CAPÍTULO 39:

LAMENTOS

Nueva Vestroia

Hace 24 horas

Helix Dragonoid Pyrus, la evolución aparentemente definitiva del Bakugan de su mayor oponente: Dan Kuso. El poder del dragón rojo había crecido en gran medida, siendo ligeramente superior a Helios y Leónidas. Su complexión también había cambiado, lo que antes era un dragón con un cuerpo promedio ahora se asemejaba más a un humano o vestal, tenía alargados brazos y piernas que le permitirían un mayor alcance en batalla además de su cuello y sus afilados colmillos. Seguramente, ya era mucho más ágil que Helios, gracias a su cuerpo más delgado; en teoría, debería ser incluso más rápido que Leónidas al no tener el peso del metal en su cuerpo o una armadura en sus hombros.

Las cosas habían cambiado nuevamente, Helios en su segunda percepción cibernética había alcanzado un nivel mucho mayor al del Cross Dragonoid y podía competir con el mismo Leónidas en su estado más salvaje. Pero, ahora, no sabía decir si aún estaban en la cima de la cadena del poder o ya los habían desplazado de ese lugar una vez más. No podía emitir un juicio hasta ver las nuevas capacidades de Drago.

A simple vista, estaba claro que su rival ahora dominaba la velocidad, pero su balance y resistencia no debería ser la misma debido al cambio de forma agresivo, comparándolo con Leónidas, éste último debería seguir en la cúspide del estado físico gracias a su cuerpo más protegido y robusto sin perder forma, lo que le permitía una gran velocidad que se complementaba con su estilo de pelea agresivo y con poderes que reforzaban el cuerpo a cuerpo.

Aparentemente y hablando únicamente del combate mano a mano, Leónidas seguiría siendo el mayor de sus problemas si se entrenando como seguramente sería, pero aún no estaba seguro de cuánto había cambiado la escala de poder debido a las nuevas circunstancias.

-Así que volvió a evolucionar-. Comentó Spectra mirando el nuevo cuerpo del Bakugan Pyrus.

-¿Y eso que? Sigue sin ser suficiente para estar a mi nivel.

Una respuesta llena de confianza por parte de Helios cómo era su costumbre. Sin embargo, en el fondo sabían que no podrían dejarse llevar por el ego y subestimar a sus enemigos nuevamente, ya habían agregado demasiados errores y derrotas para alguien tan inteligente como él.

-Al parecer, Nueva Vestroia está a salvo -. Dijo Drago mirando a sus alrededores con aparente orgullo -. Eso es excelente.

-Bah, gran cosa-. Renegó el dragón mecanizado con molestias.

-Helios-. Comenzó Drago con un tono de advertencia, estaba claro que no estaba de humor para comenzar una batalla después de todos sus esfuerzos.

Sin embargo, no era el único. Spectra también estaba cansado, probar el armamento por primera vez contra el mismísimo Zenoheld había sido un gran riesgo que les pudo costar caro y todo el tiempo que había llevado a reunir a los Bakugan del planeta para llevar a La Tierra no había hecho más que agotarlo física y mentalmente, no estaba de humor para comenzar una batalla que no estaba seguro de poder ganar y mucho menos si ésta era contra Leónidas, Drago o peor, contra los dos juntos.

Helios pareció notar su agotamiento o solo estaba en las mismas condiciones, ya que no dio un paso más hacia su rival. Tal vez era su propio cansancio después de un día agitado o su orgullo no nublaba su juicio lo como para hacerlo creer que podría ganar esta batalla después de todo lo que había pasado suficiente.

-Continúa evolucionando si crees que eso te da ventaja sobre mí, la verdad es que no importa y te venceré para probarlo -. Declaró Helios lleno de convicción.

Leónidas fue el primero en reaccionar, parándose a un lado de su amigo con las alas extendidas, sus colmillos expuestos y sus ojos rojos brillando mientras su mano emanaba un tipo de energía oscura y la silueta de un hacha comenzaba a tomar forma.

Aunque Drago había evolucionado, estaba claro que no era el único que se había vuelto más fuerte. Ni en los registros ni en sus cartas poder salía algo acerca de armas blancas entre los poderes de Leónidas, algo andaba mal y no podía entender cómo es que el Bakugan Darkus había sido capaz de obtener nuevas habilidades sin una evolución aparente. ¿Será que se estuvo guardando algunos poderes todo el tiempo y solo ahora que estaba con los humanos una vez más se dignaba a enseñarlos? No, imposible, Elisa lo habría descubierto cuando comenzaron a trabajar juntos en Nueva Vestroia.

A diferencia de su amigo, Drago no se mostró alerta en caso de que Helios atacara, en su lugar, solo suspiró y miró a su rival con cansancio.

-Otra vez con la misma historia-. Se quejó el Bakugan Pyrus en voz baja.

No podía culparlo por reaccionar así, después de todo lo que habían pasado en un solo día lleno de derrotas y tensiones, lo único que quería era descansar igual que todos.

Spectra ya estaba buscando entre sus bolsillos el control del teletransportador remoto para volver al Destructor Vestal y salir de Nueva Vestroia cuando el sonido de unos tacones lo distrajeron.

Mira se acerca rápidamente a él con sus ojos azules brillando bajo el sol del planeta de los Bakugan. Tenía una enorme sonrisa marcada en sus delicadas facciones y destilaba una felicidad que enmascaraba bien su propio cansancio. Tenía que darle crédito, no sabía cómo su hermana era capaz de sonreír así y correr de tal manera después de la derrota que había sufrido a manos de Hydron.

Cómo esperaba, Elisa no tardó un solo segundo en alcanzar la pelinaranja con una expresión llena de cuidado y precaución en sus ojos verdes, aunque estos también tenían un brillo que estaba seguro de que nadie más que él podía ver en estos momentos.

-¿Ahora que, Keith? ¿No hacemos un buen equipo? Peleamos muy bien juntos, ¿no crees? -. Comenzó la ojiazul extendiendo su mano.

El enmascarado no tardó en alejar la mano de su hermana con delicadeza, declinando su oferta con la mayor cordialidad en sus acciones que le fue posible bajo la mirada dolida de la pelinaranja y los ojos decepcionados de la rubia, que ahora sujetaba su mano suavemente.

-Keith, ¿por qué? -. Dijo la ojiazul con su voz amenazando con quebrarse.

-Mira, te dije desde el principio que no creían que éramos amigos-. Respondió mirando a los terrícolas con frialdad antes de continuar -. Trabajo en solitario.

-Pero Keith…-. Trató de objetar a su hermana con su voz finalmente rota por la tristeza y lágrimas asomándose de sus bellos orbes.

Elisa y Dan fueron los primeros en reaccionar, la ojiverde no tardó en acoger a su hermana de otra madre entre sus brazos mientras veían con su propio dolor y decepción la espalda de su hermano mayor alejándose con fría indiferencia mientras el terrícola tratado de alcanzar su rival, que volvió rápidamente a su nave siendo seguido por su compañero después de emitir una última amenaza contra Drago y Leónidas.

Incluso desde la lejanía del Destructor Vestal, Keith pudo ver desde la ventana del puente como Dan Kuso finalmente le había dado la espalda a sus rivales para acoger a Mira en su propio abrazo, permitiendo que el rostro de la vestal se descargara suavemente en su hombro sin importar si las lágrimas arruinaban su chaqueta.

Si bien estaba enojado al ver al humano acercarse de tal manera a su hermanita, también se sentía un poco más tranquilo al ver que ella no estaba sola, tenía gente que la quería y la apoyaría en el cruce de esta tormenta que aún no terminaba.

Tenía sentimientos encontrados por Los Peleadores Bakugan, le desagradaban por no entender la grandeza de sus planes, por estorbar constantemente, pero agradecía que estuvieran tan dispuestos a cuidar de su familia por él, aunque eso pusiera sus vidas en peligro inminente. Tal vez, solo tal vez, también podría perdonarles todo lo que habían hecho en su contra si continuaban cuidando a sus hermanitas y a su madre hasta que él pudiera terminar con Zenoheld y sus lacayos. No tenía sentido destruir a quienes le habían hecho tal favor.


Destructor Vestal, Laboratorio

En la actualidad

¿Cuánta podía ser la ingenuidad de su hermana? ¿Qué tan grande tenía que ser su amable corazón como para seguir tratando de hacerlo cambiar? No conocía la respuesta, pero ver esos bellos orbes color zafiro mirándolo directamente al único visible que su máscara permitía, con esa misma expresión que le dedicaba cuando era una niña que veía a su hermano mayor como una especie de superhéroe, provocó un horrible escozor en su corazón escondido debajo de su máscara.

A pesar de todo lo que había sucedido, a pesar de haber peleado por mucho tiempo en bandos opuestos, Mira seguía amándolo como cuando era una niña que corría con su hermano y la familia de su padrino en busca del afecto que su propio padre se negaba a darle. Nada podía romper más el corazón de Keith Clay que ver a su hermana tratando de hacer todo lo posible para ganarse el orgullo y amor del hombre que la concibió durante sus primeros años de vida solo para ser ignorada en cada uno de sus intentos, dejando desconsolada a una pobre niña que no podía entender porque su papá no la quería y llorando en los brazos de su hermano hasta quedarse dormida en su cama mientras él trabajaba en el escritorio de al lado.

A veces, Keith aún se preguntaba qué es lo que pensaba el hombre de estar en guerra con su propia hija. Sabía que una parte de él culpaba a Eric por eso, por meter sus propios ideales en la cabeza de Mira, pero esos eran pobres intentos de parte del hombre por tapar el sol con un dedo. Mira habría seguido a su verdadero padre a la batalla en cuanto descubriera la verdad acerca de los Bakugan porque los ideales del comandante eran afines con los de su hermana y, a pesar de sus marcadas diferencias físicas, Mira era más hija de Valiant que de Clay, tenía una serie de rasgos que congeniaban más con las enseñanzas del soldado que con las pocas del científico.

Aún recordaba como, por un tiempo, sintió envidia de su hermana. Keith siempre había tratado de emular la figura del comandante durante su niñez, ser el hombre que el antiguo rubio tanto le decía que podía ser, pero no lo conseguía. Luego, trató de ser más como su madre pero era sinceramente imposible lograr algo así para un niño que solo conoció a su progenitora durante unos pocos años de vida antes de perderla, teniendo como último recuerdo de ella nada más que su imagen saliendo por el marco de la puerta de su hogar emitiendo gritos de dolor por entrar en una difícil labor de parto. Esa fue la única ocasión en que no pudo contar con el abrazo de su verdadero padre para consolarlo, pues Eric había corrido de inmediato a visitar a su amiga en el hospital mientras su esposa corría en mitad de una noche lluviosa a la casa de los Clay para no dejar solo a aquel niño preocupado por su madre que no sabía qué hacer ni qué estaba pasando.

Jamás podría olvidar cómo fue su primera vez quedándose solo con la mujer que se convertiría rápidamente en su segunda madre, para alejar los miedos y preocupaciones del primogénito de sus amigos, Erika había improvisado una serie de juegos y actividades que lo ayudaran a pensar en cualquier otra cosa. Otra persona se habría limitado a mandar al pequeño Keith Clay a su cama para que descansara, pero la Señora Valiant no era como cualquier otra persona, ella misma había llegado con una falsa pero contagiosa alegría mientras le proponía una serie de películas que podían ver en la sala de su casa para distraerse, una lista de libros que ella misma le leería gustosa aunque no entendiera bien la mecánica avanzada que el profesor quería que su hijo leyera e incluso se había ofrecido a jugar con él por todo el espacio que tuvieran disponible con tal de no dejar que las imágenes de su madre saliendo entre gritos de su casa en los brazos del profesor lo dominaran. ¿Qué clase de mujer en sus primeros meses de embarazada se ofrecía a jugar con un niño a tan altas horas de la noche en esa condición? Le tomó más tiempo dar con la respuesta del que le gustaría reconocer y más después de entender lo simple que era: Erika era un alma generosa que atesoraría a sus propios hijos y a los de sus amigos como si fueran suyos porque su corazón era enorme, tanto como el de Mira.

Cuando se enteró de lo que pasó, tan solo era un niño que lloraba desconsolado en los brazos de la esposa de su padrino mientras éste los apretaba a ambos en un abrazo reconfortante y firme con una sola mano mientras que, en la otra, sostenía a la niña por la que Mira Fermin había muerto dando a luz. El tiempo se había desvanecido en ese momento, no existía nada más que los dos adultos y los pequeños niños Clay en sus brazos mientras Elisa aún se formaba en el vientre de su propia madre. Cómo esperaba, el profesor no había hecho nada, su semblante tranquilo y un poco cariñoso había desaparecido después de eso y jamás volvió a ser el mismo. Keith no tenía problemas con eso, tendría más tiempo libre sin las presiones del anciano encima, pero no era justo dejar que la pequeña Mira llorara durante horas debido a la negligencia de su progenitor.

Trató de llenar ese vacío, aunque no sabía que sentir por su hermana en ese tiempo, sabía que no podía desquitarse con ella por algo que no había sido culpa suya. Trató de aprender a calentar leche, a cambiar el pañal de su hermana, trató de atender sus necesidades, pero era claro que ese era un papel que no podría desempeñar con el éxito al que se había acostumbrado. No sintió un mayor alivio después de eso en mucho tiempo que se comparara con la ocasión en que los Valiant habían llegado de visita días después de que el profesor los echara de su casa con la excusa de que necesitaba estar solo. Aunque llegaron únicamente con la intención de ver si su amigo estaba bien, terminaron quedándose por los niños. Erika había logrado en tiempo récord lo que Keith no había podido en horas, se notaba la dedicación con la que se tomaba sus propias clases de maternidad, mientras Eric bajaba al laboratorio del profesor para tener una charla privada que se escuchó por todos los niveles de la casa.

Por un tiempo, tuvo malos sueños con la fuerte discusión que tuvieron los hombres en el laboratorio. Clay gritaba, su padre gritaba a un volumen mucho mayor y usaban palabras que, por mucho tiempo, Keith no entendió su significado. Sin embargo, todo eso palideció en comparación al momento en que Eric le recriminó a Clay por el trato a su hija, diciéndole que ella debería tener una mejor figura paterna que lo que él le estaba ofreciendo. Su discusión terminó con el profesor diciendo en un ataque de ira que literalmente les entregaba a la niña si tanto la querían y con un fuerte golpe por parte del comandante impactando en la mejilla del científico.

Se apartaron un tiempo después de eso, tanto Keith como Mira abandonaron la casa de su padre por una temporada y se mudaron con los Valiant por unos meses, donde sintieron una calidez que Keith creyó haber perdido para siempre, donde hallaron el que sería su verdadero hogar, su nueva familia y a los padres que habían perdido.

No obstante, y como Keith previa que sucedería, el profesor reapareció después de un tiempo para llevar a su hijo mayor a casa al ser el único de sus hijos que podía ver a la cara sin pensar en su pérdida más devastadora, un intento curioso por mantener lo que era "suyo". Por supuesto, los Valiant habían dejado al niño decidir y, si bien adoraba a la pareja con locura, sabía que tenía un gran potencial científico que sería un crimen no desarrollar y eso solo sería posible con su progenitor, así que decidió comenzar a dividir su tiempo entre la casa del profesor y la de sus nuevos padres, donde Mira crecía en paz y donde se había establecido casi por completo.

Con el pasar del tiempo, era obvio que Mira querría conocer al hombre que la había concebido. Su padrino jamás le mintió, le dijo desde el principio que él no era su verdadero padre, aunque la pequeña Mira ya lo veía de esa manera.

Cuando la pelinaranja se decidió a reunirse por primera vez con progenitor con sus cinco escasos años, tuvieron la fortuna de que el científico había aprendido a vivir siendo consumido por su trabajo, así que su relación con el hombre se mantuvo en algo sumamente formal que rara vez se traducía en la verdadera naturaleza de su parentesco.

Cómo esperaban, Mira no se divirtió y Elisa tuvo terrores nocturnos por pasar una noche sola por primera vez en toda su corta vida, la pequeña rubia de cuatro años ya se había acostumbrado a dormir con la compañía de su hermana en el colchón arriba de su cama.

Finalmente, se decidieron a que Mira solo visitara la casa de su progenitor en las tardes, pero viviría bajo el techo de sus padrinos donde Keith pasaba la mitad de su tiempo desarrollando sus habilidades de combate con su verdadero padre y cuidando a las que no tardarían en convertirse en sus propias hermanas.

Lograron establecer una rutina y un estilo de vida que prosperó tanto tiempo que ninguno de ellos debió sorprenderse cuando, finalmente, la vida que conocían se rompió y los ideales, ambiciones y metas de cada uno de ellos los separó teniendo a Mira y Eric luchando en el frente por el destino de un planeta nuevo para ellos, Keith y Elisa tras las líneas enemigas conspirando para recuperar todo lo perdido hasta que ambos tomaron caminos separados y Erika y Eisel pudriéndose en las celdas de Hydron.

-Spectra, Spectra -. Llamó una fuerte voz, provocando un eco en el laboratorio.

Los llamados de Helios hicieron reaccionar al peleador, que en este momento había descartado su máscara para dejarla a un lado de su escritorio y trabajar más cómodamente, pero no tenía la capacidad ni la voluntad para concentrarse ahora. Estaba demasiado distraído pensando en todo lo que había pasado en los últimos años, en cómo había perdido todo lo que le importaba, en cómo había hecho llorar a su hermanita.

La computadora frente a él retrataba los pocos datos que tenían acerca del Helix Dragonoid, recopilados gracias al escáner de la nave y la mira en el ojo de Helios, pero no estaba en toda su capacidad ahora mismo. Estaba cansado, tenía muchas cosas en la cabeza y nadie podía relevarlo ahora que Gus ya no estaba.

Su corazón se retorció al repetir esa horrible verdad una vez más, le dolía profundamente saber que su mejor amigo ya no estaba y peor aún, que nunca le había dicho lo importante que era para él. Siempre se sintió demasiado seguro de su eventual victoria sobre todos sus enemigos, que jamás había considerado la posibilidad de sufrir una pérdida tan significativa. Su arrogancia lo había hecho descuidado y cuando sentía que no podía estar más lejos de su victoria, el destino se las ingenió para retrasarlo aún más.

Se sentía culpable, se sentía débil, se sentía vulnerable y expuesto. A pesar de estar en la única compañía de su compañero, no sentía nada más que cansancio y tristeza. En un solo día había perdido la batalla, la oportunidad de salvar a su padre y a su mejor amigo, su mano derecha, el hermano que nunca tuvo.

Nunca se lo dijo directamente y estaba seguro de que nunca lo diría ni siquiera para sí mismo, pero no podía evitar pensar en Gus de la misma manera que Mira y Elisa pensaban entre sí. Eran un dúo muy unido, no había desafío que no afrontaran sin el apoyo del otro, eran una fuerza que no se detendría por nada sin importar cuántas derrotas sufrieran porque sabían que grandes recompensas los esperaban.

Sin embargo, ¿a qué los había llevado eso? Gus, Vulcan, Hexados y Elico estaban muertos, asesinados por el mismo hombre que creían ser capaces de derrotar pero que les había enseñado que no estaba dispuesto a ceder y no sería una presa fácil. Ahora, solo quedaba él, Zenoheld le había arrebatado todo lo que amaba y él no había sido capaz de devolverle el daño y por cada paso que daba, Zenoheld y los suyos daban dos.

No podía entender que estaba haciendo mal, ¿en qué estaba fallando? ¿Por qué su meta parecía eludirlo sin importar cuanto la persiguiera? ¿Cuánto más debía perder para lograr sus objetivos? Su planeta, su hogar, sus padres, sus hermanas, su amante, su hermano.

-Spectra, ¿qué sucede? -. Preguntó el Bakugan mirando a su compañero.

No supo en qué momento, no supo cómo, pero si supo porque, porque sus lágrimas se estaban escapando de sus ojos azules sin que él se diera cuenta por sí mismo, porque estaba tan distraído y no podía concentrarse en el trabajo, porque su impotencia y rabia se estaban manifestando en la forma de un suave llanto que solo Helios, el único amigo que le quedaba, podía percibir: estaba solo.

Todos sus esfuerzos por recuperar lo perdido y ganar este retorcido juego de tronos habían resultado en fracaso tras fracaso, no importaba el mundo, no importaba el momento, no importaba su inteligencia, sus aliados o sus recursos, estaba condenado a perder y, contra su mejor juicio, se preguntaba si había cometido un error, si acaso la decisión correcta habría sido aceptar trabajar con Los Peleadores Bakugan.

Normalmente, se habría abofeteado mentalmente por solo pensar en eso, pero ahora no tenía la voluntad para hacerlo ni la convicción para pensar lo contrario. Si lo analizaba detenidamente, todo lo que había hecho estuvo condenado al fracaso desde el principio y, aun así, se sorprendía al llegar a ese resultado.

Las lágrimas finalmente cayeron de su rostro y se derramaron sobre el escritorio, su fuerza no aguantó más tiempo y la profunda tristeza tomó el control de su cuerpo. Un tímido sollozo resonó por los vacíos corredores de la nave mientras el peleador permitía que sus emociones afloraran después de tanto tiempo ocultándolas tras la capa de su indiferencia, su frialdad y su ambición cada vez más hundida en la miseria del constante fracaso.

Helios trató de consolar cómo pudo a su compañero, pero no sabía qué hacer para ayudarlo más que estar ahí a su lado mientras lo veía quebrarse por la carga emocional que había caído sobre sus hombros. A veces olvidaba que, a pesar de todo, Keith Clay seguía siendo un joven que lo había perdido todo y estaba cada vez más lejos de recuperase, sufriendo derrota tras derrota, pérdida tras pérdida.

La cabeza del rubio se descargó sobre la dura superficie metálica de la mesa mientras apagaba la computadora para tratar de ahogar sus lágrimas sobre un material con una frialdad equivalente a la que había usado para provocar el llanto de Mira que había obligado a Dan Kuso y a Nick Takahashi a ser para sus hermanas aquello que él no había podido: un apoyo. La roca que una vez les dio fuerza ahora solo las había abandonado para sumergirse una vez más en sus ambiciones solitarias y en un sendero cada vez más lúgubre y oscuro.

¿A esto se refería la anciana del planeta humano? ¿Era esta la soledad que debía pagar por sus pecados? En ese tiempo, no le había dado importancia, pero ahora en su mente rondaba la idea de que tal vez la anciana tenía razón. Si de algo solía estar seguro en ese tiempo era que, si por algún motivo fallaba en su cometido, sería él quien pagaría por sus propios errores. No esperaba que el castigo recayera primero en sus seres queridos, su padre usado como rata de laboratorio y convertido en un sirviente leal del hombre que tanto odiaba y Gus, su más grande amigo, asesinado por tratar de honrarlo, por tratar de defender su nombre escupido y repudiado, por ser tan leal a él.

¿Qué clase de broma cruel era esta, dónde tenían que ser sus seres queridos quienes pagaran por sus pecados? Estaba dispuesto a tratar con las consecuencias de sus acciones y, aun así, el universo se empeñaba en castigar a otros en su nombre, en escupirle a la cara y burlarse de él por su arrogancia.

-Si sirve de algo, yo también lo siento mucho. Ellos eran lo más cercano que tenía a amigos aunque no fuéramos muy cercanos -. Trató de consolar Helios al peleador cuando éste alzó la cabeza para limpiar sus lágrimas mientras sus sollozaba.

-Mi padre… me dijo una vez que… -. Comenzó el rubio batallando con su pena mientras hablaba -Uno... siempre paga por sus errores… tarde o temprano…

-¿Crees que estamos cometiendo un error? -. Preguntó Helios con curiosidad.

En otro tiempo, se habría sentido ofendido por tan solo pensar eso, pero viendo el estado de su compañero, no podía negar que él también comenzaba a tener dudas.

-¿Hay algo que hayamos hecho bien desde que comenzamos este loco viaje? Solo hemos pasado por fracaso tras fracaso y casi te pierdo por culpa de esa cosa, Helios.

-Sin embargo, sigo aquí -. Interrumpió el Bakugan.

-¿Por cuánto tiempo? ¿Cuánto pasará antes de que Los Vexos nos vuelvan a lastimar? ¿Cuánto tomará perderlo todo? -. Cuestionó el peleador limpiando sus lágrimas -. Estoy cansado, Helios, estoy cansado de no llegar a ningún lado, de no tener éxito, de ver sufrir a mi familia cuando debería estar con ellos.

Los hombros del rubio ya habían caído una vez más, sus quejas no tenían la fuerza a la que Helios estaba acostumbrado a ver en su compañero, su culpa y su dolor estaban a flor de piel y no había nada que el Bakugan pudiera hacer más que solo sentarse a ver sufrir al único amigo que tenía en todo el universo.

-No puedo creer que diga esto, pero tal vez mi padre tenía razón. Tal vez… cometimos un error -. Murmuró en voz baja alejándose para mirar por la ventana a las miles de estrellas que los rodeaban -. Tal vez, este nunca fue nuestro destino.

En otros tiempos, Helios lo habría golpeado por decir algo así, pero no tenía ni la dureza ni la frialdad suficiente como para hacerle eso a su familia. Keith estaba tocando fondo y estaba dejando que sus miedos, sus dudas y el dolor que lo ahogaba aflorara con él. Estaba confiando en Helios algo más grande que cualquier armamento o maquinaria que pudiera crear para él, estaba confiándole su dolor y parte de su futuro.

Una sola pregunta se hizo presente en las mentes de los compañeros mientras repasaban todos los fracasos que habían acumulado en los últimos años: ¿valía la pena? ¿Valía la pena seguir jugando solos este juego peligroso donde apostaban la vida y el futuro de varios mundos? ¿Cuántos habían muerto? ¿Cuántos habían sufrido horrores indescriptibles solo por participar? ¿Cuánto pasaría antes de que ellos los siguieran? No tenían una respuesta para todas esas preguntas, no estaban seguros de cuánto más podrían aguantar, no estaban seguros de si en verdad Los Peleadores Bakugan que tanto habían menospreciado podían ser el cambio que tanto necesitaban en esta lucha que carecía cada vez más de sentido. Solo había una cosa de la que sí estaban completamente seguros: el éxito no era una opción para ellos y tal vez nunca lo fue.

Pero no podían rendirse después de todo lo que habían pasado, ¿cómo podrían siquiera pensar algo así? Se supone que esto era lo mejor para todos, lo indicado, lo correcto para ellos. Pero entonces, de ser así como deberían resultar las cosas, ¿por qué seguían fallando sin importar lo que intentaran? Su único éxito reciente había sido salvar a los Bakugan y destruir el Sistema EB y, como no podía ser de otro modo, eso solo pudo ser posible gracias a Los Peleadores Bakugan.

Estaban hartos, estaban cansados, no creían ser capaces de continuar con su trabajo ahora que habían perdido la voluntad y la convicción para si quiera concentrarse en los beneficios que traerían sus posibilidades de éxito cada vez más efímeras y distantes.

-Lo siento, Keith -. Dijo Helios en un susurro.

Nunca lo había llamado por su nombre y eso se reflejó en la mirada de incredulidad que le dirigió el peleador pero sin emitir ni una sola palabra. No conocía la razón, pero por algún motivo, llamarlo por ese nombre se sentía correcto, apropiado, mucho más que solo llamarlo "Spectra", dirigiéndose a una máscara en lugar de al joven brillante que se encontraba detrás, escondido debajo del objeto pero en una batalla constante por salir nuevamente después de estar oculto por tanto tiempo.

Keith Clay, Spectra Phantom, cada vez era más difícil distinguir cual era el hombre y quién era la máscara realmente, ¿una personalidad? ¿Un escondite? ¿Una fachada de fortaleza emocional casi impenetrable que escondía detrás las inseguridades de un niño? Helios no estaba seguro, pero no le gustaba ver esa indecisión en su compañero. Spectra era fuerte, Keith Clay era decidido y ambos conformaban al increíble peleador que había conocido en Nueva Vestroia y con el que pensaba pavimentar el camino a un futuro mejor, uno donde tendrían la fuerza suficiente para mejorar los mundos y enfrentar cualquier amenaza que intentara dañar el magnífico imperio que iban a construir.

¿Cómo habían fallado? ¿Qué habían hecho tan mal para quedar completamente solos, vagando en el vacío dimensional que los separaba de lo que una vez creyeron que era su destino, pero que, ahora, no era más que un reflejo de sus anhelos frustrados y perdidos por sus constantes derrotas.

¿Valdría la pena? ¿Valdría la pena descartar todo lo que habían hecho en estos años para seguir lo que su dolorido corazón le indicaba? ¿Regresar con sus hermanas y su madre para trabajar con los amigos que éstas habían hecho para salvar a sus seres queridos, reconstruir todo lo que Zenoheld había destruido y recuperar todo lo que les había sido arrebatado?

-¿Cómo es posible, Helios? ¿Cómo es posible que todo aquello por lo que luchamos se derrumbe de esta manera? ¿Cómo es posible que todo con lo que soñamos solo nos lleve a más derrotas y pérdidas? -. Se preguntó el rubio en voz alta, sin despegar la mirada de las estrellas danzantes que los rodeaban.

-Supongo que… a veces… tenemos que renunciar a nuestros deseos -. Respondió el Bakugan en voz baja -. Keith, ¿qué te importa más? ¿Nuestro destino o tu familia? -. Preguntó usando el nombre real de su compañero, pues sabía que eso lo haría reaccionar.

El peleador se tomó un momento para pensar en su respuesta con un suspiro, enseñando una sonrisa triste que se complementaba perfectamente con sus ojos irritados y llorosos.

-Creo que, si te lo digo, te enojarías -. Respondió el vestal frotándose uno de sus ojos cristalinos por el llanto.

-Elegí trabajar contigo, atravesar los problemas contigo, no solo por lo que prometías, también porque noté tu fuerza y tu determinación. Estar dispuesto a perseguir tus objetivos es difícil, pero creo que nada es más difícil que renunciar a ellos.

-¿A qué quieres llegar, Helios? -. Preguntó confundido.

-Si amas tanto a tu familia y deseas volver con ella, tal vez eso es lo que deberías hacer -. Aclaró el Bakugan con un suspiro.

Era difícil estar diciendo todo esto, el mismo Helios no se caracterizaba por ser alguien muy apegado a sus emociones o sentimientos que no fueran su ira o su ambición, pero no podía ser egoísta ahora. Para bien o para mal, Keith Clay, Spectra Phantom o como quiera que se llamase era su único amigo en todo el universo y no iba a dejar que se ahogara en su dolor. Sin importar cuanto le desagradara, haría lo que fuera necesario para ver a su compañero, para ver bien a la familia que nunca pensó tener, aunque eso significara renunciar a sus propios sueños.

-¿Estás dispuesto a dejar todo solo por mí? -. Preguntó Keith al Bakugan con un tono bajo, casi tímido.

-Eres como el hermano que nunca tuve, haría lo que fuera con tal de verte bien.

Eran palabras fuertes y con un significado más grande del que él mismo podía comprender. Helios no era así, no se supoía que fuera así y, sin embargo, aquí estaba él, ofreciéndole su apoyo incondicional y declarando entre líneas que estaba dispuesto a dejar de lado sus metas con tal de verlo bien.

Pero se notaba en su tono que Helios no estaba contento con esta decisión, lo hacía solo por él, no quería dejar de lado tanto trabajo realizado para convertirlo en el Bakugan Máximo. Él tampoco podía ser egoísta, no con su compañero, juntos habían logrado mucho y perdido aún más en este viaje en el que arriesgaban la vida.

Pero ese era su temor, Zenoheld y Clay ya habían dejado claro que estaban dispuestos a rebasar cualquier barrera moral que los detuviera. Asesinaron a Gus y a sus Bakugan sin piedad, hicieron experimentos en el cuerpo de dos soldados leales a Vestal con tal de conseguir sirvientes efectivos y leales, entre los que se contaba el antiguo mejor amigo del segundo. ¿Cuánto tomaría que sus enemigos los encontraran y le hicieran lo mismo que a su padre? No lo sabía y no temía por su vida, temía por lo que le harían a Helios, temía por como reaccionarían Mira y Elisa al verlo pagar el máximo precio por sus atentados contra Zenoheld, temía lo que pudiera hacer Erika al verlo convertido en una pesadilla andante encargada de destruir todo lo que alguna vez amó.

Tal vez era el miedo lo que motivaba la lealtad ciega de Mylene hacia su rey, ella siempre fue la más prudente de los dos en cuestiones de supervivencia, tenía miedo y eso le permitía seguir con vida, algo de lo que Spectra carecía por completo al estar lleno de furia y ambición. Por mucho tiempo, pensó que podría arreglar este problema solo con la ayuda de Gus, pero estaba claro que las circunstancias lo superaban y no estaba seguro de que hacer para cambiar eso.

Su mente le decía que siguiera, ya había comenzado y lo único que podía hacer era terminar el recorrido independientemente de su resultado, para este punto, ya no sentía que la victoria figurara entre las posibilidades. Pero su corazón, su maldito corazón, le decía que lo olvidara, que aún tenía tiempo para salvar lo único que le importaba más que sus propias metas: su familia.

No sabía qué hacer, se sentía perdido e indeciso, ¿cómo era posible que él, Spectra Phantom, temblara de miedo ante lo que le deparaba un futuro incierto? Jamás había sucedido y, en el fondo, sabía la respuesta: no era Spectra quien temblaba, no era Spectra quien no sabía qué decisión tomar, no era Spectra quien tenía que elegir entre un sueño y una vida, pues su máscara no tenía nada de eso. Era Keith Clay quien no sabía qué hacer, era Keith Clay quien trataba de recuperar el control de este cascarón agrietado que tenía por cuerpo, era Keith Clay quien deseaba volver con su familia y ofrecerles una de esas sonrisas brillantes que nadie más conocía. Ser el hijo, el hermano y el amigo que había dejado atrás para perseguir un sueño que le había dado la espalda.

Vestal no lo recibiría, Spectra era un paria rechazado para su mundo natal, pero ese no tenía que ser el destino de Keith Clay. El hombre detrás de la máscara aún tenía la posibilidad de recuperar todo lo que le habían arrebatado y todo a lo que él mismo había renunciado.

Pero se supone que era un peleador, no podía solo darse por vencido sin dar batalla. No sabían cómo proceder, no sabían a quién escuchar, no sabían que elegir entre lo que, ahora, no era más que una batalla entre sus anhelos. La batalla lo forjó, la batalla lo nutrió, lo convirtió en el peleador que había sido capaz de retar al tirano más grande de Vestal y casi ganar. Tal vez, lo más apropiado ahora sería dejar que fuera la batalla quien decidiera su destino. Había pasado mucho tiempo tratando de manipular los hilos y eso lo había llevado a este punto, tal vez, por una sola ocasión, debería dejar que fueran sus habilidades las que decidieran por él.

Ya habría tiempo para elegir, por ahora, solo querían descansar y llorar tranquilamente sus pérdidas, desahogar sus frustraciones y tomarse un momento para despedir y honrar a sus camaradas caídos antes de pensar en lo que sucedería a partir de este punto.

Por el resto de lo que parecía ser una noche eterna, peleador y Bakugan solo se limitaron a ahogar y lamentar sus penas en la soledad del Destructor Vestal debatiendo que es lo que deberían hacer a partir de este punto muerto en el que se encontraban y como abordarían el futuro que los esperaba, independientemente de cómo fuera.


N/A: Debo decir que este capítulo me sacó lágrimas, a pesar de que yo lo escribí. Creo que Spectra es el personaje que más he trabajado en esta historia y me enorgullece bastante el resultado hasta ahora, entre darle un pasado más definido y nuevas motivaciones más humanas me he encariñado aún más con él y con Helios (que aquí también tiene sus momentos de simpatía). Díganme que pienso del camino que ha recorrido en este fic, Keith es algo así como mi ensayo para ver como me salen escribir redenciones :P.