La selva amazónica, conocida como el pulmón del planeta, aquel basto conjunto de vegetación que alberga a una gran cantidad de fauna silvestre y exótica, incluyendo especies que, lamentablemente están en peligro de extinción.
Una de esas especies, es una de las más populares, nada más y nada menos, que los Guacamayos Spix, o Guacamayos azules, los cuales, debido a los pocos ejemplares en libertad que había en el mundo, muchos de ellos se refugiaron en las zonas ocultas de la selva, formando una comunidad donde podrían sentirse seguros.
Aunque muy de vez en cuando, uno que otro integrante de esta tribu solía salir de los límites para explorar la zona, este es el caso de un grupo de 3 Guacamayos que andaban volando por ahí, dos Spix y una Jacinto, quienes al llegar a una zona rocosa sin mucha vegetación, terminaron aterrizando ahí con cuidado.
—Ok Bia, ¿para que nos trajiste acá?— pregunto uno de los Spix, este era un macho de plumas azul oscuro, teniendo unas partes de su cabeza, cola y alas teñidas de negro, además de que sus ojos eran azules celeste.
—Ya se los dije, encontré algo que deben ver— decía la otra, esta era una hembra de plumas claras y ojos marrones, está llevaba consigo una cangurera, cosa que usaba para guardar unas cosas, sacando de ahí una libreta pequeña, abriéndola y viendo un pequeño dibujo que ella misma hizo, siendo el de un par de flores púrpuras, así como un poco de texto describiendo como eran más allá del color.
—¿No te parece que estamos, algo lejos de la tribu?— pregunto la Jacinto que los acompañaba, teniendo plumas azul oscuras combinadas con unas marcas amarillas, sumado con unos bellos ojos azul celeste.
—si, Paula, lo se, pero tienen que creerme cuando les digo que esto es importante— respondió Bia caminando por el lugar, al cabo de unos segundos se acercó a una cueva que había ahí cerca, ella fue la única que entró al principio, dejando a los otros dos afuera, pero enseguida ellos entraron también.
—Ok, este lugar da algo de miedo si te soy honesto— respondió el chico caminado por el lugar, manteniéndose cerca de Bia, y teniendo a la otra hembra abrazada a su ala.
—No te preocupes, Gerardo, de igual forma, parece que ya llegamos— respondió Bia deteniéndose a mitad del camino, seguido de eso abrió su cangurera y saco una linterna de ahí, alumbrando directamente a unas flores que se encontraban en el fondo, plantadas en algo de tierra y alimentadas con la humedad del lugar. —Llegamos, eso eso lo que les quería enseñar~—
—¿Ah?— Paula se asoma, solo viendo las flores moradas de ahí. —¿Enserio? ¿Nos trajiste hasta acá solo por unas flores?—
—No son unas flores normales, investigue y no se encuentran en mi libro de botánica, así que, yo misma me estoy encargando de estudiarla, creo... que es una especie nueva— dijo Bia acercándose a ellas, de la cangurera saco un par de hojas de árbol, las cuales uso para hacer una pequeña maceta, la lleno de tierra del lugar y por último, procedió a sacar las flores de ahí, teniendo mucho cuidado de no romper sus raíces, y así lograr moverlas con cuidado a su maceta improvisada.
—¿Y que harás con ellas? ¿Se las darás a tu Mamá por su cumpleaños o que?— Pregunto Paula solo inclinando la cabeza.
—Pues son plantas que nunca en mi vida había visto antes, no se si son plantas normales, venenosas o tienen propiedades curativas, así que como Bióloga, es mi deber estudiar la planta y averiguar que uso le puedo dar— Decía Bia con cierto orgullo, mostrando las flores que había adquirido.
—Si tú lo dices— respondió Gerardo de forma cortante. —Por ahora, será mejor irnos, parece que se hace de noche—
—Si, sería lo mejor— respondió Bia saliendo de la cueva, llevando aún su planta en alas, solo la coloco con cuidado en el suelo, para así tomarla con las garras y empezar a volar con ella sin ningún inconveniente, esto mientras Gerardo y Paula empezaron a volar también, yendo con Bia de regreso a la tribu de los Spix...
