Episodio 1.
Sailor Star Fighter sabía que pronto tendría que tomar una decisión determinante. Había estado buscando soluciones, pensando en diferentes escenarios y posibilidades, había enlistado cada opción en su cabeza y pensado en los pros y contras; pero lo que no sabía es que la noche anterior, esa decisión ya la habían tomado por él.
Entonces, cuando abrió los ojos esa mañana, poco sabía en donde acabaría durmiendo esa noche.
–Seiya –tocaron a su puerta de manera suave. El levantó la vista de su libro lo suficiente para ver entrar a su hermano Sailor Star Healer a su estudio.
Healer siempre se había caracterizado por aparentar ser una persona a la que no era fácil de acercarse. Era directo, de pocas palabras y de mirada penetrante; un combo que podría ser imponente a muchas personas. Sin embargo, Seiya sabía que de los tres hermanos, Healer era el menos necio, el menos impulsivo y el más leal.
Esa lealtad, inquebrantable, era lo que más admiraba de él. Esa energía era lo que les había alimentado durante su estadía en la Tierra, cuando buscaban a su princesa perdida, después del ataque de Sailor Galaxia a su planeta. De eso ya hacía tiempo, un poco más de 2 años de Kinmoku; Seiya no pudo evitar preguntarse cuanto tiempo había pasado en la Tierra.
–Seiya –repitió Healer un poco frustrado. Los pensamientos de Seiya se habían apoderado por un minuto de él y tuvo que sacudir su cabeza antes de responderle:
–¿Se te acabó la ley del hielo? –dijo con desdén, se arrepintió de inmediato, lo que menos quería era continuar con su discusión.
–Tenemos reunión con el consejo en 10 minutos, te esperamos.
Seiya bajó su libro definitivamente y lanzó una mirada confundida a su hermano, que no duró mucho más tiempo en la puerta. Rápidamente Healer dio la media vuelta y cerró tras de si. Cuando ya no escuchó más sus pasos, Seiya decidió levantarse del sofá y acomodar su vestimenta en el espejo ancho que tenia colgado en la pared.
Estaba confundido porque hacía más de 5 meses que no era solicitado en el pleno del consejo. Era un hecho del que no se quejaba realmente, aunque sabía que no era en sí algo bueno.
El consejo de Kinmoku era un nuevo órgano de gobierno de su planeta, que había relevado a la princesa Kakyuu cuando esta había muerto. El consejo estaba conformado por diversas personalidades de la familia real del reino de Tankei y otros "líderes" de la sociedad.
Cuando la princesa Kakyuu falleció, poco después de que llegaran de su misión en la Tierra, se creó este grupo al no haber un heredero al trono descendiente de Kakyuu. Sus familiares más cercanos, príncipes y princesas que no habían sido considerados anteriormente para el trono decidieron crear un grupo que ayudara a tomar las riendas del reino completo y por lo tanto del planeta Kinmoku.
Seiya realmente no era fan de estas personas.
En realidad las detestaba con todas sus fuerzas, no había forma de suavizar la descripción de la aversión que le causaban. Sus decisiones, argumentaba Seiya, no eran consecuentes con la visión de la princesa Kakyuu, que siempre se había caracterizado por ser justa y generosa. Al contrario, desde que el consejo había tomado el poder, la sociedad de Kinmoku había empezado a sufrir.
Entonces, por su vida, no podía entender porque Healer y Taiki seguían fieles a este nuevo sistema. Se preguntaba constantemente si esa idea de lealtad de Yaten o lo aferrado que Taiki podía ser a la lógica habían sido las causas de que hubiese perdido a sus hermanos en toda esta turbulencia.
El caso era que ya no los reconocía. Seiya desde el principio cuestionó decisiones, expresó sus puntos de vista e incluso había llegado a sabotear algunos proyectos que consideraba dañinos, ganándose así el desdén del consejo y de sus hermanos.
La única razón por la que seguía en el palacio real era porque era una sailor starlight y era su misión vitalicia proteger a su planeta de los peligros del planeta exterior.
Seiya llegó a un salón amplio, con una mesa enorme en forma U justo en el centro. En cuanto había cruzado el umbral, el salón había bajado el volumen de sus conversaciones casuales y evitaban hacer contacto visual con él, incluidos sus propios hermanos.
Una vez encontró su lugar, marcado con su nombre en una tarjeta, tomó asiento y cruzó sus brazos, esperando a que la sesión empezara.
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– ¡Por supuesto que no es verdad!
Seiya estaba totalmente descolocado.
–La princesa Kakyuu hizo ese acuerdo y estoy segura que sabía lo que hacía, es cierto que yo le ayudé a conectar con el líder de la tribu pero jamás me imagine que…
– Sailor Star Fighter –el líder en turno del consejo se levantó de su asiento. Su voz grave rebotaba en las paredes del salón. –Esto no es cuestión de que estés de acuerdo o no. Es un hecho y ultimadamente no queremos tus explicaciones.
– Esa tribu, en esas tierras, no han hecho más que causarnos problemas. Puedo entender que Kakyuu no tuviera ni idea, porque era demasiado inocente, pero tú… tú se supone que fuiste creado para protegernos, tú iniciaste el contacto y le vendiste esa idea a Kakyuu y bueno, conoces las consecuencias.
– Ellos le dieron entrada a las Sailor Animamates a nuestro planeta. Es más, tenemos pruebas que una de las secuaces de Galaxia es originaria de esas tierras. Kakyuu les brindó esa protección en esa región porque sabía que esa tribu se negaba a integrarse a nuestra sociedad pero era tu trabajo averiguar que clase de personas eran… extremistas que se unieron al enemigo con la idea de tomar a Kinmoku en su poder.
–Sin saber que Sailor Galaxia solo quería apoderarse de las semillas estelares –explicó un miembro más de la mesa.
–A menos que… –uno mas se incluyó en la discusión– tu fueras parte de ellos.
–¿Qué? –reaccionó Seiya, totalmente incrédulo a todo lo que había escuchado.
–Querías formar parte de esa rebelión, ¿no es así? –el líder continuó con sus acusaciones– traicionarías a Kakyuu en algún momento pero Sailor Galaxia se adelantó a los hechos.
–No puedo creer lo que estoy escuchando… – Seiya murmuró impotente. Desvió la mirada a sus hermanas, quienes no se la sostuvieron por mucho tiempo. –Y lo peor es que ustedes están creyendo todo esto. ¡De verdad que no lo puedo creer!
–Fighter… –susurró Healer, su voz demostrando una gran cantidad de pena. Maker, por el otro lado, parecía ido.
–Yo le era leal a la princesa Kakyuu, estuve dispuesta a dar mi vida por ella, crucé toda la vía láctea para buscarla y recuperar Kinmoku. Creo que esas acciones hablan por si mismas. ¡Yo jamás le hubiera hecho daño y tampoco jamás he querido ser parte de ninguna rebelión! A mi no me interesa el poder, no lo quiero, mi misión siempre ha sido proteger este planeta.
–¿Y dónde ha quedado esa lealtad, Fighter? –una de las princesas miembros del consejo levantó la voz. –No has sido más que un obstáculo para este planeta desde que Kakyuu se fue, sigues viviendo en el palacio sin ningún mérito y no has cumplido tu misión con nosotros.
–Mi lealtad no es con el consejo, es con el planeta –desafió Seiya.
–El consejo es el planeta –por fin habló Maker desde su asiento. –Y este consejo no ha hecho otra cosa que ayudarnos a proteger este planeta de otro ataque como el que nos destruyó hace 2 años.
–Todo el dinero, todos los recursos que deben ser para reconstruir este planeta se han ido en prepararnos para una guerra que ya no existe. ¿De qué sirve preparar a miles y miles de soldados si no hay comida? ¿Si no hay seguridad?
Seiya cuestionaba fuertemente las decisiones del consejo, cuya ideología vendía que Kinmoku jamás fuera derrotada nuevamente a costa del bienestar de sus habitantes.
–¡Basta! –de nuevo el líder llamó la atención de todo el presidium. –Ese es un tema que ya no discutiremos más contigo, Fighter. Y ya no deseamos más alargar esta definición.
Seiya sabía que las consecuencias a este malentendido serian serias, aunque no lograba imaginarse lo que saldría de la boca del líder:
–Se ha acordado la siguiente condena: te irás de Kinmoku.
–¡¿Qué?!
–Silencio, Fighter. Esta decidido. Te irás de Kinmoku y no se te permitirá volver jamás –sentenció el líder, con la aprobación del resto del consejo y las miradas caídas de Healer y Maker. –Tus hermanas abogaron por ti, y se decidió que tu residencia de exilio será el planeta Tierra.
Seiya estaba pálido con la resolución.
–Sin embargo, no podrás irte como Sailor Star Fighter. Tomarás la identidad de Seiya Kou al irte pero tu broche se queda aquí.
–¡No pueden hacer esto! ¡Yo fui creada para proteger a Kinmoku, para ser una sailor scout!
–¿A quién quieres engañar Seiya? –Healer reaccionó furiosa– Yo pensaba que en la Tierra fue cuando estuviste por primera vez dispuesta a abandonarlo todo pero con esta información… ahora entiendo porque te fue tan fácil ignorar la misión de encontrar a la princesa.
–Y cuando volvimos, nunca fuiste la misma, hasta nos pediste que te siguiéramos llamando Seiya cuando ya no era necesario –Maker remató. –Tu lealtad jamás ha estado con Kinmoku y es un peligro que sigas aquí. Deberías estar agradecido que tu condena ha sido ser expulsado a la Tierra, ahora podrás ser feliz allá.
–¿Cómo pueden decirme eso? –Seiya ahora se encontraba destrozada, las lagrimas habían ya empapado todo su rostro. –Yo volví, con ustedes, buscando reconstruir lo que habíamos perdido…
–No estoy dispuesto a escuchar más sentimentalidades. Y como dicen tus hermanas, esto es un favor, ¿o acaso no sabías que la traición se paga con la muerte? –Seiya apretó los labios con impotencia al escuchar esa pregunta, claro que lo sabía. –Entrégame tu broche ya.
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Cuándo Seiya abrió los ojos esa mañana, poco sabía en donde acabaría durmiendo esa noche.
Ahora, en su cuerpo terrestre, caminaba por las calles de Tokyo sin saber que hacer. No tenía nada con él: ni su familia, ni sus poderes, ni su dignidad. Lo único que sabía es que ahora sería Seiya para siempre y aunque se encontraba destrozado por haber tenido que abandonar su hogar, la idea de ser Seiya no era tan terrible.
Era claro que era una calumnia la acusación que habían dejado caer sobre él, no era ningún traidor, pero estaba de acuerdo con la segunda reprimenda que sus hermanas habían discutido frente a todos: él no fue el mismo después de salir de la Tierra junto a su princesa para reconstruir su planeta.
Una parte de si mismo se había quedado para siempre en este sistema solar. Sin darse cuenta, su identidad como Seiya Kou había sobrepasado su identidad como Sailor Star Fighter y aunque nunca abandonó la misión de encontrar a la princesa Kakyuu a como fuera lugar, si se encontró muchas veces preguntándose que hubiera pasado si jamás hubieran dado con ella.
Seiya contempló el atardecer desde ese parque que conocía a la perfección. La cancha de softball seguía allí, aunque las gradas eran diferentes, de un material distinto y pintadas de colores diferentes. Antes de caminar hacia esa área residencial había pasado por la ciudad, dándose cuenta que los periódicos terrestres mostraban que habían pasado 5 años terrestres desde que él se había marchado.
Curioso como el tiempo es tan subjetivo, pensó.
Al caer la noche, se levantó del pasto, desempolvó sus pantalones y caminó hacia la única dirección terrestre que sabía de memoria.
–Espero que tú si estés feliz de verme, Odango.
