Capítulo 4 :
Una mansión en la playa.
- ¿Desde cuando eres tan bruta, Ginny?
- ¡¿Yo?! ¿Bruta? ¿Cómo puedes pensar eso de mí,
- No te imaginas hasta que punto puede llegar a serlo – dijo Ron.
Había vuelto a ponerse serio. – Esta mosquita muerta engaña, ¿sabes?
Se había puesto MUY serio. No le gustaba convertirse en objeto de burla, aunque fuera de pasada.
- Después de esto, yo no la definiría como una mosquita muerta , francamente...
- ¡Ja! – replicó Ginny .
- Aún no sé a cuento de que viene esta conversación. – intervino Hermione. Tambien se puso seria - Ni lo que le encontrais de divertido vosotros dos...
- Es que ES divertido – contestó Ginny.
- Si que lo es. - añadió Harry mientras trataba de limpiarse la cara. – Además, tú también te has reído.
-¡Ach! Lo que hay que oir...
- Bueno, ¿recogemos tus cosas o no, Harry? No tenemos todo el día.
Ron trató de zanjar el tema de una vez. Una cosa era relajar el ambiente y otra muy distinta perder la mañana con tonterías.
- Si, claro... No hay mucho que recoger, ahí está el baúl y ahí los libros. ¿Iremos
al Callejón Diagon a comprar material?
Harry parecía haberse tranquilizado, así que pudieron continuar la conversación por caminos menos embarazosos.
Entre los cuatro tardaron un momento en recoger todas las cosas, por lo que pudieron bajar rápidamente al vestíbulo. Las chicas delante con los paquetes más ligeros, la jaula de Hedwig y la Saeta de Fuego, Ron y Harry detrás con el baúl.
- Ron
- ¿Qué?
- Tienes que contarme lo de esas revistas.
- ¡Argh!
Definitivamente, Harry había conseguido calmarse por completo.
- Hemos terminado, Sr. Weasley - dijo Hermione.
- Bien, bien, - murmuró el padre de Ron mientras miraba aparentemente absorto la televisión de los Dursley. La fascinación del Sr. Weasley por los aparatos muggles no parecía tener fin.
- Arthur, será mejor que nos vayamos. Cuanto antes mejor
- Si claro, Remus...
-No podremos hasta que dejes de mirar ese aparato tan fijamente, Arthur.
Con un suspiro, se giró y se dirigió junto a Lupin a avisar a la tía de Harry de su marcha. Parecía un crío al que le quitaran un caramelo de las manos.
- Nunca llegaré a comprender que le parece tan interesante de esos artefactos – dijo Ginny.
- Pues son muy útiles. Deberíais tener una mente más abierta. – replicó Hermione.
Ginny y Ron la miraron como si hubiera dicho la mayor tontería que hubieran oído en toda su vida.
- Creo que nunca la podré abrir lo suficiente – le respondió Ron
- No hace falta que me lo jures – replicó Hermione irónicamente.
- ¿Y a donde vamos? Aún no me lo habeis dicho.
- No tenemos ni la más remota idea – contestó Ginny.- Pero nos han prometido que es un sitio genial y que lo pasaremos de maravilla.
- ¿Y por qué no os lo han dicho?
- Por seguridad, ya sabes...
- Ya, ya, me hago a la idea...Creo que nunca me acostumbraré del todo a esto.
Sus amigos le miraron con cautela y antes de que dijeran nada Harry habló.
- Tranquilos, no voy a montar el espectáculo...de momento.
Todos sonrieron aliviados.
Harry se acercó a la cocina en busca del Profesor Lupin, (para él siempre sería su profesor), y el Sr. Weasley.
- Estamos listos. Adiós, Tía Petunia. Nos veremos al final del curso. Eso creo, al menos...
- Adiós. Ten...mucho cuidado.
Harry se giró bruscamente y sin poder contenerse dijo – Tía Petunia, ¿te encuentras bien?
- Pero que, que, que...insoportable puedes llegar a ser, como si nunca nos hubiéramos preocupado en esta casa por tu bienestar.
- No, nunca lo habeis hecho.
- ¡Que desfachatez!
Harry la miró mientras se ponía blanca de ira. Le parecía increíble que a estas alturas quisiera aparentar, de una manera tremendamente torpe, ser algo que no era, una persona generosa y altruista que crió a su sobrino como a su propio hijo.
- Bueno, vale, lo que tu digas.
No quería irse con una discusión. Y a fin de cuentas, quizás solo quisiera ser educada.
- Gracias de nuevo, Sra. Dursley.
- Adiós, Sra. Dursley.
El brote de ira que le había provocado Harry le hizo completamente imposible contestar, solo un murmullo inaudible salió de sus labios.
Todos se dirigieron a la salida. Hermione agarró a Harry del brazo y le susurró:
- Siempre me ha costado creer lo que me contabas de tus tíos, pero tenías toda la razón, es verdaderamente desagradable.
- Y eso que no estaba Tío Vernon.
- La fiesta nunca está completa, ¿verdad? – intervino Ginny- me lo estoy imaginando, seguro que cuando tu tío se enfada contigo se pone muy rojo. Quedará conjuntadísimo con la palidez de tu tía. Harry, podrías haberles puesto en serio peligro. Esos colores no son nada saludables.
Todos soltaron una risotada.
- Bueno, chicos, vamos hacia aquella casa – ordenó Lupin.
- ¿La casa de la Sra. Figg?
- Así es Harry.
Arabella Figg era una vecina que había cuidado a Harry en muchas ocasiones en las que sus tíos no querían llevarlo con ellos. Luego resultó ser una squib a la que Dumbledore encomendó la tarea de vigilar a Harry.
El Sr. Weasley sacó una llave y abrió la puerta. Harry se sorprendió con lo que vio.
La casa estaba completamente vacía. No quedaba ni rastro de que allí hubiera estado viviendo nadie.
- ¿Qué ha pasado?¿Y la Sra. Figg?
- Se marchó, Harry. Habiéndose descubierto su secreto y siendo una squib, lo único que podría pasarle es que pusiera su vida en peligro de manera innecesaria. Pero la casa nos va a venir muy bien.- contestó el Sr. Weasley
- Traed el equipaje de Harry con este otro.
En medio del salón había una enorme y gruesa alfombra. Sobre ella estaban los baúles y maletas de sus amigos.
- Los hemos traído durante la noche. Creamos una línea independiente de la Red Flú entre la chimenea de esta casa y La Madriguera. Y ahora usaremos esta alfombra...
- ¡¿Iremos volando sobre ella?!- exclamó Harry - ¿no estaban prohibidas?
- En Inglaterra sí, Harry- respodió el Sr. Weasley – aunque yo no acabo de entender cuál es el problema...
- Entonces para qué...
- Si no interrumpieras – le regañó Hermione – nos enteraríamos todos.
- Vale, vale, solo preguntaba - refunfuñó Harry.
- Crearemos un gran traslador. Como iremos cinco además de todos estos bultos, necesitábamos un objeto de gran tamaño. – explicó Lupin.
- ¿Cinco? ¿Tú no vienes, papá? – preguntó Ron.
- No, alguien debe quedarse aquí para dirigir la salida del traslador.
- ¿Desde cuando es necesario eso? Es la primera vez en mi vida que oigo algo así.
- Es por el peso y la distancia, Ron.
- ¿Tan lejos vamos? El Profesor Dumbledore creó uno que nos llevó de Londres a Hogwarts y no necesitó algo así - intervino Harry.
- Nosotros no somos Dumbledore – contestaron al unísono los adultos.
- Además, vamos bastante más lejos – concluyó Lupin mientras se ponía sobre la alfombra lo mas centrado que le permitía el equipaje.
- Venga, basta de cháchara, poneros de rodillas sobre la alfombra, será más cómodo – ordenó el Sr. Weasley. Él se quedó fuera de la alfombra – Remus, a la de tres...
Los cuatro muchachos obedecieron inmediatamente.
- ¡¡Lugar secreto de vacaciones, allá vamos!! – exclamó Ginny.
- Va a ser genial, estoy segura- dijo Hermione emocionada – un mes de vacaciones todos juntos, aún no me lo creo.
Ron sonreía mientras le guiñaba el ojo a su amigo a la vez que murmuraba:
- Ni yo.
Harry no pudo evitar contagiarse del entusiasmo de sus amigos. Sí, seria genial tener un mes de vacaciones con las personas que más apreciaba.
- Uno, dos, tres, ¡PORTUS!
Todos sintieron como si un gancho les tirara del ombligo. La diferencia que notaban con otros trasladores era la velocidad. Siempre era una sensación de vértigo incontrolable, pero en esta ocasión era como si la multiplicaran por mil. Harry trataba de mirar a los lados para ver como iban los demás, pero le resultaba imposible.
Cuando ya empezaba a sentirse incapaz de contener las náuseas, todo paró.
Excepto Lupin, todos dieron de bruces contra el suelo. Los cuatro estaban pálidos. Ginny y Hermione trataban de contener las arcadas y Ron se secaba el sudor que le caía por la frente.
- ¿Que tal todo, chicos?
- Genial – murmuró Harry. ¿Por qué los medios de transporte mágico constituían un serio peligro para la integridad de las personas?¿Qué tipo de desequilibrados creaban esos instrumentos de tortura?
- Es un poco agobiante, pero es rápido, ¿no? – dijo Lupin
- Si, si, muy rápido – consiguió decir Hermione.
- Bueno, ¿dónde estamos? – preguntó Ron. Se había puesto de pie y miraba alrededor suyo totalmente boquiabierto - ¡¡Guau!!
Estaban en el centro de un enorme salón. Estaba decorado de una manera muy lujosa pero a la vez muy sencilla. En las paredes se alternaban estanterías llenas de libros con enormes cuadros. Eran pinturas mágicas y en ellos estaban retratados los caballos alados más bellos que habían visto jamás. Como en las pinturas de Hogwarts, las figuras cambiaban de un cuadro a otro, pero lo hacían con una gracia que hacía casi imposible que apartaras la vista.
El conjunto de los muebles y su disposición daban un aspecto muy acogedor. Era como si estuvieras en la casa de tus sueños.
Pero lo mejor era la luz.
La luz entraba a raudales por unos enormes ventanales que daban a una gran terraza.
Todos se dirigieron como hipnotizados hacia fuera. Antes de llegar a las puertas les llegó el olor. El olor inconfundible a sal y el ruido suave de las olas lamiendo la arena de la playa.
El más azul de los mares se extendía inabarcable ante ellos.
Feliz cumpleaños, Harry – susurró Lupin.
Bueno, después de mil años, continuamos con la historia.
Siento muchísimo haber dejado tanto tiempo colgado esto.
Espero acabar antes de la publicación del sexto libro.
Besos.
