Epílogo

El clima era soleado y caliente. Un par de nubes blancas adornaban el cielo como suaves pinceladas, pero nada más. Era el día perfecto para una fiesta en los jardines de la residencia, con música y flores coronando los árboles. Se celebraba el séptimo año de vida de Aren, el cervatillo más afortunado, según la sociedad. El nacido de nadie ahora adoptado por un gran empresario. Al menos esa era la mentira que había creído el mundo.

La fiesta era tranquila, y la mitad de los presentes eran conocidos muy lejanos. Aún así, Louis recibía a todos los invitados con un saludo cordial y una sonrisa, escuchando sus buenos deseos pero apenas recordando quienes los dijeron. Cada vez le costaba más fingir su buen ánimo, pero era lo que se esperaba de él. Uno tras otro le daban apretones de mano y ofrecían los regalos que habían traído, la mayoría mencionando con orgullo el apellido de sus familias.

Estaba harto. Moviéndose por inercia. Quería acompañar a su hijo en su día especial (¿Dónde se había metido? se preguntó, no lo había visto desde esa mañana), no desperdiciar la tarde saludando y sonriendo a quienes le saltarían a la yugular si conocieran el secreto de la familia.

Su humor mejoró un poco cuando vio llegar a Haru, en compañía de Juno. Ambas lo abrazaron con mucho cariño, deseando lo mejor al pequeño.

—¿Te encuentras bien, Louis? —preguntó Juno preocupada, una vez pasados los saludos—. Pareces molesto.

—Gracias por tu franqueza —masculló el ciervo rojo—. ¿Se nota mucho? Toda la semana estuve arreglando los detalles de la fiesta, y estoy agotado.

—¿Dónde está Legosi? —Cuestionó Haru, buscándolo entre la muchedumbre.

—En alguna parte.

—Pues dile que te ayude con todo esto. Debes descansar un momento —aconsejó la diminuta coneja, tomando su mano—, estoy segura de que tus invitados elegantes sabrán caminar por sí solos.

Louis sonrió. Le habían enseñado lo que un buen anfitrión debía hacer, pero por una vez decidió tomar la palabra de su amiga, y se alejó con ellas del recibidor.

Entre las mesas correteaban unos cuantos niños, pero ni rastro de su hijo. Creyó que tal vez estaría con Legosi en algún lugar, pero encontró al lobo hablando con su círculo de amigos. Sus antiguos compañeros de cuarto en Cherryton figuraban en la lista de invitados en todas las fiestas o reuniones que organizara la pareja, y a Louis no le importaba, prefería que su esposo tuviera conocidos cerca en lugar de dejarlo a su suerte rodeado de herbívoros conspiradores.

Se acercó al grupo, siendo recibido por otra ola de saludos y felicitaciones.

—¿Has visto a Aren? —Le preguntó a Legosi.

—No, pero seguramente está en su lugar favorito

En la enorme residencia, había un sitio en particular al que a Aren le encantaba ir, y cuando fue a buscarlo, efectivamente lo encontró. Era un largo pasillo alfombrado que conectaba con varias salas donde se celebraban la mayoría de las juntas. Además, en él se exhibían enormes retratos pertenecientes a los ciervos que otrora estuvieron al mando de la familia.

Frente al cuadro de Oguma, un pequeño cervatillo de pelaje marrón estaba de pie, rostro arriba para estudiar la misma fotografía de siempre. Lo habían vestido para la ocasión, con un traje color vino y zapatos negros.

Cuando llegó a su lado, Louis miró su propio retrato, el último de todos ellos. Lo habían colocado años atrás, cuando falleció su padre y la presidencia pasó a su nombre. Nunca le gustó el brillo ponzoñoso que había quedado inmortalizado en sus ojos, siempre mirando a todos desde arriba; mostraba la cara de alguien que ya no era. Soberbio, inflexible, un ciervo que se rompería antes que doblegarse. Pero tomaría otra década para que lo cambiarán, y hasta entonces, aquel rostro le devolvería la mirada.

—Estuve buscándote —le dijo al niño con una voz que no estaba exenta de cariño—. ¿Huyes de mí? Lo hacías seguido cuando eras bebé, ¿lo sabías?

No obtuvo respuesta, y su solitaria voz se perdió en el aire.

—Supongo que aún lo eres.

—Ya no soy un bebé —respondió Aren, de mala gana.

—No, claro que no. Ahora eres un gran adulto de siete años.

El niño entrecerró sus grises ojos, apretando los labios. A Louis le encantaba lo fácil que era fastidiarlo.

—Entonces, ¿estabas escondiéndote?

—Solo quise ver al abuelo.

—Ya veo.

—¿Crees que me querría?

—Si. —dijo— Definitivamente.

No tenía que pensarlo mucho para saberlo. Aren era idéntico a Louis; no había mucho de Legosi en él (al menos no todavía), y había demostrado un fuerte interés infantil en los temas del conglomerado de cuernos, lo que lo convertía en el aprendiz perfecto. Sin duda se había vuelto el preferido de muchos, y Oguma no habría sido la excepción.

—Los otros niños piensan que es raro que venga aquí muy seguido.

—Que piensen lo que quieran. A tu edad yo también tenía héroes. Y también pertenecían a este salón.

—¿En serio?

—Claro, ¿qué más puede admirar un niño encerrado en esta enorme casa? Henerik era mi favorito —buscó el rostro del nombrado entre los cuadros, pero fue el abuelo del abuelo de alguien, y ahora era imposible de ver desde ese lado del pasillo.

—Me dijeron que Henerik casi destruye el legado de la familia —recordó el cervatillo, contrariado.

—Destruir es una palabra exagerada. Es cierto que se confabuló muchas enemistades al rechazar a la hija de otra familia comerciante —dijo Louis, pensando en Azuki. Él le había hecho lo mismo, despreciando su compromiso meses antes de la boda. Imaginaba que en el futuro contarían de él una historia similar—, pero aún así se las ingenió para poner en alto su nombre, y nuestra casa nunca tuvo mejores años.

»—Ahora basta con la lección de historia, debemos irnos. Todos vinieron por tu fiesta de cumpleaños, y tu ausencia se empieza a notar.

—¿Por qué papá Legosi no tiene un cuadro? —cuestionó sin escuchar a su padre.

—Porque es tradición que solo los ciervos rojos tengan un lugar en este pasillo.

—¿Yo también tendré el mío?

—Así es, cuando seas mayor.

—Si, pero ¿cuándo exactamente? —se había convertido en una criatura impaciente, observó Louis.

—En el momento menos esperado —le prometió—. Será algo grande. Algo digno de ti.

—¿Aunque sea adoptado?

—¡Sabes bien que no eres adoptado! —reprendió, alarmado.

El infante lo había descubierto hacía pocos meses cuando se dio cuenta de que sus uñas crecían en forma de afiladas garras, algo bastante inusual en un cervatillo. Estaba muerto de miedo y corrió llorando a sus padres. Luego de tranquilizarlo y de que Legosi le enseñara a limarlas, tuvieron una larga y muy agotadora charla sobre su origen. A pesar de que Aren los abrazó con fuerza, le hicieron prometer que no diría nada, y Louis no pudo creer que se atrevió a poner dicha carga en su pequeño.

—Es lo que los demás creen, ¿cierto?

—Si, así es —asintió, con mucho pesar—. Pero te prometo que tendrás tu lugar aquí, al lado del mío.

—¿Por qué tuvieron que decir eso?

—Porque el mundo no estaba listo para ti.

—¿Lo está ahora?

Louis se moría por decirle que sí, que allá afuera no había enemigos ni peligros para los de su tipo.

Pero no podía.

—No, pequeño. —Tenía que conformarse con la verdad, esa que no lo dejaba expresar su identidad como híbrido.

Aren no dijo nada más; tal vez aún no tenía la madurez para entender los inconscientes menesteres de la sociedad. Lejos de sentirse triste, levantó la cara con solemnidad y miró a su padre con toda la dignidad que era posible en un chiquillo de siete años.

—Cuando yo sea presidente del conglomerado de cuernos, los haré aceptarme.

Aquella respuesta lo asustó más de lo que debería, porque en esos ojos se vio a si mismo. Una parte de él no podía evitar sentirse orgulloso de que su pequeño ya tuviera ese sentido de entrega y responsabilidad, pero también temía que tanta seguridad lo volviera superficial, cruel con sus semejantes, como él había sido. Entonces decidió que a partir de ese día trataría de contrarrestar la educación desde la arrogancia que tenían por costumbre los herbívoros. Acabaría con las tradiciones de ser necesario.

—¿Quieres por favor dejar de poner esa cara tan seria? ¿Qué te pasa? Es tu cumpleaños, ¿no te enseñamos a sonreír? —Le sacudió la cabeza con cariño provocando una risa en el niño.

Volvieron juntos a la fiesta bajo el fuerte sol. Pequeños grupos de animales que charlaban los vieron llegar, y enseguida se reunieron con ellos. Aren aceptó todas las palabras gentiles con sonrisas y educación, hasta que vio a Juno junto a Haru. Salió corriendo feliz hacía ellas, y su padre tuvo que disculparlo.

Entre música y charlas amenas, Louis miraba de vez en cuando lo que hacía su cervatillo. No convivía mucho con los demás niños, sin embargo parecía disfrutar de la compañía del resto de los amigos de Legosi.

—Debería tener más amigos de su edad, ¿no te parece? —comentó preocupado Louis, cuando estuvo junto al lobo.

—Seguramente los tendría —rebatió, y con su dedo índice golpeteó la nariz del herbívoro—, pero eres muy entrometido en sus amistades.

—No es cierto.

—Cada vez que trae a un amigo quieres interrogarlo primero antes de dejarlo entrar, ¿cómo llamas eso?

—Ser cuidadoso. —se defendió, ligeramente molesto.

—¿Es una rara costumbre que tienen los ricos? —Bromeó su esposo—, ¿Tu padre también hacía eso?

—No. Tal vez por eso lo hago.

A lo lejos, Aren parecía unirse al jaleo de los demás cachorros. Sonrió, satisfecho.

—Eres muy estricto con él —siguió el carnívoro.

—Y tú demasiado permisivo.

—Tal vez.

—Hoy me dijo algo muy curioso.

—¿Ah, si?

—Básicamente me dijo que obligaría a todos a aceptarlo —dijo Louis, queriendo compartir su inquietud con alguien. Lo que no esperaba era sacarle una risa a Legosi.

—Parece que estamos criando a un conquistador.

—No me gusta esa palabra para Aren...

—Solo era una broma. No muy buena al parecer. Lo siento.

—¿Qué haremos cuando se empiece a notar? —Susurró el cérvido, tomándolo del brazo para acercarse más—. Su condición híbrida —aclaró cuando su torpe lobo no daba señales de entender su pregunta.

—Tal vez en su caso no sea muy evidente. No tiene colmillos ni pupilas diminutas, puede que pase como herbívoro toda su vida.

—Pero ya le salieron garras.

—Podemos preocuparnos de eso después —lo consoló, dando por cerrado el asunto.

Louis estaba dispuesto a seguir discutiendo cuando Aren se acercó corriendo, emocionado y agitado. Parecía tener algo encerrado en sus manos. Cuando las abrió vieron que les había traído una enorme araña de jardín, que comenzaba a caminar fuera de sus manos. El niño parecía fascinado con el paso del arácnido entre sus dedos, y Legosi se inclinó para estar a su nivel mientras le explicaba la importancia de devolverla a su lugar entre los arbustos.

Ciertamente a Louis no le gustaba su costumbre de tomar insectos o arácnidos, y tuvo que hacer un gran esfuerzo cuando le pidió que se acercara a verla. Tenía un aspecto realmente escabroso a su juicio, aun cuando el par le juraba que no era venenosa.

Una gacela apareció con una cámara en manos frente a ellos, y tomó varias fotografías en secuencia, asegurándose de capturar ese momento familiar.

.—.—

Fin.

Esto es todo, pero aún imagino tonterías que ya no pude incluir acá ( * ´ ω * ) aquí algunas:

-La primera vez que Louis llevó a Aren con él a una reunión de trabajo fue cuando tenía 5 años, pero no fue por esa necesidad de adoctrinarlo a las de ya. Fue porque Aren estaba castigado y Louis no quería quitarle el ojo de encima.

-Aren tiene este fuerte deseo de la aprobación de Louis, por eso memoriza todas las historias de la familia (hablando de eso; manejé todo este asunto del conglomerado como una especie de legado familiar porque me gusta toda esa onda del poder que tenían los apellidos y las familias nobles. Sé que no es lo más acertado en este caso, pero es un gusto personal).

-En realidad Aren no entiende en lo más mínimo el significado de ser el presidente ejecutivo de algo. Lo ve más como un derecho de nacimiento que como un trabajo.

-Aren descubre las cosas que compraron cuando creían que iba a nacer una niña, y se enoja porque cree que sus papás no le dijeron que va a tener una hermana.

-Hablando de, Aren quiere tener hermanos y hermanas (o hermanes). Para Louis, tener más hijos es un rotundo NO.

-Legosi perdió de vista a Aren más de una vez, en parques, tiendas, eventos, etc. Solo lo encontraba gracias a su sentido del olfato.

-Aren empezará a ser muy vanidoso, medio malcriado y con tendencias totalitaristas (xd) pero Legosi le enseñará ✨HUMILDAD✨ a putaz0s (no, no es cierto xd pero si lo va a orientar).

-La primera vez que Aren mudó cornamentas casi se desmaya.

-La cola de Aren comenzará a crecer como la de un lobo, y los tres van a estar de: ª

-Y también le crecerán colmillos:'p

-Aunque Louis se esforzó muchísimo para educar a su hijo con un gran sentido de la responsabilidad, el honor y el deber, Aren será un presidente pésimo. Así que Louis tendrá que seguir haciendo gran parte del trabajo ( ´ - - ` )

Y ya paro aquí, o sino las notas serán más largas que el epílogo xd

Este ha sido mi primer intento de Mpreg, espero lo hayan disfrutado.

Y si no, bueno, espero que este disgusto no cierre nuestros caminos para siempre,y nos volvamos a encontrar en algún otro proyecto.

¡Muchísimas gracias por leer!