Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de los creadores del juego del Bardurs Gate.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes de Anomen y Haer'Dalis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Aclaración: Se perfectamente que los personajes de esta historia nunca actuarian así en el juego, están fuera de carácter para que cuadre con mi argumento. Me he sacado esta historia, y las situaciones que tienen lugar, de la manga.
Capítulo2. De guerreros y sanadores.
- Ay... Ay... ¡AY!
- ¿Quieres dejar de quejarte?
Anomen bufó con impaciencia mientras intentaba en vano que Haer'Dalis dejara de dar botes mientras le cosía la profunda herida del hombro.
Los vampiros eran terribles enemigos. Desde que se habían visto obligados a trabajar para la cofradía de ladrones, cosa que le disgustaba profundamente, se habían ganado la enemistad de los no-muertos, y era ya habitual que les atacasen si viajaban de noche por las caller de Athkatla.
- Mi cuervo, por favor, mi piel no es cuero, ¿sabías?
Anomen pasó la aguja nuevamente, esta vez con cierta brusquedad, y Haer'Dalis volvió a quejarse sonoramente. El clerigo procuró calmarse y no volcar sobre el bardo mas dolor del inevitable. Aunque jamas lo admitiría, Haer'Dalis era un buen compañero, tras el incidente en su habitación, cuando había llorado en su regazo, el bardo no había vuelto a mencionar nada al respecto ni había dicho a nadie lo ocurrido.
Nunca nadie había hecho nada igual por él. Se sentía agradecido y había empezado a aceptar al caótico poeta como un compañero.
Aunque eso no disminuía sus discusiones, no podía evitar enfadarse con el desordenado modo de vida del tielfling. Pero ahora no se enervaba tanto. Sencillamente Haer'Dalis era como era. Aunque a veces se ponía nervioso en su presencia, cuando estaban solos.
- ¡AY!... ¿no podrías pedir una curación de emergencia al gran ojo ese?
- Es Helmo.- Gruñó Anomen.- Y no, no creo que me conceda un conjuro solo por tu capricho.
- ¿Capricho? ¡Casi me quedo manco combatiendo en nombre de la justicia! Creo que eso bien merece una trampita, venga, pideselo.
Suspiro. Anomen terminó de coser la herida y limpió la sangre seca con un paño. Para ser similar a un elfo, Haer'Dalis era sorprendentemente fuerte, con musculos duros y figura fibrosa, el cuerpo de un guerrero. Nadie lo diría a simple vista, pero el bardo era un espadachín brillante, un bailarín avezado en el arte de combatir con dos espadas.
Anomen se sorprendía a si mismo cuando se quedaba mirando su modo de combatir. El propio estilo de lucha era mas duro, brutal, usando maza y espada no había lugar para usar la elegancia de la que hacía gala el tielfling, que ni siquiera usaba armadura pesada.
- La culpa es tuya por haber insistido tanto en que te lanzara una curación mayor tras el combate anterior.
- Estaba herido, ¿cómo iba yo a pasearme por escenarios si me quedasen cicatrices?
Oh si. La vanidad de Haer'Dalis hacía que estuviese constantemente pidiendo curaciones divinas para que las heridas cerrasen sin dejar marcas. Con demasiada frecuencia Anomen se encontraba lanzando ese tipo de sanaciones sobre el tielfling, sobre todo porque la otra experta en magia clerical, Aerie, dedicaba toda su atención al lider del grupo.
- Un par de cicatrices no hacen daño a nadie.
- En eso tienes razón, la de tu frente, por ejemplo, te da un gran atractivo.
Anomen se alegró de que Haer'Dalis estuviese sentado de espaldas a él, pues sintió con horror que se ruborizaba por el cumplido. Por desgracia el bardo se giró en el taburete con una amplia sonrisa.
Haer'Dalis disfrutó de la visión del rostro ruborizado de Anomen. El rubor se extendía por las mejillas dejándolas como fresas, tenía gracia que alguien tan profundamente varonil tuviese reacciones tan típicas de una doncella.
Desde el suceso en la habitación de Anomen, Haer'Dalis había tomado la decisión de probar suerte y tratar de seducirle. Además le resultaba realmente divertido provocar la ira contenida de Keldorn, el paladín no dejaba de dirigirle miradas asesinas cada vez que se acercaba a Anomen para pedirle curaciones innecesarias.
Estaban en una casa abandonada, descansando unas horas mientras se recuperaban fuerzas por el combate y se atendían las heridas recibidas. Además, ahora que Aerie tenía un incipiente romance con el engendro de Bhaal, era mas facil recibir la atención medica de Anomen. Estaban solos en la antigua sala de estar...
- Te queda muy bien.
La mirada de Haer'Dalis era intensa, sus ojos eran mares de un verde tan oscuro que parecía negro. Anomen se revolvió algo incómodo por la fuerza de aquella mirada.
- Despúes deberías pedir a Aeris que revise tu herida, tiene mejores manos para...
- Pero prefiero tus manos, mi cuervo.
Anomen se preguntó si había oido bien, la voz de Haer'Dalis se había agravado como un ronroneo. El clerigo se sintió confundido y algo violento ante la extraña situación.
- Date la vuelta, tengo que vendar la herida.
- Puedes hacerlo así.- Replicó Haer'Dalis, y alzó los brazos para que Anomen pasase la venda por su torso a fin de poder vendar el hombro.
La expresión del clerigo se acercaba al pánico y Haer'Dalis tuvo que esforzarse para no hacer demasiado amplia su maliciosa sonrisa. Anomen tragó saliva y se acercó para vendarle, manteniento entre ellos tanta distancia como le permitían sus brazos, sin poder evitar estar a pocos centimetros de él, con el rostro encendido a un lado del suyo.
- Buen guerrero, excelente sanador... ¿qué mas sabes hacer, Anomen?
Pudo sentir el temblor de las manos de Anomen y ver como se le ponía la piel de gallina por el estremecimiento de sentir el aliento de su voz cerca del oido. Haer'Dalis se contuvo no obstante de ir mas lejos. En la situación actual Anomen saldría corriendo si se atrevía a tocarle.
Cuando terminó de vendarle, Anomen se separó no sin cierto alivio y fuerte rubor. Se sentía confuso por la tensión que le había sobrevenido solo por vendar a Haer'Dalis. Había hecho eso cientos de veces durante y tras las practicas de sanación que había recibido en el templo de Helmo. Además la pregunta del bardo había sido normal, no tenía porque pensar que había sonado... indecente.
- Ya está. Mañana podré volver a tener conjuros y te daré una curación menor en el hombro.
- No sabes lo mucho que agracezco tus atenciones.
Solo era un agradecimiento, ¿por qué sonaba de un modo tan extraño en boca de Haer'Dalis? Anomen se levantó y comenzó a ponerse la armadura, se sentía desnudo sin ella, sobre todo bajo la mirada del bardo. Desde que había confesado su dolor con el tielfling este había empezado a mirarle de un modo extraño, no era compasión, sino algo que no acertaba a identificar.
Cuando Keldorn entró en la sala se sintió profundamente aliviado por su presencia. Aunque le parecía una debilidad, se sentía seguro en presencia del paladín. Keldorn era un paladín, uno de los caballeros andantes que tanto habían inspirado a Anomen cuando aun era un aprendiz del templo de Helmo, por desgracia había sido demasiado mayor para entrar al servicio de un paladín como escudero. No podía evitar ser cortante con Keldorn pues en ocasiones resentía la fortuna de este por ser lo que él deseaba ser.
Como le admiraba. Keldorn tenía todas las virtudes del paladín, cuando combatía se notaba su experiencia y su capacidad de liderazgo. Anomen vivía para ver en sus ojos reconocimiento.
- Anomen, hay alguien que quiere verte.
Anomen se sintió extrañado, pero la sonrisa de Keldorn le produjo un cosquilleo de expectación y curiosidad. Salió a la calle impaciente.
Keldorn sonrió orgulloso, sabía quien era la visita de Anomen, un mensajero del Muy Radiante Corazón. Había llegado el momento de la prueba del clérigo para formar parte de la selecta y orgullosa Orden.
- Pareces contento, caballero andante.
- Lo estoy.- Keldorn miró duramente al bardo, que se ponía la camisa.
Haer'Dalis no solo no había abandonado sus pretensiones sino que había aumentado sus tretas. Acudía a Anomen para tratar cada rasguño que recibía y tenía el descaro de guiñar un ojo a Keldorn cada vez que le fulminaba con la mirada.
- Jaheira también tiene conjuros druidicos de curación, ¿sabias?
- Por supuesto que lo sé, pero Jaheira no es tan atractiva como el monumento que acaba de salir de aquí.
No disimulaba lo mas mínimo. Keldorn sabía que el tielfling disfrutaba restregándole su inclinación por Anomen, sin duda su herencia diabólica le llevaba a disfrutar de aquella diablura. A veces Keldorn se sorprendía de que Haer'Dalis no revelara maldad cuando el paladín detectaba el mal.
Anomen volvió a la casa, tenía los ojos brillantes y un nerviosismo evidente que trataba de disimular inutilmente.
- ¿Y bien?.- Preguntó Keldorn, aunque sabía de que se trataba.
- Es la prueba para entrar en la Orden.
La voz de Anomen trataba de ser contenida pero hablaba a gritos de la emoción que le embargaba, Haer'Dalis sonrió al pensar en el pesimo mentiroso que sería Anomen de tener que mentir algún día.
- ¡Eso es magnífico, mi cuervo! ¡Vamos a decirselo a los demas!
Haer'Dalis abrazó a Anomen, que se quedó de piedra ante la efusiva reacción y apenas si pudo reaccionar mientras el bardo le sacaba a la calle llevándole del brazo.
Keldorn suspiró, parecía que el tielfling estaba dispuesto a sacarle de sus casillas. No quería entrometerse demasiado, despues de todo Anomen era joven pero adulto, no tenía derecho a entrometerse en su vida.
Pero Haer'Dalis, era la clase de hombre que juega con las cosas porque le apetece y cuando pierde el interes las aparta a un lado, no por maldad, sino por no ser consciente de que hace daño. Si solo estaba jugando con Anomen...
