Estaba todo controlado. O al menos eso creía Sirius. Bellatrix no tenía su nivel, nunca lo había tenido, y no estaba temiendo ni por un instante en su vida.
De reojo vio que había llegado Dumbledore y que los demás habían dejado sus duelos, pero él no. Ya no era sólo una cuestión de pertenecer a la orden o de proteger a Harry, era algo más profundo... Un asunto pendiente entre parientes.
Se agachó para esquivar una ráfaga de luz roja que acababa de salir de la varita de Bellatrix. Se rió. Eso era como un juego de niños. Casi aburrido.
- ¡Pensaba que sabías más! – dijo Sirius consciente de que ese comentario enfurecería a su prima. Su voz resonó por la sala como si estuvieran en una cueva.
Al instante se arrepintió de sus palabras. El siguiente ataque de Bellatrix le acertó justo en medio del pecho. Pero Sirius no borró su sonrisa, no le daría ese gusto. No le demostraría que tenía miedo, ni a ella ni a la muerte.
Entonces todo pareció suceder a cámara lenta. Sintió que caía hacia atrás. Todo el Departamento de Misterios daba vueltas a su alrededor. Vio a Harry acercándose y a Dumbledore que también se acercaba. Al ver la cara del viejo mago deformada por el miedo él mismo se asustó. No tenía ni idea de que el hechizo de Bellatrix fuera tan grave.
Vio que caía detrás de la cortina vieja que colgaba del arco de piedra. Cerró los ojos esperando el golpe de su espalda contra el duro suelo de losas de piedra. Pero ese golpe nunca llegó. Continuó cayendo y cayendo durante lo que le pareció una eternidad en un estado de semi-inconsciencia.
Oía voces a lo lejos.
- ¡Sirius! ¡Sirius! – era la voz de Harry que lo llamaba. Intentaba contestar, pero las palabras no le salían.
- No vayas Harry... – era Remus esa vez quien hablaba
- ¡Vamos a buscarlo! ¡Vamos a sacarlo! ¡Sólo a caído del otro lado! – gritaba Harry
- No hay nada que hacer, Harry...
- Aún lo podemos sacar... – insistió Harry
- No se puede hacer nada Harry. Se ha ido.
Sirius quería gritar. Quería decirles que aún estaba allí, que aún les oía, pero que estaba cayendo por lo que parecía ser un pozo sin fondo; pero no podía articular sonido alguno.
- ¡No puede haberse ido! – aún oyó a Harry - ¡Sirius! ¡Sirius!
- No puede volver Harry – insistió Remus una vez más – No puede volver porque ha m...
- ¡No está muerto! – continuó gritando Harry - ¡Sirius!
"¿Muerto? ¿Pero que diablos dice Remus?" pensó. No estaba muerto, sólo se estaba deslizando por un agujero oscuro muy largo. Pero cada vez le pesaban más los párpados y las voces se oían más débiles. No quería continuar cayendo. Extendió los brazos, pero a su alrededor no había paredes a las cuales sujetarse.
Finalmente todo se volvió negro y ya no escuchó nada más.
* * *
Sirius abrió los ojos con dificultad. Lo primero que vio fue un cielo azul radiante, recortado sólo por algunas nubes blancas. El sol brillaba con todo su esplendor, calentándole la piel. Los gritos de Harry aún le resonaban en los oídos.
Se incorporó poco a poco con dificultad y miró a su alrededor. Todo eran prados verdes salpicados por una infinidad de flores multicolor. No parecía haber nadie en muchas millas a la redonda.
Se rascó la cabeza intentando comprender que era lo que había pasado. Tal vez... Tal vez el agujero lo había llevado a alguna otra parte de Inglaterra...
Ese pensamiento le animó. En todo caso sólo tenía que encontrar el camino de vuelta a Londres. Iría a buscar a Harry y le daría una sorpresa. Y también se la daría a Remus, quien ya lo creía muerto. "Tener amigos para que a la primera te crean muerto...." pensó con sarcasmo. Se imaginó la cara de sorpresa que solía poner Remus cuando ocurría algo inesperado y se rió por lo bajo. Se levantó y se desperezó. El sol que le calentaba el cuerpo era sumamente agradable. Ya casi ni pensaba en Bellatrix; seguramente Dumbledore le había dado su merecido. Era más, estaba tan seguro que las cosas habían acabado bien allí en el Departamento de Misterios que ni tan siquiera se preocupó. Sólo tenía que encontrar el camino de vuelta a Londres y todo se solucionaría.
Empezó a caminar. No podía evitarlo, hacía mucho que no paseaba sin preocupaciones por algún sitio, bajo el sol o entre los árboles. Había estado encerrado demasiado tiempo en la casa de Grimmauld Place y ahora apreciaba más que nunca el poder pasear al aire libre. Y lo mejor es que ni veía la necesidad de transformarse en Hocico.
No había caminado mucho cuando vio a unos niños de cabellos rizados que jugaban a pelota. Se detuvo unos instantes sopesando si debía acercarse o no... ¿Y si le reconocían y avisaban la policía de inmediato? Luego a parte de encontrar de vuelta el camino a Londres también debería preocuparse de esconderse de la policía muggle y del Ministerio de Magia.
Pero antes que pudiera decidirse del todo la pelota se les escapó a los niños y fue rodando hasta los pies de Sirius. Se agachó y cogió el balón para devolverlo a uno de los niños que se acercaba corriendo.
- Gracias señor – dijo la niña que se había acercado
Sirius la observó con curiosidad. Era mucho más pequeña que la mayoría de niños de su edad, aunque lo que más le sorprendió fue que sus pies descalzos estaban cubiertos por pelo tan rizado como el de su cabeza. En verdad era curioso...
- Perdona chica... – dijo con indecisión - ¿Sabes si estamos muy lejos de Londres?
- ¿Londres? No me suena este lugar. – dijo la niña encogiéndose de hombros
Sirius dejó escapar un suspiro... Eso debía querer decir que estaba bastante lejos.
- Entonces... ¿Podrías decirme donde estamos? Es que estoy un poco perdido
- Estamos en las afueras de Hobbiton señor. La Gente Grande que pasa por aquí siempre se dirige hacía el sur. – explicó la niña mientras hacía botar el balón contra el suelo de verde hierba.
¿Hobbiton? ¿Gente Grande? Obviamente esa niña le estaba tomando el pelo. O quizá había ido a otro continente... Donde la gente era más baja que el resto y a los extranjeros les llamaban "Gente Grande". Sirius suspiro de nuevo; hacía demasiado que no hojeaba ningún libro de geografía...
- Ya bueno... Gracias – dijo alejándose unos pasos. Definitivamente debía buscar algún adulto.
Sirius estuvo tentado de utilizar la magia. Podía aparecerse en cualquier otro sitio, pero... ¿y si las cosas con Voldemort no habían acabado bien? Quizá le localizarían si la utilizaba... Ahora que le creían muerto tal vez sería bueno aprovechar el factor sorpresa. Aunque para más tranquilidad palpó su varita por encima de su ropa, sólo para asegurarse que seguía allí. En un sitio extraño nunca se sabía lo que le podía pasar.
- "Me estoy volviendo un paranoico" – pensó para si mismo
Decidió caminar un trecho más, hasta llegar a alguna parte donde pudiera encontrar alguien con unas nociones geográficas más buenas que esa niñita.
- ¡Señor! – oyó una vez más a la niña - ¡Por ahí es el camino a Hobbiton! ¡Los pueblos de la Gente Grande quedan justo por el otro lado!
Sirius se detuvo justo en medio del camino... ¿Los pueblos de la Gente Grande? Quizá eso era una indicación inconsciente hacía Londres donde todos eran como él, y distintos a estos pequeños de pelo rizado en cabeza y pies.
Giró en redondo dispuesto a desandar el camino andado : - Oh.. Muchas gracias. – Le dedicó una sonrisa a la niña y al pasar le revolvió el pelo en un gesto cariñoso. Aunque no lo supera esa niña le había ayudado mucho.
Y con lo que él creía que era la perspectiva de llegar pronto a Londres siguió su camino silbando una canción que había aprendido hacía tanto tiempo que ya había olvidado quien se la había enseñado.
* * *
El sol quemaba. Ya debía ser mediodía y el estómago le empezaba a rugir de hambre. No tenía monedas del mundo muggle, y aunque hubiesen aceptado los galeones, no tenía ni uno, salvo un par de knuts, que mucho temía no le servirían ni para una barra de pan. Quizá si que debería arriesgarse con un poco de magia... Prefería correr el peligro de ser descubierto antes que morir de hambre.
Aunque antes de que se decidiera en hacer algo, oyó el sonido de los cascos de un caballo que subía por el camino. Pronto lo divisó; era un pequeño poney castaño que tiraba de una carreta que a Sirius le pareció casi de juguete, en la que iba montado un hombrecito de escasa estatura, con el mismo pelo rizado que había visto en los niños hacía un rato.
- Buenos días señor – saludó Sirius cuando la carreta llegó a su altura
- ¡Y tan buenos! – dijo con una sonrisa el hombrecillo
- ¿Me podría indicar en que dirección queda Londres por favor? – preguntó por segunda vez en un día
- ¿Londres? No lo he oído nombrar en mi vida mi buen señor
- ¿Inglaterra? – dijo Sirius con un deje de desesperación en la voz
- Me temo que no conozco esas tierras. Mis conocimientos se limitan a la Comarca y sus cuadernas.
¿Comarca? Sirius se empezó a preocupar de veras. ¿Dónde diablos había ido a parar?
- Sin duda son tierras lejanas las que usted busca – continuó el hombrecillo – Yo no le puedo ayudar, pero hace tiempo cuatro hobbits se marcharon a la aventura. Cuentan las historias que llegaron muy lejos, incluso a la tierra negra donde moraba el señor oscuro que fue derrotado. Quizá ellos podrían ayudarle
A cada palabra del pequeño hombre Sirius estaba más sorprendido. Llegó a pensar que tal vez todo era un sueño, ya que lo que había dicho ese hombrecito le parecía sumamente fantasioso : tierras negras donde moraba un señor oscuro. Una raza extraña o lo que fuera a la que había llamado hobbits... Pero sin embargo dudó; ¿tanta imaginación tenia? Sirius se negó esos pensamientos para si mismo. No podía ser que todo eso se lo estuviera imaginando.
- Suba. Le llevar
Sirius subió a la carreta lentamente, temiendo que no pudiera soportar su peso, o quizá que el poney no pudiera arrastrarla. Era tan pequeña que le sobraban piernas por todas partes.
- Soy Milo Madriguera, por cierto.
Sirius tuvo que contenerse la risa, ante lo que le pareció el nombre más ridículo que jamás hubiese escuchado; aunque se reprimió y encajó la mano que Milo le tendía al tiempo que se presentaba él mismo : - Sirius Black
- Curioso nombre... – murmuró el hombrecito. A Sirius le pareció irónico que hiciera ese comentario, pues el nombre del propietario de la carreta no era precisamente lo que se podría calificar de lo más normal.
- ¿Pero que son exactamente los hobbits? – con aquella pregunta bastaría para empezar
- ¡Mal rayo me parta! – exclamó Milo – Creía que desde la aventura del señor Bolsón y sus amigos las gentes del ancho mundo habían oído todos a hablar de nosotros
- Perdón...No dudo que usted esté en lo cierto y aquí todos sepan de la existencia de los hobbits, sean lo que sean, pero en estos momento me siento un poco... fuera de lugar – dijo Sirius
Milo Madriguera observó por unos instantes a su acompañante.
- Hobbit soy yo y todos mis semejantes. Y usted se encuentra en la Comarca donde vivimos todos o casi todos – explicó al final
Sirius observó con detenimiento al que se hacía llamar hobbit a su lado. Era en realidad curioso. No recordaba que en Hogwarts les hubieran hablado de esas criaturas... O tal vez lo hicieron y él no estaba atendiendo... O simplemente se había olvidado. Ese pensamiento le tranquilizó en parte.
Una vez más Sirius volvió al punto de partida. Se sintió un poco tonto yendo y viniendo todo el rato por el mismo camino. Se alegró que los niños de hacía un rato ya no estuvieran jugando a pelota, porqué seguramente le hubieran mirado un poco raro.
Entraron en un pequeño pueblo donde todo parecía echo a la medida de los que allí vivían. Todo parecía de juguete, casa de muñecas. Aunque en los huertos y por las calles todo estaba lleno de pequeños hobbits de pelo rizado y grandes pies descalzos cubiertos de pelo.
Las casas habían sido sustituidas por pequeños agujeros en las colinas. Se detuvieron frente a uno especialmente grande; fuera del cual jugaban cinco pequeños hobbits.
- Aquí vive uno de los cuatro hobbits de los que le hablé antes. El señor Gamyi es nuestro actual alcalde también. Entraré yo primero y le explicaré la situación.
Vio a Milo Madriguera adentrarse en esa especie de agujero. Mientras, Sirius, bajó de la carreta y se desperezó un poco. Aunque no se tuvo que esperar demasiado, pues casi de inmediato el hobbit salió de la curiosa casita acompañado de otro muy semejante a él. Tras despedirse, subió a su carreta y continuó tranquilamente su camino.
- Señor Black, soy Samsagaz Gamyi. Milo me ha contado que busca el camino de regreso a casa. Estaría encantado de poder ayudarle.
- Así es – asintió Sirius – Quiero volver a Londres, pero por lo que parece nadie sabe indicarme el camino
- Y me temo que yo no seré una excepción, si usted me entiende – dijo Sam – He viajado por tierras de hombres, enanos y elfos, y hasta el mismísimo Mordor; más ningún nombre se asemeja al del lugar que está usted buscando.
¿Elfos? La palabra resonó en los oídos de Sirius como música celestial. Los elfos domésticos seguramente le sabrían indicar el camino hacía, al menos, Hogwarts.
- Entonces con que me indique donde puedo encontrar a algún elfo me conformo - dijo
- Esto va a ser un poco difícil. La mayoría han partido ya al oeste, más allá de las aguas – le explicó Sam
Sirius miró al hobbit sin comprender. ¿Qué los elfos se habían ido a donde?
- Estamos hablando de elfos domésticos ¿cierto? – preguntó el hombre, a cada instante más nervioso
- ¿Elfos domésticos? ¡Oh no! Yo le hablo de los elfos, las criaturas más bellas y magnificas que jamás han pisado la Tierra Media.
- ¿Tierra Media? – se oyó claramente un deje de miedo en la voz de Sirius. ¿Y si estuviera en otro mundo? El profesor de futurología que tuvieron siempre creyó firmemente en la existencia de otros mundos, pero él y el resto de alumnos siempre lo tomaron por loco.
- Este no es mi mundo... – murmuró Sirius casi sin voz
Sam lo miró en silencio por algunos instantes.
- Seguramente encontraría a alguien más apropiado para ayudarlo, pero todos partieron ya; el señor Bilbo, la dama Galadriel o Gandalf.
- ¿Dónde partieron? ¡Si pueden ayudarme debo hablar con ellos! Necesito volver a mi mundo...
Sirius pensó en Harry; se sentiría muy solo. O tal vez furioso, capaz de hacer cualquier locura... Primero sus padres... Y ahora él. Se suponía que era su padrino, y debía cuidarle, ¿y que hacía? Le abandonaba; le dejaba sólo.
Se desplomó al suelo y hundió la cabeza entre las manos. Había sido un mal padrino. Indigno de la confianza que James había depositado en él.
Pero en ese momento se dio cuenta. Le pareció tan ridículo no haber pensado en la posibilidad antes que hasta se rió por lo bajo. Podía hacer magia. Si no estaba en su mundo no había peligro. Podía aparecerse sin miedo.
Aferró fuertemente la varita con una mano, pero sin sacarla de su bolsillo. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas volver a Londres. El cosquilleo que se experimentaba cada vez que se aparecía empezó en la punta de los pies, y el alivio lo recorrió de arriba abajo. Notó la mirada curiosa de Sam sobre él, pero no le importó. Continuó con lo suyo... Cuando de pronto el cosquilleo desapareció. Abrió los ojos seguro que ya se habría aparecido en Londres, pero sólo vio a Sam que seguía mirándolo perplejo.
- ¿Qué hace? – preguntó el hobbit
- El payaso – gruñó Sirius dándole una patada a una piedra. Genial, seguramente no se podía aparecer de un mundo a otro... O tal vez ni podía hacer magia en ese. Para comprobarlo simplemente sacó su varita y dijo "Lumos" pero esta ni siquiera se encendió.
- Perfecto, perdido y sin magia... – dijo entre dientes...
- Aunque a lo mejor podamos arreglarlo
Sirius levantó la cabeza para mirar al hobbit que acababa de hablar : - ¿Cómo?
- Al otro lado del mar sólo pueden partir los elfos o aquellos que tienen un permiso especial. Usted no lo tiene, pero tal vez podamos conseguirlo. Mi amigo Aragorn, el rey Elessar está casado con la dama Arwen. Si le explicamos el caso lo entenderá sin duda y tal vez pueda ayudarle.
- Vayamos a verlo – dijo Sirius decidido
- Vive realmente muy lejos de aquí... – dijo el hobbit dubitativo
- Usted sólo indíqueme donde tengo que ir y yo me las arreglar
- ¡Oh no! No podría dejarlo ir sólo por los caminos de esta tierra completamente extraña para usted. Aunque yo tenga mis obligaciones aquí, tal vez encuentre a alguien que le pueda acompañar. De momento esta noche usted se quedará en mi casa. Mi Rosita acaba de hacer la cena
Sam le indicó a Sirius que le siguiera hacía el interior de su casa, el cual tuvo que agachar un poco la cabeza para poder entrar.
En seguida vio que el lugar era acogedor, a pesar de ser pequeño. Se instaló en una larga mesa alrededor de la cual habían nada menos que diez niñitos hobbits sentados; y una mujer hobbit, que sorprendentemente lucía embarazada de nuevo, disponía una abundante cena.
Sirius calificó esa cena de magnífica, y no sólo porqué se sentía muy hambriento, sino porqué todos y cada uno de los platos que había probado habían resultado ser una delicia.
Tras charlar un rato junto al fuego con Sam y su esposa Rosita se sintió cansado como pocas veces; habían sido demasiadas cosas para un solo día. Su anfitrión le indicó su dormitorio : el más grande que habían podido habilitar.
Esa noche durmió tranquilo, con la promesa que al día siguiente encontrarían a algún hobbit que quisiera acompañarlo a un lugar llamado Minas Tirith, donde vivía aquel que según Sam le podía ayudar.
* * *
En ese mismo momento, en el tan añorado Londres de Sirius, en una casa de Grimmauld Place, los miembros de la orden del Fénix debatían un serio asunto.
- ¡Pues claro que le dije que Sirius estaba muerto al chico! – exclamó Remus -
- Pero él no está muerto, no le deberías haber mentido a Harry – replicó Tonks, que en ese momento lucía una sobria melena morena.
- No, no está muerto. Peor – replicó Severus formando una mueca burlona. Lupin le dirigió una mala mirada.
- ¿Han sido avisados todos de mantener la historia de que Sirius está muerto? – preguntó Dumbledore
- Si, aunque aún no entiendo porqué tenemos que mentir al chico – interrumpió Molly
- Conociendo a Harry – dijo Dumbledore tranquilamente – Si supiera que lo único que le ha pasado a Sirius es que ha caído en otro mundo haría todo lo que estuviera en sus manos para salvarlo, aún cuando tuviera que hacer algo verdaderamente temerario...
Remus bajó la vista. Era duro también para él, al fin y al cabo Sirius era el único amigo que le quedaba de sus magníficos años en Hogwarts...
- ¿Qué tal Alastor? ¿Que has encontrado en los libros? – preguntó Dumbledore otra vez
- Nadie que se aventurase a otros mundos ha vuelto, Albus. Ya que se necesitan dos grandes poderes mágicos que unan los dos mundos para que un tercero pueda pasar del uno al otro. – explicó el viejo mago, con voz ronca, al tiempo que su ojo giraba como un loco, observando cada uno de los magos que estaban en la habitación
- Lo que me temía – murmuró Dumbledore al tiempo que se acariciaba su larga barba. – Pocas, muy pocas posibilidades...
- ¿Pocas? – dijo Severus – Yo diría que ninguna
- Nunca digas que no hay esperanza o posibilidad Severus – le reprendió McGonagall - ¿Tienes alguna idea Albus?
- Tengo algo en mente al menos... – dijo Dumbledore – Pero necesito pensarlo con tranquilidad. Tendremos una reunión aquí dentro de una semana. Hasta entonces no dejéis de vigilar a Harry. Temo mucho que pueda hacer alguna locura...
- Yo lo vigilaré – se ofreció casi de inmediato Lupin. De algún modo se sentía culpable de lo que había pasado.
- Yo te acompañaré – se ofreció Tonks
Remus miró a la chica que le sonreía, y no pudo más que devolverle la sonrisa. Una pequeña llama de esperanza se había encendido en su interior... Dumbledore tenía algo en mente para ayudar a Sirius... Deseó con todas sus fuerzas que todo saliera bien... Por Harry, y también para él mismo, pues había perdido a su mejor amigo.
* * *
Bueno, pues aquí llego con un fic de Harry Potter. Hacía tiempo que quería hacer un fic algo largo de Sirius, mi personaje preferido. Y cuando leí la injusta "muerte" de Sirius en el quinto libro se me ocurrió esto, pq me niego a creer que mi Siri sta muerto... Y claro, como LOTR continua siendo mi pasión, y ya hacía tiempo que tenía ganas de hacer un crossover... En fin, ya me diréis que os ha parecido ¿eh? ¡¡Espero los reviews!! Por favooor
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