Disclaimer: Todos los personajes de Inuyasha son propiedad de Rumiko Takahashi, yo sólo los he tomado prestados para entretenerme un rato. En cuanto a Yoko, Rioko, el Señor de ambos: Hiroki, y Nishido, son una invención mía, así que si alguien quiere que se los preste me avisa primero.^^
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Extraña obsesión
Capítulo VI
Hiroki adoptó un tono y una expresión de lo más solemnes. No obstante clavó en Kagome una mirada cargada de ternura pero también de angustia.
Ella lo notó y sintió que el corazón se le encogía dentro del pecho. En cierto modo se sintió culpable de esa angustia, aunque no sabía muy bien porqué. Pensó que sus palabras habían derivado en algún sentimiento triste, y comenzó a buscar en su mente algo agradable que decir... pero él no la dejó proferir palabra alguna.
— No. No es necesario que digas nada. — Le dijo en tono conciliador, calmo. — Entiendo que estás en todo tu derecho de querer saber... Verás, si aún no te he dicho nada es porque todavía no recuperas tu memoria, pero por lo visto, la incertidumbre se torna más angustiante cuando no se tienen respuestas... y te comprendo, pero tampoco quiero que tu identidad se confunda con las razones que tengo para recibirte aquí.
— No comprendo... — Replicó la joven tímidamente.
— Tú no eres la persona a quien yo buscaba.
Kagome sintió de repente algo muy parecido a la decepción, pero esa sensación comenzó a desvanecerse cuando él comenzó a acariciar muy ligeramente la pequeña mano que aún conservaba entre las suyas.
— ¿Entonces...?
— No tienes de qué preocuparte, créeme. En un primer momento pensé que podrías ser tú, pero luego me di cuenta de que era algo imposible... Los humanos no viven tanto como nosotros, y lo más probable es que ella ya no esté en este mundo... — Esbozó una leve sonrisa. — ¿Sabes? Tú te le pareces mucho, aunque en algunos aspectos presiento que guardas algo especial, y confieso querer saber qué es, por eso espero que decidas quedarte... al menos hasta que recuperes tu identidad.
"Te le pareces mucho..."
Esas palabras resonaron en la mente de Kagome, y una punzada de inexplicable dolor se instaló en su pecho dificultándole respirar. "¿Porqué? ¿Porqué se sentía así? ¿Qué importancia podría tener el hecho de parecerme a alguien más?" Tal vez lo importante fuera precisamente el saber que no era ella a quien Hiroki estaba buscando… Tal vez la recibía en su castillo nada más por compasión... o en consideración a la memoria de aquella...
— ¿Y qué pasaría si nunca logro recordar? — Preguntó haciendo tremendo esfuerzo por contener unas lágrimas que no comprendía.
Hiroki notó en ese momento que sus palabras, lejos de tranquilizarla, la habían hecho temerle una vez más. Pero no comprendía el porqué de ese temor, de su inseguridad, cuando él siempre le había demostrado tener las mejores intenciones. Se dijo a sí mismo que era normal esa reticencia, porque los humanos siempre le habían temido, y con fundadas razones... a excepción de "ella"...
~ ~ ~ Recuerdo ~ ~ ~
Era de noche y no había Luna. Aquí y allá se apreciaban focos de incendio en cantidad. La devastación lo cubría todo, con humo, gemidos de dolor, con el llanto de aquellos que lo habían perdido todo.
Recuperar las tierras que le habían sido arrebatadas a su padre, no había sido una tarea ni remotamente fácil. La contienda se había prolongado por mucho tiempo ya, y sus soldados estaban exhaustos. Tanto sus fuerzas como las enemigas habían mermado considerablemente, y la victoria aún con su elevado precio, se percibía como algo inminente, de otro modo se habría retirado.
"Una batalla más. Sólo una más y por fin todo habrá acabado."
— Señor.
— Habla, Yoko.
— El enemigo se está replegando, señor. Sugiero que nos demos prisa y...
— No voy a dejar a los heridos a merced de Nishido, Yoko. Nos adelantaremos y cubriremos este frente. Así que ve, organiza un pequeño grupo y encárgate de muertos y heridos. No quiero ver a uno sólo de ellos en sus manos. ¿Has entendido? - Sentenció en tono severo.
Yoko asintió y presuroso se encaminó a cumplir con lo que su amo le había encomendado.
Hiroki tenía mucha razón. Aunque el enemigo estaba a punto de ser derrotado, era demasiado obstinado y despiadado a tal punto que no le habría importado en lo más mínimo sacrificar hasta el último de sus soldados. Cosa que Horoki no estaba dispuesto a hacer... Las tierras de su padre tenían un precio elevado, pero no tanto.
Nishido podía jugar con los cuerpos de sus soldados, podía apoderarse del cadáver de su enemigo y prolongar la contienda por un buen tiempo aún... Claro que tarde o temprano sucumbiría, pero no sin antes cometer los hechos más profanos. Magia, hechicería, todas armas demasiado peligrosas para estar a la disposición de un monstruo como aquél. Afortunadamente, Yoko había sido capaz advertir sus artimañas... pero ahora era la fuerza la que debía ser empleada.
Debía dar cuanto antes con aquél sujeto, y aprovechando las bajas y la confusión momentánea en el frente enemigo, debía colarse entre ellos y llegar hasta él a fin de darle muerte con sus propias manos. El momento de vengar la muerte de su padre estaba próximo...
Partió al frente de sus tropas y se abrió camino entre las huestes del enemigo con su espada. Se deshizo tanto de cadáveres como de vivos, dejando a su paso el tendal de cuerpos inanimados que posteriormente se alzaban tan prestamente como su comandante era capaz.
Gracias a su gran velocidad logró alcanzar las mismas puertas de la fortaleza, derribó las pesadas puertas de un golpe y se lanzó con hecho una furia por los pasillos. Su olfato lo guiaba, confiable y certero. A diestra y siniestra se lazaban nuevos contendientes, cuyas fuerzas iban en aumente conforme se acercaba a su objetivo. El muy cobarde había librado toda una guerra sin dignarse a dar la cara, había permanecido bien oculto en los más recónditos rincones de las catacumbas.
Al llegar a su puerta, un fétido hedor casi lo hizo tambalearse. Su olor era tan intenso y nauseabundo que a duras penas consiguió recobrar la compostura ni bien le tuvo frente a sí. Pequeño y repulsivo, vestía una purpúrea túnica que apenas dejaba entrever su rostro arrugado y gris en el que unos ojos rojos y sanguinolentos destellaban desbordantes de malicia. En un primer momento creyó ver miedo en aquel sujeto, entonces pensó que sería tan cobarde como cualquier otro enemigo que enfrentara en el pasado, al momento de saberse vencido... Pero no fue así.
Bajó por un momento su espada, y entonces la mirada de Nishido se posó engreída sobre él, y una ligera sonrisa asomó de entre sus labios. Hiroki no le comprendió.
Lo siguiente que vio fue una horda de sus súbditos rodeándole, salidos de quién sabe donde. No le representaban mayores inconvenientes, eran débiles. Pero lo que Hiroki no sabía, era que el fin de aquellos monigotes no era otro que el de distraerle... Cuando todos cayeron al suelo de golpe, un punzante y agudo dolor se instaló en su pecho. Lo siguiente que vio fue la daga que había logrado atravesar su fuerte armadura.
— Eres tan débil e ingenuo como tu padre. — Le escupió a la cara su burla, como si aún abrigara alguna esperanza de triunfo.
— Maldito... — Replicó Hiroki en un gruñido amenazador. Maquinalmente trató de arrancarse la daga del pecho pero no lo consiguió... "Magia, hechicería..." "¡Malditas sean sus artimañas! ¡Maldito sea ese insecto asqueroso!"
Ignoró el dolor y se abalanzó contra aquél, logrando asestarle un golpe en el costado. Nishido a duras penas lograba esquivar sus embates, había empleado ya mucha magia y no le quedaban muchas fuerzas. Por fin no le quedó lugar a donde huir. Hiroki le tenía acorralado. "Un golpe más, tan sólo uno y habré llevado a cabo mi venganza."
— ¿Vas a darme muerte con la espada de tu padre, cachorro?
— Esas han sido tus últimas palabras, maldito.
Nishido volvió a sonreír. ¿Pero qué demonios tenía en mente? ¿Acaso todavía le quedaban trucos? — Te equivocas, cachorro... eres fuerte, lo reconozco, pero el veneno que lleva esa daga seguramente ya estará haciendo efecto en ti... — Negó con la cabeza, prepotente. — No, no, no... Mejor ve escogiendo las que serán "tus" últimas palabras, porque no te queda mucho.
— ¡Desgraciado! - Exclamó el taiyoukai y blandió su espada sobre el asesino de su padre, perdido de rabia... Pero cuando la espada cayó, todo cuanto pudo escuchar fue el sonido de un golpe seco: metal... sobre inerte roca.
Nishido se había desvanecido en el aire. Había escapado.
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Yoko había hecho muy bien su trabajo. Su magia era lo suficientemente poderosa como para resguardar a sus muertos del enemigo, y pronto también a aquellos que hallaban por el camino a medida que avanzaban. Uno por uno selló los cadáveres a medida que los soldados le abrían paso a fuerza de golpes de espada.
A voz en grito les ordenaba que se dieran prisa. Un desagradable presentimiento le preocupaba, tenía que cerciorarse de que su amo estuviera bien...
Tomaron por fin el castillo y fue entonces cuando hallaron por fin a su señor. Estaba pálido y una suerte de blancuzca bruma cubría sus ojos inexpresivos, como si estuvieran muertos.
Al percatarse de la presencia de los suyos y sentir la exclamación de Yoko, Hiroki, que había permanecido de pie y en guardia hasta aquel momento, por fin se abandonó y se dejó caer. Su imponente figura se desplomó cuan pesada era, frente a sus súbditos, alarmando a todos, arrancándoles exclamaciones que no pudo comprender. Luego, perdió el conocimiento.
— ¡Señor! ¡Señor!...
El despertar le supo a irrealidad, porque ya se había despedido de la vida como la conocía.
Lentamente y con dificultad, abrió los ojos y entonces vio a Rioko a su lado, quien la sonrió para salir inmediatamente disparada en busca de su esposo.
Yoko había logrado detener el hechizo que Nishido le había puesto a la daga, pero no había podido deshacerlo, y aquella seguía clavada en el pecho de Hiroki, destilando veneno. Aquello que su sirviente había conseguido en definitiva, no era más que una prórroga... no había hecho otra cosa que ganar tiempo a fin de encontrar la manera de salvar la vida de su amo.
Y los problemas no se reducían a eso, no señor. La eventual muerte de Hiroki conllevaría una suerte más que desafortunada para quienes le servían, puesto que un feudo sin señor era un blanco fácil para cualquier oportunista... Y para colmo de males, no sería cualquiera el que se alzaría sobre ellos, sino que sería el mismo Nishido quien regresaría clamando por la revancha. Aquello era sólo cuestión de tiempo, y lo más probable sería que ni siquiera se esperara a la muerte de su amo...
De sólo pensarlo, a Yoko le daban escalofríos. Si Nishido recuperaba el control sobre esas tierras, lo menos desafortunado que podría sucederles a todos, sería la misma muerte.
— ¡Las Flores Negras del Santuario de Hem! — Exclamó el anciano youkai. — Crecen en las profundidades de sus cavernas y tienen el poder de curar cualquier mal, tanto de un humano, como de un youkai, no importa el origen del mismo... sólo que...
— Habla, Yoko, de una vez.
— No podemos acceder a ellas, señor.
— ¿Porqué?
— Porque el santuario está sellado, señor. Ningún demonio puede ingresar en él.
— Entonces debemos obligar a un humano a entregárnoslas. — Intervino Rioko, con intención de ponerle fin a la controversia.
Su marido meneó la cabeza en un gesto de negación que casi sacó de quicio a Rioko. — No es tan fácil, mujer. ¿Quines supones que sellaron el santuario? Sólo los descendientes de Hem pueden entrar al santuario, y te advierto que el sello se mantiene firme gracias a la voluntad de los que allí habitan.
— ¿Y es que tienes una mejor idea? — Explotó la anciana.
— En realidad, no. Pero de todos modos iremos. Ya no nos queda mucho tiempo, por eso me he tomado la libertad de enviar a un grupo de los nuestros hasta allá...
En las proximidades de Hem, el panorama no era muy alentador. Seguramente aquellos estarían también en medio de una guerra, porque a medida que se acercaban a la ciudad, el olor a sangre se hacía cada vez más penetrante. Había humanos masacrados a los lados del camino. Parecía que hubiesen tratado de escapar de algo, de un youkai tal vez.
Ya faltaba poco para arribar, cuando uno de los miembros de la comitiva que Yoko había enviado, llegó hasta ellos tambaleándose.
— Señor... — Se desplomó en brazos de uno de los soldados. — Nishido... él está en Hem...
Aquello que Yoko había temido, estaba sucediendo antes de lo esperado. Era lógico esperar que Nishido intentara destruir la última esperanza de su enemigo. Pero él no lo permitiría. Afortunadamente, había sido lo suficientemente precavido como para movilizar la suficiente cantidad de soldados. Esta vez eran más y estaban preparados. Sólo rezaba por llegar cuanto antes a Hem y hallar con vida a alguno de sus habitantes...
Llegar al santuario, no fue tarea fácil. Una repetición de la última de las batallas por las tierras del Sur, se llevaba a cabo sin bajas que lamentar, pero perdiendo un tiempo valiosísimo, que marcaba el frágil límite entre la vida y la muerte del taiyoukai.
Cuando no le quedaron cuerpos que reanimar, Nishido huyó cuan cobarde era. Y en toda Hem, no quedaba un ser humano con vida.
En anciano youkai corrió hasta el santuario con la esperanza de que, con la muerte de los descendientes de Hem, el sello se hubiera roto, lo que les restringía aún más el tiempo, puesto que sin el condenado sello las Flores Negras no tardarían en perecer... Pero cuando llegó al portal, comprobó dolorosamente que el sello estaba intacto.
¿Cómo podía ser? ¿Entonces sí quedaba algún descendiente con vida? Pero... ¿en dónde estaría?
La pesquisa se organizó en un tris. Aquella era una verdadera carrera contra el reloj. Pero ningún descendiente de Hem estaba oculto en toda la ciudad... Entonces... "¡Entonces está dentro del mismo santuario, tras el sello!" Exclamó Yoko en sus pensamientos. ¿Pero cómo le haría salir de allí? De nada le servía haberlo descubierto, si nunca lograría hacerle salir de su escondite.
Ya todo estaba perdido.
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Continuará...
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Notas de la autora:
¡Hola una vez más!
La última vez anuncié que actualizaría en un par de días... pero aunque lo intenté, no pude... perdón. Es que mi mente se bloqueó, pero de todos modos, no creo haber demorado demasiado... ¿o sí? Bueno, ustedes dirán.
En este cap. Inu ni siquiera apareció... pero por favor no me maten... es que de repente me inspiré con el pasado de Hiroki. (La verdad es que me enganché mucho con él, no sé por qué). Y no me odien, se los suplico, que aunque esta vez hubo mucha sangre en la historia, en la próxima les garantizo que acabo con el pasado Hiroki y pongo algo meloso... ^_^U
Sakura Kinomoto: Mil gracias una vez más por los ánimos T_T En serio que me emociono cuando a alguien le gusta lo que escribo... Y confieso que a mí también me gusta cada vez más Hiroki... Se nota en este capítulo, ¿verdad? Pero bueno, en el próximo habrá más romance y menos derramamientos de sangre, lo prometo. ^_^
Cess007: No te preocupes por no dejar review el cap. pasado... es cierto que a FF.net le fascina complicarnos la vida... Pero, en fin, gracias por decir que este fic está quedando bien y también porque eso de tus uñas... cada vez que lo leo me hace reír ^__^
Carito: ¡Wooow! ¡Este fic tiene una nueva lectora! ¡Gracias, por hacerme saber que lees esto! Y por decir que el fic está bueno. Me alegro de que te guste, y no te preocupes que mi intención es la de actualizar lo más pronto que pueda. En cuanto a Hiroki, bueno, físicamente ya lo he descrito, creo que en el cap. III, pero si tienes alguna duda, no tienes más que preguntar ^^. En cuanto a su personalidad, ya lo tengo más definido, y se verá en estos caps. (VI y VII). Gracias por tu review. ^_^
Bueno... espero que les haya gustado el cap, a pesar de las masacres... Acepto críticas y jalones de oreja... Y si quieren hacer alguna sugerencia o pedir que enfoque esto desde algún otro punto de vista... pues háganlo, que tomaré en cuenta sus comentarios.
Gracias por leer hasta aquí.
Leyla^^
