La mente del enigma

PRÓLOGO

Una noche como cualquiera, común, ordinaría, no hay nada diferente, es solitariamente etérea…Tan insípida. Es exactamente igual a la anterior, y a la anterior a esa, así sucesivamente caen una tras otra, se amontonan y se convierten en un pantano oscuro y frío en el que habito.

Aunque en realidad me encuentre caminando libremente en las calles hace mucho que siento que he caído en una fosa, barro helado y húmedo me mantiene allí, me jala hacia abajo, está hundiéndome, me aprisiona, yo quiero huir pero no puedo.

«Ya no cabe ni una más. Ni una noche más así, o el pozo me tragará.»

Así que allí voy, a intentarlo. A buscar algo que me deje mantener la cabeza a flote para respirar…nada en particular, un no sé qué

«Por favor, lo que sea.»

¿Suena como un ruego? Lo es. Es que mi mente no puede tener tiempo en blanco, siempre acabo vagando en un pasado que desesperadamente trato de perder, pero los recuerdos son igual que una ciénaga de fango, por eso cuanto más lucho por escapar de la tierra putrefacta de mi memoria más profundo caigo en ella.

Llego al Restó Patch que funciona también como café y chocolatería, está abierto hasta tarde y es el único. La campanilla tintinea cuando entro, la luz es amarillenta. Cuento sin ver a tres personas dispersas en las mesas, tres hombres, uno inmerso en su dispositivo tecnológico, completamente absorto de lo que lo rodea, los otros dos son "amigos" ahogándose en sus "desdichas".

«"Penas de amor" que mentira tan absurda »

Una mueca de aborrecimiento se asoma en mi cara, de sólo pensarlo me da nauseas. Par de inútiles que dejan su pequeña y patética vida en manos de otro. Ni siquiera tienen el maldito control sobre lo que sienten, ¿Cómo podrían tener el control sobre el mundo?

«Tan débiles.»

Al pasar junto a ellos me es inevitable dedicarles una mirada de soslayo debajo de la capucha que me cubre la cabeza y soltar un bufido haciendo uso de mi autocontrol para que mis pensamientos no tomen un rumbo tempestuoso.

Llego hasta la barra larga y lustrosa, me siento en una banqueta alta, no hay nadie cerca, lo cual me convence de quedarme ahí. Me quito la capucha y alzo el rostro clavando mi apática mirada escarlata en el sujeto al otro lado del mostrador. Asiento a modo de saludo y señalo en el cartel mi pedido. No he pronunciado palabra alguna, no estoy del mejor humor, y sé que se me nota. No me importa ¿Por qué molestarme en ser gentil? De igual forma siempre es lo mismo, se asustan por todo.

«Yo sólo quiero un café.»

Sí, por eso vine. Por un café de sabor intenso que despierte mis sentidos y con su vapor humeante difumine unos minutos la realidad que me envuelve, porque no me gusta.

A veces me resulta insoportable estar aquí, no aquí en el bar, ni aquí en la aldea, sino aquí, en la Tierra.

Rió irónicamente en el silencio por lo fácil que intimido a los demás, los dos mártires al sentirse amenazados se han escabullido del lugar rápidamente. «Nadie se atreve a hacerme frente jamás» Resuelvo. «Excepto por una persona.» Susurra mi conciencia…

«Cierto.» Frunzo el ceño cuando a mi mente llega el recuerdo de cierta chica poniéndome en mi lugar con una cachetada épica hace unas semanas atrás. Inconscientemente alce la mano a mi mejilla derecha.

«Eso dolió bastante, aunque lo merecía»

El sonido grave de la porcelana al ser depositada sobre la madera me interrumpe, encontrándome a la vez con el gesto estupefacto del mesero, es entonces que me doy cuenta: una leve sonrisa me había curvado los labios.

Instantáneamente me pongo serio. — ¿Por qué sigues aquí?— Mi tono es seco y peligroso, automáticamente desvía la mirada alejándose.

Delante de mí tengo un pequeño plato con dos dulces y una taza con espuma en tonalidades tierra que despide bruma caliente. Mojo a penas los labios, el contacto me hace cerrar los ojos abocando mis sentidos en ese efímero placer.

Muy pronto no necesitaré estas pequeñas distracciones pasajeras. Se escapa de mis labios una sonrisa ladina y oscura. Ni siquiera existe alguien capaz de desafiarme.

«Yo no estaría tan seguro.»

La voz de mi conciencia aparece una vez más, no le doy importancia. Quienes me enfrentan es porque son ingenuos o estúpidos, pero en definitiva nadie me desafía a conciencia.

«Ella no parece nada ingenua, mucho menos estúpida.»

¿Ingenua? En lo absoluto, esa mujer consiguió entender la tcho-senjiryaketsu sin problemas, dominar sus técnicas en tiempo record y doblegar a mis demonios como si fuese un juego de niños. Además me reconoció de inmediato al encontrarnos.

«De estúpida no tiene un pelo.» Aseguro.

«Entonces tal vez sólo sea inconsciente.»

«Es una opción.» Quisiera ver de lo que es capaz, pero quizás más adelante, ahora mi interés está puesto en que Yoh aumente sus habilidades, y así pueda sobrevivir para ayudarme en mi propósito.

«Falta poco.»

Bufo exasperado. Ya he pasado mil años esperando a que llegue el momento, un poco mas no debería ser la gran cosa, sin embargo este tiempo esta tan lleno de…nada. Es como estar muerto.

«No, es peor.»

Siento como si tuviese brasas en el estómago, reconozco la sensación porque siempre está ahí en el fondo, esperando a hacerse notar. Es el odio, todo este odio que me ha empujado hasta aquí, que me ha arrastrado en diferentes infiernos siendo la Tierra el peor de todos, donde el veneno crece y me quema desde adentro, me arde y me llega a cada uno de los rincones. Mis manos apretadas están calientes y siento por dentro que la fogata está a punto de convertirse en hoguera.

De repente una corriente de aire helado golpea mi espalda moviendo mi cabello, el frío me sacude, me devuelve al tiempo y espacio. El mozo está en otra esquina de la barra y alza la vista hacia quien acaba de entrar, miro la escena indiferente y vuelvo a beber de mi café humeante.

—Buenas noches, quiero una caja de chocolates, hay una promoción afuera.

«Esa voz… »

—Buenas noches señorita. Verá no ha quedado más de ese valor —Tras una pausa corta carraspea. —Pero puedo preparar una, de otra variedad —Se corrige de inmediato por lo que supongo la negativa le molesto al "cliente-". — ¿Beberá algo mientras espera?

—Un café fuerte, sin azúcar.

« ¿No es la voz de-»

«No, no hay forma de que sea. » Descartó con incredulidad.

«Soy demasiado bueno en esto como para que se me escape la presencia de ese furyoku.»

— Desde ya la diferencia corre por su cuenta. — Habla nuevamente.

Maldición, sí es su voz.

Ese tono imperativo es inconfundible.

Escucho la corta conversación sin dirigir la mirada. Es que no puede ser quien me pareció porque no sentí su presencia y eso sería imposible. Unos pasos se escuchan hacia mi dirección. «Y encima se sentará aquí perturbando mi soledad.»

Algo cruje, deduzco que es la banqueta deslizándose por las maderas gastadas del piso ... Desvío sutilmente la mirada al costado, me encuentro con piernas que se cruzan una sobre la otra, cubiertas en medias negras, un vestido gris de mangas largas, cabello dorado, cara bonita y expresión inexorable. Está dejando su abrigo marrón sobre la barra.

«Carajo, sí es Anna.» Esto acaba de herir mi orgullo. No supe que era ella, no antes de escuchar su voz, o de verla a la cara. «No la sentí.» Esta sólo a dos metros de mí y se encuentra muy ocupada acomodando un pañuelo verde de su cuello.

Sin discreción alguna me giro en su dirección y arqueo la ceja mientras persigo cada uno de sus movimientos, no me creo cómo es que no presentí su energía.

— ¿Planeas seguir requisándome con la mirada por mucho tiempo más? — Me dice severamente sin verme a la cara.

—Puede ser. — Mi mano comienza a jugar distraídamente con la taza sobre la mesa. —Eres lo más curioso dentro de este lugar. — Respondo desinteresadamente.

— ¿No será porque no pudiste notar ni remotamente mi presencia tan cerca? — Esa respuesta pausa mi respiración por un segundo. ¿Cómo supo eso?

Me pongo de pie acercando la banqueta junto a ella para tener una conversación más privada, al sentarme apoyo el brazo sobre la barra inclinándome y acortando la distancia. Estira su postura, perfectamente erguida y derecha. Su actitud altiva sólo consigue agrandar mi sonrisa engreída. —Que gran coincidencia, justo recordaba nuestro encuentro. — Puedo ver como su mandíbula se tensa y frunce el ceño.

— ¿Y quieres rememorar el momento con otra cachetada?— Ni siquiera me mira.

Suelto una risa. — ¿Es una pregunta o una amenaza? Tú no querrás amenazarme. — Me dedica una mirada fugaz y filosa como dos cuchillos.

—Tu no querrás que te marque las dos mejillas— Su voz es indolente. No muestra señal alguna de sentirse intimidada y eso me gusta mucho.

—Dudo que lo logres de nuevo. — La reto. Parece que va a responderme pero cambia completamente su semblante y me quita su atención.

—Señorita su… café. — «Vaya interrupción.» Frunzo el ceño viendo al apache por un ínfimo instante, pero él se encuentra concentrado en mi acompañante. También deposita un pequeño plato con dos bombones de fruta, pero los de ella son de eucalipto y no tan dulces.

Ella le agradece esbozando una sonrisa cordial y tomando la taza entre sus manos.

En ese momento recuerdo que mi café ya debe estar templado y tras beber un sorbo tomo uno de los bombones que aún no había probado. Lo muerdo, el centro es néctar frutado que se desliza por mi boca como la seda. Dulce. Delicioso. El sabor me trae calidez y una sensación de nostalgia toma forma y nombre apareciendo en mi mente: «Ohachiyo»

Gracias a él probé un dulce por primera vez. Ese pequeño demonio me enseño muchísimas cosas. Al final él también se fue aunque me dejo un don bastante problemático como recordatorio. Sí, el reishi.

Entonces caigo en la cuenta de un pequeño gran detalle: No he escuchado un solo pensamiento de Anna en todo este tiempo, tampoco cuando nos cruzamos en Mesa Verdede. Es imposible que alguien este tanto tiempo con la mente en blanco. La revelación me causa un ligero espasmo.

Me había perdido en las sensaciones pero ahora estaba aterrizando al presente de un golpe. «Eso no es posible.» La rubia tenía sus ojos apáticos en la nada y yo comenzaba a sentir un escozor subirme por todo el cuerpo.

Esto debería ser al revés, ella debería estar incomoda y yo relajado.

Una sonrisa maliciosa se alarga en mi cara.

—Retomando nuestra conversación ¿No estas siendo un poco pretenciosa? —Dirijo mi mirada rojiza a su rostro que se encuentra de perfil a mí. — Siento respeto por ti pero no te equivoques, eso no significa que puedes hablarme como te plazca, como dije, no pasará de nuevo, ¿Oíste, Anna?—Pronuncio lentamente cada letra de su nombre, sé lo mucho que le molesta.

Me clava los ojos como dos puñales y relame su labio inferior con rabia. Es un gesto curioso, parece que conseguí colmar su paciencia. Sus esmeraldas se ciernen sobre mí cuando se inclina, creo que va contestar pero en vez de eso sonríe burlonamente. « ¿Acaso me está desafiando? » Su actitud altanera comienza a ser una verdadera molestia.

—Así que te he dejado sin palabras… — Mi voz se mantiene neutral sin embargo que una rubiecita mandona de 17 años me incite en la cara es algo que está alterándome los nervios. —Tal vez te decepcione saber que no eres la gran cosa—Hago una pausa— Pobre niña. —La provoco y espero.

Ella estira su mano y lleva la taza a su boca sin bajarme la mirada mientras bebe su café de a sorbos. Cambia el cruce de sus piernas y deja la taza nuevamente sobre la barra, sigue con esa estúpida sonrisa plasmada en su linda cara de muñeca y sus esmeraldas no abandonan mis carmesí ni por puta casualidad. Hago el intento por saber en qué demonios está pensando sin embargo…nada, la nada misma, no puedo ver ni percibir NADA.

Al fin desvía la mirada pero suelta una risa despreocupada como si supiera de mi intento fallido de leerla. En este punto tengo los dientes apretados bajo mi sonrisa ofuscada, su indiferencia está matando mi buen humor. Me saca de quicio «Nadie se ríe en mi cara y me ignora sin consecuencias.»

— ¿Enserio?—La escucho pronunciar. Toma el saco que había dejado a un costado y se pone de pie. Se vuelve como un remolino hacia mí y golpea la madera con la mano abierta junto a la mía provocando que mi corazón se acelere instintivamente ante el sonido seco —Qué fácil es alterar tu psiquis. — Me dice enfrentándome a la cara con una expresión seria y un brillo intensos en los ojos. —Creo que esto responde tu pregunta… — Golpetea los dedos. —Considéralo y deja de tratarme con tanta confianza. — Su voz es un susurro que repta por mi espalda provocándome un escalofrío que se acentúa cuando sus ojos parecen atravesarme y ver dentro de mí, lentamente sus labios forman una sonrisa vanidosa.

Ahora soy yo quien no responde, me ha dejado estupefacto y no estoy enojado… De hecho me siento fascinado.

Recoge el plato con la taza ya sin ponerme atención. Al alejarse unos pasos voltea a verme ––Sin consecuencias. — Dice encogiéndose de hombros, parece divertida con la situación, luego se encamina a un extremo del lugar yo solo la sigo con la mirada perplejo « ¿Acaso hable en voz alta? » la pierdo de vista cuando pasa tras una columna.

Completamente interesado en continuar nuestra platica la sigo, la encuentro en una mesa ubicada contra la pared, me siento frente a ella dejando mis cosas y dispuesto a entablar un dialogo más llevadero, pues realmente me siento intrigado. Ella aparta la taza de sus labios con desgano y rueda los ojos, ME rueda los ojos.

Antes de que hable decido interrumpirla. — No busco molestarte.

—Pues no parece. — Imaginaba esa contestación.

— ¿Siempre eres tan hostil? —Remato.

Golpea la taza sobre el plato al depositarla. — ¿Siempre eres tan insistente? —

Alzo la ceja con obviedad. Eso se responde sólo. — ¿Y tú tan evasiva?—Hago una pausa corta. —No te hará daño compartir un café, ni siquiera me temes.

— ¿Y por qué debería?— Se cruza de brazos. Ella sabe perfectamente los motivos, aunque no le importen. Suelta el aire en un soplido desviando la mirada fugazmente y volviéndola a mí. —Si lo arruinas te lanzare café hirviendo en la cara— La advertencia me hace reír por dentro.

Carraspeo para atraer su atención intentando buscar algo que decir para entablar la charla.

— ¿Nunca hablas con nadie, no? — Es ella quien rompe el silencio.

Niego. —Tú tampoco pareces ser la persona más sociable sobre el lugar. —

—Y aun así decidiste que sería buena idea. — Poso mis ojos en ella que se lleva uno de los bombones a los labios e inmediatamente bebe café.

Curvo los labios observándola — Te gusta el contraste. —No es una pregunta. — El dulce de la golosina y el amargo del café, juntos. —Aclaro.

—Y a ti lo dulce ¿No?— Señala mi taza con el índice. —Se puede sentir el olor al caramelo. — Encoge un hombro como si no fuera algo importante que se haya dado cuenta de aquel detalle.

—Eres observadora. — Volteo hacia afuera de la inmensa ventana que da al exterior. — ¿Qué haces tan tarde por aquí sola? — No es que estuviese mal pero era extraño que vague sola a estas horas.

—Quería beber algo, no tenía nada, y como los estoy entrenando, todos cayeron rendidos poco después que bajo el Sol. Son unos flojos.

—No me suena a que seas muy compasiva en sus entrenamientos. — Respiro lentamente. —Pero es necesario, o no sobrevivirán.

—Además deben derrotarte. — Parpadeo pesadamente. Me resulta divertida su seguridad. No hace falta responderle, mi expresión tranquila demuestra cuán despreocupado me tiene aquello. Yo sé que solo es cuestión de tiempo.

Ahora sólo se escucha la música de fondo, no hubo más palabras entre nosotros. Tras unos minutos, siento como el Apache se encuentra rondando, dudando de si acercarse o no, tiene miedo. Suspiro sin borrar mi expresión serena.

Noto como ella también lo mira y hace un ademan con la mano llamándolo, él se acerca aun dubitativo, le entrega la caja luego él desvía su mirada a mí, siente mucha intriga por la situación, más se limita a recibir el pago y retirarse. Yo vuelvo a depositar mi atención en el gran cristal que da a la calle.

—Creo que te teme— Me dice. Alcé mi ceja—Es bastante absurdo ¿No saben que el miedo se huele?— Ese comentario me pellizco más la sonrisa.

—No lo pueden evitar, está en su naturaleza— Mi voz no había perdido su temple. La escuche suspirar, y aunque no estaba mirándola sentí sus ojos sobre mí unos instantes.

El silencio volvió a hacerse presente, pero este era inusualmente calmo. La imagen del exterior luce ligeramente desdibujada, el vidrio ha comenzado a condensar pequeñas gotas de agua. Tomo el último bombón que me queda y me dispongo a disfrutarlo.

Desvío la mirada rojiza fugazmente hacia la rubia que tiene sus ojos perdidos en la ventana. Realmente dudo que pueda ver demasiado tras el vidrio empañado y la oscuridad de la noche.

De reojo noto que se pone de pie colocándose el abrigo y acomodándose el cabello. Ya ha terminado su café. De hecho yo terminé el mío hace rato.

—Nos veremos en la arena. — Su voz es ambigua, no logro distinguir simpatía ni tampoco discordia. Sonrío de lado. Tengo un sutil hormigueo en la columna que me es familiar pero hace muchos años no sentía: Curiosidad.

Ella es un jodido misterio.

—Nos vemos…Anna. — Susurro cuando pasa por mi lado como una ventisca. Tras unos cortos segundos escucho la campanilla agitarse. Alcanzo a ver su figura borroneada al otro lado de la ventana entre las escazas y tenues luces de las farolas hasta perderse en la oscuridad de la noche…

Otra noche más. Una noche ni corriente ni aburrida. Agrande plácidamente mi sonrisa.

«Creo que encontré algo nuevo.»