Capítulo 8. Esto es la guerra

Disclaimer: Estoy harta de poner esto. Lo que pasa es que no quiero que creáis que yo soy Rowling, por que la verdad es la verdad, y la verdad es que yo no soy Rowling. Lo sé, lo sé, el mundo es cruel, pero que le vamos a hacer. Y claro, como no soy Rowling, la mayoría de los personajes no son míos, ni el castillo, ni el lago, ni los hechizos, ni siquiera el calamar gigante. Lógicamente nadie me paga por hacer esto y solo lo hago para divertirme y todo eso. Así que ya sabéis, al que se le ocurra demandarme va de culo, cuesta abajo y sin frenos, más que nada por que no tengo ni un duro. Mejor dicho, porque no tengo ni un euro.

Dicho esto, continúo con los reviews.

- kgs: ¡hola! Me alegra mucho que mi fic te guste Tienes toda la razón, al principio la historia se parece bastante a la peli, pero luego se descontrola y es completamente distinta. Bueno, si Sirius diera por hecho que James es gay y James se enterara... no me quiero ni imaginar lo que pasaría. En fin, que como ves sí que voy a continuar con la historia hasta el final y que espero volver a verte por aquí. ¡Ah! Y gracias por tu comentario. Besos.

- Isa: ¡qué bien! Otra nueva lectora, me gusta. Y además eres de las pocas ha hecho caso de mi advertencia. Estupendo. De todas formas no te preocupes, porque mientras haya gente leyendo ten por seguro que voy a continuar con el fic. Lo de que Peter sufra un terrible accidente te prometo que lo pensaré, aunque yo tengo muchas ganas de que esa pequeña rata traidora sufra. Un besito y disfruta con el capi.

- Vaina: me encanta saber que te reíste con el anterior capi. Y te digo lo mismo que a todas, no te preocupes porque sí que voy a seguir con el fic hasta el final. Espero que te siga gustando mi historia. Besos.

- Cristie: coincido contigo a mi Adabert (o Al, como yo le llamo) también me gusta mucho. Ya te digo, vaya cruz que le ha tocado al pobre James, entre Sirius que piensa que es gay, Williams con sus ataques obsesivo-posesivo y Lily que no le hace ni caso... Dumbly no está loco, es demencia senil, y como a veces se le olvida tomar la medicación pues las lía buenas o Un besote y espero que también te guste el nuevo capi.

Bueno, veo que la gran mayoría de la gente no ha hecho ni caso a mi advertencia, pero no pasa nada porque yo voy a seguir con el fic hasta que lo termine. ¿Habéis visto que buena soy? Para que luego digáis que os trato mal - Aún así espero que me dejéis algún que otro review más, que yo sé que no os cuesta nada.

Pues unna vez cumplido mi deber con mis queridos lectores que me dejan reviews (los que no me los dejáis también sois mis queridos lectores, pero no tanto ¬¬), os dejo con el capi número ocho...

Capítulo 8. Esto es la guerra

- ¿Cómo sabes que han sido los merodeadores? – preguntó Lily incrédula.

Chris tan solo les enseñó la nota que sostenía entre sus manos. Las otras dos se levantaron de sus camas y se acercaron a su amiga.

-"Para que ceséis en vuestro intento de perjudicar a uno de nuestros amigos: los Merodeadores" – leyó Chris en voz alta.

- ¿Amigo? – preguntó Mary - ¿Williams es su amigo?

- Si ahora resultará que Potter también se ha enamorado de Williams – bromeó Chris.

- Es imposible – murmuró Lily, pensando que todo aquello era un malentendido -. Imposible.

Sus dos amigas la miraron preguntándose que era imposible, y así se lo hicieron saber a la pelirroja.

- Potter me dijo que ellos también odiaban a Williams – explicó.

- No intentes descifrar la mente de un hombre, y menos si es un merodeador – repuso Mary a la vez que se encogía de hombros.

Tras esta conversación, las tres chicas se pusieron a pensar en una solución para su problema más inminente: como hacer que su color de piel pasara lo más inadvertido posible.

Al entrar por las puertas del Gran Comedor todo el mundo se quedo mirándolas. Y no era para menos, porque parecía que las tres chicas se habían vestido como para ir al polo norte con los del programa de "Al filo de lo imposible".

- ¿Y eso? – preguntó Donna en cuanto sus tres amigas se sentaron a su lado.

- Pregúntaselo a los Merodeadores – respondió Mary con furia, mientras dirigía su mirada a los tres chicos que, desde la otra punta de la mesa de Gryffindor, las miraban sin poder contener una sonrisa de triunfo.

- ¿Una broma? – sugirió Michael.

Chris asintió apesadumbrada y Lily les explicó lo que había pasado.

- Seguramente pusieron algo en la comida para que os sintierais tan cansadas – dijo Michael, recordando la noche anterior -. Y después harían aumentar la calefacción en vuestra habitación para que os quitarais la ropa.

- ¿Y qué pensáis hacer al respecto? – intervino Donna.

- No sé, pero algo hay que hacer – Mary estaba más furiosa que nunca.

- Podemos hacerles algo de vudú – dijo Adalbert.

- Siempre pensando en lo mismo – reprochó Lily -. Creo que tenemos que pagarles con la misma moneda.

De repente la mirada de Chris se iluminó.

- ¿Qué os parece si...?

- Perfecto – susurraron los mellizos a la vez, mientras que los demás sonreían peligrosamente. El plan que había ideado Chris les parecía muy bueno.

A lo largo de toda la mañana, las tres chicas tuvieron que soportar todo tipo de bromas y burlas. Durante la clase de Herbología, Brocklehurst y Stevenson se rieron a más no poder de ellas y Lily estuvo más que tentada de montar una pelea como la del día anterior. Pero lo peor sucedió en clase de pociones, con el profesor Cash y los alumnos de Slytherin.

En cuanto las chicas entraron por la puerta del aula, unas sonoras carcajadas resonaron por toda la estancia, carcajadas pertenecientes de la mayoría de los Slytherins. Ellas giraron la cabeza y se encontraron con el grupo encabezado por Malfoy y su querida prometida Narcisa Black. En la otra punta de la mazmorra, James, Sirius, Remus y Peter, observaban atentos la escena.

- ¡Mirad quién ha llegado! – exclamó Narcisa con un tono falsamente alegre – Las damas colorín.

Los demás volvieron a reír mientras las Griffys se sentaban en sus asientos intentando aparentar serenidad.

- Parece que las fieras hoy no tienen ganas de hablar – prosiguió la prima de Sirius, mientras su prometido no apartaba la vista de Mary.

- Mejor vigila a tu querido novio antes de meterte conmigo – murmuró Mary. Esta vez fueron los Gryffindors los que rieron.

- Yo por lo menos tengo algo a lo que vigilar – repuso la Sly, furiosa por el comentario.

- ¿Por qué no nos haces un favor? – intervino Chris – Cómprate un bosque y piérdete en él.

Lily se rió ante el comentario de su amiga.

- No creo que tengas mucho de lo que alardear, sangre sucia – dijo Malfoy.

- Serás... - la pelirroja se levantó para darle su merecido al chico, pero alguien se le adelantó y estampó su puño en la cara del Sly – ¡Potter!

Efectivamente, James llevaba bastante tiempo con ganas de marcar su puño en la cara de Malfoy y cualquier excusa era buena para hacerlo. Pero la reacción de la pelirroja no fue la esperada.

- ¡Imbécil! – dijo ella dándole una bofetada - ¿Crees que no sé defenderme yo solita?

La chica ya iba a gritarle que no necesitaba a ningún machito cubriéndole las espaldas, cuando el profesor Cash entró en el aula y vio una panorama que no le gustaba nada: Lily y James enfrascados en una de sus habituales peleas, Malfoy tirado en el suelo ejerciendo a la perfección su papel de víctima, Narcisa, Mary y Chris a punto de llegar a las manos, el resto de los Slytherins tratando de montar una pelea, Remus y Sirius discutiendo sobre la broma que le habían hecho a sus compañeras de casa y Peter a lo suyo, es decir, tratando de esconderse. El único que se salvaba era su alumno favorito, Severus Snape, que se había sentado en su pupitre y estaba tratando de encontrar una poción que provocara impotencia irreversible (N.A. ¿Contra quién querría usar esa poción?)

- Estáis todos castigados – los Slys le miraron extrañados -. Todos los Gryffindors, quiero decir – aclaró el profesor, siempre tan amable y comprensivo con sus alumnos, en especial con los de Gryffindor.

Después de la escenita, el profesor les ordenó preparar una poción extremadamente difícil, para variar. Y también para variar, Peter hizo que su caldero explotara y que la furia del profesor Cash aumentara considerablemente.

Al terminar las clases, los siete Griffys se dirigieron al despacho de la profesora McGonagall para que les impusiera el castigo correspondiente.

- ¿Otra vez aquí? – preguntó la profesora al verlos llegar a su despacho - ¿Qué habéis hecho esta vez?

- No hemos hecho nada – respondieron todos a la vez menos Peter. Los chicos miraron a la rata enfadados.

- ¿Señor Pettigrew? – inquirió la profesora.

- Verá – empezó el chico -. Yo creo que todo fue por culpa de Lily.

- Serás... - le amenazó la pelirroja.

- Continúe – interrumpió la jefa de la casa.

- Lily se puso a discutir con James y cuando el profesor Cash llegó, nos castigó a todos por su culpa.

- ¡Eso es mentira! – exclamaron los demás al mismo tiempo.

- Señorita Evans – dijo la profesora McGonagall - ¿tiene usted algo que añadir?

- Por supuesto – contestó la chica furiosa -. Lo que en verdad sucedió fue que al llegar a clase de pociones, los alumnos de Slytherin comenzaron a insultarnos y la cosa fue a más. Cuando el profesor llegó a clase se encontró con todos peleándonos.

- Cierto – apoyó James, aunque Lily le dirigió una mirada de "no necesito a un machito como tú" -. Y el profesor Cash, que ya sabe siempre favorece a su casa, nos castigo solo a nosotros. Aunque yo creo que todos tuvimos la culpa.

- Creo que tenéis razón – aprobó la mujer -. Y, sin que sirva de precedente, no os restaré puntos y os haré cumplir un castigo menos severo. Mañana a las cinco les quiero en mi despacho.

Dicho esto, la profesora les señaló la puerta invitándoles a salir. En cuanto los siete se habían alejado lo suficiente del despacho de la profesora McGonagall, Lily se abalanzó sobre Peter y le agarró por el cuello.

- ¡Ayudadme! – suplicó el chico, mirando a sus compañeros.

- ¿Cuánto creéis que durará? – preguntó Mary, sin hacer caso a las súplicas del chico.

- Cinco galeones a que no llega a los tres minutos – apostó Remus.

- ¿Tres minutos? – repitió Chris -. Te has pasado tres pueblos. Yo creo que no llega a los dos minutos.

- Estoy con Denver – apoyó James - ¿Tú que opinas Carter?

- Con minuto y medio va sobrado – respondió la morena mirando tranquilamente su reloj.

- Pues yo creo que no llega al minuto – repuso Sirius mirando divertido la escena.

En cuanto Peter pasó del rojo al morado, Lily pensó que no valía la pena arruinar su brillante expediente académico por una rata como él, así que aflojó la presión que ejercía sobre el cuello de su compañero.

- 57 segundos – informó Mary mirando su reloj de nuevo.

- Ya podéis ir soltando la pasta – sonrió Sirius.

- ¿Te asustaste, Evans? – preguntó James.

- Más quisieras, Potter. Lo que pasa es que creo que la escuela de aurores no me aceptaría si viera un intento de homicidio en mi expediente.

La chica miró a Peter altivamente y se marchó.

- Nos vemos – se despidió Chris, por lo que Mary le dio un codazo.

En cuanto las tres llegaron a la torre de Gryffindor, se dirigieron a la habitación de Donna, Michael y Adalbert.

- ¡Hola chicas! – saludó Donna alegremente, mientras barajaba unas cartas - ¿Os leo el futuro?

- No, gracias – respondió Chris por las tres.

- Tenemos que retrasar nuestro plan – dijo Lily -. Estamos castigadas con los merodeadores.

Donna dejó sus cartas en la mesa, Adalbert apartó la vista de su bola de cristal y Michael dejó de practicar vudú con el muñeco que representaba a un alumno de Slytherin. Los tres se acercaron a sus amigas.

- ¿Qué ha pasado? – inquirió Adalbert.

Lily les explicó la escenita que habían montado en la clase de pociones y relató como Peter había tratado de inculparla a ella.

- ¡Maldita rata traidora! – exclamó Michael (N.A. ¡cuánta razón tienes!) -. Estoy pensando seriamente fabricar un muñeco suyo y practicar vudú con él.

- No te preocupes Michael – le tranquilizó Chris -. Ya nos ocuparemos más delante de él.

- El caso es que mañana estamos castigadas y no podemos llevar a cabo nuestro plan.

- Tranquila, Lily – dijo Donna -. Lo haremos pasado mañana (N.A. el plan, se entiende)

Las tres chicas sonrieron satisfechas. Al fin y al cabo, tendrían más tiempo para prepararlo todo.

Al día siguiente, seis chicos se encontraban puntuales delante del despacho de su profesora de transformaciones.

- Adelante – ordenó la profesora, antes de que alguno de sus alumnos llamara a la puerta.

Los jóvenes entraron obedientes, y en cuanto lo hicieron, la mujer paseó su severa mirada por delante de sus caras. Fue entonces cuando se dio cuenta de que faltaba alguien.

- ¿Y el señor Pettigrew?

En ese preciso instante, Peter abrió la puerta aceleradamente y entró en el despacho.

- Señor Pettigrew – le llamó su profesora enfadada - ¿no le han enseñado para que sirve un reloj?

- S... Sí, profesora.

- Pues no lo parece – respondió ella mirándole más severamente todavía. Después añadió dirigiéndose a los demás – Vais a formar grupos de tres para cumplir vuestro castigo. Potter, Evans y Lupin, iréis al lago a dar de comer al calamar. Pero tened cuidado con lo que le dais, últimamente está un poco estreñido – los tres chicos pusieron muecas de asco, mientras los demás se reían disimuladamente -. Black, Carter y Denver, ordenaréis el armario del señor Filch. Y usted, señor Pettigrew – su mirada se dirigió a uno de los alumnos más torpes de la escuela, lo que provocó que el chico se encogiera en su asiento -, cumplirá su castigo solo, para que la próxima vez sea más puntual. Ayudará al profesor Cash a colocar una nueva remesa de ingredientes que ha recibido esta mañana.

Peter gimoteó levemente. El profesor de pociones le daba miedo, y seguramente esa noche tendría pesadillas con él (N.A. que sufra la rata).

En cuanto salieron del despacho, cada uno se dirigió a cumplir su castigo. Chris, Mary y Sirius se encaminaron al armario del conserje. En cuanto abrieron la puerta del armario, los tres pensaron que era imposible ver tanta mierda junta. Y tenían razón. Ni siquiera la cabaña de Hagrid o los aposentos del profesor Crápula, estaban más cochambrosos que aquel lugar.

- Esto está más sucio que el pelo de Snape – murmuró Sirius, a la vez que veía como una rata usaba el palo de una fregona como si fuera un tobogán.

- Este armario es el paraíso de las ratas – añadió Mary, viendo a unas cuantas ratas usando un barreño lleno de Don Limpio como si fuera una piscina olímpica.

- Es el Benidorm de las ratas jubiladas – finalizó Chris, al darse cuenta de que la mayoría de ellas estaban para el arrastre.

Los tres se miraron resignados y comenzaron a limpiar, por supuesto sin magia. A lo largo de la tarde incluso lograron entablar amistad con algunos de aquellos animales. Mary, siempre tan protectora con los animales, decidió construirles una especie de parque acuático.

- Mary, por favor – dijo Chris cuando su amiga llenaba un barreño con más Don Limpio y les decía a las ratas que podían bañarse allí.

- La reina de las ratas – se burló Sirius - ¿Piensas adoptar a una de ellas?

- Cállate Black – contestó la chica, aunque en el fondo estaba considerando seriamente lo que acababa de decir el moreno -. Aunque pensándolo bien, seguro que sería mejor compartir mi habitación con una rata que con alguien como tú.

- ¿Estás segura? – repuso él, acercándose peligrosamente a su compañera – Cuando quieras te demuestro que estás equivocada.

- Chicos – intentó Chris de llamar su atención.

- No hace falta que demuestres nada, lo que digo es la pura verdad – susurró Mary, sin oír a su amiga.

- Chicos – volvió a decir Chris, pero obteniendo los mismos resultados.

- ¿Me estás retando? – prosiguió Sirius con el juego.

- Black, tienes un bulto sospechoso en tu pantalón – esta vez Chris logró que la hicieran caso.

Rápidamente Sirius bajó la mirada hacia la parte "supuestamente" afectada.

- ¿Dónde? – preguntó.

- Era broma Blacky – le tranquilizó Chris -. Pero es que no veía otra manera de que me hicierais caso. La profesora McGonagall viene por el pasillo – añadió la rubia.

Efectivamente, la profesora se acercaba por el pasillo para ver si sus alumnos habían cumplido el castigo que les había impuesto.

- Veo que habéis hecho un buen trabajo – sentenció la mujer, después de haber examinado minuciosamente el armario. Aunque sorprendentemente, no se dio cuenta de la especie de parque acuático que Mary había organizado -. Voy a ver que tal lo han hecho vuestros compañeros.

Si retrocedemos unas cuantas horas en el tiempo y nos situamos en los terrenos de Hogwarts, concretamente en las orillas del lago, podremos observar una singular escena: dos chicos y una chica tratando en vano de alimentar a un calamar gigante estreñido.

- ¡Esto es imposible! – exclamó Lily, tras haber intentado por novena vez que el calamar se comiera una lata de mejillones en escabeche.

- Pero Evans, ¿no sabes que el escabeche no es bueno para el estreñimiento? – le reprochó James.

- Pues no.

- Es mejor darle una sopita de arroz – sugirió James.

- Eso es para la descomposición, bestia – intervino Remus.

Los chicos siguieron probando con todo tipo de alimentos, pero parecía que el calamar no estaba por la labor.

- Ahí va el submarino – intentó James, mientras trataba de meterle algo de comida por la boca.

- Definitivamente esto es imposible – suspiró Lily.

- Vaya Evans, no sabía que fueras de las que se rinden fácilmente.

- Repite eso Potter – pero Lily no pudo escuchar como el moreno repetía lo que acababa de decir, ya que el calamar la agarró con uno de los tentáculos y la acercó a su boca. Al parecer, por fin había encontrado un alimento de su agrado - ¡Bajadme de aquí!

- Lily, no te alteres – gritó Remus.

- Oh, vamos – dijo ella, pataleando en el aire -. No quiero terminar mi vida en el estómago de un calamar gigante estreñido.

- Tranquilízate Lily, por favor – gritó James, pensando en como iba a resolver este entuerto.

- ¿Cómo quieres que me...? – comenzó la pelirroja – un momento, ¿me has llamado Lily?

En el preciso instante en el que James iba a responder algo que ni siquiera él se creía, apareció, como caída del cielo, la profesora McGonagall. Y cuando digo como caída del cielo, quiero que lo interpretéis lo más literalmente posible, porque la profesora apareció dando grandes botes.

- ¡Profesora! Es usted mi salvación – exclamó James eufórico. Al ver que la mujer le miraba raro (N.A. raro, raro, raro), añadió - ¿Qué le ha pasado?

- Nada importante – contestó ella mientras susurraba "finite incantatem" y volvía a recuperar su posición normal -. Un experimento del profesor Flitwick.

Los dos chicos la miraron como diciendo "ya, un experimento", pero un grito desvío su atención.

- No es por nada, pero vuestras conversaciones me desconcentran.

- ¡Señorita Evans! – exclamó la profesora dirigiendo su vista hacia una de sus mejores alumnas - ¿Se puede saber qué hace usted ahí arriba?

- Ya ve, jugar al parchís con mi amigo el calamar, ¿a qué sí, Pichín? – añadió la chica dirigiéndose cariñosamente al calamar.

En efecto, mientras la profesora y los dos jóvenes conversaban ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor, Lily había entablado una curiosa amistad con el calamar gigante. Había hecho aparecer de la nada un tablero de parchís tamaño XXL y ya iban por la sexta partida.

- ¿Pichín? – se extrañó James - ¿Lo dices por mí?

- No, imbécil – le gritó Lily desde las alturas -. Lo digo por el calamar.

- Dejad vuestra relación amor-odio para más tarde – les advirtió su profesora de transformaciones -. Señorita Evans, voy a bajarla de ahí.

- ¡NOOOOO! – gritó ella aferrándose al calamar. El animal le dio unos torpes golpecitos en la cabeza.

- Vamos, piense con la cabeza o me veré obligada a ponerla un nueve y medio en transformaciones – amenazó la mujer haciendo acopio de la poca paciencia que tenía.

Al parecer la amenaza surtió efecto, porque Lily se separó lentamente del calamar y dijo:

- Está bien. Pero, ¿podría adoptarlo?

- Si le parece, le dejaré que lo alimente usted en lugar de Hagrid.

- De acuerdo – concedió Lily, y luego se dirigió a su nuevo "amigo" – No te preocupes Pichín, vendré todas las semanas a verte, ¿vale? Y ya verás como no vas a sufrir nunca más de estreñimiento, ni de descomposición, ni siquiera de almorranas.

Los otros tres pusieron caras de asco al imaginarse al animal con almorranas. Por su parte, el calamar se limpió con uno de sus enormes tentáculos una pequeña lagrimilla y depositó a Lily en el suelo cuidadosamente.

- Está bien chicos, creo que por hoy es suficiente. Podéis iros.

En cuanto sus alumnos entraron en el castillo, la profesora apretó el paso y se dirigió al despacho del director. Al llegar murmuró la contraseña y entró apresuradamente. Lo que pasa es que en cuanto abrió la puerta del despacho y vio lo que sucedía dentro de él, tuvo que volver a salir, tomar aire, prepararse psicológicamente y entrar de nuevo en el despacho como si no hubiera visto nada.

- Buenas tardes Albus, señora Pomfrey – saludó la mujer, evitando mirar a la singular "parejita" - ¿Interrumpo algo?

- No Minerva, no te preocupes – respondió el director, a la vez que despedía a la enfermera disimuladamente - ¿Querías algo?

- Pues sí, venía a decirte como fue el castigo.

- Cuenta, cuenta – pidió Dumbledore, adoptando una posición de completa maruja de barrio.

- La cosa no ha avanzado mucho – el director la miró preguntándole el porqué – Les puse en grupos de tres.

- ¡Pero Minerva!

- Ya lo sé, Albus – dijo la profesora sin creerse todavía lo que estaban tratando de hacer – Pero sería muy sospechoso si les hubiera puesto de nuevo de dos en dos y encima con la misma pareja.

- Tienes razón – admitió él.

El director se levantó de su asiento y se dirigió al fénix que tenía a modo de mascota. En cuanto Fawkes vio que su amo se acercaba a él, se apartó disimuladamente, pero no se pudo escapar del brazo de Dumbledore.

- Nuestro plan no nos está saliendo como queríamos, ¿verdad? – preguntó el hombre dirigiéndose al fénix mientras le acariciaba cariñosamente.

Mientras tanto, la profesora McGonagall estaba pensando si en San Mugo admitirían ancianos seniles como el director.

- Minerva – dijo Dumbledore -. Creo que ha llegado la hora de que pongamos en marcha al plan B.

- Pero Albus... - protestó ella.

- Nada de peros. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Por fin conseguiré el control ¡JAJAJA! – sentenció él, otra vez con ese brillo tan fanático como peligroso en sus ojos y con voz de malo de película que pretende apoderarse del mundo entero, a la vez que su subdirectora se estremecía ante la sola mención del plan B de Dumbledore.

Cuatro silenciosas figuras se deslizaron silenciosamente hacia la habitación de los chicos de séptimo. Aunque no hacía falta que fueran tan sigilosos, ya que en esos momentos la torre de Gryffindor se encontraba completamente desierta. Pero a ellos les hacía ilusión hacerlo así.

Curiosamente esas cuatro figuras no pertenecían a los cuatro jóvenes que ocupaban esa habitación, sino que eran las figuras de Lily, Chris, Adalbert y Michael. En efecto, estaban llevando a cabo su plan de venganza contra los merodeadores.

- Lily – oyeron susurrar a Donna gracias a su peculiar método de comunicación que también habían utilizado durante la sesión de hipnosis - ¿Va todo bien?

- Sí – contestó la pelirroja - ¿y vosotras?

- Perfecto.

Mary y Donna se encontraban a las puertas del Gran Comedor para vigilar si los merodeadores salían antes de tiempo.

- ¿Qué pensáis hacer si salen del comedor antes de tiempo? – preguntó Chris.

- Tenemos una sorpresita preparada para ello – dijo Mary maliciosamente, y acto seguido ella y Donna se rieron.

- De acuerdo, vamos allá – anunció Michael.

- Un momento – les paró Mary – Vamos a hacer un reconocimiento.

- ¿Reconocimiento? – repitió Adalbert.

- Sí, mi querido Adalbert – prosiguió Mary - ¿quién es el jefe de la misión?

- Lily – dijeron los demás.

- ¿Por qué yo?

- Porque sí – dijeron otra vez los demás a la vez.

- Comencemos – dijo Mary – ¿Hora?

- ¿Cómo que hora? ¿No sabes mirar el reloj?

- Dime la hora, Lily – repitió Mary.

- Pues... las siete y cincuenta y dos minutos.

-¿Segundos?

- Joder, Mary. Veintisiete segundos. (N.A. por cierto, esta conversación es entre Lily y Mary, es que no me apetece ponerlo siempre)

- ¿Lugar?

- El polo norte, no te jode. ¿Qué lugar va a ser? La habitación de los merodeadores.

- Lily, un poco de seriedad – advirtió Adalbert.

- ¿Estado atmosférico?

- ¡Buff! Cuarenta grados a la sombra y un bochorno que ni te tienes en pie. (Tono sarcástico)

- ¿Ah sí? Joder, pues aquí en el comedor hace un frío del carajo.

- Mary, que pareces tonta. ¿Qué tiempo crees que hace a finales de Noviembre? Pues un frío que se te congelan las orejas. Y encima en este castillo, que siempre está más helado que...

- Vale Lily. Mensaje captado: hace frío. Pasemos a la siguiente pregunta. ¿Estado anímico?

- Hombre, pues contando que estoy con el síndrome pre-menstrual...

- Ya me parecía a mi – interrumpió Donna

- ... que estamos perdiendo tiempo y que estoy hasta las narices de tus estúpidas preguntitas, ¿tú cuál crees que es mi estado anímico?

- De acuerdo Lily. Ya podéis empezar con vuestro trabajo.

- ¡Por fin!

Una vez terminado el pequeño reconocimiento, los cuatro jóvenes se pusieron a realizar su misión pero poco antes de que pudieran acabar...

- ¿Ya habéis terminado? – preguntó Donna, nerviosa.

- No, ya nos falta poco, ¿por qué? – dijo Michael, temiéndose la respuesta.

- Porque los Merodeadores acaban de salir del Gran Comedor.

- ¿No teníais una sorpresita para ellos? – les recordó Adalbert.

- ¡Es verdad! – exclamaron Mary y Donna a la vez volviendo a reírse.

Si ahora nos trasladamos a las puertas del Gran Comedor, podremos ser testigos de primera de un acontecimiento espectacular. A la orden de Mary y Donna, una estampida de alumnas, sedientas de seres masculinos, se abalanzó sobre los merodeadores.

- Misión cumplida – susurraron las dos chicas al mismo tiempo.

- Perfecto – dijo Lily -. Por aquí ya hemos terminado.

Los cuatro chicos salieron satisfechos de la habitación por haber cumplido a la perfección su misión, mientras que Mary y Donna se quedaron un rato más para admirar su obra maestra.

A la mañana siguiente...

Tres chicos y una rata traidora se despertaron en su habitación. Ninguno de ellos había dormido muy bien. El motivo de ello era que la rata traidora había tenido pesadillas con su profesor de pociones y no había parado en toda la noche de murmurar cosas como "tenga piedad, profesor" o "el látigo no profesor, por favor".

El caso es que tres de esos chicos se levantaron medio dormidos, mientras que la rata seguía a lo suyo, es decir, que seguía roncando a pierna suelta. Sin mediar palabra, los tres jóvenes se dirigieron al baño, se dieron una ducha que no consiguió espabilarles y se vistieron con lo primero que encontraron, sin darse cuenta ni siquiera de que era lo que se estaban poniendo.

Pero algo sucedió que hizo que los chicos se despertarán de repente. En cuanto se vistieron, James ejerció de imán e hizo que sus dos amigos se pegaran a él por los hombros. Intentaron separarse por todos los medios, pero no lo consiguieron.

Fue entonces cuando se fijaron en la ropa que llevaban puesta. James llevaba encima una camiseta en la que se podía leer "AMO A JOSHUA WILLIAMS" y que por detrás ponía "JOSHUA, CÁSATE CONMIGO". Por su parte, Sirius se había puesto una gran túnica rosa con puntillitas violetas, los dos colores que más odiaban. Por último, Remus parecía un teletubbie, envuelto en un mono verde pistacho.

- Serán traidoras – dijeron los tres a la vez (N.A. no chicos, la traidora es la rata, no las chicas).

Salieron rápidamente de su habitación, no sin cierta dificultad, sin preocuparse de Peter y dejándole en su profundo estado de hibernación. En cuanto llegaron al comedor y entraron por la puerta, se produjeron dos diferentes reacciones: todos lo chicos y algunos compañeros de Gryffindor soltaron una sonora carcajada, los profesores no salían de su asombro, las chicas soltaron un suspiro y Williams se subió a la mesa de Ravenclaw y gritó:

- YO TAMBIÉN TE AMO, JAMES.

Tras decir esto se abalanzó sobre James y comenzó a darle besos por toda la cara. El alumnado masculino volvió a reírse, los profesores volvieron a asombrarse y las féminas se enfurecieron.

No se sabe como, James consiguió desembarazarse de Williams y sentarse con sus amigos "siameses" en la mesa de Gryffindor.

- ¡Estoy harto de Williams! – exclamó el buscador de Gryffindor.

- No me extraña – le apoyó Remus a la vez que devoraba su desayuno.

- De verdad, que estoy harto. Sirius, yo... - comenzó James a pedir ayuda a su amigo.

- Lo siento James, pero no eres mi tipo. A mi me gustan las chicas – contestó Sirius, malinterpretando a James.

Sí. Por fin el capi terminado. Y ya van ocho. Antes de nada una pequeña aclaración. Al calamar le puse el nombre de Pichín por un periquito azul de mi prima que es insoportable y que se llama así. Ya sé que un periquito y un calamar gigante no tienen nada que ver, pero ahí está la gracia del asunto. Y para el próximo capi...

- La reacción de James ante el "rechazo" de Sirius.

- Williams y los preparativos de su boda con James.

- Las chicas se ocupan de la rata traidora, es decir, de Peter.

- Dumbledore pondrá en marcha su plan B. "Por fin conseguiré el control. JAJAJA" Dumbledore, ¿cuántas veces te he dicho que no mezcles la aspirina con la zarzaparrilla mientras juegas al mus con Snape?

Por cierto, el próximo capi se llamará "Todos en Hogwarts". Ya sé que el título no indica mucho, pero tiene bastante que ver con lo que va a pasar.

¿Qué pasará? ¿Qué le harán las chicas a la rata traidora? ¿Cuál será el plan B de Dumbledore? ¿Conseguirá Lily que el calamar no padezca más estreñimiento? ¿Por qué nunca he visto a un tío que esté tan bueno como Brad Pitt? ¿Estará la Leti embarazada de gemelos? ¿De dónde viene esa obsesión que tiene Boris Izaguirre por desnudarse cada cinco minutos? ¿Y por qué Camacho suda tanto? Algunas de estas preguntas se resolverán en el próximo capítulo, otras cuando la Casa Real lo confirme y otras estarán condenadas a quedarse sin respuesta para siempre. No Harry, tú tampoco podrás resolverlas. ¿Qué dices?, ¿qué tú eres un héroe que puede resolver los grandes enigmas del mundo? ¡Anda ya! Tú ni eres héroe ni nada. ¿Qué te diga el nombre de un héroe? Pues por ejemplo un ejemplo, Heidi. ¿Que Heidi no es un héroe? Tú alucinas. Anda, déjame en paz un rato, que me agobias.

Nos vemos en el próximo capi, o mejor dicho nos leemos en el próximo capi.

Besos para todos

bars9

Miembro de la Legión de las Lupinas

Miembro de la Orden Siriusana