CAPÍTULO 1

ENCUENTRO DESAFORTUNADO

El centro comercial estaba a reventar. Las fiestas decembrina se acercaban y todo alrededor era un caos por el mar de personas que deambulaban por las tiendas buscando el regalo perfecto. Bolsas grandes, medianas, pequeñas; todos los tamaños se apreciaban y balanceaban con cada paso que sus dueños daban.

Un enorme pino se encontraba justo entre las escaleras eléctricas rodeado de bellas luces de colores y adornos, invitando a todo el que pasaba a mirarle. Ya sea de subida o de bajada, los consumidores tomaban fotos para inmortalizar la ocasión. Alrededor todo gritaba "Navidad" y la alegría se respiraba por doquier.

Hoy tendremos mucho trabajo Saijo kun, ¿sabes qué significa eso? – preguntó Taniguchi sonriente.

—¿Más ganancias por comisión? – respondió emocionado el azabache.

—¡Cada día te vuelves más listo chico! – dijo el hombre que acomodaba las corbatas en el aparador — Si llegas a ver a alguien con dinero, no dudes en venderle todo lo que encuentres, ¿oíste?

—¡Sí señor! – respondió Takato levantando la mano y saludando cual soldado, para posteriormente seguir colgando los trajes.

—Hablando de dinero… mira a ese Alfa que acaba de entrar – dijo señalando con los ojos al imponente sujeto. Que de inmediato llamó la atención de los otros clientes y empleados del lugar.

-¿Cómo sabes que es un alfa?- preguntó aún sin mirarle, concentrado en su labor.

-Solo échale un vistazo y los sabrás – respondió de inmediato el gerente.

Al instante el chico volteó a verle. El tipo en la puerta era muy alto y aunque la ropa invernal cubriera su cuerpo, se podía apreciar que debajo de todas esas prendas había un muy buen y tonificado cuerpo. El rostro tampoco se quedaba atrás, su quijada fuerte y enmarcada le hacía lucir muy atractivo y dominante.

Takato comenzó a sentirse nervioso con la presencia de esa persona y más lo estuvo cuando sin querer hizo contacto visual con esas orbes doradas que parecían que en cualquier momento lo devorarían. Por lo que en un acto reflejo volteó la cabeza para terminar con ello, acto que de inmediato se reprendió pues podría ser tomado como una grosería hacia el cliente.

—Rayos, la he liado – dijo frunciendo la nariz.

—Un poco, así que ve y atiéndelo como se debe, ¡Ah! y solo recuerda "comisión, jugosa comisión" – dijo subiendo ambos puños en señal de ánimo.

Takato tomó aire, acomodó su uniforme y avanzó hacia el sujeto que parecía le estaba esperando con una mueca en el rostro que no pudo descifrar de qué era.

—¡Buenas noches! Bienvenido a "Signore", ¿en qué puedo ayudarle? – preguntó amable y con una sonrisa en su rostro tratando de no pensar en lo nervioso que estaba.

—Así que el gatito sabe hablar – dijo acariciando su barbilla — y el maullido es lindo – continuó sin perderle de vista, analizándolo de pies a cabeza, cosa que para nada agradó al ojiazul.

—¿Disculpe? – atinó a preguntar. Por muy cliente que fuera no le iba a permitir que le hablara como si estuviera en un bar cualquiera. — Mi nombre es Saijo y si lo que busca es un traje, camisas, zapatos, cinto, corbatas u otro accesorio con gusto le ayudaré a buscarlo – dijo con firmeza, pero sin perder la amabilidad, después de todo no podía darse el lujo de que le corrieran tras tres meses de trabajo; por lo que solo le dejaría en claro que no sería material para su entretenimiento.

El alto levantó una ceja sorprendido, no esperaba que el tierno chico frente a él le cortara el rollo de buenas a primeras. Le gustó eso, le había provocado y ahora solo quería mover un poco más el cascabel y ver si podría hacer que este lo tomara.

—Pues sí que me puedes ayudar, justamente busco todo lo que has mencionado.

—¿Todo? – preguntó un tanto incrédulo.

—Sí, todo. Así que por favor… Saijo kun, muéstrame lo mejor que tengan – ordenó sin perder de vista al chico quien no sabía si el sujeto solo se burlaba de él o realmente iba a probarse todo lo pedido.

—Enseguida señor- fue lo único que atinó a decir, al parecer los comentarios de casanova barato habían terminado, por lo que ya no tendría de qué preocuparse.

De inmediato se puso a buscar lo mejor de la temporada, desfilando cada prenda y accesorios frente al hombre que permanecía sentado y quien mostraba mayor interés en Takato que en lo que se le enseñaba, diciendo a todo: "sí".

Tras varios minutos Takato se animó a hablarle:

—Señor, ¿no quiere probárselo?, sería lo mejor. Así comprobaría si la talla es correcta y el estilo de su completo gusto – sugirió el ojiazul que para el momento ya no sabía qué más llevarle.

El alfa le miraba, notaba la ligera incomodidad en el otro, cosa que le causaba gracia. A sus ojos Takato lucía como un lindo gatito que en cualquier momento le lanzaría el zarpazo si intentaba pasarse de listo y él esperaba ese momento gustoso.

—Me lo llevo todo – dijo sin pestañear señalando todo lo que se encontraba en el sillón.

—¿Perdón? – preguntó más por sorpresa que por duda.

—Que puedo decir, eres un excelente vendedor. Compraré todo lo que me has traído, tienes buen gusto – sonrió mostrando sus perlas blancas y entre ellas dos caninos que lucían amenazantes.

Takato no se movía, al parecer estaba en Shock. Fácilmente la cuenta ascendía a más de medio millón de yenes y el tipo de buenas a primeras decía que le empacara todo y sin siquiera probarlo.

—Disculpe señor, el chico es relativamente nuevo y por eso está algo impresionado, enseguida le envolvemos todo – dijo Taniguchi haciendo acto de presencia y sacando del letargo a Takato, quien para ese momento estaba siendo acribillado por la mirada de sus compañeros que morían de envidia.

—Lo siento señor – dijo parpadeando varias veces y tomando las cosas para realizar el cobro — Ya mismo le hago entrega de todo. Esto es genial, la comisión será casi de quince mil yenes, con eso puedo cubrir la renta de tres meses sin preocuparme.

Rápidamente Taniguchi y Takato tuvieron lista la compra, extendiendo al hombre su adquisición.

—¿Necesita que le acompañemos a su coche? – preguntó Taniguchi.

—¿Quién lo haría? – pidió saber el desconocido.

—Saijo kun, por su puesto, ya que fue su venta – sonrió tontamente.

—Entonces sí, necesito ayuda – dijo sin apartar la vista del menor y manteniendo el mismo tono carente de emoción alguna.

Un escalofrío recorrió la espalda de Takato cuando volvió a hacer contacto con esos intensos ojos dorados, el color de estos podía ser cálido pero la realidad era que lucían como dagas que en cualquier momento le atravesarían.

Como todo Alfa, el hombre no mostraba recato alguno cuando se trataba de obtener una presa. Le acechaba y sin dejar salir una sola palabra le decía que lo deseaba; aún así por mucha comisión que le hiciera ganar, Takato no le seguiría el rollo, no pretendía ser el juguete de algún Alfa adinerado que después le dejaría tirado de buenas a primeras. ¡No señor!, tal vez tuviera muchas necesidades, pero jamás se vendería a sí mismo para compensarlas.

—Saijo kun, por favor ayuda al señor y vuelve pronto en cuanto termines – le indicó el gerente.

—Sí – respondió de inmediato para después dirigirse al mayor. — ¿Podría por favor indicarme el camino? – preguntó haciendo malabares para que las cosas no cayeran al suelo, a lo que el otro de inmediato tomó algunas cajas y bolsas entre sus manos.

¡Hashiba! – llamó el alto con voz de mando, lo que sorprendió un poco al azabache.

—Dígame Himura dono – exclamó de inmediato otro hombre del que hasta el momento no había reparado en su presencia.

— Carga estas cosas – dijo señalando lo que el delgado sostenía.

—Como ordene señor – exclamó sin chistar.

—Entonces ya no necesita mi ayuda, ¿cierto? – exclamó Takato sintiendo como el peso en sus brazos se iba.

El mayor le miró y de inmediato respondió:

—Tu llevarás esta caja de zapatos.

Una vez listos, los tres caminaron hacia el estacionamiento sorteando a la multitud. Para Takato su presencia era completamente innecesaria, el hombre que se llamaba Hashiba cargaba la mayor parte de las cosas, el otro unas cuantas bolsas y él… una caja, ¡una!

Se sentía ridículo, pero tenía que hacerlo, al final de cuentas, eso también era parte de su trabajo. Durante el trayecto ninguno habló, solo se limitaban a llegar a destino; sin embargo, el menor podía sentir sobre él, de vez en vez, la mirada penetrante que el adinerado le lanzaba. Quería terminar lo más pronto posible con el incómodo escenario y volver a la tienda para continuar con su rutina.

En cuanto llegaron al auto del sujeto, Takato se sorprendió. No solo porque fuera uno extranjero y visiblemente costoso, sino porque había 5 hombres con aspecto nada amigable, vestidos de traje y rodeándolo; Entonces estos, al ver a su jefe, de inmediato corrieron para tomar las cosas e irlas colocando dentro del maletero.

Podía imaginar de qué iba la cosa y con mayor razón esperaba dar por terminado el encuentro, que a medida que transcurría el tiempo se volvía menos soportable.

—Muchas gracias Saijo kun – dijo el hombre tomando la caja de entre las manos del chico rozando intencionalmente sus dedos y sonriendo.

Fue justo en ese momento que Takato pudo percatarse de los tatuajes que se asomaban furtivamente de entre las mangas de la larga camisa, deteniéndole al instante la respiración.

—N-no, gracias a usted por su preferencia – dijo esforzándose por lucir normal ante el descubrimiento.

—Soy Himura Kenichi, espero que la próxima vez tú puedas atenderme – susurró al tiempo que tomaba la barbilla del ojiazul, levantándole suavemente. — Al fin puedo verte de cerca. Eres absolutamente hermoso – soltó con voz aterciopelada, pasando su pulgar por los labios del menor.

Sin pensarlo Takato le soltó un manotazo, su cuerpo se había movido más rápido que su instinto de supervivencia y cuando menos lo pensó había quitado la mano que le sostenía con un golpe que resonó seco en el estacionamiento. Llamando la atención de los peligrosos hombres que miraban con asombro la escena.

—¿Acaso el chaval quiere morir? – susurró atónito uno de los trajeados a su compañero de al lado.

—Yo… yo… ¡lo siento!, no era mi intensión… es solo que me tomó por sorpresa y actué sin pensar - pronunció nervioso intentando justificarse al reflexionar en lo temerariamente estúpido que había sido y esperando que en cualquier momento fuera secuestrado y metido en un barril para ser arrojado al océano; sin embargo, nada de eso pasó, sino que el tenso momento fue roto por una carcajada estridente que sacó a todos de su trance.

— Sabía que el gatito sacaría las uñas en cualquier momento – soltó fascinado recuperando la compostura. — Me has dejado un rasguño, ¿qué piensas hacer al respecto? – preguntó con voz maliciosa.

—Ahora mismo iré a comprar alcohol y algodón para curarle, de verdad estoy muy apenado. Por favor acepte mis disculpas – dijo haciendo una profunda reverencia.

—Así está bien, debo irme ya – soltó en cuanto entró al auto. —Hasta luego gatito. - Con un movimiento de mano se despidió y tras una señal él y los otros dos autos que le acompañaban salieron del lugar.

Takato se había quedado de piedra, nunca nadie había sido tan atrevido con él, ni dicho palabras tan embarazosas a tan corta distancia, y para aumentar sus primeras veces, en la vida se había topado de frente con un Yakuza y peor aún, con uno Alfa; por lo cual juntó sus manos y agradeció el haber salido con vida después haber sido grosero con él. Con su dedo índice, limpió la lagrimita de alivio que escapaba de su ojo y exhaló profundamente. Una vez recuperada la compostura, volvió sus pasos rogando que en la vida se volviera a topar con el hombre.

Creo debo cortarme las uñas – pensó al ver cuan largas las tenía, y agregó: — ah y comprar una bebida de chocolate, siento que me desmayaré en cualquier momento… mmm, mejor que sean varias – pronunció en voz alta al tiempo que sentía como sus piernas temblaban a falta de adrenalina.

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—Hashiba – llamó Himura.

—Dígame señor.

—Investiga a ese chico, quiero saberlo todo – ordenó.

—Entendido señor, ¿desea que le castigue por golpearlo? – preguntó el fiel sirviente.

—Por supuesto que no, ¿acaso estás ciego?... era toda una belleza. Su blanca piel, los labios pequeños y rosados que se sentían tan suaves al tacto, los enormes ojos azules con forma rasgada; pestañas largas y rizadas. Su físico delgado de apariencia frágil, el cabello azabache, lástima que no lo tiene largo. Pero omitiendo ese detalle, es absolutamente perfecto.

—¿Entonces le interesa Oyabun?

—Creo que sí, sino no habría gastado tanto en cosas que ni usaré. Además… hacía mucho que nadie se atrevía a ponerme un dedo encima. Saijo es un gatito salvaje que me encantaría domesticar. Toda una pena que sea beta, cuando le sostuve lo impregné de mis feromonas y ni se inmutó, pero no importa será divertido jugar con él – exclamó al tiempo que encendía su cigarrillo e inhalaba profundamente. — Quiero el informe en mi escritorio.

—Así será. Me encargaré personalmente de eso.

—No esperaba menos de mi Saiko-Komon.

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Una semana completa había pasado desde que Himura se había presentado en la tienda y el terrible incidente ahora estaba enterrado en el olvido. La normalidad imperaba en esta, clientes entraban y salían con unas cuantas cosas, nada exagerado como la última vez, pero las ventas se mantenían constantes.

Era 24 de diciembre y todos los que trabajaban en "Signore" esperaban ansiosos las 6 de la tarde, pues ese día su jornada se vería reducida por 4 horas para poder festejar en familia o con amigos. El ambiente era de algarabía, los trabajadores se movían animados y con energía, excepto cierto azabache que parecía que en cualquier momento caería de bruces contra el suelo.

—Saijo kun, ¿te sientes bien? – preguntó preocupado Taniguchi al notar el estado lamentable del pelinegro.

—No lo sé, llevo días sintiéndome extraño, ya tomé medicamento para el resfriado – dijo un tanto apenado — pero no se preocupe, aún puedo hacer mi trabajo.

—Pero ¡¿qué dices?! tus mejillas parecen manzanas, ¡estás ardiendo en fiebre! Vamos a hacer esto, te dejaré salir de una vez, igual ya casi son las siete. Te irás directamente a casa, tomarás tu medicamento y descansarás – ordenó mandándolo a los vestidores de empleados para que se quitara su uniforme y se pusiera en marcha. —Mándame mensaje cuando hayas llegado y toma, es un detalle, "feliz navidad" – sonrió al entregarle una pequeña caja con un listón blanco alrededor.

—Gracias Taniguchi san, pero yo no he traído algo para usted – respondió mortificado. El hombre frente a él siempre había sido amable y le había contratado sin dudarlo cuando supo de su situación, aún y cuando no tenía experiencia alguna. Por lo que se sentía mal al no haber tenido la atención de comprarle algo.

—Shh, no digas nada, no lo hago para que tú me des algo a cambio. Solo vete y cuídate mucho.

Sin más, Takato salió del local. A medida que avanzaba sentía su cuerpo más pesado, su respiración se volvía difícil y un cosquilleo que jamás había experimentado recorría todo su cuerpo. En cuanto subió al tren, pudo percatarse que algunas personas tapaban su nariz y se alejaban de él.

—¿Qué está pasando? ¿Acaso huelo mal? - se preguntaba a sí mismo, levantó su brazo para olfatear su manga, pero lo que percibió fue algo completamente fuera de su comprensión, su nariz se contrajo en el momento que inhaló profundo, una esencia extremadamente dulce impregnó sus fosas nasales, mareándolo. —No es posible, yo soy un beta, ¿por qué huelo así?

Tembló. Estaba asustado de todas las sensaciones que su cuerpo presentaba y no tener a nadie a quien consultarle lo que le estaba pasando le resultaba aún más desesperante. Trató de cerrar su chaqueta por completo y colocó la capucha sobre su cabeza en un intento por esconder el aroma que desprendía. Las miradas seguían posadas sobre él, quería salir de allí de inmediato, pero no era posible, por lo que se limitó a pegarse lo más posible a la puerta de salida; fue entonces que, de entre la multitud, una chica linda y pequeña se acercó tímidamente hasta extenderle una pastilla.

—Estos son los supresores que yo utilizo, no sé si vaya a servirte, pero al menos no sentirás tanto dolor y tu aroma será menos fuerte – comentó amablemente.

Un gracias que sonó a susurró escapó de los labios de Takato, quien con mano temblorosa tomó lo que se le ofrecía. No sabía que hacer o cómo actuar, todo era aterradoramente nuevo, en la escuela habían tenido clases sobre el celo de los alfas y omegas, pero el no era ninguno de ellos, por lo que no había puesto atención suficiente, no le interesaba y ahora lo lamentaba. Se resistía a tomar la pastilla, no por desconfianza hacia la chica, sino porque su cerebro no podía concebir que él fuera un omega.

En cuanto el tren se detuvo en su estación y las puertas se abrieron, el ojiazul salió como pudo, un pequeño roce en su espalda hizo que su cuerpo se tensara, de inmediato sintió como su parte delantera comenzaba a abultarse entre sus pantalones, era algo inaudito, tanto como el líquido que salía de su trasero y mojaba sus calzoncillos.

Con pasos tambaleantes llegó a su pequeño departamento, intentó sacar las llaves de su bolsillo, pero era extremadamente difícil, los temblores en su cuerpo se intensificaban, cada vez estaba más caliente y su visión se nublaba. La oscuridad de la noche no le ayudaba y la pequeña farola intermitente que colgaba de la esquina, menos.

En un movimiento involuntario, el pequeño llavero cayó al suelo, al agacharse por el mordió su labio inferior y cerró con fuerza sus ojos, el roce de su ropa le estaba matando. Entonces una voz grave tras de él le hizo girar sorprendido.

Parado a un metro de distancia una figura sombría le miraba fijamente, pasando su lengua por sus labios, como si se estuviera saboreando.

Todo era confuso, la conciencia le estaba abandonando y el dolor en su cuerpo crecía. Cuando menos lo imaginó, el enorme hombre le había tomado del brazo y lo guiaba hacia un carro estacionado al frente. Una vez abierta la puerta, el individuo metió a Takato a empujones tirándolo en el asiento trasero sin siquiera darle la oportunidad de rebelarse.

En la parte delantera, un hombre de traje gris se encontraba al volante, quien sin poder evitarlo llevó la mano hacia su nariz en cuanto el Takato entró al carro. Era como si una bomba de vainilla, caramelo y jazmín hubiese explotado e impregnando cada milímetro a su alrededor, intoxicándole.

—¡El olor es extremadamente fuerte! – alcanzó a pronunciar Hashiba.

—Es embriagante – pronunció Himura al tiempo que cerraba la puerta con fuerza —vamos a casa y cierra la ventanilla, este gatito y yo vamos a necesitar privacidad.

De un solo tirón el alto arrancó la chaqueta, otro más y la playera que portaba el ojiazul se redujo a meras tiras de tela regadas por doquier. La visión que se desplegó ante él hizo que su miembro se pusiera duro como roca. El chico lucía totalmente vulnerable, las mejillas de un rojo resplandeciente daban color a su piel de leche, la pequeña boca intentaba jalar aire desesperadamente y las largas pestañas brillaban por las lágrimas que las mojaban. Al seguir bajando su mirada, se topó con dos pequeños botones rosados que se levantaban sin siquiera haber sido tocados.

—De haber sabido que eras un omega te habría tomado en esa tienda – comentó el hombre al tiempo que removía su propia ropa.

—Po-por favor no… - suplicaba Takato intentando alejar a la bestia que tenía encima y que lamía las lágrimas que caían por sus mejillas.

La fuerza del mayor era descomunal y sus hábiles manos acariciaban cada centímetro del delgado cuerpo bajo de él. no fue hasta que metió sus dedos bajo los calzoncillos de Takato, que este soltó un gemido alto y profundo.

—Pero mira lo mojado que estás Saijo – le habló mostrando su mano que estaba impregnada del dulce jarabe y que sin reserva alguna comenzó a lamer —¡Delicioso!

Ese último gesto lascivo terminó por destruir la voluntad que le quedaba, su cuerpo deseaba ser tocado por el Alfa, pero su corazón pedía a gritos que parara. Ambas razones le mantenían en una lucha interna que por el momento no tenía ganador.

El tacto sobre su piel quemaba, pronto sintió una presión sobre sus labios. Una lengua húmeda y tibia con sabor a tabaco empujaba con fuerza obligándolo a abrirlos. Jamás en la vida había besado y ahora un completo desconocido se encargaba de mostrarle de la manera más salvaje cómo hacerlo.

—Dulce – susurró Himura sobre los labios del chico. Su sabor le intoxicó, la sensación era fascinante pues en la vida había probado algo igual. Era demasiado delicioso, tanto, que no quería dejar de lamer, succionar y morder cada centímetro de la pequeña boca. —¿Tienes idea de lo bien que hueles y sabes? Me dan ganas de comer hasta tus huesos – soltó al despegarse del ojiazul.

Y con esa última frase terminó por quitar la última prenda que cubría el tembloroso cuerpo. En un segundo, este giró al azabache colocándolo boca abajo, el miembro pulsante que había estado apuñalándole dolorosamente el vientre ahora se posaba en su agujero dispuesto a hacer su entrada triunfal.

—¡AAAHH! – gritó de dolor y placer al sentir como la carne entraba en él sin aviso o preparación alguna. —¡Déjaa…me, du-dueele! – suplicaba entre lágrima, empujando con su pequeña mano las caderas que comenzaron a embestirle salvajemente.

La petición solo había hecho que el Alfa se sobre excitara soltando sus feromonas; las cuales actuaron de inmediato sobre Takato, sofocándolo. La sensación era abrumadora para alguien que jamás las había percibido y peor aún si eran las de un dominante. Apretó los ojos con fuerza e intentó jalar aire a sus pulmones; sin embargo, este no llegaba. Quería huir, era un sentimiento entre el placer y el terror que no podía procesar. Intentó alejarse, pero las enormes manos le tomaron de la cintura como garras, regresándolo con fuerza y acomodándolo nuevamente de frente a su atacante.

—¡Basta, detente! – la súplica era clara, pero ignorada. Unos segundos más de feroz empuje y un placer indescriptible corrió desde la punta de sus dedos hasta la cabeza, haciendo que su espalda se arquera y su pene expulsara su líquido hasta manchar el techo del carro.

Su pecho subía y bajaba frenéticamente y por un segundo se sintió liberado. Fue entonces que pudo ver al de ojos dorados completamente desnudo entre sus piernas, este se había detenido en sus ataques. Los tatuajes adornaban sus brazos, hombros y pecho dándole un toque aún más aterrador.

—Pides que me detenga, pero ya te has corrido, ¿no te parece injusto eso?, yo también deseo hacerlo – afirmó el hombre sacando su pene lentamente. Acto que el menor agradeció tras haber recuperado parcialmente su consciencia, pero que de inmediato reconsideró; pues sin consideración alguna, el sujeto arremetió nuevamente contra su rosada entrada, enterrando hasta el fondo el enorme miembro, haciendo que Takato temblara con los ojos bien abiertos.

Himura le jaló de los cabellos dejando expuesto su cuello, marcando con su lengua un camino hasta llegar a su boca y callar sus lamentos. Con una última embestida introdujo toda su longitud incluyendo su bulto. Al instante el pene del ambarino se agrandó de una manera diferente, haciendo que el pelinegro se quejara de dolor, pues sentía como si su agujero estuviese siendo desgarrado. Nuevamente lágrimas salían, pero ahora eran de puro sufrimiento. Intentó zafarse, golpeó y arañó la espalda y hombros del mayor, pero nada de eso funcionó. Al final las fuerzas se le fueron y no pudo sentir nada más a su alrededor.

—Mierda, he anudado al gatito – dijo dejando salir toda su semilla en el pequeño cuerpo.

Después de un rato, el frenesí había terminado y sin cuidado alguno sacó su pene. El pelinegro le había regalado el mejor polvo de su vida. Revisó la condición del chico comprobando que solo dormía. Volvió a vestirse, notando en el acto que había hecho garras la ropa del otro; en consecuencia, le colocó su abrigo para cubrirle. El dulce olor que le había vuelto loco ahora estaba oculto bajo su fuerte aroma.

—Apenas pude contenerme, eres increíble Saijo – dijo al tiempo que colocaba al chico inconsciente entre sus brazos.

—Señor, hemos llegado a la mansión – habló por el altavoz Hashibe.

En cuanto Himura salió del auto una valla de Honor le esperaba para darle la bienvenida. Con paso firme caminó entre ella con Takato en brazos y sin pena alguna.

La mansión mantenía un estilo clásico oriental por fuera, pero una vez dentro todo era absolutamente moderno. Si algo había hecho Himura con el pasar del tiempo era que, para sobrevivir como organización, debía adaptarse a los cambios y eso incluía también su casa. Solo un área de esta mantenía la forma de original, pues era con la que se había dado inicio al clan.

Sin prisas llegó hasta su habitación, donde colocó a Takato sobre la cama. En donde apreció nuevamente sus facciones pasando su mano por su rostro y los enrojecidos labios que estaban hinchados por la succión. Mientras más le veía más le gustaba y por nada del mundo lo dejaría ir.

Tres horas después el ojiazul despertó, el cuerpo le dolía, sobre todo su parte baja. Gracias a eso pudo recordar lo que había ocurrido.

Entré en calor y alguien me… – pensó agobiado.

Inconscientemente jaló la cobija intentando cubrir su cuerpo que ahora estaba aseado y cambiado con una fina pijama impregnada de un fuerte olor amaderado. Miró alrededor deseando saber dónde se encontraba, pero de nada le sirvió pues no existía algún indicio que se lo permitiera.

Intentó ponerse de pie para salir lo más rápido de ese lugar. Como pudo llegó hasta la orilla de la cama y se incorporó; sin embargo, sus piernas no le respondieron y justo antes de caer contra el suelo, un brazo rodeó su cintura para regresarlo a su lugar.

—Veo que ya has despertado gatito, ¿quieres que te traiga un poco de leche? – preguntó con tono cínico sin cambiar su expresión seria.

La voz le perturbo, su estado vulnerable le había impedido darse cuenta de con quién había estado realmente, levantó la cabeza solo para encontrarse con el dueño de las pupilas doradas que antes había visto en la tienda. Su rostro se distorsionó al instante, se sentía nervioso y las palmas de sus manos comenzaron a sudar. Sabía que no era un hombre cualquiera, por lo que no tenía idea si podría salir de esta. De pronto el nerviosismo fue sustituido por la ira que poco a poco comenzó a invadirlo.

—¡Usted me violó! – gritó Takato con el ceño fruncido justo en el rostro del otro.

—No es violación si gimes de placer – respondió tranquilo con rostro serio.

—¡Yo no quería hacerlo! Jamás lo haría con un desconocido. Usted se aprovechó – dijo al tiempo que volvía a ponerse de pie. El trasero le dolía como nunca, pero al menos las molestias del celo se habían ido.

—¿A dónde crees que vas? – preguntó con voz filosa sin apartarle la vista de encima.

—A dónde más, a mi casa por supuesto – dijo para en el acto tomar la perilla y salir.

—Tú no irás a ningún lado – sentenció el hombre colocando su brazo derecho sobre la puerta impidiéndole abrirla.

—¡No puede retenerme, eso es secuestro! – refutó sin echarse para atrás. El sujeto frente a él podría ser amenazante, pero la furia que sentía sobrepasaba su prudencia. —Quiero ir a mi casa – un puchero delator se formó en su rostro. Quería llorar, pero estaba aguantando, no pensaba mostrarle su parte endeble a este sujeto.

—Déjame decirte algo. Tu nombre es Saijo Takato, tienes 17 años, tu cumpleaños es el 20 de abril, mides 1.65 y pesas 48 kilos. Estudias el segundo año de preparatoria y trabajas a medio tiempo en "Signore". Vives en un departamento de mala muerte. No tienes familia; tu padre era un jugador empedernido que gastaba todo su dinero en juegos de azar y tu madre una cualquiera que abría las piernas al primero que pasaba, ah y la única persona que se ocupaba realmente de ti falleció – pronunció con tono frío e implacable y continuó:

—Hasta hace poco eras un Beta, pero ¡sorpresa! Resultaste ser un omega recesivo. Tu vida es patética y no tienes a nadie en quien apoyarte y ahora que tu género secundario ha sido confirmado, ¿cómo pagarás los supresores? ¿qué trabajo conseguirás? Porque en ningún trabajo de medio tiempo aceptarían a alguien que debe ausentarse durante una semana, dejándote como única opción vender tu cuerpo – soltó sin piedad el lobo feroz — Ahora dime Saijo, ¿a qué vuelves?

El sentimiento de desesperación que casi le hacía llorar, nuevamente era remplazado por el coraje. Takato le escuchaba y no daba crédito a la sarta de basura que le había soltado. El desgraciado le había investigado y planteado el panorama más deprimente posible. Podría tener razón en algunas cosas, pero si algo había aprendido de su amado abuelo era que: no importaba qué tan difícil fuera la situación, si se esforzaba encontraría la salida Sí, ahora era un omega. Seguía sin creerlo, pero la realidad pegaba y muy duro; sin embargo, no usaría eso como motivo para dejarse caer y otorgarle el control de su vida a alguien que no fuera él mismo. Por lo que no se dejaría intimidar.

— ¡Seguro que le encanta escucharse a sí mismo, ¿no? ¡pero cuidado!, que tal parece la mierda está saliendo por su boca en vez de por su trasero – le escupió sin titubear — Es mi vida y yo decido que hacer con ella y eso no es algo que a usted deba importarle. Ahora, me voy pues mi departamento, empleo y amigos me esperan – dijo aventando el brazo que le impedía salir.

—¡Me gustas! Tienes agallas – pronunció como confesión — si no lo hicieras, ahora mismo te estaría azotando y arrancando la lengua por hablarme en ese tono. Yo soy Himura Kenichi, tengo 31 años. Soy el séptimo Oyabun del Clan Himura y dueño de todo lo que quiero y por ahora, lo que quiero eres tú.

—Me niego – puntualizó decidido — me vale una mierda lo que usted quiera, mi vida no tiene precio.

—Y a mi me vale una puta madre lo que tú quieras – dijo tomando del cuello a Takato, usando sus feromonas para someterlo, lastimándolo en el acto. — Resulta que dentro de dos horas será mi cumpleaños y acabo de encontrar mi regalo perfecto. Un gatito salvaje que solo sabe gruñir, patalear y rasguñar. Así que dale la bienvenida a tu nuevo hogar – decretó el peliazul soltándole.

Takato cayó al suelo sin fuerzas, tosiendo desesperadamente al tiempo que sobaba su cuello, donde rápidamente quedaron dibujados los dedos de su atacante. Sabía que se la jugaba al ponerse al tú por tú con un Yakuza pero pelearía hasta el final, incluso si eso significaba su muerte.

—¡HASHIBA! – llamó el jefe.

—Dígame, señor – respondió de inmediato el hombre que había estado afuera de la habitación todo el tiempo.

—Llévalo a la Jaula – ordenó señalando al azabache que aún intentaba recuperarse. — A los animalitos como él hay que educarlos desde el principio.

Hashiba se inclinó para tomar al chico que para esas alturas ya estaba agotado física y mentalmente. Este sintió como el aliento caliente de Takato le golpeaba el rostro. Su celo no había terminado y aprendería de la manera más dura lo que era sobrellevarlo sin supresores, sin un Alfa y sin la luz del día.

Antes de que ambos hombres abandonaran la habitación Himura dio un último vistazo al ojiazul y dijo:

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"Desde ahora me perteneces"

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¡Hola!
He vuelto con una nueva historia de mi pareja favorita.

Espero sea de su agrado!