien?"
-"Sí, tengo a Jo-chan aquí mismo" – informó Sanosuke a poca distancia –"está muy nerviosa pero no está herida. He perdido de vista a Megumi, pero creo que está detrás de"
-"¡¡¡SANOSUKE"!!!!
Al instante los dos hombres se volvieron para ver cómo otro coche había aparecido a sus espaldas. Ahora su situación era mucho más precaria, estaban justo en el fuego cruzado sin ningún lugar donde esconderse y por si fuera poco uno de los recién llegados tenía sujeta a Megumi, que lloraba y gritaba desesperada, mientras la amenazaba con una pistola
-"Podemos hacer esto fácil o difícil"- dijo el hombre de negro que retenía a Megumi dirigiéndose a Owaki –" puedes entregarnos a la chica Kamiya o nosotros mismos la cogeremos cuando estéis muertos"
-"Suelta a Megumi ahora mismo o te juro que.." – casi sin pensar, Sanosuke corrió hacia ellos dispuesto a todo con tal de salvar a Megumi, pero otro hombre de negro apareció en su camino y de un tremendo golpe en el estómago le hizo caer al suelo
-"¿Algún otro héroe?"
-"No te entregaré a Kaoru, está bajo mi protección" – respondió Owaki mientras un sudor frío le corría por la frente. Los refuerzos deberían haber llegado ya, algo debía de haberles retrasado y eso significaban que estaban perdidos. Pensó en Tae, en lo hermosa que habría estado vestida de novia, en Sano y Megumi y en esa niña que ya no nacería, en Kaoru arrastrada de nuevo a aquel infierno y en Battousai. Battousai. Sería un alivio estar muerto para no decirle que había fallado, que no había podido protegerla –"NUNCA" – gritó mientras alzaba el arma y apuntaba directamente al hombre que retenía a Megumi
-"Iré con vosotros si los dejáis marchar" – la voz de Kaoru era casi un susurro pero sonaba firme
-"De acuerdo"
Kaoru fue hacia ellos sin atreverse a mirar a Owaki ni a sus amigos. Ellos habían estado dispuestos a morir por protegerla pero eso era una cosa que ella nunca podría permitir, no si estaba en su mano evitarlo. Cuando llegó a su altura el hombre de negro arrojó a Megumi al suelo bruscamente, que corrió a abrazar a un adolorido Sanosuke, e introdujo a Kaoru dentro del coche
-"Es una pena, tenías agallas....Chosu" – comentó mirando a Owaki. Un último disparo se escuchó y una última bala atravesó el aire. Antes de caer, y con el metálico sabor de la sangre en su boca, Owaki devolvió el disparo.
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Bien vale me he tardado pero es que no sabéis lo que me ha costado escribir esto. El capítulo era más largo pero ya que iba tarde en actualizar pensé que preferiríais medio capitulo a esperar otra semana completa.
Dudas, reclamaciones por tardar en actualizar y demás al botoncito de reviews
