Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de los creadores del juego del Bardurs Gate.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes de Anomen y Haer'Dalis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Aclaración: Se perfectamente que los personajes de esta historia nunca actuarian así en el juego, están fuera de carácter para que cuadre con mi argumento. Me he sacado esta historia, y las situaciones que tienen lugar, de la manga.
Capítulo3. De pruebas y recompensas.
- Puedes hacerlo, deja de torturar tu armadura.
Anomen se percató de que llevaba horas frotando la misma junta de hombrera y pasó a la siguiente con prontitud. Después miró a Haer'Dalis que tenía una insultante sonrisa.
- No estoy preocupado.- Gruñó.
- Por supuesto cuervo, yo no he dicho nada al respecto, quizá un poco nervioso.
- No estoy nervioso. Me he preparado para este momento toda mi vida, sé que seré aceptado.
Aquella costumbre de Anomen de hablar en voz alta para los demas cuando en realidad recitaba para si mismo era molesta pero graciosa cuando te dabas cuenta de que lo que intentaba constantemente era convencerse a si mismo de lo que decía. Haer'Dalis sonrió y vió que Anomen volvía a entretenerse demasiado frotando la hombrera mas de lo necesario.
Keldorn y Jaheira volvieron a la mesa con las bebidas de los compañeros. El paladín pasó una cerveza a Anomen, aunque este no había pedido nada, sabía que Anomen estaba tan nervioso como él hacía casi veinte años.
- No veo porque te emociona tanto entrar en la Orden, en mi opinión es un error anclar tus opciones dentro de una organización.- Sentenció Jaheira.
- Si mal no recuerdo tú eres miembro de los Arpistas.- Replicó Keldorn.- Anomen, lo mejor sería que dejases la armadura y fueses a...
- No necesito más consejos, gracias.- Gruñó Anomen.
Keldorn se calló una acida replica y bebió de su jarra, Anomen siempre se comportaba así cada vez que intentaba aconsejarle o ayudarle. En un principio Keldorn se enojaba y ofendía, pero era inutil intentar aplacar la agresividad de Anomen cuando se trataba de temas relacionados con la Orden. Antes le había consternado aquella leve hostilidad, pero había acabado por aceptar la necesidad de Anomen de reafirmarse ante él, un veterano de la Orden en la que pretendía entrar.
- Solo iba a sugerirte que te relajaras.
- No necesito relajarme. Estoy perfectamente.
- Estas dejando la armadura tan brillante que vas a dejarme ciego.- Intervino Haer'Dalis con una risilla.
Anomen se levantó bruscamente, tirando la silla, y se marchó de la taberna hacia las habitaciones superiores dando zancadas con clara expresión de furia.
Jaheira suspiró y levantó la silla de Anomen.
- Bravo por el orgullo de los justicieros de la Orden.
- Jaheira, por favor.- Keldorn respetaba a la druida y sus ideas de equilibrio, pero a veces la semielfa hacía gala de una supuesta superioridad moral que era demasiado similar a los arrebatos justicieros de Anomen.
- Solo digo que no estoy de acuerdo con las ideas de tu Orden, lo digas como lo digas pretendeis imponer vuestras creencias a los demás.
- Queremos lo mejor, Jaheira, luchamos contra el mal.
- ¿Y que se supone que es el mal? ¿Qué me dices del mal que no es corporeo sino espiritual?
Haer'Dalis predijo una laarga discusión de moral en aquella mesa, el paladín y la arpista podían pasar horas dando diatrabas moralistas sin que ninguno de los dos cediera un apice el terreno. En el cabezal de la mesa el lider de la empresa hablaba con Aerie de su pasado en la biblioteca de Candelero, la joven le miraba embelesada.
Aerie era un encanto de joven, bonita e inocente, Haer'Dalis hubiese considerado la posibilidad de conquistarla de no ser por la mayor diversión que le prometía Anomen.
Hablando de lo cual se había presentado una oportunidad de visitar a Anomen y volver a hacer que se sonrojara. Quizá incluso podría sugerirle un método de liberar tensión.
- ¿A dónde vas? Quizá puedas darnos alguna opinión sobre el tema.
Keldorn, como no, parecía que el paladín se había tomado muy en serio su papel de perro guardián de Anomen.
- Mi sincera opinión es que cada cual debe hacer aquello que le dicta el corazón y respetar los deseos de los demás y su libertad para decidir.
- ¿Y si los deseos de alguien pudiesen ser perjudiciales para una segunda persona?
- Entonces esa segunda persona tendrá derecho a rechazar esos deseos.- Replicó el bardo.
Jaheira frunció el ceño, algo perdida por la conversación que mantenían Keldorn y Haer'Dalis, casi parecía algo personal.
- ¿Y si lo que dicta el corazón no es correcto?
- Mas vale hacer algo y luego arrepentirse que no hacerlo nunca y preguntarse siempre por lo que podría haber sido.
Keldorn frunció el ceño y se dispuso a replicar pero Haer'Dalis se puso en pie y marchó a paso ligero. El paladín se dispuso a detenerle al momento pero una mano firme le devolvió a su sitio. Jaheira le taladró con la mirada.
- ¿Puede saberse que diantres ocurre contigo y el tielfling?
Anomen estaba algo expectante. Bueno, quizá nervioso...
Cuando se dio cuenta de que llevaba un buen rato doblando la capa del revés aceptó que no estaba nervioso, estaba histérico.
No podía creerlo. Por fín, después de tantos años y esfuerzos, la última frontera. Una última prueba para entrar en la Orden. Para probar a todos que Anomen Derlyn era mucho mas de lo que habían pensado. Honrar los esfuerzos de su madre cuando esta había logrado que entrara en la iglesia de Helmo, honrar la memoria de su hermana, que siempre le había animado, y demostrar a su padre que no era nada de lo que le había llamado toda su vida.
Entrar en la Orden. Ser un caballero por derecho ganado con esfuerzo, estar al mismo nivel que Keldorn... Si lo conseguía, si alcanzaba su sueño todo habría valido la pena.
- Puedo hacerlo, puedo hacerlo...
Llamaron a la puerta y Anomen suspiró, si Keldorn le daba un solo consejo más estallaría, ya estaba suficientemente nervioso sin la ayuda del paladín.
Abrió la puerta y Haer'Dalis entró sin esperar invitación, como odiaba que hiciera eso.
- ¿Ocurre algo?
- Oh, venía a ver si habías conseguido subirte por las paredes.
- No tengo ganas de discutir tus tonterias, Haer'Dalis, di lo que tengas que decir y vete. Es tarde.
Haer'Dalis se sentó en la cama de Anomen y este maldijo entre dientes. El bardo parecía decidido a sacarle de sus casillas.
- En realidad solo quiero saber en que consiste la prueba, ¿tendrémos que ir vestidos de gala? ¿Habrá baile para celebrarlo? ¿Qué se llevan los que son admitidos en la Orden?
- ¿Cómo que qué se llevan?
- Hombre, algún premio habrá por todo ese rollazo de ceremonia, ¿no? Te darán un escudo, una bolsa de monedas, al menos unos bombones.
Anomen quería tirarse de los pelos, Haer'Dalis se burlaba de todo, incluso de lo sagrado.
- ¡Naturalemente que no hay premio! Es una cuestión de honor y de orgullo personal, es una recompensa espiritual.
- Vamos, vamos, no te enfades, mi cuervo.
- ¡Pero si te dedicas a provocarme!.- Exclamó Anomen.
- Bueno, bueno, ahora me voy. Mañana es tu gran día.
- Oh, gracias por darte cuenta.- Gruñó el clérigo.
Haer'Dalis se levantó y se acercó, de pronto Anomen se percato de que estaban frente a frente, demasiado cerca para su gusto.
- ¿Puedo desearte suerte?
- No la necesito.- Replicó algo incómodo.
- Pero yo quiero darte algo de suerte, es algo que yo tengo de forma natural, ¿no quieres un poco de buena suerte?
- Está bien, venga, deseame suerte.
En ese momento Haer'Dalis le abrazó y cubrió sus labios con los suyos. Pilló a Anomen tan desprevenido que este no pudo sino retroceder hasta dar con la pared, le estrechó contra esta y hizo el beso mas profundo, mas jugoso.
Se notaba que el bardo tenía practica besando, y Anomen escasa experiencia. Haer'Dalis exploró su boca con diligencia, dominando e invadiendo, lamiendo la tímida lengua de Anomen y chupando sus labios hasta dejarlos rojos como la grana.
Cuando finalmente dieron por terminado el beso, Anomen jadeaba como si hubiese combatido, mirando a Haer'Dalis con la mayor de las confusiones, si el bardo no le estuviese abrazando sin duda hubiese resbalado hasta el suelo pues le temblaban tanto las piernas que no podía sostenerse.
- Buena suerte.- Le susurró el tielfling al oido.
Anomen apenas si pudo tartamudear y Haer'Dalis salió de la habitación, dejándole totalmente anonadado. Casi había pasado media hora cuando por fín se movió, llevandose los dedos a los labios, que hormigueaban como si desearan volver a ser besados.
Haer'Dalis le había besado, le había besado con una pasión innegable... y le había gustado.
- Que Helmo me perdone...- Susurró.
