Hola a todos. Al fin llegué a la parte que me gusta escribir: el cachengue (?)
Pues nada, nos vemos abajo.
La mente del enigma
CAPITULO III:
Como un rito
Los murmullos alcanzaron una parte de su consciente, la luz se filtró atravesando las hendijas entre la puerta y la ventana del cuarto para darle el empujón final de lucidez.
Despertó observando el espacio vacío a su lado, se sentó y miró alrededor, recordó que la noche anterior había dormido en su habitación y no en la de su prometido. Respiró concienzudamente y se desperezó revolcándose sobre la cama una vez más para poder estirarse a su antojo.
Las voces se hicieron presentes nuevamente, ahora podía distinguir que venían del jardín y se escuchaba con claridad la de Horokeu y Manta.
Al parecer tenían visitas. Nada que la hiciera ponerse de tan buen humor como levantarse y tener gente ruidosa en su casa desde temprano y sin previo aviso. Exhaló con un gruñido ahogado en la almohada.
Después de darse una ducha rápida y vestirse se dirigió al comedor. Al llegar encontró a Ren Tao sentado con una expresión tan consternada como la de ella minutos atrás.
—Buenos días.
Tardó unos segundos hasta notar que se trataba de la chica - Buenos días. - La saludó antes de verla desaparecer detrás del mostrador de la cocina.
— ¿Viniste en contra de tu voluntad?
Volvió a hablar ella, haciéndolo sobresaltar levemente. ¿En qué momento había regresado? Jamás oyó sus pasos.
— Dado que no estas afuera con los demás supongo que no querías venir. - Colocó una bandeja sobre la mesa con pan en rodajas, una tetera y una taza.
Él observó que efectivamente sólo había una. Nada disimulada, no quería a nadie más ahí. Rió secamente. —Tan obvio cómo que tú no querías recibir huéspedes. Increíblemente no has ido a echarlos.
—No iré a regañarlos esta vez. No soy su madre. —Advirtió ella sirviéndose café mientras Ren inspiraba el aroma que se desprendía con el vapor.
No es que realmente tomara café, sin embargo el aroma era tentador.
— Si quieres ve y busca otra taza. — Inquirió categóricamente advirtiendo su sensación.
Viniendo de ella eso debía tomarse como un acto hospitalario imposible de rechazar. Ren se levantó de su lugar en silencio, fue a la cocina y volvió con la taza colocándola sobre la mesa. Anna subió la vista. — ¿No esperaras que te sirva niño rico? Usa tus manos que para algo las tienes. — Comentó con displicencia.
Claro que no esperaba que justamente ella le sirviera, actúo por mera inercia, tenía demasiado incorporado los caprichos de una vida cómoda y abundante, monetariamente hablando, pues por el resto dejaba mucho que desear. — Una anfitriona fatal. — Comentó arqueando una ceja y esbozando una mueca mientras llenaba el cuenco.
—Con visitas así...— Decía pasando páginas de un libro ajado.
Ren volvió a extrañarse por segunda vez ¿En qué momento buscó el libro y se puso anteojos? No podía hacer la comparación con un fantasma porque estos eran más fáciles de detectar que la chica.
Desplazó la mirada buscando algo sobre la mesa.
—El azúcar está en la cocina. —Dijo sin levantar la vista.
— ¿Tomas café sin azúcar? —La pregunta salió inmediata.
—Me gusta el café fuerte y sin un grano de dulzura. — Explicó.
Él encaró una ceja. Debió suponerlo, su temperamento "manso" iba a la par de esa descripción.
Ren se dirigió por segunda vez a la cocina y al volver finalmente se sentó frente a ella, observando la encuadernación del libro que tenía entre las manos. Se veía cómo algo muy antiguo, los bordes se encontraban deshojados, llegaba a verse el color amarillento del papel y las grietas de las tapas.
—¿Qué lees?
—Busco ideas nuevas para torturar a Yoh hoy. - Una sonrisa maliciosa se le escapó de los labios.
—Se ve que lo disfrutas.
—Es mi divertimento.
—Yo creí que salías a caminar para divertirte. — Ella levantó los ojos sobre los anteojos clavándolos en los dorados de él.— La vez que Yoh nos contó lo de ese sujeto, te fuiste a caminar hecha una furia, y también el otro día cuando saliste del estadio. —Realizó una pausa mientras endulzaba su café. -No te culpo. Ha de ser tedioso tener que estar ahí sin necesitarlo.
—Lo es. —Aseguró. —Pero no salgo a caminar para divertirme, sino para relajarme. - Cerró el libro dejándolo sobre la mesa igual que las gafas de lectura.
—Otra opción muy buena para liberar la tensión es el ejercicio. — Probó el café confirmando que si estaba cargado, y sorprendiéndose de que le gustara, gracias al dulzor añadido claro.
—No es sólo una opción para nosotros. El estado físico es indispensable para un chamán. —Se llevó una rodaja de pan a la boca.
Ren inclinó la cabeza con una sonrisa tenue ante el descubrimiento. No tenía idea de que ella entrenara, no la había visto pero por supuesto que debía que hacerlo, era lógico, de lo contrario no podría entrenar tan bien a Yoh y los demás, sin mencionar que tenía bajo su control a dos demonios de categoría superior sin ser un esfuerzo. Obligadamente debía tener un cuerpo tan fuerte, cómo su espíritu.
—Supongo que sueles ejercitarte, ¿al aire libre quizás? —Ella asintió — ¿Has intentado con aparatos?
—No, pero no lo descarto — Reconoció. —Y tú podrías tratar de descargar tus frustraciones y enojos saliendo a la naturaleza, es una muy buena receptora. —Le sugirió puntillosamente y llevó taza a su boca.
—¿Es un consejo por experiencia?
—Siempre es por experiencia. — Admitió inclinando el rostro —Oh, cierto, olvide que no recibes consejos de ningún Asakura.
—Claramente no.—Apoyó la taza sobre la mesa con seguridad. — Tú no eres un Asakura. —Afirmó.
Le agradaba que Ren Tao fuera coherente y directo. Compartían similitudes: eran la cabeza fría del equipo, exigentes y tenían la capacidad de analizar a las personas y las situaciones con sólo observarlas. Incluso reaccionaban de forma simultánea y casi al unísono en más de una oportunidad.
Tras concluir su desayuno Anna salió al jardín cruzándose con Manta que se heló de solo verla. —Hola enano cabezón ¿Te asustaste? —Dijo con leve perversidad pasando por su lado. Supo que él creyó que no se encontraba puesto que no había salido a poner quejas al respecto.
Se hallaba de inusual buen humor a pesar del despertar, por supuesto tenía un buen motivo.
Se paró en medio del jardín y se colocó las manos en las caderas— Yoh...—El aludido sintió un escalofrió arrastrarse en su columna. El barullo calló varios pares de ojos se posaron en ella..
Tragó saliva antes de hablar. — Buenos días Anna- Articuló, sonriendo como lo hacía habitualmente, pero no consiguió esconder el rubor de su cara.
—Les dejaré los instructivos para el entrenamiento de hoy —Sus ojos marcaron a Fausto y a Ryu como una navaja cortando el aire.
—¿Saldrás?— Si ella estaba diciendo que "dejaría instrucciones" era porque no estaría presente.
—Saldremos.— Corrigió. —Tamao y yo. —Aclaró. —Tenemos una reunión.
Tamao agrandó los ojos sonriendo con entusiasmo. No era un dato menor que la incluyera en una reunión que se efectuaría en medio de la pelea de chamanes.
—Salimos cuando estés lista. —Le indicó amablemente.
La joven entró como un rayo a alistarse mientras los demás se dispersaban en sus conversaciones habituales añadiendo burlonamente que tendrían el resto de la mañana libre para estar reunidos hasta que sus colegas deban presentarse a sus tareas, su momento de gloria fue rápidamente apagado por Ren que los cortó secamente recordándoles que ellos también seguirían practicando hasta el cansancio por la tarde.
Sin dudas los líderes se veían como los aguafiestas pero sin ellos no habría estrategia ni afán de mejorar, quizás ni siquiera habría un equipo que valiera la pena.
Anna por su parte se había metido en el interior para buscar algunas cosas a su habitación mientras Yoh la había seguido y la veía desde la entrada con particular interés.
Metió algunas cosas más al bolso y cuando atinó a salir Yoh se le impidió el paso con el brazo apoyado en el marco, esa forma, esa actitud, involuntariamente le invoco un recuerdo, en una situación similar, el compás de sus latidos se le apresuro ante la amenaza y levantó la vista, pero pudo discernirlo cuando encontró la candidez café de los ojos de Yoh, muy diferentes a la efervescencia en los de su hermano.
—¿Ya te vas?
—Sí. ¿Por qué pre- — Él selló sus labios con un inesperado beso. Fue dulce, suave, y a su parecer con gusto a poco, pues duro unos breves segundos.
Se separó de ella y la miró nuevamente bajando el brazo sin contener la tranquila sonrisa tras haberle robado un fugaz beso.
—Esto no te salvará de mis pruebas, por si era tu idea. —Le advirtió sin poder disimular la sonrisa.
—Yo sólo quería algo que me diera suerte.—Admitió con serenidad alejándose de ella. —Nos vemos luego. — Le dedicó una mirada por varios segundos y luego se dio la vuelta dejándola sola con una tierna curva en los labios.
Inspiró apoyada en el marco de la puerta, el desenlace había sido completamente distinto. No importaba que tan iguales parecieran ser, que tantas similitudes compartieran, eran completamente diferentes. Si recordaba ese momento exacto podía decir con certeza, aunque no lo hubiera comprobado, que "tierno" no era un adjetivo que hubiese caracterizado de haberla besado. Se encontró preguntando por un segundo cómo lo habría descripto entonces.
Sacudió la idea casi en el mismo instante en el que apareció. No importaba, de cualquier forma no lo sabría ni le interesaba saberlo.
Sus ojos inquisidores pasaron de los rosados vacilantes a los verdosos deliberantes. Tamao y Jun, completamente opuestas y sin dudas complementarias, una fórmula perfecta. La sacerdotisa estiró el cuello y se echó atrás con apoyando la espalda en el respaldo del asiento con rectitud. —Deje las migajas a seguir bien escondidas, busquen bien. —Su voz denotaba una convicción aguda. Apoyo ambas manos en la mesa redonda en la que habían almorzado en aquel parque exterior y se puso de pie —Comienzan ya. —Dijo diligente. —Sé que pueden con esto.— Suavizó su expresión centrando la mirada en Tamao, que infló el pecho sintiendo que cobraba fuerza.
Anna tomó nuevamente su bolso y se lo colocó. —Nos encontramos más tarde, gracias por el almuerzo Jun. —No porque lo hubiesen charlado previamente, si no porque era evidente dada la posición, la familia Tao podía y debía hacerse cargo de esos gastos. No pensaría que le brindaría clases particulares, conocimiento y entrenamiento gratis, ¿o sí? Mínimamente, que se encargaran de los viáticos. Sus servicios eran costosos, si no aplicaba cargos extra era porque además de simpatizar con ellos tenía una "responsabilidad moral" de cubrir los frentes desprotegidos, y esas dos estaban lejos de poder defenderse de los enemigos del bando opuesto, por ende serían estorbo o cadáveres en el camino.
Las dejó atrás y se perdió en un camino entre árboles apilados mientras colgaba la vincha de los auriculares en su cuello y buscaba concentrada la lista musical que la acompañaría en el trayecto.
—Deberías prestar más atención cuando caminas. —La voz se escuchó desde la altura del árbol junto al que pasaba, haciéndola detenerse e inspirar un insulto entre dientes por el sobresalto.
Hao descendió de un saltó de la rama en la que se encontraba quedándose de frente a ella y se sacudió algunas hojas de la ropa. —"¿Carajo?" Bonita forma de saludar.— Rió. —¿Te tome por sorpresa esta vez señorita inmutable?— La arrogancia salía por sus poros. Ella le clavó una mirada furiosa. —Tu facilidad para enojarte me supera. —Advirtió él cruzándose de brazos mientras negaba con la cabeza.
—A mí me supera tus aires de falsa grandeza— Respondió con acidez. —¿Qué haces aquí? ¿Me sigues?— Inquirió.
Él solo ladeo una mueca graciosa mientras negó con seguridad.— Traje a la niña. —Señaló en la lejanía con la cabeza. Al seguir el gesto, vio a la pequeña morena de cabello oscuro y enrulado trepándose por la escalera de un tobogán del parque a metros de ellos.—Aunque fue un golpe de suerte encontrarme con que ibas en serio con eso patear el tablero del juego.— Dijo acusante.
—¿No me digas que tienes miedo?
—¿Miedo? Esa palabra no está en mi vocabulario. Sabes que puedo encargarme ya mismo de ellas dos y acabaría todo antes de comenzar.
Anna apretó el aparato en su mano mientras la otra se cerró en un puño, sus miradas impactaron. —No lo harías. —Se convenció aunque sonó también a una advertencia.
Hao inclino el rostro notando como sus esmeraldas cobraban un brillo llameante, colmadas de un poderoso vigor que lo dejaron absorto por un segundo demasiado largo para ser él. Parpadeo y desvió la vista sacudiendo ligeramente la cabeza para aclararse.
Ella retrocedió un paso y luego se giró, dispuesta a tomar el camino contrario.
—¿Me quieres poner a prueba? —Le dijo él logrando el efecto deseado, pues ella se detuvo.
Anna inhaló con paciencia, buscando en su interior un poco de sosiego, pues sabía perfectamente que solo quería provocarla.
—Si vas enserio con lo esto, te sugiero que no te encariñes con los peones, es más debería ocuparme justo ahora de ellas.
El desgraciado sabía cómo hacerla hervir. No le interesaba si le estaba dando el gusto, se volvió hecha una fiera, deseando poner sus manos alrededor de su cuello, sin embargo las voces aproximándose la obligaron a reprimir sus deseos primarios y detenerse. Sus ojos se agrandaron al reconocer al dueño de una de las voces: Silver. Venia del lado contrario.
Una mano la tomó de la muñeca con firmeza y la jaló, metiéndola agachada en el hueco oscuro del tronco de ese robusto árbol. Anna inhaló sosteniendo el aire y la rabia.
La luz del exterior apenas iluminaba sus facciones. Hao observaba atentamente a los tres oficiales conversar pero le era difícil ignorar la Ítaca que le apuntaba a la cien. —¿Podrías calmarte? No hablaba en serio.— Susurró viéndola de reojo.
—¿Qué crees que haces ahora?— Le recriminó, conteniendo su tono efusivo para hablar bajo.
—¿Nos oculto?— Contestó poniendo los ojos en blanco con obviedad.
Ella se removió sintiendo su muñeca aun apresada así que se soltó de un tirón, él seguía ignorándola. Nadie, absolutamente nadie la hacía enojar y no temblaba por las consecuencias, mucho menos la metía a la fuerza en un recoveco. La rubia echaba chispas y él estaba como si nada.
Soltó el aire de un bufido, decidiendo que no toleraría su falta de conciencia, ella no era una persona para tomarse a la ligera. Lo tomo por el cuello del poncho obligándolo a mirarla. —No me ignores cuando estoy hablándote.— Su voz descendió una octava.
Él ya no pudo evitarla, en especial cuando estaban tan cerca que podía sentir su aliento contra su cara. — ¿Querías que te vieran? Todo lo que estás haciendo esta fuera de los límites legales del torneo. —Ella aflojo su agarre poco a poco - Además es muy interesante verte rabiar de esta manera. —La escaneo fugazmente con la mirada y ella lo soltó definitivamente, haciéndose hacia atrás en ese pequeño espacio, recuperando su postura firme y su semblante calmo, aunque sus ojos aún contenían la amenaza. Él soltó una risa silenciosa. —Tu espíritu combativo es formidable. —Le sonrió de lado y luego desvió el rostro nuevamente al costado.
Anna lo observó estudiando la línea limpia de su cuello que había quedado al descubierto en esa posición, se felicitó por no perder ni un segundo su compostura cuando sus ojos volvieron a ella y un silenció tirante se creó en la distancia de sus miradas sin que ninguno la aparte por un tiempo pronunciado. 5 segundos...10...20...30...
—¡Lo encontré señor Hao! —La voz de la niña lo exaltó, aunque no mostró más evidencia que un parpadeo y respirar, al parecer se había olvidado de hacerlo. Anna desvió sus ojos estoica desde la penumbra y Opacho ahogo un gritillo tapándose la boca.
La pequeña pensó que seguramente aquella mujer lo habría golpeado, sin embargo era muy extraño que estuvieran los dos metidos en un espacio tan reducido. Frunció las cejas pero el pensamiento que se formaba se le corto ante la orden implícita en la mirada de su líder.
Opacho se hizo a un lado. Primero salió él y luego ella, que acomodaba los cables enredados del reproductor musical. Estaban embargados por una atmosfera densa y rígida. Los miró a los dos repetidamente sin entender bien la situación.
Hao se aclaró la garganta y señalo los auriculares que le colgaban del cuello. —Menos mal que esta vez tenías tu música. —Acotó irónicamente para tratar de romper esa inquietud tangible en el aire.
—Funciona cuando está encendida. —Respondió con aspereza —Y no hace falta que lo menciones. No olvido mis pendientes. —Aclaró.
Hao entrecerró los ojos ajustando los dientes debajo de su sonrisa. Ella había adivinado por casualidad, su pensamiento.
Opacho pensó que su señor tenía un inusual humor, como si estuviese inquieto, irritado y fascinado a partes iguales.
Anna estrechó sus ojos gélidos en él, pero se suavizaron con candidez al posarlos sobre la niña. —Nos vemos. —Musitó colocándose los auriculares y se volteó alejándose de allí.
Más tarde, cuando se encuentren, le dejaría una o dos cosas en claro. Pero con el enojo que traía no quería hacerlo en ese momento, menos delante de la niña. Era irascible, no es algo nuevo, sin embargo podía dominar sus emociones, pero con él eso se iba de sus parámetros, y si había algo que no deseaba era desatar esos instintos, no podía arriesgarse a perder el control de sí misma.
Estaba en aquel lugar con los ojos cerrados, sentada a la orilla del vaivén de las olas, el mar estaba sereno y algunas nubes blancas impolutas atravesaban el cielo turquesa dando intervalos de sombra. La música llenaba sus oídos exquisitamente mientras esperaba. Sintió la vibración de la arena debajo de ella, se bajó los auriculares presionando el botón de "pausa" y abrió los ojos para dirigirlos al recién llegado.
Se miraron por un segundo corto hasta que él se sentó en colihue. Ella frunció las cejas pues le llamo la atención que tuviese ropa común y corriente, además de un correa con una cantimplora cruzándole el torso.
— ¿Ya estas calmada?
—Si lo sigues preguntando dejare de estarlo en un segundo. —Le advirtió con gracia.
Hao soltó una risa silenciosa. — Por supuesto, no hay que decirles que se calmen a ustedes. —Acotó mientras se quitaba la correa por encima de la cabeza para extenderle la botella.
—Por cierto...— Dijo Anna tomándola con una mano, haciendo que la punta de sus dedos se toquen, él sin soltar la cantimplora, clavó su mirada aguda en ella, con atención — La próxima vez que vuelvas a agarrarme de la muñeca así, te patearé. —Su voz era suave y hasta melódica, lo cual era confuso, igual que la sonrisa serena de sus labios.
—No entiendo si es una amenaza o una sugerencia. —Arqueó una ceja ladeando una sonrisa incisiva.
Ella le arrebato la botella de la mano. —Te patearé en los huevos. ¿Así esta más claro?
—Clarísimo. —Respondió llevando su mirada al mar y apretando la risa. Aunque ya había comprobado que Anna no era la típica chica sensata y prudente que cuidaba la forma en la que hablaba, no dejaba de sorprenderse cuando le contestaba sin filtros.
Hao perdió la atención en el lejano horizonte, tratando de definir el límite del cielo y el océano, pero descubrió que cuanto más lo miraba menos lo reconocía. Sintió un palpito alojarse en su pecho con aquella observación y respiró hondo, llenándose del oxígeno salino de la brisa, el aire se hallaba impregnado con un dejo dulce y fresco, que le recordaba a prados florecidos, pero estaban en medio de la playa... La miro de reojo. El aire corría desde su dirección. Anna olía a flores silvestres y él que era amante de la naturaleza. ¿Podría resistirse a esa tentación? Ella comenzaba a convertirse en la representación de un deseo, y ni siquiera se daba cuenta. Se hallaba entretenida con su aparatejo, deslizando el dedo por la pantalla, mientras él no le despegaba la vista ni por un segundo.
—Lo encontré. Ahora sabrás de lo que hablo. —Dijo ella y esbozó una sonrisa autentica y amplia. —A ver si esto te calma los demonios. —volteó el rostro para verlo directamente con esos cautivantes ojos.
En ese instante pensó que ella seguramente tendría mil formas de calmarle los demonios. Esa idea le provocó un escalofrío sigiloso, una advertencia de su subconsciente: el lugar en el que se estaba metiendo no era un terreno seguro, ni conocido, ni siquiera uno en que pudiera ganar.
Hao entendió que además de ser una tentación, estaba cara a cara con su karma. Su karma hecho carne y hueso.
Los días cayeron uno tras otros entre sus encuentros que se dieron naturalmente y sin esfuerzo. Se entendían con fluidez a pesar de que ambos tenían un carácter volátil, cada uno a su manera. No había una disputa mayor que la que se generaba de sus comentarios ácidos e irónicos.
Hao había mantenido una distancia prudente, por lo que ella supuso que él tenía claro el panorama, cuando la realidad es que era justo al revés. Sin embargo, él no pondría jamás en riesgo sus ideales y sus objetivos por nada, ni nadie, ni siquiera por una bonita rubia de mal genio.
Reflexionaba sobre aquello mientras iba camino a la cruz del encuentro en ese mapa mental. Bordeando la costa, oyendo gaviotas y con la radiante luz del Sol bañándolo completo en la calurosa tarde. El ambiente era denso, pero estaba acostumbrado a las temperaturas altas siendo el fuego su elemento esencial.
Anna había pasado a ser un pensamiento recurrente en los momentos menos adecuados, por supuesto lo atribuía al hecho de que fuera obstinada y pudiera manejar su mal temperamento con una facilidad inquietante.
Otro punto clave, era que no había podido descifrar su mente aún, eso lo frustraba tanto cómo le fascinaba. Sentía que entre más la conocía, menos sabía de ella, en vez de resolver el enigma estaba envolviéndose por su misterio.
Por eso es que ella era una especie de ritual en su vida actualmente. Lo que le recordaba esa canción que escuchó una de esas veces. "El rito". Ella era el suyo.
El pensamiento lo hizo detener en seco, cómo si la revelación de una verdad le hubiese iluminado la conciencia. —Imposible.— Soltó al aire.
No era una opción lo que se habia cruzado por su mente; pero que estuviese teniéndola tan presente era un mal indicio, ni que decir de como la mención de una canción se la había evocado. —Es sólo una distracción, nada mas— Se dijo convencido, tranquilizándose con el recuerdo de que pronto se llevaría a cabo la siguiente fase del torneo, por lo que ya no habría tiempo, ni lugar para encuentros amistosos, por lo tanto ya no podrían verse y no sería una piedrecilla en el camino, en su camino.
Eso debía revitalizarlo, significaba que estaba más cerca de su ansiado trono, sin embargo no pudo ignorar que la idea se sintió agridulce en su boca. Respiró hondamente mientras la brisa se arrebataba y veía la sombra del matorral de tamariscos vacía.
Anna llegaría en un rato más y tenía que empezar a hacerse la idea de que esto acabaría pronto, cuanto antes, mejor; considerando que no iba a permitir que una chiquilla con aires de realeza le sacudiera los cimientos que por un milenio mantuvo bajo sus pies.
Soltó un suspiro al océano y echo la cabeza hacia atrás ¿Cómo es que no se dio cuenta antes?
Se recuperó enderezándose y dejando que sus ojos se abstraigan con el movimiento de las olas que se arrebataban a la orilla. El mar desafiante, indomable y atrayente, exactamente como...
«Maldita sea...»
Ay sí, estas complicado hermano. En fin, les gusto? Que dicen?
Y si preguntan que le pasa a Anna pues no sean impacientes, que ella es "La mente del enigma" así que se desmenuzara de a poco.
Pronto subo el siguiente. Gracias Totales a Soda que da en el clavo esa canción para esta situación tan particular. Y gracias a ustedes infinitamente. Nos leemos.
