Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 83: Tributo a la Sombra


Advertencia: Intento de asesinato, agresión física y emocional, sexo, sangre y muerte.

Otoño — x493 / 31 de octubre

La Noche de las Almas era la mejor noche para comunicarse con la Sombra, también era la mejor noche para luchar por el trono de Vayalat. Era una tradición que comenzó hace muchos siglos, cuando las guerras habían cesado y los descendientes de Vayalat habían dejado de lado la idea de expandir el reino y preferían centrarse en proteger la tierra que tenían y mejorarla.

Hubo muchas guerras, tanto internas como externas, y eventualmente llegaron al punto en que era mejor que el rey o la reina decidieran retirarse antes de que su primogénito los matara por el trono.

No había peor enemigo que la propia sangre de Vayalat, porque así como la magia que corría por la sangre de los hijos de Vayalat era peligrosa para sus portadores, también lo era ponerse la Corona del Sol.

En ese momento, la Reina Aiko llevaba la Corona del Sol en la cabeza mientras era espectadora de la batalla de sombras que se desarrollaba en medio de la arena de combate. Si Masaki fuera la que heredara el reino, Aiko tendría la lucha de sucesión contra Masaki, pero dado que Kisuke era el que heredaría el reino, tenía que luchar contra Yhwach.

Lo cual era injusto porque Aiko siempre pateaba el trasero de Yhwach en las peleas, pero las tradiciones eran las tradiciones.

La pelea de sombras entre Yhwach y Kisuke era algo colosal, ya que los movimientos de espada y sombra estaban cargados con la intención asesina de quien los ejecutaba. Eran golpes que estaban destinados a matar al oponente, como debería ser una verdadera lucha por el trono de Vayalat y no una pantomima ceremonial.

Las heridas de Yhwach y Kisuke se curaban tan pronto como se hacían porque la magia fluía a través de ellos como solía hacerlo. Ambos estaban en su mejor momento y en su mejor dominio del don, por lo que dominarlo parecía tan fácil como respirar, y ambos estaban cubiertos de tierra y sudaban por el esfuerzo de mantenerse a la par con su oponente, ya que si no se cuidaban, podrían morir y la coronación podría convertirse en un funeral.

Todos estaban al tanto de los posibles finales de esas peleas, incluso la reina Aiko casi mató a su madre cuando se hizo la pelea de sucesión, y ella sabía que si Kisuke no estaba preparado para derrotar a su padre, entonces obtendría lo que merecía.

Esa era otra razón por la que todos se reunieron para presenciar la pelea de sombras.

También era la razón por la que los otros dos príncipes del reino estaban preparados para reclamar el trono en caso de que Kisuke muriera en esa pelea. Era ventajoso para los príncipes porque Yhwach estaría cansado, pero no sería contra él que pelearían sino contra la reina.

Las líneas de sucesión eran tan fáciles de mover que nadie tenía asegurado su lugar en el trono, ni siquiera el príncipe heredero.

Las sombras fueron convocadas, arrojadas y neutralizadas entre sí sin importar la naturaleza y calidad de las mismas porque todas estaban dirigidas a su oponente tratando de hacer una apertura para el ataque.

Al final, la espada de Kisuke fue más rápida y fuerte.

Kisuke desarmó a su padre y lo hizo terminar en el suelo con uno espada apuntando a su hombro y una rodilla en el pecho para inmovilizarlo, sin embargo, Yhwach hizo que las sombras se convirtieran en proyectiles que se disparaban contra Kisuke y todo se convirtió en una nube de polvo.

Fueron unos largos minutos en los que todos los espectadores permanecieron en silencio, pero cuando se disipó el polvo y se mostró la imagen final, ésta permaneció igual: Yhwach en el suelo y Kisuke encima de él, en una clara señal de victoria con la punta de la espada clavada en la carne de su padre.

El silencio de los espectadores se rompió en ese momento provocando que todos celebraran la victoria del nuevo Rey de la Sombra.


Otoño — x493 / 10 de noviembre

El vestido de novia estaba hecho de esa hermosa tela roja que habían traído de más allá del Mar del Amanecer, era fresco y brillante, con todos los bordados en hilo dorado que debe tener el vestido de novia de una princesa. Pero aunque se hizo con prisa y el trabajo de las costureras fue exquisito, a Yoruichi le pareció más una mortaja que un vestido de novia.

Fue en esos momentos cuando Yoruichi se arrepintió de no haber aceptado la propuesta de uno de los pretendientes que su padre le había traído. Todos esos hombres eran jóvenes, guapos y ricos, y estaban dispuestos a dar el mundo por casarse con ella porque cuanto más los rechazaba, más aumentaba su valor.

Antes ella era realmente una princesa, pero en ese momento solo era un objeto para comprar lealtades. Conservaba el título de princesa porque su madre era la Malthai del reino y su hermano menor era el rey, a pesar de tener solo 6 años.

El rey era demasiado joven para reinar y todos sabían que quien iba a reinar era la Malthai, por eso Yoruichi se iba a casar con el Concejal Barragan, para que el reinado de su hermano menor no se viera afectado. Yushiru lo había ordenado así antes de morir y la Malthai no se había negado a obedecer la orden porque realmente necesitaban asegurar el reinado del pequeño rey.

Gardelia era un reino dominado por hombres, y la Malthai, a pesar de ser una mujer poderosa e influyente, necesitaba contar con el apoyo de un hombre de confianza que no la traicionara por sus propios intereses.

Una guerra civil era algo para lo que se estaban preparando en caso de que ocurriera lo peor porque no dudaban que los pretendientes al trono, príncipes que huyeron al exilio para salvar su vida o la de sus hijos, regresarían al reino para reclamarlo como propio, alegando que podían rastrear su ascendencia tanto como quisieran.

Las lealtades solían cambiar fácilmente en pos de intereses futuros.

Cuando le colocaron el velo de novia, Yoruichi no pudo evitar reírse de la ironía de la situación. Se suponía que el velo era para que nadie la viera, ya que era una mujer virgen que reservaba la belleza y la pureza en ese día para su esposo, pero Yoruichi no tenía ni una sola parte del cuerpo virgen. Lo cual era un problema porque el concejal Barragán era un verdadero creyente en las viejas tradiciones y esperaba que ella sangrara para la prueba de la sábana, lo cual era imposible.

Se suponía que en medio de la celebración, ella sería llevada a la habitación nupcial y su esposo iría tras ella, consumarían el matrimonio y su esposo saldría de la habitación para mostrar a los invitados la sábana blanca manchada con sangre, lo que significaba que ella era pura y él era el primer hombre en su vida.

Yoruichi había pasado su prueba de sabana con Ichigo la noche de esa fiesta en Vermist, pero se suponía que se casaría con él y Avanta no tenía ese tipo de prueba. Fue en Avanta donde más repudiaron las viejas tradiciones hasta el punto de que hombres y mujeres tenían casi los mismos derechos y obligaciones.

El placer físico estaba entre esos derechos.

Era algo irónico porque en Avanta estaba la ciudad sagrada de Entabeni y allí gobernaban los representantes de las Deidades. También quedaba claro que la corona de Avanta tenía suficiente poder para dominar a los representantes de las Deidades y mantenerlos reducidos a una sola ciudad.

Yoruichi sabía que tenía que soportar ese infierno por la seguridad de su hermano menor, al menos hasta que él tuviera la edad suficiente para tomar el control del reino y ella pudiera deshacerse del concejal con uno de los venenos de Sui Feng.

Masayoshi la acompañó al templo de las Deidades, como representante del rey, y Yoruichi cerró los ojos por un momento para armarse de valor y enfrentar su destino.

Los muertos de Sui Feng le dijeron que primero tenía que vivir un infierno antes de volar con su príncipe de las Águilas, y eso era lo que haría. Entraría en el infierno solo para que le crecieran nuevas plumas.


Otoño — x493 / 14 de noviembre

El recuerdo seguía siendo doloroso, sin importar cuántos años habían pasado desde la muerte de Miyako, el recuerdo aún le lastimaba el corazón de la misma manera que el día que la vio saltar por el acantilado después de que ella le contara lo que la reina Masaki le había hecho.

Miyako había sufrido y él no estaba allí para consolarla. No pudo salvarla de la mano de la reina, al igual que no pudo salvar a Nelliel cuando la hicieron perder su embarazo.

No pudo proteger lo que más amaba.

Durante años, Kaien no había dejado de pensar en lo que podría haber hecho si Miyako le hubiera contado sobre ese embarazo, y cada vez llegaba a la misma conclusión: él habría intercambiado el título de Segundo Príncipe del Reino y Comandante en Jefe, por una vida junto con Miyako y su hijo.

Si la reina le hubiera dado tiempo, muchas cosas habrían sido diferentes.

Si no hubieran tomado las cosas como si él estuviera cometiendo un crimen del que no se podía hablar, él hubiera podido hablar con el rey y pedirle que le quitara el derecho de sangre que le dio al reconocerlo como hijo porque con esa decisión todos habrían obtenido lo que querían, él tendría una vida con el amor de su vida y la reina le habría asegurado el trono a Ichigo; pero la reina puso las reglas de ese juego en el que Miyako perdió la vida y nadie fue castigado por ello.

Kaien dejó de tocar el violín frente a la tumba de Miyako y dedicó unas palabras en memoria de su vida, se disculpó por todo lo que había hecho y por todo lo que haría, y nuevamente dejó allí lo que le quedaba de corazón.

Solo Miyako merecía su corazón porque ella era la única que lo había alcanzado. Ella era la única que lo hacía inmensamente feliz sin ningún tipo de promesa más allá del amor que ellos se demostraban el uno al otro. Miyako no vio a un príncipe ni a un bastardo, solo lo vio a él y llenó su vida con la luz de su sonrisa.

Miyako era su sol y su alegría, y nadie podría ocupar el lugar que ella dejó porque nadie era como ella.

Miyako era perfecta.

Kaien regresó a su habitación con la mente llena del recuerdo de Miyako, pues ese día se permitió recordarla y dejar que su corazón latiera como aquellas veces en que ella le decía cuánto lo amaba y lo feliz que era a su lado.

Se permitió sonreír con nostalgia y derramar una lágrima por ese futuro que nunca fue y nunca será.

Su sirviente llamó a la puerta y entró en la habitación después de que Kaien le diera permiso para hacerlo. El hombre, que había sobrevivido al licor que Ichigo le había enviado, tenía un paquete junto con una carta en sus manos.

— Un regalo de cumpleaños enviado por la señorita Yuki, Su Alteza.

Kaien no esperaba que Yuki le enviara un segundo regalo y eso lo hizo sentir extraño porque no sabía cómo interpretarlo. Yuki dijo que no quería saber nada de él y al mismo tiempo le enviaba regalos, era contradictorio y confuso.

Kaien tomó la carta y el paquete, permitió que el sirviente saliera de la habitación y cuando estuvo solo, abrió la carta para leer lo que había escrito Yuki.

Mi príncipe… ¿es así?

Te deseo un feliz cumpleaños… o tan feliz como sea posible. Este libro pertenece al propietario original del Collar de la Tragedia, así que disfruta de la lectura.

¿Qué duele más, una herida en el cuerpo o una herida en el alma?

Yuki.

Las palabras de Yuki no tenían ningún sentido para él porque Yuki no sabía quién era el propietario original del collar de diamantes y, sin embargo, el primer pensamiento de Kaien al leer esas palabras fue que Yuki le había enviado algo que había pertenecido a Miyako.

— El dueño original, ¿eh? — murmuró Kaien mientras dejaba a un lado la nota de Yuki y volvía su atención al paquete. — ¿Qué tan enojada estás, querida Yuki, que usas palabras que ni tú misma entiendes?

Abrió el paquete con calma, pensando que encontraría algo de Nelliel ya que Yuki se había quedado en la habitación de Nell, pero descubrió que el regalo era un libro viejo que le resultaba terriblemente familiar. Su respiración se volvió lenta y pesada, y su corazón comenzó a latir más rápido porque cuanto más miraba ese libro, más sentía que lo había visto antes.

— Un diario. — susurró Kaien para sí mismo y se dio cuenta de que sus manos temblaban por el impacto de haber visto ese diario.

Su mente gritaba que ese diario pertenecía a Miyako, pero su sentido común le decía que Yuki no tenía forma de acceder a algo que había pertenecido a Miyako porque todas las posesiones de Miyako fueron devueltas a su familia. Solo el collar de diamantes había quedado en el castillo y fue porque Nelliel entró a la habitación junto con Kahya para recoger las posesiones de Miyako y ella lo escondió.

— No, este no puede ser el diario de Miyako. — susurró de nuevo para sí mismo, como si decirlo en voz alta hiciera realidad sus palabras. — Estoy pensando demasiado en las cosas. Necesito calmarme.

Sin embargo, Kaien no podía calmarse porque en el fondo sabía que ese diario pertenecía a Miyako. Había visto ese diario tantas veces que la única razón por la que no lo había leído cuando visitaba a Miyako fue porque ella le había dicho que se lo mostraría cuando se sintiera lista.

Kaien decidió poner fin a ese maremoto de pensamientos caóticos que lo llevaban a la desesperación y abrió el diario, solo tenía que hacer eso, leer el nombre del dueño y todo cobraría sentido. Tal vez solo era una broma cruel de Yuki en un día en que él estaba demasiado afectado por el recuerdo de Miyako.

Kaien enfocó su mirada en la primera página del diario y sus ojos se clavaron en el nombre de Miyako enlazado con el suyo con tantos corazones que si hubieran sido entintados, la mitad de la página estaría completamente roja.

El mundo dejó de existir, el tiempo dejó de existir, y solo existía el diario en su mano. Kaien sintió que le ardían los ojos y las lágrimas se acumularon tanto que empezaron a rodar por sus mejillas sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. No quería evitarlo. Se le cortó la respiración y el corazón le latía con tanta fuerza que Kaien pensó que se le saldría del pecho en cualquier momento.

— Miyako.

Fue un susurro doloroso que mostró lo afectada que estaba su voz en ese momento.

— Miyako.

Acarició el nombre de Miyako con la punta de sus dedos temblorosos, y el papel se mojó con una lágrima antes de que pudiera limpiarse los ojos y las mejillas con el dorso de la mano.

— Mi amada Miyako...

Miyako fue la única a la que le dedicó la palabra "amada". Ella era su única y más amada.

Kaien se sentó en la cama porque el mundo se hizo presente nuevamente y todas las emociones y sentimientos lo abrumaban de una manera enorme.

El diario comenzaba con la invitación de la reina para que Miyako se uniera a la corte, y Kaien se deleitó con la letra de Miyako y toda la emoción que había impreso en esas palabras. La letra de Miyako era hermosa, tan estilizada y perfecta como ella, y por un momento sintió que Miyako le había dejado una carta para que él no la olvidara.

Su corazón se hinchó de felicidad al leer sobre el día en que la emboscó en la sala de música, y todo lo que le hizo un simple toque de manos, uno que él había estado deseando desde la noche de las almas, así como todos esos hermosos sentimientos que Miyako había escrito en todos esos días que él le había dado un regalo tan simple que era inmensamente valioso.

Hasta que leyó el día de la tragedia.

La lectura de ese diario terminó con un grito con el nombre de Nelliel y un corazón completamente roto.

Kaien nunca había sentido tanto odio o impotencia en su vida como en ese momento. El sabor de la traición era tan amargo en su boca que solo podía lavarse con la sangre de todos los que lo traicionaron y lo abrazaron en pésame por lo sucedido.

— Reino antes que vida, dices querido padre. ¡Reino antes que vida te voy a dar! — Kaien gritó y arrojó contra la pared lo primero que se le cruzó. — Si Ichigo no te mata primero, lo haré yo y me aseguraré de que sepas quién te envió al infierno de las Deidades.

Kaien murmuró con los ojos rojos en una mezcla de dolor, llanto e ira.


Otoño — x493 / 18 de noviembre

Ichigo derribó a Rukia por tercera vez esa tarde y como cada vez que la derribaba, le dio un pequeño beso en los labios. Él había comenzado a entrenarla para que no dependiera completamente del don que fluía a través de su piel y pudiera defenderse si alguien intentaba lastimarla, y Rukia aprendía rápido, pero ese día en particular estaba distraída.

Ellos habían hecho su movimiento en ese enorme tablero de juego y solo tenían que sentarse y observar lo que sucedería a continuación. Había tantas posibilidades que lo mejor era estar siempre alerta para adaptarse a la situación.

— ¡Otra vez! — pidió Rukia mientras se levantaba del piso e Ichigo tomaba su posición nuevamente.

La lucha cuerpo a cuerpo era lo que Ioana le estaba enseñando y era lo que él terminaría de enseñarle antes de dejarla tocar cualquier tipo de arma afilada. Rukia tenía una daga que Byakuya le había regalado por su cumpleaños y ella tenía que aprender a usarla o podría lastimarse a sí misma en lugar de a su enemigo.

— Comandante, ha llegado un mensajero. — Uno de los soldados habló cuando Ichigo había inmovilizado a Rukia tan rápido que Rukia todavía estaba procesando cómo había sucedido.

Ichigo soltó a su esposa, que movía las manos para tratar de entender mejor los movimientos que había hecho, y permitió que el mensajero se acercara a ellos para entregarles el mensaje.

El hombre era uno de los soldados que él había dejado en Vermist para cuidar a sus hermanas, por lo que Ichigo supuso que debía ser un mensaje de las gemelas y no pudo evitar la pequeña sonrisa que apareció en su rostro cuando abrió el tubo de metal que protegía la carta.

¡Hermano mayor, adivina qué pasó!

Karin dice que si no te lo digo, nunca lo adivinarás, así que te lo diré.

¡Nuestro tío Kisuke es el nuevo rey de Vayalat!

Hubo una gran pelea en una de las arenas de combate en la Noche de las almas, ¡y fue increíble! No sabíamos que las sombras podían hacer eso y ahora estamos más motivados para aprender a controlar el don en ese nivel. El Karanq dice que Karin y yo estamos mejorando mucho, así que eso lo hace aún mejor.

Volviendo a la pelea, tenían todo listo para esa noche porque desde hacía días habían estado haciendo muchos arreglos y se canceló el entrenamiento. Esa noche, a todos nos dijeron que teníamos que ir a la arena de combate para presenciar algo especial.

La abuela llevaba la Corona del Sol y el abuelo llevaba la Corona de la Sombra, y ambos estaban sentados en los asientos principales de las gradas.

Karin y yo pensamos que habría una pelea de demostración o algo así, pero el tío Kisuke apareció en la arena de pelea sin usar armadura, vestido de negro y con su espada en la mano, y apuntó con la punta de su espada a nuestro abuelo.

Él dijo: Bajo las leyes de la herencia, desafío al Rey de las Sombras por el trono que es legítimamente mío. Dejemos que la Sombra decida si soy digno de ser el nuevo rey.

Todos se sorprendieron al escuchar eso.

El abuelo se levantó, se quitó la corona y pidió su espada antes de bajar al campo de batalla. La pelea fue increíble y no pararon hasta que termino, y por un momento pensé que uno de los dos iba a morir pero no fue asi.

Nuestro tío derrotó al abuelo y fue declarado el nuevo Rey de las Sombras.

El abuelo le hizo una reverencia al tío Kisuke, la abuela se levantó de su asiento y también le hizo una reverencia, y luego todos lo hicieron. Nosotras también lo hicimos porque somos hijas de la sombra.

Después de la pelea, el abuelo y el tío Kisuke se cambiaron de ropa y hubo una gran fiesta pero nadie llevaba corona, ni el abuelo, ni el tío, ni la abuela porque todavía están haciendo las nuevas coronas del Sol y la Sombra. Nos dijeron que la coronación sería cuando todo estuviera organizado.

Esperamos que nuestros padres puedan venir.

Te extrañamos, hermano mayor. Vermist sin ti es aburrido.

Con amor, Karin y Yuzu.

Ichigo sonrió ante la emoción que sus hermanitas pusieron en la carta, aunque ya le habían escrito antes, siempre se emocionaba al leerlas. Sus hermanas, desde que aprendieron a escribir, comenzaron a enviarle cartas y siempre era divertido leerlas. Ellas le llenaban de vida el corazón.

— Tenemos un nuevo rey. — comentó Rukia, quien estaba leyendo la carta a su lado. — Eso significa que nuestra...

— Nuestra alianza ha terminado. Mi madre es la hermana del nuevo rey, por lo que podrían enviar una invitación. — comentó Ichigo antes de volverse hacia Rukia. — La situación no es favorable para el reino porque si el rey o Kaien enojan al nuevo Rey de las Sombras, es posible que lleven cumplan su amenaza de ataque. Mis hermanas se han inclinado ante el nuevo rey y no sé cómo interpretarlo.

— ¿Le dirás a Kaien? — La pregunta de Rukia salió en un susurro.

Que hubiera un nuevo Rey de las Sombras no alteraba sus planes inmediatos, pero era un peligro que se cernía sobre ellos si alguien hacía un movimiento en falso.

— Tengo que decirle. — Rukia asintió e Ichigo casi pudo ver que la mente de ella comenzaba a trabajar con la nueva información. Ichigo llamó al soldado que había traído la carta, que estaba a unos pasos de ellos, y volvió a hablar. — ¿Hay cartas para el rey o la reina?

— Sí comandante. Las princesas enviaron cartas al rey y la reina.

— Muy bien. Ellos no están en el castillo, descansa unos días y luego irás a la casa en las montañas, ellos están ahí. Te pondrás a sus órdenes y si no hay nada que hacer, regresarás a Vermist y retomarás tu puesto.

El soldado asintió y se alejó.

Rukia hizo un pequeño ruido con la garganta e Ichigo se giró para mirarla. Ella parecía una niña a la que le habían dicho que ya no podía jugar en el patio de recreo.

— ¿Qué te pasa, mi Luna?

— ¿Terminó el entrenamiento?

Ichigo soltó una pequeña carcajada y sacudió la cabeza antes de hacer que ella se pusiera en posición de ataque. Rukia sonrió y sin que él se diera cuenta, lo derribó.

Kaien podía esperar.


Otoño — x493 / 22 de noviembre

Mi querida Nelliel...

Mi princesa, mi amiga y mi amante, te extraño con locura. Este año lejos de ti ha sido una tortura de la que quiero escapar. No soporto las ridiculeces de la corte de la reina, aún no he elegido esposa porque ninguna es como tú.

Mi querida Nelliel, te necesito.

Eres la única mujer que podría sentarse en el trono a mi lado cuando las Deidades decidan llevar al rey a su paraíso. Ven por favor, el rey no está aquí y anhelo verte, puede que sea muy descarado de mi parte pero también anhelo tener tu calor en mi cama.

Necesito tus besos y el aroma de tu piel.

Envié una carta a la reina madre para que te dejara venir, espero que lo haga.

Mi querida Nelliel, cuando me convierta en rey te haré mi reina, como debe ser. Hablemos de esto entre las sábanas de mi cama, que es el lugar que te corresponde por ser mi esposa.

Ven directo a mí, te estaré esperando.

Con amor, Kaien.

Nelliel nunca había leído tanta desesperación en una carta de Kaien, incluso la letra parecía escrita con demasiada prisa. Kaien siempre había escrito con una elegancia envidiable, y sus frases siempre estaban bien hechas. Lo que decía la carta le hizo pensar que Kaien realmente la extrañaba, pero por la forma de su letra, pensó que algo andaba mal con él.

Tal vez Kaien estaba sufriendo por algo y ella sufría pensando en eso, porque el amor por Kaien seguía ahí y su alma no podía tolerar que el hombre que amaba sufriera de ninguna manera.

— Lady Nelliel, cambiaremos de caballo en la casa del Cruce. Llegaremos al castillo poco antes de la medianoche.

— ¿Qué? ¿No vamos a pasar la noche allí? — preguntó Nelliel porque no tenía sentido no detenerse en la Encrucijada. Esa era una parada obligada para todos los viajes.

— El príncipe dio la orden.

Eso le dio a Nelliel un mal presentimiento.

La distancia entre el Cruce de Caminos y el castillo era poco más de medio día de viaje a velocidad moderada, y aunque aún no estaba del todo oscuro porque el trayecto solo contaba con los descansos necesarios, la sensación de urgencia por llegar al castillo no le agradaba.

Nelliel trató de mantener esos pensamientos en su corazón y releyó la carta en sus manos como si tratara de encontrar algo más que las palabras de urgencia de Kaien hacia ella.

Cuando la noche comenzaba a oscurecer el camino, el carruaje se detuvo y encendieron los faroles que servían para iluminarlo, así como los que los jinetes que iban delante de ellos utilizarían para asegurarse de que el camino estaba despejado.

Una vez que todo estuvo listo, volvieron a ponerse en camino, esta vez un poco más rápido porque era de noche.

Nelliel pensó que se acercaban a la ciudad cuando el carruaje comenzó a frenar hasta detenerse, pero cuando miró por la ventana se dio cuenta de que estaban en medio del camino y que los jinetes de la vanguardia habían desmontado de sus caballos y estaban revisando el camino.

— ¡Hay un tronco en el camino! ¡Lo vamos a mover! — Los jinetes gritaron y dejaron sus linternas en el suelo.

Nelliel se recostó en su asiento y esperó mientras los jinetes despejaban el tronco que bloqueaba el camino. El silencio le pareció eterno y le produjo esa sensación de soledad que le hacía doler el estómago y encendía todas las alertas de supervivencia. Cuando estaba a punto de abrir la pequeña ventana que comunicaba con el cochero, el carruaje se movió con violencia y escuchó que algo pesado caía al suelo con gemidos.

La puerta del carruaje se abrió y un hombre con el rostro cubierto entró al carruaje buscando desesperadamente algo.

— ¡¿Dónde están las joyas?! ¡Dame el dinero! — El grito del hombre sobresaltó a Nelliel, quien se quedó inmóvil sin poder hablar. El hombre parecía molesto. — ¡Dime dónde está el dinero o aquí te mueres!

— No… no sé… no hay dinero…

— ¡Mientes!

El hombre estaba realmente enojado, le tomó la mano y le puso el cuchillo en el cuello para amenazarla. Nuevamente el hombre preguntó por dinero y joyas, pero Nelliel no tenía nada de eso con ella, solo unas pocas monedas pero nada más. El hombre se desesperó y apuñaló a Nelliel en el costado del abdomen una sola vez, haciéndola gritar.

Se podían escuchar gritos fuera del carruaje que debían ser de los otros ladrones y Nelliel se preguntó si habían matado a toda la escolta que Kaien había enviado por ella.

— ¡No hay nada de valor! ¡Solo hay trapos viejos! ¡Vámonos! — Gritó un hombre fuera del carruaje.

— La próxima vez trae algo de valor.

El hombre le sacó el cuchillo del costado del abdomen y salió de allí lo más rápido que pudo. Afuera se escuchaba a los ladrones salir a caballo, quizás los caballos que la llevaban, y nuevamente se hizo el silencio en el lugar.

Nelliel pensó que se desangraría hasta morir allí y comenzó a llorar, apretando su costado justo donde se había hecho la herida para detener el sangrado. Ella no quería morir de esa manera y rogó a las Deidades que alguien la rescatara de una muerte tan solitaria porque morir así era lo peor que podía pasar, sin nadie que calmara sus miedos ante lo desconocido de la vida más allá de la vida.

— ¡Ayuda! ¡Ayuda! Ayúdame... alguien... por favor...

Las lágrimas de Nelliel nublaron su visión mientras gritaba pidiendo ayuda, su corazón latía tan fuerte y se sentía tan asustada que sintió que el aire frío de la noche se filtraba en sus huesos y se quedaba allí. El miedo era frío y helaba sus piernas y brazos, como un veneno paralizante.

Intentó levantarse pero no podía, aún tenía miedo y aunque quería moverse, su cuerpo no le respondía.

— ¡Ayuda! Ayuda…

Nelliel podía sentir la sangre que manaba de la herida mojándole los dedos y el vestido, el calor se volvía frío tan rápidamente que el miedo la abrumaba cada vez más. Trató de moverse y no pudo, trató de gritar y no pudo.

Ya no escuchaba ruido fuera del carruaje, solo escuchaba su respiración y el latido de su corazón que parecía latir cada vez más lento. Su visión se nublaba y le costaba respirar, y aunque no quería darse por vencida, cerró los ojos y se perdió en la oscuridad.

Rukia estaba a punto de llegar al paraíso de las Deidades en ese momento, el placer corría caliente por todo su cuerpo y sentía su alma vibrar con cada jadeo que daba Ichigo.

Uno de sus tobillos descansaba sobre uno de los hombros de Ichigo, quien estaba de rodillas sobre la cama, sujetando sus caderas con tanta fuerza que sus dedos marcarían su piel. Tenía una almohada debajo de las caderas para que la posición no le resultara incómoda, aunque en ese momento no podía pensar en otra cosa que no fuera el placer que Ichigo le estaba dando con cada nueva embestida.

Él le había atado las muñecas por encima de la cabeza con la cinta que ella había usado para atarse el cabello, y había atado esa cinta a un pequeño anillo que se había colocado en la cabecera de la cama para ese propósito.

Afuera el aire era frío, pero dentro de la habitación hacía tanto calor que ambos estaban sudando.

El sonido dentro de la habitación era obsceno.

— Dámelo, mi princesa. — La voz de Ichigo salió en un jadeo que no pudo ocultar el tono de mando. — Dame lo que me pertenece.

Rukia abrió los ojos, que había cerrado en algún momento en medio de toda esa vorágine de placer, y se concentró en él. El paraíso estaba tan cerca de sus dedos que casi podía tocarlo.

— ¿Es una orden? — preguntó Rukia con voz entrecortada antes de sentir que Ichigo la embestía de nuevo haciéndola cerrar los ojos y arquear la espalda de placer.

Ichigo tocaba puntos dentro de ella que hacían que el placer la azotara y ella suplicara por más.

— Es una orden.

Ichigo dijo eso antes de mover una de sus manos solo para usar su pulgar para estimularla más. Rukia no pudo resistir todo el placer que Ichigo le estaba dando en ese momento, sintió que le temblaban las piernas y que el cielo llegaba a ella de una forma tan deliciosa que resultaba obscena.

Ichigo no se detuvo, hizo que sus piernas se mantuvieran a los costados de sus caderas y continuó embistiéndola más y más lentamente mientras besaba su pecho y sus labios.

— Buena niña.

La voz de Ichigo sonaba ronca en su oído y Rukia lo apretó con las piernas para que no saliera de ella en ese momento, hasta que se calmaron lo suficiente para que Ichigo la desatara y ella usara lo aprendido en el combate cuerpo a cuerpo para hacerlo quedar recostado en la cama.

Rukia sonrió y se sentó sobre él con la intención de marcar su dominio y poder en ese momento.

Ichigo la tomó por las caderas y subió su caricia hacia sus pechos antes de acercarla a él y besarla de una manera tan obscena que la dejó sin aliento. Los ojos de Ichigo habían perdido casi por completo su color miel y la miraban de una manera que la hacía sentir deseada.

— ¿Serás un buen chico? — preguntó Rukia mientras lo tomaba de las manos con la intención de atarlo a la cama.

Estaba agitada y le temblaban las piernas, pero todavía tenía la fuerza suficiente para usar esa misma cinta y atarle las muñecas de la misma manera que él lo había hecho. Ichigo cedió dócilmente a lo que ella iba a hacer y comenzó a besar toda la piel que podía alcanzar, cuando un sirviente llamó insistentemente a la puerta.

— ¡Largo! — le gritó Ichigo al sirviente, con su voz ronca por el deseo y la ira por haber sido interrumpido.

Rukia buscó los labios de su esposo para besarlo y hacer que volviera su atención hacia ella, e Ichigo la besó nuevamente con el mismo deseo y la misma desesperación que demostraba cuánto necesitaba esos besos. Ella amaba esa parte dominante y agresiva de él.

— ¡Su Alteza! ¡Es algo urgente! — La voz de su sirviente sonó desde el otro lado de la puerta. — Atacaron la caravana del invitado del Príncipe Kaien.

Ichigo maldijo ante esas palabras.

Rukia puso los ojos en blanco, trató de contener las ganas de golpear al sirviente que los había interrumpido y comenzó a desatar las muñecas de su esposo para liberarlo.

Les habían arruinado el juego y la noche.

Ambos se pusieron sus batas de dormir sobre sus pijamas, e Ichigo abrió la puerta de su habitación para que el sirviente hablara. Rukia comenzó a trenzar su cabello mientras sentía la ira de Ichigo fluir de la luna tatuada en sus costillas.

— ¿Murió? — preguntó Ichigo directamente, con la ira fluyendo en sus ojos al ser interrumpido así.

— No, su alteza. — El sirviente miró al suelo mientras hablaba. — La doctora de la reina la está revisando ahora mismo.

Rukia, que estaba enojada porque los habían interrumpido antes de que ella pudiera hacer que Ichigo suplicara, notó que el sirviente quería decir que la invitada de Kaien era una mujer, así que caminó hacia la puerta mientras terminaba de anudar la trenza en su cabello.

— ¿En qué habitación está ella?

— El Príncipe Kaien solicitó que Lady Nelliel sea acomodada en la habitación de las Inamoratas cerca de su propia habitación, mi princesa. — Respondió el sirviente sin levantar la vista. — El Príncipe Kaien también pidió tener una reunión urgente con el Príncipe Ichigo.

Ichigo dejó ir al sirviente y se quedó con Rukia en la habitación, quien aún estaba procesando que Nelliel estaba herida y que estaba dentro del castillo. Ichigo tomó sus manos y la obligó a centrar su atención en él porque su mente había comenzado a divagar en ese momento.

— Ve con la Kahya y habla con ella porque Nelliel es como una hija para ella, así que la Kahya la cuidará y se encargará de que se salve. — Ichigo la miró y le dio un suave beso en los labios. — Iré con Kaien y veré qué quiere. Sé discreta y no te apresures. Ten cuidado, mi reina.

Rukia asintió a lo que dijo Ichigo y se tomó un minuto para ordenar sus pensamientos porque cuidar y proteger la vida de la mujer que había tratado de matarla era algo con lo que había que tener cuidado.


Otoño — x493 / 23 de noviembre

El brillo del día la hizo abrir los ojos. Se sentía cansada, débil y adolorida, pero estaba viva y eso hizo que inmediatamente agradeciera a las Deidades por haberla escuchado y evitado que muriera en el carruaje.

Nelliel no tenía idea de quién la había salvado y por un momento no supo dónde estaba, hasta que reconoció la habitación y su corazón se detuvo en ese momento. Estaba a salvo en el castillo, pero estaba en la habitación de la Inamorata de Kaien y eso envió un escalofrío por su espalda.

Era una habitación a la que nunca hubiera querido volver.

Intentó levantarse y el dolor en el costado de su abdomen recorrió su cuerpo como un latigazo que la hizo gemir y llevar una de sus manos al área de la herida para tratar de mitigar el dolor. Inmediatamente sintió que algo se abultaba debajo de la ropa de dormir que le habían puesto y descubrió que le habían vendado el abdomen para mantener en su lugar la gasa que cubría la herida.

— Mi señora, no se mueva. — Habló una sirvienta, que venía de quién sabe dónde ya quien Nelliel no había visto en la habitación.

— La doctora de la reina dice que debes descansar por hoy para que no se abran los puntos.

— ¿Puntos? — preguntó Nelliel alarmada al escuchar que la herida había sido curada con puntos.

— Sí, mi señora. La doctora decidió que era mejor poner puntos de sutura para que sanara más rápido. — explicó la doncella. — También dejó medicina para aliviar el dolor.

La criada señaló un pequeño gotero en la mesita de noche y una jarra de agua.

— Prepáralo. — ordenó Nelliel porque el dolor en su costado la estaba quemando agresivamente.

La criada vertió varias gotas de un líquido casi transparente en el vaso de agua, lo revolvió y se lo entregó. Nelliel bebió la medicina y se recostó en la cama. No le gustaba estar en la habitación de la Inamorata porque le recordaba a Miyako y no era agradable estar en recuperación en un lugar que le traía recuerdos desagradables.

— ¿Por qué no me llevaron a mi dormitorio? — preguntó Nelliel mientras la criada limpiaba el vaso y lo volvía a poner en su lugar.

— El Príncipe Kaien lo solicitó de esta manera. — explicó amablemente la sirvienta. — Está sumamente preocupado por su salud y no aceptó que la lleven al área de la reina. El príncipe la ha venido a ver un par de veces desde que usted llegó y la observa dormir.

Esas palabras la hicieron olvidar la incomodidad de estar en la habitación de Inamorata solo porque Kaien había ido a verla y estaba preocupado por ella. La sirvienta la ayudó a sentarse de modo que su espalda quedara apoyada en varios almohadones en la cabecera de la cama, y luego salió de la habitación con la intención de hacerle saber a Kaien que ella se había despertado.

Nelliel sintió que su corazón latía con esa ansiedad previa al reencuentro y su mente voló a escenas donde Kaien llegaba y la besaba mientras juraba que encontraría a los responsables de ese asalto.

Las Deidades habían sido buenas con ella al permitirle vivir y regresar a Kaien.

Un momento después, Kaien entró en la habitación y Nelliel sonrió al verlo, pero la sonrisa se desvaneció de su rostro cuando se dio cuenta de que él estaba molesto. Kaien tenía motivos para estarlo, ella había viajado para verlo, como él se lo había pedido, y estaba herida por esa urgencia.

— Estoy bien, la doctora dice que no es grave. — Nelliel habló al darse cuenta de que Kaien no se acercaba a ella y aún tenía esa expresión de enojo. Él debía estar muy enojado. — Tendré una cicatriz pero...

— ¿Qué fue lo que le dijiste?

La pregunta de Kaien impidió que Nelliel siguiera hablando. Ella no entendió a qué se refería Kaien y solo pudo mirarlo con una expresión confusa, pero antes de que pudiera hablar, Kaien volvió a hablar.

— ¿Qué le dijiste a Miyako cuando entraste a esta habitación después de que la reina le hiciera perder a mi hijo?

La sorpresa se reflejó de inmediato en los ojos de Nelliel, que se abrieron tanto como fue humanamente posible, y su corazón comenzó a latir con miedo. Habían pasado tantos años desde aquella charla con Miyako que no recordaba las palabras exactas, incluso había olvidado esa conversación y no entendía por qué Kaien le hacía esa pregunta en ese momento.

— Yo no… Le dije que era voluntad de las Deidades que el bebé no naciera pero que luego tendría muchos hijos sanos. — Nelliel trató de recordar lo que había dicho esa tarde pero fue imposible.

— ¿Y qué más?

— No me acuerdo. Ella estaba triste y traté de consolarla, no recuerdo qué más le dije. — Nelliel sintió que le dolía la herida por el esfuerzo de responder.

Nelliel no sabía por qué estaban teniendo esta conversación cuando se suponía que Kaien le preguntaría por su salud. Había viajado para verlo porque estaba preocupada por él y había resultado herida en el camino por seguir sus órdenes de viaje. Kaien debería estar consolándola y prometiéndole que encontraría al culpable y le haría pagar, no debería estar preguntándole sobre cosas que habían pasado hace muchos años.

No deberían estar hablando de esa idiota de Miyako.

— ¿Le dijiste a la reina que Miyako estaba embarazada?

La pregunta de Kaien fue tan directa que fue como un golpe para Nelliel y por un momento, Nelliel no supo qué decir porque nunca había pensado que él le haría esa pregunta; no después de tantos años. Se suponía que ella no sabía sobre ese embarazo hasta que la reina obligó a Miyako a perderlo, eso es lo que la reina Masaki le dijo que dijera.

— ¡No! Yo no sería capaz de...

La velocidad con la que respondió hizo que el dolor de la herida se agudizara. Nelliel cerró los ojos por el dolor y se llevó una mano a la herida para tratar de presionarla un poco para que no le doliera más. El medicamento estaba tardando mucho en hacer efecto.

— ¡Mientes! ¡No me mientas Nelliel! — Kaien, quien hasta ese momento había mantenido sus manos detrás de su espalda, arrojó un libro sobre la cama para que ella lo viera. — ¡Empieza a hablar, Nelliel! ¡Habla y dime que lo que está escrito en ese diario es mentira! ¡Habla y dime cómo diablos llegó ese diario a mis manos! ¡Explícame por qué el amor de mi vida se tiró por el acantilado, Nelliel!

Los gritos de Kaien exigiendo una respuesta resonaron en la habitación más fuerte de lo que deberían haberlo hecho. Nelliel tembló ante la agresividad en la voz de Kaien y sus ojos se llenaron de lágrimas que no sabía si era por el dolor de su herida o por las palabras de Kaien refiriéndose a Miyako como "el amor de su vida".

Nelliel vio el libro y no tuvo que abrirlo para saber que era el diario de Miyako, el que había escondido en su habitación y esperaba que nadie lo encontrara. Su trofeo, el que había guardado como recuerdo por haberse deshecho de aquella chica que quería quitarle al único hombre que ella amaba.

Nelliel sabía lo que Miyako había escrito en ese diario y si Kaien lo había leído, entonces también debía saber todo lo que Miyako había escrito en él.

La habían descubierto y ya no era necesario mentir.

— Debería haberlo quemado cuando tuve la oportunidad. — susurró Nelliel mientras tocaba la tapa del diario con una mano y con la otra sostenía la herida, que le dolía cada vez que hablaba. No necesitaba recordar con precisión esa conversación con Miyako, pero había cosas que no olvidaba. — Le dije que era una tonta al creer que se le permitiría tener un hijo tuyo.

— ¿Se lo dijiste a la reina? — La pregunta de Kaien tenía ese tono que indicaba que intuía la respuesta.

— Se lo dije a la reina tan pronto como Miyako me lo confió. No podía dejar que su estupidez de ocultar un embarazo siguiera adelante.

La furia en los ojos de Kaien era tan palpable que la aterrorizaba.

Nelliel no pudo hacer nada cuando Kaien se le acercó y la agarró por el cuello con tanta fuerza que ella inmediatamente comenzó a luchar para que la soltara. En ese momento se olvidó de su herida y del dolor porque el miedo de que Kaien la asfixiara hasta la muerte se hizo presente en ella. Nunca había visto esa parte agresiva de Kaien y nunca esperó verla.

— ¡¿Qué diablos le dijiste?! ¡¿Por qué se cortó las muñecas?!

Con cada pregunta, Nelliel sintió que Kaien la sujetaba con más fuerza por el cuello mientras ella le clavaba las uñas en la muñeca para que la soltara. Kaien era como una serpiente en reposo, y ahora estaba hundiendo sus colmillos en ella.

Él era aterrador.

La mirada de odio en los ojos verdes de Kaien era una que nunca había visto. Era como si Kaien pudiera matarla con solo mirarla.

— Dije… ella tenía… que ir… nunca… nunca… ustedes… nunca… juntos…

Nelliel murmuró cuando sintió que su rostro se ponía rojo y sus pulmones luchaban por respirar. Kaien la soltó en ese momento, como si hubiera estado tocando algo desagradable, y se alejó de ella. Nelliel respiró hondo y le dolieron los pulmones, le dolía la herida y tenía los dedos húmedos de sangre. Sus ojos estaban llenos de lágrimas de miedo y dolor.

Kaien casi la había matado.

— ¡¿Cómo diablos te atreviste a hacerlo?! ¡¿Quién te dio el derecho de interferir en mi vida?! ¡Por tu culpa los perdí a los dos!

— ¡Lo hice porque te amo! — Nelliel jadeó mientras se frotaba el cuello tratando de aliviar el dolor del agarre de Kaien. Su voz era ronca y dolorosa.

— ¡¿Porque me amas?! ¡Si me amaras me hubieras hablado de ese embarazo! ¡Deberías haber venido a mí, no a la reina!

— ¡¿Y dejarte hacer una locura y huir con ella?! — Nelliel gritó esa pregunta e inmediatamente se estremeció, tanto por su garganta como por la herida en su costado. — ¡Te iban a declarar traidor al reino! ¡Lo que hice fue salvarte la vida! ¡Me debes tu vida, Kaien!

— ¡No te debo nada! ¡Arruinaste mi vida, Nelliel! —gritó Kaien y Nelliel reaccionó instintivamente y se alejó de él lo más que pudo cuando vio que él pretendía lastimarla de nuevo. Kaien simplemente se paró junto a la cama, mirándola con odio y desprecio. — No sabes cómo me arrepiento de haber confiado tanto en ti. No sabes cómo me arrepiento de haberme casado contigo. Ojalá nunca te hubiera conocido.

Kaien dijo eso último con una mirada de total desprecio que rompió el corazón de Nelliel. Kaien la odiaba y no veía que lo que ella hacía era por él.

— Kaien, por favor entiéndeme... todo lo que hice...

Nelliel quería que no la odiara, quería que él entendiera que ella solo quería que él viviera. Quería que él entendiera que lo único que quería era estar a su lado. Su corazón no podía soportar el odio y el desprecio de Kaien.

Le tenía miedo, pero no podía vivir sin él.

— Solo porque me enviaste ese libro te perdono la vida, pero espero no volver a verte en la mía. Cuando te recuperes serás exiliada del reino, vete a donde quieras, pero no vuelvas a poner un pie aquí o no tendré tanta misericordia de ti.

Kaien dijo eso último, tomó el diario de Miyako y salió de la habitación dejándola sola.

Lo último que Nelliel vio de Kaien fue su mirada de odio y su espalda.

Toda la ira, toda la furia y todo el dolor que le causó la traición de Nelliel, se asentaron dentro de su alma. La traición de ella fue la más dolorosa de todas porque él había confiado ciegamente en ella, la había amado como se ama a una hermana y como se ama a una mujer, y todos esos pensamientos solo hacían más grande el dolor.

Se miró la mano, con la que casi la había estrangulado hasta la muerte, y la apretó en un puño. A Kaien le costó mucho esfuerzo no matarla en ese momento, pero era lo único que su alma pedía. Por culpa de Nelliel, él había perdido a Miyako y cualquier posibilidad de estar con ella.

Kaien miró hacia arriba y encontró a Ichigo, quien lo estaba esperando fuera de esa habitación, con los brazos cruzados y la espalda contra la pared. Kaien le había pedido a Ichigo que se encargara de averiguar quién asaltó la caravana de Nelliel. Estaba molesto porque no habría podido confrontarla si ella moría en el camino.

— ¿Vas a exiliarla? ¿Cuáles son sus crímenes? — Preguntó Ichigo con calma, como el Segundo Príncipe y como el Comandante del reino.

Kaien no se había dado cuenta de que los gritos se habían escuchado fuera de la habitación, pero se alegró de no tener que repetir lo que le había dicho a Nelliel para que Ichigo se pusiera al día con la información.

— No la voy a exiliar, todavía no tengo ese poder. — Respondió Kaien haciéndole una seña a Ichigo para que empezara a caminar con él. Ambos caminaron en silencio hasta que entraron a la habitación de Kaien, y Kaien no habló hasta que la puerta se cerró. — Haz que parezca un accidente o que se haya escapado aprovechando mi buena voluntad. Hazlo como quieras.

— Pensé que era tu amiga. Incluso pretendiste mentir por ella cuando descubriste que robó el sello del rey y atentó contra la vida de mi esposa. — En ese momento, Kaien descubrió por qué Ichigo lo estaba ayudando. Ichigo también tenía algunos asuntos pendientes con Nelliel. — ¿Le das la espalda tan fácilmente?

— Ella no es mi amiga, es una traidora. — La voz de Kaien llevaba toda la ira y el desprecio que sentía en ese momento por Nelliel. — Por ella murió alguien importante para mí.

Kaien no necesitaba decir más, si Ichigo estaba escuchando detrás de la puerta lo que él y Nelliel habían estado hablando, fácilmente podría ir a los registros del reino y buscar el nombre de Miyako, o preguntarle a la reina directamente.

Ichigo se quedó en silencio por un momento y luego se inclinó ante él con esa sonrisa que siempre le mostraba cuando estaban juntos.

— Lo que el príncipe heredero desee y ordene. Nelliel no llegará al Palacio del Sol.

Kaien estuvo de acuerdo y terminó esa conversación. Ichigo le dio la espalda y se dirigió a la puerta, pero antes de tocar para que los sirvientes abrieran, se detuvo y volteó a mirarlo.

— Por cierto, nuestras hermanitas escribieron y dicen que hay un nuevo rey en Vayalat. — Kaien lo miró fijamente, sorprendido porque no esperaba ese tipo de información en ese momento. — Envié un mensajero al rey, posiblemente el tiempo de ausencia del rey y la reina se alargue.

Kaien sabía lo que significaba tener un nuevo rey en Vayalat.

— ¿Crees que el rey Isshin se dejará intimidar por el nuevo rey de Vayalat? — Preguntó Kaien con un dejo de burla.

— No tengo forma de saberlo. — Ichigo se encogió de hombros con indiferencia. — Pero si vas a convertirte en rey, te recomiendo que no me mates todavía. Tal vez seré tu salvador y evitaré una guerra.

— Tal vez te conviertas en un traidor y hagas que nos conquisten más rápido.

— Quizás… tendrás que esperar para saberlo.

"Nell…"

La voz de Miyako llamándola por su nombre la despertó del sueño causado por la medicina para el dolor. Nelliel no había soñado con ella, era solo su voz, como si Miyako estuviera allí y al mismo tiempo estuviera en un lugar lejano.

Como si Miyako la estuviera llamando.

— Cállate. Cállate. Todo esto es por tu culpa. — murmuró Nelliel, llevándose las manos a la cara y sintiendo que sus ojos ardían y se llenaban de lágrimas al recordar todo lo que había pasado en la mañana con Kaien.

Él la odiaba y ella no podía soportar saber que él la odiaba.

Todo lo que ella había hecho era estar con él, que viera cuánto lo amaba y que sin importar lo que pasara, ella lo seguiría amando y protegiendo sin temor a ensuciarse las manos. Incluso lo protegería de sí mismo si fuera necesario.

Pero Kaien no veía ese amor, solo la culpó porque la idiota de Miyako se tiró por el acantilado porque no quería casarse con otra persona.

Miyako estaba loca, perder el embarazo la volvió loca. No seguir las reglas y fantasear con una vida con Kaien la volvió loca.

Nelliel no pudo hacer nada más que sollozar en silencio, le dolía la garganta porque Kaien casi la había ahogado hasta la muerte y le dolía el costado donde la herida latía. La sirvienta que la atendía se acercó preocupada al verla llorar, pero Nelliel simplemente la ignoró, se cubrió el rostro con la sábana y siguió llorando como antes de quedarse dormida.

No supo cuánto tiempo estuvo así, pero cuando logró calmar un poco su corazón y el dolor en su herida fue insoportable, se secó las lágrimas y le pidió a la doncella que la ayudara a sentarse en la cama.

Poco tiempo después, Nelliel estaba sentada contra la cabecera con la espalda apoyada en las mullidas almohadas y su vaso de medicina para el dolor listo.

— Iré a decirle a la Kahya que ha despertado, mi señora. — Comentó la doncella luego de que Nelliel se bebiera todo el vaso de medicina. — Ella estaba preocupada por usted y vino hace unos momentos, pero no quería despertarla.

Nelliel asintió y permitió que la chica fuera en busca de la señora Retsu. Ella necesitaba a alguien que la consolara y la abrazara en este momento, y la Sra. Retsu era como su madre, no la juzgaría ni le gritaría porque sabía que todo lo que pasó con Miyako fue para salvar la vida de Kaien.

"Nell…"

Un escalofrío recorrió la espalda de Nell cuando escuchó de nuevo la voz de Miyako seguida de una risa fantasmal que le heló la sangre. Inmediatamente buscó el origen de esa voz pero estaba sola en la habitación, incluso las cortinas estaban quietas porque no había brisa en ese momento.

— Estar en la habitación de Miyako está empezando a volverme loca.

Nelliel dijo esas palabras en un susurro solo para ella, pero nuevamente la risa espectral de Miyako resonó en sus oídos haciéndola saltar de su lugar.

— ¡¿Quién está ahí?! — Preguntó asustada pero solo obtuvo un silencio que fue interrumpido por los fuertes latidos de su corazón.

— Hola Nell.

Nelliel gritó al escuchar la voz de alguien en la habitación e inmediatamente miró quién era.

Rukia estaba de pie en la entrada.

— Hola Nell. — La voz de Rukia sonaba extraña a los oídos de Nelliel y por un momento pensó que se había mezclado con la voz de Miyako, lo que hizo que el miedo dentro de ella aumentara por un breve momento.

Rukia entró en la habitación y cerró la puerta detrás de ella mientras Nelliel trataba de calmar sus nervios diciéndose a sí misma que no había escuchado la voz de Miyako y que era solo el efecto de la pérdida de sangre, el dolor y los medicamentos.

— No te di permiso para entrar. — murmuró Nelliel sin apartar los ojos de Rukia, quien la miraba de forma extraña.

— No es necesario que me des permiso. — La voz de Rukia sonó en un tono que dejaba claro que ella tenía poder allí. — Ahora soy yo quien gobierna el castillo y si quiero entrar a ver a mi antigua hermana, entraré a ver a mi antigua hermana.

La respuesta de Rukia hizo que Nelliel apretara la mandíbula con ira, olvidando en ese momento el shock inicial y todos los temores que le había causado escuchar la voz de Miyako.

Rukia caminó lentamente hacia ella y se sentó en la silla junto a su cama, la misma en la que la sirvienta se había sentado antes, apoyó su espalda contra el respaldo de la silla y cruzó las piernas debajo de su vestido.

— ¿Qué? ¿Eres la reina ahora?

— Soy la única mujer con corona en este castillo. — Rukia seguía sentada en una posición tan dominante que a Nelliel no le gustaba. — Todo es mío.

A Nelliel no le gustaba la forma en que hablaba Rukia, como si estuviera hablando con alguien estúpido.

— Lo estás disfrutando, ¿verdad? ¿Qué quieres aquí?

Rukia se tomó su tiempo para responder y Nelliel odió esa pausa.

— No pensé que fueras tan mala persona. Hiciste sufrir a Miyako y nos hiciste la vida difícil solo porque no querías que Kaien muriera. Si hubieras dejado que las cosas siguieran su propio curso, ahora no tendríamos que preocuparnos por quién es el primero en la línea de sucesión.

Nelliel se congeló ante esas palabras por un breve momento y luego se dio cuenta de que Rukia no tenía por qué saber ese nombre a menos que supiera la historia de Miyako.

— ¡Fuiste tú! — Nelliel la señaló con un dedo, haciendo que su herida doliera en ese momento por lo rápido que se movió. — ¡Le diste ese diario a Kaien! ¡¿Cómo lo conseguiste?!

— Eso no importa.

— ¡Tú arruinaste mi vida! — Gritó Nelliel y el dolor en la garganta le hizo cerrar los ojos. — Por tu culpa Kaien me odia.

— ¿Por mí culpa? — La pregunta de Rukia salió en un tono que mezclaba seriedad con ira. — Yo no estaba aquí cuando pasó todo eso, no me puedes culpar por tus propios errores. Todo lo que tienes es lo que te mereces. Kaien te odia porque le hiciste perder a esa chica, y fuiste exiliada porque robaste el sello del rey y casi me matas. ¿Disfrutaste planeando mi muerte, Nelliel? Porque yo sí lo hice.

— ¡Tú! — Gritó Nelliel al escuchar esas palabras. Un pequeño mareo nubló su mente y el dolor en su garganta fue acompañado por el sabor a sangre. — ¡Tú ordenaste asaltar la caravana!

Rukia sonrió por primera vez desde que entró a la habitación y esa sonrisa no le gustó a Nelliel porque era como si estuviera viendo por primera vez lo malvada que era Rukia en realidad. Todo lo peligroso que escondía bajo esa fachada seria y formal.

— Así es como se planea un atentado, Nelliel. Y ni siquiera tuve que robar el sello del rey o emitir una tonta orden mal escrita.

Nelliel sostuvo su herida con una mano mientras trataba de enfocar sus ojos en Rukia. El mareo la estaba afectando y no entendía por qué, pero no podía ser débil frente a Rukia; no en ese momento.

— Tu intento fracasó, sigo viva.

— Sigues viva porque yo lo quise así. El asesino podría haberte cortado la garganta pero te apuñaló en el costado, ¿ves? Sigues viva porque yo di esa orden.

— ¡Tú! ¡Maldita perra!

Nelliel estaba a punto de levantarse de la cama para golpearla, cuando Rukia levantó las manos e hizo un ruido con la garganta que pretendía ser una advertencia. Nelliel volvió a sentir ese extraño mareo y tuvo que aferrarse a la cama porque sentía que se iba a caer a pesar de estar sentada casi en el centro de la misma.

— No te muevas demasiado. — Nelliel vio como Rukia tomaba el gotero de analgésico, el mismo que la sirvienta le dio de beber antes de salir de la habitación. — ¿Sabes cómo se llama este veneno? El durmiente. Es un nombre poco original pero eso es lo que hace, lo tomas y te envía a dormir, para siempre.

— ¿Qué estás...? — Nelliel no terminó de hablar, sus párpados se sintieron pesados y el mundo empezó a moverse demasiado rápido para ella.

— El efecto es algo lento, la verdad es que no lo había probado antes y no sabía cuánto tiempo tendríamos que hablar. — Rukia siguió hablando como si Nelliel no la hubiera interrumpido. — Era el mismo que tenía la daga del asesino, claro que era menos dosis y no te mató.

Nelliel observó cómo Rukia colocaba el frasco de veneno en el bolsillo derecho de la falda de su vestido y sacaba uno idéntico del bolsillo izquierdo que colocó exactamente donde había estado el frasco anterior.

— Mientes. No podrías... ser capaz de hacerlo.

Nelliel trató de hablar, pero su lengua se sentía extraña y no podía moverla a voluntad. Nelliel sintió que su cuerpo comenzaba a congelarse.

Rukia sonrió.

"Nell... ¿estás lista?"

El pánico la invadió por completo al ver esa sonrisa y al escuchar de nuevo la voz de Miyako.

— Te estás muriendo, mi querida Nell. — La frase le sonó como una mezcla de las voces de Rukia y Miyako, y eso fue horrible porque sintió que Miyako estaba allí para vengarse.

Rukia se levantó de su silla y se acercó a esponjar las almohadas donde Nelliel descansaba su espalda. Nelliel movió los brazos pero el movimiento fue torpe y tan lento que Rukia la detuvo. Trató de hablar pero su lengua se sentía paralizada y solo salían sonidos de su garganta.

Nelliel rezó a las Deidades para que alguien entrara en la habitación y la salvara. Ella no quería morir así. Ella no merecía morir así.

— Leí el diario de Miyako y tengo una pregunta: ¿Miyako se cortó las muñecas o se las cortaste tú? El libro Inamoratas dice que fue con un espejo roto.

La voz de Rukia le sonó lejana a Nelliel, como si estuviera demasiado cansada para prestar atención. Nelliel ya no podía hablar ni mover su cuerpo, estaba paralizada y aterrorizada, y Rukia se apartó de ella como si estuviera mirando una obra de arte.

Rukia rompió el vaso donde Nelliel había tomado el veneno disfrazado de medicina y tomó un fragmento lo suficientemente grande y afilado como para cortar la piel. El sonido de vidrios rompiéndose hizo que Nelliel hiciera un esfuerzo por enfocar su mirada en Rukia y, al darse cuenta de lo que Rukia iba a hacer, trató de gritar pidiendo ayuda pero ya ni un sonido salió de su garganta.

El veneno estaba haciendo su trabajo en ella y la estaba arrastrando a la muerte.

— ¿Se lo dirás, mi querida Nell?

— Siéntete afortunada, no eres mi primera sangre pero eres mi primer tributo a la Sombra. Un lugar especialmente reservado para ti. — Rukia la tomó del brazo y en lugar de clavar el vidrio para hacer el corte, le pasó la punta de uno de sus dedos.

Si Nelliel hubiera podido hablar, el grito habría alertado a todos en el castillo, pero su boca estaba paralizada y lo único que podía mostrar el miedo y el dolor que sentía en ese momento eran las lágrimas que corrían por sus mejillas.

El dolor era el más fuerte que había sentido en su vida, era como cuchillos, como frío y como calor, todo al mismo tiempo.

Nelliel suplicó misericordia a las Deidades, les rogó que no la dejaran morir así o que al menos alguien entrara y descubriera a Rukia, pero las Deidades no estaban escuchando.

Rukia hizo un corte similar en la otra muñeca de Nelliel mientras recitaba algo en un idioma que Nelliel no entendía y la soltó. Nelliel podía ver su sangre manchando las sábanas, así como las manos de Rukia mientras le acomodaba las muñecas a los costados. Rukia tomó el cristal, cortó las yemas de los dedos pulgar e índice de Nelliel en ambas manos, lo cubrió con sangre y lo arrojó al suelo.

— Sí, esto es suficiente. — murmuró Rukia antes de agarrar las muñecas de Nelliel en un intento de detener el sangrado. — ¡Ayuda! ¡Llamen al médico! ¡Necesito ayuda!

El grito de ayuda de Rukia resonó demasiado fuerte en la habitación. Nelliel quería gritar pidiendo ayuda y que alguien la salvara de lo que Rukia le estaba haciendo, pero no podía moverse y no podía mantener los ojos abiertos. El miedo y el veneno la tenían paralizada, Rukia la estaba matando y al mismo tiempo fingía ser su salvadora.

"¿Dónde vi esta escena antes? ¡Ah! Cuando me salvaste la vida".

La voz de Miyako volvió a sonar en sus oídos, pero Nelliel ya no tenía fuerzas para negar que la había oído. Miyako había ido por ella como lo había hecho por su bebé la noche que lo perdió.

La puerta se abrió y Nelliel vio por última vez a la Kahya, cuyos ojos estaban aterrorizados por la escena que debía estar viendo. Nelliel hizo un último intento de hablar, de mantener los ojos abiertos, pero no pudo. Sus párpados se cerraron en contra de su voluntad y sintió que la oscuridad se cernía sobre ella mientras su corazón latía tan rápido que parecía que iba a explotar. El pánico por la muerte inminente corría bajo su piel.

Nelliel no quería morir allí, no quería morir en la habitación de Miyako escuchando su voz y su risa espectral. No quería morir a manos de Rukia, quien debería haber sido ejecutada por ser hija de un traidor y por conspirar contra el reino.

Nelliel no quería morir sabiendo que la Kahya lloraba por su culpa, por pensar que había atentado contra su propia vida.

Fue en esa oscuridad que Nelliel pudo ver a Miyako una vez más.

Miyako estaba de pie junto a ella, con el mismo vestido con el que se había tirado por el acantilado, con esa belleza sobrenatural que da muerte y con las muñecas sangrando donde los cortes le habían desgarrado la piel.

"Mi querida Nell, mi mejor amiga..."


¡Hola a todos!

¿Recuerdan la nota de apertura de esta temporada? La lista de muertes hasta el momento: Yushiru. Nelliel.

¿Recuerdan cuándo fue la primera vez que se escuchó la risa de un muerto en el castillo?

Con este capítulo termina oficialmente el año x493, por lo que el siguiente capítulo será x494. ¡Vaya! ¡El tiempo pasa rápido!

¡Te veo pronto!

Saludos a todos los que leen, comentan y siguen esta historia. Besos.