Capítulo 9. Todos en Hogwarts
Disclaimer: ¿Alguna vez habéis tenido que decir lo mismo tropecientas mil veces pero cada vez con diferentes palabras? Pues eso es lo que me pasa a mí con el disclaimer, que me da más quebraderos de cabeza que la propia historia. Y por cierto, no penséis que yo soy JK porque no lo soy. Lo único que me pertenece en esta historia es el ordenador con el que la he escrito y algún que otro inocente personaje. Pero nada más, así que no os confundáis y no me demandéis. He dicho.
Y después de que he dicho lo que he dicho, en otras palabras, que he dicho el Disclaimer, voy a seguir con los reviews. A contestar reviews, se ha dicho. (¿Alguien sabe un sinónimo de dicho? Es que me da la ligera impresión de que he usado unas cuantas veces esa palabra). Y por cierto, yo ya no sé qué hacer para que me dejéis más reviews, porque es que casi nadie me hace caso.
kgs: Hola, hola. A mí las reacciones de Sirius ante la supuesta orientación sexual de su amigo James también me hacen mucha gracia. Pues la verdad es que no sabía a historia del pájaro de Heidi. Es que yo no soy de la época de Heidi, a mí me tocaron los Pokemon Un beso y ya me contarás que te pareció este nuevo capi.
Cristie: Es que un fic de los merodeadores no es un fic completo si no hay algún que otro "roce" inocente con los Slys. Jeje, ya verás lo que es el plan B, aunque viniendo de Dumbly yo no me espero nada bueno. Tranquila, que la rata va a sufrir a lo largo del fic y mucho. Un besín guapa.
Mary93: Ay, que casi me como tu review. Bueno, no pasa nada, un error lo tiene cualquiera - Me alegra saber que hay una nueva lectora a la que le gusta mi fic. Besos y espero que la historia siga siendo de tu agrado. Chao.
K – rmen: Me alegra que te haya gustado el fic y sobre todo que te hayas reído leyéndolo. Eso es un buen síntoma. Tranquila, que la rata va a sufrir de lo lindo y va a haber romance y parejitas para dar y tomar, esto no ha hecho más que empezar. Un abrazo.
Definitivamente lo que más me gusta de escribir es contestar a los reviews. Me lío a decir tonterías sin que me digan que me calle o me den una colleja. Esto es libertad. Ahora sí, después de hacer un poco el tonto, creo que tenéis derecho a que me calle y a que os deje leer el nuevo capi en paz. Que lo disfrutéis.
Capítulo 9. Todos en Howgarts
¡Estoy harto de Williams! – exclamó el buscador de Gryffindor.
No me extraña – le apoyó Remus a la vez que devoraba su desayuno.
De verdad, que estoy harto. Sirius, yo... - comenzó James a pedir ayuda a su amigo.
Lo siento James, pero no eres mi tipo. A mi me gustan las chicas – contestó Sirius, malinterpretando a James.
Después de decir esta frase, que según él iba a cambiar el curso de sus vidas, Sirius intentó escapar de allí, pero...
¡Joder, Sirius! – exclamaron los otros dos a la vez.
¿Qué pasa? – preguntó el aludido, sin darse cuenta de su peculiar situación.
Que estamos pegados – explicó Remus.
Como si fuéramos siameses – añadió James -. Por cierto Sirius, cuando volvamos a estar despegados, me gustaría hablar contigo.
Sirius ya se imaginó lo peor: a James convenciéndole para que saliera con él, él rechazándole de nuevo, James destrozado por el rechazo y llorando por los pasillos, su amistad rota para siempre...
De acuerdo James – logró murmurar el joven.
A la hora de la cena, los tres chicos ya estaban despegados, y Sirius temía la conversación pendiente que tenía con su mejor amigo. James ya se había girado para hablar con él, cuando...
¡Jamsie! – gritó una voz.
"Bendito seas, Williams", pensó Sirius al ver quién había gritado. Por su parte, James puso cara de desesperación.
¡Jamsie! – repitió el chico acercándose -. Ya tengo la lista de invitados. Me he tomado la molestia de invitar a tus amigos por ti, espero que no te moleste. Ya he encargado el banquete, tengo la iglesia y el cura. Pero me tienes que ayudar a hacer la lista de bodas. ¡Yo no puedo con todo, Jamsie!
Dos cosas – dijo James, perdiendo la paciencia -: primero, si le tienes el mínimo aprecio a tu vida, no me vuelvas a llamar Jamsie; y segundo, ¡NO ME VOY A CASAR CONTIGO!
Al oír ese grito, las pocas personas que todavía no tenían los cinco sentidos puestos en aquella escena, giraron la cabeza a la velocidad de la luz, y se concentraron en lo que estaba pasando.
Vamos Jamsie – dijo Williams, haciendo caso omiso a las advertencias de su "amado" -, no tengas miedo. El cura no te va a comer. Y además mi familia se encargará de todos los gastos, tú por eso no te preocupes. Si tú me quieres, todo irá bien.
Pero yo no te quiero.
En cuanto James pronunció esas fatídicas palabras, Williams pareció salir de un trance. Sus ojos se empañaron y en cuestión de segundos, rompió a llorar desconsoladamente.
James – le advirtió sollozando -. Te arrepentirás de todo esto. Nunca encontrarás a nadie que te quiera tanto como yo.
Dicho esto, el joven se dio media vuelta y se alejó corriendo como si fuera uno de esos conejitos que anuncian las pilas Duracell (N.A. y duran, y duran...)
Que poca delicadeza tienes, James – se burló Remus sin darle mucha importancia a lo que acababa de ocurrir.
Mientras, en la esquina opuesta de la mesa de Gryffindor...
¿Cuándo se le va a pasar a Williams el efecto de la sesión de hipnotismo? – preguntó Lily con un tono de "si no se le pasa, mejor"
En teoría, debería de pasársele en cuanto sufriera un rechazo o algo así – explicó Adalbert.
A no ser que en realidad fuera gay – añadió Michael -. Porque si fuera así, los efectos perdurarían para siempre y el hipnotizado sacaría a la luz su verdadera personalidad.
Entonces ya veo que Williams está sacando a la luz su verdadera personalidad – comentó Lily con un deje divertido en su voz.
Ese día no fue uno de los mejores para el pobre James, ni mucho menos, pero el día siguiente, fue recordado por James como el peor de su vida. A cada paso que daba, se encontraba a Williams llorando por las esquinas o tratando de convencer a la gente de que James le había maltratado psicológicamente.
Este chico no tiene remedio – se asombró Remus cuando vio al Raven enseñándoles a unas alumnas de 4º un falso parte médico como prueba del supuesto maltrato al que había estado expuesto.
Prefiero no pensar en ello – musitó James apesadumbrado.
Pero la gota que colmó el vaso llegó ese día a la hora de la cena. Los alrededores del Gran Comedor estaban tan abarrotados de curiosos que parecían la puerta de "Ambiciones" rodeada de paparazzis. El pobre James ya se temía lo peor, pero cuando abrió la puerta del comedor se dio cuenta de que se había quedado corto.
Williams había organizado una especie de votación popular. La pregunta del millón era: "¿Debe James casarse conmigo? Había tres opciones:
Sí, los matrimonios gays están muy de moda.
No, eres demasiado bueno para él.
Sí, pero yo quiero ser el padrino/madrina.
Por el momento la opción A iba en cabeza. El club de fans de Williams, encabezado por su presidenta Jane Jonson (una Raven de 6º que había formado su propia religión: su dios era Williams, su libro sagrado eran unos apuntes del chico que había conseguido rescatar de la basura y veneraba a una servilleta usada por él), habían hecho trampas y no hacían más que votar por la opción B, aunque algunas de ellas trataban de crear una nueva opción "D. No, debes casarte con alguna de tu club de fans para que todas te podamos compartir".
Por su parte, las del club de fans de James se habían cabreado bastante porque no les gustaba ninguna de las opciones y estaban haciendo una recogida de firmas para incluir una opción alternativa: "D. No, James debe seguir soltero y enseñando sus abdominales en los entrenamientos de Quidditch". (N.A. Creo que me quedo con esta opción).
El resto del colegio también participaba activamente en la votación. Los de Slytherin no hacían más que votar por la opción A mientras se partían de risa. Los Huppies iban a su bola y cada uno votaba lo que les parecía. Y los alumnos de Gryffindor intentaban salvar a su buscador votando por la opción B a pesar de no estar de acuerdo con ella. Aunque había tres excepciones: Lily, Mary y Chris habían votado lo menos 15 veces cada una por la opción C, estarían encantadas de ser las madrinas de semejante acontecimiento social.
La cosa estaba muy animada, cuando las enormes puertas del Gran Comedor se volvieron a abrir y el profesor Dumbledore apareció y se quedó contemplando serenamente la escena. En cuanto los alumnos se dieron cuenta de la presencia de su director, se quedaron paralizados y esperando una reprimenda, pero...
Yo creo que me quedo con la opción A – anunció el hombre -. Los matrimonios gays son la vanguardia y Hogwarts es, ante todo, un colegio moderno.
Al oír esto, la profesora McGonagall decidió que debía pedir plaza en San Mugo inmediatamente.
Sirius – llamó James a su amigo en cuanto llegó a torre de Gryffindor
El aludido se maldijo mentalmente y se dio la vuelta lentamente, preparándose psicológicamente para lo que creía que se avecinaba.
Sirius – le volvió a llamar -. Tenemos una conversación pendiente.
Sí, sí, ya lo sé – contestó el otro moreno con desgana.
James se sentó en uno de los mejores sillones de la Sala Común e invitó a Sirius a que hiciera lo mismo. El otro se sentó al lado de su amigo de manera reticente y se quedó contemplando absorto las formas de las llamas de la chimenea. James miró inquisitivo a su amigo, tratando de adivinar lo que pasaba por su mente en aquellos precisos instantes. Una tarea completamente imposible.
¿A qué vino lo que me dijiste ayer durante el desayuno?
No sé de que me hablas – mintió Sirius.
Vamos Padfoot, no te hagas el tonto – le advirtió su amigo.
Sirius tan solo se quedó mirando fijamente a las llamas de la hoguera sin que ningún sonido saliera de su boca.
¿Tan interesante son las llamas? – inquirió James, tratando en vano de que su amigo dijera algo.
Una vez más no obtuvo respuesta.
Sirius, di algo – intentó el moreno una vez más, desesperado por la indiferencia que su acompañante se empeñaba en mostrar.
Algo – contestó el otro.
Te estás comportando como un crío de un año
Los niños que tienen un año no suelen hablar – dijo Sirius -. A no ser que sean unos superdotados.
Esta vez fue James el que se quedó observando atentamente las llamas. No sabía que extraños pensamientos o ideas se había formado su amigo en la cabeza, pero estaba seguro de que habían provocado que Sirius se comportara de esa manera tan anormal con él.
No sé que ideas raras te habrás formado, Sirius.
Sirius se quedó una vez más callado y James, una vez más, se volvió a desesperar.
Pero voy a ir al grano – anunció -. No me gustas Sirius. Eres mi mejor amigo y eso es una idea absurda.
Por primera vez desde que habían entablado esa extraña conversación, Sirius miró a su amigo directamente a los ojos.
¿Qué no te gusto? – preguntó asombrado.
La reacción de Sirius había sido completamente inesperada. En vez de aliviarse porque su mejor amigo fuera hetero y no se sintiera atraído por él, se sintió tremendamente ofendido. Sirius siempre había sido un rompecorazones y había ligado todo lo que podía y más y nunca, en sus diecisiete años, había sido rechazado. No estaba acostumbrado a eso y le parecía algo que se salía de lo normal. Se olvidó de que a él le gustaban las chicas y de que lo que tenía delante era un chico.
¿Qué no te gusto? – volvió a decir sin salir de su ensimismamiento.
Claro, eres mi mejor amigo.
¿Qué no te gusto? – dijo por tercera vez.
James se comenzó a extrañar por la reacción de Sirius.
Pues claro que no – afirmó James.
¿Me estás rechazando? – le preguntó su amigo.
Bueno, la palabra exacta no es rechaz...
No me esperaba eso de ti James – le interrumpió el moreno tremendamente enfadado y ofendido. Se levantó y se dirigió inmediatamente a su dormitorio sin volver la vista hacia atrás.
Pero si a mi me gustan las chicas – aclaró James, aunque era demasiado tarde. Su amigo ya había desaparecido por las escaleras de caracol -. A ver si va a resultar que Sirius es tan trucha como Williams.
Mientras tanto, Mary acababa de llegar a su dormitorio después de una intensa jornada. Lo primero que hizo fue dejarse caer en su cama de mala manera y lanzar un suspiro de verdadero cansancio.
¿Qué te pasa Mary? – preguntó Lily después de salir de la ducha.
¿Dónde te habías metido? – dijo Chris a su vez -. No te hemos visto el pelo desde que acabaste de cenar.
Estaba en la biblioteca. Estudios muggles – añadió ante las miradas inquisitivas de sus dos mejores amigas.
Estudios muggles era la asignatura favorita de Mary. La había escogido porque, al proceder de una larga familia de magos, sentía curiosidad por los seres no-mágicos. Bueno, por eso y porque el profesor no estaba nada mal.
La clase de hoy ha sido realmente interesante – dijo la morena emocionada -. El profesor nos ha enseñado cómo funciona un "simóforo"...
Semáforo – corrigió Lily.
Eso. Y nos ha traído un "federico" para que veamos cómo es.
¿Federico? – repitió Lily. No conocía ningún aparato muggle que se llamar así.
Sí, hombre. Uno de esos aparatos que utilizan los muggles para enfriar la comida – explicó Mary.
Un frigorífico – volvió a corregir la pelirroja.
Eso, eso, un "federico".
Por cierto, has recibido una carta de tu padre – intervino Chris.
Mary puso una cara de aburrimiento como diciendo "¿qué querrá éste ahora?", a la vez que alargaba la mano para recibir la carta. La abrió lentamente y sin ganas de leerla, pero cuando terminó, su mueca de aburrimiento se intensificó aún más.
¿Qué es lo que dice? – quiso saber Chris.
Que cotilla eres – la reprochó Lily.
No soy cotilla – aclaró la rubia -. Solo me interesó por los demás.
Pues dice que tengo que asistir a una fiesta que va a dar el día de Nochebuena – explicó Mary sin hacer caso de lo que decían sus dos amigas -. Más que nada para presentarme en sociedad.
¡Tu puesta de largo! – exclamó Lily tan emocionada como si fuera ella, en lugar de su amiga, la invitada a la fiesta -. Tienes que prepararlo todo muy bien. El vestido, los zapatos, el maquillaje... Podemos aprovechar la salida a Hogsmeade que hay este fin de semana para comprarlo todo.
Pero sobre todo tienes que cuidar tus modales – advirtió Chris -. No puedes acudir a una fiesta como ésa diciendo la cantidad de tacos que dices.
¡Yo no digo tacos! – protestó la otra chica.
No, Mary. Claro que no. Solo que de cada tres palabras que dices, cinco son malsonantes – replicó la rubia.
Mary volvió a dejarse caer sobre la cama abatida y de repente, se sintió como si acabar de hacer el Camino de Santiago de una tirada.
Podemos hacer una cosa – propuso Lily con una sonrisa -. Chris y yo iremos diciendo tacos y tú los tendrás que sustituir por palabras más suaves. ¿Qué os parece?
Me parece estupendo – aprobó Chris a la vez que Mary hacía una mueca de desagrado.
Empiezo yo – dijo Lily -. A ver, a ver... joder.
Joder, Lily. Podías ser un poquito más original – se quejó la morena.
Mary – advirtió Chris mientras blandía un dedo en señal amenazante.
Está bien, está bien. Joder, joder, jo... bar. ¡Eso es! Jobar.
Bueno, no está mal – admitió Chris -. Probemos con otra: cabrón.
Mmm... cabrón, ca... pullo.
Vaya, vas aprendiendo. ¿Qué me dices de cojones?
Uff, me lo estás poniendo difícil, Lily – dijo Mary emocionada. Le estaba empezando a gustar ese extraño juego – Veamos, cojones lo puedo sustituir por co... co... ¡cóncholis!
¿Qué es esto? – preguntó una voz masculina a sus espaldas - ¿Un concurso para ver quién sabe hablar peor?
Las tres chicas se dieron la vuelta inmediatamente y vieron a Adalbert en el quicio de la puerta y a Donna y Michael detrás suyo, sonriendo como siempre. Inmediatamente, Chris les invitó a que se acomodaran y les contó todo sobre la carta del señor Carter, el padre de Mary, y sobre lo que estaban haciendo.
¡Parece divertido! – exclamó Donna ensanchando aún más su sonrisa - ¿Podemos probar nosotros?
Claro que sí – dijo Lily.
¿Qué tal con una frase? – preguntaron los Donna, Lily y Chris a la vez.
Es una buena idea – aprobaron Mary, Adalbert y Michael al unísono.
Los seis jóvenes se miraron entre sí y estallaron en una sonora carcajada.
Ya tengo una – anunció Adalbert -. Vamos a ver que tal lo haces con la siguiente frase: ¡Joder! El cabronazo de Black me ha estado puteando todo el día y estoy hasta los cojones de él.
Los demás volvieron a estallar irremediablemente en carcajadas.
Admito que me lo has puesto bastante difícil, pero creo que podré superarlo – dijo Mary -. A ver: ¡Ostia! El mamón de Black me ha estado tocando los huevos todo el día y estoy hasta las narices de él.
Demasiado duro – calificó Donna a la vez que los demás manifestaban su acuerdo con ella -. Prueba otra vez.
Vale, lo que sus señorías manden. ¡Rayos y centellas! El pesadito de Black me ha estado molestando todo el día y estoy hartita de él. ¡Recóncholis!
Una vez más, las risas volvieron a sonar en toda la habitación.
¡Se parece a Ned Flanders! – consiguió decir Lily entre risas.
Los mellizos, que también procedían de familia muggle, volvieron a reír más fuerte. Pero los demás se les quedaron mirando con cara de no haber entendido el chiste.
Dejadlo – les dijo Lily, respondiendo a las preguntas mudas de sus amigos.
Por cierto, ¿habéis pensado en lo que le vamos a hacer a Pettigrew? – quiso saber Adalbert cambiando súbitamente de tema.
¿A la rata traidora? – preguntó Lily cambiando su alegre expresión por una de ira contenida.
A mí se me ha ocurrido una idea – dijo Mary tímidamente, algo muy raro en ella -, pero no sé si os gustará.
No es mala idea – reconoció Adalbert tras haber escuchado el plan que su amiga había ideado -. Aunque de todas formas creo que el vudú resultaría más eficaz. Y más satifactorio – añadió con un brillo sádico en sus ojos azules.
Ay, Adalbert. Tú siempre con lo mismo – le reprochó Lily -. No le hagas caso Mary. Tú idea es francamente buena, una de las mejores que has tenido.
Lily tiene razón – apoyó Michael, secundado por su hermana.
Pues ya que estamos todos de acuerdo – intervino Chris -, creo que podíamos aprovechar la próxima salida a Hogsmeade para prepararlo todo.
Los demás se mostraron conformes y una sonrisa peligrosa se dibujó en sus caras. Algo que no presagiaba nada bueno.
"Soy una rumberaaaa, rumberaaaaaaaaa...
las manos hacia arriba
las manos hacia abajo,
y como los gorilas
uh uh uh
todos caminamos..."
Un Dumbledore sospechosamente alegre, iba caminando por los pasillos de Hogwarts a la vez que entonaba esta horrible melodía (N.D. o lo que es lo mismo, Nota de Dumbly: ¡Eh! Que la canción de Melody no es horrible. Es mi favorita. N.A. Tú calla y vuelve a lo que estabas haciendo) Como iba diciendo, un Dumbledore sospechosamente alegre, iba caminando por los pasillos de Hogwarts a la vez que entonaba esta... melodía, acompañada por supuesto de su correspondiente coreografía (N.A. no pienso describir la coreografía porque estoy segura de que os crearía un trauma para toda la vida, y luego me toca a mi pagar el psicólogo).
Tras varios minutos de apacible paseo, el anciano llegó por fin a su destino: la lechucería. Antes de entrar en ella, miró a ambos lados del pasillo como si fuera un simple delincuente evitando ser pillado con las manos en la masa. Cuando se aseguró de que nadie le estaba vigilando, entró en la lechucería lo más silenciosamente que pudo. Tarea bastante difícil para él, puesto que en cuanto puso un pie en la estancia, resbaló con un hueso de ratón que había en el suelo, se cayó estrepitosamente, estuvo a punto de romperse la cadera y algún hueso que otro más, despertó a todas las lechuzas que en aquel momento dormitaban tranquilamente, las cuales armaron tal alboroto que despertó a medio Hogwarts. Y digo medio Hogwarts porque la otra mitad ya se había dspertado con la caída de Dumbledore.
Una vez superado con éxito este "pequeño" obstáculo, el director sacó un fajo de cartas de uno de los bolsillos de su amplia túnica, las ató a la pata de una lechuza elegida al azar y le ordenó que se las entregara sin demora a sus destinatarios.
Fase uno de mi plan B completada con éxito – susurró para sí mismo en cuanto la lechuza partió para cumplir su misión.
Buenos días, profesor Dumbledore – dijo una conocida voz a sus espladas.
El hombre se dio inmediatamente la vuelta y vio a su alumno favorito: James Potter.
Buenos días, señor Potter – contestó el director a su vez, aunque por dentro estaba dando gracias a todos los dioses que conocía porque James no le había pillado mandando las cartas.
El profesor Dumbledore, sin mediar más palabra se dirigió a la salida.
¡Ah! Un consejo James – dijo de repente -, no por mucho madrugar, verás a las vacas en pijama (N.A. definitivamente los refranes no son los tuyo, Dumbly). Tenlo muy en cuenta. ¡Ay! – se quejó para sí mismo – Necesito una de esas sesiones de Poppy – y luego se fue más fresco que una lechuga dejando a un James completamente anonadado.
Cuando llegó a su despacho, lo primero que dijo fue:
¡Poppy! Hoy vamos a tener sesión intensiva.
La señora Pomfrey no está – dijo una severa figura que acababa de salir de entre las sombras.
¡Minerva! – se sorprendió el director - ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo sabes que Poppy no está? ¿No la habrás secuestrado? ¡Ah, claro! Ya lo entiendo. Estás celosa de Poppy, ¿verdad? Pues no te preocupes, que yo tengo mucho amor para las dos.
¡Albus! No digas tonterías – exclamó la profesora McGonagall enfadada -. La señora Pomfrey debe de estar en la enfermería, como siempre.
¿En la enfermería? – se extrañó el profesor Dumbledore – Pues debería estar aquí, porque...
El caso es – interrumpió la mujer. No le apetecía en absoluto saber para qué quería el director a la señora Pomfrey... mejor ni pensarlo. Le producía hasta escalofríos – que quiero saber de donde vienes a estas horas y tan contento. ¿No habrás salido de juerga?
¡Minerva, por favor! No sé cómo se te ocurre pensar eso de mí.
La profesora McGonagall rió al oír ese comentario. Eran más de una y más de dos las veces que el profesor Dombledore había salido por la noche a "dar un apacible paseo bajo la espléndida luz de la luna llena", como él decía, y había vuelto, no borracho, pero sí algo "contentillo"
Venga Albus, que a mí no me engañas.
Minerva, que te lo digo en serio – protestó el anciano -. Que no vengo de dar un apacible paseo bajo la espléndida luz de la luna llena.
Entonces, si no has salido de juerga, ¿de dónde vienes?
De poner en marcha mi plan B.
Oh no – gimió la mujer - ¿Por qué tienes ese empeño de hacer de casamentero?
Buena pregunta Minerva, buena pregunta.
El hombre se levantó de su cómodo sillón y comenzó a dar pequeños paseos por todo el despacho.
¿Recuerdas cuando leí "El Quijote"? – preguntó el profesor Dombledore.
La profesora McGonagall hizo un gesto afirmativo con la cabeza. ¡Y tanto que si lo recordaba! Hacía dos años que el profesor Dumbledore había leído ese libro y le había gustado mucho. Demasiado, diría yo. Le había gustado tanto que, durante tres meses, se hizo pasar por Don Quijote de la Mancha. El profesor Flitwick se había convertido en su Sancho Panza particular (por la estatura, no por otra cosa) y adivinad a quién tomó como Dulcinea. Pues a la señora Pomfrey, por supuesto.
Pues es que este verano he leído "La Celestina" – explicó.
¡Acabáramos! Ahora la profesora McGonagall lo entendía todo. O sea, que el director se había quedado tan encantado con la novela, que había decidido ponerla en práctica.
Eres como una niño Albus. (N.A ¿Cómo un niño? No hombre no, por favor)
La mujer dio por terminada la conversación y se marchó inmediatamente.
¡Por fin! – exclamó el profesor Dumbledore en cuanto la puerta de su despacho se cerró tras la profesora, dejándole completamente solo - ¡Qué pesada es esta tía! ¿No crees, Fawkes?
El fénix del director tan solo se quedó mirando fijamente a su amo, mientras que éste rebuscaba algo en una vieja y estropeada caja de cartón.
¡Aquí está! – exclamó cuando por fin encontró lo que buscaba – Mi querido "felétono"
Efectivamente, el profesor Dumbledore había conseguido meter de contrabando un teléfono en Hogwarts y, gracias a unos cuantos hechizos, había logrado hacerlo funcionar.
Puso el teléfono encima de su escritorio, sacó un papelito de uno de sus numerosos bolsillos de su túnica, marcó varios números en el teléfono y esperó expectante a ver qué pasaba.
"Piiiiiiii – Piiiiiiiii – Piiiiiii"
Dígame – dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
Me – contestó obedientemente el profesor Dumbledore.
¿Cómo que me?
Pues me – repitió el director, como si decir "me" fuera lo más normal del mundo.
¿Por qué dice me? – preguntó la otra voz.
Porque usted me ha dicho que diga me – explicó él con un tono de "es obvio".
No, yo he dicho dígame – aclaró la mujer.
Pues eso.
Pero bueno, ¿quién es usted? – preguntó la mujer, harta de la absurda conversación que estaba manteniendo con el extraño.
El profesor Albus Dumbledore, director del colegio Hogwarts de Magia y Hechizería – anunció solemnemente.
¡Ah! Profesor Dumbledore. Es un honor conocerle, aunque solo sea por teléfono.
Lo mismo digo.
Y, ¿qué se le ofrece? – quiso saber ella.
¿Me equivoco al decir que es usted la señora Diana Cox?
Eh, no, no se equivoca. Pero ese es mi nombre de soltera. Hacía mucho que nadie me llamaba así – se extraño Diana.
No importa – dijo el director -, pero me preguntaba si sería tan amable de hacerme un pequeño favor.
Sí, sí. Lo que usted quiera, profesor...
¡Mary! ¡Mary! – exclamó Chris mientras zarandeaba a su amiga para que se despertara.
Mmm... ¡qué pesada eres! – dijo la morena cuando por fin abrió los ojos.
Venga Mary, que Donna, Michael y Adalbert nos están esperando en el Gran Comedor – dijo Lily mientras se vestía.
Pero... ¿para qué?
¡Para ir a Hogwarts! – gritaron las otras dos a la vez.
Ah... sí, sí.
Cuando por fin Mary se duchó, se peinó, se vistió y todo eso, las tres chicas bajaron al Gran Comedor donde sus otros tres amigos les estaban esperando, acompañados de una chica de quinto.
¿Quién es esa? – preguntó Mary nada más llegar, señalando a la chica desconocida que en aquel momento estaba hablando con una de sus amigas.
Hola a ti también, Mary – saludó Adalbert sarcásticamente.
Hola, hola – saludó la chica distraídamente -. Pero, ¿quién es esa?
Gladys Gudgeon – contestó Donna.
Gladys Gudgeon era una Raven de quinto completamente obsesionada por la moda. Ella y su grupito de amigas eran las que marcaban las últimas tendencias en todo Hogwarts y eran muchas las chicas que les pedían consejos sobre qué ponerse, en espcial cuando el director organizaba un baile en el colegio.
¿Gladys Gudgeon? – repitieron las tres mayores sin saber de quien se trataba.
Sí, es especialista en moda – explicó Donna -. Le he pedido que nos acompañe hoy para que nos aconseje un poco sobre qué debe comprarse Mary.
Yo no necesito a nadie que me de lecciones sobre moda – dijo Mary desdeñosamente.
Los ojos de sus cinco amigos pasaron de las zapatillas desgastadas y medio rotas que llevaba la chica puestas al jersey de punto pasado de moda que solía llevar demasiado a menudo y finalmente se posaron en el desgreñado pelo de la chica que, con las prisas, ese día casi no le había dado tiempo a peinarse.
Bueno, quizás un poco sí – admitió la chica.
¿Y tú de qué la conoces? – quiso saber Chris.
Va a clase de Aritmancia conmigo y con Michael – explicó Donna.
Sí, por desgracia – se quejó su hermano -. Es una auténtica pesada.
Bueno..., creo que pesada no es la palabra adecuada. Es más bien pedante – afirmó Donna.
En ese momento Gladys acabó de hablar con su amiga y se dio la vuelta. Era una chica alta. Bueno, alta gracias a unos espectaculares tacones que siempre llevaba puestos, porque en realidad no pasaba de los 1.55. El pelo lo llevaba cada día según las nuevas tendencias (en ese momento era de un pelirrojo intenso que se veía a distancia) y lo único natural que llevaba eran sus ojos, de un sorprendente color azul.
¡Hola chicos! – saludó la pelirroja de bote con un horrible y falso tono en su voz.
Los demás tan solo emitieron un pequeño ruido a modo de saludo excepto Donna que, más por cortesía que por simpatía, la saludó debidamente.
Bueno, bueno, bueno. Y, ¿quién es la afortunada que va a tener el honor de ser aconsejada por mí? – preguntó Gladys mientras pasaba sus ojos azules por las seis personas que tenía delante.
Afortunada lo que se dice afortunada... - comenzó Mary.
Es Mary – informó Donna tapando las palabras de la morena.
La pelirroja posó su mirada en Mary e hizo un pequeño gesto de desagrado cuando terminó de evaluar su apariencia.
Ya veo, ya – murmuró Gladys – Cariño, mis notas en Pociones no son gran cosa, pero son mucho mejores que tu pelo. (N.A. esto me recuerda a un anuncio de champú)
No, si pedante es un rato – susurró Mary, aunque la otra chica no pareció oír el comentario. O por lo menos, fingió no haberlo oído.
Creo que vamos a tener mucho que hacer contigo. Y estas manos – añadió cogiendo las manos de su nueva "víctima" -, ¿tú sabes que existe un tratamiento que se llama manicura? Madre mía, ¡qué ignorante eres, cariño!
Es pedante hasta la médula – comentó la morena, aunque su comentario volvió a pasar desapercibido.
Y la ropa, ¡por Dios! – exclamó escandalizada – Esta ropa no se la pondría ni mi abuela. ¡Qué mal gusto!
Si buscas en el diccionario la palabra "pedante", viene la foto de ésta al lado de la definición – volvió a decir Mary, pero Gladys volvió a pasar por alto lo que había dicho.
Y por supuesto el maquillaje, cariño. ¡No sé cómo te atreves a salir a la calle sin maquillarte! Tienes mucho que aprender de mí, desde luego – con esto, Gladys terminó su examen.
¡No pienso ponerme en las manos de una pedante como tú! – exclamó Mary directamente a la chica. Esta vez, Gladys tuvo que darse por aludida.
¡Ay cariño! El primer paso para cambiar, es aceptar que vas hecha un desastre – le aconsejó -. Y ahora vamos, que se nos hace tarde.
Gladys se dio la vuelta elegantemente y comenzó a caminar como si fuera la mismísima Naomi Campbell desfilando para Dior.
Como me siga llamando cariño, ¡le arranco la cabeza! – dijo Mary que ya había llegado a un punto en el que iba a explotar.
Tranquila Mary, tranquila – intentó calmarla Lily dándole unos suaves golpecitos en la mano.
Eso, Mary. Tú, ni caso – aconsejó Michael mientras Chris mostraba su aprobación con un gesto afirmativo con la cabeza.
Ya te advertí que era pedante – le recordó Donna.
Pero tú tranquila, cariño – dijo Adalbert con tono burlón.
¿Quieres que te arranque a ti la cabeza? – propuso Mary con un brillo peligroso en su mirada.
No por favor, no. Ten compasión conmigo – suplicó Adalbert intentando aparentar temor, pero su mirada burlona daba a entender todo lo contrario.
La mañana de compras fue tremendamente agotadora. La primera parada la hicieron en la tienda que en ese momento estaba de moda, "Madame Malkin", para escoger una túnica adecuada para la ocasión.
Esta tienda es lo más – afirmó Gladys -. Tiene unas túnicas perfectas y las dependientas tienen un gusto estupendo.
O sea, que son tan pijas como ella – aclaró Michael en voz baja.
¿Qué dijiste Michael? – preguntó Gladys.
Nada, nada.
En cuanto el grupo entró en la tienda, con Gladys a la cabeza, dos dependientas igual de obsesionadas por la moda como la Raven, se abalanzaron sobre la chica.
Gladys, cariño. ¡Qué gusto me da verte! – dijo la primera de ellas. Rubia de bote, alta por naturaleza, medidas 90-60-90, por supuesto gracias a la cirugía, y con ropa de marca. Pero de marca, marca.
¡Gladys! ¡Cuánto tiempo sin verte! – exclamó la segunda. Morena con mechas, ojos verdes gracias a unas lentillas de color, alta gracias a unos tacones más altos que los de la Leti y vestida igual que su compañera.
Pero si me viste ayer, cariño – replicó Gladys más feliz que una perdiz. Por lo visto, la chica estaba en su salsa.
¿Y qué se te ofrece, querida? – quiso saber la rubia.
Ay, cariño. Necesito vuestra ayuda inmediatamente – pidió mientras señalaba a Mary.
Cuando las dos dependientas terminaron de examinar la apariencia de Mary, pusieron el mismo gesto de desagrado que Gladys puso cuando la vio.
Necesito que renovéis su vestuario – explicó Gladys.
¡Eh! – protestó Mary, aunque nadie le hizo caso – Que yo solo necesito una túnica.
Eso. Y una túnica de gala.
¿De gala? – repitió la primera dependienta.
¿Qué tipo de gala? – preguntó la otra.
Su puesta de largo – dijo Gladys solemnemente.
¡Su puesta de largo! – exclamaron las dos jóvenes sorprendidas y emocionadas a la vez.
Acto seguido, las dos chicas se acercaron a Mary para comenzar con su tarea.
Yo soy Elladora – se presentó la rubia -, y ella es Margaret – añadió señalando a la morena.
Y estamos a tu entera disposición – afirmó Margaret con una sonrisa Profident en sus labios.
Dicho esto, Elladora y Margaret se llevaron a Mary a parte y comenzaron a renovar su vestuario. La hicieron probar de todo, incluso ropa muggle: capas, túnicas, faldas, pantalones, camisetas, zapatos, botas. Y eso sí, toda la ropa era muy "fashion".
Cuando por fin Mary había acabado de probarse prácticamente toda la ropa que había en la tienda y Gladys, Elladora y Margaret habían elegido las prendas que le iban mejor, decidieron que era el momento de comenzar con la tarea más dura: elegir una túnica adecuada.
Después de mirar y remirar todas las túnicas de la gala que había en la tienda, que no eran pocas ni mucho menos, y no encontrar una que les convenciera del todo, Elladora decidió tomar medidas drásticas.
Lo mejor va a ser que lleve un vestido de fiesta.
Gladys y Margaret miraron a la chica sorprendidas.
¿Un vestido? – repitió Gladys.
¿De fiesta? – se asombró Margaret.
Pues claro – dijo Elladora -. Si lleva un buen vestido, va a ser la sensación de la noche. Además, la chica no tiene mala percha – añadió examinando el cuerpo de Mary -. ¿Es todo natural?
¡Claro que sí! – exclamó Mary enfadada por la pregunta, mientras que Adalbert y Michael se reían sin disimulo alguno y Lily, Chris y Donna se preparaban para sujetar a su amiga.
Por fin, tras una intensa sesión en la tienda de ropa, Mary pudo escapar cargada de bolsas y a punto de sufrir un ataque de nervios.
Ahora nos toca sesión de belleza – anunció Gladys alegremente.
En el centro de belleza, Gladys también era muy conocida entre las dependientas y se sentía como pez en el agua.
¡Qué lástima que ya no se usen los antiguos métodos de belleza! – exclamó Gladys mientras Mary era sometida a una sesión completa de manicura, pedicura, limpieza de cutis, rayos UVA, peluquería y no sé cuántas cosas más.
¿Los antiguos métodos de belleza? – preguntó una de las chicas encargadas de la manicura.
Sí – dijo Gladys -. Por ejemplo, Cleopatra se bañaba en leche de burra, mezclaba loción de aceite y juncia con jugos de sicomoro y pepino para que la piel de la cara pareciera tan tersa como el mármol pulido, usaba apio y cáñamo triturados para refrescarse los ojos y luego se los pintaba con malaquita verde, se frotaba la espalda con perfumes de lirios machacados... ¡Qué tiempos aquellos! – exclamó con un deje de nostalgia, como si ella hubiera conocido a la antigua y esplendorosa reina de Egipto y hubiera puesto en práctica esos métodos de belleza (N.A. ¿habéis visto que puesta estoy yo en esto de Cleopatra? Es que acabo de leer un libro que se titula "Memorias de Cleopatra", que por cierto os lo recomiendo, y me ha entrado algo así como la Cleopatramanía).
La sesión de belleza les ocupó tanto o tiempo o más que el que pasaron en la tienda de "Madame Malkin". Después de comer, Gladys dio por terminada su tarea y se marchó dejando al grupo de amigos a sus anchas.
Y ahora – dijo Mary, que ya parecía haberse recuperado de la intensa mañana -, vamos a preparar lo de Pettigrew.
El resto de la tarde se la pasaron comprando todo lo que necesitaban para su golpe maestro y relajándose y sobre todo, divirtiéndose.
A la mañana siguiente...
"Toc, toc... toc, toc"
¡Qué alguien se levante y abra la puerta! – dijo Lily medio dormida.
Ya voy – dijo la pobre Chris, que siempre estaba en todo.
Lentamente la rubia se incorporó en su cómoda cama, se desperezó y se levantó a abrir la puerta. Pero cuando la abrió se dio cuenta de que fuera no había nadie esperando a que le abrieran.
"Toc, toc... toc, toc"
Chris, ya mosqueada por la interrupción, se dio la vuelta y vio a una lechuza por el otro lado de una de las ventanas de la habitación, esperando para entregar la correspondencia.
¡Qué raro! – dijo Chris mientras abría la ventana y dejaba que el animal entrara en la habitación – Una lechuza a estas horas
Cuando la chica tuvo las dos cartas en la mano, la lechuza se despidió dándole un suave y cariñoso picotazo en la mano y se marchó por el mismo lugar por el cual había llegado.
Mary – dijo haciendo que su amiga tuviera que abrir los ojos -, una carta de tu padre.
¿Otra vez? – se extrañó la otra. Su padre no solía comunicarse tan a menudo con ella.
Mary cogió la carta que le alargaba Chris y la leyó. Al terminar de leerla, tenía en su rostro una expresión completamente indescifrable.
¿Qué dice? – preguntó Lily con curiosidad.
¿Quién es la cotilla ahora? – dijo Chris con sorna.
Dice que la fiesta de Nochevieja se ha suspendido y que si quiero me puedo quedar en Hogwarts.
¿En serio? – dijo Lily.
Sí – contestó la otra simplemente.
¿Y la otra carta? – quiso saber la pelirroja mirando la carta que Chris todavía conservaba en su mano.
Es de Diana Evans – contestó Chris mirando la carta -. Esa es tu madre, ¿no, Lily?
La chica hizo un gesto afirmativo y tomó la carta en sus manos.
Dice que esta Navidad mi hermana Petunia y su novio, un tal Dursley, se van a quedar en casa y que si quiero, me da permiso para quedarme aquí.
¡Estupendo! – exclamó Mary contenta – Así te quedas aquí conmigo.
Sí – dijo Lily -. Y así no tengo que aguantarles.
Pues yo también me quedo – anunció Chris con una sonrisa -. Escribiré una carta a mis padres diciéndoles que este año me quedo aquí. No creo que haya ningún problema.
Eso, y ahora a preparar lo de Pettigrew – dijo Lily.
Mientras esto sucedía en la habitación de las chicas de séptimo, en otra de las habitaciones de la torre de Gryffindor...
"Toc, toc... toc, toc"
¡Qué alguien se levante y abra la puerta! – dijo Sirius medio dormido.
Ya voy – dijo el pobre Remus, que siempre estaba en todo.
Lentamente el chico se incorporó en su cómoda cama, se desperezó y se levantó a abrir la puerta. Pero cuando la abrió se dio cuenta de que fuera no había nadie esperando a que le abrieran.
"Toc, toc... toc, toc"
Remus, ya mosqueado por la interrupción, se dio la vuelta y vio a una lechuza por el otro lado de una de las ventanas de la habitación, esperando para entregar la correspondencia.
¡Qué raro! – dijo Remus mientras abría la ventana y dejaba que el animal entrara en la habitación – Una lechuza a estas horas
Cuando el chico tuvo las dos cartas en la mano, la lechuza se despidió dándole un suave y cariñoso picotazo en la mano y se marchó por el mismo lugar por el cual había llegado.
James – dijo haciendo que su amigo tuviera que abrir los ojos -, una carta de tu padre. (N.A. Toda esta escena me recuerda a algo. ¿No pasó lo mismo en el cuarto de las chicas?)
¿De mi padre? – se extrañó James mientras abría la carta
Cuando James terminó de leerla, una expresión de ligera preocupación se dibujó en su rostro.
¿Qué dice? – quiso saber Sirius curioso.
Cotilla – le reprochó Remus.
Dice que por mi seguridad va a ser mejor que me quede en Hogwarts todas las vacaciones.
El padre de James era uno de los aurores más eficaces que en ese momento trabajaba para el Ministerio de Magia, y era bastante frecuente que él y su familia estuvieran en peligro.
No te preocupes demasiado, James – le aconsejó Sirius -. Además, vamos a tener todo el colegio para nosotros.
Al tener que quedarse James en Hogwarts, Sirius tenía que hacer lo mismo que su amigo. La razón era que el verano pasado se había escapado de su casa y había sido acogido en la de James. Sirius se había hartado de las estúpidas ideas sobre la pureza de la sangre que la mayoría de su familia tenía y había decidido que lo mejor era marcharse de la casa.
Pues si vosotros os quedáis, yo no voy a ser menos – dijo Remus contento -. Ahora mismo escribo una carta a mis padres y les digo que me quedo. Seguro que no les importa.
Mientras tanto, en su circular despacho, el director Dumbledore contemplaba como su plan B funcionaba a la perfección.
Estupendo, estupendo – murmuró el hombre mientras se llenaba una copa de la mejor hidromiel de su mueble-bar (N.A. que a Dumbly no le llega el dinero para tener una bodega propia, pero se conforma con un mueble-bar) -. Y esta Navidad, todos en Hogwarts.
Bueno, bueno, bueno. Por fin, después de más de una semana, aquí estoy otra vez con el capítulo noveno, mi número de la suerte. Mentira, el nueve nunca me ha dado suerte, pero es que le tengo cariño porque nací el 9 de junio, no por otra cosa. ¿Se os ha hecho muy larga la espera? Espero que no.
No sabéis lo que me ha costado escribir este capi, porque es que entre las clases, los debres, el estrés que me produce aguantar a mis profesores y diversos factores de riesgo que mejor no os los cuento, casi no he tenido tiempo para escribir. Iba a incluir la broma de Peter, pero es que si no el capi me quedaba muy largo. Aún así, os prometo que en el siguiente Peter va a sufrir las consecuencias de ser tan traidor.
Por cierto, ¿os acordáis de Gladys Gudgeon? Era una fan de Gilderoy Lockhart. Ya sé que la he pintado un poco exagerada, pero es que creo que para ser fan de Lockhart hay que ser muy exagerada entre otras cosas.
Y una cosa más: ¿quién quiere un curso de aprende a hablar bien en dos días como el que usa Mary? Yo ya he encargado uno, aunque con uno solo no sé si me llegará. Aunque claro, tampoco me quiero convertir en la versión femenina, blanca y con cinco dedos de Ned Flandes. Vaya dilema.
Y para el próximo capi, que creo que lo voy a titular "Navidad, Navidad... ¿dulce? Navidad"...
Navidad en Hogwarts (pues claro, no va a ser verano en Hogwarts).
La rata traidora va a recibir su merecido.
Los merodeadores y las tres chicas con toda la torre de Gryffindor a su disposición. ¿Qué desastre natural organizarán esta vez (Dumbly, si yo fuera tú, aseguraría Hogwarts a todo riesgo, que con estos chicos nunca se sabe lo que va a pasar).
Comprobaremos si el plan B de Dumbly da sus resultados, cosa que yo pongo en duda. Aunque no os fiéis mucho de lo que digo, que luego Dumbly siempre se sale con la suya.
Y ahora me despido hasta el próximo capítulo.
Un beso para todos (uno para cada uno, no uno solo para todos)
bars9
Miembro de la Legión de las Lupinas
Miembro de la Orden Siriusana
