Disclaimer: Los personajes de Fuego y Sangre no me pertenecen, solamente los uso con fines de entretenimiento.
N/A: Enamorada de Jacaerys y Helaena, sigo un poco la línea temporal del programa, en donde Jacaerys es entre dos a tres años menor que Helaena. Divergencia del canon, los personajes se pueden mostrar ooc.
La historia también se publica en AO3 con mi nombre de usuario: SkyNobi98
Desde que tiene memoria, él es débil y enfermo, postrado en la cama casi todo el tiempo, tratan de calmar su dolor con la leche de amapola, pareciera que la voluntad de vivir se ha esfumado de su cuerpo y aun así, su padre evitó que su madre la desposara con su hermano Aegon.
Su abuelo, la mano del rey, ha hablado en muchas ocasiones con él, intentando convencerlo del beneficio de que Aegon y ella se casen, usando como excusa mantener la pureza de la sangre valyria que corre sobre los Targaryen para las generaciones venideras, dejando ver entre comentarios venenosos que los hijos de su hermana Rhaenyra no son puros como ellos, respirando con dificultad y apenas manteniéndose consciente, su padre se sigue negando y amenaza con tomar acciones si continúan insistiendo en eso.
Su madre no perdona, lo cuestiona, discute e insiste en que deben de ponerse en marcha con los compromisos y las próximas nupcias, asegurar la descendencia de la familia, mencionando que anhela cargar a un nieto entre sus brazos, usa como excusa que pronto se convertirá en una solterona y que ningún Lord de ninguna casa importante la querrá. Ella se burla cuando Aemond le cuenta, ella es una princesa, podrá ser una anciana y seguramente un Lord querrá un compromiso, aunque el pretendiente tenga diez años.
La respuesta sigue siendo negativa.
Ella susurra con sus insectos, les cuenta que no comprende la negación de su padre para ese matrimonio, quiere comprender sus motivaciones, pero su mente no es clara. Ella no tiene una gran relación con él, son contadas las ocasiones en que compartió el tiempo con su padre. No lo dice, pero ella está segura de que él siempre piensa en su hermana mayor, la heredera al Trono.
El sudor corre por su cuerpo a la mañana siguiente, su cabello es húmedo y le causa asco, necesita un baño con urgencia. Los sueños se han vuelto más oscuros, las voces de su cabeza gritan y escucha la risa de su hermano Aegon, ve a los dragones danzar y después caen hacia el mar. No pueden escapar de ese lugar.
Su doncella prepara su baño y ropa, un bonito vestido color verde. Ella la despide y busca un color diferente, eligiendo un rojo con negro. No es ajena a los rumores, ella ha escuchado como algunos señores de otras casas susurran que no son verdaderos Targaryen por usar el color de los Hightower. Ella nunca los delata, es consciente de eso.
Para ella es fácil ocultarse en la Fortaleza Roja, conoce algunos de los pasillos ocultos, sabe cómo deshacerse de sus criadas y provocar a los guardias que la custodian para tener más libertad. Muchas veces suele escaparse y ellos creen que no sale de la biblioteca, ella conoce el pasadizo que la lleva al otro lado de la Fortaleza. Nunca se molestan en buscarla.
Camina por el pasillo que la conducirá a la habitación de su padre, los guardias la saludan inclinándose y ella les informa que desea ver a su padre, no le niegan el paso, pero le advierten que él podría estar dormido. Ella les susurra las gracias y entra a la habitación. Hace lunas que no visita a su padre. Se detiene por unos momentos para observar la gran maqueta que su padre construyó de la Antigua Valyria. Abarca una gran parte del salón de la habitación, ha sido abandonada, puede ver a las arañas caminar por los castillos, las escaleras llenas de telarañas sosteniendo a sus presas, los insectos que ahí quedaron atrapados.
Las botas que ha decidido usar para esa ocasión no son de tacón, lo que le permite acercarse de manera sigilosa a la cama de su padre. Su cabeza gira de un lado a otro, la enfermedad pudriendo su carne.
—¿Alicent? —Ella ha tenido su caminata cuando lo escucha susurrar. Su voz es débil.
—Helaena —responde sin ninguna emoción. Debe de tener problemas con su vista, el cabello de su madre es diferente al de ella.
—¿Qué haces aquí? —No sabe si es molestia en su voz lo que escucha—. ¿No deberías estar tomando lecciones? ¿Cumpliendo con tus deberes? —Él comienza a toser después de terminar de hablar, escucha que su respiración se vuelve acelerada. Se queda observando con atención las vendas que cubren su rostro, no dejando ver la piel que se ha caído—. ¿Necesitas algo, Helaena?
—Tengo una pregunta, su gracia.
—Dime.
—¿Me quieres, padre?
Cierra los ojos y da dos pasos hacia atrás, eso no era lo que ella pensaba decir, pero ha pasado mucho tiempo desde que alguien le dijo que la quería. Su madre casi no comparte el tiempo con ella, Aegon suele burlarse de ella y estirar su cabello, Aemond la pasa volando sobre Vhagar y entrenando, su abuelo Otto demasiado disgustado por una boda no celebrada, Daeron en otro lugar. Y su padre…
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hizo esa pregunta? Sigue sin tener una respuesta, cuando abre los ojos para ver a su padre, él es quién ahora los tiene cerrados, puede notar un ceño fruncido. No hay ninguna sonrisa. Siente un cosquilleo en los ojos, no quiere llorar frente a él. No desea que nadie la vea. Se dispone a dar la vuelta para irse cuando él le dice:
—Por supuesto, Helaena —dice en voz baja—. Eres mi hija, yo he sido un pésimo padre para tus hermanos y para ti.
—¿Me quieres lo suficiente para evitar que me case con mi hermano?
—Oh, Helaena. He vivido enfermo desde la muerte de mi amada Aemma —Ella conoce la historia de la muerte de la madre y hermano de Rhaenyra—. Esta enfermedad me ha impedido levantarme de mi cama, ya no soy capaz de montar un caballo. No soy un ignorante, mi niña, sé de las acciones de tu hermano —Helaena lo ve cerrar los ojos y sabe que él está sufriendo al contarle esto—. Deje que Otto y tu madre los educaran, y cuando intenté levantarme e intentar de que volviera al camino correcto ya era demasiado tarde.
No es un secreto en el reino que su hermano tiene ciertas preferencias cuestionables, situaciones que no se pueden ocultar. Demasiados tés de luna entregados a doncellas que no vuelven a caminar por los pasillos de su hogar.
—Tu eres diferente —Una sonrisa cruza por su rostro—. Tan centrada en tus deberes, he escuchado las quejas que hay sobre ti, pero nada de qué preocuparme. Hablé con tu madre y le dije que quiero darte la misma libertad que le di a Rhaenyra después de nombrarla mi heredera, elige a tu propio prometido. Un hombre de buen corazón que pueda entenderte y darte la felicidad que aquí nunca has encontrado, que conozcas el amor, hija mía.
Ella se acerca hasta la cama, su padre ha vuelto a cerrar los ojos y está tratando de controlar su respiración. Se inclina lo suficiente para verlo de cerca y le da un beso en la mejilla, nunca ha hecho esto con su madre, ni hermanos, su pecho le duele, siente como si se estuviera despidiendo de él. No tiene la confianza suficiente para decirle que no sabe que es el amor o como sentirlo.
¿Quién es un buen hombre? ¿Cómo puede ella saberlo y no equivocarse?
Piensa en su hermano Aegon, cuando era más pequeño era bueno, solía darle dulces y le pasaba los libros que ella no alcanzaba de los estantes cuando la acompañaba a la biblioteca, recuerda una sonrisa sincera para ella y luego todo se esfumó. Con el paso del tiempo fue volviéndose dependiente de la bebida, siendo regañado por su madre y abuelo, se desquitaba con ella y comenzó a insultarla, a ponerle sobrenombres, incluso robó su primer beso a la fuerza cuando su boca apestaba a alcohol.
Aemond era lo contrario a Aegon. Él no bebía alcohol, a menos que se tratase de alguna festividad, a él le gustaba estudiar, aprendiendo sobre el comportamiento de un rey. Pasaba la mayor parte del día entrenando con todo caballero que se interpusiera en su camino, siendo muy ágil con su espada y causando cortes dolorosos sobre su piel. Él aún guarda un profundo rencor sobre el niño que le arrebató el ojo cuando intentó matar a su prima con una roca. Y ella lo sabe, no es una mujer lo que su hermano quiere.
Ella puede ser la persona más extraña de la Fortaleza, según otras personas, pero es muy observadora. No tiene amigas, no convive con otros hombres, las pocas veces que ha salido de Desembarco del rey son limitadas, sólo se aleja del lugar cuando se trata de un asunto familiar.
Su hora favorita del día es cuando sale de la fortaleza y se dirige al pozo de los dragones para visitar a su adorada Dreamfyre. Subir a lomos de su dragón y volar sobre los cielos, puede sentir su vínculo con ella.
Se gira para salir de la habitación de su padre, pero antes de que pueda llegar a la puerta escucha cientos de voces en su cabeza.
