Notas importantes de la autora:
Pues con el rumor de que fanfiction pronto será abandonado a su suerte (es decir, ya no será actualizado ni arreglado cuando algún bug aparezca, en cualquier momento podría simplemente dejar de funcionar), solo quería avisar que estoy actualizando esta historia también en AO3 y en Wattpad. La pueden encontrar con el mismo título y todas las plataformas están al día con este último capítulo. Mi user en AO3 es Chemicalfairy y en Wattpad tengo el mismo usuario MiraiMoonlight.
Episodio 8
Mamoru tenía la vista puesta sobre alguna página de su libro de fisiología avanzada pero, aunque sus ojos repasaban las letras impresas, su mente no registraba información alguna. Era una lástima porque su examen final sería en un par de semanas y no se sentía preparado en lo absoluto.
Frustrado decidió que lo mejor sería dejar de perder el tiempo pretendiendo estudiar y buscar algún remedio para mejorar su atención. Afuera de la cafetería las calles estaban demasiado concurridas y aunque normalmente eso le estresaba, por alguna razón sintió que le sería bueno mezclarse con los demás y solo dejarse llevar por el flujo de las personas. Compró un café para llevar y se encaminó hacia los demás.
Mientras caminaba empezó a entrevistarse a sí mismo, una técnica que le había servido en el pasado: "¿Por qué estás tan distraído? ¿Qué preocupaciones tienes? ¿Hay algo que estemos olvidando?"
"Debemos mantener nuestras buenas calificaciones, después de todo es el último año de pregrado antes del servicio social. No hemos comprado mantequilla, huevos y leche, si Usako va pronto al departamento no podrá tomar su café como le gusta si olvidamos la leche. Ah, Usako, ¿no nos ha mandado algún texto?"
El teléfono de Mamoru no había recibido ninguna señal de su novia.
El silencio de Usagi normalmente le hubiese extrañado pero en los últimos años se había convertido en la regla. No es que no hablaran, pero Usagi se mantenía a sí misma tan ocupada que normalmente sólo se texteaban para cuando decidían acordar alguna cita. Era una nueva costumbre que a Mamoru no le molestaba, al contrario, agradeció el espacio pues él también solía tener las horas del día llenas de actividades.
Pero él sabía que ese silencio no era al que ya estaba acostumbrado, la conocía perfectamente cómo para saber que Usagi estaba atravesando por algo, otra vez. Entendió que más bien se trataba de que nuevamente Usagi se estaba retrayendo a ese espacio al que no dejaba a entrar a nadie, ni a sus amigas ni a él.
Usagi, cuando estaba triste o dudosa, no de cosas banales sino de la vida en su gran concepto, no salía corriendo a buscar consejos, sino que se encerraba en sí misma a reflexionar, o bueno, Mamoru eso esperaba, tal vez solo era su manera de esperar a que las cosas se arreglaran por sí mismas. El punto es que evitaba a las personas con la excusa de que no quería que se preocuparan por ella. Mamoru hizo una mueca de disgusto, ¿cuándo iba a entender que preocuparse por ella era el punto de su vida?
Decidió tomar la iniciativa, redactó un texto rápido y lo mandó antes de cambiar de opinión, últimamente sentía que hablar con Usagi era como caminar entre vidrios.
"No recuerdo si hoy tienes turno en el Crown. ¿Estás libre? Yo decidí tomar un descanso de estudiar y estoy caminando por allí. Puedo llegar por ti si quieres."
Genuinamente se sorprendió al obtener una respuesta inmediata:
"Yo también estoy caminando. Estoy a dos cuadras de la Torre de Tokyo, si estás cerca podemos vernos allí."
Le sonrió al destino pues él se encontraba a unos cuantos metros de la Torre también. Tal vez esa era una señal de que pronto estarían de nuevo en la misma sintonía y las cosas podrían seguir fluyendo con normalidad. Llegó al lugar en el que normalmente se encontraban cuando escogían esa atracción como punto de encuentro, recordando también que tenían ya tiempo sin subir hasta el mirador más alto.
―Mamo-chan ―la voz de Usagi le llamó desde su izquierda, ella caminando hacia él con paso lento. En cuanto la vió sus esperanzas de que las cosas estuvieran de vuelta en su lugar se desvaneció.
Lo veía aún: esa mirada que evitaba sus ojos, esos pasos dubitativos, la manera en que jugaba con la manga de su suéter. En cuanto estuvieron frente a frente una extraña atmósfera se instaló, ninguno haciendo algún acto efusivo para saludarse, solo se miraban el uno al otro. Él fue quién decidió romper el silencio:
―Usako, me alegra que hayas tenido la tarde libre. No estaba seguro si hoy tenías que trabajar.
―Bueno, a decir verdad, si tenía turno hoy pero decidí ir por la mañana a presentar mi renuncia.
―¿Enserio? ―preguntó sorprendido―, ¿está todo bien?, ¿tuviste algún problema con alguién?
―Sí, no te preocupes, era más bien que ya no sentía que valiera la pena mi tiempo.
―Ya veo ―no estaba seguro que más podía preguntar al respecto pero le sorprendía que era la primera vez que escuchaba que Usagi lo veía como una pérdida de tiempo. ―Uhm, justo antes de que llegaras estaba recordando que hace mucho que no subimos al mirador de la Torre. ¿Quieres?
Usagi levantó la vista hacia la cima, teniendo que colocar una mano sobre su frente para taparse del sol. Era uno de esos días de invierno en que, aunque el sol brillaba en el cielo sin nubes, el viento era lo suficientemente frío para forzarlos a usar diversas capas de ropa.
―No es una mala idea ―respondió Usagi, con un tono de voz más entusiasmado que logró sacarle una sonrisa a Mamoru. No quiso perder aquel momentum y aprovechó para entrelazar sus dedos con los de ella para juntos avanzar hacia la entrada.
Antes de subir al mirador más alto, encontraron que en uno de los pisos intermedios había una exposición de astrofotografía que a ambos les pareció interesante, por lo que decidieron que esa fuera su primera parada.
La exposición estaba dividida en dos secciones, la primera de ella enfocada al sistema solar y la segunda a elementos del espacio profundo. Al iniciar el primer pabellón una foto de la luna llena del tamaño de la pared los recibió.
—Puedes ver cada cráter —susurro Usagi, admirando la imagen de su cuerpo celeste de origen.
Mamoru observó como los ojos de Usagi estudiaban cada pixel impreso de aquella fotografía, casi como si intentaste encontrar en ella las ruinas del antiguo milenio de plata.
—¿Nostálgica?
Usagi sonrió divertida con aquella pregunta: —Solo curiosa. Trato de imaginar que alguna vez hubo vida allí y me vuela la cabeza.
—A veces nuestro origen parece sacado de un sueño ácido, ¿No te parece?
Usagi asintió riéndose mientras pasaban por la primera imagen de Mercurio. Tal vez era su sugestión pero al ver la imagen de aquel planeta azulado sintió muchísima seguridad, la misma que Ami le instalaba en cada momento.
—¿Sabías que, aunque Mercurio es el planeta más cercano al sol, no es el más caliente? —preguntó Mamoru mientras leía información desde un tríptico.
—¿Enserio?
—Venus lo es, por una diferencia de casi cien grados centígrados.
Usagi se rió divertida, tenía sentido. La energía de Minako era incomparable.
Ambos entonces se encontraron de frente con la imagen de la Tierra en toda su gloria, probablemente tomada desde alguna estación espacial. Mamoru sintió su pecho irradiar, su astro llamándole.
Desde aquel encuentro con Helios en Elysion, Mamoru había podido empezar a desarrollar su vínculo con la Tierra de una manera más consciente. Aún tenía camino que recorrer pero empezaba a poder distinguir en su cuerpo las diferentes señales del planeta: el correr del viento, la cercanía del agua, las vibraciones de la corteza.
Era algo interesante de sentir, sobre todo porque él jamás se imaginó que aquel poder viviera dentro de sí mismo. Nunca lo iba a admitir abiertamente pero había pasado demasiados años comparándose con las Sailor Senshis, sabía perfectamente de la diferencia de sus habilidades y muchas veces se cuestionó su papel en aquel grupo.
Nadie le tenía que decir que él jugaba el bonito rol del apoyo moral, sobre todo con Usagi, pero fuera de eso no brindaba ninguna diferencia significativa a la batalla y eso claro que lo frustraba, sobre todo cuando se convertía en el blanco del enemigo para desestabilizar a Sailor Moon.
Sin embargo tenía fe en que pronto las cosas cambiarían: él desarrollaría por completo sus poderes y ambos ascenderían para proteger la Tierra juntos. Tenía que ser así.
—¿Estás ahí?
Mamoru regresó al presente cuando noto las manos de Usagi moverse frente a sus ojos. Le tomó un segundo recordar dónde estaba.
—Usa… lo siento. ¿Me decías algo?
—Nada en especial —Usagi subió los hombros, —¿en qué estabas pensando?
—Solo divagaba. No sé si te había contado que poco a poco me he sentido más conectado con la Tierra, no sé cómo explicarlo pero es como si…
—Cómo un sexto sentido, simplemente lo sientes en el cuerpo —complementó Usagi. Mamoru le asintió sonriente. —A mi me pasaba con ustedes, podía sentir cuando estaban cerca o en peligro. Sabía distinguir cada una de sus auras en mi cabeza.
Usagi no pudo evitar que la voz se le quebrase. Odió mostrarse así frente a su novio, odiaba preocuparlo, además que hoy planeaba contarle todo lo que pensaba y se había prometido que lo haría de una manera adulta, lo que sea que eso significase.
―Usako, ¿qué pasa? ―Mamoru le cruzó su brazo sobre los hombros y la apretujó contra su cuerpo. Usagi cerró los ojos tratando de calmar sus sentimientos.
Odiaba seguir siendo tan llorona.
La noche anterior igual había sido ese cliché infantil frente a Seiya: apareciéndose en su apartamento a mitad de la noche, llorando porque su plan de cinco minutos no había ido como ella quería. ¡Y todas las cosas que le había confesado! Se había querido morir de la vergüenza por la mañana, cuando se había despertado en el sofá de la sala de su amigo.
―Nada, nada. ¿Seguimos?
Al llegar al pabellón del espacio profundo, la gran mayoría de fotografías se trataban de nebulosas, supernovas, estrellas y galaxias.
"De acuerdo con un análisis de datos obtenidos por el telescopio Kepler, los científicos estimaron la probabilidad de que estrellas tuvieran planetas alrededor; calcularon que una de cada dos estrellas en la Vía Láctea tiene planetas, y una de cada 200 tiene planetas en el área 'habitable'."
―Vaya ―susurró Mamoru.
Aunque él sabía perfectamente que si había vida más allá de las fronteras terrestres, no podía imaginarse la cantidad de seres, amigos y enemigos, que aún no conocían. Era de alguna manera abrumador y fascinante al mismo tiempo. Sintió una gran responsabilidad con cada una de las personas que miraban las fotografías a su alrededor, de protegerlas de los peligros del espacio exterior.
Mientras Mamoru reflexionaba sobre su rol protector, Usagi había encontrado una fotografía que le estaba llamando la atención por alguna razón. Ésta mostraba una nebulosa planetaria, de colores azules y verdes, en la región de Perseo, según indicaba la ficha descriptiva que la acompañaba.
Y entonces lo vió, era muy pequeño, pero detrás de una de las nubes gaseosas pudo identificar un planeta color rojizo, orbitado por tres satélites. Su mirada analizó aquella particular sección de la fotografía e intentó que su intuición volviera a ella, intentó sentir a Kakyuu y rememorar el olor dulzón a olivas que ella desprendía. No sabía si lo estaba logrando o si solo estaba imaginando cosas, pero podría jurar que aquello que observaba era Kinmoku, con las lunas de origen de Seiya, Yaten y Taiki.
Rápidamente sacó su celular y sigilosamente tomó una fotografía.
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―Estás distraído.
Seiya sintió una mano posarse sobre la suya y entonces levantó la mirada, una de las publicistas de la disquera lo miraba desde su asiento en aquella larga mesa de juntas.
—Lo siento, ¿en qué estábamos?
La publicista, cuyo nombre no recordaba, lo miraba embelesada mientras volvía a abrir la boca.
Seiya estaba acostumbrado al interés que su aspecto y personalidad causaba entre las mujeres; lo había explotado muy bien durante el éxito de Three Lights a pesar de que en aquel momento eran adolescentes pero ahora, más adultos, lo sentía con mayor intensidad.
Siempre le había parecido curioso como la atracción, el deseo y el amor, funcionaba entre los terrícolas. En Kinmoku jamás se atreverían a dejar ver sus intenciones tan cristalinamente cómo aquella mujer lo hacía: batiendo sus pestañas, tocándole la mano o mordiendo su labio color carmesí mientras le sostenía la mirada.
Casi estaba funcionando para que su mente no pensara en Usagi.
Además a Seiya le encantaba la idea del coqueteo, era algo que estaba naturalmente en su personalidad y que había descubierto en la Tierra. Le encantaba derretir corazones con slo una mirada y causar algunos desmayos al lanzar guiños al público. Probó suerte y le lanzó a aquella mujer una sonrisa torcida, diciéndole con ella que entendía el mensaje de sus acciones. Y así había logrado convertirla en un manojo de nervios, haciendo que incluso tartamudeara un poco y dejara caer algunos papeles de sus manos.
No pudo evitar recordar la tarde en que Usagi y él se habían "conocido" en el parque y como había lanzado todo su arsenal contra ella desde el primer momento, jamás logrando un efecto como el que acababa de obtener. Desde hacía mucho tiempo que había logrado convencerse genuinamente que aquella rubia de coletas era la única mujer inmune a sus encantos.
—...Nagareboshi He también fue un éxito que rompió records en su momento, y por todo lo anterior, creo que nuestro próximo sencillo debería ser una balada de amor.
—¿Qué dices Seiya? ¿Tienes material en tu repertorio para componer alguna balada?
—Yo… —tenía material de sobra, en sus anotaciones, en su memoria, en su corazón, pero no estaba seguro si quería abrir esa puerta de nuevo—. Claro, puedo intentar probar algunas cosas.
—Si necesitas alguna musa puedes contactarme a cualquier hora —la publicista logró susurrar en su oído sin que nadie más lo notara, se veía recuperada en ánimos.
Al salir de aquella reunión, Seiya siguió pensando, todo el camino a casa, en el mensaje que quería lanzar con la nueva canción.
—Una balada de amor… ¿Por qué a mi? ¿Por qué en este momento?—comentó para sí mismo mientras se dejaba caer en el sofá de su apartamento.
Ese mismo sofá había sido ocupado la noche anterior por Usagi, aún estaba allí la manta con la que la había cubierto para que no pasará frío.
La confesión de anoche lo tenía descolocado, sobre todo porque había venido de la nada.
Desde aquel momento, hacía muchos años, en que él se había dado cuenta lo mucho que le importaba Usagi se había grabado en su cabeza de que jamás sería correspondido: no solo porque Usagi tenía novio y había sido demasiado enfática en solo tener ojos para él, sino también que cuando descubrió que ella era Sailor Moon, le había quedado más que claro que las diferencias entre ellos eran suficientes para hacer de su amor algo imposible.
Y aún así él le había pedido reemplazar a Mamoru cuando la había visto tan derrotada aquella tarde en la terraza de la preparatoria. Si cerraba sus ojos podía revivir el momento como si no hubieran pasado ya años: ella mirándolo en silencio bajo la lluvia, completamente sorprendida de verle de rodillas frente a ella.
Ahora que sabía que ella también había sentido algo por él, esa escena y muchas más cobraban otro sentido.
Pero también no podía olvidar lo que había acompañado a esa confesión:
"Que no te importa que yo también estuve enamorada de ti y que no sería difícil volver a estarlo. No te importa hacerme sentir así sabiendo que no puedo hacer nada al respecto, eso también me duele."
Aquello último era lo que más dolía: que ella decidiera que no podía hacer nada por ellos.
¿Sería por aquel futuro que no se atrevía a contarle en detalle aún o simplemente porque amaba más a Mamoru?
Por alguna razón prefería que fuera la segunda opción. Dolía menos o eso creía.
Suspiró como si en todo ese tiempo de reflexión hubiese mantenido su respiración. Sintió el oxígeno llenar sus pulmones y aclarar su cabeza de mejor manera.
Cumpliría la promesa que le había hecho la noche anterior, mientras la veía dormir en el sofá: no la haría sufrir con comportamientos dudosos. Sería su amigo, su mejor amigo incluso, no más coqueteos. Estaba feliz de cumplir con ese papel, de ser su incondicional, de estar para ella en cualquier momento, de escucharla cada vez que ella hablara y de jamás juzgarla.
Entonces levantó su celular y le escribió un texto rápido.
"Si ya tienes las tardes libres, mañana te espero en el parque Juban a las 7 pm, ve en ropa deportiva."
En Kinmoku la atracción, el deseo y el amor se trataban como uno mismo. Pero en la Tierra… sabía que podía separar estos tres componentes e iba a necesitar ayuda para poder seguir viendo a Usagi y no actuar en consecuencia con lo que sabía que podía causar en ella. Necesitaría un escape, y si bien estaba convencido que amar a otra persona sería imposible, pensó que podría distraer un poco su cuerpo con alguien más.
Volvió a tomar su teléfono y marcó el número que su publicista le había dado en una tarjeta al finalizar la reunión. Ahora tendría que aprenderse su nombre.
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Mamoru se encontraba mirando el horizonte de la ciudad desde el piso más alto de la torre de Tokyo. Tenía un segundo vaso de café entre sus manos y mientras daba un sorbo se preguntó si podría dormir aquella noche con tanta cafeína en su sistema. Rápidamente olvidó el asunto decidiendo que si el insomnio llegaba lo podría aprovechar para estudiar un poco más.
Además ya se sentía mucho mejor anímicamente. Las maravillas que causaban una tarde bien aprovechada paseando de la mano de Usagi. Sonrió al cielo, feliz de que su novia pareciera estar mejor también de ánimos. Probablemente se había estado tratando de un caso de agotamiento, pensó, pues él también alguna vez había pasado por ello, y empezaba a resolverse ahora que dejaría de trabajar en el Crown.
Usagi pronto volvió a su lado y se coló entre el espacio de su hombro y el barandal del balcón en donde él estaba apoyado. Mamoru enternecido plantó un beso rápido en su frente.
—¿Sabes? Hace mucho que no teníamos una tarde así —mencionó Mamoru.
—Lo sé, lo extrañaba también —le respondió Usagi mientras se recargaba en su pecho.
Usa cerró los ojos, tratando de memorizar el momento y de no perder la valentía que había tratado de mantener durante toda la tarde. Había puesto su mejor esfuerzo en tener a Mamoru contento porque no estaba segura de cómo reaccionaría a lo que había decidido ir a proponerle:
—Yo… quería hablar de algo contigo.
Mamoru la miró curioso y asintió para que procediera.
—Bueno, es algo que he estado pensando desde hace unas semanas y creo que se lo que quiero, o más bien lo que necesito hacer.
—¿Vas a dejar la escuela?
—¿Qué? —Usagi volteó hacia su novio genuinamente sorprendida. —¿Qué te hace pensar eso?
—Oh, no, nada. Es solo que renunciaste a tu trabajo y yo… bueno, solo pensé que podía ser algo parecido.
—No, pienso seguir en la universidad.
—Oh, me parece excelente. Es mejor adelantar lo más que puedas de tus semestres antes de que…
Usagi interrumpió a Mamoru, sospechando a dónde se dirigía la conversación. —¿Antes de Tokyo de Cristal?
—Sí, también Tokyo de Cristal. Yo más bien me refería a la boda y a Chibiusa pero bueno, sabemos que vendrá todo junto.
—¿Boda?
—Oh si, bueno, si pronto tendremos a Chibiusa tal vez deberíamos pensar también en casarnos también.
Usagi no podía creer sus oídos. ¿Acaso Mamoru estaba proponiéndole matrimonio?
Miró su dedo desnudo dónde alguna vez había estado el anillo de promesa que él le había dado antes de volar a los Estados Unidos. Aquel anillo ahora vivía en su cajón y solo lo usaba en fechas importantes.
Por alguna razón se alegró de no tenerlo en ese momento con ella.
—Mamo, ¿quieres que nos casemos? —necesitaba confirmación antes de empezar a imaginar cosas.
—Claro, siempre lo he querido, esperaba que fuéramos mayores pero tal vez ya es momento, sobre todo porque sabemos que Chibiusa pronto llegará.
Usagi se sonrojó de repente: —¿Sabes que no estoy embarazada, verdad?
Mamoru sonrió divertido mientras colocaba un mechón rebelde de su cabello rubio tras su oreja.
—Estoy consciente de esa situación pero… bueno, no sé cuándo sucederá pero sé que tendrá que suceder en el próximo año, es decir, tu cumpleaños veintidós está muy cercano y el Rey dijo…
Usagi suspiró audiblemente para interrumpir a Mamoru. Casi había olvidado lo que iba a pedirle después de ser sorprendida por la idea de casarse.
Aquello le emocionaba, pero tenía que ser sincera con él y con ella misma.
—Bueno, de hecho de eso quería hablarte, uhm —empezó nerviosamente a tartamudear, sentía que el coraje iba abandonando sus venas. —Me encanta la idea de casarnos y obviamente tener a Chibiusa pero… creo que tienes razón en el hecho de que tal vez sería mejor esperar un poco.
—¿Para casarnos?
—Oh, bueno, más bien para tener a Chibiusa.
Mamoru la miró como tratando de decir algo pero ninguna palabra salía de su boca. Usagi decidió continuar mientras aún podía:
—Se lo que se nos dijo sobre el futuro pero… no sé, las cosas parecen estar en paz, no veo alguna razón por la que pronto tengamos que fundar Tokyo de Cristal y bueno, no he terminado con la escuela y aún hay cosas que me gustaría hacer antes de ser madre. Creo que el universo nos está dando ese tiempo extra y deberíamos aprovecharlo, ¿No crees?
—Yo… —Mamoru jamás había tartamudeado en su vida. —¿Y si dañamos el futuro?
—No creo que eso suceda Mamo, tu quieres estar conmigo y yo contigo. ¿No es eso suficiente para asegurar el futuro?
Mamoru no estaba seguro de la respuesta a esa pregunta y estaba ahora aterrado de perder todo aquello que tanto anhelaba.
