Contraparte.
Capitulo 1: Misión Maldita
Y ahí estaba otra vez la emoción de las misiones impuestas a la fuerza por Koenma. Los alaridos, las heridas, las agilidad y la inminente victoria contra el villano de ese turno que llenaban nuevamente su tiempo sin dejar espacio para más.
Y eso le preocupaba.
Normalmente hubiera tomado las cosas con calma y una sonrisa gentil adornaría sus labios, haciendo lo que le pedían; pero ésta vez no era así. Necesitaba darse prisa con eso, sí, mucha prisa.
No por nada era un día especial que pensaba tener con su madre en el Ningenkai.
No, no era un cumpleaños, ni un día de fiesta nacional. Más bien era algo así como un aniversario especial que compartían ambos, de aquella vez en la que le había llevado por primera vez unas excelentes calificaciones cuando niño, que aunque se repitieron año con año, bimestre por bimestre y semestre por semestre, Shiori se empeñaba en celebrarle a Shuichi Minamino, el hijo más esplendido, atento y buen mozo que jamás hubiera imaginado tener, una cena algo elegante entre madre e hijo perfecto.
Sonrió en sus pensamientos recordando el rostro siempre orgulloso de la mujer en esa fecha especial, por lo que por nada del mundo podría faltar a la cita con ella ¡Las cosas debían de terminar ese día sin demoras de ningún tipo!
-¡¡¡KURAMA!!!
El grito de Hiei le aturdió un momento, pero no tanto como el impacto que recibió con una especie de golpe en el pecho, venido de un brillo azulado de parte de la mano de la bruja a la que estaban capturando.
Cerró los ojos dolido, sin la habilidad de respirar, como si de pronto le hubieran sacado el aire, y lo peor, comenzaba a sentirse tenso y con el aire a su alrededor más denso ¿O era dentro de él donde el viento se había vuelto más espeso?
Su boca se abrió de pronto dejándole expulsar el aire viscoso que retenían sus pulmones, permitiéndole ver que el escozor era dentro de él.
Su cuerpo cayó pesadamente al piso, junto con el de la hechicera a la que estaban arrestando, ambos inconscientes.
Lo ultimo que vio antes de sumirse en la oscuridad de la inconciencia, fue una masa borrosa de color negro en pincho...
Koenma caminaba de un lado a otro en su oficina, con toda la buena intención de maltratar al pobre Ogri para calmar su tensión, todo había sudo su culpa, por haberlos mandado a esa extraña misión. Ahora, uno de los Reikai Tantei estaba inconsciente, quejándose en delirios de una manera espantosa.
Suspiró perdiendo el estribo, su chupón cayó al piso, contrario a lo que cualquiera hubiera esperado, lo dejó en el lugar sin sacar otro siquiera, estaba preocupado, él mismo sabía de lo importante que era esa noche para el pelirrojo, no por nada había puesto el grito en el cielo por primera vez en inconveniente por alguna misión.
Los ojos se le aguaron de desesperación al pensar en la pobre de Shiori, al no ver nunca más a su hijo regresar a casa.
Estaba seguro que moriría de tristeza, por que ella amaba a su hijo, y este le amaba a ella. Era uno de los vínculos más fuertes que había visto jamás entre una madre y un hijo, y él, con esa estúpida misión, acababa de romper el lazo.
Se mordió su gran labio inferior mientras sus manitas sostenían su cabeza, conteniendo las lagrimas que amenazaban con salir, mas el llamado incesante (y fastidioso) de una chica con cabello azul, le hizo perder un poco el hilo del sentimiento.
-¡Koenma! -El aludido dio la vuelta a su rostro para mirarle fijamente, ella le sonrió apenas, caminando hacía él. –Kurama ya está bien, se ha levantado de la camilla y ahora pide desesperado el volver al Nigenkai.
No hice falta mencionar que el pequeño Dios se mostró sorprendido ante esa noticia, no pudiendo evitar el enfadarse un poco ¡Él preocupándose ahí, y el otro marchándose como si nada!
-¿No cree que está exagerando? –La voz del Ogro azul le sacó del ensimismo, notando entonces, que tenía la boca abierta, y que el nuevo chupón que acababa de ponerse, había caído al suelo también. Era claro que había pensado en voz alta.
-¿Y cómo está? –preguntó por fin, recobrando un poco de su calma.
-Está bien, parece que no fue nada grave, sólo el susto que nos ha quedado a todos.
El bebé tomó la palabra de la chica como verdadera y se sentó en la cómoda silla reclinable de su oficina, exhaló, había mucho papeleo que revisar.
-¿Estás seguro que estás bien? –la voz fría y pétrea de su mejor amigo le llenó el corazón de alegría por un momento al escuchar su preocupación. No cabía duda de que el uno se preocupaba mucho por el otro –Aún que es difícil acabar con un Kitsune, son animales muy resistentes y escurridizos, tanto como las cucarachas, quizá más.
No supo como interpretar eso, tal vez no era realmente preocupación lo que el otro había sentido, sino sólo una obligada necesidad de preguntar para no verse tan hostil, suspiró, fuese cual fuera el caso, tenía que contestar –Sí, me veo bien, me siento bien, estoy bien.
Lo ultimo que pudo escuchar decir al Koorime antes de pasar a través del portal hacia el Nigenkai, fue un despectivo "estúpido Kitsune" que no le afectó para nada.
Por un momento se puso a pensar si en verdad estaba bien, aquel golpe de poder le causó asfixia por un momento y un desmayo repentino, y eso era extraño en él, que no caía tan fácilmente ante el dolor ¿No había sido nada entonces? Intentó convencerse de que así era, de que no había nada de que preocuparse, más aquel presentimiento extraño de incomodidad y peligro le inquietó.
-Estoy exagerando –se dijo con animo mirando su reloj de pulsera, dando gracias a Inari que su ropa estaba impecable a pesar de la batalla. Había sido demasiado fácil de capturar esa bruja, como siempre, Koenma le había dado más importancia al asunto del que en realidad ameritaba.
Suspiró guardando energía mientas se colocaba a un lado de su jardín, cubierto por la oscuridad, cerró los ojos, y concentró su poder en una mano, señalando un pequeño rincón floreado. Se sintió extraño un momento, con una especie de compresión en el pecho que le hizo flaquear un instante corto, comenzaba a sentirse un poco raro, pero cuando vio las hermosas flores que había hecho crecer de entre las otras, sonrió con orgullo cortándolas para acomodarlas en un esplendido ramo.
-¡KOENMA!
El cuerpo del chiquillo se tensó ante la sorpresa del grito femenino, tan concentrado estaba en su trabajo, que se había olvidado por completo de lo demás. Los cerros de papeles siempre tenían efecto desmemorizador en él, con la cara enojada de su padre como única cosa en mente. Siempre le castigaba por hacer mal los deberes o por retrasarse en ellos.
Bufó dándose vuelta para ver a la linda chica de pelo azulado, mirándole aterrada con sus enormes ojos rosas-lilaceos. Iba a decir algo, abriendo la boca con preocupación, pero la muchacha le tomó de la mano llevándolo con rapidez a la sala de curación de los detenidos. Lugar donde por ende, la bruja se encontraba.
Hiei, caminando ahora por un bosque en el Makai, contemplando con detenimiento sus manos. La mirada melancólica rompió su expresión fría, y subió a un árbol recostándose para pensar un poco ¿Para que decir que no estaba preocupado, cuando sintió el alma penderle de un hilo al verlo caer?
Sus ojos sangre se abrieron de pronto en desmesura al darse cuanta de la preocupación que le había carcomido la piel al momento de ver al Youko despeñar. Había sentido algo así como una desesperación desentrañable que lo devoraba lento, justo en el momento en el que el extraño brillo azulado impactaba con el pecho del Kitsune.
Yusuke había tardado un poco con su ataque, dando tiempo suficiente a la hechicera para herir a alguien, quien resultó ser pelirrojo mitad humano. Y él no había podido hacer nada, mas que alertarlo demasiado tarde.
Suspiró concentrándose más en mirar las manos que cargaron al muchacho donde Koenma, invadido por el miedo.
¿Miedo?
Los orbes de sus ojos se vieron iluminadas por la confusión. Él, el Niño Maldito, que ya no le temía a nada, había experimentado ese sentimiento cuando pensó que le iba a perder.
Negó con la cabeza en un momento en el que sintió un presentimiento extraño, y antes de que su raciocinio pudiera asimilarlo, se encontraba en el Ningenkai, andando hacía el encuentro con Kurama.
Acomodó su cabello, ligeramente tras su oreja, tratando de parecer impecable en aquella oscuridad de su propio jardín, contemplando ligeramente las estrellas con el rabillo del ojo, antes de entrar a la casa.
Hacía diez minutos que había llegado, y no había entrado por razones de pequeños detalles.
Que si el pantalón estaba acomodado, que si su cabello estaba bien peinado, que si en su rostro no había marca alguna, que si el dolor en le pecho dejaba de molestarlo…
Sí, ahí estaba una pequeña complicación venida de su descuido, hacía apenas unos momentos no le dolía nada, siquiera un cosquilleo desde que tomó las flores, y ahora se encontraba hincado con cuidado para no ensuciarse, mientras se apretaba el pecho con la mano libre que no sostenía el ramo.
Cerró los ojos intentando en vano recuperarse, tal vez, y sólo tal vez, debía de haberle tomado más importancia a el como se sentía y haberse quedado a una inspección más profunda de su cuerpo en el Renkai. Pero lo que menos tenía ahora era tiempo, pensó mirando su reloj y asediando ligeramente por la ventana, para ver el reflejo de unas débiles llamas. Shiori acababa de encender las velas de la mesa de comedor, como siempre, a las 9:10 p.m.
Suspiró con una prolongada bocanada de aire. Tenía que entrar en ese instante para sorprender (como siempre) a su querida Madre.
Una última carcajada fue lo que marcó el final de su vida, dejando caer flácida a un lado, su mano hechicera con la que también hacía hecho su último conjuro para dañar al muchacho distraído, sólo esperaba la maldición hubiera salido bien.
Sus ojos brillaron viendo al chiquillo con cupón que llegó de la mano de una joven del Renkai. La misma que observó sus últimas plegarias oscuras y las tomó como delirios. Miró al techo, era una lastima, porque la muchacha era hermosa, perfecto contenedor para su extraño objetivo.
Suspiró resignada, volviendo a reírse altanera en la cara de Koenma, ahora que iba a morir, le resultaba divertida la situación en la que pronto regresaría a la vida. Después de eso, cayó al fin con la palidez de su rostro.
El Hijo de Dios de la muerte, cerró su palma sobre la muñeca de la bruja, comprobando lo que ya sabía. La mala mujer había muerto, y su alma se dirigía a sus dominios para ser juzgada.
Sentencia que conocía como culpable sabiendo el cruel carácter de la hechicera. Pero bueno, ese ya era trabajo de su padre, inmiscuirse con el juzgado de almas cuando no estaba en su obligación no era su problema, así que se relajó sin sentirse mal por la mujer que acababa de perder la vida.
Botan suspiró viendo el carácter despreocupado de su jefe, y no le dio ya tanta importancia al asunto, tenía ya muchas cosas que hacer como para continuar ahí perdiendo el tiempo.
Dio un ultimo vistazo al cuerpo de la mujer logrando sentir un poco de lastima por ella, sabía muy bien que la maldad venía por ciertas circunstancias. El odio no nacía solo.
Su respiración se restableció a la normalidad, con el dolor de pecho desapareciendo rápidamente. Suspiró arrastrando su cabello nuevamente detrás de su oreja, listo por fin para entrar en su hogar. Abrió la puerta y cuando hubo dado un paso dentro, una mano le detuvo apretando ligeramente su hombro.
El muchacho volteó de inmediato, pero no vio nada en el instante.
-¿Seguro que estas bien, Rojo? –la voz fría de su compañero lo envolvió y se encontró obligado a voltear hacia abajo, encontrándose cara a cara con Hiei.
Los ojos sangre temblaron entonces con estupefacción, la mano que sostenía el hombro lo soltó y dio un ligero paso hacía atrás -¿Pero qué...? –no pudo terminar la pregunta porque tropezó con el bote de basura que Shiori colocaba siempre junto a la puerta del jardín.
El Koorime cayó pesadamente al suelo dando involuntariamente una vuelta en el pasto, su cinta voló fuera de su frente. Kurama cerró los ojos un momento mientras se acercaba, olvidándose completamente del estruendoso ruido del aluminio del bote cuando este pegó contra el piso. La tapa giró entre ambos dando una circunferencia antes de declinar rodando y caer pesadamente haciendo más escándalo aún.
El pelirrojo se acercó aún más al hombrecito tirado a medio sentar en el suelo, pero este sólo se arrastró hacia atrás en su esfuerzo por recuperar un poco el hilo de su lógica.
Esa era la ropa de Kurama, el cabello de Kurama, los apacibles ojos de Kurama ¡¿Entonces porqué diablos no se veía como Kurama?!
-¿Shuichi?
El nombrado volteó sorprendido ante el llamado. La respiración agitada de Hiei le recordó de su presencia poniéndolo completamente nervioso y a la expectativa.
Una tercera persona en toda esa confusión salió al encuentro quedando su cuerpo estático en su lugar, justo debajo del marco de la puerta. Sus hermosos ojos se abrieron en desconcierto ante lo que veía.
-¿Quién?- Su voz tembló ligeramente, y el encendedor que llevaba en las manos cayó firme al piso, su cuerpo dio dos pasos en retroceso alejándose en instinto -¿Quién eres tú?
Sí, lo sé, quedó demasiado soso este capitulo, pido disculpas, aunque realmente no tengo excusas. Así que pueden mandarme por un tubo si lo quieren u.u
Bueno, me presento, Soy Misao Kirimachi Surasai, y no soy nueva en esto de los fics, pero si en esto de Yu Yu Hakusho, y es que en verdad me ha cautivado esta serie, más los encantadores personajes que se están convirtiendo en mi pareja Yaoi favorita ¡Hiei y Kurama!
En sí, esta historia tendrá un toque un tanto raro, y trataré de actualizarla lo más pronto posible, para a quienes que les ha gustado, disculpen el tiempo que les he hecho perder, pero para los que si les ha agradado, agradezco su tiempo y espero comentarios.
Por cierto, ésta será una Historia HeteroYaoi ( ¿existe esa palabra? Quien sabe, pero me gusta como suena...HeteroYaoi, HeteroYaoi o), se que suena extraño, pero lo comprenderán en el siguiente capitulo.
Nota: Sé que Kurama tardó mucho tiempo en entrar a su casa, y aunque en parte fue a causa de su dolor en el pecho, también lo fue al arreglarse, y es que eso lo puse pensando un poco en mi comportamiento. Cada que mi papá cumple años, puedo estar hasta media hora al otro lado de la puerta, ya que me la paso con los pequeños detallitos (Que si mi falda del uniforme está bien, que si no estoy muy despeinada, que si no huelo a sudor) esas cosas, supongo que de vez en cuando, Shuichi ha de ser parecido a ello.
Nos vemos en el siguiente capitulo
