Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de los creadores del juego del Bardurs Gate.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes de Anomen y Haer'Dalis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Aclaración: Se perfectamente que los personajes de esta historia nunca actuarian así en el juego, están fuera de carácter para que cuadre con mi argumento. Me he sacado esta historia, y las situaciones que tienen lugar, de la manga.

Capítulo4. Algo nuevo.

Ya estaba. Lo había conseguido. Era miembro de la Orden.

Ya no era Anomen. Era Sir Anomen.

Se sentía como nuevo, como si hubiese vuelto a nacer. Podía sentir algo nuevo en su interior, algo realmente maravilloso.

Aunque siempre había procurado mantener sus sentimientos controlados, esta vez no pudo, estaba demasiado alegre, demasiado conmovido por las sinceras felicitaciones de sus compañeros de aventuras.

Nada podía estropear aquello, ni siquiera la irrupción de su padre había conseguido hacer mella en su ánimo, eso ya no importaba. Ahora había mostrado a aquel hombre que no podía seguir despreciándole.

Y Keldorn, la expresión de su rostro había mostrado tanto orgullo... Anomen se había sentido terriblemente avergonzado por el modo en que había tratado a alguien que tanto había hecho por él. Se había disculpado por su proceder y Keldorn le había invitado a unas cervezas, ahora estaban todos en su posada favorita, La Ficha de Cobre, celebrando por todo lo alto el acontecimiento.

Incluso Jaheira, siempre tan arisca y orgullosa, le había felicitado con una gran sonrisa.

Y Haer'Dalis... cielos, cada vez que su mirada se cruzaba con la del bardo no podía evitar ruborizarse y apartaba la vista como si le quemara. Aquel beso le perseguía, ni ahora podía dejar de sentir aquel cosquilleo en los labios, una sensación que se había trasladado también a su estómago, como si algo estuviese inacabado dentro de él. Algo que ni siquiera esa nueva fuerza dentro de él podía llenar.

Cuando Haer'Dalis le pasó una jarra de bebida sus dedos se rozaron, y un contacto que hacía dos días no le habría importado le produjo una sensación similar a una descarga eléctrica.

Se sentía tan confuso. Una turbulencia se agitaba dentro de él, no sabía como responder a las reacciones que el tielfling le provocaba ni que pensar del beso "de buena suerte".

Aquella noche dio vueltas en la cama, incapaz de dormir, dandole vueltas a todo en la cabeza. Finalmente se incorporó y salió a los balcones superiores a tomar el aire sin salir a las peligrosas calles.

Allí encontró a Keldorn.

- ¡Anomen! Que sorpresa.

- No podía dormir, ¿usted tampoco?

- Tratame de tu, Anomen, creo que ya nos conocemos lo sufuciente, y ahora ambos somos caballeros de la Orden.

Anomen asintió y sonrió, halagado por las palabras del veterano paladín.

- Pensaba en mi familia.- Confesó Keldorn.- Mi esposa y mis hijas... no las veo practicamente nunca, a veces creo que descuido demasiado mi familia.

Anomen se sorprendió pero en parte se sintió reconfortado al ver que despues de todo Keldorn también era un hombre, uno que vivía y amaba, que tenía una familia por la que padecía por no estar a su lado.

El paladín le habló de su esposa, de sus hijas, la alegría del hogar y de su nostalgia, de su conflicto entre el amor y el deber.

- Keldorn... tengo unas... dudas, que me gustaría consultarte.

- Adelante.

Anomen se retorció las manos nerviosamente y se inclinó sobre el balcón, no sabía como manifestar su conflicto con palabras, y le preocupaba sobre manera la posible reacción de Keldorn.

- Se trata de... de Haer'Dalis.

Keldorn tragó saliva, había notado el modo en que Anomen evitaba acercarse al tielfling o cruzar sus miradas. Aquello le había preocupado, mucho.

- Dime.

- Ayer... bueno, creo que... no estoy seguro de cómo interpretar lo ocurrido.

- ¿Qué ocurrió?

- Me besó.

Anomen no pudo evitar ruborizarse y se sintió aliviado cuando Keldorn le palmeó amistosamente el hombro, sin dar muestras de estar molesto.

- Entiendo, te preocupa el hecho de que el beso te agradara.

- ¡No!... bueno... si... un poco.

- Anomen... no puedo aconsejarte sino eres sincero contigo mismo.

- De acuerdo, me gustó. Y ahora no puedo dejar de pensar en ello, ¿qué debería hacer? Es demasiado raro, no sé porque lo hizo y soy incapaz de dejar de darle vueltas al asunto.

- Eso es porque el beso te importó, y que Haer'Dalis te importa.

- Pero... es tan... tan...

- ¿Caótico?.- Inquirió Keldorn.

- ¡Insoportable! Se rie a mi costa, se burla de todo en lo que creo, desprecia las instituciones y normas, no se toma nada en serio...

Y quizá por eso él y Anomen podían acabar bien. Keldorn se sintió como un idiota, quizá esas diferencias, ese conflicto, era de lo que Jaheira hablaba todo el rato. Bien para equilibrar el Mal, Ley para equilibrar el Caos. Anomen y Haer'Dalis.

Cierto que también podía acabar mal pero si iba bien... se podían conseguir grandes cosas. Nunca pensó que algún día estaría de acuerdo con Jaheira. Maldita druida.

- Quizá deberías darle una oportunidad.

Aquello era lo último que Anomen había esperado escuchar. Miró a Keldorn y finalmente titubeó levemente.

- Esto... crees... ¿crees que es... adecuado?

- Creo que todos merecemos una oportunidad, quien sabe, puede que saques algo bueno de todo esto.

Anomen miró a Keldorn, miró el interior de la taberna y volvió a mirar al paladín.

- ¿Seguro?

Keldorn soltó una carcajada y le empujó al interior con firmeza.

- ¡¡Haer'Dalis, Anomen quiere hablar contigo!!

- ¡No, no, no!.- Exclamó Anomen mientras era empujado sin remedio hacia la habitación del bardo.