Parte 2
Capítulo 12:
Señuelo
.
.
Natsu disparó nuevamente desde su posición y un tipo cayó sobre sus rodillas en el pavimento. Los imbéciles no pensaron que Lamia tomaría sus precauciones esta vez. Habían caído como moscas en su trampa.
Dos tipos más corrieron hacia lados contrarios. Buena estrategia.
Alcanzó solo a uno más, tirándolo de bruces contra el suelo y con un probable pie perdido. El otro sería atrapado por los capodecime. Dejó el arma en el suelo y habló por el comunicador—, dos abajo. Llévenlos al muelle. El tercero va hacia el norte de la bodega.
—¿Instrucciones?
—Venden sus heridas, atados y sin comida ni agua hasta nueva instrucción.
—Entendido.
Bajó del edificio abandonado de dos en dos escalones hasta su auto. Metió la maleta con el rifle en la cajuela y tiró sus guantes rojos. Salió irritado del lugar. Esperaba que esos tíos no se hicieran del rogar y hablaran rápido, quería evitarse toda la parte psicótica de la interrogación. Encendió un cigarrillo para tranquilizarse, las últimas semanas se habían convertido en su salvación ya que tuvo que cambiar su principal adicción y conformarse con esa.
No veía a Lucy desde hacía cinco días, y ¿estar con ella? Como tres semanas. Quería arrancarse la piel. Se limitaban a conversar lo necesario frente al don para no levantar sospechas, se ignoraban cuando había más personas. Sus amigas pensaban que habían terminado, Erza y Zeref también. Sin dudarlo Virgo lo sospechaba, pero ella nunca hacía preguntas. Estaban intentando pasar desapercibidos, pero él comenzaba a desesperarse.
Tal vez ese día podría verla, estaba ya recibiendo rehabilitación con un tipejo llamado Vijeteer y con su aprendiz Wendy. Según tenía entendido, ambos trabajaban en el hospital con Mirajane, solo una vez los había visto, Lucy caminando entre dos barras, intentando levantarse en puntas. Como era rehabilitación para regresar al ballet, era mucho más intensa.
Estacionó el auto a lo estúpido, tirando la colilla del cigarrillo y subiendo encabritado hasta la oficina del don. Lo encontró caminando hacia su habitación, mientras intentaba encender un puro.
—Que rápido.
—Cayeron más fácil de lo que pensé.
El don se quitó el puro de la boca—, ten cuidado, puede ser una trampa.
Frunció el ceño mientras metía ambas manos a los bolsillos de su pantalón. Hablaría para que se quedaran custodiando el almacén más tiempo.
Un gemido que conocía muy bien lo hizo tensarse. Miró por el rabillo del ojo hacia la sala. Ahí estaba ella, sentada sobre uno de los muebles mientras el tipo este le daba masaje en uno de sus pies. Comenzaba por la punta de los dedos y subía por toda la pantorrilla haciendo puntos de presión mientras Lucy hacía gestos de dolor.
Gildarts le preguntó si tenía fuego y él sacó su encendedor estando alerta de lo que pasaba en la siguiente sala más encabritado que antes. El don dio varias caladas hasta que pudo encender el puro.
—Perfecto, acompañame a la oficina.
—Tomaré un vaso de agua.
Entró a la cocina que en ese momento se encontraba desierta, y miró como lentamente el vaso se llenaba. Se sentía agotado mentalmente; dejó caer su cabeza contra la pared pensando. Anhelando.
Como si pudiera leerle la mente, Lucy entró caminando con rapidez, buscándole con la mirada. Cuando sus miradas se cruzaron, todo pasó muy rápido, corrió hacia ella, empujándola dentro del pequeño almacén de comida y cerrando detrás de ellos, dejando la cocina desolada como si nunca nadie hubiese estado ahí.
Adentró del almacén, ella lo miraba desde abajo, respirando con dificultad.
—Estás aquí —la abrazó con fuerza, enterrando su cara entre su cuello y aspirando su aroma. La dejó encerrada entre sus brazos sin quitarle la vista de encima—, ¿qué?
—Te estaba tocando.
Empezó a reír por lo bajo—, le pagan para hacerlo.
—¿No podemos cambiar de trabajo?
Lucy ladeó su cabeza con ternura—, él no es tan cool como tú.
Lo besó rogándole que le correspondiera y lo hizo, enredándose de nuevo mientras todo subía de tono. Sus cuerpos apegados mientras Lucy mordisqueaba su labio inferior. Soltó un suspiro, como si por fin hubiese tenido su dosis de heroína.
—Esto de vivir con pedazos de ti me está volviendo loco.
Lucy se paró en puntillas mientras tomaba su cara con ambas manos y dejaba un nuevo beso en sus labios—, mañana, Natsu.
—¿Qué?
—Mañana —lo abrazó por última vez—, ten paciencia.
Así de rápido como había llegado, se fue, dejando un espacio frío donde había estado. Se recargó en la estantería, dejando caer la cabeza hacia atrás y soltando un largo suspiro. Mierda, estaba tomado por las bolas.
Salió de la cocina bajo ninguna sospecha.
.
.
Recargó su barbilla en una de sus manos mirando al hombre frente a él. Estaba sentado en una silla de madera, con el respaldo hacia adelante, esperando que dijera algo.
Gray, a unos cuantos metros acababa de golpear a su propio rehén y se escuchó un gritó resonando en las paredes.
—¿Cómo me dijiste que te llamabas?
—No te lo dije.
—Cierto. ¿Estás listo? —Desenfundó uno de los dos cuchillos que cargaba en el cinto y lo giró con habilidad entre sus dedos, recordó a Lucy diciendo que era cool y lo giró nuevamente con una sonrisa. El tío lo miraba comenzando a temblar—, esto es así. Te voy a hacer una pregunta y tú decidirás si la respondes o no, como quiera voy a cortarte un dedo, la siguiente pregunta deberás responderla con la verdad si no quieres que corte el que sigue y así hasta que terminemos con tus manos. Después seguirán los de los pies. Luego seguiremos con los dientes y luego-
—¡Te diré todo! No me hagas nada, por favor —cerró las manos en puños mientras intentaba alejarse de él—, te diré lo que quieras. Lo que quieras.
—¿Estás seguro? Si me salto las reglas, tendré que comenzar por tus bolas.
—¡Lo juro! ¡Lo juro! No me hagas nada por favor.
—¿Quién te envió?
—No me dijo su nombre— se levantó de la silla, avanzando hasta el tipo que se retorcía en el suelo—, ¡Te lo juro! Pregúntame lo que quieras.
—Te expliqué las reglas.
—¡Me dijo que era un buen trabajo! ¡Que me pagaría bien! Era un tío de barba larga, negra, con bigote y ojos grandes, escuálido, con cara de pervertido. Vestía una toga morada y venía con otro tío, un tipo gigante, con piercings en toda la cara y el cabello negro y largo. Venían en una camioneta negra, alta, creo que lo llamó kurogane. ¡No me cortes las bolas por favor!
Solo se había inclinado frente a él, pero olfateó rápidamente el olor a urea. Miró sus pantalones donde la mancha se formaba y soltó una risa burlesca.
—¿De verdad? Aún no te he hecho nada.
—No me hagas daño, por favor.
Chasqueó la lengua y guardó el cuchillo mientras se levantaba.
—¡Vámonos!
Gray todavía tenía la camiseta del tipo que estaba interrogando y preparaba otro golpe directo a su cara—, ¿qué? Tío, debes estar bromeando —Le soltó el último golpe y lo dejó caer en el suelo—, ni si quiera lo tocaste, maldito psicópata.
Se dirigieron a la salida del lugar abandonado, hacia el muelle—. Que te puedo decir, es un don. ¿Escuchaste como describió al maestro Jose?
Ambos rieron mientras subían al auto despidiéndose del chico que custodiaba el muelle.
.
−Entonces −el don hizo una pausa, meditando sus acciones−, ¿Cómo planeas que esto funcione?
−Primero hablaré con la maestra de Mermaid Heel, quiero ver que tan implicadas están en el asunto, y también−Laxus giró hacia él, permanecía mirando por la ventana−, Natsu, quiero que continues espiando a Iván hasta que podamos verificar que es él.
−Instalé micrófonos en su casa y aún tengo que hacer una visita en su despacho. Tengo dos idiotas vigilando la dirección de sus facturas falsas de compraventa.
−El hecho de que sea el mismo alcohol reetiquetado que el de Lamia Scale es lo suficiente obvio para mí.
Se cruzó de brazos y se levantó cierta tensión en la oficina. Gildarts se acomodó en su silla de nuevo y habló por lo bajo, frío y calculador.
−¿Estás seguro que quieres ir a la guerra con tu padre? −Laxus gruñó−, se que no eres débil, pero sigue siendo tu padre. ¿Podrás llegar al final de esto?
−No puedo protegerlo de Lamia− su gesto se compuso con seriedad después−, y no voy a proteger a un ladrón.
.
−¿Has hablado con Makarov?
−Es su hijo.
−Y el padre de Laxus.
−Ausente− Gildarts se levantó al fin de detrás de su escritorio y caminó hacia la ventana. Natsu por su parte ya había tomado asiento cómodamente en el sofá, recargado de manera desganada con la corbata floja y la camisa entreabierta. Su arma estaba sobre la mesita de centro. Su jefe estaba distraído, mirando con atención por la ventana mientras parecía darle vueltas al asunto−, pero tengo que decírselo, incluso puede influenciar en la decisión de Laxus. Iván tiene que ser castigado a mi punto de vista, pero ¿y qué si esta guerra se puede evitar? Es familia.
−¿La oveja negra de la familia?
−Aquí todos somos ovejas negras, viajaré hasta Crocus para ver al maestro, es lo menos que puedo hacer antes de dictar un veredicto.
Natsu recargó su espalda sobre el asiento y se cruzó de brazos. Admiraba que Gildarts continuara respetando y solicitando ayuda del anterior don, cualquiera con el poder que tenía, habría pensado que el antiguo maestro podría retar su poder, pero la sabiduría de Gildarts se había ganado con el tiempo y no parecía querer tomar decisiones precipitadas e influenciadas por el calor del momento.
Se escuchó un golpe en la puerta.
Laxus se había retirado con Erza después de la intensa discusión para continuar con los planes y Gray se había ausentado el día de hoy. Nadie se atrevía a molestar al don en su oficina fuera de ese pequeño círculo, excepto una persona.
Apretó los dientes. No quería verla en ese momento, le alteraría los nervios.
La puerta se abrió y el aroma de flores se esparció por la oficina. Se le secó la garganta al verla entrar. Eso no le podía estar pasando a él.
Gildarts desde la ventana se giró para prestarle atención a su hija, abrió los ojos como platos al ver lo que traía puesto.
Era un vestido largo, dos tiras de tela plegada subían desde su cintura, cubriendo sus pechos hasta sus hombros y caían por la delicada y tersa piel de su espalda, perdiéndose en la falda del vestido, semitransparente. Su pequeña cintura ajustada con un fajín de tela delicada que tomaba la falda larga que se abría por ambos lados, dejando mirar sus piernas torneadas. Un par de zapatillas rojas a juego con sus labios. El cabello completamente liso cayendo sus hombros. Estaba hecha una completa diosa.
Pensó que había sido él quien había dejado escapar ese sonido de estupefacción pero respiró aliviado cuando el don fue quien avanzó de pasos largos hasta ella, bajando el puro que tenía entre sus dedos−, ¿pero qué demonios es lo que traes puesto?
Lucy dio un respingo en su lugar.
−¿Mi vestido? −bajó la mirada para acomodar la falda−, ¿no te gusta? Es del mejor diseñador del país.
−Lo odio, ve a cambiarte.
Lucy frunció el ceño.
−Por supuesto que no – dio una vuelta, mostrándoles los detalles del vestido. Su mirada recorrió la curva de su espalda y como las puntas de su cabello acariciaban con sensualidad sus caderas.
Quería morirse.
Gildarts estaba pálido−, ve a cambiarte ahora mismo.
−Pero papá, es lo que se está usando−de repente giró hacia él−, ¿no crees que se ve bien, Natsu?
Le estaba dando un tic en el ojo. Maldita sea, lo acababa de apuñalar por la espalda, ella dio otra vuelta más, modelando para él y sintió la mirada colérica de Gildarts sobre él.
Puta vida, tenía que fingir, era la única manera de salir vivo.
Le sonrió, tragándose toda la amargura y sintiéndola pasar por su garganta−, te queda muy bien, Lucy.
−¡Natsu! −su jefe se cruzó de brazos y el se encogió de hombros, al fin pudo quitar los ojos de Lucy−, ¡algo de apoyo, maldita sea!
−No creo que puedas controlar lo que ella quiera usar, Gildarts.
−Así es −la rubia dio media vuelta y tomó las llaves de su auto−, regreso en unas horas, no me esperes.
−¿Disculpa? ¿Se puede saber a dónde vas?
Su jefe la siguió por el pasillo y se perdieron las palabras después de unos segundos. Por fin pudo respirar correctamente. Esa niña quería matarlo, tiró su cabeza hacia atrás y dejó caer un brazo sobre sus ojos.
No. Lucy no tenía ni idea de los estragos que estaba haciendo.
La deseaba con tanto fervor, imaginaba pasando sus manos sobre esa espalda desnuda y levantando su falda.
−¡Puta mierda! −Brincó en su lugar, poniendo atención a su jefe, quien entró estrepitosamente−, esta niñata no entiende. Tú.
Natsu volvió a brincar en el asiento.
−Síguela.
−Pensé que querías que investigara la oficina de Iván.
−Haz lo que te digo −se sentó encabritado detrás del escritorio−, llamaré a otra persona. ¡Muévete!
Se levantó tomando su arma y corriendo a la salida.
El auto de Lucy apenas estaba girando en la entrada, genio. Se trepó a su propio auto siguiéndola.
.
.
Lo sabía. Ella condujo fuera de la ciudad sobre una carretera que la terminó llevando hasta el lago. Natsu frunció el ceño evaluando el lugar cuando pasó una gran reja de metal herrumbrado, la casa parecía un castillo, varias filas de autos ya se encontraban estacionados ordenadamente, vio el auto de Lucy hasta el final y la siguió hasta aparcar a su lado. Ella ya lo esperaba cuando bajó.
Le dio una sonrisa mientras avanzaba hasta él. Pasó los brazos por encima de sus hombros y dejó un pequeño beso en sus labios−, al fin.
−¿Dónde estamos? –ella siguió su mirada hasta la entrada del lugar.
−Es una subasta de vinos−le regresó la mirada enarcando una ceja y ella se encogió de hombros−, fui invitada por compañeros de la universidad. Además, hay un baile, podemos usar las habitaciones y hay más de cuarenta y cinco kilómetros entre mi padre y nosotros.
−Eres-
−Un genio, lo sé –quiso volver a besarlo pero una voz los trajo de regreso a la realidad. Una chica en un vestido verde los saludaba desde la entrada −, ¡Lucy!
Lo tomó de la mano, llevándole tras de sí para entrar al evento. La muchacha que la saludaba efusivamente se llamaba Milliana, tenía un peinado recogido en una larga coleta y por alguna razón, a Natsu le recordó a un gato. Los escoltó por entre los pasillos del lugar hasta llegar a un salón, había muchas personas ahí metidas, todos con trajes y largos vestidos elegantes. Eso explicaba el atuendo.
Otro par de chicas se unió en cuanto entraron, no reconoció a una pero a la otra de inmediato. Se miraron retándose.
Kagura.
Mermaid Heel. Justo a las personas que quería ver.
Le dio una sonrisa torcida y la mirada de Kagura bajó hasta sus manos entrelazadas. Lo sabía. Lucy las saludó con una gran sonrisa en los labios.
−Él es Natsu –se inclinó ligeramente y ella le regresó el saludo. Milliana le dijo algo a Lucy que la hizo distraerse de su saludo tenso y Kagura aprovechó para hablar por lo bajo.
−Tenía entendido que no podían salir con la princesa –volvió a mirar la mano de Lucy que ahora enredaba su brazo y descansaba en su bíceps−, Gildarts debe haberse relajado.
−Para nada−apretó la mandíbula− te agradecería que guardaras el secreto.
−¿Qué secreto? –Lucy miró de uno a otro. Kagura bufó con una sonrisa−, ¿Qué pasa?
−La subasta iniciará en una hora –miró su reloj−, pueden permanecer en el salón, hasta entonces.
Dio la vuelta de manera elegante para recibir a nuevos invitados que acababan de pasar la recepción. Natsu pasó una mano por su cabeza y Lucy pestañeó−, ¿hice algo malo?
.
―Eso quiere decir que, ¿volví a ponerte en riesgo?
―No ― Natsu la hizo dar una vuelta en medio de su vals lento―, significa que hay mafiosas como tus compañeras de clase y que esto no es una simple subasta.
Lucy lo miró expectante siguiendo el baile―, ¿es una trampa?
―Más bien fuiste un señuelo para que tu padre se presentase aquí para proteger el gremio de Mermaid Heel. Solo que ellos no contaban con que no dirías tu ubicación por querer fugarte con su capodecime. ―Al fin la hizo sonreír un poco. Estaba preocupada, lo podía leer en su semblante. Ella acentuó el agarre de su mano.
―Quiero irme.
―No podemos, no al conocer su propósito. Es una llamada de auxilio, aunque no de la mejor manera.
―Quiero irme contigo― Natsu paró de golpe sin quitarle la vista de encima, completamente sorprendido por sus palabras. Lucy dio un paso más acercándose―, quiero irme contigo, Natsu.
Atónito. Pestañeó intentando recuperarse. En ese momento, entraron cuatro hombres vestidos de traje previo a la entrada del último, pelirrojo, grande, elegante y con un puro en la boca. El don.
―Es muy tarde.
Lucy siguió su mirada y luego tomó tres pasos de distancia, furiosa―, ¿lo llamaste?
―Era necesario ―Toda la comitiva ya se dirigía a ellos, dos de sus soldatto se colocaron a un lado de Lucy protegiéndola y Gildarts se dirigió a Natsu directamente―. Gildarts.
―¿No ha llegado Jose? ― Lucy lo fulminaba con la mirada.
―Aún no. Ella descubrió que la seguía.
―No importa. Sáquenla de aquí ―Sus hombres inclinaron la cabeza en obediencia, le indicaron el camino, pero Lucy no se movió.
―Sólo me sentiré segura si Natsu me lleva de regreso.
―No lo dudo, pero tiene que quedarse ―el don hizo un gesto y uno de los hombres tomó a Lucy de manera delicada de uno de sus brazos. No le quitó la vista de encima, el apretó la mandíbula.
―Lo siento, princesa.
―Te detesto.
Las lágrimas ya se acumulaban al fondo de sus ojos. Dio media vuelta encabritada y siguió las indicaciones de los otros dos soldatto. Natsu la siguió con la mirada hasta que se cerraron las puertas detrás de ella. La anhelaba, pero no podía permitirse ponerla en peligro.
Mermaid Heel era el gremio que vendía el licor robado por Phantom Lord con ayuda o financiado por el mismo Jose, hijo de Makarov. Natsu aún no entendía por completo su grito de ayuda desesperado. Kagura fue la primera en acercarse. Hizo una reverencia.
―Podemos explicarles todo esto. Nuestra maestra los está esperando.
Gray entró a la estancia y se acercó velozmente al lugar.
―Me informan que asistentes de Lamia Scale vienen en este momento.
Kagura se aclaró la garganta.
―No perdamos tiempo entonces. Les explicaremos todo.
.
Comentario: Sí, ¡Lo sé! Me tardé demasiado pero en mi defensa, literalmente es mi primer fin libre sin pendientes más que mi examen que reprobaré por cierto. Así que lo lamento mucho! Espero que al menos les haya gustado este capítulo donde hay drama, traición y venganza, jajaja. Ya estoy escribiendo el siguiente. Por favor, no me maten!
¿Reviews?
